Tarde de tormenta, relax en
casa. Los gatos permanecen acurrucados sobre las piernas de mi sobrina Esther y
desde la cocina nos llega olor a dulces hechos con amor. Ummm, la abu está
entre sus cremas, pucheros, bizcochos... Es como una alquimista de la cocina,
guardiana celosa de los grandes secretos, no permite intrusiones en su especial
zona de magia, sólo Marta es bienvenida en ese lugar.
Truenos. Esther me mira y yo
eludo su mirada directa porque sé a fondo lo que quiere. Tomás estira sus manos
blancas y bosteza, saca unas uñas largas, curvadas como navajas y vuelve a
hacerse una bolita sobre Esther, esta vez del costado contrario. Veo como la
mano de la niña acaricia la cabecita de ambos, Narizotas no despierta y se
agradece. Se ilumina la sala, Esther cuenta.
- Uno, dos, tres, cuatro....
El trueno rechina como un
látigo sobre el cielo plomizo.
- Tita pitusa, la tormenta
está a cuatro kilómetros.- Me dice al tiempo que tira suavemente de una oreja
de Tomás que profundamente dormido no se percata de la cariñosa caricia.
- Sí, parece que la cosa va
en serio...
- Aún no llueve, tita.
- Sí, pero no tardará en
hacerlo.
Me levanto y dirijo mis pasos
a la gran ventana del salón, desde allí puedo ver el cielo enlutado. Se alza un
viento furioso que doblega las hojas de las macetas e incluso las hace rodar
por el suelo. Los goterones de agua comienzan a salpicar el cemento aquí y allá
hasta que el ritmo se acelera y el torrente anega el patio.
- Tita qué aburrimiento...-
Me dice Esther con cara pícara y sonriente-
De repente, algo se ilumina
en la chimenea, los destellos rebotan en las paredes blancas del salón y llenan
de luces brillantes la cara de Esther. La rosa que nos regaló Pirú ha
desplegado sus hojas, el mago nos llama.
De un salto, la niña coge el
mágico artilugio y lo pone sobre la mesa. En el centro, entre temblorosas
llamas azuladas aparece la cara de nuestro amigo.
- ¡Hola niñas! - El rostro
del mago luce una brillantísima sonrisa y su saludo habitual con los brazos
abiertos de par en par, nos alegra el corazón en esta tarde lluviosa y gris.-
-¡Hola Pirú! - Exclamamos a
la vez.
- No veo a Marta, ¿no está
con vosotras? - Dice poniéndose la mano en la frente oteando el espacio que se
advierte detrás de nosotras.
- No Pirú, está en la cocina
con la abu.- Se apresura a contestar Esther-
- ¿Sucede algo? - Le
pregunto.
- ¡Oh no queridas niñas! Es
sólo que un día como éste llama a contar historias en torno a unos dulces en el
salón de casa. Me pregunto si querríais venir.
- ¡Síiii, por favor tita,
dile que siiii! - Me dice Esther juntando las manos a modo de súplica-
- Pues claro que sí, mona.
Venga, avisa a Marta y vamos preparando todo para el viaje.
No hizo falta llamar a la
pequeña, al oír las súplicas de Esther apareció por la puerta preguntando si
era Pirú el que llamaba. Ya sólo quedaba preparar la mochila y algún presente
para nuestro amigo.
- ¡Maaaaaaaartaaaaaa trae el trasportín
para el gato! - Grita Esther viendo que su hermana vuelve a entrarse en la
cocina-
- Pero Ester.... ¿Por qué no
dejamos aquí a Narizotas? No sé…, para hacerle compañía a tío Tomás. -Le digo
intentando convencerla-
- ¡Que no tita pitusa! ¡No
seas pesada, sin Narizotas no hay aventura!
Me rindo, en ese instante
Marta aparece con el trasportín en la mano, nada más dejarlo en el suelo
Narizotas toma posesión de él. Sabe que va a salir...
- Increíble lo de este
bicho.... –Murmuro-
- ¡Tita, mira, la abu me ha
dado estos bizcochos para Pirú! - Me dice Marta sonriente-
- Pues estupendo, preparemos
la mochila y vayamos a por el coche.
En apenas unos minutos
estamos listas.
- Tita...-Me dice Marta- No
tenemos chubasqueros...Los del año pasado nos quedan pequeños.
- Está bien... Id a la tienda
y en el perchero dorado está ya la ropa de temporada. Hay unos chubasqueros
verdes con pequeños topos en rosa, son de vuestra talla. Cuidado no los
confundáis con los que están forrados, esos son de invierno.
Al cabo de unos minutos
aparecen ataviadas con los ligeros plásticos. Se transparentan y les parece muy
divertido verse los brazos verdes salpicados de lunares.
Yo ya estoy preparada y tengo
los arcos en sus fundas listos para entrar en el coche. La tormenta continúa y
la tarde se oscurece aún más. Cuando salimos a la puerta...
