viernes, 19 de junio de 2020

LA PLENITUD.

Ya pasó, el invierno duerme entre los lastimosos meses, dolientes de fríos, mustios de ánimos. Ahora, los árboles lucen sus valiosas prendas hasta donde la vista alcanza y la luz deslumbrante reviste de lujo el cielo. Días largos, calma en el pensamiento y esplendor donde antes solo había herrumbre.
Esta tierra fecunda ha triunfado y ahora, el viento enajena el alma que ensanchada corre a buscar sonrisas. ¡Oh.., cuánta plenitud, cuánta grandeza! Y es que el sol nunca miente, sus rayos hacen vibrar los días bajo el vuelo de los abanicos y la infancia rebosante de afán, se muestra orgullosa a quienes deseen recordar quienes eran.
Verano apacible, historias de abuelas cariñosas que traen virtud en sus frentes. Besos de nietos lejanos que al arrullo del corazón sencillo se echan a dormir. El cielo se entreabre, las horas pasan...  Huracán de esperanza sobre los Hombres.
Y todo vuelve a la vida: el río, los ojos, la tierra y los poetas que exhiben sin pudor sus letras una vez emigraron las horas oscuras. En medio de un cuaderno lustran sus ocurrencias con manchas de horchata a medida que el ritmo se impone en sus historias. A veces, bajo la luna dejan que se agote su sed de escritura e intiman con la fatiga hasta que rendidos caen en manos de Morfeo.
Camisetas, paseos, verano.., y una constelación de ojos enamorados que in extremis se salvan de la tragedia.

Fotografía de mi amigo Manolo Rubio. Saldaña, Palencia.
Bajo licencia SafeCreative.

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