En Casa Encantada todo era un ir y venir de habitantes que tras las vacaciones retomaban su rutina. El mago Pirú ensayaba nuevos hechizos, don Leonardo Peinacanas ordenaba la biblioteca y la seño Yolanda había comenzado sus clases. Todo estaría bien si no fuera porque dos de sus alumnos aún no habían aparecido. Al principio y tratándose de la lagartija Matilda, la seño pensó que sería una más de sus trastadas, pero le sorprendió que tampoco hubiera aparecido Plumillas, el chico encargado de las noticias de Casa Encantada, un ratón espabiladísimo que que quería ser periodista y se pasaba la vida entre periódicos, reportajes y salidas al campo para sacar las mejores fotografías.
Al ver que habían pasado tres días y los chicos no aparecían, Yolanda pensó que lo mejor era hablar con Pirú, así que se dirigió al sótano dónde el mago tenía su laboratorio de genialidades.
- ¡Buenos días, Pirú!
- ¡Buenos días, pequeña! ¿Qué te trae por aquí?
- Verás, como bien sabes, las clases comenzaron el lunes y todo iba bien hasta que me di cuenta de que me faltaban dos alumnos.
- ¿Y bien?- Dijo el mago dejando sobre la encimera un tubo lleno de nubes azules-
Plumillas y Matilda vinieron a principios de semana, pero no han vuelto. Hoy, es viernes y estoy preocupada.
Pirú se mesó la barba, todo lo que tuviera que ver con la lagartija era un problema porque era extremadamente aventurera y desobediente.
- ¿Has hablado con don Leonardo Peinacanas? Plumillas le deja los periódicos a diario en la biblioteca. -Preguntó Pirú-
- Sí, pero no sabe de él desde el lunes a mediodía que estuvieron comiendo juntos. Al parecer tenía en mente un reportaje especial para publicar en Navidad, pero no sabe nada más.
- No te preocupes, Yolanda, saldremos y encontraremos a ese par de golfillos.
La seño sonrió, sabía que al mago no se le escapaba nada y que daría con los alumnos. Yolanda pasó toda la mañana enredada con las clases y preparando cartas para los padres donde informaba de las actividades previstas para el curso.
Lejos de allí, Matilda y Plumillas, ajenos a la preocupación de sus amigos, estaban inmersos en su propia aventura.
- Tengo que comprar el periódico, Matilda, un segundo por favor. - Dijo el ratón a su amiga-
- ¡Venga ya! ¿Ahora te vas a parar a eso?
- Tenemos que estar informados de lo que pasa en nuestro mundo ¿O quieres ser una lagartija ignorante?
- Vale, pero no tardes, si quieres fotografiar Ojáncanos no podemos quedarnos mucho tiempo aquí.
Plumillas se dirigió a una caseta de madera que había en el bosque y al poco regresó con varios periódicos.
- Les echaré un vistazo rápido, quiero saber cómo va la bolsa. -Dijo-
- ¡La bolsa! Mejor preocúpate de la de cacahuetes que le robamos a Benito y Blasito de la despensa, si nos quedamos sin provisiones tendremos que volver y enfrentarnos a su genio. - Exclamó la lagartija fastidiada-
- Vale, pero no tardes, si quieres fotografiar Ojáncanos no podemos quedarnos mucho tiempo aquí.
Plumillas se dirigió a una caseta de madera que había en el bosque y al poco regresó con varios periódicos.
- Les echaré un vistazo rápido, quiero saber cómo va la bolsa. -Dijo-
- ¡La bolsa! Mejor preocúpate de la de cacahuetes que le robamos a Benito y Blasito de la despensa, si nos quedamos sin provisiones tendremos que volver y enfrentarnos a su genio. - Exclamó la lagartija fastidiada-
Imagen extraída de https://needlefeltedart.blogspot.com/2012/02/frankie-newspaper-boy.html, si deseas adquirir este ratón, puedes hacerlo accediendo al enlace.
- ¿Pero qué te pasa? Llevamos varios días andando y ni rastro de los Ojáncanos ¡Menuda guía! ¿Y ahora te enfadas porque quiera leer un poco? - Contestó el ratón-
- Está anocheciendo, no podemos quedarnos cerca del camino, listillo.
