viernes, 23 de agosto de 2019

EL SEÑOR DE LOS BOSQUES. Aventuras en el norte.

El verano en Casa Encantada estaba siendo de lo más animado. Por la noche, a la luz de la luna se disponían hamacas, mesas, globos de papel de arroz iluminados, refrescos, chucherías y por supuesto, música, mucha música para animar la época estival. 
Esa noche, mientras Smaugui y Plumillas se ocupaban de la parrilla y sus ricos manjares, don Leonardo, Pirú y la seño Yolanda charlaban bajo una de las palmeras. La lagartija Matilda no estaba, había ido a visitar a sus parientes del norte y no la esperaban hasta dentro de unos días. No está bien que se diga, pero cierta paz había en la casa desde que el bicho zascandilero había partido. Al menos, no había discusiones a la hora de poner música en la emisora.

- Pirú - Dijo la seño- la semana que viene es el Día de la lagartija, coincide con la vuelta de Matilda. ¿Qué os parece si le preparamos una fiesta sorpresa?
- A mí me parece muy bien. ¿Qué dice usted? - Se dirigió a don Leonardo-
- Una idea excelente. Yolanda, querida, ¿te encargas tú de hablar con Plumillas para que organice un poco?
- Claro. También le pediré que toque con los Ratons Stones para amenizar la fistuqui.
- Estupendo - Contestó Pirú- Pues en marcha.

Mientras, Smaugui y el ratón, ajenos a la conversación se centraban en la parrillada.

- Smaugui, ¿puedes poner más llama aquí? Esto no acaba de hacerse.
- Por supuesto, espera que coja aire.

Imagen extraída de la web,si eres su autor déjame un comentario y una forma de contactar, o bien pídeme que la retire y lo haré.

Y el culebre, como siempre, calculó mal y acabó alcanzando a Plumillas.

- ¡Aaaaaaaaayyyyy! ¡Que me quemas!
- ¡Pues no pongas la mano!

- Ya están esos dos con los accidentes en la cocina. -Murmuró Pirú- Iré a hacer un poco de magia sanadora con la mano de ese ratón.

Se encaminó hacia donde los amigos discutían y en un abrir y cerrar de ojos, la quemadura desapareció. Quien necesita sanidad pública teniendo un mago.
Enseguida se unieron don Leonardo y la seño Yolada  para trazar un plan y dar una buena sorpresa a su amiga en el Día de la lagartija. Estaban charlando animadamente cuando apareció Bizcocho, el ratón glotón de Casa Encantada.

- ¡Hola chicos! ¿Qué tramáis?
- ¡Hola Bizcocho! Vamos a dar una fiesta sorpresa a Matilda - Dijo Smaugui-
- ¡Me apunto! Estoy aquí por ella, así que quiero participar.
- Menos en la cocina, podéis ponerlo en cualquier sitio - Dijo Plumillas riéndose-
- Qué graciosito... Pues que sepas que soy el mejor probador de cremas y dulces del mundo.
- ¡No lo dudo!
Imagen extraída de Pinterest, ponte en contacto conmigo si eres el autor, déjame un comentario y una manera de contactar o bien pídeme que la retire y lo haré. 

Rieron la ocurrencia del ratón goloso y le hicieron el importantísimo encargo de confeccionar la lista de invitados y enviar las invitaciones.
Lejos de allí, Matilda se despedía de sus tíos Peruchina y Cristóbal y comenzaba su viaje de regreso. Aunque Smaugui había insistido en ir a recogerla, ella prefería volver atravesando bosques, ríos y roquedales  para empaparse del amplio y hermoso paisaje español.

- Muchas gracias por estos días tan maravillosos, queridos tíos.
- ¿Seguro que no quieres que avisemos a nuestro amigo el búho para que te lleve? - Preguntó su tío-
- Seguro, tío Cristóbal. Quiero anotar todo cuanto vea para poder contarlo luego en nuestro periódico.
- Hija, no olvides los regalos -  Dijo su tía entregándole una voluminosa mochila-

La tía Peruchina le había ayudado a elegir regalos para todos los amigos: Un bonito gorro de lana a juego con guantes para la seño Yolanda; la había oído decir que necesitaba un conjunto nuevo para el invierno. Un bonita taza de té para don Leonardo. Un cuaderno de viaje de pastas elaboradas con hojas de un árbol típico de la zona, para Plumillas. A Pirú le llevaba hojas de haya, de las que crecen entre las rocas con musgo, donde están los dólmenes y se guarda la sabiduría de los pueblos antiguos. Para los golosos de la casa: tortas de san Blas y bombones. A su hermano mayor, su querido Smaugui, le había conseguido unas olivinas. Unas piedras que le iban a encantar y que podía ponerse entre las escamas en los días de fiesta.
Con todo preparado, nuestra amiga se adentró en el bosque.

- Caray..., si Plumillas viera esto sacaría unas fotos estupendas - Pensaba mientras caminaba bajo el sol tenue de la mañana-

Llevaba andado medio día cuando decidió parar a comer. Los árboles eran tan altos que no podía ver donde terminaban y el suelo tan verde y mullido que se hacía difícil no rendirse a la siesta. Echaba de menos a sus amigos, aquel verdor en mitad del verano era totalmente desconocido para Matilda.
Se hallaba en estado de somnolencia cuando un chasquido de ramas la puso en alerta. Rápidamente cogió el carcaj y el arco y se dispuso a echar un vistazo. Lo que vio le heló la sangre, si es que eso le puede pasar a un reptil en pleno verano. Descubrió unas huellas enormes, una correspondiente a un pie humano descomunal y otra circular. Aquello era muy extraño, pero mucho. Todo apuntaba a que las huellas pertenecían a un solo ser, pero, ¿cómo? ¿Estaría siendo víctima de algún hechizo? ¿Qué clase de ser puede tener un pie y algo parecido a una pezuña redonda? No pudo evitar asustarse, así que decidió seguir camino y alejarse de allí.

- Ojalá hubiera aceptado la proposición de Smaugui o la del tío Cristóbal. Ahora mismo estaría muy cerca de Casa Encantada y no en este bosque donde una no sabe quién  o qué puede salirte al paso.

El resto del camino fue tranquilo. A eso de las cinco de la tarde comenzó a levantarse neblina y la lagartija decidió buscar un sitio donde pasar la noche. Los bosques del norte eran muy distintos a los que estaba acostumbrada, así que no quería tentar su suerte. En la lejanía divisó un viejo molino que le pareció perfecto.
- Ese lugar me irá bien, no parece que esté habitado.

Matilda entró en la casa, a pesar del aspecto exterior algo desvencijado, todo aparecía en orden y limpio. Si no quería llevarse sorpresas, sería mejor que buscara algún hueco donde esconderse. Dejó su mochila, el arco y el carcaj detrás de un paragüero para poder inspeccionar la zona; si no le parecía segura, buscaría el hueco de un árbol. Finalmente, descubrió el vacío dejado por un ladrillo cerca de la chimenea, era perfecto para pasar la noche y además no estaba a ras del suelo. 
Volvió a por sus cosas, pero para su disgusto, faltaba la mochila. De repente, cayó en la cuenta de que podían haberse llevado el arco y las flechas dejándola sin defensa. En su cabeza rebotaban las palabras de Pirú: "Nunca abandones tu arco, bajo ningún concepto. Debes tenerlo siempre cerca y a la vista". ¡Había cometido un error de principiante!
Decidida a encontrar sus pertenencias, recorrió toda la casa. Había oscurecido, la luz de la luna se colaba por entre la desgastada madera tiñéndolo todo de plateado, otorgando vigor a los escasos muebles que salpicaban el comedor. Se oyó un ruido, Matilda montó una flecha en su arco y justo cuando se disponía a soltar, una vocecita la detuvo.

- ¡No dispares! No queremos hacerte daño.

La lagartija giró su cabeza a un lado y a otro, pero no veía nada.

- ¡Estamos aquí! Avanza en línea recta hasta los cestos de mimbre del fondo.

Matilda no se movió y fue entonces cuando vio salir a dos pequeños seres. Uno iba vestido con algo rojizo, de lejos le parecieron cortezas de árboles, cuando se acercó comprobó que así era. Tenía la cara muy negra y unos incipientes cuernecitos. Sin lugar a dudas era un Trastolillo, un duende del hogar, travieso y bromista a más no poder. El otro duende apareció también, su vestimenta estaba hecha de musgo, hojas y raíces. Cada vez que se movía, el sonido de sus pisadas era como cuando se escucha la lluvia caer. Matilda sabía que era un Trenti, un duende del bosque, también divertido y bromista, pero que siempre ayudaba a los humanos a pesar de tomarles el pelo. Lo verdaderamente raro era que estuviera en una casa, los Trentis nunca entran.

- Por favor, no dispares. -Dijo el Trenti- Solo queríamos jugar un poco.


Matilda bajó el arco y sonrió al ver a los dos personajes. Había oído mucho hablar de ellos, pero nunca había tenido la oportunidad de conocerlos en persona. Bueno..., en duende.

- Hola chicos, soy Matilda  y no quería asustaros, solo busco un lugar donde pasar la noche. No soy de aquí y no conozco bien estos bosques.
- Yo soy Álex - Habló el Trenti- Me dedico básicamente a hacer trastadas en el bosque.
- Y yo Maxim, hago lo mismo que él, pero en las casas. ¿Qué te trae por aquí?
- He venido a ver a unos parientes, vivo en un pueblecito al norte de Córdoba y ya regreso. En mi mochila está todo cuanto necesito para el camino.
- ¡Oh, no te preocupes! Te la devolveremos, solo queríamos divertirnos un poco - Dijo Maxim- 

Los duendes encendieron unas velas e invitaron a la lagartija a un saloncito donde había dispuesta una mesa con frutos secos, leche  y otras viandas. Mientras cenaban, Matilda no pudo evitar la curiosidad y preguntó a Álex.

- ¿Cómo es que no estás en el bosque? Tenía entendido que los Trentis jamás entran en las casas.

