jueves, 5 de noviembre de 2020

Un nuevo amigo en la Charca de los Patos. Tejo y el Gambigrupo.

El invierno había llegado a la Charca de los Patos, la lluvia regaba la tierra que más tarde daría cosecha y eso era algo que a Pepa Jones le encantaba. El olor a tierra mojada, el laboreo del campo desde bien entrada la mañana, el abuelo entrando y saliendo... Cerca de la chimenea todo se percibía de forma apacible, El Tejar despertaba y los sonidos típicos inundaban todo.
.- Abuelito, ¿puedo salir a la charca?
- ¿Lloviendo? No, que te constipas.
- Abue, eres un aburrido...

En ese momento sonó un mensaje en el móvil de la niña. Era Julián, le había tocado llevar a Gambita al veterinario. Finalmente, el gato era de todos, así que  tenían que responsabilizarse de él: Revisiones, comida, mimos... Era todo compartido.

Grupo de WhatsApp <<Gambigrupo>>
JULIÁN: ¡Hola chicas! 🙋🙋 Aquí estoy en el vete con Gambita. No parece muy contento porque dos veces me ha hecho "pfffffffff"
PATRICIA: Ja,ja,ja,ja. Pobre, es que no hace gracia ir tan temprano a que te pinchen.
ESTRELLA: ¡Hola a todos! A ti también, Gambita.😻 ¿Pero le van  a pinchar?
PEPA: ¡Hola! Que va, según su cartilla solo le toca desparasitarse, lo que pasa es que -como sabéis- escupe las pastillas, así que mejor que lo haga el veterinario. Una cosita, estoy en nuestro centro de operaciones, ¿por qué nos os venís? Podemos organizar una excursión por los alrededores.
JULIÁN: En cuanto salgamos nos vamos para allá. Preparando  en 3, 2, 1...😉
PATRICIA. ¡Como las balas!
ESTRELLA: Vaaaamos para allá! 💓😘😘😘
PEPA: Os espero, voy a convencer al abuelo de que nos deje salir con lluvia. ¡Es lo más!😘😘😘😘😻

Mientras, Julián intentaba convencer a Gambi de que no le pasaría nada, pero el gato sabía que habiendo batas blancas, mínimo se llevaba un termómetro por el culete. No estaba dispuesto.

- Julián y Gambita, podéis pasar - Dijo Gerardo, el vete-
- Vamos allá, amiguito.

Sacó al gato y este nada más verse fuera del trasportín intentó escapar, después les hizo "pfffffff" a los dos. No tenía ni pizca de ganas de estar allí. 

- ¡Gambita! ¡Pórtate bien!

Pero el gato no estaba por la labor. Mientras Gerardo preparaba la pasta para desparasitar, el michi dedicaba sus bufidos y manotazos  a todo el que pasaba por allí.

- Veamos, abre la boca, Gambita. - El vete se acercaba con la pasta y el gato apretaba la dentadura de tal modo que no había manera-
- Déjame a mí, a ver si yo puedo - Le propuso Julián-

Pero Gambita, nada más sentirse la pasta en la boca la escupió. Lanzamiento de guarrada desparasitatoria a un metro de distancia. Ambos se quedaron asombrados.

- Con que esas tenemos. Bien, pues no te vas a escapar. Pipeta al canto.

Gerardo le puso en la parte trasera del cuello una pipeta con un líquido transparente. Cuando sintió el frío, Gambi se quiso escapar, pero no pudo, Julián lo tenía bien sujeto. Después le tocó una buena revisión, así estarían seguros de que estaba sanito y encararía el invierno en buena forma. Se enfadó mucho cuando le tomaron la temperatura, pero Julián se puso serio y no le quedó más remedio que aguantar. 
Terminada la visita, gato y niño salieron pitando con la bici para El Tejar, allí esperaban sus amigas que nada más verlos corrieron hacia ellos.

- ¡Holaaaa! Madre mía la que ha liado Gambi ¡No quiere ni ver a Gerardol!
- ¡Buen gato! Así se hace - Dijo Patricia cogiendo en brazos al michi que se puso mimoso- Pobre Gambi, es que nadie te quiere nada más que yo.

El animal fue pasando de mano en mano, mimado en extremo hasta que al final se durmió.