- ¡Pues vigila! Y si viene uno me avisas... - Le espetó el ratón molesto-
- Vale, pero te advierto que aquí hay muchos peligros y tenemos que estar en la cabaña de don Martín Roedor antes de las nueve o nos meteremos en un lío.
Enzarzados en la discusión no escucharon el crujir de ramas a su espalda.
- ¡Que sí, pesada!
- Ni te muevas - Susurró la lagartija- No te muevas si no quieres acabar en el estómago de un Roblón.
Un peligroso árbol Roblón desplegaba sus ramas amenazadoras, dispuesto a dar caza a los despistados visitantes. Suerte que la lagartija lo vio a tiempo de salir huyendo.
- Pero... ¿Qué es eso? -Preguntaba el ratón mientras corría como alma que lleva el diablo-
- ¿No querías ver Ojáncanos? ¡Pues este es su primo! Y esos ojos terribles que ves son los de una doncella que se tragó hace mucho tiempo y que está atrapada en su interior. ¡Corre si no quieres ser el próximo!
Lejos de allí, la seño Yolanda decidió visitar a Benito Mondanueces y Blasito Comebellotas, eran amigos de Plumillas y tenían un grupo musical llamado Ratons Stone con el que deleitaban a los habitantes de Casa Encantada y sus alrededores. Tal vez ellos podrían darle información valiosa sobre el paradero del ratón y la lagartija.
- ¡Ay por todos los dinosaurios, Plumillas no te muevas! - Susurró por lo bajo Matilda-
- ¡Qué ser más espectacular, Matilda! ¡Voy a hacerle una foto!
Cuando saltó el flash, el Ojáncano se puso como loco y arrojó la piedra sobre los intrusos. Solo la rapidez de reflejos evitó que alguno saliera herido.
- ¡Estás loco! ¡Has enfadado a este bicho y ahora no parará hasta darnos caza! - Exclamó Matilda histérica-
Lejos de allí, la seño Yolanda decidió visitar a Benito Mondanueces y Blasito Comebellotas, eran amigos de Plumillas y tenían un grupo musical llamado Ratons Stone con el que deleitaban a los habitantes de Casa Encantada y sus alrededores. Tal vez ellos podrían darle información valiosa sobre el paradero del ratón y la lagartija.
Imagen extraída de https://www.livemaster.ru/topolino. Los ratoncitos son propiedad de Оksana Caccioppoli. https://www.livemaster.ru/topolino
- ¡Hola chicos! Quería haceros una pregunta, ¿podéis atenderme?
Benito estaba enamoradísimo de la seño Yolanda así que nada más verla se puso colorado como un tomate.
- ¡Oh! Pasa, pasa, estábamos organizando unas cosas.... -Habló Benito mientras se quitaba velozmente un delantal-
- Somos todo orejas - Añadió Blasito ofreciendo asiento a la seño-
- Veréis..., hace días que no vemos a Matilda por aquí, tampoco a vuestro amigo. ¿Sabéis algo que yo no sepa?
Los ratones se miraron nerviosos y eso puso en guardia a Yolanda.
- Chicos, no sabemos nada de ellos desde el lunes, por favor, estamos muy preocupados.
- Verás... -Farfulló uno de los ratones- Plumillas quería hacer un reportaje sobre Ojáncanos y convenció a Matilda para que fuera con él.
- Verás... -Farfulló uno de los ratones- Plumillas quería hacer un reportaje sobre Ojáncanos y convenció a Matilda para que fuera con él.
Al oír aquello, Yolanda se puso en pie alarmada.
- Blas, ¿estás seguro? Eso es muy peligroso y Pirú no tiene constancia de ese viaje.
- Completamente. Nos hizo prometer que no diríamos nada, pero también estamos preocupados después de tantos días. Teníamos pensado hablar con Pirú.
- ¿Tenías pensado hablar con el mago? ¿Cuándo? Hoy, mañana... ¡Tendríais que haber hablado el mismo día que os comunicó tamaña locura! - Gritó la seño muy enfadada.
- Lo sentimos mucho...-Susurró Blasito-
- ¡No tenéis ni idea del peligro que conlleva visitar esas tierras!
