Esa noche Reyes no había dormido bien, extraños sueños de brumas y monjes habían poblado su mente sin saber el motivo.
Tenían por delante varias horas de viaje hasta Senouillac en Francia, cerca de Toulousse, y la noche sin dormir no era precisamente un buen comienzo.
Hacía tiempo que barajaba la idea de hacer el camino de Santiago desde Roncesvalles, el problema es que siempre se interponía algún otro asunto que obligaba a posponerlo. Sin embargo, no sabía porqué se sentía tan conectada a todo eso, su corazón la llamaba a realizar aquel camino del mismo modo que el cerebro despierta la sed. En su sueño había visto nítidamente imágenes de la catedral con monjes que la llamaban, caminos transitados por peregrinos de otras épocas, cruces templarias y salmos en latín.
-¡Venga cariño, date prisa que ya vamos tarde! -Exclamó su marido tocando a la puerta del baño.
-¡Voooy!
Reyes echó un último vistazo al espejo, llevaba un abriguito ligero en cámel, un jerséis de mohair y unos tejanos. El cabello rubio y suelto acariciaba su rostro que quedaba perfectamente iluminado con unas perlas australianas, regalo de su abuela el día que cumplió los dieciocho años.
Tomó una pequeña maleta donde había puesto lo imprescindible para pasar el fin de semana y enfiló la salida. Destino: Castillo de Mauriac.
- ¿Qué te ocurre? Estás muy callada y eso no es muy habitual en ti - Preguntó Javier extrañado por el silencio de Reyes.
- He dormido mal, he tenido sueños extraños que sin llegar a ser pesadillas me han mantenido toda la noche en continuo sobresalto.
- Bien, puedes dormir un poco, tenemos muchas horas por delante hasta llegar al castillo. Descansa.
La carretera interminable terminó por vencer a la chica que se quedó dormida. Quería estar descansada pues se habían puesto en camino para asistir a una subasta de objetos antiguos. No sabían muy bien qué se subastaba pero siempre era interesante pasar un fin de semana en un castillo del siglo XIV.
De nuevo, los sueños...
Volvió a despertar sobresaltada, no entendía muy bien qué pasaba por su cerebro para recrear una y otra vez la misma secuencia mientras dormía.
- ¿De nuevo los frailes? Pregúntales si antes fueron cocineros porque me está entrando un hambre.... -Dijo Javier bromeando con los sueños de Reyes-
- ¡No tiene gracia! - Y sin más, se hizo un ovillo con la mantita que llevaba para abrigarse.
Al fin, el maravilloso castillo se perfiló en la lejanía, el corazón de Reyes palpitó fuerte de emoción y la sonrisa iluminó su cara sonrosada por el pequeño sueño, esta vez tranquilo, que había podido conciliar en la última hora.
Setos perfectamente podados, amplia entrada flanqueada por un verdor brillante, piedras blancas que seguían siendo testigos del paso de los humanos por aquellas tierras impregnadas de historia y literatura... Por un momento, el alma de nuestra amiga voló a otras épocas y se preguntó cuántos secretos no guardaría aquella fortaleza en su bolsa repleta de tiempo.
Cuando abrieron la puerta del coche, un viento gélido les azotó inmisericorde.
- ¡Dios mío, no hemos venido preparados para este frío! - Exclamó Reyes cruzándose el abrigo todo lo que daba y encogiendo los hombros-
- Bueno, ya no tiene remedio así que cojamos la maleta y entremos.
Los alojaron en una enorme habitación pintada de tonos añil y beige, al fondo, una cama con dosel y unas delicadas mesitas que rápidamente despertaron la curiosidad de los huéspedes. La ventana daba a una pequeña piscina y al jardín. En ese momento se percataron de que la fortaleza no tenía calefacción.
- Disculpe señor - Se dirigió Javier al botones- ¿No tienen calefacción en el castillo?
- Monsieur, no teníamos reservas para este fin de semana, salvo el salón donde se celebrará la subasta que estaba contratado desde hace un mes y que sí está dotado de calefacción independiente, el resto carece de ella. Hemos aprovechado la ausencia de huéspedes para solucionar unos pequeños contratiempos que venimos sufriendo con la calefacción de las habitaciones, mucho me temo que hasta el lunes no estarán solucionados. Lo siento, si puedo hacer algo más por ustedes... En el armario encontrarán mantas de lana que les ayudarán a combatir el frío.
