lunes, 16 de noviembre de 2020

La desaparición de Plumillas y la visita a la señora Tintas.

La lluvia en Casa Encantada siempre era bienvenida, a don Leonardo Peinacanas le gustaba que todos se sentaran alrededor de la chimenea y contaran cuentos. A veces..., contaban historias de miedo, pero solo cuando los peques no estaban.
La tarde del sábado se intuía gris y pasada por agua así que lo mejor era improvisar algo en el salón y acompañarlo de dulces y rico chocolate. Benito y Blasito, nuestros ratones cocineros, ya se habían puesto manos a la obra y de la cocina salía un delicioso olor a pasteles que tenía a todos con hambre de lobo. 
Smaugui había caldeado toda la casa en dos llamaradas y ahora estaba asomado a su ventana, desde donde podía estar con sus amigos. ¡Aaah, qué alegría tener un dragón español!

En la emisora, Plumillas y Matilda ponían música ambiental mientras buscaban los villancicos para ir preparando la Navidad.

- Mira este: "Villancicos salseros" -Dijo Matilda-

- Si se te ocurre poner eso en Navidad me marcho de la casa y no vuelvo jamás.

- ¡Qué simpático es mi Plumillas! -Exclamó Matilda molesta- Si te parece voy a poner un villancico de los ACDC, no te fastidia.

- Pues no estaría mal.

-Piis ni istiría mil... Ñeñeñe. ¡No! -Matilda sacó la lengua a su amigo-

- Hablando de marcharme. Me voy a Alicante unos días.

Matilda dejó un cd que tenía en la mano y miró asombrada a su amigo. 

- ¿Cómo que te vas? ¿Qué se te ha perdido a ti en Alicante? ¡Ni hablar, de aquí tú no te mueves! 

- Voy a ver a mis primos y me volveré después de Navidad.

La lagartija se mostró horrorizada con la respuesta de su amigo. ¡Pasar la Navidad fuera de Casa Encantada! ¡Es de locos!

- ¿Pero tú sabes lo que dices? No puedes pasar la Navidad lejos de tus amigos...

- Matilda, voy a ver a la familia, además tú te fuiste el verano pasado al norte a ver a los tuyos y nadie montó dramas.

- `¡Pero yo no me fui en Navidad! -Dijo la lagartija haciendo pucheros y volviéndose hacia la estantería de los discos-

- Vaaamos, Matilda -Dijo Plumillas acercándose a su amiga- Te enviaré mensajes todos los días y te traeré unos regalos muy bonitos.
De repente, Matilda se tiró al suelo y se hizo la muerta.

- ¿Pero se puede saber qué haces?
- Estoy haciendo "la morisión" - Dijo la lagartija abriendo un ojo-
- ¿La morisión? De verdad..., ¡tienes que dejar de escuchar reguetón, Matilda!

Y el ratón salió de la emisora un poco enfadado. Matilda cuando quería podía ser muy persuasiva, pero también muy pesada. Llegó al salón y se unió a los amigos que estaban allí contando leyendas del Guadiato, momento que aprovechó para informar a todos de que a mediados de la semana se marcharía a Alicante. Se quedaron un poco tristes al saber que la Navidad la pasaría fuera, pero no podían hacer nada, a fin de cuentas se marchaba con su familia. Smaugui se brindó a llevarlo, así no tendría que tomar trenes. 
Poco a poco llegó el miércoles, el día escogido por Plumillas para marcharse, justo salía de su habitación se encontró con Matilda que llevaba esquivándolo desde que le dio la noticia de su viaje.

- ¡Matilda! Oye, me marcho pero no me quiero ir enfadado contigo. Venga, ¿te vienes a desayunar con Bizcocho?
- Es que voy a buscar un destornillador, se me ha roto la puerta del armario y no puedo cerrarlo. - Dijo sin mirar a su amigo-
- Bueno, si quieres puedo ayudarte...
- ¡Vale! ¡Venga vamos! 

