viernes, 28 de julio de 2017

CAPÍTULO I: Doña Sinforosa, Carmelo y Pepe.


Hace una tarde realmente desapacible, eso diría cualquier persona que sale a pasear en un día ventoso, pero no doña Sinforosa ¿No conocéis a la señora Sinforosa? Bueno, bueno..., sentaos porque es el momento perfecto para presentaros a tan especial dama.
Su casa se alza en mitad del bosque, es de madera, antigua y acogedora, atravesada de parte a parte por luz que entra a través de los enormes ventanales. En las tardes de primavera y amaneceres estivales, se sienta a coser sus muñecas de trapo bajo los árboles. Doña Sinforosa vende sus muñecas en el mercado del pueblo, tiene un puesto improvisado con una mesa de madera y un mantel bordado por sus propias manos.

También cultiva un huerto con hortalizas y flores que cuando es época,  lleva a su puestecito para obtener beneficios con la venta.
Doña Sinforosa tiene una edad incierta, para algunos no más de cincuenta, para otros ha pasado la sesentena, pero en realidad, nadie sabe con certeza los años de la dama.
Su cabello es dorado, lo lleva recogido en un moño y siempre huele a espliego, como si ese aroma formase parte de su ser. En el armario, unas impecables camisas adornadas con encajes y diversas faldas que cubren hasta los pies, como corresponde a una dama de su educación. En primavera gusta de usar telas con tonos empolvados, es una enamorada de los pequeños estampados florales y siempre que su economía se lo permite, pasa por la tienda de don Julián y compra unos retales para coserse blusas.

Por lo demás, nuestra amiga es una señora aparentemente normal que gusta de ocupar sus ratos libres en la pintura. Si pasáis por su casa en las tardes soleadas, la veréis en el jardín dibujando flores amarillas, sus favoritas. O como os he dicho antes, cosiendo muñecas de trapo bajo los árboles.
Tiene un gato que se llama Carmelo porque nació el día de la Virgen del Carmen, bueno..., en realidad doña Sinforosa no sabe cuando nació, pero hace tres años y en esa fecha se lo encontró entre las coles de su huerto, así que es en tan especial festividad cuando celebran su cumpleaños. Era un gatito muy pequeño, de tonos grises y blancos con los ojos grandes y asustados que le confesó haberse perdido. Ahora, vive feliz en Villa Rosita, ayuda a su amiga a cavar el huerto y hace de anfitrión cuando doña Sinforosa recibe en casa.

La semana pasada nuestra amiga no pudo bajar al mercado, una fuerte nevada le impidió salir, así que aprovechó para terminar unas muñequitas que traía entre manos y ponerles su nombre. Sí, habéis leído bien, todas las creaciones de la dama tienen nombre ¿Cómo iban a existir entonces?
Muñeca extraída del "Blog de trabajos de Maria José Veira Fernández"

Junto al fuego, doña Sinforosa terminaba de vestir a la "señorita Beatriz", una muñeca de trapo que recordaba a la maestra del pueblo.

- Bien querida, ya tienes tu capa y tu sombrero, ahora te dejaré aquí hasta que llegue el momento en el mercado - Decía la mujer que tras dejar la muñeca en una cesta de mimbre, se recostaba en la mecedora a mirar las llamas danzarinas. Carmelo, dormía plácidamente hecho un rosquito sobre su cojín de plumas de oca.

La noche conquistó al fin las horas y doña Sinforosa, medio adormilada, encendió los candiles y fue a la cocina a por una cena ligera para ella y para el minino. Se había puesto su toquilla azul cielo a juego con las pantuflas que su amiga Piedita le regaló el mes pasado por su cumpleaños, eran tan confortables que no se las quitaría ni para cavar el huerto.
Compota de higos, rebanadas de esponjoso pan, leche y unas manzanas componían la cena. A Carmelo le llenó su tacita con el blanco alimento y le puso un poco de compota; el dulce era su perdición. Ella, se sentó de nuevo en la mecedora y sobre una pequeña mesa depositó la vianda. Afuera, todo era blanco sobre negro, los copos se descolgaban del oscuro telón de la noche, el viento silbaba y salvo esos sonidos y el ronroneo del gato, nada más se escuchaba en la estancia. Al cabo de unos minutos, oyeron unos golpes en el cristal de la ventana que daba a la salita, lugar donde nuestros amigos cenaban; no eran muy fuertes, pero sí insistentes. Doña Sinforosa se levantó y cogió el espetón de atizar la candela, nunca se sabe quien puede ser a esas horas, ante todo, precaución. Descorrió la espesa cortina de cretona y tras el cristal, un pequeño jilguero aleteaba casi moribundo.

-¡Señor! ¡Pero criatura, te vas a helar!


La mujer dejó en el suelo el espetón y rápidamente introdujo al diminuto pájaro en la estancia. Estaba exhausto por el esfuerzo, mojado y aturdido. Doña Sinforosa lo acurrucó entre sus manos y lo llevó al cojín de Carmelo, junto al fuego. El gatito, de lo más generoso, se tumbó junto a él para darle calor y al cabo de unos minutos reaccionó al fin. Al abrir los ojos y encontrarse con el felino, se sobresaltó.

- ¡Oh cariño, no temas! Carmelo no te hará nada, es un buen amigo- El gato sonrió a la dama agradecido-
- ¿Pero cómo has llegado hasta aquí con este temporal y de noche? - Preguntó doña Sinforosa.

El ave se aclaró la voz.

- Verá señora, mi casa se la llevó el viento, la tenía en una casuarina camino de la estación de ferrocarril pero esta noche... - Se tapó la cara con las alas-
- Oh, no te preocupes, te quedarás aquí con nosotros- Le anunció doña Sinforosa- Iré a buscar algo para comer y después dispondremos tu cama.

Nadie conocía en el pueblo el don de nuestra amiga ¡Podía hablar con los animales! Ellos lo sabían y acudían sin temor cuando tenían algún problema.
Volvió de la cocina con un poco de trigo, leche caliente y unas migas de pan. En el cojín, el jilguero y el gato charlaban animadamente. Carmelo había lamido sus plumas así que el pájaro había entrado en calor antes de lo esperado.
El animal comió con avidez, se notaba que llevaba tiempo sin echarse nada al buche porque el pobre era todo huesos y plumas. Carmelo y doña Sinforosa se miraron satisfechos. Cuando hubo saciado su hambre, reanudaron la conversación al calor del hogar.

