miércoles, 25 de marzo de 2015

FIESTA EN CASA ENCANTADA

Loli, Mari Carmen y Marisa habían quedado esa tarde para ir a pasear por los alrededores de Casa Encantada. Eran unas niñas algo traviesas, lo que no se le ocurría a una se le ocurría a otra y así, las madres andaban siempre con ayes a la Virgen a causa de sus hijas.
Esa tarde de junio habían dicho que irían a pasear al Llano, pero Mari Carmen supo de una fiesta en la casa grande, así que enredó a las demás para ir a espiar. 
Iban entretenidas con sus charlas sobre qué harían ese verano para explorar los alrededores cuando llegaron a las vías, se detuvieron porque una máquina venía arrastrando una hilera de vagones cargados de carbón. Sabían que no se podían cruzar  a pie, era algo que estaba totalmente prohibido pero se miraron y ni cortas ni perezosas, tras pasar el tren, cruzaron como una exhalación ante la atónita mirada de los transeúntes. Traviesas, es quedarse corta.
La tarde caía lánguida, el sol mortecino lamía los alrededores y los trigos aún sin segar, se mecían dorados en los campos. Plenitud del sur ante el incipiente verano.
En los alrededores de la casa había aparcados algunos coches en su mayoría de ingenieros, no eran demasiados pero las niñas vieron como algunas damas acompañadas de elegantes caballeros, bajaban de los suyos y luego el chófer volvía por donde había venido. Ahhh..., qué trajes tan bonitos llevaban aquellas mujeres.

- ¿De qué es la fiesta? ¿Alguien lo sabe? - Preguntó Marisa-
- Me ha dicho mi padre que se marcha don Ceferino, un ingeniero de alguna mina. Yo le llamo don Catalino y él siempre se enfada.

Todas rieron la ocurrencia. 

- Bien, ¿cuál es el plan? -Preguntó Loli-
- Está claro, colarnos por la puerta como si fuésemos unas invitadas más. - Contestó Mari Carmen-
- No creo que eso sea posible, seguro que en la fiesta no hay niños y nuestra presencia será descubierta inmediatamente - Aclaró Marisa-
- No estés tan segura - Dijo Mari Carmen guiñando un ojo a sus amigas a medida que avanzaba hasta la puerta principal-

Las niñas se detuvieron en la entrada, la casa se veía enorme desde ese lado, casi intimidaba pero no estaban dispuestas a dejar su aventura a medias. Loli empujó a las dos y se precipitaron al interior del caserío.

- Venid chicas, sé donde está la cocina - Propuso Mari Carmen-

Un grupo de chicos y chicas jóvenes entraba y salía continuamente de la cocina portando bandejas con diverso contenido: copas vacías, copas llenas, pastelillos, jamón, queso... Mari Carmen buscó el momento y tiró de sus amigas hacia el interior, una vez allí, una señora alta y gruesa se interpuso entre las niñas y sus intenciones-

- ¡Pero bueno! ¿Se puede saber qué hacéis aquí las tres marías? - Preguntó la mujer poniéndose en jarras-
- Hola Benita, veníamos a echar un vistazo a la fiesta, por favor déjanos pasar.... -Suplicó Mari Carmen poniendo carita de pena e inflando sus ya de por sí inflados mofletes- 
- ¡Aisssssss, demonio de nena! ¡Si es que no hay quien te diga que no!

Benita era la cocinera de Casa Encantada, aunque en realidad hacía tiempo que su único cometido era supervisar que todo estuviera en orden en la casona. Conocía a los padres de las chicas, especialmente a los de Mari Carmen, pues habían sido vecinos muchos años.

- Escuchadme bien jovencitas - Les dijo Benita apuntándoles con el dedo índice- Aquí no podéis estar, hay demasiado trajín y podéis sufrir un percance, pero si queréis, puedo llevaros arriba, allí hay niños de vuestra edad y podéis jugar con ellos. ¿Qué os parece?

Las niñas se miraron, no les hacía mucha gracia la oferta, pero si desde allí podían espiar algo.... En ese momento, un chico que venía con una bandeja vacía no vio a Marisa y ésta se llevó un golpe en la cabeza.