La lagartija tomó de la mano a su amigo y se perdieron en el pasillo. 
La mañana avanzaba y Smaugui aguardaba sobrevolando la casa a que su amigo bajara. Era raro, porque Plumillas solía ser muy puntual. 
Habían quedado a las diez y eran las once y media y ni rastro del ratón. El culebre habló con Pirú y este con la seño Yolanda y con Blasito, pero nadie sabía nada de Plumillas. Decidieron hablar con Matilda, ella tenía que saber algo así que se dirigieron a la emisora.

- Hola Matilda -Saludó Pirú- No sé si has visto a Plumillas, había quedado con Smaugui hace casi dos horas y no sabemos dónde está.
- ¿No? Es raro... Yo lo vi a las nueve, me ayudó a arreglar el armario que se había descolgado la puerta, pero nos despedimos y no sé más.
- Muchas gracias, Matilda, si lo ves dile que Smaugui está esperándolo -Dijo la seño Yolanda-

Cerraron la puerta y cada uno se dirigió a sus quehaceres. A las dos de la tarde, aunque nadie decía nada, todos estaban preocupados. Benito y Blasito fueron a hablar con el mago y a mostrarle su inquietud, habían consultado con algunos amigos y nadie había visto salir o entrar a Plumillas desde la noche anterior. 


Podéis adquirir estos ratoncitos en el siguiente enlace: https://www.livemaster.ru/item/10809519-kukly-igrushki-myshonok-kris 

- Hemos hablado con los Ratons Stone, pero ninguno de sus compañeros sabe nada. Esto es muy raro -Dijo Blasito-
- Pues sí..., sí que lo es - Murmuró el mago mesándose la barba- 
- Tú eres un mago, ¡algo podrás hacer! -Exclamó Benito-
- He consultado la rosa azul con la que nos comunicamos los habitantes de esta casa, pero debe estar dentro de su mochila porque solo veo objetos personales en el fondo de una tela.
- ¿Y la bola de cristal? -Preguntó de nuevo Benito-
- Es un poco peligrosa, lo sabéis, pero si mañana no ha aparecido, la usaré.

En ese momento aparecía Matilda que venia de la cocina cargada de fiambreras. 

- ¡Matilda! ¿Pero qué haces con tanta comida, criatura? - Preguntó Blasito-
- Es que tengo mucho trabajo y no quiero pararme demasiado.
- Pero... ¿No vas a comer con nosotros? - Volvió a preguntar Blasito-
- No, no, llevo aquí para almorzar y cenar y así no tener que bajar. Estaré en la emisora preparando los programas de Navidad y sin Plumillas, pues tengo poco tiempo.
- Si quieres puedo decir a Bizcocho que te eche una mano. - Propuso Pirú-
- ¡Oh, no! No es necesario, gracias Pirú.
- Esta noche cocina don Leonardo esas alcachofas que tanto te gustan . ¿Te las vas a perder? - Preguntó Benito-
- Pues.., chicos es que que no tengo tiempo, con esto ya me las arreglo - Dijo la lagartija elevando las fiambreras.
- Muy bien, como quieras, querida. - Le contestó el mago-

Y la lagartija se perdió en el pasillo bajo la mirada atenta de Pirú.

- No parece muy afectada - Opinó Benito-
- Pues no. Pero como Plumillas y ella siempre andan a la gresca.... - Contestó Blasito-

Al llegar la tarde, los amigos de Casa Encantada se habían organizado en grupos para salir a buscar a su amigo. Habían peinado toda la casa y ahora iban a mirar en los alrededores. La seño Yolanda y sus alumnos habían hecho un  cartel con su fotografía y lo estaban colocando en los pueblos de la zona.


- Gracias, doña Lucinda - Dijo la seño Yolanda a la oveja del cruce después de dejar la foto en un poste que había en la puerta de su casa-
- No te preocupes, si lo veo ya os aviso.

Don Leonardo había llamado a la Guardia Ratil y se disponían a hablar con todos los habitantes con el fin de saber la hora exacta de sus desaparición. Todos estaban muy nerviosos.
Con la llegada de la noche, hubo que dejar la búsqueda. Todos, menos Smaugui que seguía sobrevolando los cielos guadiateños y decidió ir más allá. 