- Bien chicos ¿Qué habéis pensado? Preguntó Estrella-
- Pues quería que fuésemos a un lugar cerca del arroyo, hay un zorrito y es precioso, pero el abuelo dice que verdes las han segado, que es peligroso salir con este tiempo y que no. -Respondió Pepa apesadumbrada-
- Pues vaya faena... -Se lamentó Julián- ¿Y si hablamos con Dimas?

En ese momento, el bueno de Dimas entraó en el salón y los niños se le quedaron mirando.

- Uy, uy, uy... ¡Vosotros estáis tramando algo y me queréis liar!
- Dimas, por fi ... ¿Nos dejas ir al arroyo? -Preguntó Pepa uniendo sus manos en forma de súplica-
- ¿Lloviendo? ¡Ni hablar!
- Jo, Dimas, de verdad... ¡Eres un aguafiestas! - Le dijo Julián-
- Venga... Si tú mandas más que abuelito y total... ¡Si no se va a enterar! - Le insistió Pepa-
- ¡Claro, es que tu abuelo es tonto! Cuando vuelva y no os vea a ver qué le digo yo.
- ¿Y si nos llevas a dar agua al toro Caprichoso? ¡Ahí no puede decir nada, eh! -Propuso Patricia-
- Bueno, bueno... Está bien. ¡Pero tenéis que hacer caso a lo que diga, eh!

Los niños cogieron sus chubasqueros y salieron pitando para los establos. Dar agua al toro Caprichoso era lo mejor. En el camino, Dimas les contaba cómo había llegado Caprichoso hasta allí. Lo habían comprado en una feria y siempre había sido muy noble, pero estaba muy mimado y acumulaba manías, como la de tener que echarle agua en la espalda antes de beber. 

- Oye, Dimas. ¿Y no bebe si no le mojáis el lomo? - Preguntó Estrella .
- No. Es así de...
- ¡Caprichoso! -Gritaron los niños a la vez mientras reían a carcajadas-

Cumplieron el ritual y a los chicos aquello les pareció más bonito que nunca. Bajo la lluvia, la piel del animal relucía brillante y el chapoteo en el agua se mezclaba con las risas en una mañana inolvidable en la Charca de los Patos.

- Dimas, ¿podemos ir un momento al arroyo? Tú nos esperas, ¿vale? -Propuso Pepa-

Al final, como no, convencieron al hombre que esperó allí a que los pillastres volvieran.

- ¡Tened cuidado! Si es que al final me acaban liando...- Murmuró el hombre resignado-

Bajaron y siguieron arroyo arriba hasta que llegaron cerca de los olivos, de repente.... Un zorrito les salió al paso. 


- ¡Mirad, chicos! ¡Os lo dije! Estaba segura de que en el hueco que vi el otro día había zorros. ¡Es precioso! - Exclamó Pepa-

El animal no parecía muy asustado, debía estar acostumbrado al paso diario de gentes y eso lo hacía confiado.

- Habrá que buscarle un nombre- Propuso Julián.
- ¡Foxi! -Dijo Patricia-
- Ay no... ¡Qué cursi! Tiene que ser algo más original -Opinó Estrella-
- Benito -Vuelve a proponer Julián-
- ¡Noooo! Que así se llama un amigo del abuelo José. Ja,ja,ja,ja. - Pepa rió la ocurrencia de su amigo-

Comenzó a llover con fuerza y escucharon la voz de Dimas llamándolos. El zorrito corrió a cobijarse en su zorrera y los chicos emprendieron camino de vuelta.

- ¡Dimas tenías que verlo! ¡Es precioso! Pero no tiene nombre... - Dijo Pepa-
- Bueno, pues ahora os sentáis alrededor de la chimenea y le buscáis uno mientras os preparo algo de comer hasta que llegue el mediodía. ¿Qué os parece?

A los niños les pareció una buenísima idea y así, entre risas y apuestas para ver quien tenía el nombre más adecuado para el zorrito, llegó el mediodía. El abuelo José entró en el salón, acarició a Gambita que seguía durmiendo y se sentó con ellos.