En ese instante, algo rojo y redondo cayó de una mesa que estaba detrás de los ratones y rodó hasta los pies de Yolanda que sorprendida lo recogió.
- Esto... ¿Esto es un tomate? - Preguntó confusa-
- Sí, son los que nos tiraron en nuestra última actuación, en la Cuesta los Gatos. -Habló Blasito totalmente avergonzado-
A Yolanda le hizo tanta gracia el comentario que comenzó a reír sin parar, olvidando el enfado que hacía unos minutos la había consumido.
- ¡Pues tienen una pinta estupenda! Creo que me llevaré varios para la ensalada de esta noche.
Esa propuesta hizo que todos rieran y olvidaran la tensa conversación de hacía unos minutos.
La ratoncita salió y fue rápidamente a hablar con Pirú para contarle lo sucedido, pero a medio camino se encontró con el mago.
- ¡Yolanda, tengo algo importante que contarte! - Dijo nervioso mientras enarbolaba una bola de cristal en la mano derecha-
- ¡Y yo!
- Bien querida, tú primero.
- He hablado con Blasito y Benito y me han dicho que Plumillas y Matilda han ido a ver Ojáncanos para hacer un reportaje.
- Eso quería comentarte, he consultado mi bola de cristal y he podido ver a ese par de insensatos en las tierras bajas. Mis sospechas sobre cómo habían llegado hasta allí se confirmaron cuando doña Pepita, la ardilla de la caseta de la vía, me dijo que los vio el lunes por la noche tomar un tren.
- Pues nos llevan mucha ventaja... -Comentó la seño apesadumbrada-
- No te preocupes, no hay nada que un mago no pueda solucionar. Nos vemos mañana a las siete y media en la puerta de Casa Encantada. Llevaré todo lo necesario así que no cargues con nada que después pueda ser un estorbo.
A muchos kilómetros de Casa Encantada, Plumillas y Matilda entraban en casa de don Martín Roedor, un amigo de la lagartija y de Pirú.
- Así que vais a ver Ojáncanos. ¿Y se puede saber para qué? - Preguntó don Martín ajustándose las lentes-
- Quiero hacer un reportaje sobre esos monstruos, no creo que sean tan fieros. ¿Sabe? - Contestó el ratón por lo bajo- Pienso que todo eso que cuentan es un poco exagerado y quiero desmentirlo.
Matilda, que había luchado contra ellos, se puso las manos en la cabeza.
- ¡Por todos los dinosaurios! ¿Que no son fieros? ¿Está usted escuchando, don Martín?
- Si, sí, amiga... Mira chico, esos seres son más que fieros, si te atrapan no te dejarán hueso sano. Eso si no te comen.... Así que no te conviene acercarte demasiado a ellos.
Al oír aquello, el ratón se estremeció.
- Bueno, bueno, me bastará con un par de buenas fotos. - Aclaró - y los testimonios de quienes se han enfrentado a ellos.
- Una cosa más -Habló don Martín señalando con un dedo a sus invitados- ¿Esto lo sabe Pirú y os deja venir solos?
Matilda iba a contestar, pero Plumillas se adelantó.
- ¡Oh, sí! ¡Ya lo creo! Como Matilda está acostumbrada a tratar con esos monstruos, no puso ninguna pega.
- Ya... -Contestó el viejo ratón sin demasiado convencimiento-
Antes de ir a la cama, lagartija y ratón reponían viandas en la cocina y ultimaban detalles de su plan.
- Le has mentido a don Martín - Susurró Matilda- Cuando Pirú se entere de todo esto nos va caer la bronca del siglo. ¿Sabes? ¡Serías un político estupendo!
- Tú tampoco le has dicho la verdad, así que estamos en paz.
- ¡Ah, no! ¡No me líes! ¿Sabes que los políticos están los segundos en los escalones del infierno?
- Pues no, graciosita ¿Y quienes son los primeros?
- ¡Los periodistas! - Exclamó Matilda fastidiada.
- ¡Y las lagartijas son sus guías!
- ¡Serás zurupeto!
- ¡Uy lo que me ha dicho! ¡No pienso volver a llevarte al cine!
- ¡No me importa! ¡Me cuelo por las ventanas!- Matilda terminó la frase sacándole la lengua--
En ese momento la luz de la cocina se encendió.
