Esta noche no es la que era, antes tenía voces de niños, alegrías veraniegas, madreselvas, estrellas en las dobleces del cielo... No, no es en invierno esta noche como era aquella.
Tampoco es un lugar, porque las noches van y vienen a través del tiempo que pasa pero no muere. Así que no podré ir, ni vendrás tú.
Sin embargo, acudirá el verano a nuestras vidas y las olas del mar traerán en su arrugada cresta mil risas; más no la tuya.
Ahora está oscuro y es invierno. El invierno no es estación para locos, amado mío... Diría la bella que baila en torno al piano.
Amado mío, love me forever. And let forever begin tonight.
No reconozco estas cosas que digo, porque la noche está llorando a escarcha viva.
Vaya tarde que llevamos...Otro relámpago, Esther se tapa los oídos, Marta corre como alma que lleva el diablo y el nuevo gatito que hemos adoptado, se esconde bajo el sofá.
- Tita, ¿nos llevas a la Casa Encantada? Nos encanta ver llover allí.- Apunta Esther que es una aventurera de cuidado...
-Mmmm ¿con estos truenos?-
- ¡Siiiiiiiii, siiiiiiiii tita Pitusa por fa, por faaaaaa! Prometemos no bajarnos del coche.- Marta zalamera me hace ojitos.
-De acuerdo, pero el gato se queda.Y si vamos, es para bajar y entrar.
-¡El gato viene! -Replica la abogadilla de Esther-
- ¡Pero mona! ¿Cómo vamos a llevarnos al gatillo? ¡Si está como un rebaño de cabras, sólo hará dar la lata!
Ojitos, esta vez de Esther.
-Vaaaaaaaaaale, es que hacéis conmigo lo que queréis. Tita pitusa, tita pitusa... ¡Más bien tita de trapo!
Risas de las niñas y ojos curiosones de gatito recién adoptado.
- ¡Venga Narizotas, que nos vamos de aventuras con la tita!- Dijo Esther exultante de felicidad por poder compartir un viaje con el nuevo minino.
Montamos en el coche y ponemos rumbo a Casa Encantada. El gato, hace gala de una sinvergonzonería insólita y se lo pasa de miedo con las niñas en el asiento de atrás. No tiene miedo y salta de Marta a Esther jugando con todo lo que pilla. Va fuera del transportin...Ejem.
Un trueno... La lluvia cae trayendo un intenso olor a tierra mojada que nos rodea y hace que inflemos los pulmones entornando los ojos de manera instintiva.
- Tita pitusa que bien huele a tierra mojada- Dice Marta.
- Sí monas, es un olor maravilloso, nos conecta con lo primigenio y nuestro ser se estremece. Eso nos recuerda que todo lo que nos rodea está hecho de la misma sustancia que nosotros, por eso nuestro cuerpo reacciona así.
-Pero tita, eso no puede ser porque mira las piedras...
-Esther, al final en nuestro último componente, el más pequeñito, pequeñito, todos somos lo mismo..., seres vibratorios en un entorno vibratorio. No lo he explicado bien, pero creo que lo entiendes.
-Uy, que bonito es eso, cuánto sabes tita pitusa...
-Mmmmm, eso suena a pitorreito sobrinero....
- Jajajajaja, anda tita, pon musiquita que vamos a enseñar a bailar a Narizotas ¡Que sea de la nuestra!
Enfilamos la curva a la derecha adentrándonos bajo el puente de la vieja vía de tren.
El rostro de las niñas se relaja, el gatito se hace una rosca en las piernas de Esther que no cesa en sus caricias. Silencio, la música se desliza, la lluvia cae, los relámpagos iluminan el habitáculo y llena de luz las caras de mis sobrinas. Éste momento lo guardaré para siempre.
Llegamos hasta el silo y aparco, la lluvia arrecia y las peques no hacen ni por moverse. La casa aparece entre nubes, desolada, llena de sombras y más sola que nunca.
- Monas, poneos los chubasqueros, desembarcamos.
- Tita, ¿puedo entrarme a Narizotas aquí entre el chubasquero y mi camiseta?
- Esther, puedes hacer lo que quieras, tus padres no van a enterarse....
Feliz, abre la cremallera del ligero plástico salpicado de florecitas e introduce al gato, lo sujeta con sus manos y el animal, encantado con su aventura, asoma la cabeza y las manitas expectante.