- ¡Hola Tulaaaaaaa! ¿Adónde
vais con este tiempo, so locaaas?-
¡Es mi prima Irene! Como una
diosa romana emerge del coche. Dorada por el sol, subida a unas esparteñas
interminables en su altura y con un minivestido que deja al descubierto sus
preciosas piernas, parece una imagen salida de esas revistas de moda que hacen
furor entre las féminas.
Desde que era chiquita me
llamaba Tula y así quiero que me siga llamando toda la vida. Yo soy “su Tula”.
- ¡Primiiiiii, qué alegría! -
Nos abrazamos con ese cariño tan especial que desde pequeña me ha unido a ella-
- ¿Dónde vais si puede
saberse?- Nos pregunta con ese acento cordobés tan pronunciado que hace que las
e, acaben terminando en una a muy abierta.
Las niñas me miran, yo las
miro... ¿Qué le digo?
- Tía Irene, yo creo que lo
mejor es que nos acompañes y lo averigües por ti misma.- Dice Esther
resueltamente-
- ¡Eso es estupendo! Vente
con nosotras Irene, no te vas a arrepentir- Le digo animándola a unirse al trío
aventurero-
Mi prima saca el móvil y hace
unas llamadas, después, se une a nosotros. Sin embargo, algo nos impide
incluirla en el grupo.
- Tita Irene.... No puedes
entrarte así en el campo... - Le dice Marta-
- ¡Ah! ¿Pero vamos al campo?
- Pregunta sorprendida-
- Pues..., sí, es que es una
historia un poco larga, te la contaremos por el camino. -Digo yo invitándola a
entrar en casa para proporcionarle otras vestimentas-
- De acuerdo, yo hago lo que
me digáis vosotras.
En la tienda, la ataviamos
con unos pantalones chinos color verdoso y una camisa a juego, completamos el
atuendo con un chubasquero como el de las niñas y el mío. Cambiamos las
esparteñas por calcetines de hilo y botas de agua que le suministro de mi
propio zapatero.
- Bien, ya estoy lista Tula.
Desde luego..., estamos como un rebaño de cabras ¡Mira que salir al campo con
este tiempo! -Dice Irene sonriente-
- Uy tía Irene, ¡no te
imaginas lo bien que lo vamos a pasar! - Le dice Marta-
- ¿Y eso que lleváis ahí qué
es? - Pregunta señalando los arcos enfundados-
- ¿Esto? - Dice Esther
levantando el suyo- Son arcos, tía. ¿Tú no sabes tirar?
- Pues..., no. Como no coja
una escopeta de feria....
- ¡Anda prima! Le digo
riéndome- Aquí el grupito es de arqueras, ya te enseñaremos a tirar y venga
¡Tooooooooooooodo el mundo al coche!
Felices, entramos en el
pequeño Ibiza. La lluvia moja nuestra alegría acariciando unos corazones ávidos
de aventura, es la fiel testigo de una tarde que promete estar cuajada de
sensaciones.
- ¡Madre mía pero si os
lleváis al gato! - Dice Irene al ver a Marta con el trasportín - Jajajajaja,
desde luego me parece que no voy a aburrirme.
Enfilamos la carretera, en el
cristal los relámpagos dibujan multitud de líneas temblorosas, tras la
luminaria el trueno estalla en el aire. Arrecia, los parabrisas apenas pueden
apartar la cantidad de agua que cae y noto como Irene se mueve inquieta en el
asiento.
- Tranquila prima - le digo-
Esto forma parta de la aventura. Niñas, por favor, contadle por encima qué es
lo que va a encontrarse.
Las peques se atropellan en
su relato queriendo tomar el protagonismo de la palabra, al final tengo que
poner orden y ser yo quien le cuente quien es Pirú, qué es un Ojáncano, un
Rementeador... Irene se asusta.
- Ostras primi, yo no sé si
estoy preparada para enfrentarme a esas cosas, ¿eh?- Me estáis asustando por no
decir que estoy totalmente acoj...
Las niñas se ríen y cortan la
picardía que iba a decir. La tranquilizan contándole que nada ni nadie le hará
daño en compañía de Pirú.
- Bueno... Ya que sea lo que
Dios quiera - Dice dibujando una sonrisa que denota a partes iguales miedo y
curiosidad-
Nos adentramos en el camino,
hay grandes charcos que sorteo como puedo, el barro comienza a formarse y me
preocupa. Hay un silencio expectante invadiendo el coche. Irene mira por la
ventana pensativa y las niñas juegan con el gato que -como no- va fuera del
trasportín. Hay viento, azota los cristales y dibuja líneas curvas en el agua
que lucha por permanecer pegada a ellos. Son como lágrimas -Pienso-
A lo lejos diviso la encina
donde solemos dejar el vehículo, tenemos una complicada subida hasta alcanzarla
y el agua baja por el camino abriendo brechas en la piel de la tierra,
profundas y anaranjadas venas que expulsan agua desangrando a la sierra. Meto
primera y comenzamos a subir la empinada rampa, noto que las ruedas patinan
hacia la derecha y todo el mundo se agarra instintivamente a las puertas.
