domingo, 28 de noviembre de 2021

PREPARANDO LA NAVIDAD con intrusos en el jardín.

Como cada año por estas fechas, los habitantes de Casa Encantada se reunían para decidir los adornos navideños. No había días más esperados en el calendario porque significaba, no solo participar en la decoración, sino ratos divertidísimos y meriendas aún mejores tras finalizar las tareas.
Blasito y don Leonardo decidieron ir a avisar al mago Pirú que estaba enfrascado en un hechizo que no acababa de salirle, al llegar a la puerta de su lugar de trabajo, una luz brillante emanaba de ella. Solía ocurrir siempre que el mago trabajaba en sus cosas. 
Últimamente le había dado por crear luces muy brillantes que se sostuvieran en el aire, quería darles una sorpresa a sus amigos por Navidad, pero algo fallaba. Tras tender la red mágica y brillante, aguantaba unos segundos y se desvanecía. Algo fallaba, pero no sabía qué. En eso estaba cuando tocaron a la puerta.

- ¡Pirú! Vamos, deja lo que sea que traigas entre manos. ¡Ha llegado la hora de adornar Casa Encantada! - Dijo Blasito, el ratón cocinero que había preparado junto a Benito, la mejor merienda que se recordara en años- 
- ¡Un segundo, por favor! -Pirú hizo desaparecer las luces que había creado y salió para encontrarse con sus amigos- Bueno, pues vamos  junto a los demás y veremos qué se les ocurre para esta Navidad.

Se dirigieron al salón donde se reunían los habitantes de la casa. Habían empezado una discusión de si era conveniente o no poner luces en el exterior. Smaugui era partidario de adornar tanto exterior como interior, de ese modo podría ver Casa Encantada iluminada desde su cueva. En cambio, Teresa Recetillas pensaba que era mejor limitarse a los adornos interiores. Envueltos en su particular discusión, no vieron entrar al mago.

- Bueno, bueno, veo que habéis empezado sin mí.
- ¡Pirú! -Exclamó Bizcocho que lejos de opinar, estaba dando buena cuenta de un bocadillo de chocolate- Yo opino que hay que traer más chocolate.

El comentario del ratón goloso hizo reír a todos. ¡Solo pensaba en dulces! Pero había un trabajo que hacer y rápido se reunieron en torno al agradable fuego que desprendía la chimenea.

De repente, una música entrañable recorrió el salón de esquina a esquina. La Navidad había llegado a Casa Encantada, no sin la habitual discusión entre Plumillas y Matilda, que no se ponían de acuerdo en los villancicos. 

- ¡Bien! -Exclamó la seño Yolanda- Ahora sí podemos ponernos manos a la obra. ¿Quién me acompaña a la buhardilla a por las cajas?
- ¡Oh, permíteme! ¿Para qué queréis un mago en esta casa? - Dijo Pirú divertido-

El mago giró su báculo, dijo unas palabras mágicas y las cajas comenzaron a llegar una a una. Los habitantes de Casa Encantada aplaudieron mientras ordenadamente se iban colocando unas junto a otras en la alfombra.

- Bien, veamos qué tenemos - Dijo el mago-
- ¡Un momentoooo! - Matilda acababa de llegar a toda prisa seguida de Plumillas- Ahora ya estamos todos.

Las cajas se fueron abriendo una a una y la revoltosa lagartija, cada vez que se descubría alguna con espumillón, se metía dentro porque las cintas le hacían cosquillas y además le dejaban una pátina de brillo muy divertida sobre su bonita piel verde. Hasta que...

- ¡Socorro! ¡Plumillas! ¡Pirú! 

Se había liado en un espumillón y no podía salir, todos sus esfuerzos solo servían para enredarse más y hundirse en el fondo de la caja.

- ¡Matilda! ¿Dónde estás? - Preguntó Plumillas elevando la voz-

Había muchas cajas, una a una fueron vaciando su contenido hasta que en una apareció la lagartija totalmente cubierta de brillantina roja, blanca, azul.... Y enredada en un espumillón gordísimo que hacía que apenas se le viera.

- ¡Pero!... ¿Se puede saber porqué te metes ahí? - Preguntó Pirú - ¡Todos los años la misma historia! ¡Pero qué animal más tonto!

La lagartija fue liberada por sus amigos y continuaron con su misión que no era otra que descubrir todos los adornos y decidir qué poner.

- Chicos ¿Qué os parece si pongo esto en la chimenea? - Propuso Teresa- 
- ¡Oh! Precioso - Apuntó Yolanda-


- Qué maravilla, Teresa, te ha quedado muy bonito - Le dijo don Leonardo-

La tarde transcurría tranquila, fuera hacía frío pero Smaugui se encargaba de mantener la casa calentita con sus llamaradas. Él se encargaba también de colgar los adornos del exterior de la casa y de los árboles. La verdad es que le estaba quedando de maravilla.

Bizcocho estaba colgando unos adornos en el árbol cuando advirtió algo o alguien correteando por el jardín. Se frotó los ojos, pensaba que veía alucinaciones, pero no... ¿Cómo era posible que el culebre no lo hubiera visto? ¿Y la campana de protección de la casa? ¿Había fallado? Estaba absorto en sus pensamientos cuando una mano se posó sobre su hombro y dio un respingo.

- Lo siento, no quería asustarte - Le dijo Plumillas-
- ¿Has visto eso? - Le espetó el ratón señalando con su dedo a la ventana-
- No... ¿Qué has visto?
. No lo sé, algo se estaba moviendo en el jardín y no era Smaugui.
- ¿Estás seguro? Nadie puede traspasar la campana de seguridad de Pirú. Si has visto algo es que la campana ha fallado. No digas nada y vamos al exterior. ¡Pero suelta la galleta por el amor de Dios!

Los ratones se dirigieron afuera con la excusa de recoger algunas hierbas y ramas de eucalipto, de paso echaron un vistazo para ver qué ocurría.

- ¿Dónde lo has visto exactamente? - Preguntó Plumillas-
- En el camino.

Estaba oscureciendo, las sombras de los árboles se proyectaban sobre la hierba y formaban figuras fantasmagóricas. A eso se unía el silencio que sumía al bosque en las noches próximas al invierno.

- Se ve un resplandor al fondo y si no me equivoco viene de la cueva de Smaugui, es raro que no esté aquí, ha dejado la decoración de los árboles a medias. - Advirtió Plumillas- Vamos a ver qué pasa.

En ese momento, alguien se unía a los exploradores.

- ¡De aquí no se va nadie sin mí!

Matilda aparecía con su arco dispuesta a lo que fuera para descubrir lo que sea que estuvieran buscando.

- ¿Me contáis qué pasa? - Preguntó la lagartija-
- No lo sabemos -Contestó Bizcocho- He visto algo o alguien corriendo por el jardín y queremos saber. A eso hay que añadir que Smaugui está lanzando llamaradas como un loco en lugar de estar adornando la casa por fuera.

Matilda palideció al escuchar aquello, si un intruso había podido entrar en la Casa desconociendo las palabras mágicas, es que la seguridad creada por el mago estaba fallando. ¿Estarían en peligro?  Los tres amigos se encaminaron hasta la cueva del culebre que se empleaba a fondo lanzando fuego en todas direcciones.


- ¡Smaugui! ¡Para, para! ¡Somos nosotros! - Gritó Plumillas-

El culebre paró de escupir fuego y se irguió sobre sus patas traseras. De su nariz salía un humo denso que olía a azufre.

- ¡Hermano! Tienes que lavarte bien los dientes. ¡Puf qué peste! - Exclamó Matilda sacudiendo su mano de derecha a izquierda-
- ¡Hola chicos! ¡Hay un intruso en la casa! Lo he visto y he empezado a lanzarle fuego, pero no sé dónde se ha metido. Corrió en esta dirección - Dijo señalando al este de la cueva que le servía de casa-
- Yo he visto algo también, por eso hemos venido -Contestó Bizcocho-
- Es un hombre - Se apresuró a hablar de nuevo Smaugui- Viste con ropas de colores llamativas y con ese atuendo de verdad que no puede haber ido muy lejos.
- Un momento... - Levantó las manos Plumillas para tomar la palabra - ¿Le has lanzado fuego sin preguntar si quiera quien es o qué hacía aquí? Smaugui.... ¿Y si es un mago amigo de Pirú?