- ¿Pero se puede saber qué son esos gritos? - Preguntó don Martín-
En ese momento la luz de la cocina se encendió.
- ¿Pero se puede saber qué son esos gritos? - Preguntó don Martín-
- Mil perdones, don Martín, Matilda y yo discutíamos sobre el plan de mañana - Se adelantó Plumillas-
- ¡Pues discutidlo en voz baja porque son las doce de la noche!
- Descuide, no haremos más ruido - Le aseguró el ratón-
Y por fin, en la cabaña se hizo la paz y el silencio.... De momento.
- ¡Pues discutidlo en voz baja porque son las doce de la noche!
- Descuide, no haremos más ruido - Le aseguró el ratón-
Y por fin, en la cabaña se hizo la paz y el silencio.... De momento.
A la mañana siguiente, en Casa Encantada, Yolanda y Pirú se encontraban en la escalinata de acceso. El mago entregó a la seño un arco y un carcaj cargado de flechas.
- Pero, Pirú ¡Solo he tirado dos veces!
- Bien, pues tendrás oportunidad de tirar una tercera. ¡Y hasta una cuarta! Tu arco tiene 36 libras, será suficiente. ¡En marcha!
Salieron de la casa y cuando estaban en mitad del bosque, el mago giró el báculo y una nube espesa y brillante los envolvió haciéndolos girar a una velocidad vertiginosa. Cuando todo paró, se hallaban a las puertas de una cabaña.
- Esta es la cabaña de Martín Roedor, pude ver en mi bola de cristal cómo entraban aquí.
La puerta se abrió y un sorprendido ratón les dio la bienvenida.
- ¡Pirú! ¡No te esperaba! - Exclamó mientras miraba asombrado a su amigo-
- Martín, venimos buscando a Matilda y a un joven ratón que la acompaña, se llama...
- Sí, sí - Interrumpió Roedor- Acaban de marcharse, pero... Me dijeron que tú sabías que estaban aquí.
La puerta se abrió y un sorprendido ratón les dio la bienvenida.
- ¡Pirú! ¡No te esperaba! - Exclamó mientras miraba asombrado a su amigo-
- Martín, venimos buscando a Matilda y a un joven ratón que la acompaña, se llama...
- Sí, sí - Interrumpió Roedor- Acaban de marcharse, pero... Me dijeron que tú sabías que estaban aquí.
Pirú y la seño Yolanda se miraron asombrados.
- Ese par de pillastres te han engañado, Martín, ninguno sabíamos las intenciones que tenían - Contestó Pirú-
Tras hacer las presentaciones e intercambiar algunas palabras, Pirú y Yolanda siguieron el camino que su amigo les había señalado. Iban derechos a la cueva de Tierrascura, donde vivía uno de los Ojáncanos más temidos de las tierras bajas.
- Están locos si piensan que pueden ver a ese ser y salir de allí por las buenas. ¡Matilda me va a oír! - Dijo el mago enfadado-
A tan solo tres kilómetros de esta conversación, Plumillas y Matilda llegaban a un claro, al fondo, una cueva poco iluminada de la que salía un olor nauseabundo. El ratón se adelantó cámara en mano dispuesto a sacar la mejor instantánea cuando la lagartija le detuvo.
- ¡Para! ¡No entres, puede estar dentro la Ojáncana y es casi más peligrosa que su compañero! Daremos un grito y nos esconderemos detrás de aquellos arbustos para que puedas sacar tus fotos.
Cuando se disponían a poner en marcha el plan, un enorme ser rojizo tan alto como un árbol, con colmillos temibles y afilados y un solo ojo en la frente apareció ante la vista de los amigos. Sujetaba una enorme piedra y estaba encaramado sobre el montículo de la cueva. Tenía diez dedos en cada pie y su barba era poblada, sucia y muy descuidada. En medio se entreveía un pelo más grueso en color blanco.
El Ojáncanao es una criatura malvada que vive en cuevas junto a la Ojáncana. Son maléficos y su presa favorita son los niños que se pierden en el monte, solo pueden ser neutralizados si se les arranca el pelo cano de la barba, pero antes, hay que cegarlos.