- Bien, cuéntanos tu historia, si vas a quedarte con nosotros aunque sea unos días, nos gustaría saber quien eres- Propuso doña Sinforosa volviendo a la mecedora con el pájaro en su regazo-
- Soy un jilguero de más allá del río Noria, mis padres y mis hermanos viven allí pero yo quería buscar un lugar donde poder ver la nieve, de este modo me aventuré a venir hasta estos parajes. Desde pequeño he querido correr aventuras, ver otros bosques, conocer otros animales..., pero creo que no estoy preparado para ello. Solo soy un adolescente inconformista – Dijo el ave bajando el pico con tristeza-
- Oh, no te preocupes querido, todos cometemos locuras a ciertas edades pero esa es la sal de la vida, perseguir nuestros sueños. - Le contestó doña Sinforosa- Mi lema es "si quieres ser feliz como dices, las cosas de este mundo no analices..., no analices..." - Y rió de buena gana-
- Entonces, ¿aprueba lo que hice?
- En cierto modo sí, pero escúchame jovencito, ¿tienes adónde ir? - Preguntó apuntándole con el dedo.
- Pues..., verá. No. Mi casa se la ha llevado el viento, no sé construir un hogar preparado para soportar las inclemencias de este tiempo. - Dijo cruzando las alas por delante-
- Y a juzgar por tu aspecto, tampoco te ha ido muy bien en lo que a alimentación se refiere -  Añadió Carmelo levantándole la escuálida alita derecha-
- Bueno,  no mucho, la verdad es que estaba acostumbrado a comer lo que mis padres traían a casa y...
- Bueno, bueno, no te preocupes - Cortó nuestra amiga- Puedes quedarte aquí todo el tiempo que necesites, pero antes dime, ¿cómo me encontraste, jovenzuelo?
- Pues... Me lo dijo María, la ardilla que vive en el árbol de la señora Pilarica. Me habló de alguien que podía ayudarme, que siempre ayudaba a los animales en apuros. Me dio su dirección y el resto..., ya lo conoce.

Departieron hasta bien entrada la noche, en el reloj junto a la chimenea dieron las doce en punto.

- ¡Oh, chicos! ¡Fijaos qué hora es! - Exclamó doña Sinforosa- Voy arriba a buscar algo para preparar la cama a este joven; vuelvo en unos minutos.

Los pasos de la mujer se oían deambular de un lado para otro; puertas de armarios que se cerraban y abrían y por fin, unos pies que descienden la escalera.

- Ya estoy aquí. Pequeño, para esta noche habrás de conformarte con esto hasta que te busque un lugar apropiado- Dijo mientras dejaba junto al cojín de Carmelo, un mullido nido improvisado con algodones del botiquín.

-¡Oh, es perfecto doña Sinforosa! Jamás hubiera soñado tanto confort. Por favor, no se moleste en nada más ¡Esta cama es la mejor! - Exclamó el pajarito acurrucándose feliz de un salto en su nuevo nido-

- Descansad -Les dijo la dama a la vez que acariciaba cariñosamente a los pequeños- Mañana será un día muy divertido, te buscaremos un nombre, ¿qué te parece? - Le preguntó al jilguero.

-¡Tendré un nombre! Señora mía, son demasiadas emociones para un simple pájaro, me siento tan halagado que no sé qué decir.
-Pues di buenas noches – Propuso Carmelo-
-Buenas noches, amiguitos –Contestó sonriente doña Sinforosa mientras cubría con unas pequeñas mantas a los animales. Después, subió a su cuarto satisfecha con el huésped y muerta de sueño a causa de tanta emoción. En unos minutos, el silencio reinaba en la casa de madera.

A la mañana siguiente amaneció de nuevo nevando, la señora Sinforosa pensó que tendría que posponer ese paseo que había prometido a los chicos para buscar arándanos pero, aprovecharía para coser algo que tenía en mente.

Como cada mañana, Carmelo fue a ver a doña Manolita, la gallina que mandaba en el corral, para recoger algunos huevos y comprobar que todo estaba bien por allí. Las gallinas eran bastante indisciplinadas y siempre andaban a la gresca. El gato intentaba poner orden, pero más de una vez se había llevado un picotazo. De no ser por doña Manolita, cierta mañana de verano lo hubieran dejado más agujerado que la casa de un carpintero.
De vuelta al hogar:

- ¡Buenos días! –Exclamó el felino entusiasmado- Doña Sinforosa, traigo unos huevos recién puestos. Doña Manolita le envía saludos.
- Gracias, hijo.  Deja la cesta sobre la mesa de la cocina, los quiero para hacer un bizcocho ¡Ah! No despiertes al jilguero, el pobre sigue dormido.
- De acuerdo- Contestó el gato- Voy a bajar al río a ver cuánto ha cuajado la nieve en el bosque.
- Ten cuidado Carmelo, no olvides la mantita que te hice el mes pasado, te vayas a constipar. Y por favor, si puedes, trae alguna fruta que encuentres fácilmente. Es para el bizcocho.

El gato cogió una manta de escocesa verde y roja y se la colocó. Tenía unas aberturas para sacar las patitas y la cola, se enrolló una bufanda y salió contento a dar su paseo matutino. De vuelta a Villa Rosita una hora más tarde, había conseguido unas moras silvestres estupendas. Doña Sinforosa se puso muy contenta.

- ¡Buenos días, jilguero! - Exclamó Carmelo al ver que su nuevo amigo había despertado y se hallaba desayunándose un buen tazón de miguitas de pan con leche caliente.
- ¡Buenos días! Siéntate Carmelo, cuéntame cómo está el río - Le animó el jilguero mientras volaba hasta la cabeza del minino-

Los dos amigos consumieron más de una hora en charlas matutinas, mientras, doña Sinforosa cocinaba el rico bizcocho con moras y cosía algo misterioso; ninguno de los dos pudo averiguar de qué se trataba.

- Bueno jilguero -Dijo la buena mujer entrando en el salón- Creo que ha llegado la hora de ponerte un nombre, ¿no crees?
- ¡ Oh síííííííííi! ¡Doñi, estoy tan contento! – Casi gritó de entusiasmo-
- ¿Doooooñiii? - Exclamó Carmelo espantado ante el atrevimiento.
- ¡Oh, doñi! Me gusta mucho, sí, creo que me gustará que me llaméis así - Dijo "la doñi" encantada y riendo de muy buena gana- Sigamos, he pensado que como estamos en marzo y se aproxima el día de San José, tal vez te gustaría llamarte Pepe ¿Qué te parece?
- ¡Pepe el jilguero! ¡Suena de maravilla, doñi! -Exclamó el pájaro lanzándose a volar y haciendo atrevidas piruetas sobre las cabezas de sus nuevos amigos-
- Bien, pues ahora que tienes nombre, habrá que celebrarlo. A las cuatro en punto daremos una pequeña fiesta así que tendrás que ponerte bien guapo - Dijo doña Sinforosa guiñando un ojo al pajarito-
- Pero..., no tengo nada que ponerme... -Contestó Pepe bajando triste la cabeza-

En ese momento, la dama desplegó una enorme sonrisa y le indicó a Carmelo que trajese unos paquetitos que había dejado sobre su cama. El gato estuvo de vuelta en menos que se dice miau.

- Tomad, esto es para vosotros - Dijo doña Sinforosa sin perder su linda sonrisa,  dejando que todo el salón se iluminara con el color sonrosado de sus mofletes-

Carmelo abrió su paquete y apareció una preciosa gorra, era igual a una que le había encantado el mes pasado cuando la descubrió en la portada de una revista de moda francesa, de esas que se vendían en el comercio de don Hilario. Era color verde, como su manta-abrigo, y en todo lo alto  tenía una borla de lana roja. El gato se puso a dar saltos de alegría mientras "la doñi" no cabía de felicidad viendo lo mucho que le había gustado aquel presente.
Pepe hizo lo propio con su regalo y apareció un lindo chaleco en escocesa roja a juego con una corbata. Fue tal la sorpresa, que quiso obsequiarles con un canto, pero no le salió la voz de puros nervios. Estaba agradecido y feliz.