El culebre enmudeció, de repente cayó en la cuenta de que se había dejado llevar por su celo de proteger a sus amigos y ni siquiera se había tomado la molestia de averiguar qué hacía allí ese hombre.

- Oh...,vaya. -Balbuceó retrocediendo unos pasos- Tienes razón, no he preguntado.
- Volvamos a casa, es tarde ya. Mañana seguiremos con la búsqueda. Esperemos que no le haya pasado nada. - Propuso Plumillas-

Preocupados, volvieron a la Casa, no sin antes recoger unas ramas de eucalipto para adornar las mesas y así disimular su ausencia.
Al día siguiente, nada más desayunar se pusieron a adornar puertas y pasillos. Pirú se dio cuenta de que Bizcocho, Pirú y Matilda traían algo entre manos porque hablaban bajito y gesticulaban constantemente, pero por una vez quería estar tranquilo. Si había problemas, tarde o temprano se enteraría. Es lo que tenía aquella casa que las alegrías y los problemas eran cosa de todos.

- Creo que deberíamos echar un vistazo fuera mientras los demás están entretenidos con los adornos - Propuso Bizcocho-
- Yo traigo mi arco, no se sabe qué podemos encontrar - Dijo Matilda-
- Muy bien, he avisado a Smaugui para que nos espere en su casa. En marcha. Dijo Plumillas- ¡Pero deja las galletas, Bizcocho!


Smaugui los recibió nervioso, había visto de nuevo al hombre merodeando por los alrededores. Esta vez intentó acercarse amistosamente pero este nada más verlo salió como alma que lleva el Diablo. Lógico después del recibimiento del día anterior.

- ¿Crees que puede ser peligroso? - Preguntó Matilda-
- No lo sé. Yo lo vi asomándose por una de las ventanas del salón ayer por la tarde. Salió corriendo y todo lo demás ya lo sabéis - Dijo Smaugui-

Los cuatro amigos recorrieron los alrededores, pero ni rastro del extraño que los había  llevado hasta allí. Regresaron a la casa donde Pirú los esperaba. 

- ¿Me vais a contar qué está pasando? 

Pirú sabía que tenia que ser grave si los tres amigos iban con arco y además Smaugui olía a azufre. Implicaba que había utilizado su fuego recientemente y quería saber porqué. Le explicaron lo que vieron el día anterior y el mago puso el grito en el cielo.

- ¿Me estáis diciendo que un intruso se ha saltado la seguridad de Casa Encantada y anda merodeando por los alrededores? -¡Insensatos! ¡Debíais haberme avisado! 
- Tranquilo Pirú, estamos vigilando por si aparece de nuevo - Habló Matilda-

El mago los llamó aparte y les exigió que le contaran todo desde el principio. Luego revisó la campana de seguridad. Nada, todo estaba en orden. Se tomaban junto a la chimenea un menta poleo para relajarse cuando de repente algo se vio por la ventana.



Se miraron asombrados. ¡Elfos! ¡Eran elfos! En ese momento vieron a Smaugui cruzar como una exhalación. ¡Se mascaba la tragedia! 

- ¡Smauguiiiii, noooo! - Gritó Pirú saliendo al jardín apresuradamente-

El culebre al oír la voz del mago se paró en seco. Estaba confundido así que esperó a que sus amigos se acercasen.

- ¡Son elfos, Smaugui! ¡No puedes chamuscar elfos! - Gritó Plumillas!-
- No sé qué son esos enanos extravagantes - Dijo el culebre con cara de enfado y señalando por donde los personajes se habían perdido corriendo-

Matilda abrió los ojos tanto que se le saldrían si no parpadeaba en dos segundos.

- Hermano.... Tienes un lío morrocotudo con la historia de la Navidad. A ver: ¿Sabes quién es Santa Claus? Papá Noel para los coleguitas. El tío de la Coca-Cola, vamos.

El culebre asintió con la cabeza.

- ¡Pues son sus ayudantes! ¡Gaznápiro! - Exclamó Matilda enfadadísima-


- Bueno, vamos a calmarnos - El mago levantó las manos en señal de paz- Ahora tenemos que saber dónde están y pedirles disculpas. Luego saber qué necesitan, no es casual que estén aquí.
- ¡Estos no son los que vi el otro día! ¡Hay otro! ¡Un hombre! Ya os lo dije. Pero hoy..., pues hoy han aparecido esos.... - Dijo Smaugui enfadado y confundido-
- Tiene razón el culebre. No es lo que vimos ayer. - Salió Bizcocho en su ayuda-
- Pues entonces estamos como al principio - Se lamentó el mago- Plumillas, tú y Matilda id a buscar a los elfos e invitadlos a casa. Deben estar asustados. Bizcocho y Smaugui, seguidme, voy a consultar la bola de cristal para saber qué está pasando.

Se quedaron mudos. Pirú no solía consultar la bola, era peligroso, pero esta vez lo consideraba necesario. No sabían quién podía estar ahí fuera ni qué intenciones tenía. El extraño artefacto estaba en su laboratorio, pero el mago no lo quiso utilizar en la casa así que lo envolvió en un paño y lo llevó lejos. 
Smaugui y Bizcocho estaban atentos a todos los movimientos de su amigo. Se sentaron en la hierba y el mago dejó la bola en el medio, acto seguido pidió a sus acompañantes que se dieran la mano para cerrar un círculo en torno a ella. Enseguida una llamarada blanca y brillante salió de aquel artefacto, Bizcocho se sobresaltó y estuvo a punto de soltar la mano de Pirú, pero este lo sostuvo. El mago, cerró los ojos y dijo unas palabras que ninguno pudo entender, al instante, la nube entró de nuevo en la bola y comenzó a dar vueltas en su interior hasta que se fue difuminando y apareció una imagen nítida dentro. Era un paje real, un paje de SSMM los Reyes de Oriente.

- Ahora sí que la he liado buena...- Susurró Smaugui- No me van a traer nada de regalos, Pirú...
- ¡Tranquilo! Hablaremos con él y le diremos lo que ha pasado. - Intentó tranquilizar Bizcocho a su amigo-

En ese momento, Plumillas y Matilda volvían con los elfos y, ¡sorpresa! Con un paje real vestido con ropas verdes y ocres muy brillantes. Smaugui salió corriendo y se escondió en su cueva, no hizo caso de las llamadas reiteradas de Pirú y sus amigos, prefirió esconderse muerto de la vergüenza.

- Queridos amigos, primero quiero disculparme por lo que ha pasado. Y disculpar a Smaugui, que en su celo de protegernos no supo ver que sois seres mágicos. - Dijo Pirú dirigiéndose a los elfos- Ni tampoco supo distinguir  a un paje de SSMM de Oriente. Lo lamento profundamente.

El paje tomó la palabra.

- Acepto las disculpas, pero he tenido que cambiarme de traje dos veces porque ese culebre tiene una puntería...

Todos se rieron. Matilda fue corriendo a ver a su amigo que estaba desconsolado pensando que no le traerían nada de nada. Se había portado fatal. La lagartija trataba de animarlo, pero no había manera. Tampoco lo pudo convencer para que se acercara a la casa y colocara las últimas guirnaldas en los balcones exteriores.
Esa tarde, hubo una fiesta en honor de tan ilustres invitados, pero antes Pirú quiso saber qué les había traído hasta Casa Encantada.

- Pues verás - Dijo uno de los elfos- Simplemente, descansar. Venimos de muy lejos y vamos a Madrid, a solicitar a Su Majestad el Rey el permiso especial para que Santa pueda atravesar el cielo español sin problemas. Y para que SSMM los Reyes de Oriente, puedan entrar en España sin ser detenidos. Con esto del COVID, los humanos tienen restricciones, ya sabéis. 
- No hay muchas casas mágicas de aquí a Madrid que digamos -interrumpió el paje- Así que decidimos pedir que nos dierais habitación aquí.  Lo demás..., lo conocéis. Salio Smaugui y me chamuscó, así que pensamos en volver hoy a ver si teníamos más suerte.
- Pero... ¿Habéis dormido al raso? - Preguntó Bizcocho-
- No, tenemos nuestras propias tiendas, pero no son tan cómodas como una habitación. - Dijo un elfo-
- ¡Ni tan calentitas! - Aclaró el otro-

Tenéis que hablar con Smaugui, está muy triste porque cree que no tendrá regalos - Les informó Matilda- No quiere venir a la fiesta, ni quiere comer, ni salir de su cueva.