Despacio, tan lento como me permiten mis nervios vamos alcanzando al fin la
cima mientras el agua se divide en dos al chocar con las ruedas intrusas. Un
suspiro de alivio recorre el habitáculo, una no es precisamente Fernando Alonso
y el personal lo sabe.
Ya debajo de la enorme
encina, Irene pregunta si bajaremos con semejante temporal pero antes de que
termine la frase, Marta y Esther ya están fuera con Narizotas que salta y
retoza animado entre el pasto. Se lo va a llevar el aire - Pienso mirando al
gato danzarín-
- Bien, en marcha - les digo-
Esther, por favor, contacta con Pirú y ve si el camino está libre de peligros.
- Ya lo he hecho tita, me ha
dicho que avancemos sin problemas y si algo nos retiene, él está vigilante y no
debemos preocuparnos.
- Pues entonces coged los
arcos, vamos a montarlos antes de iniciar la marcha. - Les digo-
Irene se queda sorprendida
cuando ve la destreza con la que las niñas prueban sus armas contra una encina
que hace de parapeto. Sonriente le prometo que pronto ella también será capaz
de hacer algo semejante pero antes.... Tiene muchas otras cosas que aprender.
La vereda que nos conduce
hasta la casa-cueva de Pirú está embarrada así que caminamos bordeándola,
sintiendo el pasto mullido hundirse bajo nuestros pies. El agua lo vuelve como
oro líquido y su rigidez cede ante la humedad que lo conquista. Bordeamos unos
roquedos donde a pesar de la insistente lluvia, paramos para fotografiar a
nuestra compañera de aventuras con el gato en brazos. Reanudada la marcha,
vemos con desánimo como el arroyo ha crecido de tal manera que nos impide pasar
al otro lado.
- ¿Y ahora qué hacemos, Tula?
- Pregunta mi prima-
- Por lo pronto ajustarnos
bien las capuchas, no dejéis que se os moje el pelo u os constiparéis. Y
después... Subiremos algo más bordeando la vereda para ver si más arriba el
cauce se estrecha.
Iniciamos el lento subir, la
temperatura desciende y el plástico de los chubasqueros se enfría, aprieto el
paso para que no tengan tiempo de sentir la desagradable sensación térmica.
- ¡Mira tita! ¡Ahí el arroyo
se estrecha! - Grita Marta corriendo tras Narizotas que es quien de un salto se
ha colocado en un pequeño montículo de tierra desde donde se avista el otro
lado-
- Efectivamente, pero hay un
buen salto desde aquí hasta la otra orilla.
Las cuatro nos paramos sobre
la elevación, del otro lado nos separan casi dos metros de altura y una anchura
de poco más de uno. Dudo.
- ¡Jo tita! Venga ¡Pasemos de
una vez! - Me dice Marta-
Las miro, sopeso las
posibilidades... Es cierto que mientras más subamos más tendremos que
retroceder para tomar el camino que lleva a Pirú, pero tengo miedo de que
puedan hacerse daño al saltar. En esas cavilaciones andaba cuando vemos a
Narizotas precipitarse al otro lado y perderse corriendo entre la maleza.
- Ya estamos- Les digo- Este
bicho siempre igual de loco.
No terminé la frase cuando lo
vimos volver con algo sobre su cuello....Un pequeño ser agitaba sus manos
aferrado al collar de Narizotas ¡Era Bartolín! ¡El duende!
Las niñas casi se vuelven
locas de alegría así que sin pensárselo dos veces se colocaron a su lado de un
gran salto dejándonos a Irene y a mí sorprendidas.
- Tula... ¿Ese es el duende? ¡No
me lo puedo creer! - Me pregunta mi prima alucinada-
- Venga, quiero presentártelo
- Le digo cogiéndola del brazo y animándola a saltar-
Una vez reunidas, invité al
fantástico ser a subir a mi mano y de ella, lo deposité en la de Irene que
sonriente le puso la otra a modo de paraguas para que no se mojara.
- ¡Mmmm, me gusta mucho
vuestra prima! - Dijo acomodándose entre sus dedos-
- ¡Vaya, duende traidor! - Le
dicen las niñas riéndose.
Envueltas en chanzas y risas
estábamos cuando vimos descender una hermosa barquichuela. Era blanca, muy
luminosa y no rozaba las aguas sino que flotaba sobre ellas suspendida en el
aire...Instintivamente retrocedimos un paso, otro más y luego otro. A bordo de
la misma, una bella mujer muy alta, de cabellos verdes que descendían hasta su cintura, estática pero sonriente nos saludaba con una mano. Tenía
prendido al pelo nenúfares y otras flores de agua que se mecían con el viento.
La cara y toda su piel parecía de nieve, sus ojos extremadamente cristalinos
podían contener el color y la profundidad de los océanos.
- Es una Náyade - Susurra
Esther-
- ¿Una qué? - Pregunta Irene
maravillada por la visión de la mujer-
- Tita Irene, una Náyade, un
hada de las aguas. Le dice con voz apenas audible.