- Bien, mis niños, pues quiero que os pongáis guapos esta tarde, la pequeña fiesta se hará para dar la bienvenida a Pepe ¡No todos los días se bautiza un jilguero!

A las cuatro en punto y pese a la nieve llegaron los invitados. Doña Manolita venía con dos de sus sobrinos, traían un regalo para Pepe que la gallina había elaborado en una mañana. Consistía en una gorrita de aviador tejida en lana natural, la misma que le había regalado su amiga doña Lola, la oveja de la granja de los Silva. Después llegaron don Fermín y doña Pepita, las ardillas de la caseta del tren. Las ocas de la granja de don Ramiro, los gatos de la Cuesta la Vieja... Así hasta quince invitados.
Fue una fiesta maravillosa que Pepe no se podía imaginar ni en el mejor de sus sueños. Cantó tanto para agradecer la bienvenida, que se quedó afónico.


-Bueno querido Pepe -Tomó la palabra doña Sinforosa- Quisiera ahora que estamos todos los amigos juntos, hacerte una propuesta- El pájaro movió la cabeza en modo afirmativo porque no tenía voz.
- Verás, Carmelo y yo nos preguntamos si te gustaría formar parte de nuestra familia y quedarte a vivir en Villa Rosita.

El jilguero se apresuró a decir que sí con la cabeza, acto seguido voló hasta la dama para abrazarla con sus alas. Después, hizo lo mismo con Carmelo y con sus nuevos amigos, que aplaudieron y vitorearon la estupenda decisión.
Y así fue como se formó la maravillosa familia de la casa de madera llamada Villa Rosita. Un millón de aventuras aguardan dentro de sus estancias y muchas más fuera de ella, en el bosque. Estad atentos.

Número de Registro Propiedad Intelectual: 201399901322175
Prohibida su copia total o parcial y/o reproducción por cualquier medio sin consentimiento expreso y por escrito de su autora.

martes, 30 de mayo de 2017

RESURRECCIÓN.


Vender el alma no purifica las heridas, pero igual nos convierte en recién nacidos desconocedores del amor que lleva tanta muerte.
No he venido aquí a regalar mis veintiún gramos, los perdí en una de tus sonrisas y ahora, habiendo partido de la estación de la vida, nuestras almas no volverán a cruzarse. No he venido a atesorar recuerdos, porque ya tengo aquellos besos abisales que serán memoria y testigo de existencia. Tú en cambio te llevaste el tiempo que mide las caricias, me pregunto para qué lo quieres si sólo sirve para una piel.
Tampoco he venido a desandar caminos para tropezar de nuevo en el mismo corazón. Yo vengo aquí a morir de te quieros y a resucitar en silencio.

Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Número Registro Propiedad Intelectual:  1803146136805

Camino a las emociones.

Hay caminos en las nubes que llevan al verano. A veces, me siento en la hierba a recorrer esos senderos con la mente, a buscar el sol detrás de los algodones y a traer historias de niña con coletas  a las siete de la tarde.
Las nubes son los guarda-historias de los niños, cuando eres mayor puedes entrar la memoria y rescatar tus vestidos con bullones, la pelota brillante y los amigos de nombres olvidados. A veces, muchas veces, hay que hacer introspección para no perder de vista quiénes somos y saber cómo éramos antes de olvidarnos de nosotros.
Ese camino lleno de recreos con rodillas tintadas de mercromina nos devuelve la pureza de las emociones. Ahora las emociones se venden, se garantizan y para eso se bien pagan. Otras veces se mal venden al primer hacedor de pinzas de estómago, pero esas no son emociones, son desconsuelos. ¿Acaso el desconsuelo no es una emoción? Me preguntarán los que leen, pero no, el desconsuelo es en todo caso una emoción enquistada, por lo tanto, un sentimiento.

Y sigo caminando entre las nubes, encontrando bicicletas con patines y sueños de muñecos. Hay olores a celindas y rosas de té que traigo de vuelta para la niña nueva, así los guardo para vivir, - que no resucitar-, a la niña antigua que vive entre la carne del presente.


Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Número Registro Propiedad Intelectual:  1803146136805

viernes, 28 de abril de 2017

Un piano para Casa Encantada.

Es primavera, nuestra casa ha cambiado la corona de nubes por zapatillas verdes de hierba, excepto los domingos, que se pone tacones rojos hechos de amapolas.
Todo cobra vida con el sol y desde luego Matilda no iba ser menos, no hay nada que guste más a una lagartija que un buen baño de sol en la balaustrada de entrada a Casa Encantada. Allí estaba cuando llegó José Manuel a contarle que había comprado un piano y le instaba a guardar el secreto para sorprender al resto de habitantes.
Matilda se levantó, estiró su cuerpecito verde y flexible y comenzó a interrogar a su amigo.


- ¿Y dices que traes un piano? - Le pregunta sonriente-
- Sí, pero no se lo digas a nadie, es una sorpresa para esta noche - Le contesta José Manuel-
- ¿A Josep tampoco? Es mi compi arquero y además es druida, mago, medio elfo... Vamos que se va a enterar.
- ¿Te han dicho alguna vez que eres muy cotilla?
- Sí, todos los días.-Dice saltando y colocándose al hombro de su amigo-
- Oye, ¿no te has pasado un poco con el maquillaje? -
- Que va, además he sacado estas cosas de la bolsa de aseo de Pepa. Si vieras lo que tiene allí.... ¡Ni una droguería, chico! Claro, que a su edad, no es fácil disimular lo del ojo de cristal y eso, pero mira, que se pintarrajea y parece hasta mona. Pero vamos, que yo no la quiero criticar.
- ¡Pues menos mal! - Contesta José Manuel riendo- ¡Un ojo de cristal! ¡Pero qué perversa!

Humano y lagartija entran en la casa para elegir un lugar bonito donde colocar el piano, en realidad no tienen preferencias, pero a Matilda se le ocurre que tal vez el desván sea un buen sitio.

-¡Aquí, lo pondremos aquí y daremos una fiestuqui que no se va a olvidar en años! - Dice la lagartija tomando medidas con sus manos.-
- Pues adjudicado, ahora sólo queda subirlo-
- ¿Y eso quien lo va a hacer?
- Nosotros, claro - Dice José Manuel mirando fijamente a la lagartija-
- No, yo no puedo, estoy de baja.
- ¿De baja? ¡No me lo creo! - Exclama el hombre asombrado-
- Sí, me hice un esguince en la muñeca en mi última aventura con Josep, espantamos a unos cuantos Ojáncanos y tiré tantas flechas que mira - Matilda hace ademán de girar la muñeca de la mano derecha y acompaña la demostración con un teatral gesto de dolor -
- En fin, supongo que eso me deja solo ante el piano.

Nada más terminar la frase, se escucha una voz en el exterior. ¡Es Josep!

- ¿Hay alguien en la casa? - Pregunta el arquero desde la puerta-

Matilda al oír a su amigo, corre escaleras abajo y antes que se dice "miau", ya está encaramada a su hombro.