Dejó la última palabra en el aire y cerró la puerta tras de sí. Los pasos se oyeron en el largo pasillo, luego un silencio y de nuevo pasos.
- En fin, mirémoslo por el lado positivo, estamos en un lugar cargado de misterios. - Dijo Reyes mirando a su alrededor y sonriendo-
- Sí, estoy seguro de que será un inolvidable fin de semana.
Bajaron para almorzar y aprovechando que el sol acariciaba tímidamente la región, dieron un paseo por los alrededores. Antes habían mantenido una pequeña conversación con la relaciones públicas del castillo que les había comentado que el lugar era en realidad una antigua fortaleza militar templaria. Reyes hizo cálculos, si era del siglo XIV, significaba que su edificación coincidía con el trágico e injusto final de la Orden y eso la hizo estremecer. A su mente acudieron las imágenes de un Jacques de Molay, el último Gran Maestre, maldiciendo en la hoguera a sus verdugos mientras las llamas consumían su cuerpo. Las palabras resonaban ahora en su cabeza como si hubiese estado presente en el fatídico momento.
"Clemente, y tú también Felipe, traidores a la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios!... A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año... "
Curiosamente, la maldición o profecía de de Molay se cumplió. A los treinta y tres días de la ejecución de los templarios, moría el papa Clemente V en el castillo de Roquemaure, posiblemente envenenado.
El rey Felipe IV de Francia, nueve meses después de la pira de París, fallecía misteriosamente mientras cazaba.
Se apretó instintivamente contra Javier que la miró preocupado.
Entraban de nuevo en la fortaleza cuando se cruzaron con más huéspedes, todos dispuestos a pasar frío: Alemanes, suecos y otros europeos, anticuarios en su mayoría.
La tarde vino cargada de sombras, el sol se escondía tras nubes negras y el viento comenzó a azotar las paredes. En su loca acometida aullaba como un lobo enjaulado y acabó metiendo el temor en el cuerpo a todos los presentes. El miedo generalizado era quedarse sin suministro eléctrico.
- Damas y caballeros, a continuación, se subastará una pieza única, un fardo de documentos perfectamente ordenados y fechados en el siglo XIV, hallado en los subterráneos de este castillo. Su autor es el último Gran Maestre de la Orden religioso-militar del Temple y su contenido, la negación de los cargos que les llevaron a su disolución y muerte. Pueden contemplar el estado de conservación y la extraordinaria caligrafía, en él, su autor desmonta uno a uno los motivos que el rey de Francia esgrimió para liquidar la Orden. El precio de salida es de 100.000 euros.
- ¡Oh Dios mío! - Exclamó Reyes llevándose la mano derecha a la boca.
- Sí cariño, lo sé, es algo maravilloso pero el precio...Mucho me temo que alcanzará un valor muy superior. - Contestó Javier con cara de disgusto-
- ¡No es eso, no es eso! ¡Yo he visto esos papeles antes! - Le dijo asiendo su brazo con nerviosismo-
- Chsssst! - Una dama rozando los setenta se giró para regañar al joven matrimonio-
- ¡Vamos fuera! Le susurra Reyes a Javier.
Ambos salieron de la sala y se dirigieron a un pequeño bar que había al fondo del largo y amplio pasillo.
- ¿Pero qué estás diciendo sobre esos papeles? ¡Por el amor de Dios Reyes, eso es imposible!
- Que te digo que no, que los he visto.., ¡en sueños!
- ¿En sueños? Reyes.....
- ¿Recuerdas lo que te dije esta mañana sobre mis "pesadillas"? Bien, pues uno de los monjes llevaba esos papeles en la mano y pude ver la caligrafía. Son los mismos trazos, la misma letra. ¡Son esos, de verdad!
- De acuerdo, supongamos que ha sido una coincidencia. ¿Qué quieres hacer ahora?
- Quiero bajar a los sótanos del castillo.
- ¿Cómo? ¿Estás loca? ¡Estamos en Francia Reyes, no podemos infringir la ley!- Dijo Javier levantándose del taburete y llevándose las manos a la cabeza-
- Sí querido pero..., mañana hay huelga general en el país -Arqueó las cejas y acompañó el movimiento con una sonrisa picarona-
- De acuerdo, pero si nos metemos en un lío, tú inventas la manera de salir.