Los duendes se miraron sorprendidos.

- ¿Pero es que no sabes lo que pasa? - Preguntó Álex-
- No..., no sé nada.
- Hay un grave peligro en el bosque -Dijo Maxim en voz baja- El Basajaun nos ha aconsejado que nos pongamos a salvo hasta que todo pase.
- ¿El Basajaun? - Preguntó Matilda-
- El Señor de los Bosques. -Dijeron a la vez los duendes-
- Vaya...¿Y qué aspecto tiene?
- Pues es altísimo y tiene el pelo tan largo que le llega hasta el suelo. En vez de uñas, tiene unas garras afiladísimas que aterra a sus enemigos y los pies, bueno..., son un tanto peculiares. Uno de ellos es como una pezuña redonda y el otro es humano, pero muy grande.
- ¡Un momento! -Exclamó Matilda- ¡Yo he visto esas huellas esta tarde y me he asustado muchísimo! ¡Pensaba que eran de un monstruo!
- ¡Nooo! Es el Basajaun, jamás te hará daño. Si viste sus pisadas es porque pensó que estabas en peligro. Dinos. ¿Escuchaste cencerros?- Preguntó Álex-
- Pues..,no recuerdo, la verdad.
- Es porque todos los animales están guardados -Aclaró Maxim- Cuando el Señor de los Bosques anda cerca, las ovejas hacen sonar sus cencerros de alegría y agradecimiento. Saben que están protegidas.
- ¿Qué peligro es ese del que habláis? ¿Ojáncanos? Porque si es así, los conozco bien. -Dijo Matilda-
- A estos, le temen hasta los Ojáncanos -Contó Álex- No son de aquí y eso nos deja un poco desconcertados. Son Trolls invasores.

Matilda se quedó pasmada. ¿Trolls en España? ¿Cómo era eso posible?

- Pero...., esta no es tierra de Trolls. ¿Sabéis que se convierten en piedra cuando llega el día? - Preguntó Matilda -
- Sí, -Contestó Maxim- El problema es que en estos bosques oscurece pronto, eso les da más horas para hacer sus fechorías. Los rebaños han bajado tanto desde que llegaron, que los pastores no saben cómo afrontarán las pérdidas y el invierno. Lo más peligroso de todo es la presencia de humanos de ciudad constantemente en la montaña. ¡No son conscientes de los peligros a los que se enfrentan! La semana pasada, uno de los Trolls raptó a un bebé, gracias a que el Basajaun andaba vigilante pudo rescatarlo, pero el susto que se llevaron los padres no lo olvidarán fácilmente. Nunca habían visto seres mitológicos, ni españoles, ni extranjeros y eso..., también supone un peligro para nosotros. ¿Comprendes?
- Ya lo creo...Los humanos de capital son bastante curiosos, no nos conviene que sepan que existís realmente u os convertirán en un parque temático.
- Exacto - Dijo Álex tomando un trozo de bizcocho y llevándoselo a la boca- Los montañeses son otra cosa, pero ellos...
- Bueno, ¿hay algún plan para acabar con ellos? ¿Cuántos son? -Preguntó Matilda-
- Son dos. Había tres, pero el Basajaun pudo llevar a uno de ellos hasta el sol y ahora es una enorme roca. De momento, no hay nada planeado, pero mañana al alba tendremos una reunión al lado de los dólmenes para ver cómo afrontar esto.-Explicó Maxim-
- Si me permitís, iré con vosotros. Creo que puedo ayudar.

Y la noche, inundó con sus sonidos la casa del viejo molino. Los duendes dormían tranquilos, pero Matilda no pegaba ojo. Esto tenían que saberlo Pirú y los chicos, estaba segura de que podrían ayudar. Además, era un problema que afectaba a todos así que habría que hablar con los Ojáncanos para que arrimaran el hombro, el ojo, los colmillos o lo que fuera. Eso solo podía hacerlo un mago y ella conocía al adecuado.
Buscó su mochila y extrajo la rosa azul a través de la cual se comunicaba con sus amigos. Los pétalos se abrieron y la cara de Pirú se dibujó en el corazón de la flor.

- ¡Matilda! ¿Ocurre algo? ¿Estás bien? - Preguntó el mago preocupado, pues la flor solo se utilizaba para casos de urgencia-
- Sí, sí, estoy bien, Pirú.

La lagartija explicó el motivo de su llamada, para cuando terminó su exposición, podía ver la cara de todos sus amigos y estos, la de los duendecillos que atraídos por la luz que salía de la habitación que ocupaba Matilda, acudieron a saber qué era.

- Y bueno, estos son Maxim y Álex, de los que os he hablado hace un rato - Concluyó la lagartija señalando a los duendes-
- ¿De verdad podéis ayudar al Señor de los Bosques a expulsar a los Trolls? - Preguntó Álex.
- Sí, si él lo permite, -Contestó el mago- Sin su permiso nada podemos hacer. En cualquier caso, mañana estaremos allí al alba para ofrecer nuestra ayuda.

Y amaneció en el bosque, se anunciaba una mañana hermosa y dorada de sol que olía a esperanza. Los animales y seres mágicos se dieron cita en el claro de los megalitos, a la espera de la llegada del Basajaun.

No muy lejos de allí, Smaugui batía sus alas con todas sus fuerzas para llegar lo antes posible. Con él: Pirú y Plumillas al rescate de los amigos del norte. Había costado Dios y ayuda que don Leonardo se quedara en Casa Encantada, solo la seño Yolanda pudo convencerlo con la excusa de preparar la vuelta al cole y la fiesta sorpresa para Matilda.

- Vamos amigo, ya casi estamos - Animaba Plumillas- 

El culebre sobrevoló los megalitos y después descendió y se quedó oculto entre los árboles hasta estar seguro de que su presencia no asustaría a nadie. Sin embargo, no era el único de su especie que acudía a aquel cónclave. Todos unidos por una causa común: Los Trolls.

- ¡Smaugui! -Exclamó Matilda al ver a su amigo- Ven, acércate porque eres bienvenido.

Trastolillos, Trentis, Caballucos del Diablo, Tentirujos, Anjanas, Ventolines, Enanucos bigaristas, Nuberos, Oricuernos... Y muchos más. Todos, junto a un buen puñado de animales, se dieron cita en aquel claro a la espera del Señor de los Bosques.
De repente, se oyeron cencerros. El Basajaun estaba cerca.

- ¡Ya viene! - Dijo Álex a sus nuevos amigos- 

Un ser enorme hizo acto de presencia y un murmullo de admiración recorrió el lugar. Era el Señor de los Bosques.

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- ¡Madre mía que pedazo de bicho! -Exclamó Matilda-
- ¡Matilda! ¡No seas irrespetuosa! -Plumillas reprendió a la lagartija-

El Basajaun se dirigió al centro de los megalitos y con voz como trueno de tormenta informó a todos de la necesidad de unirse para acabar con los Trolls. En el camino había encontrado reses muertas y a un montañés desesperado buscando a uno de sus hijos. También sabía del robo de tesoros en cuevas de culebres y del desmantelamiento de algunos dólmenes construidos por Ojáncanos. Eran una amenaza para todos y había que sacarlos de allí.
Pirú escuchó atento todo cuanto dijo el Basajaun y decidió intervenir antes de que lo hicieran los demás.

- Señor de los Bosques, soy el mago Pirú y vengo desde muy lejos a prestar mi ayuda. Estos son mis amigos: Matilda, Plumillas y Smaugui. Decidnos qué podemos a hacer y lo haremos.
- Sé quienes sois, no hay nada que escape a mis sentidos en este lugar. Os doy la bienvenida y os agradezco vuestra ayuda.

Pirú hizo una reverencia en señal de respeto.

- Señor, ¿Por qué no están aquí los Ojáncanos? - Preguntó Smaugui-
- Hijo, ya sabes que son unos seres terribles. He intentando hablar con ellos, pero mi presencia los enfurece.
- Tal vez yo pueda -Propuso Pirú-
- Pues os encomiendo a ti y a tus amigos la tarea de reclutarles para esta noche. Solo otros seres tan temibles como ellos pueden parar a los Trolls.

Plumillas no paraba de mirar a unas pequeñas hadas que estaban cerca de ellos. Eran bellísimas.

- Son Anjanas - Le explicó Maxim- Hadas buenas, protegen los bosques y siempre están para quien necesita ayuda. Si las miras a los ojos, la esperanza te llena el alma. Sanan a los seres que habitan la montaña gracias a un brebaje que preparan ellas mismas y si las ves, es porque ellas quieren ser vistas. Solo se muestran ante quienes ellas quieren. Si tienes buen corazón, te premiarán. Son el azote de los Ojáncanos, por eso no estarán aquí. Les temen.

Plumillas se quedó prendando de aquellos seres. Tenían la piel muy pálida y cuando hablaban era como si cantase un ruiseñor. Su pelo era largo y lo adornaban con cintas de colores y flores. Vestían hermosas capas azules y en la mano portaban una vara de mimbre con una estrella en la punta que iluminaba los días. 
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- ¿Crees que podría conocerlas? - Preguntó el ratón.
- Pues..., si están aquí imagino que sí - Contestó el Trastolillo-
- Chicos, dejaos de presentaciones, el Basajaun ha dispuesto que las hadas sean protegidas en sus cuevas porque pueden ser víctima de los Trolls. -Informó Pirú-
- Pero...Si neutralizan a los Ojáncanos, ¿no pueden hacer lo mismo con esos ogros? - Preguntó Plumillas-
- El Señor de los Bosques no quiere exponerlas, así que les ayudaré con un hechizo por si la magia de las Anjanas no fuera suficiente. Pensamos que esta noche, los Trolls se dirigirán hacia donde viven y atacarán.
- ¿Y se puede saber dónde viven? -Preguntó Matilda-
- En grutas con suelos de oro y paredes de plata, están ocultas en fuentes y manantiales. -Contestó Maxim-
- Vaya..., ahora entiendo porqué quiere protegerlas el Basajaun - Dijo Plumillas- ¿Y por qué no las sacamos de allí y las ponemos a salvo?
- Claro.., para poder ligarte tú a una .- Dijo la lagartija provocando las risas de los seres mágicos que escuchaban-
- ¡Eres muy tonta! -Exclamó el ratón sonrojado-
- Ellas son el objetivo de los Trolls desde hace mucho - Habló el Señor de los Bosques a sus espaldas sobresaltando a todos- Cada vez se acercan más y pensamos que esta noche pueden llegar hasta sus cuevas para, no solo robar el oro y la plata, también acabar con nuestras hadas.
- ¿Y ese quien es? -Preguntó Matilda apuntando a un pequeño duende que la miraba desde hacía un buen rato- 
- Un Tentirujo. Son unos duendecillos....Verdes. En el amplio sentido de la palabra. - Explicó Álex sonriendo-
- Yo también soy verde - Contestó Matilda-
- No se refiere a ese verde, tontita -Aclaró Plumillas- 

Álex y Maxim se rieron mucho y contaron a sus amigos que esos seres, se volvían invisibles gracias a la ingesta de raíces de mandrágora y aprovechaban para acariciar a las mozas que subían al bosque.