De repente, una melodía nos
envuelve, es un cantar suave y lejano que nos despierta en el alma la sensación
de haber oído antes esas notas antiguas, perdidas ya en las dobleces del
tiempo. En nuestra cabeza escuchamos su voz cantarina.
- Bienvenidas a mis dominios,
soy Kore. Subid, Pirú os espera al otro lado de las brumas.
Extendió ambos brazos y al
hacerlo, las gasas que los cubrían dejaron al descubierto unas extremidades
níveas, tan finas que parecían frágiles como los juncos de los arroyos. Las
niñas se adelantaron encantadas pero ya las retuve.
- ¡No! Esperad. Pirú no nos
ha hablado jamás de ella y miles de peligros acechan este bosque. Quiero
consultar la rosa antes de subir.
Las niñas me miraron con cara
de fastidio pero Irene me apoyó. Extraje la rosa de la mochila, la deposité en
el suelo y a continuación la salpiqué con aquellos polvos azulados que abrían
mágicamente la comunicación con el mago. Mi prima estaba desbordada de
emociones ante tantas experiencias. Al abrirla, Pirú apareció con su sonrisa de
siempre, sin darme tregua preguntó.
- Amigas, ¿qué hacéis todavía
ahí? ¿Es que no ha llegado Kore aún?
- Pirú, es por eso que quería
verte - le digo un tanto avergonzada- Kore está aquí pero como no sabíamos
nada...
- Entiendo amiga mía,
entiendo. Has hecho bien, pero podéis subir tranquilas a la barca del hada que
os envío, es de toda confianza querida tita pitusa. - Dice sin perder su
habitual sonrisa - ¡Oh! ¡Irene, es un placer conocerte, espero que pases una
tarde inolvidable con nosotros!
- ¡Gracias Pirú! -Contesta
exultante de alegría- La verdad es que todo está siendo muy emocionante.
- Pues entonces no perdáis
más tiempo, os estáis poniendo perdidas de agua así que subid a la barca sin
más demora. Disfrutad del paisaje, chicas.
La rosa se cerró, Kore miraba
sin perder su sonrisa y volvió a hacernos el gesto de invitación para embarcar.
Esta vez sí, no tuvimos dudas. Nada más poner el pie en la barquita, nos dimos
cuenta de que allí, ¡no llovía! Era increíble el poder de la magia, veíamos la
lluvia caer fuera de lo que ocupaba aquel nuevo modo de transporte pero nuestro
espacio estaba seco.
La barca se elevó por encima
de las aguas y más allá. Las brumas se hicieron espesas y la visión se
dificultaba pero en realidad estábamos tan absortas en los cantos de Kore que
nada nos distraía de ellos. El gato se había acomodado a los pies del hada que
encantada con el animal lo recogió para acunarlo entre sus brazos. Deliciosa
tarde mientras la lluvia densa caía fuera de aquel mágico espacio que recogía
nuestras ilusiones, condensadas y almacenadas en cuatro corazones emocionados
por vivir aquel momento.
Aquella especie de canoa era
blanca y alargada y estaba decorada con motivos vegetales dorados muy suaves,
apenas perceptibles. Cuando nos bajamos nos pareció como si esos motivos se
transformaran llevándose entre luz aurífera a nuestra guardiana de aquella
tarde, tal vez sólo sean imaginaciones mías, o tal vez sea éste el modo en que
quiero recordarlo. No sé...
La mujer hada se marchó y nos
dejó en un frondoso bosque donde el aroma a tierra mojada y hierba verde era
penetrante. Vi como las niñas tomaban aire profundamente y cerraban los ojos
saboreando ese contacto íntimo con la Naturaleza. A no mucho tardar nuestro
amigo aparecería.
- ¿Oye y tú a qué te
dedicas?- Le preguntó el duende a Irene - ¿Eres maga?
- Jajajaja, que va Bartolín.
Trabajo en un banco. - Le contestó-
- ¿En un banco? ¿Y te pasas
el día sentada en él? Pues no sé qué clase de trabajo se puede hacer en un
banco, la verdad. Pirú tiene algunos a la entrada de su casa y a veces se
sienta en ellos a leer pero no se qué otra cosa podrías hacer.
- ¡Bartolín, en un banco de
los del dinero! - Le dijo Esther entre risas-
- ¿Qué es eso? ¿Es que la
gente no mágica utiliza los bancos para algo más que sentarse? - Preguntó el
duende aún más confundido-
- Bartolín, en nuestro mundo
no existe la magia, hay que trabajar para poder comprar cosas y así vivir. Hay
unos lugares donde guardar el dinero que ganamos trabajando - Le digo-
- Desde luego.... Sois una
gente muy rara... -Contesta el duende extrañado-
Intentábamos explicarle a
nuestro pequeño amigo qué era un banco justo cuando Pirú apareció frente a
nosotros. Túnica color musgo ceñida con un cinturón de cuero y su habitual
báculo, hoy además traía un sombrero picudo que hizo las delicias de todos.
