martes, 27 de octubre de 2020

PAISAJES.

 El cielo vestido de purísima y las ramas ya doradas anuncian que ha llegado el otoño. Luz que dejará de ser verdad para ser duelo, para disfrazarse de tiempo aletargado y lluvia en las almenas.
Sin embargo, hoy el día se derrama en cantos de pájaros que incendian el aire. La tregua hasta la oscuridad es apacible y permite vestir las cercas de cabelleras de yedras, latiendo en las piedras mientras el sol no sea devorado por la jauría de nubes que se vislumbra en el horizonte.
Paisajes de España vividos por siglos, despiadados con el hombre que se rompe la espalda tras el arado, gentiles con los ojos que buscan libertad. Esta tierra de reyes y colores extremos huele a pueblos deshabitados y amaneceres perdidos en la memoria, huidos de una muerte que la Historia llora.
Vamos a sentarnos, admiremos la tarde serena y la hierba tierna que tiembla sobre el suelo. Sentémonos, inocentes a esperar los versos que traerá el invierno.

Fotografía de mi querido amigo Manolo Rubio.

sábado, 24 de octubre de 2020

CELAJES.

La niebla confunde al día en la tierra vallisoletana, lo efímero del verano lo convierte en poesía abandonada en el tiempo. 
A la orilla del camino, los ángeles hacen confidencias al rocío que cae fácil, como redescubriendo una tierra que un día fue buena para el trigo. 
La soledad vive aquí, instalada entre la bruma y las horas, enredada a las ramas del árbol sin nombre. Los ángeles ríen, pasan inadvertidos al transeúnte que jamás se detiene. Él también está solo, en medio de este paraje desabrigado donde gota a gota, la niebla teje su red de cenizas. El corazón aletargado, el paso acelerado y la oscuridad del invierno, todo dibuja una tarde llena de soledad, donde los sueños se desvanecen desteñidos por la neblina. 

Los ángeles abren sus alas y ascienden a los altares de nubes. Se posan sobre el árbol solo, habitado de humedades y arrastrado inevitablemente al letargo.  Huele a invierno y las navajas de hielo volverán a hundirse en los campos, donde la soledad hierve en las lomas y la sombra apaga la memoria de agosto. 

Desmemoriado el sol, los cuerpos se preparan para las viejas heridas, esas que oxidan el alma en el eterno silencio. Solo queda ya la esperanza que los ángeles dejan a los pobres entre los glaciares del cielo. Rezad, ha llegado el invierno.

Fotografía de mi amigo Manolo  Rubio en tierras vallisoletanas.

viernes, 2 de octubre de 2020

TRUENO.

La tierra pone su aliento en el aire, huelo la vibrante fragancia que me recuerda la niñez. Vestiduras negras en el cielo, serpientes de luz. Trueno. La tormenta distribuye la sombra a lo largo y ancho del firmamento y el día retrocede. Se ha apagado, como si hubieran disparado a la bombilla del cielo y de repente, todo se volviera oscuro. Las nubes gritan y un fogonazo ilumina el pasto marchito del verano. He aquí el testimonio del tiempo, apenas un bocado en la vida del Hombre, pero una eternidad en estas tierras castigadas por el olvido.
Cierro los ojos, el viento tibio me envuelve con sus alas. Truena. De repente, lluvia. Armonía perfecta en esta ceremonia otoñal vista tantas veces con ojos siempre vírgenes. Cae el agua sobre el espíritu que en la quietud del campo tiembla emocionado. Y es entonces cuando soy siempre yo y en la tarde ciega de septiembre, vuelvo a la poesía, a galopar sobre las letras del jardín sagrado de la imaginación.

lunes, 14 de septiembre de 2020

PERSEIDAS.

El cielo se ha cubierto de un negro feroz, muchedumbre de estrellas que se suicida a cada poco en una noche lenta, llena de nombres y ropas extraviadas bajo la catedral oscura. Hay silencio, es hermoso y repetitivo, corre por entre las encinas como si flotara contemplando la noche agosteña. Al borde de la sierra alguien tiene besos en los bolsillos, besos que desenvuelve y vuelan a la piel de quien espera; no es nada prodigioso, saben el camino. 