- ¿Ya tenéis nombre para el nuevo miembro del Gambigrupo?
- Julián quería ponerle Benito, abue. - Dijo Pepa-
- ¡Hala, que acusica! - Se enfadó Julián-

Pero el abuelo José rio a carcajadas la ocurrencia del chico. Estaba seguro de que sería muy divertido ver la cara de su amigo Benito cuando lo supiera. Finalmente le pusieron "Tejo", por El Tejar, y así quedó bautizado su nuevo amigo. Eso sí..., aún no sabían cómo se lo iba a tomar Gambita.
Decidieron que esa misma tarde intentarían acercarse para ponerle un bonito collar que le había hecho el abuelo José con un trocito de cuero. Con un punzón había grabado su nombre y había quedado muy coqueto. Casi no tuvieron paciencia, a eso de las tres y acompañados de Dimas bajaron de nuevo al arroyo.



- Dimas ¿Tú crees que Tejo está solo? No se ve a ninguno más por aquí - Preguntó Estrella-
- Bueno, es grandecito ya y sus hermanos y su madre se han debido marchar. Es raro que él permanezca aquí así que hay que ganarse su confianza por si necesita ayuda.

Esperaron pacientemente para que saliera el animal, pero no lo hizo. Se asomaron a la zorrera y no vieron nada. Aguardaron una, dos horas..., hasta que la lluvia volvió con fuerza y tuvieron que regresar al Tejar.

- Qué fastidio, no hemos podido verlo -Se quejaba Patricia-
- Mañana volveremos, no habrá ido muy lejos. -Propuso Dimas-

Al día siguiente, el Gambigrupo estaba en El Tejar a las diez de la mañana, el tiempo seguía revuelto pero eso no iba a parar a los niños en su búsqueda de Tejo. Bien equipados de botas de agua, chubasqueros y linternas se fueron a intentar ver a su nuevo amigo, sin embargo, el resultado fue el mismo que el del día anterior. Ni sombra del zorro. ¿Dónde estaría? 
Cansados de esperar decidieron dar una vuelta por los alrededores, por si estaba cerca o lo que era peor, en peligro. Caminaron arroyo arriba escudriñando todo hueco susceptible de albergar al animal, pero nada. Bien entrada la mañana y hambrientos, decidieron regresar y seguir con la búsqueda más tarde.
Salieron al camino y al pasar por una cerca escucharon algo parecido a lamentos.

- ¿Habéis oído eso? - Preguntó Julián-
- Es como un perro aullando o algo así - Contestó Estrella guiñando un ojo y alargando su cuello hacia el lugar del que venían los chillidos-

Gambita, que hasta ese momento había permanecido quieto, salió corriendo, saltó la pared de piedra y empezó a maullar como un loco. Estaba enfadado. 

- ¡Gambita! ¡Vuelve! - Gritaba Pepa-
- Vamos a ver qué pasa ahí detrás. -Dijo Julián-

En un pis pas saltaron la cerca y vieron a Gambi con todos los pelos de punta y amenazando a algo que le chillaba desde una caja de madera. Cuando los niños se acercaron vieron que era una jaula minúscula donde tenían encerrado a Tejo.

- ¡No me lo puedo creer! -Gritó Patricia enfadada- ¡Han encerrado a nuestro zorro!
- Tranquilidad, tenemos que ver cómo lo sacamos de aquí - Dijo Pepa-

Gambita seguía bufando a Tejo y este acobardado solo se lamentaba.

- ¡Estate quieto, Gambi! - Le riñó Julián- 

Los niños intentaron abrir la jaula sin éxito. Con el jaleo que se había montado, el dueño de la casa salió alertado y se encontró con los niños.

- ¿Qué hacéis vosotros aquí? ¡Pillastres! Ah., tú eres la nieta de José, ya te conozco yo a ti. ¡Menuda gamberra!
- ¡Oiga señor! ¡Que mi amiga no es ninguna gamberra! -Gritó enfadado Julián-
- ¡Y tú también! ¡Y esas! ¡Todos sois unos gamberros! ¿Qué hacéis en mi propiedad?
- Usted tiene a nuestro zorro, venimos a por él - Dijo Estrella sin amilanarse-
- ¿Ese bicho? Ese bicho me ha robado dos gallinas y ya no me roba más. ¡Largo de aquí ahora mismo si no queréis que llame a la Policía!