Pirú sí que era un mago en toda regla y no esos que salían en televisión
engañando a todos con sus trucos.
- ¡A mis brazos pequeñas! -
Exclamó elevando las manos
Esta vez no solo no me
contuve sino que además arrastré a Irene que permanecía inmóvil e impresionada
ante la presencia de aquel ser tan maravilloso. Todas nos unimos en un fuerte
abrazo rodeando al mago con tal ímpetu que al final rodamos por el suelo. Las
risas explotaron inundando el lugar con su prodigioso sonido, risas que
aumentaron cuando Narizotas se posó sobre el pobre mago yacente en el suelo y
comenzó a jugar con su larga barba. La visión era tan divertida que respirar se
hacía una tortura.
- ¡Bien niñas, ayudad a este
pobre aprendiz de brujo a poner en pie su apostura antes de que todas las
criaturas del bosque vengan a reírse de su persona!
Le ayudamos a recomponerse y
una vez devuelto el sombrero al lugar destinado para él, le pedimos que nos
guiara hasta su bella cueva dorada. Volvimos a aquella estancia preciosa,
decorada con sillas talladas en formas florales y la mesa central asemejando
una rosa donde el pasado invierno ardía una fogata que caldeaba
extraordinariamente el lugar. Irene se quedó atónita, me miraba y luego me
preguntaba si todo aquello era real ¡Como la vida misma! Le contesté en todas
las ocasiones.
- Sentaos niñas, sentaos, he
dispuesto una deliciosa merienda para vosotras-
Tomamos posesión de una
espesa manta de colores que estaba situada junto a la chimenea encendida. Había
que caldear el lugar algo frío debido a las lluvias. Cerca de la manta y
rodeándola por tres de sus cuatro costados había dispuestas unas mesitas bajas
con gran variedad de frutos secos, dulces de colores y bebidas calentitas como
chocolate, té y café. Irene fue la primera en servirse un chocolate y degustar
los apetitosos dulces.
Al minuto apareció el
Trastolillo dispuesto a hacer de las suyas a los visitantes.
- ¿Otro duendeee? - Preguntó
Irene sorprendida-
- Tita Irene, es un duende
doméstico muy travieso así que ándate con ojo - Le dijo Esther-
- Pero bueno mona ¿Y tú como
sabes tanto de estas cosas?
- Es..., una larga historia
tita. Ya te la contaré- Contestó Esther haciéndose la interesante-
Pirú nos agradeció con su
innata cortesía aquellos dulces que le llevábamos y mientras daba buena cuenta
de ellos, contó una historia preciosa sobre la dama de los árboles a la que
nadie ha visto desde hace milenios. También nos dijo que Kore era una reina
justa y que nunca había hecho mal entre los de su raza, sin embargo, estas
hadas tenían un enemigo en los bosques que eran unos enanos feos y mal
encarados que secaban las fuentes para hacer daño a las criaturas.
Nos habló más tarde de los
duendes del viento y de cómo le habían salvado una vez de las garras de un
Remeanteador. Todas sus historias eran maravillosas y la tarde caía
plácidamente en el exterior de la casa. De nuevo, las nubes hicieron acto de
presencia amenazando con sus panzas cargadas de agua.
- Chicas, creo que deberíamos
volver ya, ¿no os parece? Tiene pinta de volver a llover - Dije con muy pocas
ganas pues mi corazón quería quedarse a toda costa-
- ¡Jooooooooooooooooo tita
pitusaaaa no seas aguafiestas! - Dijo Marta.
En ese instante, un fuerte
golpe nos hizo caer al suelo violentamente provocando que Pirú y los duendes
rodaran literalmente por la estancia. Otro golpe, otro más...
- ¿Qué es eso Pirú? ¿Qué está
pasando? - Preguntó Irene asustada-
Un nuevo golpe impidió que el
mago contestase.
- ¡No os levantéis,
permaneced tumbadas queridas niñas! - Nos gritó en medio de aquellos bastonazos
que se hacían cada vez más intensos y profundos.
Narizotas haciendo honor a su
inquieta naturaleza, saltó por la ventana para ver qué sucedía y Esther quiso
salir corriendo tras él. Suerte que estaba cerca y la sujeté por la camiseta
tironeando de ella hasta ponerla a mi lado.
- ¿Pero tú estás loca?
¿Adónde te crees que vas? - Le dije enfadada-
- Tita el gato.....
- El gato se sabe cuidar solo
¿No has oído a Pirú?
Al instante el minino volvía
muerto de miedo y se metía entre los brazos de Esther buscando su protección.
Dios mío... ¿Y si era un Rementeador lo que había fuera?
Los golpes cesaron pero unas
sombras inquietantes invadieron la estancia. Unos jirones de brumas negras y
espesas comenzaron a rodearnos al tiempo que Pirú nos gritaba que nos
levantáramos rápidamente y nos colocásemos muy cerca de él. Obedecimos al punto
y entonces giró su báculo alrededor hasta trazar un círculo de luz dorada donde
las nieblas no pudieron entrar.