- Ese par de pillastres te han engañado, Martín, ninguno sabíamos las intenciones que tenían - Contestó Pirú-
Tras hacer las presentaciones e intercambiar algunas palabras, Pirú y Yolanda siguieron el camino que su amigo les había señalado. Iban derechos a la cueva de Tierrascura, donde vivía uno de los Ojáncanos más temidos de las tierras bajas.
- Están locos si piensan que pueden ver a ese ser y salir de allí por las buenas. ¡Matilda me va a oír! - Dijo el mago enfadado-
A tan solo tres kilómetros de esta conversación, Plumillas y Matilda llegaban a un claro, al fondo, una cueva poco iluminada de la que salía un olor nauseabundo. El ratón se adelantó cámara en mano dispuesto a sacar la mejor instantánea cuando la lagartija le detuvo.
- ¡Para! ¡No entres, puede estar dentro la Ojáncana y es casi más peligrosa que su compañero! Daremos un grito y nos esconderemos detrás de aquellos arbustos para que puedas sacar tus fotos.
Cuando se disponían a poner en marcha el plan, un enorme ser rojizo tan alto como un árbol, con colmillos temibles y afilados y un solo ojo en la frente apareció ante la vista de los amigos. Sujetaba una enorme piedra y estaba encaramado sobre el montículo de la cueva. Tenía diez dedos en cada pie y su barba era poblada, sucia y muy descuidada. En medio se entreveía un pelo más grueso en color blanco.
El Ojáncanao es una criatura malvada que vive en cuevas junto a la Ojáncana. Son maléficos y su presa favorita son los niños que se pierden en el monte, solo pueden ser neutralizados si se les arranca el pelo cano de la barba, pero antes, hay que cegarlos.
Imagen extraída de Internet, si eres su autor, por favor deja un comentario y un modo de contactar conntigo.
- ¡Ay por todos los dinosaurios, Plumillas no te muevas! - Susurró por lo bajo Matilda-
- ¡Qué ser más espectacular, Matilda! ¡Voy a hacerle una foto!
Cuando saltó el flash, el Ojáncano se puso como loco y arrojó la piedra sobre los intrusos. Solo la rapidez de reflejos evitó que alguno saliera herido.
- ¡Estás loco! ¡Has enfadado a este bicho y ahora no parará hasta darnos caza! - Exclamó Matilda histérica-
La lagartija montó su arco y comenzó a disparar sus pequeñas agujas contra el monstruo sin que ninguna hiciera mella en su espesa piel. Aquello enfureció mucho más al Ojáncano que de un salto se colocó delante de los asustados aventureros. En un movimiento rápido y certero, atrapó al ratón por la cola.
- ¡Matilda, ayúdame! ¡Ayudaaaa! - Gritaba mientras observaba en primer plano las temibles fauces de la criatura-
- ¡Ay madre que se lo come!
La lagartija, desesperada, sacó de su mochila la flor azul con la que se podía comunicar con Pirú, su salvación dependía de la rapidez con la que pudiera llegar el mensaje, aunque el panorama no pintaba nada bien.
Yolanda y el mago caminaban rápido cuando escucharon gritos.
- ¡Es Plumillas! - Dijo la seño llevándose las manos a la boca-
- ¡Por aquí! - Señaló Pirú-
Al llegar al claro se encontraron con la dantesca imagen.
- ¡Pirú! ¡Gracias a Dios que has venido! - Dijo la lagartija aliviada al ver a su amigo-
- Ya hablaremos tú y yo tranquilamente, jovencita. Ahora hay que salvar a Plumillas de ese monstruo.
El Ojáncano había abierto la boca y el ratón estaba desapareciendo dentro, la situación se había torcido bien.
- ¡Yolanda, disparemos a las manos! ¡Rápido! - Ordenó Pirú-
Una lluvia de flechas cayó sobre el extraño ser, una de ellas se clavó en la mano que sujetaba al ratón y en una sacudida fortísima lo soltó y fue a parar al suelo desde una altura considerable. El monstruo, enfadadísimo, se quitó las flechas y se giró dispuesto a destrozar a sus atacantes, pero el mago alzó el báculo y lo inmovilizó.