Es verano, el calor cuelga de un cielo que entre los árboles tupidos deja ver sus diamantes. Si no hubiera nadie, ¿quién diría que esto existe? Cualquier corazón puede dormir aquí, pero no estará solo, la luz que choca contra el suelo pone brillo a la piel, como si la luna invisible devorara la soledad con sus brazos de plata. No, no se puede estar solo en un lugar donde la belleza es gratuita y se pavonea sin pudor. 

La oscuridad teje oraciones en este rincón profundo, palabras cortas que ponen sortijas al alma mientras crecen los aromas del amor y en lo alto, Nut despliega su manto para acoger el sueño como ayer, como hoy, como eterno.

sábado, 25 de julio de 2020

CHARCA DEL TEJERO

Comer a versos, "conbesar" a medias apenas nace el sol y levemente el aire trae frescura a la mañana. Amar en el campo, amar al campo. Me levanto y el cielo ríe, pone entre mis brazos el pasto húmedo que dejó la noche estrellada, poemas a medias que acaban en recuerdos de tiempos ya caducos.
No hay agua en el arroyo, pero sí en la charca que eternamente se rompe bajo el sol, aunque no lo suficiente como para desalojar a sus criaturas. Hay patos, garzas y otros animales que se suman a la vida, a mi vida. Suavemente la mañana inunda de matices mis ojos, llenos de felicidad, trenzados a la certeza de que este lugar, es mi lugar.  Contemplo el paisaje, abismos dorados salpicados de historias campesinas, de voces cálidas a la caída de la tarde. Es papá, vuelve cantando por los olivos, como si fuera un sueño, negro, bello como sus ojos.  Y se viene conmigo, a decirle a mi alma que el tiempo corre incansable y los sueños, de aquí para allá, vuelan si se abre la boca. Está cantando, otra vez, como antes, como siempre en este sitio de alegría, pero el corazón tristísimo de recuerdos, llora su vacío.
Armonía en el campo, versos, besos, trinos y papá, que mira pasar las vidas desde su estrella, la que pone rocíos y seda a las cosechas. Él siempre aquí, siempre eterno, siempre vivo. 

La foto de la Charca de los patos es de mi amigo Julián Moyano.

viernes, 24 de julio de 2020

NOCHE ANDALUZA

No hay nada más seductor que una noche de verano, conversaciones separadas por el aire que ocupan los cuerpos inquietos. Y mientras el mundo duerme, los mares del sur gobiernan triunfantes, esculpiendo sus olas que lanzan contra la arena. Palabras al agua mientras las estrellas iluminan con sus llamaradas la noche andaluza. 
El alivio resucita en esta tierra cuando baila el abanico y el amor se pone a cubierto de las hogueras del cielo. Solo así el cariño va de boca en boca como un canto de alegría convertido en viento, sonámbulo entre los enamorados.
Noches del sur, noches al sur que te enlazan con su fuego y te piden el tributo del insomnio. Delirios desde mi cama,  a orillas del sueño.

jueves, 23 de julio de 2020

TORMENTA DE VERANO.

Sobre los árboles el cielo se arrastra enlutado, abre la cremallera que deja pasar la lluvia y los besos suspendidos en el aire. Caen aquí y allá, en los ojos, en el cuello, en la vida..., sin parar un instante. Instalados bajo el tejado de nubes, los amantes se escurren entre te quieros que guardaban en la maleta de meses. Abierta ahora, ella trae manzanas en la cara, él la tierra que tiembla a cada sonrisa. 
El blanco y negro pone frescor al verano, la sierra desprende olores que envuelven abrazos al mediodía, cuando los estómagos se ocupan de mariposas. Se respira, la tierra oxidada se sonroja ante la ternura y entonces los corazones pedalean hasta la cima del amor. Ya llegan, dice Dios que ha visto todo desde su balcón, que ha regalado este firmamento para sus criaturas que como pequeñas luces brillan en el campo.
Nubes entrelazadas, miradas que flotan en el silencio de un día de tormenta. Es verano y una catarata de caricias despierta de nuevo al sol, cuando las almas han sido cerradas por dentro para que la pena no se instale en las esquinas. 
Es verano, tambores en lo alto, tambores en el pecho que crecen cada vez que se aprietan las manos. Quietud inmancillable y en los labios, felicidad aleteando al son de su universo. Silencio, truena.