- Esto es cosa de ese maldito
mago negro. Óminor ha reclutado a un ejército de Roblones que se dedica a
destruir todo cuanto supone belleza y lozanía. Les ha prometido esta parte del
bosque y con ésta son tres veces las que me han atacado ¡Pero esto no va a
quedar así!
- ¿Roblones? – Pirú ¿Qué es
eso? – Pregunta Marta asustada.
En un momento de calma donde
pareció que los golpes disminuían, el mago nos explicó qué era un Roblón.
- Un Roblón es un ser incluso
más grande que el Ojáncano, los grandes magos y ancianos del lugar cuentan una
historia repetida de padres a hijos. Antes, era un roble normal y corriente,
muy viejo y con un gran hueco en su tronco. Una tarde, se desató una gran
tormenta en el bosque y una joven y bella muchacha buscó cobijo en él. Estaba
muerta de frío así que se apretó fuertemente contra las paredes del árbol y
éste, sintiendo la tibieza y lozanía de la chica, su frescura y bella sonrisa…
La atrapó en un abrazo mortal y la absorbió.
Irene dio un respingo al oír
la leyenda.
- Jo prima, menudos artistas
habitan este bosque… Ahora no voy a estar tranquila cada vez que mi padre
salga, de verdad, Tula. – Me dice en tono de creciente preocupación-
Le sonrío para tranquilizarla,
justo eso que había dicho es lo que yo he pensado tantas veces. Pirú continuó
con el relato.
- Entonces, al absorber todo
el cuerpo de la joven, el árbol tomó savia nueva y comenzó a crecer
desmesuradamente, sus raíces se extendieron de tal manera que terminaron
robando a los árboles y arbustos más cercanos no sólo el agua, sino también su
savia.
- Pirú…, entonces ¿Qué
aspecto tienen ahora esos Roblones? – Preguntó Esther-
- Pues…, desde luego un
aspecto más bien extraño. Presenta una larga cabellera de hierba medio seca que
se descuelga en grandes mechones desde sus ramas más altas. Dispone de una cara
rugosa compuesta de ramas de diferentes árboles, de este modo, su nariz es de
encina, la frente ancha y arrugada, de haya, las barbas de brezo y los brazos
son dos troncos de abedul ramificados hacia el final haciendo de dedos. Tiene
piernas robustas de fresnos en todos los tamaños, son nervudas y ágiles y puede
andar kilómetros y kilómetros sin sentirse cansado.
- Pirú ¿Qué queda entonces del
antiguo roble que fue? – Preguntó Irene muy intrigada-
- Querida niña, tan sólo el
corazón y las mandíbulas.
- ¿Y hay algo de la chica que
….? – Preguntó Marta muy asustada-
- De aquella hermosa joven
tiene los ojos, que abrasados de dolor están envueltos en espinos que arden
permanentemente, de este modo, por la noche son mucho más fáciles de ver.
El Roblón se ha convertido en
el azote de la montaña. Los golpes que oís no son más que sus pisadas que hacen
temblar al bosque, su respiración asusta a los otros árboles y su sombra es una
nube negra y espesa… Destroza todo lo que haya a su paso, sea lo que sea:
cabañas, setas, flores y especialmente fuentes, donde mete sus raíces y pies
para absorber el agua y dejarlas secas. Ahora, se han multiplicado y con ellos…
El peligro.
- ¿Y qué hacemos? – Pregunté
preocupada-
- No salgáis del círculo
–Contesta Pirú- Estas brumas son sus sombras. Han venido alertados por Óminor,
estoy seguro de que debió sentir vuestro corazón joven y por eso justo en este
momento están ahí afuera. No sólo me quieren a mí, también a vosotras….
- ¡Pero si es sólo un árbol!-
Exclama Irene-
- Querida niña, no sólo es un
roble. Acércate despacio a la ventana. – La tomó del brazo y con mucho sigilo
la llevó hasta el ventanuco pequeño de al lado de la biblioteca. Irene no pudo
reprimir un grito de espanto ante la visión.
- ¡Pero es monstruoso!-
Gritó-
- Lo es ciertamente…. – Le
dijo Pirú volviendo al círculo protector-
- Bien – dije sin demasiado
convencimiento- Mantengamos la calma y podremos salir de aquí sin problema.
- Escuchad chicas – Nos habló
el mago- Los Roblones son fuertes y malvados, pero no dejan de ser árboles.
Prepararemos unas flechas incendiarias que dispararemos a sus barbas o a la
cabellera y de ese modo, podremos quitárnoslos de encima.
- Pero Pirú – Pregunta Esther
– Esos seres llevan el fuego en sus entrañas, ¿les hará efecto el que nosotras
les disparemos?
- Sí Esther, una cosa es el
fuego de los ojos y otra bien distinta el fuego provocado por una llama
externa. Afinad el disparo y pronto desaparecerán.