- ¡Acepto!.
La noche envolvió al chateau de Mauriac, en la lejanía se escuchaba el viento gemir, ningún animal nocturno merodeaba ni emitía señal alguna. El frío arreciaba y Reyes no podía dormir con apenas unas mantas y los pies helados así que decidió levantarse, a fin de cuentas eran casi las tres de la madrugada y por lo tanto la jornada de huelga había comenzado.
Cerró la puerta tras de sí con sumo cuidado para no despertar a Javier que a pesar del frío, dormía plácidamente.
- Mírale, como un cachorro. - Pensó antes de cerrar la puerta. Le mandó un beso silencioso y cerró-
Al salir al pasillo, se encontró a una pareja de alemanes con los que habían intimado durante el almuerzo.
- ¡Faiga, Gerard! ¿Qué hacéis levantados a estas horas?
- Oh, "Reyas", el frío aquí cala hasta los huesos, es un frío extraño que no nos permite dormir.
- Sí pues eso se lo cuentas a mi marido. -Susurró la frase de manera apenas audible-
- ¿Perdón? No entiendo yo...
- No, nada, nada, Gerard, que estoy de acuerdo contigo, este frío es insoportable.
- Hemos pensado hacer una pequeña excursión por el castillo. ¿Te apuntas? -Sugirió Faiga-
Faiga era hija de español y alemana y dominaba a la perfección el castellano, en cambio, Gerard seguía teniendo problemas para expresarse. Reyes dudó unos instantes, no estaba bien dejar a Javier en su habitación mientras ella correteaba alegremente por los corredores de la vieja fortaleza. ¿Y si encontraban algo digno de mención? Rápida como un rayo, se volvió a la habitación y zarandeó a su marido hasta hacerlo despertar. En diez minutos estaban junto a los alemanes.
- Bajemos a los sótanos- Propuso Reyes.
- De acuerdo - Asintieron
Descendieron las escaleras con sumo cuidado, al llegar a lo que parecía una bodega, una enorme puerta de madera les cerraba el paso.
- Vaya, con esto no habías contado, "Indianita" - Le dice Javier a Reyes revolviéndole el largo y espeso pelo.
Reyes se dirige hacia la puerta, toma el picaporte y ésta se abre sin ofrecer resistencia.
- Adelante, damas y caballeros. - Les dijo acompañando sus palabras con un gesto que les invitaba a pasar. En el interior, botellas de vinos de la casa, champagne, cognac y diversos caldos de procedencia variopinta.
El lugar era amplio y oscuro, limpio para ser una bodega pero demasiado húmedo. Con el frío, la humedad calaba los huesos. Recorrieron la estancia ayudados por la luz de las linternas que el matrimonio alemán había aportado a la inesperada excursión. Javier comenzaba a ponerse nervioso.
- Oye Reyes, no deberíamos estar aquí, es peligroso.
- ¿Peligroso? ¡Oh vamos, no seas gallina!
- ¡Mirad! Aquí hay una sombra como de haber habido una puerta - Habló Faiga-
Todos se dirigieron hacia la angosta esquina que formaba la pared con la enorme vasija donde Faiga se recostaba despreocupada. Reyes estudió con sus dedos la zona donde supuestamente había estado alojada la puerta. En efecto, una línea delgada de argamasa aparecía en color ligeramente más claro delatando la presencia del portón. Golpeó con los nudillos pero sonó macizo.
- Aquí no hay nada, si lo hubo han debido taparlo muy bien. - Habló Javier que empezaba a estar cansado de la aventura-
Faiga seguía echada sobre la enorme vasija que en su día debió albergar agua o cereal, se fijó en los bordes enormes de la boca y luego fue descendiendo hasta el fino asiento. Parecía estar pegada al suelo y el mínimo movimiento haría que la base se desprendiera.
Reyes acarició el recipiente y se sintió poderosamente conectada con él, recordó el sueño. Había una tinaja como esa en algún lugar que no podía determinar, pero desde luego era igual: grande, rojiza y de bordes redondeados.
- Ayudadme a recorrerla - Dijo excitadísima-
Todos se miraron, si la movían lo más probable es que la base se quedara pegada al suelo.
- ¡Vamos, no tenemos toda la noche!
Sin rechistar, todos empujaron. Sintieron un crujido y efectivamente, el fondo de la tinaja se separó del cuerpo como si el corte hubiese sido ejecutado con un cútex.
