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lunes, 18 de abril de 2022

PEPA JONES Y SU GATO GAMBITA. De visita al San José de Calasanz

Con la llegada de las vacaciones de Semana Santa, Pepa Jones tenía claro que el mejor sitio para estar era la Charca de los Patos. Si a eso sumamos que sus amigos del Gambigrupo estaban a punto de llegar, el plan para la semana estaba asegurado.

Nuestra amiga se había levantado muy temprano para acompañar al bueno de Dimas a dar agua al toro Caprichoso. Como siempre, disfrutó derramando agua sobre la espalda de aquel consentido animal que sin ese ritual, no bebía.

De regreso al Tejar, allí estaban ya sus amigos que al igual que ella, habían madrugado para llegar a su centro de operaciones. Tras los saludos y un buen desayuno, les esperaba una charla con el abuelo José y con Dimas alrededor de la chimenea.

—Abuelito, ¿hace muchos años que se fabrican ladrillos en El Tejar?

—Claro que sí, Pepita. Desde hace muchíííííísimos años. ¿Sabías que el abuelito Miguel ya servía ladrillos a la Sociedad Minero y Metalúrgica de Peñarroya Pueblonuevo? Antes de que hicieran su propia fábrica, claro.

Esa es la sociedad francesa que vino a explotar las minas, ¿verdad? —Preguntó Julián

—Así es —afirmó el abuelo José.

—Y sabéis francés alguno de los dos? —Preguntó Patricia muy intrigada.

—¡Oh, yes! —Contestó Dimas levantándose y haciendo una rara reverencia que provocó la risa incontenida de los niños.

—¡Pero Dimas, que eso es inglés! —Le espetó Estrella muerta de la risa.

—Es que yo tengo un francés muy de Inglaterra, chicos  —les dijo Dimas poniéndose muy interesante.

Los niños volvieron a reírse con ganas, hasta que el abuelo les hizo una propuesta que los dejó con la boca abierta.

—Chicos, aquí en el pueblo hay colegios bilingües de francés y yo conozco a la directora de uno de ellos: el San José de Calasanz. ¿Os gustaría visitarlo? 

—Si podemos ir con Gambita, aceptamos —contestó Julián.

—¡Y con Dimas! —Exclamó Pepa levantándose y corriendo a los brazos de su amigo

—¡Eso está hecho! Al regreso de las vacaciones, os llevaremos —les prometió el abuelo José con una gran sonrisa.

Al fin llegó el gran día. A los niños les parecía estupendo que en aquel pueblo, tan importante en su día, aún se conservara el idioma que trajo riqueza a aquel lugar. Además, les parecía de una elegancia extrema que los peques peñarriblenses hablaran francés.

A eso de las diez y media, María José, la directora del cole, los recibía a todos en su despacho.

—¡Bienvenidos al San José de Calasanz! Bueno..., y tú también eres bienvenido —dijo a la vez que se agachaba para acariciar la cabeza de Gambita. Tengo entendido que también conocéis a Gema, ¿verdad?

- ¡Oh, sí! —Habló Dimas. Visita mucho la Charca de los Patos con sus chicos, les encantan los cuentos y los animales así que se lo pasan pipa cada vez que van.

—Pues es una lástima que no podáis saludarla, ha salido con su curso a una visita al Cerco Industrial —les informó la directora.

En ese mismo instante, Gema les enseñaba a sus alumnos la mina Santa Rosa.

—Fijaos, chicos y chicas, de aquí salía el carbón. Era un lugar peligroso donde muchos de nuestros antepasados trabajaron. Bajaban en una especie de jaula y se introducían por unas galerías donde comenzaban a picar y extraer el oro negro de nuestra comarca.


—¿Qué son galerías, seño? —Preguntó un niño con cara de pillastre.

—Son como túneles. Había muchos de ellos bajo tierra y estaban oscuros, por eso se ayudaban de lámparas para poder trabajar.

—¿En esta mina trabajaban todos los abuelitos del pueblo? —Preguntó una de las alumnas.

—En esta y en otras muchas como esta. Los que eran mineros, claro. Y luego otros trabajaban de electricistas, reparadores de vías, maquinistas, mecánicos... Y había administrativos que trabajaban en las oficinas de ese edificio tan bonito que vimos la semana pasada.

Por encima de la voz de la seño se escuchó un ruido. Parecían golpes de martillo, pero... ¿Quién podía estar dando golpes tan temprano en el Cerco Industrial? Gema pensó que serían operarios del Ayuntamiento, probablemente reparando alguna de las bonitas chimeneas.

—Seño ¿Qué es ese ruido? —Preguntó extrañado uno de los niños que giraba la cabeza hacia el lugar del que venían los insistentes golpes.

—Deben ser trabajadores del Ayuntamiento, no os preocupéis. Sigamos con nuestra charla.

Pero no puedo proseguir. En ese instante, una furgoneta grande y negra pasó por su lado levantando una enorme polvareda y haciendo que todos tuvieran que llevarse las manos a la cara.

—Pero bueno.... —Murmuró Gema enfadada.  ¿Habrá visto por dónde va?

La seño siguió con la vista al vehículo y vio que se detenía delante de una de las chimeneas. Puso una mano a modo de visera para tapar el sol que le impedía la visión y observó que estaban cargando la furgoneta con algo. ¿Qué sería?.

—A ver chicos, nos vamos  a acercar a aquella chimenea para averiguar qué trabajos están realizando allí. Y si no es así, pues para saber qué está ocurriendo porque esto.... Me huele raro —dijo dándose varios toques con su dedo índice en la nariz. ¿Qué os parece el plan?

Las niñas y niños saltaron de emoción. ¡Una aventura a lo Pepa Jones y su gato Gambita! Eso sonaba  de maravilla. Caminaron valientes detrás de su seño, pero cuando anduvieron unos metros, Gema se detuvo porque lo que vio no le gustó nada de nada.

—Un momento, escondámonos aquí —señaló una vieja pared donde se puso a buen recaudo con sus alumnos.


Desde allí observaron a tres hombres picando sobre la base de la chimenea, extrayendo ladrillos y depositándolos dentro de la furgoneta que hacía un rato los había pasado a toda velocidad.

—¡Ladrones de patrimonio! —Gritó Gema.

En ese instante, los ladrones se percataron de la presencia de la seño y de los niños y sin pensarlo dos veces, se dirigieron hacia donde permanecían escondidos.

La mañana para el Gambigrupo, el abuelo José y Dimas transcurrió rápida. Los niños disfrutaron mucho con las explicaciones que les dio María José sobre las actividades que se realizaban en el cole. También visitando las clases y jugando en el amplio patio. Gambita, como buen gato aventurero, siguió todo muy atento y anduvo olisqueando todo aquello que le parecía raro o divertido. Lo pasó muy bien con tanta caricia y alguna que otra chuche.

De repente, María José se dio cuenta de que eran las doce y media de la mañana y Gema no había vuelto con su clase. Extrajo un móvil del bolsillo trasero de su tejano y marcó un número. Nada, no daba señal. Volvió a intentarlo en dos ocasiones más, pero el resultado fue el mismo: «El móvil al que llama está apagado o fuera de cobertura». Una especie de alerta interior se encendió y su cara habitualmente risueña, se volvió preocupada.

—¿Ocurre algo? —El abuelo José se había dado cuenta de que algo no iba bien. 

María José tomó del brazo al abuelo y a Dimas y los llevó a un lado para explicarles que hacía tiempo que Gema debía estar de vuelta con los niños, que la estaba llamando y su teléfono estaba apagado.

—Bien, no te inquietes —dijo el abuelo José. Puede que esté ahora mismo pasando por alguna zona donde no haya cobertura. Prueba de nuevo —la animó a que marcara otra vez, pero el móvil seguía sin dar señales de estar operativo-

Julián, que había estado pendiente de toda la conversación, se acercó y les propuso ir a echar un vistazo para saber qué estaba sucediendo. A la directora en un principio no le gustó mucho la idea, pero Dimas le aseguró que si había algo raro en todo aquello, nadie mejor que el Gambigrupo para averiguarlo.

María José, el abuelo José y Dimas volvieron al colegio para esperar noticias y Pepa jones, Gambita y el Gambigrupo se dirigieron al Cerco Industrial. Al llegar a la mina Santa Rosa, ni rastro de la seño y los chicos. 

—Qué raro... —Observó Patricia mirando a su alrededor. No debían estar muy lejos de aquí.

—A menos que se hayan dirigido a otra zona —apuntó Estrella.

—No lo creo, chicos —habló Pepa. Este lugar tiene sus peligros y no creo que la seño se atreviese a adentrarse mucho más ella sola con los peques.

—Pues tienes razón —asintió Julián mientras miraba hacia todas direcciones. Pero mira que es raro que no se les vea... Peinemos toda la zona en círculo, lo iremos agrandando y parándonos en todos los lugares que pudieran haber quedado atrapados. No descartemos nada.

—¿Y si llamamos a nuestros amigos de la Guardia Civil? —Propuso Pepa.

—Espera un poco —levantó la mano Patricia pidiendo calma. Si en media hora no hemos dado con ellos, llamamos a Mónika y a Alberto.

El Gambigrupo estuvo de acuerdo en todo, también en poner a Gambita una cámara en el collar para que les fuera enseñando todo aquello que encontrara a su paso. La cámara estaba conectada al móvil de Pepa.


Nada más soltar al gato, este salió disparado en dirección opuesta a la que se encontraban y los chicos, si perder un segundo, le siguieron tan rápido como pudieron.

Estaban agotados de correr y Gambita no paraba así que decidieron hacer un descanso, total con la cámara no podían perderlo, alguna imagen llegaría que pudieran identificar el lugar en el que estaba. No habían hecho nada más que sentarse cuando Pepa abrió su móvil y vio que Gambita enfocaba hierbas altas y una pared. Luego giró su cabecita hacia un lado y distinguieron algo que les resultó familiar.

—¿Esa no es la nave Nordon? —Preguntó Julián.

—Creo que sí  —asintió Patricia.

—Pues sí que nos lleva lejos el michi aventurero —se quejó Pepa dejando escapar un suspiro al final de su frase.

De repente, unas imágenes captaron la atención del Gambigrupo. En un rincón de la nave, se distinguía a una mujer rodeada de niños y niñas. Estaban sentados en el suelo y parecía como si estuvieran maniatados. Delante de ellos se paseaba un tipo vestido con un mono azul y cara de muy pocos amigos. 

Gambita volvió a girar la cabeza. No había nadie más. ¿Qué haría ahí la seño Gema con los chicos? Estaba claro como el agua que se habían metido en algún lío.