- ¡Vaya!¡Sí que son verdes, sí! -Exclamó divertida Matilda-

Cayó la tarde y Smaugui, Plumillas, Matilda, los duendes y Pirú se dirigieron al punto que había señalado el Basajaum. Hablarían con los Ojáncanos. Durante el camino, conversaban animadamente, ajenos a los peligros que acechaban a cada paso.

- Contadnos más cosas sobre las Anjanas -Propuso Plumillas a los duendes-
- Muy interesadito te veo yo a ti... - Dijo Matilda para chinchar al ratón-
- Pues en primavera, a media noche y cuando hay luna llena, las hadas salen a bailar hasta que amanece y en su camino esparcen rosas verdes, azules y púrpuras. Quien las encuentra recibe la bendición de las Anjanas y la felicidad eterna. - Contó Maxim-
- Vaya... Eso es precioso. -Dijo Matilda-
- Siempre he querido ver las grutas -Comentó Smaugui- Pero para los culebres no es fácil.
- Pensarán que vais a robar - Aseguró la lagartija-
- Claro.

Y hablando, hablando, llegaron a una cueva que solo mirar la oscuridad que desprendía, daba miedo.

- Esperad aquí -Ordenó Pirú- Es más seguro, especialmente para los duendes. 

- Matilda, vamos a escondernos entre esas hojas -Propuso Álex- 

Pirú avanzó hacia la cueva y se detuvo en la puerta. De repente, el suelo comenzó a temblar.

- Ya vienen... - Murmuró Smaugui-

Frente al mago, un ser extraordinario, temible y conocido por nuestros amigos. Plumillas se estremeció de miedo recordando su primer encuentro con ellos. Ahora se daba cuenta de lo insensato que había sido.
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- Esto no va a funcionar - Dijo Smaugui- ¿Sabes que pueden convertirse en serpientes? Son malvados, arruinan los huertos, las fuentes...Odian a las Anjanas ¿Por qué las iban a ayudar?  No, no lo harán, son sus enemigos más feroces.
- Bueno, si desaparecen las Anjanas, ¿podría desaparecer el bosque? Eso sí les afecta. -Contestó Plumillas-
- No sé, Plumis, son tan malos que igual prefieren extinguirse a ayudar a las hadas.

Pirú permanecía frente al monstruo, de pie, sin aparentar miedo. Aquel ser elevó sus brazos e intentó aplastar al mago, por suerte se hizo a un lado y rápidamente le lanzó un hechizo que lo paralizó.

- Te lo dije -Dijo Smaugui apesadumbrado-

Los duendes y Matilda salieron de su escondite muertos de miedo y corrieron a esconderse en los bolsillos del mago.

- Chicos, aquí no hay nada que hacer. La noche ha caído, vamos a unirnos al Basajaun para salvar a las hadas. Ya ajustaremos cuentas con estos malvados egoístas. -Dijo Pirú decepcionado con aquellos seres-

Subieron a lomos de Smaugui y se dirigieron al lugar en el que habían sido citados por el Señor de los Bosques. Llegaron a un sitio apartado, hermoso, con un bosque exuberante y cascadas por doquier.  Quedaron sin habla ante tanta belleza.

- Bienvenidos al hogar de las Anjanas - Dijo el Basajaun extendiendo las manos en señal de bienvenida- 
- Vaaaaya, así que es aquí donde viven. - Dijo para sí Maxim que estaba entusiasmado con tanta belleza- 
- Ellas permanecen dentro de las grutas. ¿Qué ha pensando el mago para protegerlas? - Preguntó el Señor del Bosque-
- Un hechizo como el que tengo en mi casa. Es una campana invisible que no puede ser traspasada por ningún ser.
- ¿Estás seguro? - Preguntó el Basajaun-
- Así es, señor. Hasta hoy, nunca hemos tenido que lamentar ningún accidente.
- Bueno, aquí las cosas muchas veces no resultan como queremos. Esperemos sea suficiente tu magia y la de las hadas. Vayamos al camino, allí esperan los demás para hacer frente a esos dos Trolls. Hay que evitar que lleguen aquí y si es posible, entretenerlos hasta que rompa el día.
- ¿Para que se conviertan en piedra? .Preguntó Matilda-
- Así es -Respondió el Basajaum-
- ¡Coooomo me gusssta!
- Eres incorregible -Murmuró Plumillas pellizcando a la lagartija en el brazo-

Había un silencio inusual en el bosque que no anunciaba nada bueno. Plumillas estaba nervioso y hasta el mismo Smaugui sentía escalofríos. 

- El bosque está mudo, los monstruos están cerca -Afirmó el Basajaun- Los duendes deben permanecer a salvo, será mejor que no salgáis de los bolsillos del mago.

Al rodear unos roquedos se toparon con lo increíble. Allí estaban aquellos dos seres malvamos. Uno llevaba dos ovejas aún vivas que al sentir la presencia del Señor del Bosque comenzaron a sonar sus cencerros.

- ¡Maldito! ¡Lleva a Blanca y a Lima! ¡Son amigas mías! -Exclamó el Trenti muy enfadado- 
- Tranquilo Álex, vamos a salvarlas - Aseguró el mago-

Pirú lanzó un haz de fuego con su vara que impactó en el brazo del Troll que llevaba las ovejas. El monstruo, sorprendido, dejó caer a los animales que salieron huyendo. El Basajaun salió a su encuentro y las llevó a lugar seguro.

- Eso los va a cabrear mucho - Dijo Matilda-
- ¡Ya lo creo! - Gritó Pirú mientras corría para ponerse a salvo y poder contraatacar- 

En ese mismo instante, el bosque se llenó de luz. Eran los seres mágicos que venían acompañados de antorchas y habían rodeado por completo a los Trolls.
- Sabía que no fallarían - Dijo el Basajaun orgulloso de sus amigos-

No acabó de hablar y los Trolls se abalanzaron sobre ellos. Un Enanito bigarista salió despedido y los culebres, enfurecidos, comenzaron a lanzar llamas. Todo les rebotaba, era como si nada ni nadie pudiera parar a aquellos seres. El Basajaun se acercó a uno de ellos, pero le lanzó un fuerte golpe con el palo que portaba- Por suerte, lo evitó y pudo empujar al Troll con todas sus fuerzas haciendo que se desplomara. Rápidamente, Pirú le lanzó un hechizo paralizante, pero solo duró unos minutos.

- ¿Qué es lo que pasa? ¡Debería estar inmovilizado por horas!
- Te lo dije, mago. Estos monstruos son más fuertes de lo que imaginábamos. Va a ser una lucha larga.

Muchos amigos estaban heridos. Plumillas ayudaba a algunos duendes a ponerse en pie y les animaba a resguardarse siguiendo las órdenes de Pirú, pero ellos, querían estar con el Señor de los Bosques, defendiendo su casa y la de todos.

Los Trolls llevaban ventaja. Muchos de sus enemigos estaban heridos o habían salido huyendo y sin que pudieran evitarlo, corrieron hacia la casa de las Anjanas.

- ¡Vamos, no podemos permitir que lleguen a las grutas! - Gritó Maxim- 

Pirú volvió a desarmarlos y el Basajaun los lanzó por los aires en un intento de alejarlos de las cascadas. Uno de ellos se levantó e intentó acercarse, pero la campana protectora surtió efecto y fue repelido con tal fuerza que se desplomó sobre el otro Troll. Atontados, permanecieron un rato sentados.

- Debemos atarlos ahora, es el único modo. - Propuso Álex-
- Demasiado peligroso. -Contestó el Basajaun-
- Pues algo hay que hacer ahora que están confundidos - Propuso Matilda-

El Señor de los Bosques levantó una inmensa roca y la lanzó contra los monstruos, pero la esquivaron hábilmente. Enfurecidos comenzaron a golpear la invisible protección. Una y otra vez, una y otra vez.

- ¡Si siguen así, la van a romper! - Gritó Plumillas.
. Necesitarán algo más que puños para romperla - Dijo Pirú-

Pero algo crujió. En el aire, unos caminos de cristal se abrieron dejando al descubierto a las Anjanas y boquiabiertos a los que intentaban evitar que sucediera.

- ¿Puedes recomponerla? -Preguntó el Basajaun-
- Sí, pero necesitaré que los distraigáis. 
- Eso es cosa nuestra -Dijo Maxim- Si algo sabemos hacer los duendes Trastolillos, son travesuras.

Alex y él corrieron hacia los Trolls  y se subieron a sus pies. Comenzaron a hacerles cosquillas entre los dedos hasta que acabaron rodando por los suelos. Durante ese tiempo, Pirú pudo recomponer la campana.

