martes, 24 de mayo de 2016

Los planos de Casa Encantada

Nuestro amigo José Manuel Castaño, ha realizado los planos de las fachadas de Casa Encantada. Os copio de manera literal la publicación que subió a su perfil de Facebook. ¡Espero que os guste!
Si deseáis adquirir los planos, podéis poneros en contacto con él pinchando en su nombre, os llevará a su perfil en la mencionada red social.
"Plano de las fachadas de “La casa del sol poniente” o “La casa encantada” como a mí me gusta llamar. Edificio que data de los primeros años del siglo XX. Antigua residencia veraniega de la familia Rodrigáñez, propietarios de la mina La Calera, aunque también tuvieron en explotación el conjunto de la mina denominada “La mosca”, alquilada esta concesión a la S.M.M.P. (Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya). Con posterioridad, y ante cada vez menos las estancias de la familia en esta singular construcción, también se utilizó este edificio como oficinas y botiquín de dichas explotaciones mineras. Finalizadas las actividades mineras, el tiempo, la dejadez y el expolio hicieron el resto…"








Al paisano que no está


He encontrado en el campo una carpeta con algunas cosas escritas por mí hace mucho tiempo, esta en concreto es de 30 de julio de 1994. Recuerdo que este texto lo escribí en el reverso de una foto del Peñón y lo envié a un amigo que en ese momento estaba muy lejos. He respetado la redacción de entonces, probablemente hoy lo habría escrito con otras palabras, quien sabe.

"Tal vez a estas horas sobre tu ciudad caiga un sol de justicia, aquí está lloviendo. Es uno de esos días en los que el alma se vuelve melancólica, un día en el que te asomas a una ventana y el espíritu vuela con el ansia perdurable de lo infinito. Días que en lugar de ver un trozo de tierra húmeda por la lluvia, miras y descubres una tierra de vida intensa y profunda, un Peñón severo que se proyecta hasta el cielo azul y perenne. 
Cierra los ojos e imagina que vuelves de esos campos con la memoria llena de tierra fértil y arroyos frescos. Deja vagar tu alma en nuestra naturaleza, lentamente irá en procesión entre los inacabables matorrales acariciados por la espaciada y uniforme lluvia. Ahora, nuestro pueblo no descansa al sol, sino al inusitado frescor de una tormenta en blanco y negro. Es un paisaje de campo infinito, de pueblo, de tierra absoluta..., de Dios. Esta inmensidad no es producto de visiones de dramática emoción, es la inhóspita personalidad de nuestro Peñón. Paisaje de pardas encinas, de rocas bajo la húmeda penumbra de esta lluvia de verano. 
En mis pupilas alucinadas por la tormenta se graba un campo elevado sobre los hombres que pasan, un campo que sueña con un secreto reposo tras el combate con las aguas. 
Inmensa quietud la de nuestro paisaje en esta tarde dulce, serena y delicada, en esta tarde en la que el corazón se convierte en los ojos contemplativos de la muda tierra y los delgados árboles. 
El silencio que planea se infiltra y expande entre el pueblo. El horizonte negruzco, el viento que ruge..., todo parece advertir la llegada del otoño, un otoño que te traerá a ti de su mano. 
Cierra los ojos, así el recuerdo del Peñón adquirirá vida, imagínate una gran mancha grisácea jaspeada de vetas verduscas, imagina las redondas rocas adelgazadas por la distancia, imagina su oscura gravedad bajo un cielo rojizo. Cierra los ojos y... Vuelve

La foto es de mi amigo Julián Moyano.


Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Número Registro Propiedad Intelectual:  1803146136805

jueves, 5 de mayo de 2016

Pinturas Patricia Martín.

Mi querida amiga Patricia, hace cosas tan bellas como esta. Creo que Casa Encantada es el lugar perfecto para dibujos así de bonitos. Enhorabuena, Patricia.☺


miércoles, 4 de mayo de 2016

Serenidad sin horas.