- ¡Corred! ¡El hechizo solo durará unos minutos, este Ojáncano es demasiado fuerte! -Gritó Pirú-
Pero Plumillas seguía en el suelo.
- ¡Vamos, levanta tenemos que irnos! - Le gritó Matilda-
- ¡Me duele mucho el brazo! - Contestó con un gesto de dolor-
El mago se agachó, recogió a ambos y los entró en uno de sus bolsillos mientras salían corriendo para alejarse todo lo posible. Cuando pensaron que ya estaban a salvo, se detuvo y depositó en el suelo a los aventureros.
- ¡Os reñiré luego! Ahora veamos ese brazo, pequeño.
Inspeccionó al ratón detenidamente para finalmente comprobar que en la caída se lo había roto.
- No te muevas, te lo arreglaré.
- ¿Me va a doler? ¡Ay, ay, ay!
- ¡Pero si no te he tocado todavía, diantres! - Exclamó el mago sorprendido-
Cogió el báculo y lo acercó hasta el brazo del ratón, una luz rosada brilló en su extremo y con ella envolvió la extremidad. El mago había cerrado los ojos y murmuraba unas palabras inaudibles.
Yolanda y Matilda observaban en silencio y a cierta distancia el trabajo de magia. En unos minutos, Plumillas pudo volver a moverse con normalidad.
- ¡Es fantástico! ¡Gracias Pirú! - Exclamó feliz-
- Bien, ahora sigamos camino, ya tendremos tiempo de hablar. - Contestó muy serio el mago-
La vuelta a Casa Encantada no fue muy divertida, Pirú no quiso emplear su magia e hizo que todos caminaran hasta el tren. Y había un buen trecho... El tenso silencio solo se rompió cuando al fin llegaron a su hogar.
- Bien, os quiero a todos en mi despacho en media hora - Ordenó el mago-
- Pero Pirú, tenemos hambre y no hemos descansado apenas, por favor.... - Suplicó Matilda-
- En media hora, he dicho.
Era la primera vez que veían a su amigo tan enfadado, la gamberrada había ido más allá de lo que estaba permitido en Casa Encantada. Ya en el despacho:
- Habéis puesto en peligro vuestra vida, la de mi amigo Martín y la de la seño Yolanda. Como comprenderéis no podemos dejar pasar por alto una gamberrada de este calibre.
La seño Yolanda permanecía de pie en la mano del mago, asintiendo a cada palabra.
- Los Ojáncanos, Roblones, Culebres, etc.., son seres muy peligrosos y solo un experto puede provocarlos y salir con vida de ese encuentro. Habéis tenido suerte de que vuestra profesora se preocupe tanto de vosotros porque de lo contrario, ahora mismo no estarías aquí para contarlo.
El ratón y la lagartija escuchaban avergonzados.
- Y dadle las gracias también a vuestros amigos Blas y Benito, si no nos hubieran contado vuestras intenciones, no habríamos dado con vosotros. - Añadió Yolanda-
- ¿No vais a decir nada? - Preguntó Pirú.
Matilda dio un codazo al ratón que la miró sorprendido.
- ¿Se te ha comido la lengua el gato? Para querer ser periodista te quedaste sin palabras, listillo. - Susurró maliciosamente la lagartija-
- Pues tú dejas mucho que desear como arquera ¡So petarda!
- ¡Me ha dicho, petarda! ¡Pirú!
Tanto el mago como la seño asistieron atónitos a la discusión de los traviesos amigos. No querían reírse, pero la situación era cada vez más cómica.
- ¡De no haber sido por mí, no habrías visto a los Ojáncanos y no habrías hecho las fotos! - Aclaró Matilda-
- ¡Y tú no te habrías apuntado otra aventura! Además, el monstruo me cogió a mí y no a ti.
- Ooooh ¡Qué pena que no te haya comido! ¡Orejotas!
- ¡Vale ya! - Gritó el mago haciendo que callaran al instante- Como castigo, Plumillas tendrá que escribir el mejor artículo de su vida sobre Ojáncanos y otros seres peligrosos del bosque. Y tú, Matilda, tendrás que ayudarle a maquetar y sacar un buen periódico para esta semana. Quiero las mejores noticias. Después, contaréis a vuestros compañeros lo que no debéis hacer jamás con esos monstruos. ¿Entendido?