Los mágicos visitantes no dudaron en visitar al culebre, al que encontraron llorando como una magdalena. El paje de los Reyes Magos le contó que no pensaban castigarle, solo pedirle que la próxima vez, antes de lanzar llamaradas se asegurara de que no había peligro para nadie. A Smaugui le encantó oír aquello y como buen zalamero que era, se brindó para llevarlos hasta Madrid, de ese modo, haría méritos para tener buenos regalos.
Con tanto mago por allí, la decoración de la casa acabó rápido y quedó muy bonita, por no hablar de la red luminosa de Pirú, que con ayuda de sus nuevos amigos, pudo conseguir que se mantuviera en el aire.

- ¡Bravo! - Gritaron los amigos de Casa Encantada que estaban muy contentos con la visita de los elfos y el paje-

Entonces, el paje de S.M Melchor, se dirigió al centro del salón y pidió un poco de atención a todos.

- Queridos amigos, los elfos de Santa y yo estamos muy agradecidos por vuestro recibimiento.

- ¡Recibimiento caluroso! -Gritó Smaugui provocando la risa de todos-

- Sí, ¡muy caluroso! - Rio el paje - Y por eso queremos que llevéis un mensaje a todos los niños del mundo: Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente y su amigo Santa Claus podrán llegar a todos los hogares sin ningún problema. Que no tengan miedo, que no pierdan la ilusión y que duerman tranquilos porque este año ellos han sido, con diferencia, los que mejor se han portado. 
Los niños han respetado las normas mientras los mayores hacen caso omiso, lo que significa que el carbón va a llegar por toneladas a los hogares españoles. ¡Pero no para los niños! Sino para aquellos jóvenes y adultos que se han portado fatal. Esperamos que tengan estufa, porque van a tener carbón para un año entero. ¡No pongáis esas caras! Si de aquí al 24 o al 6 de enero reconducen su conducta, tendrán algún regalito. Solo los niños con su corazón limpio pueden obrar el milagro, así que estaremos muy atentos a ver qué nos cuentan en sus cartas. Y ahora... ¡Todos a cantar! ¡Feliz Navidad! 

- Plumiiiiiiiis, ¡baila conmigo que esta me gusssta mucho!. Matilda se puso a girar como una loca en torno a Plumillas y a mover la colita hasta que el ratón se animó a bailar. Lo que no consiguiera esa lagartija...



- ¡Chicooooos, algo en español, que estamos en la tierra de Cervantes! - Gritó el mago que bailaba con la seño Yolanda y Bizcocho-


Y mientras sonaba el Burrito Sabanero, la esperanza se extendió por la casa más mágica del Guadiato. Y salió a borbotones por las puertas recorriendo los pueblos y ciudades de España, diciendo a todos los que tuvieron el corazón abierto, que este año los Reyes y Santa traerían el tesoro más preciado: LA SALUD. 
Feliz Navidad a todos, no perdáis la esperanza jamás y si alguna vez no la encontráis, solo tenéis que mirar la cara de un niño. Allí vive.



sábado, 27 de noviembre de 2021

NAVIDADES CON SUSTO. PIRÚ Y EL MAGO NEGRO.

Esta mañana en Casa Encantada hay un jaleo tremendo. Pirú ha traído los adornos navideños para que todos disfruten decorando la casa y como novedad, tenemos hilo musical. Matilda y Plumillas han montado una emisora de radio que pone villancicos y noticias encantadas durante todo el día. Para variar, las discusiones entre lagartija y ratón son continuas, pero al menos no idean trastadas mientras están entretenidos. 
En la cocina, Benito Mondanueces está haciendo una tarta deliciosa ayudado por don Leonardo Peinacanas que hoy ha decidido cerrar la biblioteca y dedicarse a lo que él llama "labores navideñas".

En el reloj del salón han dado las once de la mañana y la persistente niebla no se disipa. La seño Yolanda ha llevado a los niños hasta el arroyo para recoger algunas plantas y ponerlas en el portal. Este año, tienen figuritas nuevas y los más pequeños están encantados. Aprovechando las fechas, les va contando un cuento navideño sobre la liebre Rufina, una amiga que vive muy cerquita de Casa Encantada.

- A ver niños, no os separéis. Mirad, esto es musgo y no debéis cogerlo porque ya nos queda muy poquito, ¿entendido? En cambio todas estas hojas secas de encina nos quedarán muy bien. 
- Seño..., ¿puedo coger el que hay en los árboles? - Pregunta la ardilla Raquel-
- No, solo hojas secas y ramitas, después las pintaremos.  Atención, a ver quien sabe decirme en qué dirección crece el musgo que estamos viendo. - Pregunta a la vez que señala uno de los árboles-
- ¡Yo, yo, yo lo sé! - Levanta la mano el pato Pedrito- Crece orientado al norte porque es la parte más sombría y húmeda, si nos perdemos en el bosque, es bueno mirar a los árboles para orientarse.
- ¡Muy bien Pedrito! ¡Te has ganado un dulce navideño!

Mientras los niños andan jugando en los alrededores, en la casa la Navidad va tomando forma. Menos en la emisora, donde reina cualquier cosa menos la paz.

- ¿Quieres un té, Plumillas? - Pregunta Matilda-
- No, gracias ¿Puedes pasarme el disco de una vez?
- A ver, que no me gusta ese villancico - Contesta Matilda enfadada-
- ¿Y por qué no? 
- ¡Porque es rock! ¿Dónde se ha visto un villancico rockero? Eres un tío muy petardo.
- Lo que pasa es que eres una antigua de tomo y lomo, eso es lo que pasa. ¿Quieres darme el disco?
- ¡No me da la gana! ¡Ratón impertinente! - Grita Matilda sacando la lengua.-
- ¡Lagartija sinvergüenza!


- ¡Pero bueno! ¿Se puede saber qué pasa aquí? - Pregunta don Leonardo que alertado por las voces se ha presentado en la emisora.- ¿Es que no podéis estar sin discutir diez minutos?
- Ha empezada ella - Dice Plumillas-
- ¡Acusica! - Grita Matilda enfadadísima-
- ¡Basta ya!- Yo elegiré los villancicos y no hay más que hablar. Plumillas, pon este disco. ¡El de la Filarmónica de Londres y no quiero oír ni una palabra más!

Obedientes, ratón y lagartija dejan de discutir y ponen la música elegida por el profesor. 

- Y ahora voy a sentarme en la chimenea a leer este libro, si vuelvo a oír una palabra más alta que otra, vengo y cierro la emisora. ¿Entendido?

- Entendido, señor Peinacanas - Contestan los dos -

En el salón, Pirú y don Leonardo conversan animadamente.

- ¿Y dice que la seño Yolanda está con los niños en los alrededores? - Pregunta Pirú-
- Sí, querían coger algunas plantas para el portal.
- Bien, bien, sabe cuidarse, no me preocupa. Tendríamos que pensar en la fiesta, ¿no cree? 
- Claro, Pirú, claro.

En ese momento, Benito Mondanueces entra en el salón muy preocupado.

- Pirú, tienes que venir, ha pasado algo en la cocina. - Dice el ratón cabizbajo-
- Pero bueno..., ¿es que no hay modo de tener una conversación tranquila en esta bendita casa? ¿Qué ocurre?
- Ven, ven, y lo verás con tus propios ojos.