Aquel hombre enfadado llevaba una garrota que aireó varias veces en el aire. Gambita fue el primero en saltar la cerca y detrás sus amigos que llegaron muy asustados al Tejar. El abuelo José al verlos se alertó.

- ¿Qué ha pasado? ¿Por qué estáis tan asustados?
- Abuelito, el hombre ese nuevo que ha venido a La Viñilla tiene a Tejo encerrado y ha dicho que somos unos gamberros porque nos hemos saltado la cerca.
- ¿Eso ha dicho? No sé a qué ha venido ese señor a estas tierras. Le molesta todo: animales, niños, mayores... He intentado acercarme a él, pero es un erizo. 
- José, si te parece bien vamos a hacerle una visita - Propuso Dimas bastante molesto por lo que escuchaba- No voy a consentir que se quede con el zorro de los niños y mucho menos que los amedrente.
- Dice que le ha robado gallinas -Aclaró Patricia-
- ¡Pues claro! ¡Es un zorro! Pero nosotros tenemos que ser más listos que ellos. Por aquí no es habitual verlos, de hecho nunca los hemos visto así que ese animal ha debido llegar a estas tierras por algo. -Dijo Dimas-
- Sí, es muy raro, nunca ha habido zorros por aquí. Ese animal venía huyendo o está enfermo porque no es normal que sea tan confiado -Añadió el abuelo José-
- Nos lo podemos quedar, ¿verdad? - Preguntó Estrella-
- Sí, claro - Respondió el abuelo José - Pero en las mismas condiciones que Gambita, es decir, tenéis que haceros cargo de su alimentación, higiene, vacunas... Puede quedarse aquí, pero la responsabilidad es vuestra.
- ¡Bien! -Exclamó Julián- Uno más en el Tejogambigrupo.

Todos rieron la ocurrencia de Julián, pero siendo conscientes de que un animal es una responsabilidad y que ahora tendrían doble trabajo. A eso se sumaba que había que educar a Tejo e intentar que él y Gambita se llevaran lo mejor posible. Eso... Si conseguían rescatarlo, claro.
Estaba anocheciendo y los niños convencieron a Dimas para ir a por Tejo, temían que aquel hombre pudiera hacerle algo. El abuelo José dejó en manos de su hombre de confianza a los niños y el asunto del zorro mientras él organizaba el ordeño de las vacas.
Cargados con linternas llegaron hasta donde habían visto al zorro, pero ni rastro del animal.

- ¡No está, no está! ¡Ay que lo ha matado! -Patricia rompió a llorar desconsoladamente contagiando al resto del Gambigrupo-
- ¡Tranquilos, tranquilos! Estoy seguro de que Tejo está bien, lo tendrá en algún sitio, hablaremos con él y nos lo llevaremos.

Pero no había consuelo para los niños, se temían lo peor. De repente escucharon un lamento conocido, lejano, pero perfectamente identificable.

- ¡Tejo! - Exclamó Julián sorbiéndose los mocos- ¡Vamos a por él!
- ¡Quieto ahí jovencito! - Dimas agarró a Julián por el gorro del chubasquero- Vamos a entrar por la puerta, como personas civilizadas.

Se dirigieron a la cancela de entrada y Dimas tocó una campana varias veces hasta que salió aquel hombre malhumorado.

- Ah, eres tú, Dimas. -Dijo mirando de reojo a los niños-
- Damián, buenas tardes. Tengo entendido que tienes un zorro aquí retenido y es de los niños, vengo a llevármelo.
- ¡De eso nada! Se ha comido dos gallinas y se va a quedar ahí hasta que se muera.

Al oír semejante disparate todos se quedaren horrorizados.

- Venga hombre, no digas eso. Déjame entrar, cojo al zorro y no volverás a verlo más.

Dimas hizo ademán de entrar, pero Damián le cortó el paso y además le empujó delante de los niños que se asustaron mucho.

- ¿Qué haces? ¿Delante de los niños? Está bien, he intentado arreglar esto por las buenas, pero tú lo has querido. Chicos, llamad a vuestros amigos del Seprona  y a ver si se pone tan empujón con ellos.