- ¡Ayyyyyyyyy! ¡Me has hecho daño!
- Oh.., perdona pequeña, no te había visto...- Se excusó el mozalbete- 
- ¿Veis? Cuando digo que no podéis estar es porque no podéis estar - Aclaró Benita con esa sencillez del castellano corriente- ¡Andando, "parriba"!

Antes de que la mujer las empujara al piso superior, las chicas se arreglaron sus vestidos y sus coletas, si pasaban cerca del salón, había que estar presentable.

- Pero bueno... ¡Qué presumidas! Rió Benita.

La siguieron, la escalera era estrecha y los escalones crujían al paso de la mujer, metida en carnes y en edad. Benita se balanceaba a cada paso sujeta a la fina baranda de madera, Loli que iba inmediatamente después, se volvió hacia sus amigas.

- ¡Qué culo tan gordo! - Susurró  de manera casi inaudible, pero las niñas lo entendieron y comenzaron a reír a carcajadas-
-¡Te he oído, pequeño demonio! - Exclamó Benita-

El  resto del recorrido lo hicieron en silencio. Se detuvieron junto a una puerta tras la cuál se oían risas, al abrir, dos niñas y tres niños se quedaron mudos.

- Hola pequeños, os traigo unas compañeras de juegos, portaos bien por favor - Dijo Benita empujando a las tres amigas hacia aquellos chicos que de nada conocían, después volvió sobre sus pasos y cerró la puerta-

Un niño rubio, de unos doce años se acercó a las aventureras. Tenía el pelo amarillo y los ojos tan azules que Loli pensó que igual veía las cosas descoloridas. Unas simpáticas pecas salpicaban sus mejillas.

- ¡Hola, soy Manuel! ¿Quienes sois vosotras? ¿Están vuestros padres en la fiesta?

Marisa tomó la palabra.

- No, sólo hemos venido a echar un vistazo pero Benita nos ha traído aquí.

Una niña pelirroja con cara de pájaro se acercó a Loli.

- ¿Vuestros padres son ingenieros? - Preguntó con voz aflautada-
- Oh sí -contestó Loli divertida - El mío de caminos, se los anda que da gusto-

La contestación hizo reír a la chiquillería, Manuel el primero, que resultó ser un chico de lo más agradable. La pelirroja era su hermana, una estirada de cuidado que no quiso acompañarles cuando decidieron salir a explorar. Los demás niños se acercaron para presentarse.

- Hola chicas, yo soy Álvaro y aquellos son Matías y Merceditas, los hijos de don Ceferino. Se vuelven a Asturias y los amigos les han dado esta fiesta, bueno..., a ellos porque a nosotros nos han encerrado aquí arriba y estamos muy aburridos.

Mari Carmen contuvo la risa, así que aquellos chicos eran los hijos de don Catalino... ¡Vaya sorpresa! Se cayeron bien desde el primer minuto, ajenos a las absurdas diferencias que los mayores establecen, los niños entablaron rápidamente amistad. Juntos trazaron un plan, no podían posponerlo en demasía pues la tarde caía inexorable y las tres amigas tendrían que volver pronto a casa si no querían llevarse una buena regañina. Una más...

- Bien - Dijo Manuel- Bajaremos e iremos a explorar el sótano ¿Qué os parece?
- ¡Noooo! -Gritó Marisa- Mi amiga Consuelo dice que hay un fantasma, el de la niña Mariana.
- Pues entonces yo no bajo -Dijo Merceditas- Prefiero que vayamos a investigar los alrededores.

Al final optaron por la propuesta de Merceditas. Uno tras otro, bajaron con sigilo la escalera y salieron al exterior. Las ventanas estaban abiertas y por ellas se colaba una melodía conocida. La Orquesta Villafranca tocaba "Moonlight Serenade"


- ¡Chicos, un momento! ¡Mi tío toca en esa orquesta! -Exclamó Mari Carmen-

Los niños corrieron hacia la ventana, el salón estaba adornado y hombres y mujeres bailaban al son de aquella bonita melodía. Ellas llevaban traje largo y ellos esmoquin. Hipnotizados permanecieron unos minutos observando hasta que Álvaro cogió a Marisa y comenzó a bailar con ella. ¡Fue divertidísimo! En seguida se formaron las parejas y dio lugar el peculiar baile infantil.