Al entrar en la cocina, se encuentran con un visitante inesperado.
- ¿Y quien eres tú? - Pregunta Pirú poniendo los brazos en jarra-
- Ñam, ñam, ñam, soy Bizcocho.
- Ya lo has oído, Pirú, se llama Bizcocho y se está poniendo fino con nuestras galletas y dulces. Si sigue comiendo de ese modo, nos deja sin pasteles para la fiesta.
- A ver, Bizcocho... Soy Pirú, no pasa nada porque estés aquí, pero al menos dinos de dónde has salido.
- ¡Soy amigo de Matilda! Ñam, ñam, ñam. 
- Matilda..., cómo no. -Susurra Benito-
- Me dijo que había una fiesta y que podía venir. Ñam.- Dice Bizcocho devorando otra galleta-
- ¡Pirú dile algo! - Exclama Benito- ¡Se está zampado todos los dulces!
- Vamos a ver, Bizcocho. Eres bienvenido en Casa Encantada, pero no puedes comerte todo lo que prepare Benito o cuando llegue la fiesta no habrá nada.
- Pero... , ¿tú eres mago, no? Matilda me ha contado que haces aparecer cosas de la nada. Eso incluye los dulces ¿A que sí?.
- Se nota que eres amigo de la lagartija, tan descarado como ella. - Murmura Benito-
- ¡Calma, calma!- Levanta los brazos Pirú- Haremos una cosa. Te vas a venir conmigo y ayudarás a tu amiga y a Plumillas a elegir música navideña. ¿Qué te parece?
- ¡Me parece guay! ¿Puedo llevarme estas galletas?
- ¡Pirúúúúú! - Exclama Mondanueces desesperado-
-  Tranquilo Benito, ya me encargo.

El mago se aleja con Bizcocho en las manos que va encantado de estar por fin en aquella casa tan especial, al entrar en la emisora se encuentra con Matilda y Plumillas profundamente dormidos. La lagartija está en el suelo y el ratón sobre la mesa del micrófono.

- Qué extraño..., estos dos dormidos. - Murmura Pirú dejando a Bizcocho en el suelo-
- ¿Por qué te parece raro, Pirú? - Pregunta el ratón.
- Porque aprovechan cualquier ocasión para discutir y es raro que así, sin más, se hayan dormido.

En ese momento, Pirú se da cuenta de que el suelo está cubierto por una neblina oscura, algo que desprende malignidad.

- ¡Bizcocho! ¡Rápido, a mi bolsillo! 

El ratón no se lo piensa y de un salto se cuela en uno de  los bolsillos de la túnica del mago.

- ¿Qué ocurre? - Pregunta el ratón asustado-
- Necesito mi báculo, esto es cosa del mago negro y si la niebla sale de aquí..., tendremos problemas.

Pirú sale corriendo cerrando la puerta y a grandes zancadas llega hasta el salón donde están su báculo y don Leonardo.

- ¡Pero no podemos dejar ahí a Matilda y a Plumillas! - Exclama Bizcocho preocupado-
- Necesito mi báculo para rescatarlos del desmayo.

Rápidamente, pone al corriente a don Leonardo de lo que sucede.

- Mandaré a alguien para avisar a la seño Yolanda, no debe acercarse a la casa mientras esa nube maligna esté aquí. - Propone el ratón-
- Coja la rosa azul, ella lleva la suya y podrá comunicarse más rápido.-

Ratón y mago se dirigen a la habitación donde tienen la emisora de radio, el humo negro ha comenzado a salir por debajo de la puerta.

- Espero que no sea demasiado tarde - Dice don Leonardo-
- Tranquilo, amigo, los recuperaremos. 

Abren y el mago hace nacer una luz rosada de su báculo; dirigiéndola hacia el suelo pueden ver a Matilda,  Pirú se apresura a guardarla en el bolsillo que le queda libre y luego hace lo mismo con Plumillas. Después, murmura unas palabras que nadie sabe traducir y la niebla comienza a recogerse  hacia un rincón hasta desaparecer.

- ¡Bien! - Exclama Bizcocho- Hemos vencido al mago malo.
- No cantes victoria tan pronto, esto solo es un hechizo de contención, Óminor volverá con más fuerza. - Contesta Pirú-

Rápidamente llevan al ratón y a la lagartija hasta el salón para despertarlos de aquel malvado maleficio.

- ¿Están...., están...,muertos? - Pregunta Bizcocho-
- No, están sumidos en un hechizo: Ni dormidos, ni despiertos, ni vivos, ni muertos... Óminor les está robando sus recuerdos más bellos a través de sus esclavos, si no los traemos de vuelta pronto, se unirán a la niebla negra y se convertirán en parásitos del alma, igual que los que les hicieron esto. - Contesta don Leonardo-

El mago dirige su báculo hasta el ratón y la lagartija y los eleva en el aire, luego con su mano izquierda genera una espiral de estrellas y los introduce en ella. La primera vez no sucede nada, la segunda tampoco.

- Solo puedo usar esta magia en tres ocasiones - Habla Pirú preocupado- Si no consigo hacer que despierten, se perderán para siempre. ¡No sé qué pasa, no sé por qué no funciona mi magia!
- Amigo, no desesperes, lo conseguiremos -Dice don Leonardo poco convencido-

Utiliza el contrahechizo una vez más y al fin nuestros amigos despiertan. Están muy asustados y confundidos.

- Contad qué ha pasado - Les apremia Pirú-
- Pués... - Dice Plumillas quitándose la gorra y tomando la iniciativa- No recuerdo mucho, solo que estábamos preparando el Casa Encantada Noticias cuando un señor mayor vino a pedirnos una canción para la fiesta de mañana. No vi nada sospechoso en él, después de eso no me acuerdo de nada más. No sé si Matilda....
- Yo tampoco recuerdo gran cosa, salvo que ese hombre no era nadie conocido, pero teniendo en cuenta que en estas fechas mucha gente va y viene por aquí..., no noté nada raro, la verdad.
- ¿Sabéis si salió de la casa? - Pregunta don Leonardo-.
- No, no vimos nada - Contesta la lagartija-
- Bien chicos, ahora descansad y no os mováis de este salón. Voy a generar un hechizo que impida que algo malo os pueda pasar, pero tenéis que prometerme que no saldréis de aquí. ¿De acuerdo? -Les ordena Pirú-
- ¡De acuerdo! - Contesta Bizcocho que hasta el momento había permanecido oculto y muerto de miedo en el bolsillo del mago.-
-¡Bizcocho! - Grita Matilda. ¿Pero qué haces aquí?
- Bueno.., esto.. Tú me invitaste.
- Claro, claro... Lo había olvidado.
- Bueno, basta de charla. Quedaos aquí mientras don Leonardo y yo buscamos a Óminor.  Y recordad, no abráis esa puerta a nadie pase lo que pase. Tampoco si pensáis que es alguien conocido,  puede ser una trampa y el mago negro no tendría reparos en acabar con vosotros.

Cierran la puerta dejando a los amigos dentro, después, Pirú dice unas palabras y un enorme muro dorado se levanta ante ellos.

- Así será suficiente- Vamos don Leonardo, no hay tiempo que perder-
- ¿Qué buscamos exactamente, amigo?
- Ni yo lo sé. No sé si ese maldito ha entrado en Casa Encantada o son sus parásitos de almas. En cualquier caso, hay que sacarlos de aquí cuanto antes.

Súbitamente la casa se cubre de un denso humo negro, algunos habitantes aparecen desmayados aquí y allá, hasta el pobre Benito Mondanueces está tendido en el suelo de la cocina.

- No podemos parar a despertarlos, hay que encontrar el origen de esto lo antes posible. - Dice el mago-

Al llegar a la biblioteca, una silueta tiembla tras el cristal de la puerta.

- ¿Será él? - Pregunta don Leonardo-
- No lo sé, puede ser un parásito o cualquier otra forma maligna. Cuidado al entrar.

Pirú agita el báculo haciendo aparecer de nuevo la nube rosa y al entrar se lleva una gran sorpresa. La seño Yolanda y los niños están maniatados y en el suelo mientras un ser alto y oscuro pasea entre ellos.