A Julián le faltó tiempo para sacar su móvil. Damián pensaba que era un farol, les cerró la puerta y se metió en su casa.

- Luis, ¡soy Julián! -Puso el manos libres para que todos pudieran oír y hablar-
- ¡Hombre, pillastre! ¿En que lío os habéis metido ahora?
- Un vecino del Tejar tiene un zorro encerrado y pretende dejar que se muera de hambre. Hemos venido a por él para rescatarlo, pero ha empujado a Dimas.
- ¿Cómo? ¿Dónde estáis?
- Agente, estamos en la puerta de "El farol", en la Viñilla. - Dijo Dimas-
- Dimas, ¿está usted bien? - Preguntó el agente-
- Si, estamos bien, los niños un poco asustados.
- Bien, yo no estoy de servicio, pero están Alberto y Mónika. Os los mando, esperadlos allí. Esto no va a quedar así, os lo prometo.

Los niños sonrieron satisfechos. En menos que se dice miau, llegaron los agentes.

- ¡Hola chiquitos! - ¿Qué está pasando aquí? - Preguntó Mónika-

Los niños contaron con pelos y señales todo lo que había pasado, incluido el empujón a Dimas que tanto les había dolido. Los agentes abrieron la cancela y entraron seguidos de los niños y del bueno de Dimas.

- ¿Es usted Damián Florito? - Preguntó Alberto-

Los niños al oír el apellido se echaron a reír ¡Florito! Bonito nombre para un gato. 

- Yo soy ¿Qué es lo que quieren?
- Tiene usted retenido a un animal salvaje y es un delito, por lo tanto le ruego lo ponga en libertad ahora mismo o tendrá que atenerse a las consecuencias. Tenemos también constancia de que ha empujado al señor Prats delante de estos niños, por lo cuál exigimos una disculpa ahora mismo

Damián se asustó. No pensaba que fuera a llegar a tanto la cosa y balbuceó una disculpa que a los niños hizo gracia.

- Cagao está, miradle - Dijo Patricia por lo bajo al resto del Gambigrupo -

Los niños rescataron al zorro que asustado como estaba agradeció los brazos que lo llevaban hasta el Tejar. Ni el Seprona pudo convencerlos de que el animal debía volver al campo.

- ¡Que no, Mónika! - Dijo Julián enfadado- Nosotros lo vamos a cuidar porque está enfermo, mírale. Y le pondremos vacunas y estará a salvo. Por fa...
- Alberto ¿Qué hacemos? -Preguntó la agente a su compañero-
- Con ellos tienes la guerra perdida, ya te lo digo.
- Pero es que no se debe hacer esto... ¡Es un animal salvaje!

Los niños comenzaron a hacer pucheros y la agente se puso nerviosa.

- ¡Está bien, está bien! Cuidadle, pero que no sirva de precedente porque estos animales tienen que estar en el bosque y no como si fueran perros y si os dejamos a vosotros pues...
- Mónika ¿Nos das una vuelta en la moto? Luis siempre lo hace. - Preguntó Julián sin dejar que la agente acabe su exposición-
- Te dije que con ellos, no se puede- Sonrió Alberto que conocía bien al Gambigrupo-

En El Tejar, los agentes hablaron con el abuelo José, no les hacía gracia que los niños se quedaran con el zorro, pero estaba claro que el animal necesitaba cuidados y que después sería peligroso dejarlo en libertad. También estaba claro como el agua, que los niños no permitirían que se lo llevaran a un centro de recuperación.
Después de montar a los chicos en las motos, los agentes volvieron a su ruta y los niños corrieron a acomodar a su nuevo amigo y a buscarle algo de comida y agua. Al día siguiente le tocaba visita al veterinario.