En el salón, Pirú y don Leonardo intercambiaban opiniones.

- Es raro, muy raro, Pirú. -Decía don Leonardo- Plumillas es un chico de lo más responsable y desaparecer así..., pues no me parece lógico en él. 
- Ni a mí. Los chicos han terminado por hoy su búsqueda, pero mire, por ahí viene Matilda que seguro no puede dormir de lo preocupada que debe estar.

Pero Matilda pasó de largo, abrió la puerta principal y se perdió en la negrura de la noche.

- Si mis ojos no me fallan - Dijo don Leonardo ajustándose las lentes- creo que Matilda llevaba una mochila. Mi instinto me dice que aquí hay gato encerrado.
- ¿Gato? Yo diría más bien, ratón. Vayamos tras ella.
Con mucho sigilo la siguieron, la noche era cerrada y empezaba a hacer frío. La vieron encaminarse hacia las escorias de minas, donde Smaugui se había fabricado su cueva, pero antes de llegar se desvió a la derecha y cogió un camino que se perdía entre los eucaliptos.

- Va a la vieja caseta del jardinero -Dijo Pirú-
- ¿Estás seguro? No se utiliza desde hace muchos años.
- Precisamente por eso. 

La lagartija entró en la vieja caseta y cerró la puerta tras de sí, sin embargo, en ese momento entraron también el mago y don Leonardo.

- ¡Plumillas! ¿Pero se puede saber qué es esto? - Preguntó Pirú enfadadísimo-

Matilda se volvió sorprendida.

- ¡Puedo explicarlo! - Dijo la lagartija con las manos levantadas-
- ¡Pirú! ¡Me ha encerrado! - Exclamó Plumillas muy enfadado- Me convenció para que viniera aquí a buscar algunas herramientas que necesitaba para arreglarle el armario y cuando entré...¡Zas! ¡Me encerró! Y claro, a este sitio tan alejado no viene nadie. ¡Un día entero llevo en este lugar!

Don Leonardo y el mago no daban crédito. Esta vez las trastadas de Matilda habían ido demasiado lejos y eso..., merecía un escarmiento.

- ¿Te das cuenta de lo que has hecho? -Preguntó don Leonardo muy serio- Has retenido contra su voluntad a tu amigo y eso... ¡Es gravísimo!
- Quería pasar la Navidad fuera de Casa Encantada - Dijo haciendo pucheros-  Yo solo quería dejarlo hoy aquí para que se lo pensara mejor, en realidad... Venía a decirle que podía marcharse si quería - 
- ¡No tienes excusa! - Habló Pirú- ¿Qué llevas en esa mochila?
- Bueno, he preparado unas fiambreras para su viaje, por si le da hambre. También hay algo para Smaugui, que he hablado con él para que lo lleve si finalmente decide marcharse.

Don Leonardo, Pirú y el ratón se miraron sorprendidos. Matilda era incorregible e impredecible, nunca sabías por donde podía salirte. Plumillas se acercó a su amiga.

- ¿Me ibas a dejar ir? - Le preguntó cogiéndola de la mano-
- Si es lo que quieres.... - Las lágrimas de la lagartija corrían por su verde carita- No quiero que te vayas y mucho menos que pases la Navidad fuera de casa, pero si te empeñas, a ver qué puedo hacer yo.
- Bueno, haremos una cosa. Me marcho esta noche y prometo volver justo a tiempo para Navidad. ¿Qué te parece?

La lagartija se secó las lágrimas y se abrazó a su amigo.

- Bueno, bueno, dejaros de abrazos - Dijo Pirú- De todos modos, Matilda, esto no va a quedar así. Estás castigada. La emisora permanecerá cerrada hasta que vuelva Plumillas y tú irás a ayudar a Blasito y Benito en la cocina.
-¡Noooo! - Protestó la lagartija- No podemos cerrar la emisora...
- ¡Ya lo creo que podemos! -Exclamó Pirú- Y desde esta noche.