- Vaya...., ¿ya has llegado, Pirú? Te estaba esperando - Dice la figura enlutada-
- ¿Qué has hecho con ellos?
- Tranquilo, solo están dormidos..., de momento.
- Dime qué quieres, Óminor.
- ¿Que qué quiero? ¿No recuerdas lo que hiciste el año pasado conmigo? ¡Me condenaste a vagar por el Universo mientras destruías la Torre de los Siete Picos! - Grita el ser maligno a la vez que su figura se alarga tanto que tiene que encorvarse-
- Habías secuestrado la Navidad. ¿Qué esperabas? ¿Un aguinaldo? -Contesta Pirú burlándose-
- Muy ingenioso..., pero guárdate tus bromas para cuando seas un ente parasitario a mis órdenes-
- Creo que eso..., tendrá que esperar.

Pirú lanza un rayo brillante que impacta en el pecho del mago negro y lo lanza contra una de las estanterías derrumbándose al instante. Don Leonardo corre hasta la seño y los niños para comprobar que están bien, pero Óminor le lanza un hechizo y queda paralizado.
La lucha entre los magos es encarnizada, el ruido se escucha en toda la casa.

- ¿Has oído eso, Matilda? - Pregunta Plumillas.
- Sí, creo que deberíamos ir a ver qué pasa, puede que Pirú esté en apuros.
- Nos ha prohibido que lo hagamos ¿O es que ya no te acuerdas?
- Ya me he enfrentado a ese mago y el nuestro no podrá con él si está solo. Debemos ir.
- ¿Y qué hacemos con el muro mágico que acaba de levantar frente a la puerta? - Pregunta el ratón-
- ¿Y para qué está esa ventana? - Contesta Matilda señalando arriba-

Tras una breve discusión, los amigos deciden dejar a Bizcocho en el salón y se ponen en marcha llegando a la biblioteca. Matilda lleva su arco y sy carcaj repleto de flechas, pero no cuentan con un extraño muñeco que les cierra el paso al llegar a su destino.

- ¡No te acerques más! - Dice Matilda- Es un parásito de Óminor, un parásito del alma.
- Pero..., ¡si es un bicho de lo más simpático!
- Plumillas... ¡Atrás!

Matilda monta la flecha en el arco, pero no son unas flechas cualquiera, tienen puntas de zafiro, las únicas capaces de acabar con esos seres salidos del mal. Apunta y dispara al muñeco y a todos los demás que salen por todas partes. Al alcanzarlos se convierten en humo negro, luego celeste y finalmente desaparecen.

- ¿Y ahora qué pasa con ellos? - Pregunta Plumillas-
- El zafiro los libera del mal y encuentran su camino. Ahora son libres.

El ratón no ve venir a uno de los parásitos y antes de que pueda reaccionar, siente que algo arde en su garganta e imágenes espantosas vienen a su mente.

-¡No, no! - Matilda dispara, pero ya es demasiado tarde, el parásito ha mordido a su amigo y se hunde en la niebla negra-

- ¡Pirú! -Grita el ratón-

La lagartija entra en la biblioteca sorteando seres malignos, el mago lejos de enfadarse se alegra de ver a la pequeña, que valiente, lanza flechas azules a diestro y siniestro.

- Han mordido a Plumillas....
- ¿Cómo? -Pregunta Pirú mientras repele un nuevo ataque de Óminor- ¿Dónde está?
- ¡En la puerta! ¡Tienes que ayudarle!

De repente el mago se acuerda de algo...,¡las hadas! ¡Las hadas con su presencia apartan el mal!

- Matilda, ¡las hadas! ¡Hay que traer a las hadas!

La lagartija sabe que la única manera de contactar con ellas es entre la vigilia y el sueño y por lo tanto hay que acercarse a la seño Yolanda y a los pequeños para que en su estado puedan contactar. No están seguros de que vaya a funcionar, pero no hay otra salida. Mientras Pirú lucha contra Óminor, la lagartija susurra al oído de los niños y de la seño, la importancia de contactar con las hadas. Sabe que solo con pensamientos benevolentes se podrá llegar hasta ellas.
¡Y ocurre! En seguida el aire se llena de puntos dorados, son las alas de las bellas criaturas. En su presencia, los parásitos se desintegran, todos despiertan y el mago negro se queda ciego. Poco a poco la niebla desaparece y con ella.., el malvado mago.
Casi sin fuerzas, Pirú se deja caer en el suelo, pero Matilda tiene prisas por salvar a su amigo así que no se lo piensa y se dirige a Titania, la reina.
- Majestad - dice haciendo una profunda reverencia- Necesito pediros un último favor: mi amigo ha sido mordido por un ente parasitario, se está perdiendo en la sombra.

Nada más oírlo, la reina de las hadas vuela hasta Plumillas cuya figura comienza a ser transparente. Abre las alas y las bate justo encima del ratón de modo que una cortina de puntos dorados cubre por completo al animal. Todos aguantan la respiración, pero la sonrisa de Titania les deja claro que está a salvo. Al fin, Plumillas abre los ojos y se encuentra con aquél fantástico ser que lo deja fascinado.

- Bienvenido de nuevo, querido ratón - Le dice la reina-
- ¡Plumillas! -Grita Matilda agarrándose fuerte del cuello de su amigo-
- ¡Que me vas a ahogar! - Exclama queriendo hacerse el enfadado, pero en el fondo sabe que su amiga se ha arriesgado mucho para salvar su vida-

En fin chicos, ya que todo ha vuelto a la normalidad, creo que lo mejor es ir a descansar y celebrar mañana una estupenda fiesta. ¿Qué os parece? - Pregunta don Leonardo-

- Que ya teníamos una - Contesta Matilda-
- ¡Pues que sean dos! - Exclama Pirú.

Al día siguiente, Casa Encantada luce preciosa, la decoración llega a cada rincón y también la música. La seño Yolanda se ha puesto sus mejores galas y luce realmente preciosa.

- ¡Buenos días desde Radio Encantada! Hoy tenemos una fiesta muy especial que no habría sido posible sin la valentía de nuestro querido Pirú, el profesor don Leonardo y la lagartija Matilda. Para vosotros, va dedicada esta canción - Dice Plumillas mientras su voz llega a todos los rincones de Casa Encantada y sus alrededores - ¡Gracias por salvarnos!
- ¡Si es que en el fondo no puedes vivir sin mí! - Exclama feliz Matilda a la vez que abraza a su amigo -
- ¡No seas pesada!
- Ya verás, te voy a dar un abrazo lagartijero que te vas a caer muerto matao.

Y Matilda se pega a la espalda del pobre ratón que no puede despegarse de ella en todo el día. En la cocina, Bizcocho "ayuda" a Benito, pero como se come todo lo que pasa por delante de sus ratones dientes, acaba con dolor de tripa.
La noche llega y con ella la diversión. Suenan los villancicos y bailan y ríen hasta que no pueden más.

- Por favor, Matilda..., ¿te quieres bajar? - Le dice Plumillas a su amiga que sigue pegada a su espalda-
- No, que te quiero mucho.
- ¡Pirúúúúúúúúúúúú! ¡Quítame de encima a esta pesada por favoooor!

Y allá se pierden ratón y lagartija mientras la música suena y envuelve nuestra mágica casa.

Os iba a poner "FELIZ NAVIDAD"  con galletas, pero es que se las ha comido Bizcocho, así que os lo pongo con el corazón. Feliz Navidad y felices días en compañía de los que queréis.

- ¡Matildaaa! ¡Plumillas! ¡A ver esa música!

viernes, 26 de noviembre de 2021

UN CUENTO POR NAVIDAD. Identidad secreta.


Son exactamente las siete de la mañana y aún no ha amanecido. El cielo brilla como el azabache y en su inmenso manto cuelgan estrellas luminosas que poco a poco, el viento va cubriendo con retales de nubes. Las temperaturas descienden, anuncian nieve a 400 metros. 
Es demasiado temprano para que Esther y Marta estén levantadas un sábado, sin embargo, hoy no es un sábado como otro cualquiera porque viene Manolo a buscar a papá para ir al campo a ver zorzales. 