- La tonta de mi hermana siempre se pierde las mejores - Dijo Manuel que bailaba con la encandilada Loli-
- Bueno chicos, ya basta de bailes -Dijo Matías- ¿Hay algún arroyo por aquí?-
- Hay uno, pero está muy lejos -Contestó Álvaro-
- Pues entonces vamos -Propuso Marisa-

Después de un rato andando llegaron al arroyo, aún tenía agua para las fechas y sin pensarlo se quitaron los zapatos y se metieron. Lo que en principio iba  a ser sólo un remojón de pies para mitigar el calor, se convirtió en una auténtica guerra de salpicones. Al cabo de media hora, todos estaban empapados y muertos de risa al verse las pintas.

- Mamá me matará - Dijo Merceditas que tenía todos los tirabuzones deshechos y el vestido empapado-
- Las nuestras no se quedarán cortas -Añadió Loli-

Se hacía tarde, el sol se había escondido de repente y se habían alejado demasiado de la casa. Se hacía imprescindible volver, pero la noche tiene los pies más largos que los niños y sin mucho tardar, los atrapó. Los típicos sonidos nocturnos tomaron posesión del lugar: ranas, grillos y algún lobo lejano que erizó la piel de los menos atrevidos. El camino..., borrado. Esa noche no había luna y la luz no podía ser más escasa.

- Es por aquí -Dijo Matías-
- No, por ahí no - Negó Mari Carmen- Las vías están hacia el otro lado-

El tiempo pasaba y los niños seguían desorientados, la preocupación asaltó sus corazones. De repente, la aventura se había tornado peligrosa. Estaban discutiendo acerca del camino a tomar cuando escucharon una respiración profunda y el chasquido del pasto. Se quedaron petrificados. ¿Eran pasos o el fantasma de Mariana? La pregunta de Loli asustó a los niños que sin pensárselo salieron corriendo. La respiración se hizo más cercana y de pronto, una mano enorme sujetó a Álvaro.

- ¡Os encontré! ¡Demonio de críos, si vuestros padres se enteran de que andáis por aquí, os despellejan! -Exclamó el hombre-

Era Martín, el hijo de Benita, ésta había subido a llevar dulces y refrescos a los niños cuando se percató de su ausencia. Rápidamente llamó a su hijo, que era el chófer de don Ceferino, y acompañado de Tati, su perra de caza, salió a buscarlos.

- En marcha, tenemos que volver antes de que os echen en falta. Y en cuanto a vosotras, jovencitas.... -Dijo señalando a Mari Carmen, Loli y Marisa- Os llevaré de vuelta a vuestras casas y hablaré con vuestros respectivos padres, ya veremos qué hacemos para que no os castiguen. ¡Sois muy malas, seguro que ésto ha sido idea vuestra!

- Noo, no señor por favor, que no las castiguen, fue idea mía venir aquí -Suplicó Merceditas-
- Está bien, ya negociaremos-

De vuelta en la casa, Benita secó las ropas como puedo en el hogar de las cocinas y recompuso los peinados de las niñas. Es que no había remedio para tanto crío revoltoso.
Los niños se despidieron, Matías y Merceditas prometieron escribir y el resto verse pronto, para ello enredaron a Martin, que ahora pasaba a ser chófer del padre de Manuel. Oh sí..., las aventuras no habían hecho nada más que comenzar. ¿Estáis preparados?

lunes, 23 de marzo de 2015

EL SÓTANO DE CASA ENCANTADA

El cielo se había llenado de nubes panzonas. Algún ángel de mofletes hinchados coloreaba con su pincel el cielo, y tanto empeño ponía que a no mucho tardar, las nubes cederían a las cosquillas y toda el agua contenida en sus bocas se esparciría por Casa Encantada.
Consuelo y Mencía estaban aburridísimas, aunque era primavera, el tiempo no daba tregua y la lluvia visitaba aquellos parajes día sí y día no.
Tenían un perrito que obedecía al nombre de Tito, eso había provocado confusiones muy divertidas en la familia. Hoy Tito estaba impaciente por salir, pero la mamá de las niñas no tenía la más mínima intención de consentirlo.