- ¡Josep tenemos un piano! ¿Nos ayudas a subirlo? - Pregunta la lagartija-
- Precisamente a eso vengo, creo que tenéis dificultades...
- Sí, no sabemos muy bien cómo hacer para colocarlo en el desván sin que sufra daños - Aclara José Manuel-
- He pensado que podemos pasar una cuerda al piano, luego la atáis a una de mis flechas y os la mando para arriba. - Propone Matilda-
- ¿Tú no tenías un esguince de muñeca y estabas de baja? - Pregunta José Manuel-
- ¿Un esguince? - Repite Josep con cara de asombro-
- ¡Oh, es algo sin importancia! Algo que va y viene según la humedad y el viento entre del Hoyo o de La Parrilla, o de Madrid.... -La lagartija se lía cada vez más con las explicaciones-
- ¡Pero mira que eres lianta! -Exclama Josep divertido- ¡Lo que te pasa es que no quieres trabajar!¡Tú no tienes un esguince, tienes vagancia!
- Veeenga, otro a llamarme vaga, pues si sois tan listos y hacéis todo tan bien, ahí os dejo con vuestro piano.

Y dicho esto, dio media vuelta y se alejó con sus andares a lo Monroe. Josep y José Manuel reían mientras observaban alejarse al simpático reptil que como llevaba las uñas pintadas, conseguía mimetizar con la hierba todo su cuerpo excepto el rojo de los dedos, de modo que parecían puntos saltando sobre la vegetación.

- Bien, amigo, pues estamos solos - Apuntó José Manuel-
- ¡De eso nada! ¿De verdad creíais que ibais a subir un piano hasta ahí arriba sin la ayuda de un mago?
- ¡Pirú! - Exclamó Josep- ¡En mi vida me he alegrado tanto de verte!-

Y tras fundirse en un abrazo y hacer las oportunas presentaciones, el sabio se apartó a un lado, agitó el báculo y el piano comenzó  a ascender lentamente ante la atónita mirada de José Manuel-

- ¡Aaay amigo!, desde que existen los magos, yo no gasto un euro en empresas de mudanza - Comenta Josep divertido-

Subieron al desván para ver la disposición, probaron un par de sitios hasta que de una de las vigas salió una voz conocida.

- ¡Ahí está perfecto! ¡No lo mováis más!
- ¡Matilda! ¿Pero se puede saber qué haces ahí arriba? - Pregunta Josep-
- ¡Pues qué voy a hacer! ¡Ayudar! ¡Si es que no os puedo dejar solos!


Los tres rompieron a reír, no era fácil hacer callar a la lagartija y mucho menos apartarla de cualquier actividad que implicase diversión.

- No sé qué haríais sin mí, soy una lagartija experta en decoración. Y muuuy culta. - Dice Matilda bajando hasta sus amigos-
- Y sin abuela -Añade José Manuel-

Matilda le saca la lengua y luego corre a esconderse en el bolsillo de la camisa de Josep.

- ¡Muy bonito, eh! ¡Muuuy bonito! - Le dice su amigo intentando sacarla de su escondite-
- Meteos conmigo, meteos conmigo..., que me he apuntado a un sindigato y el presi es el Gamba. Le voy a decir que me hacéis trabajar sin contrato.
- Pues si el gato Gambita es el presidente, apañada vas...- Bromea José Manuel-
- ¡Cosas de lagartija! -Exclama el mago riendo a carcajadas y contagiando a los demás-

En ese momento, Matilda asoma su graciosa cara por el bolsillo de la camisa. 

- No sé qué os hace tanta gracia, la verdad. Bueno, ¿Y los dulces? ¿Quién trae los dulces?
- ¡Matildaaaaaa! - Gritan los amigos a la vez-

Al final, el piano queda colocado en una de las preciosas habitaciones, listo para que cualquiera que sepa pueda tocarlo.

Cae la noche en Casa Encantada y los habitantes se van dando cita en el lugar. Es un placer volver a encontrarse con todos, vivir la casa y disfrutar de su compañía en una ocasión así. Matilda viene a saludarme, creo que ha vuelto a enredar en mis maquillajes porque reconozco el lápiz de labios. 
Me saludan todos y alguien me dice que "llevo bien lo del ojo porque no se me nota nada" No sé a lo que se refiere, pero prefiero no saberlo.
Viendo que ya no falta nadie, les hablo del motivo de la fiesta y presento a la concertista de esta noche. Doña Lupita  ha venido de muy lejos para inaugurar la Primavera y nuestro piano, así que sin más os dejo con ella y su especial interpretación de "Oh, mío babbino caro", de la ópera Gianni Schicchi, de Puccini.
Lupita, cuando quieras.


domingo, 5 de febrero de 2017

PÉRDIDA.


Como si pudiéramos poner puertas al alma para evitar que se derrame. No es necesario saber cuánto, es suficiente saber cuándo. Y pasa. Pasa porque no frenamos la verborrea del corazón, esa atropellada palabrería que termina sangrando en la garganta y desbordándose en los ojos. 
Cuando queremos retroceder ya es tarde, ya no se puede fingir, es imposible confundir lo verdadero con lo prodigioso. No, ya no creo en redenciones salvo las que vienen de labios enlutados, esos que ya no dicen "te amo" .Todo lo demás son palabras que no bastan.
No hay almas domadas por el encierro, cuando se rompen en mil corazones salen perdiendo la cuenta…, y la vida. 
No sé lo que digo en esta noche de sentidos fugados a la luz de las candelas. Es invierno, alma imbécil, estás desnuda bajo las farolas así que vuelve, vuelve y suéñate a ti misma.



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viernes, 3 de febrero de 2017

Aventuras de Pepa Jones y su gato Gambita. Sucesos en el Museo Nacional de Arte Romano.

Pepa Jones pasaba la tarde del viernes con el abuelo José y con Gambita en El Tejar, en esa zona de la vieja Córdoba a medio camino entre la capital y Mérida, es decir, en término de la misma Mellaria romana.
Terminaba sus deberes cuando el móvil sonó. Era Estrella enviando WhatsApp al Gambigrupo.

Estrella: ¡Hola Gambigrupo! Me pregunto a qué hora llegaréis a Mérida mañana, además de la visita al Museo, os tengo una sorpresita y me gustaría saber si estaréis aquí al mediodía.
Todos: ¡Holaaaaaaaa!
Pepa: Pues nuestra intención es estar a las doce, ¿no chicos?
Patricia: Sí, me ha dicho mi padre que llegaremos a esa hora, así que a las nueve y media todo el mundo preparado en El Tejar.
Julián: ¡Estupendo! Yo ya tengo mi maleta, así que no me dejáis en tierra. Por cierto, ¿qué va a pasar con Gambita? ¿Podrá venir?
Estrella: He tenido que solicitar un permiso especial en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida porque los únicos animales permitidos son los perros guías. Al final he conseguido un pase para que Gambita nos pueda acompañar.
Patricia: ¿Y para Pepa? Si sólo admiten perros guías y gatos aventureros, Pepa se queda en la puerta.
Pepa: ¡Muy graciosa!
Todos: Ja.ja.ja.ja.ja
Estrella: Bueno chicos, os veo mañana en la Plaza de España. Besos a todos.

La visita a la antigua Emérita era algo que tenían pendiente desde Navidad, pero los papás de los niños tenían que organizarse para poder llevarlos. Un grupo entusiasta de la Historia no podía estar mucho tiempo sin acudir a un lugar como aquél; mágico, antiguo y lleno de cosas por aprender.
Al día siguiente, Pepa despertaba en El Tejar como cada sábado y preparaba con ilusión su maleta para la visita a Mérida. Lo peor era Gambita, desde que vio el trasportín, estaba enfadado pensando que iría al veterinario así  que no había modo de hacer entrar al listo animal.