- ¡No quiero trabajar con él! - Gritó Matilda.
La seño, cansada de tanta protesta, bajó de la mano de su amigo y se dirigió a los desobedientes alumnos. Cogió de la oreja a Plumillas y de la cola a la lagartija.
- ¡Y ahora os vais a dar un abrazo de verdad o los dos estaréis fuera de esta casa en menos que se dice miau!
Aquella amenaza fue lo peor de todo ¿Qué harían ellos sin sus amigos? Así que finalmente se miraron, se abrazaron y rieron recordando todas las trastadas que habían hecho desde que salieron un lunes de su hogar y hasta que regresaron para... ¿No volver a hacer ninguna más? Eso... Ya lo veremos.
A la semana siguiente, Plumillas repartió los periódicos y como habían prometido a Pirú, él y Matilda explicaron a sus compañeros los peligros que había en el bosque. La seño hizo muchas preguntas que casi todas fueron contestadas por la simpática lagartija mientras el ratón presumía de lo lindo de sus fotos y sus "heridas de guerra". Al fin, la normalidad volvía a Casa Encantada.
- ¡Matilda, ayúdame! ¡Ayudaaaa! - Gritaba mientras observaba en primer plano las temibles fauces de la criatura-
- ¡Ay madre que se lo come!
La lagartija, desesperada, sacó de su mochila la flor azul con la que se podía comunicar con Pirú, su salvación dependía de la rapidez con la que pudiera llegar el mensaje, aunque el panorama no pintaba nada bien.
Yolanda y el mago caminaban rápido cuando escucharon gritos.
- ¡Es Plumillas! - Dijo la seño llevándose las manos a la boca-
- ¡Por aquí! - Señaló Pirú-
Al llegar al claro se encontraron con la dantesca imagen.
- ¡Pirú! ¡Gracias a Dios que has venido! - Dijo la lagartija aliviada al ver a su amigo-
- Ya hablaremos tú y yo tranquilamente, jovencita. Ahora hay que salvar a Plumillas de ese monstruo.
El Ojáncano había abierto la boca y el ratón estaba desapareciendo dentro, la situación se había torcido bien.
- ¡Yolanda, disparemos a las manos! ¡Rápido! - Ordenó Pirú-
Una lluvia de flechas cayó sobre el extraño ser, una de ellas se clavó en la mano que sujetaba al ratón y en una sacudida fortísima lo soltó y fue a parar al suelo desde una altura considerable. El monstruo, enfadadísimo, se quitó las flechas y se giró dispuesto a destrozar a sus atacantes, pero el mago alzó el báculo y lo inmovilizó.
- ¡Corred! ¡El hechizo solo durará unos minutos, este Ojáncano es demasiado fuerte! -Gritó Pirú-
Pero Plumillas seguía en el suelo.
- ¡Vamos, levanta tenemos que irnos! - Le gritó Matilda-
- ¡Me duele mucho el brazo! - Contestó con un gesto de dolor-
El mago se agachó, recogió a ambos y los entró en uno de sus bolsillos mientras salían corriendo para alejarse todo lo posible. Cuando pensaron que ya estaban a salvo, se detuvo y depositó en el suelo a los aventureros.
- ¡Os reñiré luego! Ahora veamos ese brazo, pequeño.
Inspeccionó al ratón detenidamente para finalmente comprobar que en la caída se lo había roto.
- No te muevas, te lo arreglaré.
- ¿Me va a doler? ¡Ay, ay, ay!
- ¡Pero si no te he tocado todavía, diantres! - Exclamó el mago sorprendido-
Cogió el báculo y lo acercó hasta el brazo del ratón, una luz rosada brilló en su extremo y con ella envolvió la extremidad. El mago había cerrado los ojos y murmuraba unas palabras inaudibles.
Yolanda y Matilda observaban en silencio y a cierta distancia el trabajo de magia. En unos minutos, Plumillas pudo volver a moverse con normalidad.
