viernes, 28 de abril de 2017

Un piano para Casa Encantada.

Es primavera, nuestra casa ha cambiado la corona de nubes por zapatillas verdes de hierba, excepto los domingos, que se pone tacones rojos hechos de amapolas.
Todo cobra vida con el sol y desde luego Matilda no iba ser menos, no hay nada que guste más a una lagartija que un buen baño de sol en la balaustrada de entrada a Casa Encantada. Allí estaba cuando llegó José Manuel a contarle que había comprado un piano y le instaba a guardar el secreto para sorprender al resto de habitantes.
Matilda se levantó, estiró su cuerpecito verde y flexible y comenzó a interrogar a su amigo.


- ¿Y dices que traes un piano? - Le pregunta sonriente-
- Sí, pero no se lo digas a nadie, es una sorpresa para esta noche - Le contesta José Manuel-
- ¿A Josep tampoco? Es mi compi arquero y además es druida, mago, medio elfo... Vamos que se va a enterar.
- ¿Te han dicho alguna vez que eres muy cotilla?
- Sí, todos los días.-Dice saltando y colocándose al hombro de su amigo-
- Oye, ¿no te has pasado un poco con el maquillaje? -
- Que va, además he sacado estas cosas de la bolsa de aseo de Pepa. Si vieras lo que tiene allí.... ¡Ni una droguería, chico! Claro, que a su edad, no es fácil disimular lo del ojo de cristal y eso, pero mira, que se pintarrajea y parece hasta mona. Pero vamos, que yo no la quiero criticar.
- ¡Pues menos mal! - Contesta José Manuel riendo- ¡Un ojo de cristal! ¡Pero qué perversa!

Humano y lagartija entran en la casa para elegir un lugar bonito donde colocar el piano, en realidad no tienen preferencias, pero a Matilda se le ocurre que tal vez el desván sea un buen sitio.

-¡Aquí, lo pondremos aquí y daremos una fiestuqui que no se va a olvidar en años! - Dice la lagartija tomando medidas con sus manos.-
- Pues adjudicado, ahora sólo queda subirlo-
- ¿Y eso quien lo va a hacer?
- Nosotros, claro - Dice José Manuel mirando fijamente a la lagartija-
- No, yo no puedo, estoy de baja.
- ¿De baja? ¡No me lo creo! - Exclama el hombre asombrado-
- Sí, me hice un esguince en la muñeca en mi última aventura con Josep, espantamos a unos cuantos Ojáncanos y tiré tantas flechas que mira - Matilda hace ademán de girar la muñeca de la mano derecha y acompaña la demostración con un teatral gesto de dolor -
- En fin, supongo que eso me deja solo ante el piano.

Nada más terminar la frase, se escucha una voz en el exterior. ¡Es Josep!

- ¿Hay alguien en la casa? - Pregunta el arquero desde la puerta-

Matilda al oír a su amigo, corre escaleras abajo y antes que se dice "miau", ya está encaramada a su hombro.

- ¡Josep tenemos un piano! ¿Nos ayudas a subirlo? - Pregunta la lagartija-
- Precisamente a eso vengo, creo que tenéis dificultades...
- Sí, no sabemos muy bien cómo hacer para colocarlo en el desván sin que sufra daños - Aclara José Manuel-
- He pensado que podemos pasar una cuerda al piano, luego la atáis a una de mis flechas y os la mando para arriba. - Propone Matilda-
- ¿Tú no tenías un esguince de muñeca y estabas de baja? - Pregunta José Manuel-
- ¿Un esguince? - Repite Josep con cara de asombro-
- ¡Oh, es algo sin importancia! Algo que va y viene según la humedad y el viento entre del Hoyo o de La Parrilla, o de Madrid.... -La lagartija se lía cada vez más con las explicaciones-
- ¡Pero mira que eres lianta! -Exclama Josep divertido- ¡Lo que te pasa es que no quieres trabajar!¡Tú no tienes un esguince, tienes vagancia!
- Veeenga, otro a llamarme vaga, pues si sois tan listos y hacéis todo tan bien, ahí os dejo con vuestro piano.

Y dicho esto, dio media vuelta y se alejó con sus andares a lo Monroe. Josep y José Manuel reían mientras observaban alejarse al simpático reptil que como llevaba las uñas pintadas, conseguía mimetizar con la hierba todo su cuerpo excepto el rojo de los dedos, de modo que parecían puntos saltando sobre la vegetación.

- Bien, amigo, pues estamos solos - Apuntó José Manuel-
- ¡De eso nada! ¿De verdad creíais que ibais a subir un piano hasta ahí arriba sin la ayuda de un mago?
- ¡Pirú! - Exclamó Josep- ¡En mi vida me he alegrado tanto de verte!-

Y tras fundirse en un abrazo y hacer las oportunas presentaciones, el sabio se apartó a un lado, agitó el báculo y el piano comenzó  a ascender lentamente ante la atónita mirada de José Manuel-

- ¡Aaay amigo!, desde que existen los magos, yo no gasto un euro en empresas de mudanza - Comenta Josep divertido-

Subieron al desván para ver la disposición, probaron un par de sitios hasta que de una de las vigas salió una voz conocida.

- ¡Ahí está perfecto! ¡No lo mováis más!
- ¡Matilda! ¿Pero se puede saber qué haces ahí arriba? - Pregunta Josep-
- ¡Pues qué voy a hacer! ¡Ayudar! ¡Si es que no os puedo dejar solos!


Los tres rompieron a reír, no era fácil hacer callar a la lagartija y mucho menos apartarla de cualquier actividad que implicase diversión.

- No sé qué haríais sin mí, soy una lagartija experta en decoración. Y muuuy culta. - Dice Matilda bajando hasta sus amigos-
- Y sin abuela -Añade José Manuel-

Matilda le saca la lengua y luego corre a esconderse en el bolsillo de la camisa de Josep.

- ¡Muy bonito, eh! ¡Muuuy bonito! - Le dice su amigo intentando sacarla de su escondite-
- Meteos conmigo, meteos conmigo..., que me he apuntado a un sindigato y el presi es el Gamba. Le voy a decir que me hacéis trabajar sin contrato.
- Pues si el gato Gambita es el presidente, apañada vas...- Bromea José Manuel-
- ¡Cosas de lagartija! -Exclama el mago riendo a carcajadas y contagiando a los demás-

En ese momento, Matilda asoma su graciosa cara por el bolsillo de la camisa. 

- No sé qué os hace tanta gracia, la verdad. Bueno, ¿Y los dulces? ¿Quién trae los dulces?
- ¡Matildaaaaaa! - Gritan los amigos a la vez-

Al final, el piano queda colocado en una de las preciosas habitaciones, listo para que cualquiera que sepa pueda tocarlo.

Cae la noche en Casa Encantada y los habitantes se van dando cita en el lugar. Es un placer volver a encontrarse con todos, vivir la casa y disfrutar de su compañía en una ocasión así. Matilda viene a saludarme, creo que ha vuelto a enredar en mis maquillajes porque reconozco el lápiz de labios. 
Me saludan todos y alguien me dice que "llevo bien lo del ojo porque no se me nota nada" No sé a lo que se refiere, pero prefiero no saberlo.
Viendo que ya no falta nadie, les hablo del motivo de la fiesta y presento a la concertista de esta noche. Doña Lupita  ha venido de muy lejos para inaugurar la Primavera y nuestro piano, así que sin más os dejo con ella y su especial interpretación de "Oh, mío babbino caro", de la ópera Gianni Schicchi, de Puccini.
Lupita, cuando quieras.