- ¡Hay que alejarlos de aquí! - Gritó Matilda-

De repente, un grupo de Ventolines comenzó a soplar en los oídos de los ogros y estos casi se vuelven locos. El viento era cada vez más fuerte y aunque manoteaban para espantarlos, ellos eran más en número y persistencia.
Maxim y Matilda corrieron entonces entre los pies de los gigantes. Con una cuerda consiguieron enredarlos y caerlos de nuevo, momento que aprovecharon los Nuberos para descargar una fuerte lluvia sobre ellos. Mojados y agotados, daban tregua a Pirú para trazar un nuevo plan.

- Las criaturas del bosque no resistirán mucho, están agotadas. - Advirtió el Basajaum- Llevamos horas intentando sacarlos de aquí y lo único que conseguimos es tirarlos al suelo.
- Un momento -Interrumpió el mago mirando al Señor de los Bosques con los ojos muy abiertos por la idea que le rondaba- ¿Cuánto falta para que amanezca? 
- Un par de horas.
- Los entretendremos y el sol hará el resto.
- No son tan tontos- Aclaró Álex- Pronto saldrán corriendo hacia su cueva y nada ni nadie podrá detenerlos.

El Basajaun asintió apesadumbrado. 

- Pues taparemos su cueva -Propuso Matilda-

Un nuevo golpe los sacó de sus cavilaciones. De nuevo intentaban entrar en las cascadas. Al fondo, se veía a las Anjanas con sus báculos encendidos. ¿Sólo ellos percibían todo ese amor que había tras la protección de Pirú? - Se preguntaba Plumillas-
De nuevo,  Maxim, Álex y Matilda ayudados por otros duendes capitaneados por Plumillas, hicieron rodar por los suelos a los Trolls. Y otra vez, Pirú recompuso la campana, aunque en esta ocasión, apenas la habían rasgado.

- Parece que esta vez ha resistido -Dijo feliz el Basajaun-

En ese instante, los Trolls se levantaron y emprendieron la huida. Pronto amanecería.

- ¡Corramos! .Gritó Smaugui- ¡Hay que evitar que entren en su cueva!-

Los culebres volaron para entre todos, lanzar llamas contra los monstruos e impedirles el paso, pero  no hizo falta, al llegar a la cueva, una sorpresa les esperaba.
Seis Ojáncanos aguardaban de pie, fieros, terribles, a la puerta de la gruta que había servido de guarida a los Trolls. Estos, al verlos, se lanzaron contra ellos, pero de nada les sirvió. Los Ojáncanos eran más en número y fuerza. Amarraron a los dos intrusos y esperaron la salida del sol que hizo el resto. El Basajaun no daba crédito a lo que veían sus ojos. ¡Habían venido! ¡Los malvados Ojáncanos habían salvado el bosque!
Pirú abrazó al Señor del los Bosques y luego todos los seres mágicos se abrazaron entre sí. 

- ¡Lo hemos conseguido! . Gritó Matilda subida a la cabeza petrificada de uno de los Trolls-

En ese momento, un sentimiento de amor se extendió por entre la hierba, los árboles, los corazones... Venían las Anjanas. El Basajaun sabía que los Ojáncanos no soportarían su presencia.

- Id en paz y que esto que habéis hecho hoy, lo conozcan los Hombres y las criaturas del bosque, por siempre.

Las temibles criaturas se retiraron y el sol brilló aún con más fuerza.

- ¡Esto hay que celebrarlo! - Exclamó Pirú-

Dos días duraron las fiestas en el bosque. Dos días de felicidad intensa y camaradería. El momento de la despedida llegó y Smaugui tuvo que decidir si se quedaba con su familia del norte o volvía a Casa Encantada.

- A ti corresponde esa decisión - Le habló el Basajaun- Has sido valiente, has luchado con honor y te mereces elegir tu hogar. Si decides quedarte, serás aceptado y reincorporado a tu antigua comunidad. Si por el contrario decides marchar, lo harás con mi bendición y la promesa de visitarte.
- Señor, con ellos he descubierto un tesoro que nunca antes había tenido: LA AMISTAD. Ahora mi casa está allí, con este ratón sabelotodo y esta lagartija que nos saca de quicio a todas horas. Con ese mago y con  otros amigos que esperan mi regreso. Me voy, pero la mitad de mi corazón se queda.
- Bueno, pero puedes venir a vernos - Dijo Maxim- 
- Claro que sí, volveré. Además, le he prometido a Álex volver a volar por su cumpleaños. Quiere ver de nuevo las cascadas desde arriba. Y también podéis venir a visitarnos a Casa Encantada. Por favor.

Apenados, nuestros amigos se despidieron y emprendieron el camino de regreso. En el cielo: Ventolines, Nuberos y Culebres hicieron un pasillo de honor para sus nuevos amigos, en agradecimiento por su valentía y ayuda.
De vuelta en Casa Encantada, el tiempo parecía haberse detenido. Todo seguía igual, inalterable y eterno. Sin embargo, había un silencio inusual. ¿Dónde estaban todos? 
Alegando cansancio, los viajeros se despidieron de Matilda que se quedó sola en el recibidor. ¿Eso era todo después de un viaje agotador? ¿Nadie salía a recibirles? 
Se abrió la puerta de la cocina. Era Bizcocho que se dirigía al salón. 

- Hola Bizcocho. Me alegra mucho verte después de tanto tiempo. Oye, ¿dónde están los demás?
- Ah, hola. Pues están todos de vacaciones, aquí solo quedo yo. Si quieres acompañarme, voy a desayunar. En este plato hay galletas para los dos.
- Bueno.., te acompaño. Tengo hambre y no me apetece comer sola.

Se dirigieron al salón y cuando se abrió la puerta.... ¡Sorpresa! Todos sus amigos estaban allí detrás de una enorme pancarta que decía: 

¡FELIZ DÍA DE LA LAGARTIJA, QUERIDA MATILDA!

No podía creer la fiesta que le habían preparado. Habían pasado varios días de la fecha, pero no le importaba, allí había cariño para llenar varios continentes. ¡Estaban todos! También Pirú y Plumillas. Dirigiéndose a su amigo, le espetó:

- ¿Tú sabías esto? ¡Eres un malandrín, Plumis!
- ¡Claro! Te lo mereces, amiga. Aunque a veces eres un poco petarda, se te echa de menos si no estás.

Y la fiesta dio comienzo y duró hasta la noche, cuando los corazones rendidos de tanta emoción decidieron descansar. Todos, menos Smaugui, que lo tenía dividido.

. ¿Estás bien, hermano? - Preguntó Matilda subiéndose a la mano del culebre.
- Si, estoy donde quiero estar, pero también hecho de menos mis bosques del norte.
- Pues te propongo una cosa. Cuando sientas nostalgia, me buscas y volamos juntos hasta tu casa. ¿Te parece bien?
- Me parece perfecto.
- Por cierto, ¿qué es eso que brilla tanto entre tus escamas? - Preguntó Matilda divertida-
- ¡Oh! Tus olivinas. Son preciosas, gracias.

Y las ventanas de Casa Encantada se fueron apagando una a una. Nut extendió su manto oscuro sobre el cielo y los amigos dejaron volar su imaginación hacia aquel sitio donde hacía tan solo unas horas, habían conocido a gente maravillosa. Criaturas que habían dado una lección al mundo cuando lo que más les importaba estaba en peligro: Su HOGAR, nuestro hogar. 
Por cierto, os dejo con una instantánea de la actuación  de los Ratons Stones. Plumillas es el de la flauta. 
Si eres el autor de esta foto extraída de Pinterest, por favor ponte en contacto conmigo dejándome un comentario y forma de contactar. Me encantaría llegar a un acuerdo contigo.


AGRADECIMIENTOS: Gracias a José Manuel Castaño por la foto tan maravillosa de Casa Encantada. 
Gracias a la familia del norte, esa que un día..., se encontró con el Basajaun.

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito del titutar del copyright. N. Registro obra: 1905240986376
  

lunes, 8 de abril de 2019

Un culebre en Casa Encantada.

Esa mañana la lluvia había dejado a los habitantes de Casa Encantada sin su desayuno primaveral en el jardín, pero no les importaba, porque si algo tienen los días lluviosos es tiempo para contar historias en torno a la chimenea.
Pirú había encendido la lumbre y el crepitar de las llamas ponía música y paz a un día tranquilo, aparentemente, claro, en Casa Encantada nunca se sabe.
Matilda y Plumillas estrenaban un nuevo programa de radio al que habían llamado: "Historias encantadas". En esos instantes entrevistaban a doña Sinforosa, que estaba contando cómo ella y su amiga doña Piedita salvaron el bosque, consiguiendo que ningún animal tuviera que emigrar a lugares lejanos.
Todo parecía estar tranquilo y Pirú aprovechaba para ultimar algunos hechizos de protección, pero antes quería consultar con don Leonardo algunas cosillas.

- Dígame, amigo mío ¿De verdad cree necesaria la pantalla lumínica para Casa Encantada? - Preguntó el mago-
- Sí, últimamente están apareciendo seres extraños en los alrededores y eso es porque los niños tienen pesadillas. Acuérdate la Navidad pasada lo que ocurrió. He hablado con la seño Yolanda que ya está haciendo lo propio con los críos para intentar que desaparezcan los sueños malos y evitar que los monstruos pasen a nuestra realidad.
- Bien hecho. Verá, he probado la luz azul con excelentes resultados, es la más poderosa y además yo soy su guardián. Puede ser atravesada por el personal de la Casa, pero no por intrusos.
- Bien, bien, eso está muy bien, querido mago.

En ese momento entraron en el salón Matilda y Plumillas, venían con mochilas y ropa de lluvia.

- ¿Vais a salir? - Preguntó Pirú-
- Sí, nos han informado de que ha sido visto un Culebre por los alrededores y queremos fotografiarlo y hacer un reportaje sobre este ser mitológico que pensábamos extinguido -Contestó Plumillas-

Don Leonardo y Pirú se miraron sorprendidos.

- ¿Hay un Culebre por aquí y no nos habéis dicho nada? - Preguntó don Leonardo.