- Oye Mencía, ¿y si nos salimos sin que mamá se entere? Podemos ir a buscar a Lola y Paquito para hacer una excursión al sótano de la casa grande. ¿Hace? - Pregunta Consuelo deseosa de salir de aquella monótona tarde-
- ¿Al sótano? -Contesta Mencía con los ojos de par en par- ¿Estás loca? Mamá dice que allí vive el fantasma de Mariana. 
- ¡Cobardica! - Le espeta girándose para buscar a Tito y marcharse-
- ¡Espera, espera! Está bien iré contigo, pero cuando mamá se vaya a su siesta.

Doña Martina, la mamá de las niñas, no tardó en recoger la casa e irse un ratito a descansar, momento que los intrépidos aventureros aprovecharon para salir a toda prisa en busca de sus amigos. Ya en los alrededores de Casa Encantada....


- ¿Estáis seguros de que queréis bajar al sótano? - Preguntó Lola- Ya sabéis lo que se cuenta...
- ¡Oh, vamos! ¡Eso son enredos de nuestras madres para tenernos asustados! - Contestó Paquito-

El primero en dirigirse a la casa fue precisamente Paquito, seguido de Tito que saltaba y retozaba entre las hierbas. El chico era muy alto para su edad, tenía 11 años y el pelo negro como el carbón de los alrededores. Era el mejor cazando ranas y nadie le superaba en aventuras arriesgadas. 

- ¿Qué hacemos si sale el fantasma? - Preguntó Consuelo-
- Traigo el mechero de mi padre, seguro que cuando vea las chispas sale corriendo - Contestó el niño mostrando una larga mecha que acababa amarrada al artilugio en cuestión-

En la casa había trajín de gentes arriba y abajo, hacía tiempo que ya no albergaba las oficinas de las minas, pero estaba habitada por una familia del pueblo que alquilaba algunas habitaciones para hacerla rentable. La silueta de una mujer se intuyó tras la cortina del último piso y Mencía dio un respingo.

- ¡Es doña Marta!
- ¡Deja de hacer aspavientos! - Exclamó Consuelo agarrando del brazo a su hermana!

Lola estaba muy callada, en realidad aquella aventura no le hacía mucha gracia. Había oído que el fantasma de Mariana llamaba a los niños y que éstos, como hipnotizados acudían a la llamada y jamás volvía a saberse de ellos. Si su madre se enteraba de lo que andaban tramando..., estarían castigados hasta verano.
Con mucho sigilo se colaron en el sótano, fue Paquito quien descubrió la trampilla y una tras otra, su hermana y sus amigas de correrías fueran pasando. Un viento cálido les rebotó en la cara y el olor a humedad se hizo intenso y pesado. Tito reculó temeroso hasta esconderse tras las piernas de Mencía, el joven labrador no se sentía para nada tranquilo en aquel lugar-

- Huele como a muebles antiguos - Dijo Lola-
- Son papeles - Aclaró Consuelo- Debieron dejarlos aquí cuando se marcharon los ingenieros. ¿Echamos un vistazo?

Los cuatro avanzaron por el enorme sótano lleno de enseres de todo tipo. Además de sillas apiladas, cajas de diverso tamaño, muebles y los consabidos papeles, había una zona con viandas destinadas a las cocinas de la casa. 
El ambiente se volvía denso, el aire estaba caliente y costaba respirar pero los niños no habían bajado allí para nada. Al fondo, unos baúles medianos tenían toda la pinta de guardar secretos, así que sin pensarlo mucho, rebuscaron algo para hacer palanca y abrieron uno. En su interior aparecieron ropas de una niña más o menos de su edad, pero eran antiguas, como de otra época.

- ¡No toquéis eso! - Gritó Lola ¿Y si son del fantasma?
- ¿Estás tonta? ¡Los fantasmas no existen! - Contestó su hermano que poco sorprendido con el hallazgo estaba indagando en los archivos que contenían informes de las minas-

- Mira éste Mencía..., es precioso - Dijo Consuelo acercándose uno de los vestidos- 

Era celeste y tenía un encaje beige por encima. Encontraron un bolsito a juego con una M bordada. Se miraron y de repente todos pensaron lo mismo.