Y dicho esto, todos salieron al exterior. Matilda se había subido a la espalda de Plumillas y este protestaba porque no se la podía quitar de encima. Smaugui estaba ya en la puerta de Casa Encantada, esperando a  que el ratón se despidiera de todos y explicara lo que había sucedido.

- Por favor, Matilda. ¡Bájate de una vez! - Se quejaba Plumillas-
- ¡Ni hablar!, hasta que no te subas a Smaugui no me bajo.
- Estoy esperando a que lo sueltes para poder irnos - Dijo el culebre un tanto fastidiado-

La seño Yolanda le dio una manta para el viaje, era largo y estaba refrescando.

- Matilda, ¡ya basta por favor!. -Plumillas empezaba a perder la paciencia-
- No quiero.

Al final, Pirú tuvo que tirar de la lagartija para que su amigo pudiera partir. La entró en el bolsillo de su túnica y desde ahí, vio como Smaugui se elevaba y se perdía en la noche de noviembre. No pudo evitar que las lágrimas se le escaparan de nuevo.

- ¡Mira que eres dramática! - Le espetó Pirú-
- Es que se va... 
- ¡Pero va a volver! Venga, entremos en casa y durmamos un poco, ha sido un día muy complicado. ¡Y tú estás castigada! Mañana nos vemos en la cocina. 

El trayecto fue largo, el ratón acabó dormido entre las escamas del culebre, que además resultaron ser calentitas y acogedoras. De madrugada, llegaba a casa de su tía Tintas, en Alicante. 

- Muchas gracias por traerme, Smaugui amigo. - Dijo Plumillas acariciando el hocico del culebre-
- Es un placer, además, me ha encantado volver a ver el mar. - Vendré a por ti en dos semanas-

En casa de la tía Tintas ya había empezado la mañana, pero todo se paró para dar la bienvenida al pariente de Casa Encantada. Tras ponerse al día, el olor a tortitas y chocolate despertó el hambre en  Plumillas así que encantado dio cuenta del espléndido desayuno.
El resto del día se fue en descansar y contar historias de Cuarto Ratenio, pero al día siguiente, los adornos navideños aguardaban para decorar la casa.
Plumillas y su prima  Vanessa no dejaron ni un rincón sin decorar.

- Vane, ¿me haces una foto para enviarla a Casa Encantada?
- Claro, ahí va.


Imagen extraída de la web, desconozco al autor. Si eres tú, contacta conmigo, por favor.

Matilda se puso muy contenta cuando recibió la foto, pero Pirú seguía sin dejarla entrar en la emisora. ¡Menudo era!. Cuando terminaron de adornar el salón, Vanessa le propuso algo a Plumillas.

- ¿Quieres ver la flota de autobuses? ¡Tenemos uno rojo que te va a encantar!
-  ¿Y podré conducirlo? - Preguntó Plumillas entusiasmado-
- Bueno... tanto como eso. Ya veremos. Pero vamos a ir a muchos sitios así que he preparado unos bocadillos y frutas para pasar el día.

Salieron al exterior, hacía frío pero nada les pararía en una mañana aventurera y ...autobusera.
Creación de Mariyana Ninova, (MollyDollyNatural) que es de Bulgaria y tiene su tienda en Etsy. 
Puedes contactar con ella en su tienda.

Plumillas no conocía nada de Alicante, así que estuvo con los ojos bien abiertos a todo cuanto veía. Vane de la Ratilla era una chica muy divertida, la mediana de sus primos y como hacía tanto que no se veían pues cualquier rato juntos era más que bienvenido. Si además era de visita turística, mucho mejor.

- Mira, Plumillas ese es el castillo de Santa Bárbara - Dijo Vanessa que conducía de maravilla-
- Anda, pues visto desde aquí parece un cara, ¿no?
- Claro, por eso le llaman "la cara del moro". Es una fortaleza del siglo IX y la construyeron los árabes, pero ha sufrido muchos desperfectos a lo largo de la historia. ¿Y a que no sabes una cosa?
- Cuéntame.
- Que aquí también tenemos un barrio de Santa Cruz, como vosotros en Sevilla. 
- Pues eso sí que no lo sabía. ¡Eres una guía turística estupenda, primi!
- Y ahora vamos a la Explanada de España.