Los Culebres son seres entre dragón y serpiente, con alas de murciélago en la espalda y que escupen azufre y fuego. Tienen todo el cuerpo recubierto de escamas durísimas. Los ojos son dos brasas encendidas y aunque parecen invulnerables, su punto débil es la garganta. Viven en cuevas donde guardan sus tesoros y aunque su hábitat natural es Cantabria, parece ser que uno ha sido visto en los alrededores de Casa Encantada. Raro asunto.
Si eres el autor de este dibujo, por favor ponte en contacto conmigo dejándome un comentario y forma de contactar. Me encantaría llegar a un acuerdo contigo.

- Esto... Sí, nos ha informado don Alberto, el zorro que vive más allá de las vías, se las vio el otro día con él y anda un poco chamuscado. Suerte que trabaja para don Martín Roedor, el médico.- Contestó Plumillas-
- ¿Cuánto hace que lo vieron? - Preguntó el mago.-
- Dos o tres días, eso nos ha dicho. 
- ¡Sois unos insensatos! ¡Teníais que habernos comunicado que un Culebre nos anda rondando! -Pirú habló realmente enfadado, un animal así es muy peligroso-

Matilda meneó su verde colita y miró de reojo a sus amigos, no entraba en sus planes quedarse en  casa solo porque Pirú y don Leonardo estuvieran asustados. Nunca había visto un dragón, serpiente o lo que ese bicho fuera  y no pensaba perder la oportunidad.

- Iré con vosotros - Decidió el mago- Don Leonardo, le dejo a cargo de la seguridad de Casa Encantada, activaremos la luz azul y todos estarán protegidos. Plumillas, ¿doña Sinforosa se ha ido ya?
- No, está aquí todavía. La hemos invitado a comer. Ahora mismo está con la seño Yolanda, iba a contarle a los niños un cuento.
- Muy bien, no debe salir mientras ese animal este ahí afuera.

En ese momento la dama entró en el salón, venía acompañada de su gato Carmelo y del jilguero Pepe que se sentían encantados con su estancia en la casa mágica.

- ¡Mi querida amiga! - Exclamó el mago al abrazar a doña Sinforosa- Ya tenía ganas de verte y creo que has venido en buen momento.
- Estoy pasando un día maravilloso ¡Todo el mundo aquí lo es!
- Tenemos que pedirte un favor, querida. 
- Pues tú dirás.
- No podrás regresar hoy al Alto de los Reyes. Un Culebre ronda los alrededores y es peligroso. Nos gustaría que por tu seguridad y la de tus amigos, permanecierais con nosotros hasta que todo sea resuelto .

Doña Sinforosa abrió los ojos de par en par ¡Un Culebre! Vaya..., eso sí que era una noticia. Doña Piedita le había hablado de estos animales, pero no sabía que hubieran viajado desde el norte. No se explicaba un hecho tan extraordinario.

- En ese caso me quedaré, claro, pero necesitaré hacer algo durante ese tiempo. ¿Qué os parece si para la merienda de la tarde os preparo unos ricos tocinillos de cielo?

La propuesta fue más que bien acogida. Si algo gustaba a los habitantes de la casa era un dulce casero.

- ¡Buenísima idea! Le diremos a Bizcocho que te eche una mano. - Propuso don Leonardo-
- ¡Uuuuy, no sé yo si eso es bueno!.- añadió Matilda- Ese ratón se come todo lo que huele a pastel.
- Tranquila, lo vigilaremos de cerca. - La dama se acercó a la lagartija y le guiñó un ojo-

Los amigos se prepararon para salir a buscar al Culebre, no había nada mejor que una aventura bajo la lluvia y Matilda había aprovechado para estrenar su chubasquero de lunares. La comitiva estaba compuesta por el mago, el ratón Plumillas y Matilda y todos portaban sus arcos para defenderse de los posibles peligros que acechaban en el bosque. 
El agua caía mansa sobre los árboles, dándoles un aspecto brillante, como si el cielo quisiera cubrirlos de diamantes. Así de generosa era la Naturaleza por estos lares. 

- Oye, Pirú. ¿Qué crees que ha venido a hacer el Culebre a estas tierras? Me tiene intrigado. -Preguntó Plumillas.
- Están obsesionados con el oro y todo aquello de valor que incremente sus tesoros. 
- Pero aquí no hay nada de eso.
- No sabemos, Plumillas, no sabemos.

Siguieron caminando, pero ni rastro del astuto animal, hasta que se adentraron en término de Fuente Obejuna y entonces....

- ¡Mirad! ¡Allí! -Exclamó Matilda-
- Está sobrevolando la mina de la Pava. Claro... - Susurró el mago-
- No entiendo ¿Qué hay ahí que pueda interesar a ese animal? - Preguntó intrigado el ratón-
- Plata, querido amigo, plata. Es una vieja mina que ya explotaron los romanos.
- Vaya, vaya, vaya... Así que nuestro bichejo ha venido a por la plata del Guadiato. Chico listo. 

La lluvia había cesado y se encontraban a campo abierto. El animal sobrevolaba las ruinas de lo que antaño habían sido construcciones ideadas para extraer el codiciado mineral.

- ¿Cuál es el plan? - Preguntó Matilda-
- Tenderle una trampa para poderlo capturar y transportarlo a los bosques del norte, de donde nunca debió salir. Voy a crear un espejismo y aparecerá una montaña de monedas de plata y oro. Cuando la vea se acercará y entonces nosotros dispararemos estas flechas que están atadas a una red.
- No va a servir, la quemará - Negó Plumillas con la cabeza mientras defendía su postura-
- La red es ignífuga. 
- ¿Igniqué?- Preguntó la lagartija-
- ¡Que no arde, Matilda! - Exclamó el ratón desesperado-
- La va a chamuscar, al tiempo... -Susurró el reptil-

Mientras hablaban, el Culebre se había percatado de la presencia de los intrusos y se disponía a lanzar una llamarada para ahuyentarlos.

-¡Cuidado! - Exclamó el mago corriendo a refugiarse en una pared-

Una bola de fuego pasó por las cabezas de los amigos que la esquivaron a duras penas. 

- ¡Ay qué sussstoooo!- Gritó Matilda- ¡De verdad, qué malas pulgas se gasta, eh!

En ese instante, Plumillas salió con su cámara para grabar el momento, pero Matilda se interpuso.
Imagen extraída de Internet, por favor ponte en contacto conmigo dejándome un comentario y forma de contactar. Me encantaría llegar a un acuerdo contigo.
- ¿Pero qué haces? ¡Insensato! 
- ¡Es para mi reportaje!
- ¡Ni reportaje, ni reportaja! ¡Que nos va a convertir en carne de barbacoa!
- ¡Basta los dos! - Exclamó Pirú desesperado- Vamos a seguir con el plan ¿Entendido?
- ¿Y si me dejáis hablar con él? A fin de cuentas somos de la familia - Preguntó Matilda-
- ¡Estas loca! -Gritó el ratón!
- ¡Que vooooooooooooooooooy!

Y echó a correr como alma que lleva el diablo hasta ponerse delante del Culebre, este al verla se quedó muy sorprendido y paró de lanzar llamas.

- Oye tío, vengo en son de paz, relájate. Somos coleguitas, tú con tus alas y tu rollo chimenea y yo con mis listas y esos de ahí que me tienen quemadísima. -Apuntó con su dedo al lugar donde el mago y el ratón permanecían escondidos-

El Culebre abrió mucho los ojos y ladeó la cabeza hacia la derecha.

- Vamos a ver ¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Qué necesitas que podamos darte? Considérame tu hermana pequeña. -Matilda le hablaba extendiéndole los brazos-

Desde su escondite, Pirú y Plumillas asistían atónitos a la conversación de Matilda con el Culebre. 

- Tienes cara de buen chico, venga, deja de chamuscar el campo porque esta gente - señaló en dirección al pueblo- tiene que vivir aquí y tú te estás cargando su entorno y asustando a todo el que pasa ¿Me entiendes?

El dragón retrocedió un par de pasos y dócil como un perrito se echó sobre el suelo.

- Me llamo Smaugui. - Dijo al fin-
- ¡Anda mira, como el de la peli!
- Sí, me lo pusieron por Smaug, pero yo no soy como él.
- Claaaro, claro - dijo Matilda- ¿Y bien? ¿Qué necesitas?
- Un buen Culebre ha de tener su tesoro antes de cumplir los cien y yo tengo noventa y nueve y no tengo nada- Habló mirando fijamente a Matilda con sus ojos encendidos-

La lagartija se rascó la barbilla.

- Pero no puedes robar la plata de este lugar ¿Lo entiendes, verdad? Además, esta mina es milenaria, aquí ya estuvieron los romanos.
- A esos los echaron mis abuelos y les quemaron el culo a todos.
- Menos lobos, menos lobos que al final Roma os conquistó. 

El dragón sonrió.

- Tíiiiio ¡Te has reído! Ufff, ¡qué peste a azufre! ¡Tienes que cepillarte más los dientes!
-  El dragón rio de nuevo- ¿Podrías ayudarme a reunir un tesoro? No puedo regresar a mi tierra con las manos vacías.
- Pues depende de lo que tú entiendas por tesoro.

Pirú y Plumillas avanzaron para ponerse a la altura de Matilda, pero Smaugui se asustó y lanzó una llamarada que rozó al ratón.

- ¡Uuuuuuaaaaaayyyyyyy! ¡Me ha quemado la colaaaaa! ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay! - Gritó el ratón soplando para apagar las llamas-
- ¡Smaugui! ¡Eso ha estado mal! - Gritó Matilda- ¡Sit, siiiiit!

Increíblemente, el Culebre se sentó sobre sus patas traseras. El mago no daba crédito.