- Mira lo que ha pasado, ¡es que lo esperábamos, Reyes!. Venga, vámonos de aquí- Propuso Javier desesperado-
- ¡No! ¡Espera!
Reyes se puso en cuclillas y comenzó a retirar el barro del suelo, poco a poco apareció algo metálico. Todos colaboraron y al cabo de unos minutos, una trampilla hizo acto de presencia ante los alucinados ojos de los aventureros. Necesitaron grandes dosis de fuerza y paciencia para abrirla, cuando al fin cedió, un olor a moho, humedad y podredumbre se adueñó de las pituitarias de los presentes. El hueco era estrecho pero dejaba sitio para una persona; en la pared, unos anclajes hacían de escalones.
- Yo iré primero - Se ofreció Gerard, que tras echar un vistazo con la linterna, se aseguró de que al menos los primeros escalones parecían estar en buen estado-
El silencio se adueñó del lugar, al fin vieron un haz de luz enfocar hacia arriba y una voz en lo profundo que les invitaba a bajar. Reyes fue la segunda pese a la negativa de su marido a seguir con aquello. Cuando hubieron tocado tierra, las caras, manos y vestimenta de todos estaban llenas de telarañas, polvo y otras manchas difíciles de determinar.
- Bien, hay dos caminos, vosotros decidís cual exploramos primero- Comentó Reyes exultante de alegría por el descubrimiento-
Se miraron algo asustados pero ya que habían llegado hasta allí, era ilógico volver, así que decidieron tomar el camino de la derecha. Avanzaron de dos en dos hasta que el corredor se hizo tan estrecho que una persona rozaba con los hombros la pared. El suelo era terrizo y estaba mojado. Tenían la sensación de haber descendido al menos dos metros porque el aire era pesado y rancio. Comenzaba a hacer calor pero de repente, tras casi media hora de larga caminata a varios metros bajo tierra, la luz se abrió ante nuestros amigos.
Una espectacular sala revestida de mármoles se presentó ante sus incrédulos ojos. A escasos metros de donde se hallaban petrificados por la sorpresa, se erguían columnas que se perdían en el infinito entrelazándose en lo alto, como ramas de vid unas con otras en un abrazo vertiginoso de luz y belleza. Bancos de sobriedad recoleta aparecían adosados a la pared. Sepulcros antiguos que contenían los restos de caballeros muertos en las Cruzadas se presentaban incrustados en los arcosolios. Al fondo, distinguieron un altar sin retablo donde el mármol traslucía dando la sensación de estar bajo un sol radiante En lo alto un bellísimo Cristo daba la bienvenida a todo el que se acercaba por la nave central. El templo tenía tres naves separadas por columnas, con capillas laterales recubiertas de complicadas bóvedas de crucería y decorados pilares para darle sensación de amplitud. Reyes reconoció el bauceant de la Orden del Temple que pendía sobre su mástil en el centro del altar.
Todo estaba en silencio, los improvisados excursionistas pensaban que de un momento a otro aparecerían los monjes, pero nada de eso ocurrió. Se sentaron en un banco frente al altar, sin hablar. Transcurridos unos quince minutos, por un lateral apareció un anciano de unos ochenta años; cabeza rapada, ojos grises y afilados, barba blanca partida en dos y nariz aguileña, vestía una túnica con los filos labrados y ceñida con un amplio cinturón de cuero. Aquella persona encajaba con la descripción de cualquier Gran Maestre de la Orden del Temple.
Todos retrocedieron con miedo, todos menos Reyes que había visto antes ese rostro, no sabía donde, pero le era familiar.
El anciano ocupó su sitio en el sillón y con fuerte acento extranjero ordenó a Reyes que se acercara hasta él. Ésta obedeció al punto y nerviosa se arrodilló frente al singular personaje. El anciano sonrió y sus ojos grises se afilaron mucho más. Tomó las manos de la joven entre las suyas y le habló.
- Al fin te conocemos querida amiga, tenemos muchas cosas de las que hablar. Ofréceme tu brazo y sígueme.
La chica miró hacia atrás buscando a su marido, éste le hizo un gesto de desconcierto encogiéndose de hombros.