- Vamos, gatito bueno. ¡Si vamos a Mérida! Y podrás venir al Museo. ¿Sabes que lo construyó Rafael Moneo? Es uno de nuestros mejores arquitectos ¡No puedes perdértelo!

El gato la miraba con cara de susto desde el otro lado de la habitación.

- Vale, si no quieres entrar, te quedarás aquí con abuelito, pero te perderás la aventura. No podrás ver la ciudad que el emperador Augusto mandó construir nada menos que en el año 25 a.C. Encima, es uno de nuestros emperadores prefes.  ¿A que no sabes por qué hizo aquel lugar, eh Gambichi?

El animal giró la cabeza y la observó con intriga.

- ¿Has oído hablar de las Guerras Cántabras?  Pues mira, esas guerras enfrentaron a los pueblos astures y cántabros contra el Imperio romano. Y sí, astures de asturianos y cántabros de Cantabria, nuestros amigos del norte de España.
El caso es que el emperador Augusto, le encargó al legado Publio Carisio que construyera Mérida para que se asentaran allí los soldados romanos licenciados en esas guerras. Por cierto, se llama Emérita por esos soldados, que eran "eméritos", lo que vendría a ser un señor jubilado de ahora.
¿A que no sabías todo eso? ¿Y el nombre de las legiones a las que pertenecían esos viejos guerreros? No sabes nada, Gambita, de verdad. Mira, eran estas: Legión X Gemina y V Alaudae. ¡No te acostarás sin saber una cosa más! Y ahora..., me marcho, querido.

Cuando el minino vio que la niña guardaba la maleta en el coche donde esperaba el resto del grupo, salió raudo y entró en los asientos de atrás a través de la ventana que Julián llevaba abierta.

- ¡Pero bueno, Gambita! ¿Y tu trasportin? - Preguntó el niño cogiendo al animal y riendo la ocurrencia.
- ¡Aquí está! -Contestó el abuelo José acercándose al coche-

Esta vez no hizo falta convencerlo, él solito entró en el trasportín y se hizo un ovillo. Julián lo colocó en el asiento, entre él y Pepa, Patricia viajaba delante.

Cuando llegaron a Mérida, Estrella los recibió feliz. Aprovechando el buen tiempo, les preparó una fiestecita de bienvenida en la Plaza de España, allí había unos kioscos donde las familias se daban cita y celebraban cumpleaños. Lo pasaron de miedo jugando y comiendo tantas cosas ricas que habían dispuesto para ellos.
La niña aprovechó para presentar sus amigos de Mérida al grupo, cuando llegó el turno de Pedro, todos se miraron, era el chico del que les había hablado su amiga en Navidad.
Pedro trabó amistad con ellos en seguida, especialmente y como era de esperar, con Julián y Gambita.
Las chicas llamaron a un lado a Estrella para interesarse.

- ¿Es el chico del que nos hablaste, verdad? - Preguntó Pepa-
- Siiiii ¿A que es mono?
- Mucho - Contestaron las chicas- ¿Nos acompañará esta noche? - Preguntó Patricia -
- Sí, él no se pierde nada relacionado con nuestra historia.
- ¡Estupendo! Pues ponte muuuy guapa. ¡Y le diremos a él que haga lo mismo! - Propuso Pepa riendo de buena gana-

Al llegar la tarde, Estrella les anunció que había que ir a casa a descansar porque les esperaba una noche movidita. No sabían entonces hasta qué punto.

- Bueno amigos, esta noche y como algo excepcional, se hará una visita guiada al Museo y luego escucharemos una conferencia sobre el desastre de Teutoburgo. Vienen arqueólogos alemanes a hablar sobre este hecho así que somos privilegiados por poder asistir. Eso sí, tendremos que ser buenos y estar calladitos.

- Pero podremos  preguntar, ¿no? - Interrumpió Julián-
- Por supuesto, por supuesto. - Contestó Estrella -

De vuelta a casa, fueron comentando el llamado "desastre de Teutoburgo", ocurrido en un bosque alemán en el año 9 d.C y que implicó a romanos y tribus germanas (alemanas).

- La verdad es que no sé qué pudo llevar al gobernador Varo a tomar la decisión de atravesar aquel bosque oscuro y tenebroso con tres legiones, seis cohortes auxiliares y tres alas de caballería. - Se preguntó Julián en voz alta-
 - ¡Más un montón de civiles! - Apostilló Patricia-
- Bueno, si el chico que tienes a tu lado y que consideras como un hijo, te dice que la mejor manera de llegar hasta el Rin es pasar por ese bosque, tú pasas. ¿Cómo iba a desconfiar de Arminio? - Preguntó Pepa-
- Pues porque era un querusco - Contestó Julián abriendo mucho los ojos-
- Sí, pero él no sabía que lo iba a traicionar y eso que hubo quien le advirtió que pasaría. - Añadió Estrella-
- Como quiera que sea, no me imagino el miedo que pasarían en el bosque de Teutoburgo, en aquella emboscada de la que no saldrían vivos. Creo que Arminio se pasó un poco - Dijo Julián-
- Los germanos siempre vieron como invasores a los romanos y Varo además era una persona codiciosa y poco diplomática que quiso romanizar por la fuerza. Se la tenían jurada. -Contestó Pepa-
- ¡Publio  Quintilio Varo, devuélveme mis legiones! - Gritó Patricia simulando que golpeaba su cabeza contra una pared, imitando al emperador Augusto, del que dicen golpeó su cabeza contra una puerta al recibir la noticia de la pérdida de las legiones XVII, XVIII y XIX.-
- ¡Quintili Vare, legiones redde! - Repitió Estrella en latín-


Entusiasmados, llegaron a casa y descansaron hasta las nueve de la noche, hora de la visita nocturna al Museo. No eran los únicos, un grupo de unas cincuenta personas se congregaba a las puertas para asistir al evento.
Visitas nocturnas guiadas acompañadas de conferencias. Buena combinación, pensaron los chicos.    
Gambita iba andando, pegado a los niños para evitar que lo pisaran. Algunas personas se sorprendieron al ver  un gato haciendo cola para entrar a un Museo, pero en general, se acercaron a jugar con él y a regalarle caricias.
La visita fue magnífica, con poca luz el espectacular edificio parecía alargarse aún más, sus altísimos arcos se transformaban en figuras fantasmagóricas bajo la luz ambarina, y el ambiente se volvía misterioso y excitante.

Nota: Vídeo realizado por José Luis Santos Fernández.  Red Social de Arqueólogos e Historiadores Terrae Antiqvae. Para saber más, podéis acceder a su página en la sección de este blog "Otras casas",  la pagina citada aparece en primer lugar. No olvidéis visitarla.

- Chicos, ¿no os resulta curioso que sean arqueólogos alemanes los que vengan a hablar a Emérita Augusta del desastre de Teutoburgo? - Preguntó Estrella-
- La verdad es que sí, teniendo en cuenta que Augusto mandó construir esta ciudad y que él era el emperador cuando ocurrió todo aquello.... ¡Curioso y perverrrrso, diría yo! - Dijo Pepa arrastrando las erres en voz baja y provocando la risa de los amigos-
- ¿Y Gambita? - Preguntó Patricia-
- Estaba con Pedro y Julián  hace un minuto, creo que se habían adelantado para coger buen sitio en la sala de conferencias- Contestó Estrella-

Al llegar a la sala, los chicos aguardaban en primera fila, pero ni rastro del gato.