- Marta, ¿estás despierta? - Pregunta Esther levantándose levemente de la cama y apoyándose sobre su brazo derecho-
- Sí, he oído bajar a papá - Contesta Marta en voz baja-

En el silencio de la fría mañana invernal se oye el motor de un coche. Transcurren unos segundos hasta que un portazo indica que Manolo se ha bajado y que Luna, su linda perrita labradora, pronto comenzará a ladrar con esa cadencia que las niñas conocen tan bien "Guau, guau, guau" "Guau, guau, guau"

- ¡Venga Esther vamos a darle un beso a Manolo para que nos haga cosquillitas con la barba! - Dice Marta echando hacia atrás las mantas-

Las dos hermanas se enfundan en sus batas de vivos colores y descienden la escalera que lleva al salón, allí aguarda su amigo que según ellas que en esto son expertas, es el que da los mejores abrazos del mundo. Sí señor.
Corren a encontrarse con Manolo que aguarda paciente a que Hilario, el papá de las niñas, termine de recoger sus cosas. Las recibe como siempre, con ese cariño sincero que es el único capaz de llegar al alma de los niños. Dos besos a cada una, por guapas, y un abrazote fuerte de esos mágicos que sólo él sabe dar. No hay mejor manera de comenzar un fin de semana.

- Manolo ¿puedo ir a ver a Luna? - Le pregunta Esther-
- Claro que sí ¡Pero abrígate bien! Ha empezado a caer nieve y hace mucho frío - Le contesta-

La niña sale disparada hacia la puerta, en su carrito Luna duerme... ¡Qué raro! ¡Luna dormida! Esther circunda el extraño vehículo donde viaja la perrita, la observa entre las aberturas y el animal no reacciona. La niña apoya las manos sobre el frío hierro del carromato y asiste a un fenómeno inexplicable ¡La nariz de Luna se enciende cuando respira! ¿Cómo es posible? Una luz roja intermitente ilumina la noche. Apagada, encendida, apagada... Esther abre los ojos con asombro e instintivamente se lleva las manos a la boca. Se gira y vuelve a entrar en casa, sus sospechas se empiezan a confirmar.

- Esther, ¿cómo has visto a Luna? - Le pregunta Manolo-
- Pues está fritita, no he podido decirle nada de nada - Contesta Esther observándole muy atentamente-
- ¡Hora de partir! - Dice Hilario que se despide de mamá Esther y de las niñas; acto seguido, éstas de nuevo buscan el cariño de su amigo. 

De vuelta a la habitación...

- Marta, no te lo vas a creer ¡A Luna se le enciende la nariz! - Dice Esther a su hermana tras comprobar que su madre no las había seguido-
- Pero... ¡Eso no puedo ser! Debe ser algún piloto del coche que estaba encendido, es imposible que a un perro se le encienda la nariz. - Responde Marta gesticulando nerviosamente-
- Chsssst, baja la voz o mamá nos oirá. Escúchame, el coche tenía el motor parado y te digo que Luna estaba dormida como un tronco. Cuando me acerqué, vi que la nariz se le ponía roja cuando respiraba. -Aclaró casi arrastrando las palabras para no ser oída-
- Pero entonces... -Marta afiló los ojos pensativa- Si se le enciende la nariz..., no puede ser un perro.
- ¡Claro! ¿Qué hemos dicho siempre de Manolo? - Preguntó Esther sonriendo, feliz por intuir que sus sospechas estaban a un paso de hacerse reales-
- Pues que no es quien dice ser, que tiene doble identidad....
- Mira Marta - Dijo sentándose en la cama al lado de su hermana- Manolo siempre nos da besos y nunca se nos irrita la cara, por eso nos encanta que nos de abrazos ¿Tú conoces a alguien con barba que no pinche? 
- Pues...No, pinchan todos. Sin embargo nuestro amigo nos hace cosquillitas y siempre es tan cariñoso con nosotras que sólo puede parecerse a una persona que tú y yo sabemos.
- ¿Y qué me dices de su aspecto? - Apunta Esther feliz-
- Esther, creo que siempre has tenido razón, en realidad Manolo... No es quien dice ser. - Responde Marta-
- ¡Exacto! Es cariñoso con los niños, da los mejores abrazos del mundo, nos hacer reír, es gordito... ¡Y tiene una perrita a la que se le enciende la nariz! ¡Manolo es Santa Claus!

Las niñas ríen y celebran su descubrimiento, sin embargo sólo hay un modo de saber si sus sospechas son ciertas. Se acerca la noche mágica...

- Marta, ahora estoy segura de que Luna tampoco es un perro, si no un reno disfrazado de perro, es decir..., un "perreno" y no es otro que Rudolph. Vaya, nos la han pegado durante mucho tiempo pero esto..., va a cambiar. - Dice Esther volviéndose a meter en la cama-

El día de campo había finalizado y Manolo volvía a casa, en su cara se reflejaba preocupación. A su llegada, Manoli, su señora, lo esperaba para tomar unos aperitivos.

- Uy... Qué mala cara traes ¿Te ocurre algo? - Le pregunta preocupada-
- Ay Manoli que creo que he metido la pata.... - Le dice sentándose en su sillón y apoyando las manos en las rodillas-
- ¿Qué ha pasado? ¡Cuéntame que me tienes en ascuas! - Manoli acerca una silla hasta ponerse a su lado-
- Pues nada, que al ir a recoger a Hilario han bajado las niñas, hasta ahí todo bien. Esther que es la más inquieta ha ido a ver a Luna y ésta..., tenía la nariz encendida. - Dijo apesadumbrado-

Manoli dio un respingo, si Esther descubría la verdadera identidad de su marido el anonimato de Santa se iría al garete. 

- ¿Y que piensas hacer? - Le pregunta alarmada-
- Pues no lo sé, sinceramente. He hablado con Rudolph que está muy triste por haberse despistado pero no puedo culparle por quedarse dormido, con todo el trabajo que tenemos en estas fechas es razonable que esté cansado.

En ese instante un elfo entra en el salón. Va vestido de verde, lleva unos pantalones bombachos y una chaqueta abotonada rematada con cuellos y puños de piel blanca. Complementa el atuendo con unas calzas de listas rojas y blancas, botines rojos de pico y cinturón a juego. Sus orejas son picudas y la cara blanca y luminosa.

- Señora Claus, los chicos se han terminado ya los dulces y quieren darle las gracias, estaban realmente deliciosos, como siempre- Dice dirigiéndose a Manoli-
- ¿Ocurre algo, Santa? - Pregunta al ver cabizbajo a Manolo-
- Pues sí, Harahel...Nuestro secreto está en peligro.

El pequeño elfo se gira y se coloca justo en frente de Santa.

- Vamos... No es la primera vez que un grupo de niños está a punto de descubrirnos y lo arreglamos. ¡Santa Claus es mágico! ¿O ya lo olvidó? - Sonríe y asoma sus dientecitos entre los labios rosados-

Manolo se pone en pie y aspira sonoramente. Se pasa las manos por la cara y luego mira al elfo y le sonríe.

- Tienes razón Harahel, no vamos a dejar que Esther nos descubra- Le dice elevándolo por los aires y haciendo que las risas iluminen toda la casa-
- Venga, hay mucho que hacer ¿Algún juguete retrasado? - Dice tras ponerlo en el suelo-
- Bueno, verá, nos faltan por llegar unas piezas para terminar el barco pirata de Bob Esponja y como cada año, las Nintendo dando problemas... - Le informa mientras se dirigen al almacén donde se fabrican los sueños de los niños-
- Ahhh! Querido elfo, echo de menos aquellos años en que los juguetes eran de madera y sólo teníamos que pulir y armar. Estos niños de ahora se están perdiendo las cosas sencillas de la vida...


Transcurrió el día sin contratiempos, a la mañana siguiente Esther y Marta hablaban en el salón de su casa.

- Marta, tenemos un problema- Dice Esther- Nosotras no escribimos a Santa, sino a los Reyes...
- Es verdad.... ¿Crees que nos daría tiempo a ponerle una carta? 
- No, se notaría demasiado. Pero ya se me ocurrirá algo para la noche del 23 - Contesta Esther acercándose al oído de su hermana para que el secreto no salga de allí-

Sin embargo en casa de Manolo y Manoli o mejor dicho, la familia Claus, se había desatado la fatalidad. El duende Cronus, el más malvado de cuantos han existido, ha robado todos los regalos y lo que es peor... Ha robado el tiempo. Santa sólo tiene dos horas a partir de las doce de esta noche para recuperar los regalos y detener la cuenta atrás antes de que los niños del mundo se queden sin sus sueños.