La tierra permanece dura, aún no ha llovido lo suficiente como para que aparezcan charcos, el viento viene fresco y la tarde oscurece. Caminamos escuchando el ronroneo incesante de Narizotas y el golpeteo de la lluvia sobre los chubasqueros. Esther se detiene.
- Tita..., ¿has visto eso?
- El qué Esther... No seas bicho, no me asustes...
- Eso, allí junto al banco de baldosas amarillas. En la ventana del segundo piso se mueve algo. - Dice apuntando con el dedo índice de su mano izquierda.
Me asusto, Marta retrocede y Esther dirige sus pasos hasta la sombra que parece cobrar vida. De repente, se detiene y se gira hacia nosotras.
-¡Sois unas cagonas! ¡Las dos!
Marta y yo nos miramos. - ¡Tita que no se diga! Y la seguimos con más miedo que vergüenza. Un trueno. Las dos gritamos al unísono, Esther se monda... La sombra se mueve, pienso que puede ser la de un eucalipto o la de la palmera que se mece al otro lado. Me relajo pero Marta aprieta mi mano y susurra:
- Tita vámonos...
De repente, Esther se pierde entre las ruinas, un haz de luz iridiscente nos envuelve y explota en un millón de puntos luminosos. La Casa se transforma...
- ¡Tita, Marta, corred, tenéis que ver esto!
Entramos empujadas por una creciente curiosidad, las paredes descarnadas habían desaparecido, en su lugar, un tupido bosque cuajado de flores, el sol en lo alto y de fondo algo más que un rumor de agua comenzó a invadir nuestros oídos, una melodía excepcional acariciaba los sentidos de manera mágica. Nadie hablaba, no hacía falta. Esther nos hizo un gesto para que guardáramos silencio, descorrió la cortina de arbustos y ante nuestros ojos apareció un hermoso y cristalino lago, en él, unas bellas mujeres de largos cabellos color verde bailaban y cantaban sobre las aguas, iban vestidas con ropas azules que refulgían al sol y adornaban sus cabezas con flores y nenúfares. De sus sensuales labios se desprendía la dulce melodía que embriagaba los sentidos, sin embargo, nos pareció que los labios no se movían. De repente, las miradas de aquellas extrañas jóvenes se volvieron hacia nosotras y un halo de magnetismo y sensualidad se extendió por el lugar, temí que al descubrirnos, las bellas criaturas se marcharan.
- ¿Quienes son tita? Susurró Marta.
- Son Náyades, hadas de agua dulce, habitan en ríos, aguas y fuentes. No es fácil verlas.
- Dios mío....-Dijo Esther- son muy hermosas. El gatito acaricia su barbilla y la niña le sonríe sin apartar los ojos de las hadas.
-Sí, lo son, -afirmé- Son seres legendarios amantes de la música. La corriente de los ríos, las cascadas y en definitiva todo el mundo acuático tiene su ritmo.
De repente las hadas se diluyeron en el agua y la música se apagó. Me quedé analizando un rato el momento que acababa de vivir, pensé que merecía la pena rescatar la fantasía. De nuevo, el ronroneo del gato nos devuelve a la realidad. Las paredes vuelven a estar descarnadas y la lluvia retoma su son.
-¿Crees que debemos contar esto, tita?- Pregunta Esther con la cara y las manos cubiertas del polvillo dorado que dejan las hadas al pasar.
- No tesoro, creo que no. Guardaremos este secreto para siempre y lo compartiremos cada vez que sintamos la necesidad de reunirnos para hablar de cosas bonitas. ¿Qué os parece?
Las niñas asintieron, el gatito maulló divertido.
De vuelta a casa, el reloj marcaba las siete y media de la tarde, los relámpagos rasgaban el cielo plomizo dibujando miles de caminos brillantes y temblorosos. El relámpago se apaga y el sonido nos invade. Apretamos el paso y la lluvia nos acompaña. Tac, tac, tac, las gotas golpean el plástico de nuestros chubasqueros, el gatito se resguarda en el cuerpecito de Esther. Al fin llegamos, dentro del coche nos quedamos en silencio, saboreando nuestra última aventura.
- Tita pitusa, pon música. Que llegue al corazón de la fantasía y esté cantada por Elfos.
Inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual, obra 1008227110976 . Prohibida su copia o reproducción, todos los derechos reservados.
En Casa Encantada existió un jardinero, supongamos que
el nuestro atiende al nombre de Ramón y soñemos.