—Chicas, aquí hay algo gordo. La seño y los niños están secuestrados.

Gema intentaba tranquilizar a sus alumnos como podía. Algunos habían comenzado a llorar porque tenían hambre, otros porque sencillamente.... Estaban asustados. El hombre con cara de perro enfadado se volvió hacia ella.

—¿Quieres decirle que dejen de hacer ruido de una vez? 

—Verá, estos niños tienen que volver a su casa. Hágase cargo... ¿Por qué no nos deja ir? No diremos nada de lo que hemos visto.

—¡De aquí no se mueve nadie hasta que no desmontemos ladrillo a ladrillo esa chimenea!  Y luego.... Ya veremos qué hacemos con vosotros —elevó tanto la voz, que hasta la seño se asustó.

De repente, Gema se dio cuenta de que una de las niñas estaba intentando cortar su brida con un trozo de cristal que había encontrado en el suelo. Cada vez que el hombre malo pasaba cerca, la niña dejaba lo que estaba haciendo y bajaba la mirada para volver a la faena tan pronto salían de su campo de visión.

Los ladrones habían sido tan torpes que los habían maniatados a unos con las manos por delante y otros por  detrás, lo cual facilitó que se pudieran ir soltando poco a poco. Para disimular, seguían dejando las manos en la misma posición. La seño miró uno por uno a niños y niñas. Luego asintió levemente con la cabeza y enarcó las cejas dando entender que estuvieran atentos y preparados.

Los minutos pasaban y el paseo de aquel tipo delante de ellos no paraba. Gema se dio cuenta de que al pasar por su lado, iba distraído y mirando hacia un lado de la nave, momento que aprovechó para estirar su pierna derecha haciéndolo tropezar y caer de bruces en el suelo.

—¡Chicos, ahora! —Gritó abalanzándose sobre él.

Los peques, todos a la vez, saltaron sobre aquel hombre mientras la seño buscaba algo con que poder inmovilizarlo, pero no hizo falta. En ese momento Pepa Jones y el Gambigrupo entraban como una exhalación y Estrella corrió a atar las manos de aquel ladrón con un pañuelo que llevaba al cuello. 

No habían pasado ni cinco minutos cuando la Guardia Civil acudió. Pepa había enviado los vídeos que Gambita había grabado y su amigos se personaron allí antes de lo que se dice miau. Alberto, Mónika y cuatro Guardias más detuvieron a varios ladrones mientras otro se encargaba de atender a la seño y a los arriesgados chicos que después de aquella aventura ya no tenían miedo a nada.

—Bueno chicos y chicas ¡Habéis sido muy valientes! —Les dijo el Guardia Civil. Estos ladrones eran muy peligrosos, se dedicaban a desmontar chimeneas como las nuestras para luego venderlas a otros países. ¿Qué os parece? Y vosotros habéis ayudado a terminar con esa práctica que expoliaba el pasado  de lugares como el nuestro.

—¡Pero eso está muy mal! —Exclamó uno de los niños. ¡Nadie tiene derecho a quitarnos lo que es de todos y menos atacando a los niños!

—Pues sí, pequeño —se dirigió a él el Guardia-. Pero hay personas que no respetan el patrimonio, que lo deterioran, lo ensucian y en el peor de los casos... Lo roban. No podemos permitir que eso suceda porque si lo hacemos, se borrarán nuestras raíces y con ellas lo que somos y el lugar de donde venimos. En cuanto a atacar a los niños, no hay peor acto que ese porque si de algo estoy seguro es de que niños y niñas estáis en el mundo para equilibrarlo. Vosotros representáis todo lo bueno que muchos olvidan al crecer: el amor, la benevolencia y la paz. Quien ataca a un niño, ataca al mundo.

La seño agradeció aquellas palabras y aceptó de buen grado que los llevaran al colegio en coche. Había sido una aventura peligrosa y todos estaban muy cansados. Antes de emprender el viaje de vuelta, se dirigió a los alumnos y uno a uno fue felicitándolos por su valentía. Se sentía feliz de ser la tutora de aquel maravilloso grupo. 

A las dos de la tarde todos estaban ya de vuelta en sus casas, también el abuelo José, Dimas, Pepa, el Gambigrupo y por supuesto Gambita, que una vez más había demostrado ser el gato más aventurero y temerario de todo el Valle del Guadiato.

Y ahora que sabéis lo valientes que son las chicas y chicos del San José de Calasanz, contad a todo el mundo que en nuestro pueblo jamás permitiremos ladrones de patrimonio y que si alguno se atreve, se las verá con nosotros y el Gambigrupo.

domingo, 28 de noviembre de 2021

Una Navidad en la Charca. Ayudando a la magia

Había llegado Navidad, no había fecha en el calendario que gustara más a Pepa Jones y a su gato Gambita y si además, podía pasar esos días en la Charca de los Patos, mucho mejor.
Se había levantado muy temprano porque quería acompañar al abuelo José a poner unos adornos navideños en el indicador que llevaba hasta El Tejar. La niebla era tan espesa que no dejaba ver a más de un metro, las perlitas de agua que flotaban en el ambiente, se quedaban trabadas en el pelo y en la ropa y Gambita parecía una guirnalda, brillante por la cantidad de bolitas transparentes que descansaban en su brillante pelaje. 
Hacía mucho frío así que se dieron prisa en colocar todo y volver, pero en ese momento, se oyeron unos graznidos que llegaban desde la charca.

- Abuelito, ¿oyes? ¡Son los patos! - Dijo Pepa Jones cogiendo del brazo a su abuelo-
- Sí, el tío Clemente debe haber abierto para que vayan al agua. Con esta niebla no vemos nada.
- ¡Qué rollo, me encanta verlos cuando salen! 

Caminaban hasta El Tejar cuando Pepa se agachó para coger a Gambita en brazos.

- Abuelito, por favor: ¿Te puedes llevar a Gambi a casa? Es que le prometí al tío Diego y a la tía Angelines que iría a ver su nuevo gatito, uno de angora que parece una bola de nieve. Me han invitado a desayunar.
- Bueno pues si es así, yo me llevo a este pillastre y te veo en un rato. ¿Y tus amigos? ¿Van a venir?
- Sí, sí. Sobre las diez me dijeron. Se quedan aquí, como ya hablamos.
- Estupendo, hay que bañar a Tejo y ni Dimas ni yo nos damos maña.

Se despidieron y a eso de las diez y media, El tejar se llenaba de risas infantiles: Patricia, Julián y Estrella aterrizaban puntuales para decorar la casa y pasar el día enredando con el gato y con el zorro.
Tejo se había adaptado bien a su nueva casa, pero claro..., un zorro donde había gallinas siempre era complicado. Dimas se negaba a bañarlo así que decidieron que los niños tendrían que turnarse y ser ellos quienes acicalaran y cuidaran de que el animal no se metiera en líos.
El abuelo José les había traído un árbol gigante para decorar y había bajado del altillo todos los adornos y el Belén. A eso de media mañana, los niños tenían ya todo terminado y decidieron bañar a Tejo. Julián le había comprado un suavizante especial para el pelo, así que prepararon una tina con agua calentita y fueron a despertar al zorro que dormía en su cama junto a Gambita.

Tejo estuvo encantado de despertar, pero no tanto de que lo bañaran, así que aprovechando un descuido, de un salto se salió del agua y fue directo al árbol que acabó rodando por el suelo. A la fiesta se unió Gambita que viendo las bolas de colores rodar se puso como loco, tirando por los aires los adornos y corriendo tras ellos. Al principio los niños se asustaron, pero viendo la que habían armado les dio por reír y decidieron unirse al despiporre. Cogieron los espumillones y se los pusieron por el cuello mientras cantaban "ya llegó la Navidad con olor a mazapán".
De repente, la puerta se abrió y apareció el abuelo con Dimas que viendo el desaguisado se llevaron las manos a la cabeza.

- ¡Pero bueno! ¿Se puede saber qué ha pasado aquí? - Preguntó el abuelo José sorprendido-
- Ya te lo digo yo, José. ¡Ha estallado la guerra! ¿Os parece bonito? ¡Mirad cómo habéis puesto el salón! José, los Reyes Magos tienen que saber esto.

Los niños se quedaron paralizados. ¡No podían enterarse! Ahora sí que la habían liado buena, nunca habían visto tan enfadados a Dimas y al abuelo José.

- ¡Perdón! Ha sido culpa mía - Dijo Pepa quitándose el espumillón que tenía en la cabeza-
- ¡No, no, ha sido mía! - Protestó Julián-
- ¡No les haga caso, José! - Fui yo que intenté meter a Gambita en el agua y.... - Patricia no pudo terminar la frase porque fue interrumpida por Estrella-
- ¡Ni caso! ¡He sido yo! ¡Yo la he liado parda, parda!

Los hombres se miraron divertidos, no querían reírse delante de ellos porque se habían portado fatal, pero esa manera de protegerse unos a otros les hizo mucha gracia.

- Ahí los tienes José, como los de Fuente Obejuna. Todos a una.
- Pues entonces habrá que buscar algo para que arreglen este desaguisado..., todos juntos también. ¿Qué piensas tú, Dimas?
- Que Julián se viene ahora mismo conmigo a dar de comer a las vacas y luego a ordeñar. Hoy no hay charca. Patricia y Estrella a ayudar con las cuentas del tejar y de tu nieta ya te encargas tú, que esa es la peor de todos.
- Pepa, tú conmigo a por leña. Eso sí, ahora mismo estáis recogiendo todo esto y bañando al zorro en condiciones, que huela a limpio y no a los de su especie. Cuando vuelva no quiero ver nada fuera de su lugar. ¿Entendido? 

Los niños asintieron. Esta vez se la habían ganado por goleada y lo peor de todo era la amenaza de chivarse a los Reyes Magos. ¡Serán acusicas!
En una hora todo volvía a la normalidad y Tejo y Gambita dormían de nuevo al lado de la chimenea. El zorro había quedado con el pelo tan esponjoso que parecía una pelusa, estaba realmente bonito.
Tal y como había planteado Dimas, los niños fueron cada uno a las tareas encomendadas como castigo por el revuelo que habían armado. 
Julián le daba heno a Mariposa, su vaca favorita a la que siempre subían a los niños, pero esta vez no se atrevió a decirle nada al bueno de Dimas porque andaba enfadado. El niño tiró de zalamería.