- ¿Gamba no está con vosotros? - Preguntó Pepa preocupada-
- No..., pensábamos que estaba con vosotras- Contestó Pedro-

Los amigos se miraron y se hizo el silencio. Un gato suelto en un Museo lleno de piezas arqueológicas no era buena cosa.

- ¡Oh, Dios mío! ¡Espero que no le dé por hacer trastadas! - Exclamó Pepa llevándose su mano derecha a la frente-
- No te preocupes- Intervino Julián- Ya sabes que Gambita es independiente, pero que no suele hacer nada malo, no es destrozón. Un poco gamberrete, nada más.
-Precisamente su vena gamberra es la que me preocupa. En fin, esperemos que no ocurra nada - Contestó Pepa uniendo sus manos y mirando al techo-

Cuando todo el mundo se hubo acomodado, dos señores rubios y muy altos entraron en la sala. Eran los arqueólogos que darían la conferencia.

- Anda que estos dos son de Cádiz, sabes.... - Dijo Julián a Pedro provocándole una risa incontenible-
- ¡Chsssss, chicos por favor! - Les regañó Estrella-

José María Álvarez, director del museo, tomó la palabra. Primero agradeció la asistencia y aprovechó para recordar que en 2016 se cumplieron 30 años de la inauguración del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida. Habló de las actividades que se venían realizando, en especial, de aquellas que implicaban a los más pequeños. Entonces, se giró hacia los chicos y les dio las gracias por estar presentes. Dijo que era un placer comprobar que los niños se interesaban por la Historia y les pidió que al final de la conferencia, preguntaran todo aquello que desearan saber o aclarar.

- Y como no quiero extenderme más, os dejo con Alexander Kahler y Herbert Scheider, expertos en la batalla del bosque de Teutoburgo. Bienvenidos a la hermosa ciudad de Mérida- Terminó el director-

El más joven de los dos se dirigió al centro y comenzó a hablar de las tribus germanas. El otro, algo más entrado en años desapareció del escenario dejando el protagonismo a su compañero.

- Mira que si saca ahora un gladius y nos pone a todos a hacer la instrucción... - Dijo Julián muy bajito-
- Desde luego...,¡Eres temible! -Contestó Patricia conteniendo la risa-
- Además, no puede llevar gladius porque es una espada romana - Aclaró Pepa-
- Hispana más bien, diría yo, -Aclaró Julián-
- ¿Queréis callaros? - Volvió a reñir Patricia-

Alexander hablaba del pueblo querusco cuando las luces se apagaron y la sala se sumió en una absoluta oscuridad. Casi seguido al apagón, se oyeron dos portazos. Los habían encerrado.
El señor Álvarez se levantó en seguida y llamó a la calma para que la situación no se descontrolase.

- Por favor, señoras y señores, no se preocupen. Ha debido ser un corte de fluido eléctrico, pero les aseguro que muy pronto será restablecido. - Habló el director-

Sin embargo, no era normal que las luces de emergencia se hubieran apagado también. Así se lo hizo saber Chelo, la portera mayor,  que intuía que había algo más detrás del apagón.
Iluminándose con los móviles, se dirigieron a las puertas para comprobar que alguien los había dejado encerrados.

- Tenemos que abrir las puertas como sea antes de que estas personas entren en pánico - Dijo el señor Álvarez a Chelo intentando controlar los nervios-

Una señora mayor sufrió un desmayo y el miedo comenzó a expandirse por el lugar- Todos corrieron a socorrer a la pobre mujer, pero a partir de ahí, la situación se complicó.

- Chicos, este apagón no puede ser fortuito - Comentó Pedro-
- Desde luego que no, está claro que algo está pasando fuera y por eso nos han encerrado. - Contestó Pepa-
- ¡Un robo! -Exclamó Estrella- Sólo alguien que va a robar se toma tantas molestias.

Se escuchó un fuerte golpe, al poco tiempo un grito de dolor y un gato maullando muy enfadado. Gambita se había topado con los malhechores.

- ¿Habéis oído eso? - Preguntó Julián - ¡Ha sido Gamba!
- Me parece que alguien lleva un lindo recuerdo de nuestro minino - Dijo Patricia riendo satisfecha-

El encierro duró exactamente treinta minutos, todo terminó cuando consiguieron que la luz volviera gracias a las gestiones de Chelo. En el centro del escenario de conferencias estaban los alemanes con cara de susto, no parecía que se hubieran movido de allí. Los asistentes a la charla tan pronto regresó la luz salieron de la sala, pero no pudieron abandonar el edificio porque la policía acababa de llegar.
El director recorrió el Museo para toparse con una desagradable sorpresa y es que la cabeza de Augusto velado había desaparecido, en su lugar, había un sobre que la policía no permitió que nadie tocase. No parecía faltar nada más, de momento.



- ¡Es horrible! ¡Es nuestro fundador y esa estatua no puede desaparecer así como así! - Exclamó el señor Álvarez muy enfadado!
- De verdad que todo esto es muy raro - Reflexionó Pepa - Qué casualidad que desaparezca la cabeza de Augusto justo en una conferencia sobre la batalla de Teutoburgo.
- Ya es raro, sí... - Añadió Estrella pensativa-
-  Tenemos qué saber lo que pone en esa carta - Dijo Pedro- Hay que pegarse a la policía.
- ¡Buena idea! - Contestó Patricia-

Pero no hizo falta, el director del Museo leyó en voz alta la nota que habían dejado los malhechores.

- Han robado la cabeza de Augusto y la colección de monedas. Piden un rescate o todo será destruido  en el plazo de 24 horas - Dijo apesadumbrado -

- ¿Cómo? -Preguntó Pepa indignada- ¡No se preocupe señor Álvarez!, nosotros estamos más que acostumbrados a tratar con esta gente. ¿Verdad chicos?
- ¡Por supuesto! - Contestaron a la vez-
- Estrella, ¿las monedas son todas de aquí? - Preguntó Patricia a su amiga.
- No, la mayoría de la colección ha sido adquirida en subastas, pero hay piezas acuñadas en Mérida.
- Vaya... -Dijo Julián- Eso debe tener mucho valor para vosotros.
- Así es - Contestó Pedro - Pero si tuviera que elegir entre lo que han robado, me quedaría con la cabeza de Augusto velado. Ese retrato está dedicado al culto imperial.
- Tiene razón Pedro - Siguió Estrella - Para esta ciudad es importante recuperar esa escultura, representa a Augusto como Pontifex Maximus, máxima autoridad religiosa. Es nuestro fundador, sin él esta ciudad jamás hubiera existido.
- No os preocupéis chicos, recuperaremos todo. - Les animó Pepa-

En ese momento apareció Gambita que parecía venir de una batalla. Se le desprendían bolas de pelo cuando lo acariciaban y eso era señal de que había estado envuelto en una pelea.