La silueta de un hombre no muy joven se dibuja entre las
brumas de la mañana, es Ramón, el jardinero de la Casa Encantada que, como cada
despertar, comienza muy temprano su frenética actividad propia de las oficinas.
Ramón no es muy alto, en sus manos se pueden leer años de
trabajo en el campo y en sus ojos cargados de historia, toda una vida llena de
sueños que no siempre se cumplieron.
Feliz se dirige al cobertizo donde guarda sus herramientas
de trabajo: un rastrillo, unas tijeras de podar, una pala, una azada y una
espuerta es todo cuanto posee para crear los más bellos pensamientos que jamás
se vieron en Peñarroya-Pueblonuevo. Y digo crear, porque estas flores sólo
pueden cultivarse si antes se sueñan; él las crea en su pensamiento cada noche,
las riega con su cariño y en primavera florecen hermosas, grandes, bellísimas y
coloridas.
- ¡Buenos días Ramón!
- ¡Buenos días don Leonardo!
Don Leonardo entra en las oficinas, el papeleo de las minas
es a menudo interminable, pero Ramón no entiende de eso ni falta que le hace.
- Bueno preciosas, hoy os toca a vosotras, voy a podaros
para que luzcáis bien bonitas en primavera. Parece que ya no va a helar así que
venga, voy a quitaros ese traje viejo que lleváis para que podáis sacar
vuestras nuevas hojas. Además, seguro que alguien os quiere para adornar a la
Virgen, con que ya estamos tardando.
Ramón coge las tijeras y comienza la poda de las rosas con
sumo cuidado, como la madre que por primera vez corta las uñitas de su bebé.
Ramón canturrea "mi niña Lola" mientras hace su trabajo.
- Ay que ver lo que me gusta a mí "el Pepe Pinto",
en cuanto pueda ahorrar unos duros me voy a verlo cantar.
El sol de febrero despunta arriba, bien alto, Ramón entorna
los ojos y frunce el ceño mientras caracolea un bonito quejido en su garganta.
Los oficinistas dejan el lápiz y el secante y se dirigen a las ventanas
sigilosamente.
-¡Ramón está cantado! Susurra Julio a los compañeros que con
sumo cuidado se desplazan para oírle, saben que si los ve, el jilguero cerrará
su pico.
Martín le jalea en silencio imitando cada palabra que sale
de la garganta de Ramón, que entusiasmado no se ha percatado del improvisado
público que lo admira.
El jardinero termina la canción y deja la tijera por unos
momentos, ay..., qué día tan hermoso con
este sol y la hierba apuntando fresca y verde. Así se olvidan las penas de una
España que se tiñó de rojo líquido por el odio y la ignorancia de políticos
manipuladores y envenenadores de pueblos. Ya pasó... Ojalá que nadie remueva estas
cosas, ojalá.... Piensa Ramón mientras cambia las tijeras por la azada.
- Ramón, este año ha llovido bastante y el jardín va estar
precioso, ya lo verá.
- Pues eso pienso yo don Leonardo, que con el agua que ha
caído, la primavera va a ser mu buena y los animales se van a criar solos.
- ¡Tenga buen día y cuídese esa tos, hombre!
- Esto es un resfriaillo de ná. ¡Con Dios, don Leonardo!
Ramón se dirige a un arriate donde han nacido los jacintos y
dentro de nada comenzarán a florecer. Allí hunde sus manos en la tierra húmeda
y aparta las malas hierbas, piensa en como los hombres a veces se tuercen en su
camino y acaban transformándose en "cizaña", como se le llama aquí a
las hierbas dañinas. Su filosofía sencilla es a veces un libro de vida: "caminar
sin hacer daño a los demás". Arranca otra hierba y silva una melodía.
- Cachis la mar..., cómo está esto de yerbajos y eso que los
arranco casi a diario. Si es que no pue ser, las malas hierbas crecen hasta en
las mejores familias.
Ramón sigue rumiando su letanía de quejas sobre la
"cizaña" mientras acaba con ellas a buen ritmo. La mañana se va
consumiendo y el estómago del jardinero reclama su sustento, en una talega de
listas de lo más primorosa, aguarda el trozo de pan con morcilla que saciará el
hambre creciente de nuestro amigo. Había adquirido su manjar el día de antes en La Parrilla, aprovechando que era domingo fue a tomarse unos vinos "an ca
Hilario el del comercio" y compró unas morcillas que venían avaladas por
muy buena fama.
