El mundo ha cambiado de color, desnudas las ramas miran los rojos vestidos a sus pies. Todos tienen un destino común, uno compartido que es vivir en primavera. Hasta entonces, el invierno pondrá funda de escarcha a los brazos flacos que tiritan bajo el cielo.
El tiempo, el egoísmo del Hombre que aborrece el cambio. El cuerpo cambia, el árbol cambia...Nunca serás como siempre. Sin embargo, ellos rezuman algo cotidiano, triste en ocasiones, pero vivido todos los días. Unas veces luciendo velas que el viento agita, otras, ramas de madera oxidada llenas de esperanzas. Y siempre, cubiertos de pájaros que son como campanas improvisadas en espadañas de corteza y savia.
Fatigados por el sol, hoy entregan sus vestiduras en el altar del otoño. Pero aquí no hay muerte, solo memoria que despertará cuando las sombras harapientas se desvanezcan hasta ser invisibles.
Fotografía gentileza de mi amigo Manolo Rubio.
Bajo licencia SafeCreative.
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