- Bien precioso. Tienes que decirnos con quien te has peleado porque estoy seguro de que tú te has defendido y quien sea debe llevar un bonito recuerdo "gambitero"- Dijo Julián tomando en brazos al minino-

Estrella se acercó al señor Álvarez para preguntar si se sabía el lugar en el que habría de entregarse el rescate, necesitaban saber ese dato para poder organizarse.

- Querida niña, marchaos a casa, ha sido una noche desagradable y siento mucho que hayáis tenido que vivirla. - Contestó el director poniendo su mano sobre la cabeza de la pequeña- Podéis iros si así lo deseáis.
- Se lo agradecemos pero...¡Ni pensarlo! De aquí no nos movemos hasta que no sepamos quien se ha llevado la cabeza de nuestro fundador - Contestó la niña-
- Muy bien, encontraremos esa estatua. Te lo prometo. -Contestó el señor Álvarez-

Entre tanto, Pepa y Julián daban conversación al policía que tenía la nota.

- La verdad señor, no hemos visto nada pero nuestro gato sí. - Dijo Pepa-
- ¿Vuestro gato? ¿Habéis venido al Museo con un gato?
- Sí..., verá, es una larga historia, El caso es que hemos escuchado un ...

Julián se quedó con la palabra en la boca cuando el policía levantó las manos en un claro gesto de hacerlo callar.

- Niños, no tengo tiempo para vuestras fantasías... - Cortó el policía de manera abrupta-

Pepa y Julián se quedaron asombrados, pero decidieron no rendirse e investigar por su cuenta. Por supuesto, no compartirían con el policía antipático la información que tenían.
Los chicos comenzaron por observar a todos los asistentes a la conferencia. Alguien tenía que tener heridas si se había enfrentado a Gambita. Pedro y Estrella preguntaron a dos señoras de mediana edad que estaban siendo asistidas por el equipo médico trasladado hasta allí. Una de ellas dijo que había resbalado en la oscuridad y al caer se golpeó en el costado. No, ella quedaba excluida.

- Chicos, hay que observar principalmente a personas que tengan heridas en la cara y en las manos - Propuso Patricia-

Sorprendentemente, había más heridos de los que pensaban. En una situación de pánico las personas pueden llegar a perder el control y eso había sucedido con algunas; presas del miedo, habían tropezado y caído haciéndose heridas y hasta fracturas. En total, tres personas reunían las características que los chicos buscaban, una de ellas era Herbert Scheider, el arqueólogo alemán que tendría que haber dado la segunda charla.

- ¿Habéis observado la mano izquierda de Herbert? - Preguntó Pepa-
- Sí, lleva una venda y además el puño de la camisa tiene sangre - Contestó Estrella-
- ¿Y si vamos a preguntar por su estado? - Propuso Patricia-
- Bien pensado - Dijo Pedro- No sospechará de un puñado de niños. Estrella por favor, ¿me acompañas?

Estrella y Pedro se acercaron al alemán mientras los chicos observaban en la distancia la escena.

- Señor Scheider  ¿Se encuentra bien? -Preguntó la niña- Veo que lleva una mano vendada-
- ¡Oh, sí! Gracias, es sólo un rasguño - Contestó el alemán con un español bastante aceptable-
- Está sangrando, señor. La otra mano - Señaló Pedro la mano derecha del arqueólogo-

Scheider se miró la palma de su mano, surcada por arañazos que sólo podían ser de un animal. Estrella, muy avispada, descubrió que la chaqueta del caballero estaba llena de pelo blanco y ese pelo era sin lugar a dudas de Gambita. Prudentemente, se despidieron y se reunieron de nuevo con los demás.

- ¿Qué habéis averiguado? -Preguntó Julián-
- Chicos, es él - Contestó Pedro - Tiene arañazos en las manos y la chaqueta llena de pelos de gato. Aunque lleve una venda, su mano izquierda está surcada también por las uñas de Gambita.
- Bien, pues vayamos a hablar con él. Que venga Gamba - Propuso Pepa-

Cuando el alemán los vio llegar acompañados del felino, quiso escapar pero Pedro y Julián le cerraron el paso.

- ¡"Quieto parao", querusco! - Le dijo Julián cortándole la salida-
- ¡Sabemos que ha sido usted quien ha robado la cabeza y las monedas!- Le espetó Estrella-
- ¿Yo? ¿Pero qué estáis diciendo? ¡Yo no he robado nada! - Contestó asustado al ver de nuevo a Gambita en actitud desafiante-
- ¿Y entonces por qué se asusta tanto al ver a nuestra mascota? - Preguntó Patricia acercando al gato-
- ¡Apartad a esa fiera de mi vista! - Gritó el alemán-
- Llamad a la policía chicos, creo que el señor Scheider tiene algunas cosillas que explicar. -Dijo Pepa-
- ¡Os digo que yo no he sido! -Insistió el arqueólogo-
- ¿Y entonces cómo explica esos arañazos y el pelo en su chaqueta? - Preguntó Julián- Hemos oído perfectamente un maullido, sus gritos y un golpe.
- ¡Claro! Porque cuando se apagó la luz, yo estaba viendo la estatua de Augusto. Es cierto que me ausenté durante la charla de mi colega, pero chicos no sabéis lo que es escuchar lo mismo una y otra vez durante dos años. También es cierto que me salté el cordón de protección donde están las estatuas, pero yo no he robado nada. - Se explicó Herbert-
- No le creo -Le dijo Pedro-
- Veréis. Yo estaba justo al lado de la cabeza de Augusto cuando la luz se apagó, en ese momento alguien a mi lado se movió y de la nada salió un gato que asustado debió tirar la estatua. No cayó en el suelo, golpeó a alguien que sí acabó rodando por él. Apenas se quejó pero por su lamento me pareció una mujer. No estoy seguro porque ese endemoniado gato comenzó a arañarme y morderme y no podía hacer nada por quitármelo de encima. - Dijo señalando a Gambita que en señal de reconciliación achinó los ojos- Los gritos que se oyeron eran míos.
- Pepa, creo que sé quien puede ser el ladrón, mejor dicho.., la ladrona,- Dijo Pedro-
- Te sigo, esa dama del golpe en el costado y esa otra que se desmayó tan oportunamente. Creo que  las dos tienen mucho que contar. -Contestó Pepa-
- Señor Scheider, le hemos acusado injustamente de un robo y lo sentimos mucho, espero que nos perdone - Preguntó Pedro-
- Por supuesto, chicos. Sois muy listos, nadie más me ha preguntado por las heridas o le ha extrañado que un gato ande por aquí. Si me permitís, os acompaño. - Contestó el arqueólogo-

Buscaron a la mujer entre la gente pero no había ni rastro de ella.

- Si está herida, como creo, no puede haber ido muy lejos - Dijo el alemán-
- La última vez que la vimos estaba siendo atendida por un médico, puede que esté ya en el hospital - Aclaró Estrella-
- O no. - Mirad chicos, las ambulancias siguen en la puerta - Señaló Pepa-

A todo correr, se dirigieron a la que tenían más cerca y la diosa Fortuna hizo que la mujer estuviera siendo ingresada en ella.

- ¡Un momento! - Pidió el señor Scheider- He de hablar con esta mujer.

Cuando la señora vio al gato y al arqueólogo quiso levantarse de la camilla, pero los chicos se lo impidieron.