En la serenidad del campo donde las horas no importan.
Es esta casa el molde de mi alma, sus silencios mis recuerdos y su luz el que me falta. Aquí los problemas pierden su enormidad porque la tranquilidad hace que cambies la perspectiva, nunca es imposible aquí.
Las palabras hacen cola para tomar mi inventiva mientras los pájaros cantan, entran y salen por la enorme chimenea del salón. Sin miedo, sin vergüenza, conquistan cada una de las estancias con sus locos bailes aéreos mientras mi corazón percusiona al ritmo de sus alas. A veces les sigo al exterior donde se prenden a la sábana celeste como preciosos bordados. Los pájaros dibujan música mientras vuelan, por eso me gustan.
Escribir en este lugar es un privilegio, es fácil, tal vez por ello carece de mérito cualquier cosa que aquí se construya con palabras. Dejarlas caer para empezar de nuevo me divierte, me convierte en resucitadora de historias.
En esta casa el tiempo ha perdido la batalla, no existen prisas, no hay que ir, ni debería, ni tengo que. Cronos no cuenta, no quema, no pasa, no importa. El pragmatismo también dejó sus razones en la puerta, porque aquí no hay que ser útil, aquí, sólo se puede ser feliz.


Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Número Registro Propiedad Intelectual:  1803146136805

Lluvia de primavera.


Hay algo en la lluvia que me atrae, supongo que es esa invitación a la tranquilidad y a la introspección. 
Difícil encarcelar el pensamiento en días como el de hoy en los que apetece salir a enfrentar tu cara con el agua, a piel descubierta. Cerrar los ojos mientras las gotas acarician mi rostro dibujando caminos torcidos que hacen cosquillas. 
Entonces el espíritu toma el mando y envía la mente a lugares donde la realidad es líquida y tangible, está en mi cara, en mis manos..., en el cielo de novela negra, como las que escriben mis amigos. Pero mi cielo es azul, solo que hoy ha echado la cortina para que las flores se bañen sin que el sol las vea.


Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Número Registro Propiedad Intelectual:  1803146136805

jueves, 7 de abril de 2016

LA DUDA.

Cuando tomar distancia es el único camino a la serenidad, mejor es tomar la pluma. Son las letras el puente entre el amor y el olvido, o más bien entre el olvido y el recuerdo. Dicen. No, no lo dicen, lo he dicho yo.
Letras construyen imágenes, sonidos, viajes de ida y vuelta en el tren de los sentimientos. Hasta que un día, una tarde, unas horas..., decides no volver y te quedas varada en la orilla de la duda. Más la duda es mejor que el regreso. 
Adiós le dije, me dijo, no me acuerdo si lo dijimos. Adiós. Después, todos los holas que envió quedaron sin respuesta, flotando en el aire a la espera de que mi corazón los recogiera. 
Y así, el silencio se hizo transeúnte en el camino que antes ocuparon las palabras. He tomado la pluma hoy, pero no sé en qué punto del camino estoy. 
¡Hola!

Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Número Registro Propiedad Intelectual:  1803146136805

lunes, 4 de abril de 2016

EL MAQUINISTA DE CASA ENCANTADA.