- Dimas... Perdón. -Dijo el niño tirando de la camisa de su amigo- Porfa.., perdóname solo queríamos jugar y se nos fue de las manos.
- Anda, anda..., no seas enredador. ¿Has dado de comer a Blanquita? Es la más delicada de todas, ya sabes que no le gusta nada que caigan pajotes muy grandes.

El niño estaba triste pensando que su amigo seguía enfadado. Así que decidió cepillar a los animales mientras Dimas se encargaba de otros asuntos. Las dejó muy brillantes y tranquilas, pues a las vacas les encantaba ser mimadas. Cuando el hombre volvió y se dio cuenta del esfuerzo que había hecho, lo llamó y:con una amplia sonrisa de satisfacción le dijo:

- ¿Sabes que has hecho un buen trabajo? 
- Bueno, yo solo quiero que no os chivéis a los Reyes Magos, les he pedido un collar para Tejo y una cazadora vaquera para mí,  y quiero que me traigan todo - Dijo el niño agachando la cabeza-
- No hay nada que perdonar, además, esto que has hecho anula cualquier trastada y los Reyes lo tienen en cuenta. ¡Por cierto, a ver qué te parece esto que te traigo!. - Dimas le alargó una bolsita con algo dentro-
- ¡Bombones! ¡Muchas gracias, Dimas! - Exclamó Julián abrazándose a su amigo-

Llegó la hora de comer y los niños intercambiaron opiniones sobre su experiencia. Estrella y Patricia habían aprendido a hacer albaranes y facturas y a anotar en un libro todo lo que se vendía . También las habían dejado ir a los hornos donde se cocían los ladrillos y tejas, la verdad es que había sido muy divertido. Pepa había acompañado al abuelo a recoger leña y luego se pusieron a hacer pan y dulces; eso fue desde luego lo mejor del castigo porque se comió unos cuantos nada más salir. Eso sí, los niños se enredaron en protestas porque ahora todos querían ir con las vacas y hacer pan y la contabilidad... Dimas les prometió que en la semana podrían, si querían, pasar por los distintos trabajos. Así no habría favoritismos.

- Bueno chicos, ¿qué haréis esta tarde? -Preguntó el abuelo José mientras almorzaban- Ya habéis cumplido con vuestra tarea así que podéis jugar todo lo que queráis.
- Hemos pensado montar unas tiendas de campaña en la charca. ¿Nos dejas, abuelito? - Preguntó Pepa-
- Bueno, hoy habíamos dicho que no habría charca, pero como habéis hecho todo tan bien, por supuesto que os dejo. Dimas os dará todo lo que necesitéis.
- ¡Ay José, no me líes! Que a estos pillos les das la mano....

Todos se rieron, pero sabían que el bueno de Dimas no se negaría a nada. A eso de las tres y media estaban en su centro de operaciones, la Charca de los Patos,  montando unas tiendas de lo más festivas. Eran dos, de listas y bastante brillantes, así que se veían a legua. En una decidieron montar un Belén que ellos mismos habían fabricado con cartón y la otra era para ellos, para tomar allí la merienda. Los dulces que habían hecho antes iban a ser zampados antes de que Gambi dijera miau.

- Chicos, ¡esto nos ha quedado de lujo! - Exclamó Estrella feliz al ver el resultado de la decoración charcopatera-navideña-
- Vaya que sí, pero hemos trabajado lo suyo. ¡Ahora, a por los dulces! - Dijo Julián-

Niños y animales corrieron a refugiarse del frío en su tienda y allí dieron buena cuenta de los pasteles. Pasado un rato, Gambita y Tejo decidieron salir a corretear por ahí mientras sus dueños cantaban villancicos felices de disfrutar juntos la Navidad. En nada, la tarde comenzó a caer y sin darse cuenta se quedaron dormidos.. Al despertar, la oscuridad amenazaba con cerrarse en torno a ellos.

- ¡Chicos, chicos!¡Despertad! ¡Nos hemos quedado dormidos y mi abuelo estará preocupado!- Dijo Pepa levantándose a toda prisa-

De repente se escuchó un ruido, como de pisadas sobre la hierba. Los niños se asustaron, de ser Dimas ya les habría dicho algo y no, no era una sola persona, sino varias las que parecían merodear en el exterior. 

- ¿Habéis oído? - Preguntó Patricia a la vez que hacía señas con las manos para que no hablaran- 

Pepa abrió un poco la puerta de la tienda y vio a varias personas dejando paquetes de regalos en la otra tienda. Antes de que pudieran verla entró de nuevo.

- Qué raro, chicos. He visto a cuatro o cinco hombres vestidos con ropas llamativas guardando paquetes. Son pajes, os lo digo. Pajes de los Reyes Magos.

- ¡Hombre claro y yo Napoleón! - Contestó Julián-

- A ver, no es la primera vez que nos encontramos con ellos. ¿O es que ya no os acordáis? - Preguntó Estrella- ¡Parecéis bobos, de verdad!

La niña se refería a aquella Navidad en la que gracias a Gambita y Ferrari, el perrete de Julián, llegaron hasta donde SSMM los Reyes Magos de Oriente tenían su campamento mágico. Gracias a los animales, pudieron verlo y vivir una aventura alucinante. Algo les decía que volvían a vivir un momento único.

- Esperad, esperad..., ¡Es Metkén!¡El paje de Gaspar! - Gritó Patricia- Chicos, vamos a ver qué pasa.

Los niños salieron al exterior y se llevaron una sorpresa aún mayor. La noche estaba cayendo y el trajín de los pajes era incesante. El abuelo José y Dimas estaban con ellos.

- ¡Ya era hora, dormilones! - Les espetó Dimas al verlos- Vamos, hay que echar una mano a esta gente o no llegan.

Los chicos se quedaron paralizados hasta que Metkén y el abuelo José se acercaron a ellos.

- ¡Abuelo!  ¿Qué está pasando?

- ¡Ey! ¡Mirad! ¡En la charca! - Advirtió Estrella-

- Pero.., pero...¡Si son renos! - Exclamó Julián sorprendido! -



- Efectivamente -Dijo Metkén sonriente- ¡Cuánto tiempo, chicos! Habéis crecido muchísimo, espero que os alegre verme tanto como yo me alegro de veros a vosotros.
Los niños se abrazaron al paje, al que sin duda se alegraban muchísimo de ver. Se atropellaron queriendo preguntar hasta que Metkén pidió calma.

- Metkén, ¿Ese reno no es Rudolph? El reno guía de Papa Noel - Preguntó Pepa-
- Así es. Los demás están descansando ya, los ha llevado Dimas al establo. Y os preguntaréis qué hacen aquí y qué hacemos nosotros. ¿No es así?

Los niños asintieron con la cabeza, mirando a Metken y al abuelo José.

- Pues veréis, resulta que San Nicolás se ha dormido en los laureles y va tarde. Fijaos la hora que es y aún no ha emprendido camino hacia su lado de la Tierra, así que tenemos que echarle una mano o los niños que lo esperan no tendrán regalos.

- Metkén se puso en contacto conmigo y me contó lo que pasaba, necesitaban un sitio donde almacenar regalos y que le viniera bien a Santa. Aquí es perfecto. -Aclaró el abuelo José-
- Pero... ¿Y las personas que vienen diariamente? -Preguntó Julián- ¡Van a ver las carpas, los regalos, los renos!
- Tranquilo, somos magos - El paje le guiñó un ojo y el niño entendió- El caso es que le vamos a ceder los regalos que teníamos nosotros preparados, como tenemos tiempo, podemos llegar sin problemas al día 6. Eso sí, necesitamos ayuda.

Los niños se pusieron a trabajar rápidamente. Un paje de Melchor les dio un montón de cartas para leer y adjudicar los regalos. Tejo y Gambita ayudaban a desatar los paquetes así que estaban muy bien organizados.  Llevaban ya un rato en ello cuando vieron que a Estrella le corría una lágrima por la mejilla.

- ¿Qué te ocurre? - Preguntó Pepa-
- Esta niña estadounidense tiene a su padre en el hospital y no quiere juguetes, solo quiere que se recupere y poder abrazarle en Navidad. Le cuenta a San Nicolás que sufrió un accidente y desde hace meses no despierta. No sé cómo podemos hacer. Tal vez nuestros Reyes, como son tres puedan ayudarla. ¿No creéis?
- Bueno, igual ni los conoce, pero por intentarlo -Sugirió Julián-

Todos se quedaron muy tristes, ningún niño merecía pasar la Navidad sin sus padres viviera donde viviera.  Metkén se había dado cuenta de que algo pasaba así que se acercó hasta los niños. Estos, le contaron.

- Todo el mundo tiene derecho a un milagro en Navidad ¿Lo sabéis? Esta niña tendrá el suyo. - Les sonrió el paje mientras les hablaba-
- ¿Se lo pedirás a Sus Majestades? - Preguntó Pepa-
- No es necesario. Sentaos conmigo un momento y cerrad los ojos.

Los niños obedecieron, después Metken les pidió que pensaran en la niña abrazando a su padre y que se imaginaran una casa con un árbol enorme y una familia sentada a la mesa. Así lo hicieron, notaron como si se elevaran y no pudieron evitar emocionarse pensando que el milagro se haría realidad. Cuando abrieron los ojos, todo brillaba alrededor, pequeñas gotas doradas flotaban e iluminaban el rostro de los niños.

- ¿Qué ha pasado? - Preguntó Pepa-
- Habéis hecho realidad el deseo de esa niña. San Nicolás le llevará a su padre el día de Navidad.
- Pero... ¿Cómo? - Patricia no podía salir de su asombro-
- Con vuestro amor. Solo el que sale de un corazón limpio obra milagros. Y ahora, a seguir eligiendo regalos, Santa debe estar al llegar.
- ¡Pero si tiene aquí los renos! ¿Cómo va a venir?- Exclamó Julián-
- Ya, pero es que de eso se han encargado SSMM, los Reyes Magos de Oriente. Viendo que no le daba tiempo, se quedaron de los animales para que no tuviera que estar pendiente de ellos y de ese modo,  centrarse en  los pedidos. Por eso están aquí.

Terminaron de todo y Dimas fue a buscar el trineo mágico que guardaban en El Tejar. Los niños alucinaron cuando vieron a los renos enganchados y a Rudolph con su nariz roja.

- ¡Ey Dimas! ¡Eres el Santa más chulo del globo terráqueo! - Gritó Julián muerto dela risa-
- ¡Ay pillastre! Verás como te quedas sin subirte.

De no se sabe donde, los pajes sacaron chocolate con churros para hacer la espera más amena. Santa tenía que llegar a las doce y media. Mientras esperaban, Dimas y los niños subían al trineo.