Eché un vistazo afuera desde
la pequeña ventana, los Roblones se habían sentado en la puerta de la cueva y
permanecían atentos a cualquier movimiento que se detectase en su interior. Las
sombras que proyectaban nos llenaban de brumas espesas, negras, provocando
desasosiego en nuestros corazones, así que Pirú nos volvió a encerrar en aquel
círculo dorado que dejaba en el exterior cualquier efecto de la maligna
neblina. Al cabo de un rato volvió con un haz de flechas, telas y un ungüento
que resultó ser brea. Pronto, nos pusimos a envolver las puntas de las saetas
con aquel líquido pastoso, cuando reunimos un buen número, solo quedó esperar
las órdenes del mago.
- Bien, mis valientes chicas,
ahora prenderemos las flechas con el fuego de la chimenea. Irene, no tengo
demasiado tiempo para explicarte cómo funciona un arco pero te hago dos
recomendaciones rápidas: tensa la cuerda hasta llevarla a tu mejilla y luego
suelta, hazlo lo mejor que puedas sin preocuparte, tienes una buena diana. No sueltes la cuerda en vacío, puedes
provocarte graves heridas ¿Entendido? Ahora, coge el arco, así…Separa los pies,
tensa la cuerda y lleva este pequeño botón hasta tu boca… ¡Estupendo!
El mago puso en manos de mi
prima el arma dándole unas ligeras instrucciones, colgó a su espalda un bello
carcaj de cuero repujado en colores totalmente repleto de flechas envueltas en
brea. Nosotras ya estábamos dispuestas.
- Irene, tú estarás con tu
prima en la ventana junto al sillón dorado, esperaréis mis órdenes para
disparar. Esther y Marta, a la ventana junto a la biblioteca, es más pequeña y tenéis menos posibilidades de
salir heridas.
- ¿Y tú dónde te pondrás,
Pirú? – Le pregunté.
- Yo… Abriré la puerta.
Acto seguido, tomó unos pequeños
braseros que llenó con ascuas ardientes, los colocó junto a nosotras; uno por
arquera.
- Marta, si las llamas se
apagan, corre junto a la chimenea y llena las estufillas lo más rápido que
puedas.
- Entendido Pirú.
A continuación, el mago se
deshizo de su sombrero y de una vez encendió todas las flechas que colocó en un
carcaj de cintura. Pensábamos que se quemaría pero…. Un mago es un mago.
- Pirú me parece muy
arriesgado que abras la puerta tú solo. – Le dije-
- Tranquila tita pitusa,
vosotras haced lo que os digo y todo saldrá bien.
La puerta se abrió y un
sonido de ramas secas invadió nuestros oídos, allí estaban esos monstruosos
seres levantando sus brazos hacia el mago que rápido como el rayo empezó a
disparar a diestro y siniestro.
- ¡Ahora niñas! ¡A la
cabellera! – Dijo mientras disparaba a uno de los árboles que se le venía
encima-
Irene demostró tener mejor
puntería de lo que pensaba e hizo pleno en dos de las seis criaturas que nos
acechaban. Raudas salimos de la cueva para auxiliar a Pirú, las ramas
incendiadas se nos venían encima.
- ¡Tita detrás de ti! - Gritó
Esther- Por suerte pude esquivar al más grande de todos que venía hacia mí con
cara de muy pocos amigos. Flecha certera en todo lo alto.
La refriega continuaba a
pesar de lo dañados que se encontraban aquellos seres. De repente y ante un
despiste de Irene que al tomar una de las flechas se había quemado ligeramente
las manos, un Roblón la atrapó por la cintura y la elevó a muchos metros del
suelo. Asustada, dejó caer el arco y lo peor es que a la espalda llevaba varias
flechas en llamas…
- ¡Suéltame bicho feo, que
pareces una patata con pelooos! – Pataleaba intentando escapar de las
sarmentosas manos de su captor, pero todos los esfuerzos eran baldíos ante la
poderosa fuerza del árbol-
- ¡Ireneee! – Grité asustada-
- ¡Tulaaaa, bájame de
aquiiiiii! – Manoteaba al aire con creciente nerviosismo-
El carcaj con las flechas
encendidas cayó al suelo, de repente, el Roblón impresionado por la belleza de
Irene se la acercó al rostro que era ya una llama de enormes dimensiones, Marta
le había acertado de lleno en las barbas y su cabeza se había prendido. Mi
prima pudo ver aquellas enormes cuencas repletas de espinas ardientes y sintió
un miedo galopante. Nada de lo que había vivido hasta ahora era comparable con
el terror que le provocaba aquella visión. Entre llamaradas naranjas se hacían
presente unas brasas rojas que transmitían el odio del mismísimo infierno. El
árbol la elevó aún más y rugió con la fuerza de un titán. Nos tapamos los oídos
de forma instintiva y Pirú nos alertó.
- ¡Nooo! ¡No os cubráis los
oídos! –Seguid luchando, no os paréis o acabarán con nosotros!-
-En ese momento, del arco de
Esther salió una flecha que voló hasta la mano del Roblón que sujetaba a mi
prima, inmediatamente se incendió. Me asusté ¿Qué pasaría si no la soltaba?