- ¿Pero cómo ha podido suceder? - Pregunta Manoli incrédula al ver el almacén totalmente vacío - El duende sólo puede colarse a través de las pesadillas...

Anauel, uno de los elfos ayudantes de Manolo, permanecía acurrucado en un rincón sin querer mostrarse demasiado. Santa se percató de que algo no iba bien.

- Amigo ¿Qué te ocurre? - Dijo tomándolo en brazos- Tienes mal color y estás muy delgado.
- Lo siento Santa... -Dijo sollozando- Tenía fiebre porque salí a jugar con Vixen, subí a su espalda y nos elevamos tan alto que el frío me caló bien profundo. Sé que no debí porque hay trabajo y yo...
- Chssst, calla Anauel. No pasa nada, está bien salir a jugar con los renos pero está mal, muy mal no avisar a la señora Claus o a mí de que estás enfermo. Te hubiésemos cuidado y no habrías tenido pesadillas a causa de la fiebre.

El duende no paraba de llorar, entonces Manoli lo llevó a casa y preparó una linda camita junto a la chimenea, le dio leche calentita y unas medicinas para el enfriamiento.

- Bien Anauel, ahora tienes que contarnos lo que soñaste porque sólo así podemos solucionar este problema. Querido..., no hay tiempo. - Le dijo tomando las pequeñas manitas del elfo entre las suyas-
- Pues verá, soñé que sólo podríamos recuperar los regalos si dos niños que crean en Santa viajan hasta el Palacio de Cristal donde vive el duende y allí se apiadan de él y lloran. De sus lágrimas brotará calor suficiente como para que el corazón del malvado Cronus se derrita y con él su maldad.

Manolo había entrado justo a tiempo para escuchar el relato. Tenía que sacrificar la inocencia de dos niños para que los demás pudieran vivir sus sueños. Sólo dos sabrían que él, y no el  gordote de la Coca-Cola, es Santa Claus y estarían obligados a guardar el secreto por el resto de sus vidas.

- Lo he escuchado todo Manoli - Dijo sentándose en su viejo sillón- Este Cronus cada vez que resucita lo hace con mayor maldad.
- Pues creo que esta vez no va a ser tan difícil vencerle - Contesta la señora Claus-
- Tú siempre tan optimista, te admiro. - Le dijo-
- ¡Pero bueno! ¡Papá Noel viniéndose abajo! Escúchame detenidamente porque tengo una idea - Se colocó a su lado-
- Tu dirás, pero piénsalo bien porque no tenemos mucho tiempo - Contestó tristón-
- Esther y Marta - Dijo Manoli mirándole con los ojos muy, muy abiertos-
- ¡Claaaaro! ¿Pero cómo no lo he pensado antes? -Exclamó Manolo saltando literalmente del sillón- Cariño, me voy ahora mismo, tengo que hablar con ellas.

Tras darle uno de sus famosos abrazos, salió a todo correr y se dirigió a casa de Esther y Marta con la excusa de hablar con su padre de temas de campo. Una vez allí...

- ¡Manolooo! ¡Qué alegría que vengas a vernos! - Le dice Marta mientras se dirige hacia su amigo-
- Veréis, tengo que hablar con vosotras - Les susurra a las niñas por lo bajo-

Desde la cocina se escucha la voz de Hilario.

- ¡Manolo ven a por tu refresco!
- Ahora vuelvo chicas, no os mováis de aquí ni un milímetro.- Les dice dejándolas intrigadísimas-

Tras charlar un rato con los padres de las niñas, vuelve al salón y sin muchos circunloquios les cuenta el problema a grandes rasgos.

- Sé de sobra que sabéis quien soy y en parte es culpa de Luna... Bueno, de Rudolph que es un despistado - Les habla en voz bajita- Necesito que me ayudéis, la Navidad está en peligro por culpa de un malvado duende  y sólo vosotras podéis romper el hechizo. Necesito que me deis un sí y esta noche os vendré a buscar  a las doce en punto.

Las niñas no se lo piensan dos veces y mueven su cabeza afirmativamente.

- Una pregunta - Interrumpe Esther- ¿Dónde te esperamos?
- En la azotea. Abrigaos muy bien porque viajaremos rápido y hará frío. - Les repite el consejo varias veces-

Se despide y cruza la puerta guiñando un ojo cómplice a las niñas. No había tiempo que perder y el reloj seguía su curso inmisericorde.

- Venga Manolo date prisa, los renos ya están preparados - Dice Manoli intentando ajustar el cinturón del traje a su marido sin demasiado éxito - ¡Tienes que dejar de comer! ¡Otra vez tendré que arreglarte el traje! - Le riñe-
- Oh, cariño no te enfades ¿Qué sería de Papá Noel si me pusiera a dieta? Lo entiendes ¿Verdad? Menuda desilusión se llevarían los niños del mundo si se encontrasen con un Santa flacucho.
- Anda, anda, que eres un zalamero. - Le dice Manoli a la vez que estampa un cariñoso beso en su mejilla - No te retrases más, las niñas deben estar esperando.

En el patio esperaban los renos amarrados al trineo, como siempre, Rudolph-Luna iba a la cabeza para poder iluminar el camino.

- ¡Venga chicos, a por los regalos de Navidad! -Dice a medida que el trineo se eleva sobre los tejados-

Al llegar a la calle Camilo José Cela, ve dos puntitos sobre una azotea, Esther y Marta aguardan su llegada tiritando de frío pero al percatarse de tan espectacular visión, ambas se abrazan y ríen emocionadas.

- Chicas, suban a la carroza de Santa - Les dice tendiéndoles ceremoniosamente su mano enguantada-

Las niñas, con el corazón rebosante de alegría le abrazan y le hacen reír hasta el punto de casi volcar el trineo. Tras cubrirlas con una blanca manta, las invita a que pronuncien las palabras que hace que los renos se pongan en marcha.

- ¡Dancer, Vixen, Cupid y Blitzen! ¡Dasher, Prancer, Comet, Donner y Rudolph! ¡Aaaaaaaaaarriba! - Gritan las niñas felices-

El trineo se eleva sobre el pueblo y sus casas, más allá de las nubes y la noche con destino al Palacio de Cristal, la morada de Cronus. Por el camino, Manolo les cuenta el plan.

- Una cosa Manolo... ¿O debo llamarte Santa? - Le pregunta Esther confundida-
- Puedes llamarme como quieras, menos de usted, como quieras.

Los tres ríen mientras el frío se queda fuera del confortable trineo. La magia, aún vive.

- Como te decía - Siguió Esther- Si Cronus te ha robado el tiempo ¿Qué pasará si tardamos y papá y mamá se dan cuenta de que no estamos?
- Eso no va a suceder, tenemos dos horas.... - Contesta-
- ¡Dos horas! -Exclaman las niñas asombradas por tan poco margen- 
- Sí, tenemos que entrar, romper el hechizo y recuperar mi reloj para detener las horas, de este modo podremos volver a casa dentro de ese espacio de tiempo. Es complicado, pero lo conseguiremos.

Al fin llegaron a su destino, sobre montones de nieve se alzaba una edificación extraña y temblorosa, a merced del viento, su estructura chirriaba y a las niñas se les encogió el alma. Se elevaba sobre una montaña helada en mitad de un lago frío y desolado.


- ¿Cómo vamos a entrar ahí? - Preguntó Marta-
- Tranquilas, Rudolph nos dejará en el interior -Contestó Manolo-

Así fue, con una maniobra que ni los pilotos de Iberia cuando no están de huelga, Rudolph dirigió a sus compañeros con singular maestría. Aterrizaron en un patio acristalado donde el eco fue el único que salió a recibirles.

- Vaaaaaya - Murmuró Esther mirando a todos lados- Este sitio da miedo. No creo que pueda compadecerme de un ser que vive aquí.
- Escuchadme, intentará que no lo hagáis - Les dijo Manolo cogiendo a cada niña de un brazo- Pero debéis recordar una cosa, toda persona que cae en brazos del mal es digna de compasión, la falta de amor en sus vidas hace que la soledad anide en sus almas y pudra su capacidad para querer y ser queridas.