En septiembre de 2013 escribía:
Algunos dicen que el verano toca a su fin, no lo creo, el sol no riñe con Andalucía así  como así. Aún no.
Casa Encantada ha estado solitaria durante todo este 2013, demasiadas emociones burbujeando en mi alma como para sentarme frente a la reina.
Ahora, los sentimientos se relajan y el deseo por contar cosas, por vivir aventuras, se despierta en mi corazón.
Hay nubes de tormenta en torno a la casa, calva de toda techumbre y solitaria en mitad de las escorias de minas. Sólo unos cuantos eucaliptos la escoltan, agotados ya sus días de guardianes de la sombra. Antes, cuando las gentes transitaban estos lugares en busca de sus pueblos, de sus trabajos, de sus horas en esta morada, los eucaliptos ofrecían presumidos sus brazos a todos cuantos querían reposar bajo ellos. Era su sombra un tesoro en la canícula y ellos, sabedores de su don, competían entre sí por la enramada más delicada. De este modo, entrelazaban sus hojas hasta formar cúpulas de filigrana; ayudados por el hombre, crecieron altivos y brillantes. 
Hoy su esplendor no decae, pero sus ramas crecen en desorden. Estos árboles saben cosas que a pocos cuentan, diría que a casi nadie pues pocos son ya los que prestan oídos a estos seres. 
En mitad del cielo entoldado, un haz de luz rompe las nubes y suavemente proyecta su luminaria sobre la casa. Así, tocada de luces, parece salida de una ensoñación.
Un trueno, dos... Y mis sobrinas no están aquí, con lo que gustan de salir cuando Thor golpea con su martillo. ¡Insensatas, locas!, dirían muchos, pero nuestras aventuras no tendrían lugar si estos días no los atravesáramos como sólo nosotras sabemos.
Oigo el pitido de un tren. No puede ser....Hace mucho tiempo que trenes de ese tipo no transitan por aquí. Giro la cabeza a derecha e izquierda, a lo lejos, una nube grisácea se dibuja en el aire, es alargada y esconde bajo ella algo metálico, negro y brillante. No puede ser, no...
Doy media vuelta y corro a meterme en el coche pero ya es demasiado tarde. Aparcado junto a las vías, queda empequeñecido por una locomotora de vapor a la que siguen numerosos vagones. Me froto los ojos hasta enrojecerlos. Un fuerte pitido termina con mis elucubraciones, sí, ahí está, no es producto de un sueño ni de mi activa imaginación. Es una de las máquinas que en su día transportó tantas y tantas veces a nuestros abuelos y que ahora está frente a mí, lanzando fumarolas al viento, silbando altanera frente a los campos que un día le pertenecieron. 
Un señor con camisa de cuello tirilla y gorra de plato me invita a subir. Tiene un bigote enorme, rizadas las puntas hacia arriba le dan un toque decimonónico. 

- ¿Va usted al Terrible? - Me pregunta con voz hueca y extrañamente familiar-
- Pues..., verá, no sabría decirle -Casi no me salen las palabras- Estaba aquí en ....
- Pues perdone que le diga, señorita, no debería estar usted aquí sola y con esta tormenta- Me interrumpe- Ande, suba que le llevo hasta la estación del Terrible, no queda mucho.

Asustada acepto la invitación, con su ayuda recorro varios vagones hasta llegar a uno donde una veintena de personas charla y ríe de manera animada. Todos me miran asombrados y el silencio cae a plomo.

- Mira qué extraños pantalones... - Murmura una señora de edad incierta al ver mis tejanos-
- ¿Y esos zapatos? - Dice otra refiriéndose a mis deportivas.

Otra de las señoras llama a su hijo y lo toma en brazos, temerosa de que la forastera pueda resultar un peligro. Los hombres fuman y hablan de flamenco y de tajos, de vino, de fútbol... No reparan en mí hasta que alguien me señala con el dedo.

- Vamos, vamos, dice el maquinista, dejen que la señorita tome asiento. Sean caballeros señores, esta chica anda perdida.

De repente las palabras vuelven a invadir el viento, los hombres se levantan y las mujeres quieren darme de comer todo tipo de viandas.