- Aquí estarás bien, amiguito. -Dijo Dimas que traía un pequeño colchón relleno de paja que había fabricado en cinco minutos-
- ¡Qué chulo, Dimas! -Exclamó Pepa-

Nada más poner el colchón en el suelo, Gambita se adueñó de él y el pobre Tejo miró a todos con ojos tristes. En cuanto lo vio, el gato le había dedicado un hermoso bufido, no estaba dispuesto a compartir a sus amigos con un zorro. ¡Faltaría más! 
Los niños se rieron, lo retiraron y lo pusieron en su cama para poder poner a Tejo en el colchón. Y la noche transcurrió tranquila, el zorrito durmió feliz y con la tripa bien llena. Al día siguiente acabó en el veterinario con todas las vacunas y una medicación especial porque estaba muy débil, pero día a día, nuestro amigo Tejo ganó peso y ahora corretea feliz por la Charca de los Patos. ¿Con Gambita? No, Gambita no lo quiere ni ver, pero tiempo al tiempo.
El abuelo José visitó a Damián y le llevó unas gallinas para compensar la pérdida de las suyas. El hombre se sintió avergonzado y prometió no volver a hacer nada malo contra los animales salvajes.
¿Quieres saber qué aventuras le esperan a Tejo? Pues no dejes de seguir al Gambigrupo.

NOTA: Muchas gracias a Julián por las fotos. ¡Y por llevar a Gambi al vete! Ja,ja,ja,ja.

jueves, 29 de octubre de 2020

LA VÍA

La vía se ha quedado ciega y los adioses flotan en un espacio donde no resucitarán jamás. Soria abandonada, tierra de poetas que escribieron todo cerca y lejos de ella, sueños hermosos aborrecidos por la ausencia. 

Final de trayecto, distancia inmensa entre el fue y el ahora vestido de luto, como las golondrinas que hoy no vendrán. No hay viajeros ni trenes en esta vía hermosa comida de soledad, pintada por los pinceles del olvido, siempre fieles al recuerdo inexorable. Ya no hay vaho de madrugada ni vuelvo en tres días, pero así, con sus miserias y desilusiones esta vía late entre la hierba como guardiana de la vida. Vieja y sin suerte, rompe cada día la monotonía del paisaje para traer de vuelta las emociones que llevaba sobre su columna ahora oxidada. Ni siquiera la lluvia la alejará de la tierra, en ella se acunan historias que viajan hacia nunca y allí, dormidas serán lo que tengan que ser por toda la eternidad.




Fotos de mi amigo Manolo Rubio en tierras de Soria.




martes, 27 de octubre de 2020

PAISAJES.

 El cielo vestido de purísima y las ramas ya doradas anuncian que ha llegado el otoño. Luz que dejará de ser verdad para ser duelo, para disfrazarse de tiempo aletargado y lluvia en las almenas.
Sin embargo, hoy el día se derrama en cantos de pájaros que incendian el aire. La tregua hasta la oscuridad es apacible y permite vestir las cercas de cabelleras de yedras, latiendo en las piedras mientras el sol no sea devorado por la jauría de nubes que se vislumbra en el horizonte.
Paisajes de España vividos por siglos, despiadados con el hombre que se rompe la espalda tras el arado, gentiles con los ojos que buscan libertad. Esta tierra de reyes y colores extremos huele a pueblos deshabitados y amaneceres perdidos en la memoria, huidos de una muerte que la Historia llora.
Vamos a sentarnos, admiremos la tarde serena y la hierba tierna que tiembla sobre el suelo. Sentémonos, inocentes a esperar los versos que traerá el invierno.

Fotografía de mi querido amigo Manolo Rubio.

sábado, 24 de octubre de 2020

CELAJES.

La niebla confunde al día en la tierra vallisoletana, lo efímero del verano lo convierte en poesía abandonada en el tiempo. 
A la orilla del camino, los ángeles hacen confidencias al rocío que cae fácil, como redescubriendo una tierra que un día fue buena para el trigo. 
La soledad vive aquí, instalada entre la bruma y las horas, enredada a las ramas del árbol sin nombre. Los ángeles ríen, pasan inadvertidos al transeúnte que jamás se detiene. Él también está solo, en medio de este paraje desabrigado donde gota a gota, la niebla teje su red de cenizas. El corazón aletargado, el paso acelerado y la oscuridad del invierno, todo dibuja una tarde llena de soledad, donde los sueños se desvanecen desteñidos por la neblina. 

Los ángeles abren sus alas y ascienden a los altares de nubes. Se posan sobre el árbol solo, habitado de humedades y arrastrado inevitablemente al letargo.  Huele a invierno y las navajas de hielo volverán a hundirse en los campos, donde la soledad hierve en las lomas y la sombra apaga la memoria de agosto. 