- Si no lo veo no lo creo...
- ¡Mi colaaaaaa! ¡Ayyyy! ¡Ay! - Seguía quejándose Plumillas-
- ¿Te quieres callar? -Matilda perdía la paciencia- Smaugui, estos son Pirú, el mago de Casa Encantada,  y al que acabas de dejar como la colilla de un puro,  es mi compi Plumillas. Tenemos una radio y un periódico. ¡Tío, tienes que verlo!
- No me fío de ellos, he visto que tienen una red - Contestó el Culebre sin perderlos de vista-
- A ver, hablemos - Propuso Pirú- Te hemos oído y creo que te podemos ayudar.

Smaugui miró a Matilda. No se fiaba.

- Tranquilo, no queremos hacerte daño. - Continuó Pirú dejando el báculo y el arco en el suelo y animando a Plumillas a hacer lo mismo, aunque este llevaba un rato más ocupado en su cola que en otra cosa-
- Los humanos siempre quieren hacerme daño - Contestó Smaugui-
- Hombre, reconoce que muy amable así de entrada, no eres - Le dijo Matilda-
- Quiero llevarme la plata que queda en el Guadiato -Propuso el culebre-
- Nooo. No es negociable, Smaugui -Le contestó el mago alzando las manos-

El animal se levantó y todos retrocedieron asustados.

- Es que se me ha dormido una pata - Dijo el Culebre lamiéndose su pata trasera derecha-
- Mi propuesta es esta -Habló Matilda- El tesoro que podemos ofrecerte es nuestra amistad y una habitación en Casa Encantada.

Cuando Plumillas oyó aquello se puso histérico.

- ¡No puedes ofrecer eso! ¿Estás loca?
- Me cae mal tu amigo -Contestó el Culebre-
-  ¿Podrías ser más amable? - La lagartija dirigió una mirada enfadada al ratón-
- Es peligroso, Matilda - Susurró Plumillas - No podemos llevarlo a casa y esperar que no se coma a nuestros amigos.
- Yo no como ratones, pero podría hacer una excepción.
- ¡Tranquilos los dos! ¡Nadie se va a comer a nadie! - Medió Pirú- Matilda no tendría que haber hecho ese ofrecimiento sin consultarnos, pero me fío de su instinto. Si ella piensa que puedes ser un nuevo habitante en Casa Encantada, yo estoy de acuerdo. 
- ¿Y que gano yo con todo eso? - Preguntó Smaugui-
- ¡Pero tiiiiiiiiiiiiiiiiio! ¡Amigos y una familia! ¿Tú sabes lo importante que es eso? ¿Te quieres pasar solo el resto de tu vida? 

El Culebre volvió a echarse.

- No... Yo quiero tener amigos, pero todos me tienen miedo.
- Bueno, pues empieza por no prender fuego a todo aquel que se te acerque-  Le propuso Pirú-

El mago le contó a Smaugui cómo era un día en Casa Encantada y a medida que el Culebre escuchaba, le gustaba más la idea de quedarse.

- ...Y luego está Bizcocho, que es un ratón muy goloso. Y sus amigos Benito Mondanueces y Blasito Comebellotas que no tienen precio como cocineros. La seño Yolanda te va a encantar porque es dulce y divertida, te enseñará muchas cosas y te llevará de excursión. Y bueno, don Leonardo, que es el bibliotecario y el ratón más sabio del lugar. - Explicó Pirú-
- Y tienes que ver nuestra emisora -Le dijo Matilda- Allí ponemos música y también hacemos programas muy interesantes. Tenemos además un periódico para el que salimos a hacer reportajes.
- Una vez vimos Ojáncanos - Dijo Plumillas-
- ¿En serio? ¡A mí me dan mucho miedo! -Contestó el Culebre-

La noche cayó sobre la mina y los amigos seguían contando las maravillas de Casa Encantada. Pirú había traído en la mochila unas cosas riquísimas que Smaugui calentó para poder comerlas. Mientras compartían cena y charla, las estrellas alumbraban como antorchas.

- He pensado que podría encargarme del fuego de la chimenea y cuando haga mucho frío, calentaré la casa de un solo soplido. - Propuso el Culebre entusiasmado- También puedo hacer las barbacoas.
- ¡Buena idea! - Exclamaron-
- Chicos, empieza a hacer frío y nos queda un camino largo hasta Casa Encantada -Dijo el mago- Es hora de volver, además, doña Sinforosa ha venido a visitarnos y ha hecho tocinillos de cielo ¡No os digo más!
- Nada de volver andando, yo os llevaré. ¡Vamos, subid a mi espalda! - Propuso Smaugui-
De vuelta en Casa Encantada, el Culebre se quedó sorprendido por la campana de luz azul transparente que cubría la casa.

- Es un hechizo - Informó Plumillas-
- ¿Podré aprender?
- ¡Claro! Pirú te enseñará - Contestó el ratón-
- ¿Me perdonas por haberte quemado la cola?
- Claro, está olvidado. En Casa Encantada existe el perdón sin memoria, si no..., no es perdón. Perdonar y olvidar. Además, mira: Pirú me ha puesto un vendaje estupendo y estaré curado muy pronto.

Smaugui sonrió y acarició la cabeza de Plumillas con una de sus garras. Al final se habían hecho amigos y había prometido llevarlo al norte para que pudiera ver seres mitológicos en su entorno.

En el interior, doña Sinforosa recibió al nuevo inquilino con besos y un abrazo tan grande que hizo que se le saltaran las lágrimas. Todos se quedaron asombrados cuando vieron que eran rojas como el fuego. Smaugui nunca había recibido tanto cariño y aquello lo tenía abrumado. Hizo muy buenas migas con Bizcocho, que se había comido cinco tocinillos y le contaba cómo hacer para burlar a Benito y Blasito y colarse en la despensa. El Culebre rio tanto que le dolió la tripa.

- Smaugui.... -Lo llamó Matilda-
- Dime, hermana.

Al oírlo, Matilda se emocionó. Siempre quiso tener un hermano mayor y ahora, al fin lo había encontrado. 

- Voy a poner música. ¿Vienes?
- ¡Claro! 

Los reptiles se perdieron por el pasillo y al rato comenzó a sonar música divertida para que todo el mundo pudiera bailar.

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- Y ahora, vamos a daros las buenas noches con un tema que ha elegido Smaugui. Que descanséis, amigos, y no olvidéis que mañana tendremos noticias y más música en nuestra radio encantada.

Smaugui estaba feliz, había comprendido que la plata, el oro y todas las piedras preciosas del mundo no eran nada comparado al recibimiento que le habían brindado los habitantes de aquella casa mágica. Que la fortuna se contaba más por Amor que por dinero y que había encontrado la fuente inagotable entre los muros de Casa Encantada. Ahora sí, tenía su tesoro antes de los cien.



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sábado, 12 de enero de 2019

Las puertas de Gelidalán. Frío en el Guadiato.

En Casa Encantada hacía un frío helador, nuestros amigos no se apartaban de la chimenea porque cualquier intento de salir a divertirse en los alrededores era temerario. En la emisora, Plumillas y Matilda ponían música para entibiar el día, pero ni la mejor canción calentaba los corazones de nuestros amigos.
Bizcocho estaba en la cocina con Blasito y Benito,  preparando magdalenas con chocolate que se iban a servir en un momento, justo cuando don Leonardo Peinacanas volviese de la biblioteca. A las cuatro, leería una historia de suspense en torno a las llamas y nada mejor que dulces y chocolate para acompañar la lectura.
El mago Pirú y la seño Yolanda estaban en el laboratorio, no les parecía normal que las temperaturas hubieran descendido de tal manera.



- ¿Has hablado con don Leonardo del tema? - Preguntó la seño recolocándose la bufanda-
- Sí, ambos estamos de acuerdo en una cosa: Las puertas del Peñón.
- ¿Cómo? ¿Es que el Peñón tiene puertas?
- Ya lo creo...Fueron cerradas hace doscientos años, pero algo o alguien ha debido abrirlas. Créeme, mi querida amiga, cosas muy raras están sucediendo en estos tiempos.

La seño se quedó pensativa. ¿Qué guardaban esas puertas? Nunca había oído a nadie hablar de ellas, pero si el mago decía que existían, no lo ponía en duda.
De repente, la música dejó de sonar, pero a través de los micrófonos se coló una discusión. Plumillas y la lagartija Matilda volvían a las andadas.

- No pienso ponerte esa canción - Sentenció Plumillas-
- ¿Y por qué no? Tú has puesto todos esos ruidos espantosos que te gustan y yo no he dicho nada.
- ¿Ruidos? Ni idea tienes.
- ¡Que la pongas!
- He dicho que no.

Matilda se acercó al ratón con un cd en la mano.


- Voy a poner a Sinatra, Matilda. 
- Claro, porque como sois de la misma edad... - Dijo la lagartija con sorna-
- ¡Qué graciosa!

Desde el laboratorio, la seño Yolanda y el mago Pirú escuchaban la discusión.

- Esa lagartija es el demonio ¡Mira que decirle al pobre ratón que es de la edad de Sinatra! - Comentó la seño-

Mago y seño se miraron y comenzaron a reír sin poder parar.

- Iré a hablar con ellos -Dijo Pirú-

En el salón, Blasito intentaba convencer a Bizcocho de que no se metiera en las tazas del té porque era de mala educación. Pero al ratón no parecía importarle y daba buena cuenta de su galleta delante de la chimenea.

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A eso de las cuatro, todos se reunían en la estancia principal de Casa Encantada para tratar el tema del frío. Don Leonardo y Pirú tenían algo que contar. El bibliotecario sirvió chocolate para todos y contó una historia que dejó con la boca abierta hasta a Matilda.

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- Bien, queridos amigos, como estáis notando, este año el frío en nuestra casa está siendo más intenso que en años anteriores. Pirú y yo hemos estudiado este fenómeno llegando a la conclusión de que no es natural. Ayer, estuvimos en el Peñón y tal y como sospechábamos desde el principio, las puertas de Gelidalán han sido abiertas de nuevo. No sabemos por qué o por quién, pero nuestro deber es cerrarlas o la primavera no llegará al Guadiato.

Los amigos que escuchaban atentos lo que el ratón contaba, soltaron un grito de asombro.