El día pasó de sorpresa en sorpresa y casi sin pensarlo, llegó la noche, momento que aprovechó Vanessa para enseñar la bonita decoración navideña.

- Mira, Plumillas, esa es la Plaza de los Luceros. Bonita, ¿verdad? 
- ¡Ooooh, me gustan esas palmeras! En Casa Encantada también tenemos, pero no tantas. En realidad solo tenemos dos.

Su prima rió el comentario. Sin pensarlo, las horas pasaron como un suspiro y cansados finalizaron la visita turística.  Guardaron el bonito autocar con la promesa de que al día siguiente, Plumillas aprendería a llevarlo. 

De regreso a casa de tía Tintas, Vanessa guardó una última sorpresa.

- Toma, una gorra de autobusero. ¡Ahora sí eres uno de los nuestros!

Feliz con un día cargado de emociones, nuestro ratón se durmió en unos segundos. Soñó con Casa Encantada, con darles una sorpresa en el autobús rojo y llevarlos a pasear- Eso sería..., maravilloso.
Casi sin pensarlo, llegó el gran día. Su debut como conductor de autobuses.

- ¡Vamos dormilón, arriba! -La tía Tintas despertó al ratón, pero lo que realmente lo despertó del todo fue el olorcito a dulces que venía de la cocina. Eso hizo que se acordara de sus amigos Blasito y Benito-

Salieron muy temprano rumbo a las cocheras donde aguardaba su autobús favorito, pero al llegar, había revuelo. Algo había pasado. Un conductor se acercó a Vanessa.

- ...y no sabemos qué ha podido pasar, pero ese autobús hoy no puede salir - Dijo el conductor preocupado-

Plumillas se mantuvo a una distancia prudencial mientras los corrillos murmuraban. Su prima se acercó a darle la noticia.

- Uno de los autobuses ha aparecido con todo un brazo comido por algo o alguien-
- ¿En serio? ¿Es el nuestro? 
- No, no es el rojo, es otro. No sé qué vamos a hacer...
- ¿Puedo ayudar?

Plumillas se acercó al autobús, efectivamente el brazo de uno de los asientos estaba destrozado. Mal asunto.

- ¿Sabéis quien ha podido hacer esto? - Preguntó sorprendido-
- Bueno, tenemos una ligera idea - Dijo uno de los conductores- Hay un ratón de la competencia que siempre está chinchando porque no quisimos que viniera de chófer. No es que sea mal roedor, pero conduciendo....Desde entonces nos la tiene jurada. Ahora no podemos recoger a los niños para llevarlos al colegio porque el bus no está disponible.

Plumillas se quedó pensativo, mientras los demás discutían sobre qué hacer y si llamar a "Autobuses Ratatour" para preguntar por el conductor del que sospechaban, decidió apartarse a un lado y abrir la rosa azul para contactar con Pirú. Enseguida apareció la cara del mago entre las llamas azules.

- ¡Plumillas, qué sorpresa! ¿Ocurre algo?

- ¡Hola Pirú! Necesito tu ayuda-

El ratón contó lo que había pasado y que muchos niños no podrían llegar a sus clases. El arreglo del autobús llevaría al menos un día y mientras tanto no sabían qué hacer.

- ¿Podrías hacer algo desde ahí? - Preguntó Plumillas-
- Claro, puedo hacer que mi magia arregle los desperfectos, pero debes decir a todos que se retiren, voy a generar una nube blanca muy poderosa.

Plumillas así lo hizo, informó a sus amigos de que iba a arreglar todo, pero que tenían que alejarse del autobús estropeado unos metros. Algunos no creyeron al ratón y eso lo fastidió, pero Vanessa que conocía a Pirú por las cosas que su primo le había contado, convenció a todos para que le dieran una oportunidad. 
El ratón se acercó con la rosa azul en la que se veía la cara del mago, todos soltaron un sonoro "ooooooh", cuando vieron a Pirú que tras murmurar un hechizo, giró su báculo y de la rosa salió una nube blanca y espesa que envolvió el autobús. No podían dar crédito a lo que veían sus ojos. ¡Es magia! Repetían una y otra vez. 
Finalmente, la nube se deshizo y apareció el autobús sin un rasguño. No solo había reparado el brazo, no, todo aparecía impecable desde las tapicerías a la última chapa. Las gorras de los conductores salieron volando de la alegría.