Desmemoriado el sol, los cuerpos se preparan para las viejas heridas, esas que oxidan el alma en el eterno silencio. Solo queda ya la esperanza que los ángeles dejan a los pobres entre los glaciares del cielo. Rezad, ha llegado el invierno.

Fotografía de mi amigo Manolo  Rubio en tierras vallisoletanas.

viernes, 2 de octubre de 2020

TRUENO.

La tierra pone su aliento en el aire, huelo la vibrante fragancia que me recuerda la niñez. Vestiduras negras en el cielo, serpientes de luz. Trueno. La tormenta distribuye la sombra a lo largo y ancho del firmamento y el día retrocede. Se ha apagado, como si hubieran disparado a la bombilla del cielo y de repente, todo se volviera oscuro. Las nubes gritan y un fogonazo ilumina el pasto marchito del verano. He aquí el testimonio del tiempo, apenas un bocado en la vida del Hombre, pero una eternidad en estas tierras castigadas por el olvido.
Cierro los ojos, el viento tibio me envuelve con sus alas. Truena. De repente, lluvia. Armonía perfecta en esta ceremonia otoñal vista tantas veces con ojos siempre vírgenes. Cae el agua sobre el espíritu que en la quietud del campo tiembla emocionado. Y es entonces cuando soy siempre yo y en la tarde ciega de septiembre, vuelvo a la poesía, a galopar sobre las letras del jardín sagrado de la imaginación.

lunes, 14 de septiembre de 2020

PERSEIDAS.

El cielo se ha cubierto de un negro feroz, muchedumbre de estrellas que se suicida a cada poco en una noche lenta, llena de nombres y ropas extraviadas bajo la catedral oscura. Hay silencio, es hermoso y repetitivo, corre por entre las encinas como si flotara contemplando la noche agosteña. Al borde de la sierra alguien tiene besos en los bolsillos, besos que desenvuelve y vuelan a la piel de quien espera; no es nada prodigioso, saben el camino. 

Es verano, el calor cuelga de un cielo que entre los árboles tupidos deja ver sus diamantes. Si no hubiera nadie, ¿quién diría que esto existe? Cualquier corazón puede dormir aquí, pero no estará solo, la luz que choca contra el suelo pone brillo a la piel, como si la luna invisible devorara la soledad con sus brazos de plata. No, no se puede estar solo en un lugar donde la belleza es gratuita y se pavonea sin pudor. 

La oscuridad teje oraciones en este rincón profundo, palabras cortas que ponen sortijas al alma mientras crecen los aromas del amor y en lo alto, Nut despliega su manto para acoger el sueño como ayer, como hoy, como eterno.

sábado, 25 de julio de 2020

CHARCA DEL TEJERO

Comer a versos, "conbesar" a medias apenas nace el sol y levemente el aire trae frescura a la mañana. Amar en el campo, amar al campo. Me levanto y el cielo ríe, pone entre mis brazos el pasto húmedo que dejó la noche estrellada, poemas a medias que acaban en recuerdos de tiempos ya caducos.
No hay agua en el arroyo, pero sí en la charca que eternamente se rompe bajo el sol, aunque no lo suficiente como para desalojar a sus criaturas. Hay patos, garzas y otros animales que se suman a la vida, a mi vida. Suavemente la mañana inunda de matices mis ojos, llenos de felicidad, trenzados a la certeza de que este lugar, es mi lugar.  Contemplo el paisaje, abismos dorados salpicados de historias campesinas, de voces cálidas a la caída de la tarde. Es papá, vuelve cantando por los olivos, como si fuera un sueño, negro, bello como sus ojos.  Y se viene conmigo, a decirle a mi alma que el tiempo corre incansable y los sueños, de aquí para allá, vuelan si se abre la boca. Está cantando, otra vez, como antes, como siempre en este sitio de alegría, pero el corazón tristísimo de recuerdos, llora su vacío.
Armonía en el campo, versos, besos, trinos y papá, que mira pasar las vidas desde su estrella, la que pone rocíos y seda a las cosechas. Él siempre aquí, siempre eterno, siempre vivo. 

La foto de la Charca de los patos es de mi amigo Julián Moyano.