- No será eme de.... - Lola dejó la pregunta flotando en el aire viscoso-

En ese momento, el perro que había permanecido pegado a sus dueñas,  salió corriendo y en el camino tiró varias cacerolas que hicieron un ruido ensordecedor. Los chicos gritaron asustados.

- ¡Tito!, ¡Tito vuelve! - Llamó Consuelo-, pero el can, ya estaba muy lejos de aquél sótano lleno de misterios.

De repente, una sombra cruzó la estancia y los niños contuvieron la respiración.

- ¿Qué es eso? - Preguntó Lola asustada-
- Es sólo una sombra - Contestó Paquito queriéndose hacer el valiente sin conseguirlo-

La sombra se proyectaba en la pared, tenía una falda larga y en la mano algo así como un hacha. Sin duda..., era Mariana que molesta por la visita de los intrusos, había regresado del más allá para castigarlos.

- ¡Por favor, no te enfades! - Habló Consuelo a la sombra- No tocaré más tu vestido, lo dejaré en el baúl y nos marcharemos, pero no nos lleves por favor-

Los sollozos inundaron el sótano, los niños estaban realmente aterrados y aquello no había hecho nada más que empezar. Al cerrar el baúl, varias cajas se vinieron al suelo como si alguien desde la nada las hubiese empujado. Un grito infernal se escuchó y muchas más cosas cayeron sin sentido. Los niños comenzaron a gritar y la sombra se hizo aún más y más grande...

- ¡Nooo, no por favor, no nos hagas daño! - Suplicó Paquito mientras intentaba encender el mechero para asustar al fantasma de Mariana-
- ¿Pero se puede saber qué hacéis aquí abajo? - Se escuchó una voz conocida-
- ¡Don Ramón! - Exclamaron los niños a la vez.

Don Ramón era el jardinero de Casa Encantada, al escuchar ruidos en el sótano se había acercado para ver qué sucedía. La sombra que los niños habían visto proyectada en la pared era la suya y el vestido largo, el mandil que utilizaba para sus menesteres. El hacha, la azada de trabajar las flores.

- ¿Qué le habéis hecho al gato de don Leonardo? Ha salido de aquí como alma que lleva el Diablo y mirad la que ha formado - Dijo don Ramón disgustado-
- ¿Era un gato? - Preguntó Mencía comenzando a comprender.
- ¡Pues claro! ¿Es que no habéis oído su maullido? El animal viene aquí a estar tranquilo, que en los alrededores hay muchos perros y no lo dejan en paz. Bueno.., y algún que otro niño revoltoso... - Dijo revolviendo el pelo de Paquito-

Los chicos suspiraron aliviados, sin embargo..., había una pregunta más.

- Don Ramón ¿Y el fantasma de Mariana? Hemos encontrado su ropa y un bolso con una M bordada en ese baúl. - Señaló Consuelo en dirección al arcón-
- ¿Esos baúles? Son de doña Marta, la dueña de la casa. En ellos guarda las ropas de cuando era niña y en los otros la de sus hijos. ¿Pero qué tenéis vosotros que enredar ahí?
- Es que..., pensábamos... -Paquito dejó la frase en el aire-
- ¡Andad, tirad de aquí si no queréis que informe de ésto a vuestras madres!. Y no volváis a entrar sin permiso ¿Entendido? - Les regañó don Ramón-
- Entendido - Asintieron a la vez-
-¡Pues marchando!, y dejaos de historias de fantasmas, los fantasmas no existen si no es en vuestra imaginación.

Los niños abandonaron el sótano un tanto decepcionados, afuera les esperaba Tito así que con toda la tarde por delante, aún podían pensar en una nueva aventura.
La puerta del sótano se cerró y al fondo, una luz tenue se encendió en una vieja lámpara. Un cuento se abrió y pasó las páginas.

- Algún día, les daré un buen susto a estos mortales.

DEJEMOS QUE LOS NIÑOS CONSERVEN SU MÁS PRECIADO TESORO: LA FANTASÍA.