- No me digáis que no es raro que estemos aquí sentados. Lo normal es que nos hubieran dado un paseo en camello los pajes. - Dijo Patricia-
- Bueno, ¡no está mal este trineo, eh! -Contestó Julián-
- Ya, pero a fin de cuentas, los nuestros son los Reyes y aquí estamos echando una mano a Papá Noel. -Reflexionó Estrella-
- Visto así, tienes razón Patri. -Dijo Pepa-

La una de la madrugada y Santa no aparecía. El abuelo José fue a por mantas para los niños, estaba empezando a helar.

- ¿Dónde se habrá metido este hombre? - Preguntó Metkén a otro paje-
- No lo sé, pero como no espabile, nos vemos nosotros disfrazándonos y tirando millas para América. Mira, no me apetece nada, pero todo sea por los niños.
- ¿Habéis hablado con Sus Majestades?  - Preguntó el abuelo José-
- Hace un rato, pero vamos a volver a preguntar - Contestó Metkén-
- Bueno, tranquilos, allí son por lo menos siete horas menos. Eso dice mi profe de inglés - Dijo Estrella intentando tranquilizar a todos-

El paje se alejó hasta que todos lo perdieron de vista, a la vuelta venía con cara de sorpresa.

- Me ha dicho S.M. el rey Baltasar que lo dejaron cerca de aquí hace más de dos horas.
- Ahora sí que la hemos liado buena -Dijo Dimas apesadumbrado-
- ¿¡Pero dónde se habrá metido!? -Exclamó uno de los pajes- ¡Es que no llega, Metkén, no llega!
- ¡Está bien, está bien! No hay tiempo que perder. Necesito alejarme porque voy a utilizar una magia muy poderosa y no podéis estar cerca.
- ¿Vas a convertirte en Santa? - Preguntó Julián-
- Así es. Los niños que dependen de él no pueden quedarse sin regalos.

Se estaba alejando Metken justo cuando vieron venir una figura baja y redondita. A medida que se acercaba, no dejaba lugar a dudas de quien era.



- ¡Por el amor de Dios! ¡Nicolás, que vas tardísimo! - Le espetó Metkén nada más verlo- ¿Y esto? ¿Qué llevas en los bolsillos?

El paje vio que asomaba una cuerda de uno de ellos y otras más del otro. Al tirar...¡Sorpresa! Un salchichón y varios lomos en caña. Los niños, el abuelo José y Dimas rompieron a reír a carcajadas, no podían parar. A Santa Claus le gustaba la buena mesa, sin dudas.

- Veréis, me he retrasado un poquito porque resulta que he descubierto que en España se come de maravilla y como la noche va a ser larga... - Dijo Santa ajustándose las gafas- ¡Hola chicos! ¡Qué guapos sois, me han dicho mis amigos los Reyes que os van a traer muchas cosas y a ti, Dimas...
- ¡Nicolás! -Gritó Metken- ¡No puedes contarle lo que les van a traer!
- ¡Jou, jou jou! Es una broma, Metkén, tienes que relajarte, querido. Bueno, cuando acabe todo esto quiero una reunión al más alto nivel. Quiero proponer a vuestros jefes que intercambiemos territorio, yo llevo mucho en aquel lado y vosotros aquí. Justo es que cambiemos, ya es hora.
- Claro... Y porque aquí se come de maravilla - Dijo el abuelo José por lo bajito para que solo lo escucharan los niños que no pudieron aguantar la risa de nuevo-
- Bueno, bueno, ya hablaremos, pero te digo que no van a querer - Le contestó el paje-
- Claro, no me extraña. Donde voy no hay jamón de pata negra ni cocido madrileño ... Todo lo que hay engorda y no está tan bueno, es que...
- ¡Que no llegas! - Le cortó de nuevo Metkén-

San Nicolás subió al trineo y los niños aguantaron la respiración, sabían lo que venía ahora y estaban expectantes:

- ¡Donner, Blitzen, Vixen, Cupid, Comet, Dasher, Dancer, Prancer y Rudolph.. ¡Arriba!

Y el trineo mágico se elevó sobre la Charca de los Patos ante la mirada alucinada de los niños, Dimas  y el abuelo José. Antes de marchar, Santa dio una vuelta en el cielo y volvió colocándose sobre ellos.

- Sé lo que habéis hecho por la niña americana que ni siquiera conocéis. Su padre estará mañana con ella. Antes de dormir, mirad al suroeste, en la estrella de Belén os dejaré un regalo. ¡Adiós amigos!

Y se marchó dejando a todos con el corazón acelerado. ¡Habían ayudado a Santa! Nerviosos se despidieron de los pajes a los que seguirían viendo hasta la noche de Reyes y se fueron raudos a dormir.
Nada más llegar a sus habitaciones miraron al punto exacto que les había dicho San Nicolás y vieron la estrella de Belén que brillaba con fuerza.

- Mira que si nos ha dejado una caja de Coca-Cola... - Dijo Julián haciendo reír a las niñas-
- Después de lo del salchichón y el lomo en caña... ¡Me espero cualquier cosa! - Contestó Patricia-
- De repente, la estrella empezó a brillar todavía más y comenzaron a salir letras hasta formar una frase.


Los niños se quedaron boquiabiertos.

- No puede ser. ¡Mirad! - Exclamó Pepa señalando al cielo-

Salieron raudos al pasillo y allí estaban, 4 brillantes bicicletas con cesta y carrito para poder llevar a Gambi y a Tejo. ¡Regalo de San Nicolás!

- ¡Cómo molan! - Exclamo Julián! - ¡También hay regalos para Gambi y Tejo! ¡Y para Dimas y el abuelo Jose! ¡Este Santa es la caña!
- Chicos, mirad esto - Dijo Estrella-
- Ja, ja, ja, ja ¡Coca-Cola! - Exclamaron los niños a la vez-

Y así llegó la Navidad a la Charca de los Patos, de la mano de los pajes de los Reyes Magos y de un despistado y glotón Santa Claus que quiere que le cambien su lugar de trabajo. ¿Creéis que lo conseguirá? Estad atentos al año que viene.

Feliz Navidad para todos los seguidores de Casa Encantada, que el 2021 nos traiga salud, paz y muchos encuentros en nuestra casa mágica. Felicidades, queridos amigos.



jueves, 25 de noviembre de 2021

Pepa Jones y su gato Gambita. Navidad en la Charca de los Patos.

Pepa Jones se había quedado a dormir esa noche en el Tejar, le acababan de dar las vacaciones de Navidad y nada mejor que comenzarlas allí con el abuelo.
Eran las once de la noche cuando sonaron unos suaves toquecitos en la puerta de la habitación.

- Pepa, ¿estás despierta? 
- ¡Sí, abuelito!, aún no me he dormido.
- Pues abrígate bien y sal, tengo una sorpresa para ti.

¡Una sorpresa! Palabras mágicas, -pensó la niña- 

Se vistió a toda prisa y salió envuelta en un plumas color rosa que le había enviado su prima del norte.

- Vamos, vamos a la puerta y verás - Propuso el abuelo José con gran misterio-

Los segundos por el pasillo se hicieron eternos hasta que por fin, la puerta se abrió y... ¡Estaba nevando! ¡Nevaba en la Charca de los Patos!

- ¡Ohhh, abuelitoooo! ¡Es nieve! - Exclamó la niña entusiasmada-

Permanecieron un buen rato afuera a pesar del frío, observando cómo los árboles poco a poco recibían en sus brazos el blanco regalo y cómo los caminos desaparecían bajo el manto inmaculado de la nieve. Para Pepa, era su primera nevada y estaba tan contenta que no paró de hacer fotografías hasta que el sentido común se impuso y volvieron a la casa.

- Y ahora a dormir, mañana saldremos a hacer más fotos ¿De acuerdo? - Propuso el abuelo José.
- ¡De acuerdo, abuelito!

Pero Pepa no tenía intenciones de dormir, cogió su móvil y entró en el grupo de WhatsApp "Gambigrupo"

Pepa: Chicoooooooooos, ¿habéis visto cómo nieva?
Estrella: ¡No me digas! En Mérida nada, no ha caído ni un copo.
Patricia: ¡Yupiiiiii! ¿Qué haréis mañana? Pepa, ¿nos vemos en la Charca de los Patos? Estrella haremos bolas gordas de nieve
Estrella: Yo llego sobre las doce, chicos. ¡Espero que la nieve aguante!
Julián: Oídme, acabo de entrar en casa, he hecho fotos preciosas.
Pepa: ¡Pues pásalas!
Julián: Y otra cosa: Hoy he visto gente rara en el Peñón. No tienen pinta de ladrones de patrimonio, pero son raros, raros de coj...
Todas las chicas: ¡Juliááááááán!
Julián: ¡Iba a decir cojines!
Patricia: Ya.... Bueno, cuenta, cuenta.
Julián: A ver, como esta mañana no había cole me he ido con mi perro Ferrari a dar un paseo hasta el Peñón, y en los alrededores del arroyo había unas tiendas de campaña bastante peculiares... Bueno, no eran exactamente tiendas.
Estrella: ¿Y qué eran?
Julián: No sé chicas, tiendas pero antiguas. Además, he visto caballos y dos hombres con unas ropas que no había visto antes. Creo que hay que echar un vistazo y vigilar.
Patricia: De acuerdo.
Pepa: Pues si os parece bien, mañana desayunamos con abuelito en el Tejar y nos organizamos.
Todos: ¡Perfecto!
Pepa: ¡Buenas noches y feliz nevada navideña!

Al día siguiente, la primera en llegar fue Estrella. Ni se paró a deshacer la maleta, directamente fue a casa de Pepa y de allí al Tejar.