- Gelidalán....- Dijo la seño- Jamás he oído nada semejante.

- Era un gigante de nieve que vivió aquí hace muchos años. Disfrutaba soplando y soplando convirtiendo todo lo que veis en hielo, hasta que los habitantes, hartos de las fechorías de la criatura, decidieron tenderle una trampa y capturarlo. - Explicó Pirú-
- ¿Vivía en el Peñón? - Preguntó Plumillas-
- Exacto, era su casa. - Aclaró el mago- pero no tenía el aspecto que hoy conocemos. Él vivía bajo la roca, en las cuevas, lo que hoy vemos y llamamos "Peñon" solo es su barba.
- ¿Su barba? - Preguntó la seño emocionadísima con el relato-
- Sí, cuando los habitantes lo capturaron, construyeron grandes molinos de viento que hicieron girar y girar hasta que la nieve de la que estaba hecho se congeló convirtiéndose en un enorme trozo de hielo. Luego lo introdujeron en la cueva, pero estaba tan rígido y era tan grande que la barba acabó sobresaliendo. Con el tiempo, se fue cubriendo de polvo y volviéndose negrúzca, tomando el aspecto de una roca, pero nada más lejos de la realidad.  -Continuó contando el mago- Desde hace unos años, las piedras se andan dispersando, si os fijáis, ya no es una roca compacta, sino muchas que desde lejos parecen ser un gran Peñón.
-¿Y la puerta? - Preguntó la seño de nuevo-
- La puerta impide que el gigante salga en caso de que vuelva a la vida. Alguien la ha abierto, de eso estamos seguros -Aclaró don Leonardo-
- Y si el gigante, tal y como creemos don Leonardo y yo, está volviendo a la vida... La comarca corre un grave peligro, pues todo lo que ahora vemos verde y fértil se convertirá en una manta de hielo. No tendremos primavera, ni verano, solo un gélido y permanente invierno.

Los habitantes quedaron desolados al oír aquello, estaba claro que había que hacer algo y todos se prestaron voluntarios.

- Pirú ¿El gigante ha estado vivo todo este tiempo? - Preguntó Matilda-
- Congelado, aletargado..., pero vivo. Si alguien abre las puertas para que el sol derrita el hielo que lo cubre, puede volver a la vida. Curiosamente, el sol ahora puede ser su amigo, pero cuando resucite, irá a por él y no brillará más en estas tierras - Sentenció el mago-
- Pues vamos a cerrar esas puertas - Propuso la lagartija levantándose como un resorte-
- ¡Quieta ahí, jovencita! -La detuvo don Leonardo- ¡Esta empresa es muy peligrosa! Iremos Pirú, la seño Yolanda y yo, vosotros permaneceréis en la casa bien cerca del fuego.
- ¡Ni hablar! ¡Si hay aventuras, yo voy! - Exclamó Matilda-
- ¡Y yo! Alguien tiene que recoger la noticia... - Concluyó Plumillas-
- Eso. Y si va éste, tengo yo que ir porque él se pierde. Es muy torpe - Contestó Matilda señalando al ratón-
- Déjelos, don Leonardo, irá bien. - Medió la seño con tal de no volver a oírlos-

A la mañana siguiente y a primerísima hora, la comitiva ponía rumbo al Peñón que a lo lejos se recortaba gris y brumoso.
. Plumillas, ¿traes tu cuaderno? Es que tengo que estar en todo. - Comentó Matilda mientras ascendían por el camino congelado-
- ¡Matilda, Matilda! - El mago la llamó al orden-

Pararon a descansar en la primera peña, el frío era insoportable y temían que el reptil pudiera sufrir las consecuencias, pero la lagartija saltaba de rama en rama y de piedra en piedra.

- Es incombustible - Rio la seño Yolanda-

El mago se encaramó en lo alto del pedrusco y se dio cuenta de que las rocas se habían movido de nuevo, el camino serpenteaba entre jaras y nuevas piedras, se cortaba y un arroyo que antes no estaba les cerraba el paso. Imposible acceder por allí a las puertas de Gelidalán.

- ¿No puedes hacer algo? - Preguntó don Leonardo-
- Por supuesto, pero si utilizo mi magia podemos alertar al gigante. Algo me dice que ya ha despertado. Fijaos... Ha comenzado a nevar.

No acabó la frase y un gran temblor hizo que rodase por el suelo. Una enorme grieta se abrió  tragándose todo a su paso: piedras, animales, vegetales.... Plumillas sintió que la tierra se movía bajo sus pies y perdió el equilibrio. Solo la rapidez de Matilda hizo que no fuera engullido por el abismo que se había abierto.

- ¡Sujétate a mi cola! - Gritó la lagartija-

Rápidamente, Pirú corrió hacia donde estaban sus amigos, pero otra grieta separó al mago de su objetivo.

- ¡Aguantad, chicos!

Giró el báculo y un brillante haz de luz rodeó a lagartija y ratón, luego, tirando de él, el mago pudo ponerlos a salvo.
Alrededor todo era nieve y barro, el Peñón tal y como lo conocían había desaparecido. Rocas dispersas, grandes surcos en la tierra y algunas jaras parduscas daban al lugar un aspecto tenebroso. La tierra tembló de nuevo y todos cayeron al suelo.

- ¿Dónde está la seño Yolanda? - Preguntó Pirú-
- Estaba a mi lado hace un momento - Contestó don Leonardo-

No había ni rastro de la simpática maestra y empezaron a temer lo peor.

- ¡Fijaos en eso.!- Exclamó Plumillas con la cara pálida, apuntando con uno de sus dedos hacia el norte-


Gelidalán había despertado, por si no tuvieran pocos problemas, un grupo de curiosos se había concentrado alrededor del gigante atraídos por un espectáculo que ni el más viejo del lugar recordaba.

- ¡Insustanciales! ¡No saben el peligro que corren cerca de esa criatura!. - Gritó el mago-

En ese instante, Gelidalán cogió un enorme trozo de hielo y lo lanzó contra los humanos que se congregaban en torno a él. Pirú estuvo atento  y con un hechizo paralizó a la criatura. Las personas, asombradas, huyeron como alma que lleva el diablo.

- Estos humanos... ¡No pueden ser más cotillas! - Exclamó con disgusto don Leonardo-
- Tenemos que darnos prisa, el hechizo no durará mucho - Ordenó Pirú-

Decidieron registrar las grietas para dar con la seño Yolanda, pero Plumillas se dio cuenta de que Matilda caminaba con dificultad.

- ¿Qué te ocurre?
- Nada, Plumillas, es solo un poco de frío. Tranquilo, no dejaré que te pierdas.

Pero ni las bromas conseguían apartar del ratón la preocupación por su traviesa amiga. Su color verde brillante se había vuelto grisáceo y los ojos ya no le brillaban. Plumillas se quitó su gorra y su bufanda y se la puso a la lagartija.

- Tengo mucho sueño - Dijo Matilda-
- No puedes dormirte, tienes que seguir caminando.

Pirú se percató de que algo no iba bien y al ver a Matilda pálida y sin fuerzas, no dudó en arrancar un trozo de su túnica de lana, envolver al reptil y guardarlo en un bolsillo para que entrara en calor.

- Tranquilo, amigo. Bicho malo.... - Dijo el mago devolviendo la gorra y la bufanda al ratón- Te harán falta.

Llegaron a la enésima grieta y ni rastro de la seño. Comenzaban a estar muy preocupados y la noche, implacable, se extendía sobre sus cabezas. El frío era insoportable.

- No podemos continuar - Dijo Pirú apesadumbrado- Moriréis si la noche nos cerca en este lugar.

No terminó la frase y un nuevo temblor hizo que todos rodaran por el suelo. Esta vez era el gigante que a grandes zancadas avanzaba hacia el pueblo.

- ¡Hay que detenerlo! -Gritó el mago-

Mientras, a muchos metros de profundidad, la seño Yolanda avanzaba por una galería iluminada. En su caída, había sido vista por una familia de topos que rápido acudió en su ayuda. Ahora, la acompañaban a la salida.

- ¿Estás segura de que quieres salir?
- Sí, doña Melita, mis amigos deben estar muy preocupados - Contestó la seño Yolanda-
- Está bien, pero debes saber que corres mucho peligro. Si te quedas con nosotros podrás salvarte, avanzando por los túneles dejaremos atrás estas tierras y al malvado gigante.
- Y se lo agradezco, pero no puedo abandonar ahora. Muchas gracias por su ayuda, no se retrasen y busquen un lugar más agradable en el que vivir.
- Muchas gracias, pequeña - Contestó don Braulio, el marido de doña Melita- Espero que volvamos a vernos. Mucha suerte. - Se despidió mientras se perdía junto a su familia por los intrincados túneles-

Yolanda salió a la superficie justo a tiempo, pero un viento helador congeló su sonrisa.

- ¡Pirú, estoy aquí! - Alzó la mochila y la agitó en el aire para que el mago pudiera verla.

Una vez reunidos trazaron un plan, el gigante debía volver al interior del Peñón antes de que toda la comarca se convirtiera en un lugar inhabitable, y para eso, tenían que conseguir grandes molinos que generaran viento suficiente como para congelar a la criatura.

- Eso no nos va a funcionar en esta época - Se lamentó don Leonardo- Ya no quedan molinos y el viento que pueda producir la magia de Pirú, no será suficiente.
- Pero sí efectivo - Sonrió la seño-
- ¿Qué has pensado? -Preguntó el mago-
- ¿Qué tal si traemos helicópteros?
- Bueno, no es nada raro que una ratona vaya a hablar con los humanos y pida que le manden unos cuantitos de helicópteros para cargarse a un gigante de nieve. Muy creíble todo, sí señor. - Se escuchó alto y claro a Matilda desde el interior del bolsillo de Pirú-
- Tiene razón, aunque me cueste reconocerlo - Añadió Plumillas-

El grupo se dejaba vencer por el desánimo, la noche avanzaba y el gigante había comenzado a soplar. Matilda volvía a sentirse mal y los ratones se congelaban. El mago decidió entrarlos a todos en su zurrón y esperar a que amaneciera. Había que volver a casa, no quedaba otra solución.