Qué buen rato había echado allí en el salón del
bar-comercio, siempre había alguien dispuesto a contar un chascarrillo
divertido. Los hijos de Hilario eran más malos que un rajón, especialmente el
chico, del que contaban ponía guindillas en la estufa... Demonio de nene.
Ramón acabó su tentempié y se incorporó a la tarea, echó un
vistazo al camino plagado de transeúntes que iban y venían al comercio y al bar
de al lado: "los Melgarejos"
-¡Ramooooon, que te se van a caer y te van a partí un pié hombreeeee! ¡Er tío que bien viveee!
Ramón se ríe con las ocurrencias de su amigo "er
pirata", que siempre anda metiéndose con él porque dice que vive como un
marqués. El pirata es minero del pozo Langreo, en La Parrilla, un accidente
lo dejó tuerto de un ojo y el mote le cayó por derecho propio. Le gusta el
aguardiente y el cante y de vez en cuando, Ramón le corta unas rosas para
"la Agustina" porque el pirata se emociona con la bebida y le llega
borracho más de una vez, cuando la mujer se harta lo echa de casa, aunque
siempre acaba perdonándolo porque a pesar "del vicio" no es mal
hombre.
El día transcurre en paz, la gente va y viene con carros,
mulas y algún coche. Los trenes no paran en su incesante ir y venir, humo de
máquinas que se mezcla con el sonido característico de las ruedas sobre las
vías. Mujeres que cargan cántaros de agua a la cabeza y pesados fardos, son las
"cosarias", que llevan mercancías diversas a quien no quiere
desplazarse a por ellas. A Ramón le dan pena, algunas son mayores y sus piernas
ya no están para esos trotes, pero así es la vida, hay que trabajar para llevar
el pan a casa. Los guardias andan atentos para que nadie cruce las vías pero
siempre se les escapa alguien, el mes pasado multaron a las mulas de Manolito,
el hermano de Hilario. Puf, con el genio que tiene...
El jardinero vuelve a mirar las rosas, han quedado
perfectas, el ingeniero asturiano le ha pedido que vaya a su casa porque no hay
nadie como él para podarlas. Tiene unas manos mágicas para estas flores,
pareciese que con sus caricias cobren vida los rosales. A Ramón no le importa,
total le pilla cerca y es mejor no contrariar a los jefes. A veces sueña que le
toca la lotería y se compra una casa como la del ingeniero, una bien grande con
un jardín hermoso lleno de flores bien cuidadas. Después se iría a ver el mar
que aún no conocía porque la mili le había tocado en Sevilla, allí había oído
a los compañeros contar que el mar crece y se encoge dependiendo de si era mañana o noche, y que eso se llamaba mareas.
Ramón apartó sus sueños, a fin de cuentas no eran más que
eso. Fue al cobertizo a dejar los aperos, allí se encontró con uno de los
oficinistas que le dijo que lo requerían en la segunda planta para arreglar un
desconchón que se había hecho por la caída de una estantería.
-¡Qué vida ésta, no le dejan parar a uno! Menos mal que lo
mismo valgo pa un roto que pa un descosío. Lo malo es que tenía que pasarme por
la casa el ingeniero..., bueno, si eso voy esta tarde.
Y Ramón se pierde por las escaleras de la Casa Encantada con
sus pantalones raídos, sus manos surcadas de trabajo y una espuerta llena de
herramientas destinadas a solucionar el desperfecto de la pared. Sube cargando
sus sueños sobre unos hombros cansados, su nuca cubierta de canas se balancea a
cada peldaño mientras los oficinistas lo animan a echarse una copla. El
jardinero sonríe porque a pesar de todo, sabe que le escuchan a escondidas, es su pequeño
momento de lujo en un mundo que se olvidó de él el día que rifaron la fortuna.
- Bah, qué más da. Yo soy feliz con mis rosas y mis cantes,
que no es más rico el que más tiene sino el que menos necesita.
Y su pensamiento queda flotando en el aire, rebotando en las
paredes de una casa que hoy ya no ofrece nada de lo que tuvo. Ramón vive entre
las hierbas, ahí sigue cuidando las plantas, cantando por Pepe Pinto,
filosofando con su sabiduría de hombre bueno. Sí, tenemos jardinero en Casa
Encantada, para él este vídeo cargado de belleza y música.