- ¡Es fantástico! ¡Gracias Pirú! - Exclamó feliz-
- Bien, ahora sigamos camino, ya tendremos tiempo de hablar. - Contestó muy serio el mago-
La vuelta a Casa Encantada no fue muy divertida, Pirú no quiso emplear su magia e hizo que todos caminaran hasta el tren. Y había un buen trecho... El tenso silencio solo se rompió cuando al fin llegaron a su hogar.
- Bien, os quiero a todos en mi despacho en media hora - Ordenó el mago-
- Pero Pirú, tenemos hambre y no hemos descansado apenas, por favor.... - Suplicó Matilda-
- En media hora, he dicho.
Era la primera vez que veían a su amigo tan enfadado, la gamberrada había ido más allá de lo que estaba permitido en Casa Encantada. Ya en el despacho:
- Habéis puesto en peligro vuestra vida, la de mi amigo Martín y la de la seño Yolanda. Como comprenderéis no podemos dejar pasar por alto una gamberrada de este calibre.
La seño Yolanda permanecía de pie en la mano del mago, asintiendo a cada palabra.
- Los Ojáncanos, Roblones, Culebres, etc.., son seres muy peligrosos y solo un experto puede provocarlos y salir con vida de ese encuentro. Habéis tenido suerte de que vuestra profesora se preocupe tanto de vosotros porque de lo contrario, ahora mismo no estarías aquí para contarlo.
El ratón y la lagartija escuchaban avergonzados.
- Y dadle las gracias también a vuestros amigos Blas y Benito, si no nos hubieran contado vuestras intenciones, no habríamos dado con vosotros. - Añadió Yolanda-
- ¿No vais a decir nada? - Preguntó Pirú.
Matilda dio un codazo al ratón que la miró sorprendido.
- ¿Se te ha comido la lengua el gato? Para querer ser periodista te quedaste sin palabras, listillo. - Susurró maliciosamente la lagartija-
- Pues tú dejas mucho que desear como arquera ¡So petarda!
- ¡Me ha dicho, petarda! ¡Pirú!
Tanto el mago como la seño asistieron atónitos a la discusión de los traviesos amigos. No querían reírse, pero la situación era cada vez más cómica.
- ¡De no haber sido por mí, no habrías visto a los Ojáncanos y no habrías hecho las fotos! - Aclaró Matilda-
- ¡Y tú no te habrías apuntado otra aventura! Además, el monstruo me cogió a mí y no a ti.
- Ooooh ¡Qué pena que no te haya comido! ¡Orejotas!
- ¡Vale ya! - Gritó el mago haciendo que callaran al instante- Como castigo, Plumillas tendrá que escribir el mejor artículo de su vida sobre Ojáncanos y otros seres peligrosos del bosque. Y tú, Matilda, tendrás que ayudarle a maquetar y sacar un buen periódico para esta semana. Quiero las mejores noticias. Después, contaréis a vuestros compañeros lo que no debéis hacer jamás con esos monstruos. ¿Entendido?
- ¡No quiero trabajar con él! - Gritó Matilda.
La seño, cansada de tanta protesta, bajó de la mano de su amigo y se dirigió a los desobedientes alumnos. Cogió de la oreja a Plumillas y de la cola a la lagartija.
- ¡Y ahora os vais a dar un abrazo de verdad o los dos estaréis fuera de esta casa en menos que se dice miau!
Aquella amenaza fue lo peor de todo ¿Qué harían ellos sin sus amigos? Así que finalmente se miraron, se abrazaron y rieron recordando todas las trastadas que habían hecho desde que salieron un lunes de su hogar y hasta que regresaron para... ¿No volver a hacer ninguna más? Eso... Ya lo veremos.
A la semana siguiente, Plumillas repartió los periódicos y como habían prometido a Pirú, él y Matilda explicaron a sus compañeros los peligros que había en el bosque. La seño hizo muchas preguntas que casi todas fueron contestadas por la simpática lagartija mientras el ratón presumía de lo lindo de sus fotos y sus "heridas de guerra". Al fin, la normalidad volvía a Casa Encantada.
La ratoncita de fieltro es propiedad de Johana Molina, puedes visitar y adquirir sus diseños aquí:
https://www.etsy.com/people/feltingdreams
Obra registrada, queda prohibida su copia parcial o total y su reproducción sin permiso expreso y por escrito de la autora. Código de Registro número: 1905240986376