Al calor de la chimenea, las cosas se veían más claras. Plumillas sacó su cuaderno donde había dibujado un mapa de la zona.

Imagen extraída de Pinterest. 
needlefeltedart.blogspot.com
 
- La puerta debe quedar por aquí - señaló Pirú-
- ¿Esa no es la zona de la cruz? - Preguntó el ratón-
- No, es esta otra - Señaló el mago en el mapa-
- No sé cómo haremos para volver a meter ahí debajo a ese gigante de nieve - Habló don Leonardo muy apesadumbrado-
- Escuchad -Apuntó la seño- Creo que la única solución es hacer que caiga en el pantano, de ese modo la nieve se derretirá-
- El pantano está congelado - Contestó Matilda-
- Sí pero no puede estarlo todo, si hacemos que el gigante vaya hasta allí y pise el agua congelada, esta cederá por el peso y acabará dentro.
- No sé... No lo veo claro. -Dijo don Leonardo-
- Por intentarlo no perdemos nada -Contestó el mago-
- ¡Yo me apunto! - Exclamó Matilda-
- ¡De eso nada! ¡Tú te quedas aquí como Pirú que me llamo! ¡Un reptil no soporta las temperaturas a las que estaremos expuestos y no quiero una carga que suponga poner en peligro la operación!

Matilda bajó la cabeza triste. Quería ayudar, pero si la apartaban, tendría que tomar una decisión y desde luego no era quedarse sentada en la chimenea comiendo galletas con Bizcocho.

El sábado amaneció nevando, si es que se puede llamar "amanecer" a aquella luz grisácea sin sol ni claridad alguna. El mago, seguido de sus amigos, se disponía a poner en marcha el plan de la seño Yolanda. Al salir de la casa, vieron algo que saltaba sobre la nieve.
- ¡Matilda! - Exclamaron.

La lagartija se había metido dentro de una manopla, por nada del mundo se perdería aquella aventura.
- ¡Mira que eres cabezota! -Dijo el mago- Te llevaré en mi bolsillo, pero no saldrás de él a menos que yo te lo pida. ¿Entendido?
- ¡Entendido! Venga, Plumillas, no te despistes que luego te pierdes.

El ratón meneó la cabeza en señal de hartazgo.

Llegaron a los alrededores del Peñón, ni rastro del gigante. Pirú preguntó a un grupo de hombres que se afanaban para evitar que La Poza se helase, y es que las tuberías habían dejado de conducir agua hasta las casas.

- Hemos visto a esa criatura en dirección al río, mucho tememos que es el culpable de que no tengamos agua - Dijo un anciano de barba rala y ojos afilados-
- Entiendo. No se preocupen, pronto volveremos a la normalidad.
- Dios le oiga.- Contestó el mayor-

Antes de poner rumbo al río, el mago hizo saltar una chispa de la tierra y el agua comenzó a brotar en La Poza. Los hombres nunca supieron que aquel extraño ser de túnica larga era un verdadero mago.

- ¡Allí! -Apuntó la seño Yolanda- ¡Está cerca del agua!
- Vaya, nos lo va a poner más fácil de lo que pensábamos. - Aseguró don Leonardo-

El gigante estaba soplando y soplando. Las encinas, los pájaros, el agua... Todo caía congelado a su paso, levantando la indignación de los que presenciaban tal maldad.

- ¡Será desgraciao el Gelidalán! - Gritó Matilda.
- Deja que siga bajando la temperatura, él es de nieve, si comienza a soplar viento lo tendrá difícil - Dijo la seño-
- No creas, es inteligente y sabe manejar las temperaturas para que no le perjudiquen -Aclaró el mago-
- Vamos, que es un perfecto hijo de pu...
- ¡Matildaaaaaaaaaaa! -Gritó la seño- ¡Si dices una picardía más no pisarás la emisora de radio en un año!
- Uy qué penita me da... -Murmuró Plumillas-
- ¿Queréis centraros? - Don Leonardo, molesto por la deriva que tomaban las cosas decidió hacerse con el mando- ¡Vamos a por ese gigante!

Gelidalán se había puesto en cuclillas, estaba soplando sobre las aguas y congelando todo hasta la otra orilla. En ese momento, Pirú generó una nube de burbujas cargadas de agua, su idea era dejarlas caer sobre el gigante y después generar un viento fuerte que lo helara. Sin embargo, las burbujas quedaron congeladas antes de que llegaran a la criatura y rodaron  por la tierra cristalizada.
- ¡Se acabó! - Gritó Matilda saltando del bolsillo del mago y corriendo como loca hasta el pantano. Llevaba sus flechas y su carcaj.-
- ¡Pero criatura! - La llamó don Leonardo-

Dejadla, es lista y sabe lo que hace. Coged vuestros arcos y seguidla. ¡Vamos a por él! -Exclamó Pirú corriendo hacia la lagartija-

Matilda se deslizó por el río helado hasta caer bajo el gigante y comenzó a disparar sus flechas. La criatura se revolvía al sentir los pinchazos y manoteaba arrancando a cada sacudida los árboles congelados que quedaban a cada lado. La seño Yolanda y don Leonardo imitaron a su amiga, hasta que Gelidalán perdió el equilibrio y se derrumbó sobre el pantano congelado. En ese momento, Pirú generó una lengua de fuego que abrió el hielo e hizo que el gigante cayera por la grieta.

- ¡Salid de ahí! - Gritó el mago a sus amigos-

Una vez que todos estuvieron fuera de peligro, Pirú cerró el hielo dejando atrapado a Gelidalán en el interior del pantano.

- ¿Y ahora cómo haremos para llevarlo de nuevo a su gruta? - Preguntó la seño-
- Bueno, no hay nada que se le resista a un mago. Entrad en mi bolsillo, rápido.

El mago sacó una pequeña bola de luz de su zurrón que nada más sentirse libre se quedó suspendida en el aire. Con unas extrañas palabras la llevó hasta donde el gigante permanecía atrapado y una vez encima, su color y su forma cambió. Se convirtió en una luz rojiza que descendió y extrajo un bloque perfecto donde el ser de hielo permanecía atrapado. Después, el bloque desapareció a la vista de todos y un temblor de tierra les hizo girar la vista hacia el lugar donde el Peñón se había elevado siempre. Las rocas comenzaron a moverse mientras la tierra temblaba bajo sus pies y el ruido ensordecedor hacía que se cubrieran los oídos con las manos. Vieron como aquella luz naranja y potente entraba en la tierra y de ella emergía la barba del gigante.
Salió el sol, Plumillas sacudía la cabeza aturdido, no oía nada. Poco a poco la luz asomaba y la temperatura subía. Una vez más, lo habían conseguido.

- Pirú, ¿el gigante está muerto? - Preguntó la seño-
- No. solo está congelado y ahora, tenemos que darnos prisa para volver a cerrar las puertas antes de que pueda despertar.
- Vamos allá. ¡Operación Walt Disney! -Gritó Matilda-

Llegados al Peñón, sellaron de nuevo las puertas de Gelidalán no solo con llave, también con un hechizo. La próxima vez, aquel malvado no lo tendría tan fácil.

- ¿Quién abriría la puerta? - Preguntó Plumillas-
- Ni idea, pero lo averiguaremos - Contestó el mago invitando a sus amigos a volver a su bolsillo para regresar a Casa.

La nieve no se había derretido, pero la temperatura era maravillosa. El Peñón volvía a ser como lo recordaban y el frío poco a poco, remitía. Eso sí..., era invierno y como tal, la chimenea y los abrigos no podían faltar.


Ya en Casa Encantada, la música volvía a inundar sus rincones, el fuego a crepitar en la chimenea, el chocolate a bañar las tazas y Matilda a bailar meneando su colita de un lado a otro como una posesa al ritmo de "Despacito". La seño Yolanda, había vuelto a cultivar sus preciosas flores en el invernadero y no se resistía a poner algunas en el salón, mientras don Leonardo contaba a los más pequeños, cómo habían vencido al gigante de nieve que quiso destruir el Guadiato.
Imagen extraída de Pinterest, propiedad de  Kristine Veldon

Y esta es la verdadera historia de las rocas del Peñón, ahora que lo sabéis, tened cuidado al pisar su barba y si sentís frío, id y contadle a todos lo peligroso que puede llegar a ser despertar a Gelidalán.


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martes, 20 de noviembre de 2018

BELLEZA

Dicen que la belleza es perezosa, pero quien no la ve en la palabra no puede valorar el prodigio. Y el susurro que vive en la mañana, exacto al canto secreto de los dioses, es maravilla que resucita la existencia. Es belleza, mas no perezosa. 

El abrazo que salva del abandono pone calma a la vida y entre los huesos del silencio recompone figura nueva. El viento que resiste a los gritos, el cielo al que se aferran los vivos, el fruto que se arranca a la tierra. No es tan solo hermosura, es perfección. 

El corazón que sale de los escombros busca bondad, caminos lo llevan a ningún sitio y cuando al fin aterriza en el suelo, solo le queda tiempo y tierra. Hay quien dirá que no es bello, como si el tiempo no fuera éxito contra el desaliento, como si todos los fracasos no quedaran muertos. Qué sabrán ellos de lo que salva la lindeza. 

Yo comprendo estas cosas aunque a veces las olvide por minutos y los días distintos a este se llenen de fatiga densa y derrota. Es como besar llorando, la boca escucha palabra por palabra y luego calla. Y cuando el estrépito de la carcajada pinta un aro iris sobre el vacío, entonces, belleza gana. 

Definitivamente, el mal que arde a tiempo da lugar al sueño, a la exquisitez, al amor sin gusanos, al fin de todo lo que duele…. Pero es sabido que si descubres todo esto, ya no podrás vivir como si nada. A mí, desde luego me basta.



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