Desde esta ventana oigo el incesante sonido de la lluvia y el viento. Veo a nuestra casa sola y desnuda bajo la lluvia que la horada y erosiona cada vez más; el tejado es ya casi inexistente por la parte trasera y la chimenea aparece desprotegida, erigida hacia el cielo, susurrando a las nubes un lugar en el infinito.
Las gentes pasan guarecidas en sus abrigos espesos, bajo paraguas multicolores que disimulan la monocromía del sábado lluvioso y gris. Los cristales se empañan, el frío ha comenzado en un lugar donde debería estar prohibido tiritar. Es el sur, ese sur colorido de calle y compañía risueña bajo el toldo de una terraza y a la luz del dorado vino cordobés.
Hace frío, la carretera que va a la casa está desolada, sombría, inhóspita...los mastines que habitualmente vienen a buscar sus caricias hoy no están. Aún es pronto para nosotros, no es el momento del frío, aún no. Sin embargo, los días pasarán envueltos en tules grises y vientos helados y las gentes nos acostumbraremos a la nueva estación que invita a los recuerdos al calor de la leña en un cortijo en mitad de la dehesa. Es entonces cuando el calor del alma sale y entibia el entorno, es entonces cuando nuestro cuerpo se prepara para recibir las heladas y los ojos del corazón transforman los cristales de hielo en catedrales góticas.
No me gusta el invierno pero al final mi alma acaba aceptándolo, envolviéndolo en su seno y soñando nuevas aventuras con las niñas, los amigos, con vosotros...
La casa me mira con ojos de soledad pero me susurra palabras de esperanza.
-"Yo fui la que fui, ahora vosotros me otorgáis una vida que no esperaba"
Y su ruina parece sonreírme desde el manto de lluvia enfurecida.
Artículo inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual con el Código: 1012298157150. Prohibida su copia o reproducción.
Hoy el sol navega indolente sobre las sierras y los hombres. El cielo azul cartulina protege su atrevimiento y anima a soñar a los corazones encogidos por el invierno, un invierno duro con las sierras y con los hombres.
Mi alma se estira a la espera de unas alas que aún no ha conseguido, las necesita para volar y perderse en la neblina de los deseos, de lo contrario busca aromas en vientos pasados. Introspección poco recomendable, aunque sea un modo de conocer y de existir.
Un día como éste puede socavar los sueños, el sol como techo y el frío en abrazo mortal no es el mejor de los ambientes para pensar, ni siquiera para ahondar en sentimientos y hacer el esfuerzo de mantenerse alegre. Sentimientos y felicidad no es siempre el binomio perfecto, de hecho los primeros se vuelven grises en cuanto el tiempo los agita, la presencia inesperada, el recuerdo materializado en el presente..., ahoga la fragilidad de la alegría. Débil alma es la que se permite la mirada al pozo negro del ayer reciente y lo rescata. Pero lo hago.Se hace pensando, excavando los túneles del tiempo y extrayendo sensaciones que hoy no tienen valor en el mercado del sentimiento, la balanza se inclinó del lado contrario y el peso se llevó mi corazón. Tampoco él tiene alas ¿Qué puedo hacer entonces? "Andar a ras de tierra" me diría quien sabe y conoce mis aturdimientos.
Tal vez el contacto con la tierra caliente la carne dormida, es la tierra quien finalmente me acogerá cuando duerma eternamente, pero ahora... Quizá ahora sea mi modo de volver al presente, al futuro, más allá..., y cortar los hilos que envenenan mi alegría. Sí, sobre ella nace la hierba verde y fresca de la Primavera, el renacer de los mundos y la vida que finalmente nos arrastra a la transmutación. Tal vez al otro lado del invierno esté yo, de nuevo, con la mirada en el horizonte, bajo los estrellas y sobre los recuerdos. También hay paz en éstos, a veces...
El pasado es como el humo, cuando se aleja no escuece a los ojos pero si el viento cambia... Te envuelve y doblega, obligándote a cerrar las ventanas a la vida, sumiendo todo en una oscuridad fugaz pero hiriente, impidiendo ver otras manos que intentan abrir tus cerrojos.
No hay valor en andar hacia atrás, por eso mi alma necesita sus alas para flotar entre las caricias de un viento fresco y favorable que me devuelva la fe. Si eres tú quien la otorga, ¿por qué me devuelves los años?