- ¿Cuándo venís a Mérida otra vez? - Preguntó la niña-
- Pues espero que pronto, hay que visitar de nuevo el Museo de Arte Romano porque es ..., ¡Alucinante!
- Ay pues precisamente estuvimos con el cole el otro día, nos estuvieron explicando la fiesta de la Saturnalia, que ya sabes que es algo así como la Navidad Romana y que se celebraba del 17 al 23 de diciembre.
- Sí, en honor al dios Saturno. Y se adornaban las casas, se hacían regalos...- Añadió Pepa-
- Exacto. Y los señores actuaban como si fueran esclavos y estos como si fueran señores. Lo que era prohibido, se permitía y estallaba el lujo y el  derroche... Algo así como un jubiloso caos. Pero te cuento lo más interesante. ¿Sabes? Conocí a un niño..., ¡monísimo! - Dijo Estrella sonrojándose y entornando sus enormes ojos azules-
-¡Estrella! Ja,ja,ja,ja, ¡no me digas! ¿Y cómo se llama?
- ¡Pedro! Ya te contaré, a él le gusta especialmente el Teatro Romano y está muy interesado en el Festival de  Teatro de Mérida, no se lo pierde nunca.
- ¡Me tienes que contar! -Exclamó risueña Pepa-

Pero no pudo ser porque el resto de la pandilla, con Gambita a la cabeza, acababa de aterrizar en el Tejar. Esta vez había una sorpresa más y es que Julián venía acompañado de Ferrari, su perro. Veremos qué tal se portaban los animales porque la última vez que se juntaron hicieron una cantidad de trastadas que no se pueden ni enumerar.
Sentados a la mesa, el chocolate, los mantecados  y los churros desaparecían mientras la conversación se hacía cada vez más interesante, sin embargo, en el patio empezaron a oírse voces, maullidos y un tremendo jaleo de cubos y gritos. En eso, el abuelo José entra en la casa sin poder contener la risa.

- ¡La que han formado Gambita y Ferrari! ¡Menudo enfado tiene Dimas!
- ¿Qué ha pasado? - Preguntó Julián preocupado-
- Se han puesto a beber de una cántara de leche que teníamos apartada para regalar en Navidad y Dimas se ha enfadado muchísimo.
- Pero abuelito... ¡Tú te estás riendo! -Le reprendió Pepa-
- Claro, porque corriendo detrás del par de golfos, el pobre hombre ha trastabillado y ha ido a dar con sus huesos en el suelo, con tan mala fortuna, que se ha apoyado sobre otra cántara y se la ha echado por encima. ¿Qué creéis que han hecho Gambita y Ferrari? Pues subirse sobre él y comenzar a lamer toda la leche. ¡Un cuadro! ¿Queréis verlo?

Los chiquillos salieron en tropel al patio y cuando vieron al pobre Dimas en el suelo intentado quitarse a los animales de encima, no pudieron contener las carcajadas. Al final, todo acabó en reprimenda para Ferrari y Gambita que se pasaron el resto de la mañana hechos un ovillo dormidos al pie de la chimenea, y en un buen chocolate caliente para Dimas, que tras cambiar sus ropas se sentó con los niños a contar anécdotas del campo. En el fondo, todos sabían que el bueno de Dimas, ¡mandaba más que el abuelo!
A eso de las doce del mediodía, los niños decidieron salir a hacer una excursión por los alrededores, querían saber qué estaba pasando con esos personajes extraños de los que hablaba Julián. Aún había mucha nieve, pero no fue obstáculo para abrigarse bien y salir a pedalear, sin embargo, Gambita y Ferrari no pudieron acompañar a sus amigos. El abuelo dijo que se quedaban castigados, por bichejos.


Los caminos estaban embarrados, pero los intrépidos amigos no se rindieron. Unas veces en bici y otras andando, avanzaron en su aventura. El campo estaba precioso, blanco como nunca lo habían visto así que a cada poco se detenían para sacar fotos.

- ¡Qué Navidad tan estupenda, chicos! - Exclamó Estrella mientras sacaba algunas instantáneas con su móvil-
- Y que lo digas, es un sueño poder ver nieve en Navidad - Contestó Patricia-

Retomada la marcha, no tardaron demasiado en llegar a los alrededores del Peñón, allí y a lo lejos pudieron divisar unas carpas que nunca antes estuvieron en el lugar. De colores llamativos, resaltaban extraordinariamente sobre el blanco fondo. Los chicos se miraron extrañados.

- Qué mal me huele esto- Dijo Pepa-
- Y a mí - Contestó Julián- Los vi ayer por primera vez, pero a saber los días que llevan sin que nadie haya hecho nada. Fijaos en la cantidad de sacos y paquetes que tienen en la puerta. ¿Y si han robado alimentos o juguetes en las parroquias o en Cruz Roja? 
- Pues no lo vamos a consentir - Dijo Patricia enfadada- Iremos y sabremos qué traen entre manos esas gentes.

Montaron en sus bicis y se aproximaron, sin embargo y tras seguir el plan que habían trazado, pasaron de largo sacando algunas fotos y pararon en la primera peña para cambiar impresiones. 

- Muy raro todo, chicos - Apuntó Pepa- No sé a vosotros pero a mí no me ha salido ni una foto, todas negras.
- Anda... ¡Y a mí! - Exclamó Julián- 

Uno a uno revisaron sus móviles para darse cuenta de que ninguna foto había quedado registrada . Parecía magia.

- Vale, pues paremos y entremos - Propuso Patricia-
- Estoy con ella - Contestó Estrella-

Bajaron con sus bicicletas en dirección a las carpas, sin embargo, el camino parecía transformarse y se hacía tedioso. Para colmo comenzó a nevar intensamente y un trayecto que debieron cubrir en menos de quince minutos, se convirtió en una hora larga. No sabían qué pasaba exactamente pero mientras más andaban, más parecían alejarse aquellas tiendas de campaña. Pepa empezó a preocuparse, si al menos Ferrari y Gambita estuvieran, su instinto les sacaría de aquel laberinto.



- Chicos, ¿qué está pasando? - Preguntó Estrella preocupada-
- Llevamos casi dos horas dando vueltas y no conseguimos acercarnos a ellas, es como si estuvieran ejerciendo sobre nosotros algún tipo de hechizo. - Contestó Julián-
- ¡Calla, Harry Potter! -  Exclamó Pepa divertida para quitar hierro al asunto, pero en realidad, ella también estaba asustada-

De repente comenzó a oscurecer y no había llegado el mediodía. La nevada intensa y la oscuridad terminó por desorientar a los niños que sin saber cómo, aparecieron de nuevo en el camino de vuelta al Tejar. Justo cuando desistieron de volver a las carpas, la nevada se detuvo y la luz volvió a brillar.

- ¡Con que Harry Potter, eh listilla! - Exclamó Julián- Pues ahora vas y me explicas qué ha sucedido porque no creo que ninguno de nosotros tenga una respuesta lógica.

Llegaron al Tejar y contaron al abuelo José lo que habían experimentado. No tenía ni pies ni cabeza pero el hombre decidió seguirles la corriente.

- Y decís que a medida que caminabais hacia las carpas, estas parecían alejarse - Dijo el abuelo mientras preparaba unas migas calentitas-
- Sí, abuelo. Entonces comenzaron a surgir de la nada otros caminos que parecían ser los correctos, pero que nos alejaban aún más. - Aclaró Pepa-
- ¡Y las bicicletas pesaban muchísimo! - Añadió Patricia-
- Bien, iremos a echar un vistazo mañana, he hablado con vuestros padres y pasaréis la noche aquí. Si queréis, claro. - Propuso el abuelo José-
- ¡Siiiiiiiiiiiiiii! ¡Qué bien! - Exclamaron los niños-

Caía la tarde en el Tejar, el abuelo José había ido con Dimas al otro cortijo para guardar los animales porque había comenzado a nevar de nuevo.  A la vuelta, la propuesta fue hacer un muñeco de nieve en la Charca de los Patos, propuesta que desató la locura entre los amigos, como era de esperar.


Entre risas y juegos se agotó el día. Gambita lo pasó de miedo con su amigo Ferrari porque si algo les gustaba es jugar con las bolas que los niños les tiraban. Una tarde perfecta en el lugar perfecto.
Ya de vuelta en el Tejar, cenaron en torno a la chimenea y convencieron al abuelo José para que pusiera unas mantas en el suelo y les contara cosas de cuando era pequeño. Poco a poco, fueron rindiéndose al sueño y solo Pepa y Gambita permanecieron atentos a aquellas historias que tanto les gustaban. Un final maravilloso para un día raro.
A la mañana siguiente, los chicos desayunaban entre risas a la espera de poder salir de nuevo a inspeccionar el entorno del Peñón. Había vuelto a nevar durante la noche y de nuevo los caminos se perdían. 
Gambita y Ferrari jugaban a perseguir los pocos copos que caían con lentitud desesperante y Dimas tenía buen cuidado de que no se acercaran a las cántaras de leche. A eso de las diez, el abuelo José les comunicó que había que ponerse en marcha si querían descubrir qué ocurría en el Peñón.
Al salir de la casa se toparon con una buena sorpresa y es que en la puerta les esperaba un carro tirado por dos hermosas mulas.

- ¡Nada mejor que un buen carro para andar por la nieve! - Exclamó el abuelo José radiante de felicidad -

Los chicos casi se atropellan por subir, todos querían ser los primeros en probar semejante medio de transporte.

- Abuelito, esto es como de la Edad Media ¡Qué divertido!
- ¿De la Edad Media? Lo que pasa es que los jóvenes de hoy en día no entendéis nada de medios de transporte eficaces. - Contestó el abuelo y todos rieron-
- ¿Os sabéis algún villancico bonito? - Preguntó Patricia-
- ¡Pues claro! - ¿Qué os parece "Más allá? - Propuso Estrella.
Y las voces de los niños se elevaron por encima de los hombres y de los pueblos, porque son esas voces las que llegan al cielo mucho antes que las de ningún otro mortal.

- Muy bonito el villancico, un poco moderno para mi gusto - Dijo el abuelo riendo-

Entre risas y cantes llegaron de nuevo al Peñón, las carpas permanecían en su lugar y no se advertía ningún movimiento en los alrededores. Los niños convencieron al abuelo José para que les esperase en un bar cercano, hacía frío y una aventura como aquella podía no ser buena para su salud.
Los primeros en enfilar el camino fueron Gambita y Ferrari que no tuvieron problemas en llegar. Los niños procuraban seguir a los animales a buen ritmo, pero hubo un momento en que les fue imposible. Vieron a perro y gato internarse en las carpas y de nuevo ellos volvieron a perderse sin poder ni siquiera aproximarse. De la nada, un bosque les cerró el paso y gentes con vestidos brillantes comenzaron a invadir los caminos que nunca habían estado allí.

- Chicos, esto es una alucinación - Dijo Julián-
- Este camino no estaba aquí ayer - Advirtió Patricia- Ni tampoco esos árboles. No sé qué nos está pasando, pero normal no es.
- Está claro, esas carpas, tiendas o lo que sean, guardan algo que produce este efecto. Solo espero que no sea como el de los corros de hadas y nos perdamos aquí por años. - Aclaró Pepa-
- Hija mía, desde luego cuando quieres eres única dando ánimos. - Contestó Estrella un tanto fastidiada-

Un joven vestido con pantalón bombacho y capa larga les salió al paso. Era alto, moreno y con cara de pocos amigos.

