Allá por el 2010, escribía un Domingo de Ramos...
Esta mañana de Domingo de Ramos luce el sol, mis pasos se encaminan hacia los alrededores de Casa Encantada, nuestra casa, para beberme la luz iridiscente que el sur me regala. Esther me acompaña, mi bella Esther, mi dulce sobrina, guardiana de los secretos de los Elfos y las Hadas.
Hoy la Casa luce majestuosa entre su ruina, sus paredes rojizas se eternizan en el tiempo, un tiempo que teme a nuestra reina porque le duele mirar su belleza y dirige sus ojos hacia otro lado.
Esther y yo nos encaminamos al Peñón, el mismo que tras los ventanales hemos visto tantas veces. Regado de luz y lavandas, cuajado de jaras en flor, regala una visión que inunda el alma de paz y alegría.
Esta mañana de Domingo de Ramos luce el sol, mis pasos se encaminan hacia los alrededores de Casa Encantada, nuestra casa, para beberme la luz iridiscente que el sur me regala. Esther me acompaña, mi bella Esther, mi dulce sobrina, guardiana de los secretos de los Elfos y las Hadas.
Hoy la Casa luce majestuosa entre su ruina, sus paredes rojizas se eternizan en el tiempo, un tiempo que teme a nuestra reina porque le duele mirar su belleza y dirige sus ojos hacia otro lado.
Esther y yo nos encaminamos al Peñón, el mismo que tras los ventanales hemos visto tantas veces. Regado de luz y lavandas, cuajado de jaras en flor, regala una visión que inunda el alma de paz y alegría.
- Tita pitusa ¿verdad que los Elfos existen?
- Sí Esther, si puedes soñarlos, existen.
- Tita pitusa, cierra los ojos y escucha el sonido de los pájaros y de los insectos. ¡Esto es el verdadero lujo!
Y mi corazón se llena de Esther, de cantos de pájaros, de insectos... Un esfuerzo más para poder llegar a esa roca desde donde se divisa todo el pueblo.
- Sí Esther, si puedes soñarlos, existen.
- Tita pitusa, cierra los ojos y escucha el sonido de los pájaros y de los insectos. ¡Esto es el verdadero lujo!
Y mi corazón se llena de Esther, de cantos de pájaros, de insectos... Un esfuerzo más para poder llegar a esa roca desde donde se divisa todo el pueblo.
- ¡Guaaaau, tita mira cuanta agua lleva el río! ¡ Tita, las águilas, mira las águilas!
No quiero descender, éste es mi sitio y mi hogar. Las casas a nuestros pies aparecen como pequeños cuadrados desordenados, el mundo desde aquí pierde su importancia.
El viento agita los cabellos de la niña y eleva su ojos al cielo en un gesto de agradecimiento a Dios. Él, que la conoce, la llenará de abundancia porque su corazón es ligero y su mirada limpia y sin resistencias.
- Tita pitusa, hazme una foto para que Marta pueda verla.
No quiero descender, éste es mi sitio y mi hogar. Las casas a nuestros pies aparecen como pequeños cuadrados desordenados, el mundo desde aquí pierde su importancia.
El viento agita los cabellos de la niña y eleva su ojos al cielo en un gesto de agradecimiento a Dios. Él, que la conoce, la llenará de abundancia porque su corazón es ligero y su mirada limpia y sin resistencias.
- Tita pitusa, hazme una foto para que Marta pueda verla.
Os dejo con el perfume de Esther, aquella que habla con las Hadas justo donde habitan, entre la vigilia y el sueño.