- ¡Es maravilloso! ¡Un milagro! -Exclamó un chófer barrigudo que achuchó a Plumillas tan fuerte que casi lo asfixia-

Con los niños rumbo al colegio y todo en orden, Vanessa cumplió la promesa de enseñar a Plumillas a llevar un autobús, pero... No iba a llevar un bus cualquiera, iba a llevar... ¡El gran bus!


- Pero... ¡Es demasiado grande! -Exclamó Plumillas asombrado al verlo- ¡Si yo lo máximo que he llevado ha sido el dos caballos del señor Raimundo!
- Pues ahora vas a llevar un montón de pura sangres. ¿Quién dijo miedo? ¡Arriba, Plumillas!

Sin pensarlo se vio allí arriba, haciendo todo lo que su prima le indicaba y casi sin darse cuenta, aquello empezó a circular mientras disfrutaba de su maravillosa experiencia.
Y el día terminó lleno de emociones, como todos los que pasó nuestro ratón en Alicante hasta que se acercó el momento de regresar a Casa Encantada.

- Tengo que volver, en una semana será Navidad y le prometí a Matilda que estaría de vuelta para ayudarla con el árbol. - Dijo Plumillas apenado-  Tendré que llamar a Smaugui.
- Pero.. no puedes marcharte ahora. - La tía Tintas estaba triste por la partida de su sobrino-

El ratón no quería contrariar a su tía, pero tampoco a Matilda y a sus amigos. Durante un rato permaneció cabizbajo, pensando en qué hacer para que nadie se disgustara. Hasta que de repente....

- ¿Y por qué no os venís? - Propuso Plumillas con la cara iluminada- ¡Podéis pasar la Navidad en Casa Encantada! ¡Sería fantástico!

Vanessa miró a su madre, le parecía una maravillosa idea y no tardaron en aceptar, pero había una condición, nada de viajar en culebre ¡Irían en el autobús rojo!

- ¿Nos llevaremos el pequeño? - Preguntó Plumillas-
- De eso nada - Contestó Vanessa- Iremos en el pura sangre rojo y haremos una excursión navideña por Casa Encantada. ¿Qué te parece?

Cuando llegaron a Casa Encantada fue una enorme sorpresa, pues todos esperaban que fuera Smaugui quien trajera de vuelta a Plumillas, pero... ¡Ahí estaba! ¡Conduciendo un precioso autobús! 
Al día siguiente todos se subieron a él y visitaron el Guadiato conducidos a ratos por Vanessa y a ratos por Plumillas y Matilda, que como podéis imaginar, no podía perderse ese evento. Vanessa le había regalado una gorrita de choferesa y la lagartija estaba feliz.

- ¡Piiii, piiiii! ¡Quítate que te pillo! - Le gritó Matilda a un coche que adelantaba en ese momento-
- ¿Es siempre así? - Preguntó Vanessa a su primo-
- ¡Oh, no! ¡Es mucho peor!

Y así fue como empezaron los tours navideños por Casa Encantada, si estáis interesados en el de este año, no dejéis de contactar con nuestros conductores favoritos o con Selecta bus y su representante: Vane de la Ratilla.

NOTA: Muchas gracias a mi amiga Vanessa de la Rasilla, gracias por sus preciosas fotos de Alicante iluminado en Navidad y que no he podido subir por completo. Gracias por ser como eres de buena, simpática y graciosa. Gracias a la empresa Selecta Bus por dejarme sus "pura sangres", que me parecen preciosos y a los que deseo muchos años de carretera y viajeros.
Este cuento va para ti, Vane, y para todos los que hacen posible SELECTA BUS.