- ¿Estáis perdidos? - Preguntó sin más rodeos-
- Pues.., un poco - Contestó Patricia- Queremos llegar a aquellas carpas, pero hay algo que nos lo impide y que seguro tú nos vas a explicar.

Los chicos se miraron sorprendidos ante el desparpajo de Patricia. El joven sonrió y dio media vuelta.

- ¡Ey, no te vayas! - Le gritó Pepa-

El chico se giró de nuevo, en cada brazo llevaba a un animal dormido. Ferrari y Gambita.

- ¡Suelta a Gamba y a Ferrari! - Gritó Julián - ¡Si les has hecho algo a alguno de los dos, te enteras!. Y sacó un tirachinas que siempre le acompañaba.
- ¡Tranquilos, tranquilos! - Habló por fin el extraño joven - Sólo están dormidos y no precisamente bajo el efecto de un hechizo, sino a causa de un buen atracón de leche calentita con pan.

Los niños se miraron sorprendidos. ¿Quién era aquél tipo tan raro?

- No debéis estar aquí - Aclaró el joven con voz seria - Ni tan siquiera sabemos porqué podéis ver las carpas, pero desde luego es algo que vamos a aclarar ahora mismo. Venid conmigo. - Hizo un ademán y los chicos le siguieron sin pensarlo -

Llegaron a las carpas en un santiamén y allí, un intenso ajetreo les sorprendió. Idas y venidas de personas ataviadas con vestimentas de otras épocas, unos de tez negra, otros blancos, pero todos trabajando y sonriendo, como si lo que fuera que hacían les divirtiese. Portaban sacos de los que asomaban paquetes relucientes y de repente..., como un rayo a los niños se les abrió en la mente una explicación maravillosa para todo aquello.

- ¿Sois.., pajes? - Preguntó Pepa- ¿Pajes de Sus Majestades?
- Así es - Habló Metkén, que así se llamaba el joven que les había acompañado- Yo lo soy de S.M. Gaspar y llevamos aquí varias semanas ultimando detalles para la noche de Reyes. No obstante, nuestras carpas están bajo un potente hechizo que las hace invisibles a ojos humanos, por eso no sabemos cómo habéis dado con ellas.
- Las vemos perfectamente - Aclaró Julián - Otra cosa es llegar a vosotros.
- Son los animales -Aclaró otro chico alto y muy rubio que les estaba vigilando desde hacía un buen rato- Son vuestros animales los que rompen el hechizo.
- Pero ayer vinimos sin ellos - Terció Estrella-
- Sí, pero vuestros espíritus están tan relacionados, que sois puros como ellos. Ese es el motivo por el cual podéis vernos. 

Se miraron sorprendidos, no sabían si aquello era un sueño pero desde luego, fuese lo que fuese, pensaban vivirlo a tope.

- Y ahora - Dijo Metkén- Como comprenderéis, no podemos dejar que os marchéis hasta la noche de Reyes-
- ¿Cómooooo? - Gritaron a la vez.
- Si salís de aquí y contáis lo que habéis visto, la magia se romperá y ningún niño recibirá sus regalos. Por lo tanto, no hay alternativa.
- ¡No puedes retenernos! Exclamó Pepa - Mi abuelo nos espera y se llevará un susto tremendo si ve que no regresamos. ¿Es eso lo que queréis?

Los pajes se miraron.

- Y yo sigo teniendo mi tirachinas en el bolsillo - Añadió Julián-
- ¡Dilo otra vez y te quedas sin tu Scalextric! - Le amenazó Metkén apuntándole con el dedo-

Las niñas empezaron a llorar y entonces Ferrari y Gambita despertaron y se enfadaron. Los pajes no contaban con el cariño que los animales tenían a sus amigos y se armó una buena zarabanda.

- ¡Bastaaa! -Gritó el paje rubio- ¡Decid que paren y que este gato deje de morderme las orejaaas!

Al final y tras unos arañazos y algún que otro mordisco, los animales se tranquilizaron. Menudos pajes de pacotilla que no habían sido capaces de controlar a Gambichi y a su amigo.

- Esto solo pueden arreglarlo ellos - Se dirigió Metkén a los pajes que al escuchar el revuelo se habían congregado en el lugar-

Siguieron al joven hasta una tienda donde presidía un gran árbol de Navidad rematado con una estrella.

- Poneos aquí, pronto sabremos qué hacer con vosotros - Dijo Metkén cogiendo de la oreja a Julián-

Una potente luz iluminó la estrella y esta emitió algo parecido a un globo de gas brillante, en su interior se empezaron a formar tres figuras ...., muy conocidas.

- Son..., son..., ¡son los Reyes! - Susurró Estrella temblando de emoción- 

- ¡Así que vosotros sois los famosos cinco! Bueno..., seis - Dijo Melchor hablando a los chicos- Veamos, veamos, veamos... No habéis sido muy buenos hoy a juzgar por cómo están algunos de nuestros pajes. Sois conscientes, ¿verdad?
- Majestad, le juramos que ha sido sin querer, que Gambita y Ferrari pensaban que nos estaban haciendo daño y nos han defendido- Se apresuró a aclarar Pepa-
- Julián - Habló Baltasar- ¿Qué llevas en el bolsillo?

El chico palideció, intentó hablar pero no le salían las palabras.

- Pu pu pues.., un...
- ¡Tirachinas! - Exclamó Su Majestad- 
- ¡Pero es de juguete! - Aclaró-
- No, no lo es. Sólo esperamos que no sea para cazar pájaros - Le miró esperando su confirmación-
- ¡Por supuesto, Majestades! Lo llevo porque en nuestras aventuras siempre hay peligros, pero nunca he hecho daño a los animales. Eso sí...., he dado algún coscorrón a los hombres malos, pero nada grave.

Sus Majestades lo sabían y no podían aguantar la risa. Algunos pajes estaban hechos unos zorros de la lucha con Gambita y Ferrari y la cara de susto de los niños no podía mantenerse durante más tiempo, no era justo. Tenían que solucionar todo en seguida.

- Bien, bien - Habló S.M.Gaspar- Sabemos que sois muy buenos chicos y que ayudáis en la defensa del patrimonio arqueológico, que os gusta la Historia, que amáis la Naturaleza y que fomentáis valores como la amistad, el compromiso, la familia, la cultura... ¿De verdad pensabais que os dejaríamos sin regalos por alguna que otra trastada?

La cara de los pequeños se iluminó, nunca habían creído eso de que los Reyes traen carbón a los niños malos, porque no hay niños malos, solo mayores irresponsables.

- Todo lo que habéis vivido estaba ya programado - Aclaró S.M. Melchor- Aunque hemos de confesar que no contábamos con el rifirrafe de los animales con los pajes - Y se tapó la boca para reír a carcajadas-

- Entonces... -Tomó la palabra Estrella- ¿Ya sabíais que íbamos a venir?
- Por supuesto, querida. - Contestó S.M. Melchor- No podíamos dejar pasar la oportunidad de conocer a estos cinco, bueno seis, aventureros y  aprovechar vuestra generosidad para algún que otro trabajillo que deseamos encargaros.

El ambiente se hizo distendido y la felicidad se colgó del corazón de los pequeños y de sus peludos amiguitos. Por supuesto, podrían volver con el abuelo siempre y cuando guardaran el secreto de todo cuanto habían visto y escuchado. Antes de marchar, S.S.M.M. les dieron un importante mensaje para niños y mayores.

- Nosotros, los Reyes Magos, no castigamos a nadie, no juzgamos ni llevamos cuentas de nada,  
solo somos magos y los magos hacemos magia, es decir, FABRICAMOS FELICIDAD. 
Id y decid a los niños que si algún día os traemos carbón será para que nunca olvidéis vuestras minas..., aquellas que os trajeron riqueza. Mientras, os dejaremos esperanza,  ilusión y amor, que son nuestros regalos más especiales. 

De lo demás que hablaron no se sabe, pues S.S.M.M. encargaron unos trabajos a los niños pero no creo que podamos (de momento), saber de qué se trata. Antes de marchar, Julián pidió disculpas a Metkén y este simplemente le abrazó y colgó de su hombro una maletita con pinceles y óleos. 

- Un pequeño adelanto - Dijo guiñándole un ojo-

Ya de vuelta con el abuelo José, le contaron la versión que los pajes les habían sugerido y regresaron felices en el carro. Tampoco el abuelito había perdido el tiempo pues había cambiado las mulas por unos terneros. 
De regreso al Tejar, cada niño se dio cuenta de que en sus bolsillos había algunos regalos anticipados y lloraron de emoción. Pero no contaron con que en los bolsillos del abuelo también había presentes que el hombre nunca supo cómo explicar y que atribuyó  a la generosidad de los pequeños.

- ¡Y ahora a comer! - Exclamó Dimas que les esperaba con una sopa bien calentita.
- Chicos.., ¿sabéis una cosa? - Preguntó Pepa- ¡Estrella tiene novio!

Se armó tremendo revuelo y Estrella sonrojada negó las palabras de su amiga.

- ¡Cuéntanoooooos! - Le animó Patricia-
- ¡Pepa eres tonta, eh! - Exclamó Estrella- No es mi novio, es un amigo que va a mi cole, pero si queréis saber quien es, tendréis que venir a Mérida.
- ¡Trato hecho!- Dijeron

Y así fue como los cinco más Ferrari, se toparon con los pajes de S.S.M.M. los Reyes Magos de Oriente y sus carpas mágicas llenitas de regalos. Lo que no sabéis es que esas carpas no solo se montan a la sombra del Peñón y que como Casa Encantada es especial, hemos podido obtener fotos de todo. ¡Mirad, mirad!

No olvidéis mirar a la cruz de nuestro querido Peñón en estos días porque la magia nace en lo más alto de sus rocas. Feliz 2020 y feliz Noche de Reyes.


Un recuerdo entrañable en este cuento para el perrito Ferrari, que vivirá por siempre en Casa Encantada porque todo lo que se nombra, se hace eterno. Una mención especial para Julián, para que abra su corazón a otro perrín que pronto le hará tan feliz como el que ya marchó. 

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jueves, 5 de noviembre de 2020

Un nuevo amigo en la Charca de los Patos. Tejo y el Gambigrupo.

El invierno había llegado a la Charca de los Patos, la lluvia regaba la tierra que más tarde daría cosecha y eso era algo que a Pepa Jones le encantaba. El olor a tierra mojada, el laboreo del campo desde bien entrada la mañana, el abuelo entrando y saliendo... Cerca de la chimenea todo se percibía de forma apacible, El Tejar despertaba y los sonidos típicos inundaban todo.
.- Abuelito, ¿puedo salir a la charca?
- ¿Lloviendo? No, que te constipas.
- Abue, eres un aburrido...