- ¡Ya habéis llegado pandilla de adefesios! - Gritó una voz chillona y metálica desde la profundidad del palacio-

- Querido Cronus, tú siempre tan amable....- Le contestó Manolo de mala gana-
- ¡Oh Santa!, no esperaba que fueses tan malvado como para sacrificar la ilusión de esas pobres niñas - Dijo  el duende señalando con su dedo nervudo a Marta y a Esther-  Creo que deberías quedarte a vivir conmigo, harías un favor al mundo - Terminó la frase sentándose en el trono helado que se erguía en mitad de la estancia fría y desangelada.
- ¡Oye tú! ¡No hables así a Papá Noel! - Le gritó Marta muy enfadada-
- Chssst, querida niña no le sigas el juego, es lo que pretende. Ahora pensad en la terrible soledad en que este ser debe estar inmerso - Les decía Manolo bajando cada vez más el tono de voz-

Llegó un momento en que las niñas dejaron de oír a su amigo, sus labios estaban sellados pero sus palabras comenzaron a oírse en el interior de sus mentes ¡Era telepatía!

- ¡No conseguiréis vuestro propósito, os queda media hora y en ese tiempo vuestro corazón se congelará y seré yo quien domine los sueños de los niños! JAJAJAJAJAJAJAJA.

Las risas del duende malvado se clavaban como astillas en el corazón de las niñas, enquistadas no permitían que la piedad anidase en ellos. La voz de Santa luchaba por clamar por encima del odio.

- Imaginad cómo sería una vida sin que nadie os quisiera, sin que un amigo os diese la mano en los momentos amargos, sin que papá y mamá os besaran antes de ir a dormir.  Imaginaos a este duende si fuese bueno, si su corazón regalase travesuras divertidas y no maldades rebuscadas. Imaginad una Navidad sin regalos, sin sonrisas, sin amor...

Las niñas comenzaron a sentir lástima de aquel duende que no paraba de moverse en torno al trono, pero de repente sacó de no se sabe dónde a un gatito igual a Zape y comenzó a tirarle de la cola y darle puntapiés. Esther, dominada por la furia se fue corriendo hacia él para arrebatarle al animal de las manos, pero Manolo la detuvo.

- ¡No! ¡Es sólo un truco! ¡Esther, no es Zape! - Le gritó en su mente, sin pronunciar una sola palabra-

El tiempo se consumía, quedaban diez minutos y las niñas sólo podían sentir odio por ese duende maléfico que envenenaba sus sentimientos.

- Niñas, por favor, haced un esfuerzo -Volvieron a oír la voz alta y clara de Manolo en sus mentes- Pensad en lo que ocurriría si esta Navidad todos los niños del mundo se quedasen sin regalos. Pensad que tampoco mis socios -Los Reyes Magos- podrán llegar a ningún hogar. Poneos en el lugar de este ser que os está atormentando, él nunca tuvo un regalo en estas fechas, ni tan siquiera sabe lo que es una caricia amable porque no tuvo papás que le quisieran. Vivió huérfano y solo y lo que es peor..., nadie le habló de que la verdadera Navidad se celebra en el corazón de los humanos porque es ahí donde Jesús nace, donde su amor nos hace personas capaces de  querer y ser queridas. Es digno de compasión porque él...., no conoce a Dios.

Estas palabras volaron por encima de los gritos y aspavientos del duende anulando cualquier efecto sobre las niñas que en esos momentos, habían dejado entrar la piedad en sus corazones infantiles. La sola mención de Dios había permitido que el amor se derramase como manantial sobre sus conciencias. Sólo Él podía, sólo Él... Y el duende comenzó a debilitarse y su naturaleza se volvió líquida por el calor que había traspasado de parte a parte su corazón de hielo. En unos segundos, el palacio comenzó a resquebrajarse.

- ¡Hay que salir de aquí! - Gritó Marta-
- ¡No, no podemos irnos sin mi reloj y sin los regalos! - Exclamó Manolo que mirando a uno y otro lado no alcanzaba a ver dónde podían estar ocultos-
- Esther se acercó al lugar donde el duende era ya un pequeño charco de agua, sobre él, flotando se hallaba un reloj dorado.
- Creo que es éste- Le dijo mientras lo depositaba en las manos de Santa-
- ¡Rápido Manolo, gira las manecillas! -Gritó Marta viendo que tan sólo quedaban dos minutos-

Manolo abrió la tapa de fino cristal y suavemente devolvió las agujas justo al punto que necesitaba para regresar a las niñas a casa sanas y salvas. Marta, que no había perdido detalle del palacio mientras luchaban con el duende por encontrar sentimientos amables,  pudo observar tras dos puertas encontradas que sobresalía lo que parecía una corbata y el cabello de una muñeca. Se dirigió hacia allí rauda pues las columnas habían comenzado a derrumbarse.

- ¡Manolo! ¡Aquí están los regalos! - Gritó feliz por el descubrimiento-

Con un solo chasquido de los dedos de Santa, todos los juguetes y regalos desaparecieron de allí para aparecer en el asiento trasero del trineo. 

- ¡Soy mago! No lo olvidéis - Dijo sonriendo- Y ahora  ¡Volvamos a casa!

Nada más elevarse el trineo, el horrible palacio se disolvió y las niñas suspiraron aliviadas.

- Oye Manolo ¿Cronus ha muerto? - Preguntó Marta preocupada-
- ¡Oh no!, sólo ha quedado suspendido en el tiempo hasta que alguien vuelva a tener una pesadilla con él justo antes de Navidad, es así como cobra vida y todo vuelve a empezar.
- Pues vaya pesadez de duende... -Dijo Esther-

De vuelta a casa, el reloj volvía a marcar las doce en punto; cuando se giraron para despedirse de su amigo él ya no estaba. Se quedaron mirando el horizonte bordado de estrellas brillantes en el que una estela plateada evidenciaba que Santa había pasado por allí.
La noche de Nochebuena había llegado y Manolo... Perdón Santa Claus, tenía todo preparado para hacer llegar al mundo sus regalos. Tras hablar con Melchor, Gaspar y Baltasar, cogió el listado de casas y países que le correspondían a él, sin embargo, esa noche haría una parada muy especial pues había acordado con sus amigos los Reyes Magos de Oriente, que había dos niñas en la calle Camilo José Cela que este año recibirían también la visita de Santa. 
Esa noche, en la Tierra había dos corazones que latían mucho más a prisa de lo normal, sobre la magia de la Nochebuena una estrella brilló en lo alto e iluminó la habitación de Marta y Esther. 

- Ya viene.... - Susurró Marta a su hermana-

Una luz roja muy intensa sustituyó el fulgor plateado de la estrella y entonces supieron que Santa estaba allí. Manolo entró muy despacio en compañía del "perreno" Rudolph y bajo el árbol dejó unas cajas cargadas con el regalo más maravilloso que cualquier niño pueda recibir: AMOR. Sobre la mesa de comedor, una nota que decía lo siguiente:

PARA SANTA.
Querido amigo Manolo, que el Niño que esta noche te trae a nuestras casas te guíe y te proteja el resto de tus días. Que tu vida sea larga y felizmente compartida con Manoli y tus niños, que Dios os de muchos nietos y que estos nunca, nunca, nunca sepan que sus abuelos en realidad son..El señor y la señora Claus"
Os queremos
Esther y Marta.

PS: Sobre la mesa de la cocina te hemos dejado jamoncito y un vaso de leche.

Manolo emocionado cerró la nota y se dirigió a la cocina.

- Bueno, soy Santa Claus y he parado el tiempo así que... ¡A ver ese jamoncito!

Y aquí está el auténtico Papá Noel. Feliz Navidad a todos los que entráis cada día en Casa Encantada.


Anda que os lo habéis creído..... ¡Es el de la foto de abajo!


Este cuento está dedicado a nuestros queridos amigos Manoli y Manolo. Gracias por ser como sois, porque en este mundo de sentimientos revueltos, personas como vosotros hacen que Dios aún crea en la Humanidad. Que Él os bendiga. 

Relato inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual con el Código número 1112220790209 Queda prohibida su copia y reproducción total o parcial sin permiso expreso.
Safe Creative #1112220790209