El anciano y Reyes se perdieron entre las columnas. Al principio, el silencio incomodaba a la joven pero a medida que abandonaban el templo y se adentraban entre los largos corredores y salas, la paz la inundaba. De vez en cuando, el Gran Maestre miraba a la joven y Reyes se azoraba sin saber qué decir, una sonrisa del anciano bastaba para devolverle el sosiego. Al cabo de un rato, el hombre rompió el silencio.
- Bueno, mi joven amiga, ¿es que no vas a preguntar nada?.
- Tengo tantas preguntas que no sé por donde empezar. -Contestó deteniendo la marcha-
- Pues empieza desde el principio. – Le animó -
- Verá yo.., es que he tenido unos sueños donde le veía a usted y a más...
- Templarios- Interrumpió el anciano-
- Eso es. Pero.., es que no sé... ¿Qué hacen aquí?
- Lo que hemos hecho siempre querida, lo que hemos hecho siempre.
El anciano reanudó el paseo deteniéndose en una sala de sencilla y secular belleza donde las paredes aparecían adornadas con pinturas murales que representaban escenas del Nuevo Testamento. Al fondo, una puerta de madera tallada permanecía entreabierta como si estuviera aguardando su llegada.
- Pero usted es... Es... Es....
- Jacques de Nemours. Gran Maestre de la Orden Soberana y Militar del Temple de Jerusalén.
El anciano pronunció las palabras con voz profunda y solemne. Reyes vaciló, las piernas le temblaron porque por un momento pensó que pronunciaría el nombre de Jacques de Molay. El Gran Maestre leyó en el pensamiento de la joven y sonrió.
- Pero ¿Por qué sueño con ustedes? Es que no entiendo nada, discúlpeme pero mi marido me espera y yo...
-Hizo ademán de marcharse pero una vez más, el hombre la detuvo de manera cariñosa, mirándola con aquellos ojos cristalinos que traspasaban el alma.
- Tenemos mil formas de conectarnos contigo, formas evolucionadas que aún no comprendes. Te elegimos a ti porque en un momento de tu vida, nos buscaste.
- ¡Claro! ¡El camino de Santiago! Tantas veces pospuesto y tantas veces soñado. Mi amor por los sabores del pasado, mi curiosidad por esta Orden.... - Pensó Reyes rebuscando en su alborotada memoria-
- Tu corazón aventurero y el reflejo de tu alma vieja que aflora volviendo a ser quien fue. - Apuntó el Gran Maestre -
Reyes no había entendido ni una palabra, pero decidió que era mejor dejarse llevar por aquella bendita locura. Muchas veces había querido vivir algo semejante y desde luego, no desperdiciaría esta ocasión.
- ¿Sabes que eres un poco demonio con faldas? - Le dijo de Nemours sonriendo - No me mires así- Prosiguió el Maestre desplegando una brillante sonrisa- Has oído bien, un demonio con faldas. Sabemos todo de ti a través de tu padre.
- ¡Papá! ¿Papá es templario? Espere, espere, ¡que esto sí que no me lo esperaba!
El Maestre rió con ganas.
- Es el Senescal de la orden en tu región.
- ¿Cóooooooooooomo? ¿Y no me había dicho nada? - Preguntó con los ojos abiertos de par en par-
- La Orden jamás se disolvió, a través de los tiempos fuimos pasando nuestra sabiduría y nuestro secreto más preciado de unos hermanos a otros. Pocos son llamados a nuestras filas y los elegidos guardarán silencio por el resto de sus días sobre lo que vean o escuchen. Tú también serás instruida y el camino descubierto borrado, aunque he de confesarte que han pasado siglos hasta que te ha sido revelado. En fin..., eso tendrás que hablarlo con papá, demonio con faldas.
Reyes sonrió asombrada, no pensaba que aquel hombre resultase tan cercano.
- Te veo sorprendida- Dijo el Maestre a medida que la invitaba a pasar por la puerta entreabierta-
- Sí, me sorprende su sentido del humor.
- ¿Pero tú no sabes que el sentido del humor lo inventó Dios?. – Preguntó deteniéndose de nuevo-
- Pues no sé. Supongo. –Contestó apenas susurrando -
- A medida que la chispa que hay en ti – tocó el corazón de la joven con su mano derecha-, crece, crecerás tú también y te acercarás a Dios y mientras más cerca estés de Él, más motivos tendrás para reír y más gustarás del sentido del humor.