- Niña ¿Tú de quien eres? - Me pregunta una señora que cubre su cabeza con una pañoleta negra-
- Pués verá... No sé si por aquí conocerán a mi familia -Dudo si decir la verdad y observar la reacción de los parroquianos-
- Habla hija, si no nos dices quien eres, difícilmente podemos ayudarte -Me dice un amable anciano desdentado-
- Igual conocieron a mi abuelo -Me atrevo por fin a hablar- Se llamaba Hilario, sus padres eran Juan y Antonia, tenía un comercio en La Parrilla, un pueblo que había aquí al lado... -Justo iba a señalar con el dedo, unas risas detienen mi relato-
- Pero chiquilla...- Me dice el maquinista- Yo soy Juan, Hilario es uno de mis nenes, te aseguro que no tiene edad para andar teniendo comercios, es demasiado pequeño. Y no sé por qué dices que había un pueblo que se llamaba La Parrilla, justo acabamos de pasar por allí. Niña ¿Seguro que estás bien? ¿Quién te ha contado esa historia?

Los ojos de Juan eran verdes, familiares...Y reconocí a mi bisabuelo. Tuve pánico y quise bajar pero no me lo permitieron.

- Lo mejor será que te llevemos al Terrible, alguien habrá allí que pueda ayudarte- Añadió el maquinista-

El tren se puso en marcha con su lento traqueteo, decidí vivir mi sueño y relajarme. Observé por las ventanas un paisaje bien distinto, un pueblo dinámico y entregado a la industria. 
A la llegada a la estación quise despedirme del maquinista.

- Juan usted nunca ha llevado un tren con pasajeros, estoy en lo cierto, ¿no es así? - Le pregunto a quemarropa-
- Jamás, hoy es el primero y también el último día que lo haré. - Me dijo sonriente-
- ¿Por qué? - Pregunté intrigada.
- Porque tenía que recoger a una viajera muy especial para un recorrido mágico. - Me sonrió y me dijo que tenía que bajar, que aún no podía subir a ese tren- Comprendí.

Antes de que partiera volví a subir un escalón de la locomotora.

- Papá Juan, ¿están todos bien? 
- Claro... Todos, incluso los que llegaron hace poco. Les hablaré de ti cuando vuelva.
- ¿Por qué tú? Pregunté con el corazón bulliendo.
- Haces demasiadas preguntas al cielo, alguien tenía que venir. Escucha - me dijo poniendo sus manos en mis hombros- Debes seguir adelante, tienes todo un mundo por descubrir ahí afuera, nuevas experiencias, nuevos retos.... No te pares a medio camino, no estás sola, muchos caminan a tu lado y te escuchan cuando piensas que el silencio es todo lo que hay. Continúa, tienes mucho que aportar a tu vida, tienes tanto que contar.... Prométeme que harás realidad tus sueños.
- Te lo prometo ¿Les darás besos a todos? Pregunté emocionada.
- ¿Y tú? -Me contestó-
- Claro -Le dije sonriendo- Vas a tener otros dos tataranietos, los primeros besos serán por ti.

Sonrió orgulloso y me dio un beso en la mejilla antes de perderse en el interior de su tren. Me disponía a bajar cuando escuché de nuevo su voz.

- Entre los besos que tengo que dar, no entrará en el reparto ese gato golfo que da conversación a todos ¿verdad? Hablaba de Tomás...., mi querido minino. Le puse ojitos de súplica.
- Vaaaale, pero que sepas que allí es como aquí, un golfo y un parlanchín- Me dijo guiñándome un ojo- No faltes a tu promesa, te estaré vigilando de cerca, viajera.... -Repitió de nuevo-

Le despedí agitando la mano mientras él caminaba hacia el interior de la máquina, tarareando magistralmente una de esas arias que tanto le gustaban y que aprendió del gran Carusso. Cada vez lo escuchaba más y más lejos... Al bajar en la estación, el tren desapareció en la nada y una lágrima serpenteó por mi mejilla hasta caer al suelo. 

- Adiós papá Juan -Murmuré-  No faltaré a mi palabra.

Sé que es verdad porque tuve que desandar el camino de la estación al silo. Allí, el coche aguardaba mi regreso envuelto en el aire acuoso que dejaba tras de sí la tormenta.