Me asomo a la ventana y el gris se cuelga de mi retina castigada por la luz del ordenador. Las escorias de minas casi azulean bajo el plomizo cielo en compentencia; color inexistente, neutro alterado por las emociones. Dicen, que las emociones se echan fuera cerrando una ventana, cierro la mía. Regreso al fondo de la habitación nívea, abro el armario y me coloco ropa de abrigo en color bruma, a juego con el día. Camino por el campo escuchando cómo bajo mis pies la hierba cruje, sobre los pastos el hielo ha tejido encajes de formas caprichosas que al contacto con mi aliento se desdibuja y licua. Vaya..., prefería el traje de filigrana a las lágrimas cálidas.
Ateridos, los pájaros han callado en su canto, sólo el viento se atreve a levantar la voz en el paisaje vaporoso de Casa Encantada. Las imágenes son grises, como el cuello de los palomos, como las panzas de ciertas nubes, como el ánimo de los legionarios de Roma a las puertas de Numancia, como el alma de algunas personas que una vez atravesadas por el odio, sólo vomitan maldad en cualquiera de sus variedades. Prefiero el alma limpia de mis preciosas sobrinas porque su color es el de los pétalos de flor en Primavera, como sus mejillas en verano, como su sonrisa limpia todos los días del año. Las quiero tanto...
El sol tiene miedo esta tarde, no se atreve a abandonar el regazo gaseoso que lo contiene. Me detengo, millones de perlitas milimétricas se posan en mis cabellos, es como si del cielo bajasen cristales diminutos que enredados en las gentes y las cosas ponen brillo a la monocromía reinante. Me pregunto si la princesa aguantará en pie muchos más inviernos.
En esta casa puede verse el discurrir del agua por los arroyos, baja borboteando camino a ninguna parte. Antes, cuando este lugar estaba rodeado de vida, las aguas tenían un trayecto y el pueblo perdido en las dobleces del tiempo y la memoria, recogía su fluir para darle vida. Ya nada queda del pueblo de los abuelos, sólo anécdotas que pasan de boca en boca destino al corazón de quien quiera oírlas. Se regalan sonrisas.
Debería volver, a lo lejos las luces se ven difuminadas, son como globos amarillos que temblorosos se suspenden en la neblina. Fantasmas de luz ambarina en medio de las calles.
Adiós Casa Encantada, hasta mañana. Tal vez esta noche o mañana por la noche, Dios te corone de nieve y cubra así tu cabello ralo y destartalado. Bonito tocado para una princesa de siglos.
Brumas celtas en el sur de España, cambian los tiempos pero no la esencia.
Siempre aconsejo que en la medida que vamos leyendo los pequeños relatitos, pinchemos en los vídeos que vamos encontrando y sigamos leyendo, eso hace que nos introduzcamos de lleno en la aventura. Hoy os sugiero un momento de relax, es un día tranquilo de un jueves sin demasiados problemas.
Veo la niebla desde la puerta acristalada, es de esos días que el alma se recoge a esperar caricias.
La niebla está envolviendo los coches que tengo frente a mi puerta, desearía escaparme de aquí y volar a la sierra, ese lugar al que me siento tan fuertemente conectada. Llevarme un lápiz y un cuadernillo para plasmar allí mis emociones frente a la visión del monte a mis pies, adivinando el oscuro verde tras los tules de la niebla, sintiendo las perlitas de agua en mi cabello y subiendo los cuellos de mi anorak para resguardarme de un frio que lejos de molestarme, me reconforta y me hace sentir en contacto con la naturaleza que me rodea. Quien sabe, igual hay un Trastolillo escondido a la espera de que mi ensoñación lo despierte y poder jugar. Sonidos de hojas secas movidas por el viento llegan hasta mis oídos. El campo se humedece y el sol mortecino regala destellos de cristales a los ojos del transeunte.
La niebla tiene para mí un toque de ensoñación, velos de Avalon que se expanden en la salita donde a veces leo para mis sobrinas las leyendas del Rey Arturo. Nos quedamos con ella, repletas de magos y bellas reinas pero prometo traeros la auténtica historia de este rey. Ahora, cerremos los ojos en mitad de la niebla, Merlín se acerca, el castillo de Camelot abre sus puertas para nosotros en esta mañana nebulosa de magia y fantasía. Una princesa se asoma al lago, chssst, puede vernos...
Artículo inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual con el Código: 1012298157143. Prohibida su copia o reproducción