- Todo esto me tiene asombrada Gran Maestre. Nunca pensé que un sueño así pudiera hacerse realidad.
- ¡Mujer de poca fe! – Dijo el anciano colocando sus manos sobre los hombros de la joven- Confía en Él, Él sabe. –Dijo estas palabras acompañadas de una mirada llena de fuerza -
Reanudaron la marcha entrando en otra sala muy parecida a la que habían dejado, dos puertas laterales y otra frontal daban paso a nuevas estancias. Salieron por la puerta de la derecha y llegaron a una habitación amplia e iluminada; al fondo una mesa de despacho y varias estanterías repletas de libros. Algunas sillas se alineaban en la pared a izquierda y derecha, de frente una espesa cortina de terciopelo blanca con una cruz templaria al medio. La tranquilidad, el olor a rosas y la paz que se colaba alma adentro por las venas, le dijeron a Reyes que se encontraba en un lugar especial. Tomó asiento para descansar sus temblorosas piernas.
El Gran Maestre se dirigió a las cortinas, Reyes se había quedado atrás pero a una señal se levantó y le siguió.
- ¿Quieres hablar con Él? –Le preguntó el Maestre modulando la voz-
- ¿Con Él? - Al instante Reyes se dio cuenta ¡El Arca de la Alianza! ¡Estaba frente a ella y no se había dado cuenta! ¡Claro, eso era lo que custodiaban aquí, lo que habían guardado por los siglos de los siglos!
Asaltada por la emoción, la joven notó como sus ojos se llenaban de lágrimas haciendo que todo brillase a su alrededor, en su hombro sintió la mano amiga del Gran Maestre. Transcurridos unos segundos, recuperó el aliento y se dirigió a de Nemours.
- Ahora que no nos escucha nadie, -Habló - ¿Usted cree que esto tiene remedio?
- ¿De verdad crees que nadie nos escucha?. – Contestó el anciano con la voz cargada de humor -
Reyes miró hacia todos lados sin comprender y su candidez hizo reír una vez más al Gran Maestre. Al rato, comprendió.
- Puedes estar tranquila, el mundo tiene remedio – Le habló de Nemours- Sufrirá durante mucho tiempo las iniquidades del Hombre, pero a la humanidad le espera un futuro radiante lleno de esperanza. Confía en Él, al final su verdad relucirá y el hombre encontrará la paz.
- Pero a veces la esperanza es dolorosa. –Comentó entristecida -
- No, joven amiga. La esperanza es un fruto que debes aportar a tu vida, es un don de Dios, de hecho lo es todo. El Padre te dio libertad de elegir, de creer y de crear. Busca tu fe, no es preciso que le busques a Él porque jamás dejó de estar contigo. Navega mar adentro sin miedo, experimenta, juega, ríe y sé feliz.
- Eso es muy bonito pero..., ¿qué hay de esa gente que comete todo tipo de atrocidades?
- Eso es algo que sólo a Él concierne pero su plan es perfecto, créeme. Tú, no invites a tu experiencia nada que no desees experimentar y deja de preocuparte por lo que piensan de ti o lo que hacen los demás.
- No hay que preguntar, esto es como la regla del Temple. –Dijo sonriendo -
- Eso es – Sonrió de Nemours satisfecho-. Tú simplemente confía y sé feliz.
Reyes se sintió invadida de ternura, traspasó las cortinas y fue testigo de algo que jamás pudo imaginar. De vuelta con los compañeros, estos estaban tan alucinados como ella, se atropellaban por hablar e igual reían que lloraban de emoción. Un grupo de monjes les condujo a la salida, pero antes, les hicieron entrega de unos hermosos incunables de incalculable valor. Todos, absolutamente todos estaban allí por algo y aunque habían empezado a estornudar y a tiritar de frío, aquella aventura bien merecía un buen constipado.
Ahora nuestra amiga tenía una misión encomendada por el mismísimo Gran Maestre. Ella y Javier, debían asistir a subastas localizando los objetos que hubieran pertenecido a la Orden. Reyes, como es natural, estaba encantada aunque... A la vuelta tendría unas palabritas con papá por haberle ocultado algo tan maravilloso.
Pronto realizarían el camino de iniciación e ingresarían en la Orden pero eso es una historia que contaremos otro día.
Actualmente, Reyes y Javier se andan reponiendo de lo que ellos llaman "resfriado templario".
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