- ¡Ahhh, no! ¡Te vas a quedar en esa cama hasta que nos digas qué has hecho con la estatua de nuestro fundador! - Le dijo Pedro-
- Chicos es ella,  no olvidaría ese extraño perfume ni en un siglo. Al principio me chocó el olor, no podía relacionarlo con nada debido a su toque picante y amaderado, pero ahora no hay duda - Aclaró Herbert-
- Pero mira que eres torpe hija mía, ¡ponerte perfume caro para ir a robar! - Le dijo Pepa-
- ¡No diré nada a estos mocosos! - Gritó la mujer nerviosa-
- ¡No se preocupe¡ Ya nos lo cuenta a nosotros - Habló el policía antipático que había permanecido atento a todos los movimientos del Gambigrupo-
- Anda, ¡llegó Agripa! Ea, pues ya estamos todos - Murmuró Julián-
- ¡Chicos, enhorabuena! -Exclamo el agente-. El señor Álvarez me recomendó no perderos de vista, me contó que habéis dado con ladrones de patrimonio en vuestra zona y que era mejor dejaros a vuestro aire. Por eso - habló dirigiéndose a Julián- te interrumpí de mala forma cuando ibas a contarme lo que habíais descubierto. No quería coartar vuestra iniciativa dándoos apoyo. ¡Sois fantásticos!

Los niños se miraron sorprendidos ¡Vaya una forma de animarlos a investigar! Pero rieron satisfechos cuando supieron que las ladronas no pudieron sacar del museo el botín porque Gambita en su acelerada huida durante el apagón, hizo caer a Augusto sobre su captora y le partió dos costillas.

- Vaya..., eso sí que es un buen emperador, ¡ganando batallas dos mil años después de su muerte! - Exclamó Pepa divertida-
- Tenían cuatro cómplices más, -aclaró el policía- uno que se encargó de desconectar toda la luz del museo y que les esperaba fuera, otro que subió a robar las monedas, -fue el fortísimo golpe que escuchasteis durante el encierro-, y dos que se encargaron de los vigilantes, pero todo se torció cuando la cabecilla del clan salió herida. Tuvieron que esconder a prisa y corriendo el botín en la Cripta del Museo, exactamente en el lugar donde se halla la vivienda romana.
- Vaya... -Dijo Julián- Parece que lo tenían todo perfectamente planeado. ¡Y qué mala baba esperar a que vinieran los alemanes para culparles del robo!
- Muy retorcido chicos, pero gracias a vosotros hemos podido atraparlos. Espero que os quedéis unos días por aquí, os llevaré a conocer las instalaciones de la Policía. ¿Qué os parece? - Propuso el agente-
- ¿Y nos dejará poner la sirena en su coche? - Preguntó Patricia-
- ¡Eso está hecho! - Contestó el policía guiñándoles un ojo-

A los niños les encantó la propuesta y aceptaron encantados.

- Señor Álvarez ¿Cómo pudieron los ladrones llevar la cabeza hasta la domus? Si no recuerdo mal, durante el recorrido vi un puesto donde tendría que haber un vigilante de sala. - Preguntó Pepa al director del Museo-
- Muy observadora, Pepa. En realidad no había vigilante, no íbamos a incluir la visita a la Cripta y la vivienda romana, pero a última hora, Chelo y yo pensamos que sería una pena negarles la oportunidad de ver esta zona a personas venidas de muy lejos sólo para vivir esta experiencia. A fin de cuentas, éramos un grupo reducido y especial, no intuíamos que pudiera pasar algo así.  No me explico cómo los malhechores han podido infiltrarse y lo que es peor, cómo han burlado a los vigilantes que custodian la zona donde se exhiben las monedas.
- Eso puedo explicarlo yo- Interrumpió de nuevo el policía- Hemos encontrado a varios vigilantes sin sentido, los médicos nos han dicho que les suministraron un fuerte somnífero, pero quédese tranquilo,  están fuera de peligro. Señor Álvarez, esa gente estaba bien organizada, es igual que hubiera habido vigilancia en la Cripta, los habrían reducido como a los demás No le dé más vueltas porque todo ha terminado bien. Y ahora, vayan a descansar, se lo han merecido.
- Pues si todo está bien, ¿qué os parece si mañana vamos a visitar el Teatro y el Anfiteatro y os cuento una historia de naumaquias? - Propuso el señor Álvarez al Gambigrupo-
- ¡Oh, sí! ¡Sí por favor! - Exclamó Patricia- ¡Nos encantará conocer cómo llenaban de agua el Anfiteatro y metían barcos dentro!
- Y nosotros le contaremos cosas de Mellaria ¿Sabe que el Guadiato cordobés también era romano? - Le preguntó Pepa-
- Claro, querida niña, los directores de Museos arqueológicos, ¡lo sabemos todo sobre romanos!- Contestó el señor Álvarez riendo-

Antes de marcharse a casa y acompañados de su amigo, los niños fueron a comprobar que  la cabeza de Augusto velado estaba de nuevo en el lugar que le correspondía.


- Es impresionante, ¿verdad chicos? - Preguntó el director-
- Sí, ahí está mirándonos el gran Augusto que estuvo, está y estará en Mérida por los siglos de los siglos - Habló Pedro-
- En su casa, que es donde debe estar -Añadió Pepa satisfecha-
- Bueno niños ¡a dormir! Mañana tenemos un día repleto de visitas así que tenéis que descansar muy bien y desayunar mejor -Les dijo el señor Álvarez-
- Pierda cuidado, con ese jamón tan rico que tienen en Extremadura, ninguno saldremos de casa sin haber comido antes una buena tostada -Dijo Julián provocando la risa de todos-

Y se marcharon de la mano de su nuevo amigo, José María, como le pidió que le llamaran. A ratos, discutían porque todos querían estar a su lado, disputa que solucionó proponiendo que se agarraran fuerte a su chaqueta.
Felices, caminaron junto al director, un hombre al que admiraban mucho más que a esos chicos del balón que salían por la tele; y es que él representaba todo aquello que nuestros niños querían ser de mayores: Un gran profesional, un buen hombre y un gran conocedor de esa Historia maravillosa que aguarda como un tesoro a la espera de ser descubierto. ¿A qué esperáis?


NOTA: Muchas gracias a Olga García Balongo y M. Estrella Sánchez Cordero por contarme tantas cosas que me han permitido construir el cuento.
Gracias a Javier Romero por ayudarme con las fotos y hacer "desaparecer" a nuestro querido Augusto.

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viernes, 27 de enero de 2017

El frío


Se apaga el cielo en una tarde cualquiera, una tarde de transición a días más maduros, más abiertos a imaginar vidas felices.
No hay luz bajo el manto plúmbeo y las gentes que van y vienen no existen hoy, están convirtiendo sus palabras en murmullos muertos de frío.
"Hace frío, hace mucho frío", dicen envueltos en la neblina, como si ésta fuera un sudario que ya no les dejará libres. Vista dramatizada de esta tarde de calles sin nadie, de quejidos que lamen el aire con su "hace mucho frío". Ni siquiera hay pájaros, se fueron a esas tierras de paz donde los árboles sobreviven a las nubes y el mar al verano.
Me quedaré aquí sentada hasta que pueda liberarme del tiempo, no del existencial, sino de éste que me trae esos inasibles "hace mucho frío".


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