En ese momento sonó un mensaje en el móvil de la niña. Era Julián, le había tocado llevar a Gambita al veterinario. Finalmente, el gato era de todos, así que  tenían que responsabilizarse de él: Revisiones, comida, mimos... Era todo compartido.

Grupo de WhatsApp <<Gambigrupo>>
JULIÁN: ¡Hola chicas! 🙋🙋 Aquí estoy en el vete con Gambita. No parece muy contento porque dos veces me ha hecho "pfffffffff"
PATRICIA: Ja,ja,ja,ja. Pobre, es que no hace gracia ir tan temprano a que te pinchen.
ESTRELLA: ¡Hola a todos! A ti también, Gambita.😻 ¿Pero le van  a pinchar?
PEPA: ¡Hola! Que va, según su cartilla solo le toca desparasitarse, lo que pasa es que -como sabéis- escupe las pastillas, así que mejor que lo haga el veterinario. Una cosita, estoy en nuestro centro de operaciones, ¿por qué nos os venís? Podemos organizar una excursión por los alrededores.
JULIÁN: En cuanto salgamos nos vamos para allá. Preparando  en 3, 2, 1...😉
PATRICIA. ¡Como las balas!
ESTRELLA: Vaaaamos para allá! 💓😘😘😘
PEPA: Os espero, voy a convencer al abuelo de que nos deje salir con lluvia. ¡Es lo más!😘😘😘😘😻

Mientras, Julián intentaba convencer a Gambi de que no le pasaría nada, pero el gato sabía que habiendo batas blancas, mínimo se llevaba un termómetro por el culete. No estaba dispuesto.

- Julián y Gambita, podéis pasar - Dijo Gerardo, el vete-
- Vamos allá, amiguito.

Sacó al gato y este nada más verse fuera del trasportín intentó escapar, después les hizo "pfffffff" a los dos. No tenía ni pizca de ganas de estar allí. 

- ¡Gambita! ¡Pórtate bien!

Pero el gato no estaba por la labor. Mientras Gerardo preparaba la pasta para desparasitar, el michi dedicaba sus bufidos y manotazos  a todo el que pasaba por allí.

- Veamos, abre la boca, Gambita. - El vete se acercaba con la pasta y el gato apretaba la dentadura de tal modo que no había manera-
- Déjame a mí, a ver si yo puedo - Le propuso Julián-

Pero Gambita, nada más sentirse la pasta en la boca la escupió. Lanzamiento de guarrada desparasitatoria a un metro de distancia. Ambos se quedaron asombrados.

- Con que esas tenemos. Bien, pues no te vas a escapar. Pipeta al canto.

Gerardo le puso en la parte trasera del cuello una pipeta con un líquido transparente. Cuando sintió el frío, Gambi se quiso escapar, pero no pudo, Julián lo tenía bien sujeto. Después le tocó una buena revisión, así estarían seguros de que estaba sanito y encararía el invierno en buena forma. Se enfadó mucho cuando le tomaron la temperatura, pero Julián se puso serio y no le quedó más remedio que aguantar. 
Terminada la visita, gato y niño salieron pitando con la bici para El Tejar, allí esperaban sus amigas que nada más verlos corrieron hacia ellos.

- ¡Holaaaa! Madre mía la que ha liado Gambi ¡No quiere ni ver a Gerardol!
- ¡Buen gato! Así se hace - Dijo Patricia cogiendo en brazos al michi que se puso mimoso- Pobre Gambi, es que nadie te quiere nada más que yo.

El animal fue pasando de mano en mano, mimado en extremo hasta que al final se durmió.


- Bien chicos ¿Qué habéis pensado? Preguntó Estrella-
- Pues quería que fuésemos a un lugar cerca del arroyo, hay un zorrito y es precioso, pero el abuelo dice que verdes las han segado, que es peligroso salir con este tiempo y que no. -Respondió Pepa apesadumbrada-
- Pues vaya faena... -Se lamentó Julián- ¿Y si hablamos con Dimas?

En ese momento, el bueno de Dimas entraó en el salón y los niños se le quedaron mirando.

- Uy, uy, uy... ¡Vosotros estáis tramando algo y me queréis liar!
- Dimas, por fi ... ¿Nos dejas ir al arroyo? -Preguntó Pepa uniendo sus manos en forma de súplica-
- ¿Lloviendo? ¡Ni hablar!
- Jo, Dimas, de verdad... ¡Eres un aguafiestas! - Le dijo Julián-
- Venga... Si tú mandas más que abuelito y total... ¡Si no se va a enterar! - Le insistió Pepa-
- ¡Claro, es que tu abuelo es tonto! Cuando vuelva y no os vea a ver qué le digo yo.
- ¿Y si nos llevas a dar agua al toro Caprichoso? ¡Ahí no puede decir nada, eh! -Propuso Patricia-
- Bueno, bueno... Está bien. ¡Pero tenéis que hacer caso a lo que diga, eh!

Los niños cogieron sus chubasqueros y salieron pitando para los establos. Dar agua al toro Caprichoso era lo mejor. En el camino, Dimas les contaba cómo había llegado Caprichoso hasta allí. Lo habían comprado en una feria y siempre había sido muy noble, pero estaba muy mimado y acumulaba manías, como la de tener que echarle agua en la espalda antes de beber. 

- Oye, Dimas. ¿Y no bebe si no le mojáis el lomo? - Preguntó Estrella .
- No. Es así de...
- ¡Caprichoso! -Gritaron los niños a la vez mientras reían a carcajadas-

Cumplieron el ritual y a los chicos aquello les pareció más bonito que nunca. Bajo la lluvia, la piel del animal relucía brillante y el chapoteo en el agua se mezclaba con las risas en una mañana inolvidable en la Charca de los Patos.

- Dimas, ¿podemos ir un momento al arroyo? Tú nos esperas, ¿vale? -Propuso Pepa-

Al final, como no, convencieron al hombre que esperó allí a que los pillastres volvieran.

- ¡Tened cuidado! Si es que al final me acaban liando...- Murmuró el hombre resignado-

Bajaron y siguieron arroyo arriba hasta que llegaron cerca de los olivos, de repente.... Un zorrito les salió al paso. 


- ¡Mirad, chicos! ¡Os lo dije! Estaba segura de que en el hueco que vi el otro día había zorros. ¡Es precioso! - Exclamó Pepa-

El animal no parecía muy asustado, debía estar acostumbrado al paso diario de gentes y eso lo hacía confiado.

- Habrá que buscarle un nombre- Propuso Julián.
- ¡Foxi! -Dijo Patricia-
- Ay no... ¡Qué cursi! Tiene que ser algo más original -Opinó Estrella-
- Benito -Vuelve a proponer Julián-
- ¡Noooo! Que así se llama un amigo del abuelo José. Ja,ja,ja,ja. - Pepa rió la ocurrencia de su amigo-

Comenzó a llover con fuerza y escucharon la voz de Dimas llamándolos. El zorrito corrió a cobijarse en su zorrera y los chicos emprendieron camino de vuelta.

- ¡Dimas tenías que verlo! ¡Es precioso! Pero no tiene nombre... - Dijo Pepa-
- Bueno, pues ahora os sentáis alrededor de la chimenea y le buscáis uno mientras os preparo algo de comer hasta que llegue el mediodía. ¿Qué os parece?

A los niños les pareció una buenísima idea y así, entre risas y apuestas para ver quien tenía el nombre más adecuado para el zorrito, llegó el mediodía. El abuelo José entró en el salón, acarició a Gambita que seguía durmiendo y se sentó con ellos.

- ¿Ya tenéis nombre para el nuevo miembro del Gambigrupo?
- Julián quería ponerle Benito, abue. - Dijo Pepa-
- ¡Hala, que acusica! - Se enfadó Julián-

Pero el abuelo José rio a carcajadas la ocurrencia del chico. Estaba seguro de que sería muy divertido ver la cara de su amigo Benito cuando lo supiera. Finalmente le pusieron "Tejo", por El Tejar, y así quedó bautizado su nuevo amigo. Eso sí..., aún no sabían cómo se lo iba a tomar Gambita.
Decidieron que esa misma tarde intentarían acercarse para ponerle un bonito collar que le había hecho el abuelo José con un trocito de cuero. Con un punzón había grabado su nombre y había quedado muy coqueto. Casi no tuvieron paciencia, a eso de las tres y acompañados de Dimas bajaron de nuevo al arroyo.



- Dimas ¿Tú crees que Tejo está solo? No se ve a ninguno más por aquí - Preguntó Estrella-
- Bueno, es grandecito ya y sus hermanos y su madre se han debido marchar. Es raro que él permanezca aquí así que hay que ganarse su confianza por si necesita ayuda.

Esperaron pacientemente para que saliera el animal, pero no lo hizo. Se asomaron a la zorrera y no vieron nada. Aguardaron una, dos horas..., hasta que la lluvia volvió con fuerza y tuvieron que regresar al Tejar.

- Qué fastidio, no hemos podido verlo -Se quejaba Patricia-
- Mañana volveremos, no habrá ido muy lejos. -Propuso Dimas-

Al día siguiente, el Gambigrupo estaba en El Tejar a las diez de la mañana, el tiempo seguía revuelto pero eso no iba a parar a los niños en su búsqueda de Tejo. Bien equipados de botas de agua, chubasqueros y linternas se fueron a intentar ver a su nuevo amigo, sin embargo, el resultado fue el mismo que el del día anterior. Ni sombra del zorro. ¿Dónde estaría? 
Cansados de esperar decidieron dar una vuelta por los alrededores, por si estaba cerca o lo que era peor, en peligro. Caminaron arroyo arriba escudriñando todo hueco susceptible de albergar al animal, pero nada. Bien entrada la mañana y hambrientos, decidieron regresar y seguir con la búsqueda más tarde.
Salieron al camino y al pasar por una cerca escucharon algo parecido a lamentos.

- ¿Habéis oído eso? - Preguntó Julián-
- Es como un perro aullando o algo así - Contestó Estrella guiñando un ojo y alargando su cuello hacia el lugar del que venían los chillidos-

Gambita, que hasta ese momento había permanecido quieto, salió corriendo, saltó la pared de piedra y empezó a maullar como un loco. Estaba enfadado. 

