Alzo los ojos a la última planta, de una ventana escapa una luz amarilla, como de viejo farol que proyecta destellos danzarines al exterior. Debe ser Matilda que anda enredando en los armarios, buscando guantes en los que entrar y asustar a todos. Esta lagartija no tiene remedio.
Miro al frente y la sierra se presenta tocada por una corona de gas blanquecino, son nubes que riegan el duro suelo de nuestros campos para que en primavera permitan la abundancia. Ahora, el agua da voz a los arroyos y color a la tierra, imprime ritmo a un bosque que ha permanecido excesivamente adormilado por las cigarras agosteñas.
Me dirijo a la casa porque la lluvia arrecia y el día se va agotando. Allí permanece el sonido del tren, incrustado en las paredes de la reina, circulando a modo de torrente sanguíneo entre sus amoratados ladrillos. Cualquiera puede oírlo si viene con magia en el corazón porque en Casa Encantada, todo es posible.
Nada más entrar me encuentro al fantasma, apenas hemos empezado la temporada de lluvias y ya tiene problemas para secar sus sábanas. No es que quiera a estas alturas cambiar de espectro, pero queridos amigos..., así no hay quien asuste a nadie. Me saluda y de los bajos de su túnica cuelgan manchurrones de diversas tonalidades, sin duda ha debido tener un día intenso de sustos en mitad del barbecho porque no se explica tamaña porquería. Le saludo y subo las escaleras, de arriba bajan risas y conversaciones alegres así que la casa está siendo vivida, leída, escuchada... Es nuestro secreto para su inmortalidad.
El angosto pasillo llega a su fin y me encuentro la puerta abierta de par en par. En la habitación hay un mago y varios niños adornando la chimenea que caldea el lugar, los críos lo miran asombrados mientras hace que las guirnaldas se eleven y caigan suavemente en el lugar que ellos eligen. Nada mejor que un buen mago para la decoración, creedme. Por cierto, el nuestro se llama Pirú.
En el otro extremo está Josep con Matilda, han traído un árbol precioso y lo están adornando de una manera un tanto peculiar. Josep ata la bola a una cuerdecita que la lagartija engancha a su flecha, luego la pone en el arco y..., ¡zas!, directa a la rama que su amigo ha señalado. Vayas dos..., todo el día inventando diabluras.
Nadie se percata de mi presencia con el trajín así que aprovecho para asomarme a la ventana y ver las luces del pueblo a lo lejos. Parece una larga serpiente dorada que duerme a los pies de nuestra casa. De repente, unos brazos cubiertos de un paño verde bastante particular me envuelven, es Pirú. Respondo a su abrazo y al de todos, uno a uno y luego el mago me cuenta que este año el frío se retrasa pero que siempre que quiera puede crear nieve con su báculo. Me guardo el ofrecimiento, no estaría mal un poco de nieve por Navidad.
Después de los saludos, me uno a la tarea de adornar Casa Encantada, hemos empezado por la habitación de los libros porque es el rincón más mágico, desde allí viajamos a lugares que no puedes ni imaginar. Si quieres puedes venir, hay un sitio para ti en nuestro hogar, ¿a qué esperas? Mientras lo piensas, ponemos algo de música y seguimos con la decoración navideña. ¡No tardes!.