Pero el árbol, viendo que ardía por varios costados abrió la mano
instintivamente y dejó caer a su presa desde varios metros.
- ¿Estás bien Irene? – Corrió
el mago a su auxilio-
- ¡Si Pirú, dame mi arco y
continuaré! – Gritó con gran valentía-
Pero no fue necesario,
pronto, las llamas comenzaron a hacer mella en los enormes Roblones que
asustados salieron corriendo como alma que lleva el diablo. Les vimos
encaminarse hacia los arroyos cercanos, pero Pirú conmovido en su gran corazón
lanzó un hechizo para convocar a las nubes. Entró en la casa y salió con su
inseparable báculo y su sombrero, alzó los brazos al cielo y dijo:
- ¡Nuberus que habitáis entre
la bruma del cielo, traed el agua de las nubes hasta los suelos! ¡Aquam
agoraaaa!
Ante nuestros ojos, unos
geniecillos diminutos aparecieron cabalgando sobre una legión de nubes negras
que nos cercaron en menos de un minuto. La tormenta estalló y de aquella
esponjosidad grisácea salieron granizos y agua en cantidad suficiente como para
apagar el fuego de un bosque entero. A lo lejos, vimos el humo que salía de los
árboles al caer sobre ellos el líquido elemento salvándolos de una muerte
segura. Pirú sonrío satisfecho.
- Niñas, nunca hay que causar
daño innecesario. – Nos dijo guiñándonos un ojo-
- Oye Pirú- preguntó Marta-
¿Y esos duendes que salieron de entre las nubes?
-Son Nuberos, geniecillos no
muy buenos pero sabiéndolos controlar pueden actuar en beneficio de quien los
convoca. Hoy, han servido para apagar el fuego de los Roblones y evitar que
murieran.
- Bueno… Y evitar que secaran
los arroyos -Apuntó Irene-
- Claro querida niña, también
para eso.
Volvimos a la cueva donde
todo era paz y tranquilidad. Nos miramos para darnos cuenta de que nuestras
caras estaban llenas de tiznotes negros; el rostro con más manchas por
milímetro era sin duda el de Irene. Al observarnos no tuvimos por más que reír
a carcajadas ante la visión divertida de nuestro aspecto. Nos aseamos y a
continuación dimos buena cuenta de la merienda porque, ahora sí, teníamos un
apetito voraz. La tarde se perdía entre las montañas dando la bienvenida a la
anaranjada noche, inevitablemente había que regresar.
- Pirú, no sé si tendremos
aventuras tranquilas alguna vez pero aunque no fuese así, siempre merece la
pena verte. Siempre, no lo olvides – Le dije abrazándole-
- Mis queridas, queridas
niñas….
Le rodeamos abrazándole tan
fuerte que casi le dejamos sin respiración.
- ¡Bueno, bueno! Dejad
respirar a este pobre anciano que quiere vivir para invitaros a una merienda la
próxima semana.
- De acuerdo Pirú, pero por
favor, si no tienes leña para la candela, utiliza carbón – Dijo Esther a modo
de sorna provocando las risas de todos-
- Irene, espero contar
contigo más veces – Le dijo a mi prima cogiéndole cariñosamente las manos-
- ¡Cuenta conmigo! ¡Yo me
apunto a un bombardeo!
- ¡Noooo, bombas no! –
Exclamó Pirú riéndose. De nuevo las risas tomando posesión de nuestros
corazones.
- Bueno chicas, emprendamos
el camino de vuelta pero…. ¿Dónde está el gato?- Dije mirando a uno y otro
lado-
Hasta ahora no habíamos caído
en la cuenta de que Narizotas había desaparecido en medio de la refriega, la
última vez que le vimos iba corriendo detrás del Roblón que había capturado a
Irene.
- Mirad, por ahí viene – Dijo
Pirú-
Venía acompañado de los dos
duendes y con la cola chamuscada. Feliz de haber salido con vida de aquel
infierno y dispuesto como no, a volver cuanto antes.
- Bueno chicas, hasta la
próxima, os dejo con Kore que os llevará hasta vuestro coche. –Sonrió Pirú
señalando detrás de nosotros-
Allí estaba de nuevo la reina
Kore que amablemente volvió a acogernos en su barca. La noche caía y aquella
preciosa canoa se elevó alejándose del bosque hasta que el mago no fue más que
un punto perdido en el horizonte. Al llegar al coche, las despedidas de rigor y
el corazón inflamado de sensaciones.
- Tita –dijo Marta- Pon
música para relajarnos.
- A la orden – Contesté-
- ¿Sabes prima? - Dijo Irene-
Cuando tenga mis gemelos, si uno es niña le pongo de nombre ¡Candela!
as risas invadieron el
pequeño Ibiza y poco a poco, consumimos la carretera que nos devolvió hasta
casa. Esta aventura había terminado.
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