- ¡Gambita! ¡Vuelve! - Gritaba Pepa-
- Vamos a ver qué pasa ahí detrás. -Dijo Julián-

En un pis pas saltaron la cerca y vieron a Gambi con todos los pelos de punta y amenazando a algo que le chillaba desde una caja de madera. Cuando los niños se acercaron vieron que era una jaula minúscula donde tenían encerrado a Tejo.

- ¡No me lo puedo creer! -Gritó Patricia enfadada- ¡Han encerrado a nuestro zorro!
- Tranquilidad, tenemos que ver cómo lo sacamos de aquí - Dijo Pepa-

Gambita seguía bufando a Tejo y este acobardado solo se lamentaba.

- ¡Estate quieto, Gambi! - Le riñó Julián- 

Los niños intentaron abrir la jaula sin éxito. Con el jaleo que se había montado, el dueño de la casa salió alertado y se encontró con los niños.

- ¿Qué hacéis vosotros aquí? ¡Pillastres! Ah., tú eres la nieta de José, ya te conozco yo a ti. ¡Menuda gamberra!
- ¡Oiga señor! ¡Que mi amiga no es ninguna gamberra! -Gritó enfadado Julián-
- ¡Y tú también! ¡Y esas! ¡Todos sois unos gamberros! ¿Qué hacéis en mi propiedad?
- Usted tiene a nuestro zorro, venimos a por él - Dijo Estrella sin amilanarse-
- ¿Ese bicho? Ese bicho me ha robado dos gallinas y ya no me roba más. ¡Largo de aquí ahora mismo si no queréis que llame a la Policía!

Aquel hombre enfadado llevaba una garrota que aireó varias veces en el aire. Gambita fue el primero en saltar la cerca y detrás sus amigos que llegaron muy asustados al Tejar. El abuelo José al verlos se alertó.

- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estáis tan asustados?
- Abuelito, el hombre ese nuevo que ha venido a La Viñilla tiene a Tejo encerrado y ha dicho que somos unos gamberros porque nos hemos saltado la cerca.
- ¿Eso ha dicho? No sé a qué ha venido ese señor a estas tierras. Le molesta todo: animales, niños, mayores... He intentado acercarme a él, pero es un erizo. 
- José, si te parece bien vamos a hacerle una visita - Propuso Dimas bastante molesto por lo que escuchaba- No voy a consentir que se quede con el zorro de los niños y mucho menos que los amedrente.
- Dice que le ha robado gallinas -Aclaró Patricia-
- ¡Pues claro! ¡Es un zorro! Pero nosotros tenemos que ser más listos que ellos. Por aquí no es habitual verlos, de hecho nunca los hemos visto así que ese animal ha debido llegar a estas tierras por algo. -Dijo Dimas-
- Sí, es muy raro, nunca ha habido zorros por aquí. Ese animal venía huyendo o está enfermo porque no es normal que sea tan confiado -Añadió el abuelo José-
- Nos lo podemos quedar, ¿verdad? - Preguntó Estrella-
- Sí, claro - Respondió el abuelo José - Pero en las mismas condiciones que Gambita, es decir, tenéis que haceros cargo de su alimentación, higiene, vacunas... Puede quedarse aquí, pero la responsabilidad es vuestra.
- ¡Bien! -Exclamó Julián- Uno más en el Tejogambigrupo.

Todos rieron la ocurrencia de Julián, pero siendo conscientes de que un animal es una responsabilidad y que ahora tendrían doble trabajo. A eso se sumaba que había que educar a Tejo e intentar que él y Gambita se llevaran lo mejor posible. Eso... Si conseguían rescatarlo, claro.
Estaba anocheciendo y los niños convencieron a Dimas para ir a por Tejo, temían que aquel hombre pudiera hacerle algo. El abuelo José dejó en manos de su hombre de confianza a los niños y el asunto del zorro mientras él organizaba el ordeño de las vacas.
Cargados con linternas llegaron hasta donde habían visto al zorro, pero ni rastro del animal.

- ¡No está, no está! ¡Ay que lo ha matado! -Patricia rompió a llorar desconsoladamente contagiando al resto del Gambigrupo-
- ¡Tranquilos, tranquilos! Estoy seguro de que Tejo está bien, lo tendrá en algún sitio, hablaremos con él y nos lo llevaremos.

Pero no había consuelo para los niños, se temían lo peor. De repente escucharon un lamento conocido, lejano, pero perfectamente identificable.

- ¡Tejo! - Exclamó Julián sorbiéndose los mocos- ¡Vamos a por él!
- ¡Quieto ahí jovencito! - Dimas agarró a Julián por el gorro del chubasquero- Vamos a entrar por la puerta, como personas civilizadas.

Se dirigieron a la cancela de entrada y Dimas tocó una campana varias veces hasta que salió aquel hombre malhumorado.

- Ah, eres tú, Dimas. -Dijo mirando de reojo a los niños-
- Damián, buenas tardes. Tengo entendido que tienes un zorro aquí retenido y es de los niños, vengo a llevármelo.
- ¡De eso nada! Se ha comido dos gallinas y se va a quedar ahí hasta que se muera.

Al oír semejante disparate todos se quedaren horrorizados.

- Venga hombre, no digas eso. Déjame entrar, cojo al zorro y no volverás a verlo más.

Dimas hizo ademán de entrar, pero Damián le cortó el paso y además le empujó delante de los niños que se asustaron mucho.

- ¿Qué haces? ¿Delante de los niños? Está bien, he intentado arreglar esto por las buenas, pero tú lo has querido. Chicos, llamad a vuestros amigos del Seprona  y a ver si se pone tan empujón con ellos.

A Julián le faltó tiempo para sacar su móvil. Damián pensaba que era un farol, les cerró la puerta y se metió en su casa.

- Luis, ¡soy Julián! -Puso el manos libres para que todos pudieran oír y hablar-
- ¡Hombre, pillastre! ¿En que lío os habéis metido ahora?
- Un vecino del Tejar tiene un zorro encerrado y pretende dejar que se muera de hambre. Hemos venido a por él para rescatarlo, pero ha empujado a Dimas.
- ¿Cómo? ¿Dónde estáis?
- Agente, estamos en la puerta de "El farol", en la Viñilla. - Dijo Dimas-
- Dimas, ¿está usted bien? - Preguntó el agente-
- Si, estamos bien, los niños un poco asustados.
- Bien, yo no estoy de servicio, pero están Alberto y Mónika. Os los mando, esperadlos allí. Esto no va a quedar así, os lo prometo.

Los niños sonrieron satisfechos. En menos que se dice miau, llegaron los agentes.

- ¡Hola chiquitos! - ¿Qué está pasando aquí? - Preguntó Mónika-

Los niños contaron con pelos y señales todo lo que había pasado, incluido el empujón a Dimas que tanto les había dolido. Los agentes abrieron la cancela y entraron seguidos de los niños y del bueno de Dimas.

- ¿Es usted Damián Florito? - Preguntó Alberto-

Los niños al oír el apellido se echaron a reír ¡Florito! Bonito nombre para un gato. 

- Yo soy ¿Qué es lo que quieren?
- Tiene usted retenido a un animal salvaje y es un delito, por lo tanto le ruego lo ponga en libertad ahora mismo o tendrá que atenerse a las consecuencias. Tenemos también constancia de que ha empujado al señor Prats delante de estos niños, por lo cuál exigimos una disculpa ahora mismo

Damián se asustó. No pensaba que fuera a llegar a tanto la cosa y balbuceó una disculpa que a los niños hizo gracia.

- Cagao está, miradle - Dijo Patricia por lo bajo al resto del Gambigrupo -

Los niños rescataron al zorro que asustado como estaba agradeció los brazos que lo llevaban hasta el Tejar. Ni el Seprona pudo convencerlos de que el animal debía volver al campo.

- ¡Que no, Mónika! - Dijo Julián enfadado- Nosotros lo vamos a cuidar porque está enfermo, mírale. Y le pondremos vacunas y estará a salvo. Por fa...
- Alberto ¿Qué hacemos? -Preguntó la agente a su compañero-
- Con ellos tienes la guerra perdida, ya te lo digo.
- Pero es que no se debe hacer esto... ¡Es un animal salvaje!

Los niños comenzaron a hacer pucheros y la agente se puso nerviosa.

- ¡Está bien, está bien! Cuidadle, pero que no sirva de precedente porque estos animales tienen que estar en el bosque y no como si fueran perros y si os dejamos a vosotros pues...
- Mónika ¿Nos das una vuelta en la moto? Luis siempre lo hace. - Preguntó Julián sin dejar que la agente acabe su exposición-
- Te dije que con ellos, no se puede- Sonrió Alberto que conocía bien al Gambigrupo-

En El Tejar, los agentes hablaron con el abuelo José, no les hacía gracia que los niños se quedaran con el zorro, pero estaba claro que el animal necesitaba cuidados y que después sería peligroso dejarlo en libertad. También estaba claro como el agua, que los niños no permitirían que se lo llevaran a un centro de recuperación.
Después de montar a los chicos en las motos, los agentes volvieron a su ruta y los niños corrieron a acomodar a su nuevo amigo y a buscarle algo de comida y agua. Al día siguiente le tocaba visita al veterinario.

- Aquí estarás bien, amiguito. -Dijo Dimas que traía un pequeño colchón relleno de paja que había fabricado en cinco minutos-
- ¡Qué chulo, Dimas! -Exclamó Pepa-

Nada más poner el colchón en el suelo, Gambita se adueñó de él y el pobre Tejo miró a todos con ojos tristes. En cuanto lo vio, el gato le había dedicado un hermoso bufido, no estaba dispuesto a compartir a sus amigos con un zorro. ¡Faltaría más! 
Los niños se rieron, lo retiraron y lo pusieron en su cama para poder poner a Tejo en el colchón. Y la noche transcurrió tranquila, el zorrito durmió feliz y con la tripa bien llena. Al día siguiente acabó en el veterinario con todas las vacunas y una medicación especial porque estaba muy débil, pero día a día, nuestro amigo Tejo ganó peso y ahora corretea feliz por la Charca de los Patos. ¿Con Gambita? No, Gambita no lo quiere ni ver, pero tiempo al tiempo.
El abuelo José visitó a Damián y le llevó unas gallinas para compensar la pérdida de las suyas. El hombre se sintió avergonzado y prometió no volver a hacer nada malo contra los animales salvajes.
¿Quieres saber qué aventuras le esperan a Tejo? Pues no dejes de seguir al Gambigrupo.

NOTA: Muchas gracias a Julián por las fotos. ¡Y por llevar a Gambi al vete! Ja,ja,ja,ja.