El viento golpea las besanas, los pozos hambrientos que pronto abrirán sus bocas a la lluvia, aparecen resecos a mi vista. Alguien inventó cadenas para el agua, pero la tierra no entiende de fronteras. La tierra, el agua, el viento... todos hacen su propia guerra mudable y volátil donde habita el destierro de los días largos. Indefensión de la luz que en esta época, siempre está de paso.
El universo entero se marchita cuando llega el otoño. Sus puertas son de paja y silencio, de calles vencidas y noches sin prisas. El otoño es un traficante de pequeñas muertes porque todos sabemos de qué estamos siendo despojados y yo, flor de estío, más que nadie.