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miércoles, 7 de marzo de 2018

CONFESIÓN

- Yo soy de las que se pierden hacia dentro, levantando muros de silencio guardados por el respeto. Soy de ríos interiores que desembocan en insomnio cuando el temporal arrecia.

Se giró y fijó los ojos en la barra, bajo la luz tenue las pestañas dibujaron ramas en sus mejillas.
NOTA: Estas letras han sido sugeridas por esta imagen tan bonita que encontré en la web y que pertenece al artista Mike Redman. Si sabes algo más de ella, por favor, me encantaría que nos lo contaras.


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miércoles, 28 de febrero de 2018

LA CIUDAD DEL VIENTO

El viento arropa una ciudad que no se detiene, a través del enorme ventanal observo a las gentes luchando contra la furia de Eolo. la fuente que se muere de risa salpicando a los incautos que pasan demasiado cerca y las carcajadas de los jóvenes que son como pompas de jabón explotando y llenando todo de esperanza. Mi té está caliente, me sumerjo en su sabor especiado y en las letras que me acompañan.

“Por favor, por amor, por caridad;

que alguien me diga 

quien soy, si soy, qué hago yo aquí, mendigo.

Las ardillas-esfinges de Central Park

me proponen enigmas para que los descifre:

“vive y deja vivir”.

Y siento miedo. Soy el niño

que en el pasillo oscuro oye el jadeo del jaguar,

y canta, y canta y canta para ahuyentarlo,

para que la sombra no sea”

Dos chicas alemanas ríen y hablan a mi lado, la gente es la misma allá donde vayas; ama, ríe y sufre de igual manera que esta que pasa y vive en Córdoba. Sea esta gente u otra, el mundo cambia y las personas permanecen en vida y en memoria.
Se acerca la camarera para saber si deseo algo más y le pido alguna forma de gratitud: "que sea dulce, por favor". Diligente, me prepara un paquete lleno de ”gracias” rematado con un enorme lazo verde. ¿Cabe el agradecimiento en algo tan pequeño?
Ahora soy yo quien sale a enfrentar al dios del viento, el pelo se me enreda en la cara castigada ya de otros vientos y otros días. De repente caigo en la cuenta de que no es mi pelo de siempre y que echo de menos el rubio, rizado y despreocupado del verano, ese que me acompaña en días largos llenos de pecas y agua clorada bajo el sol potente de Andalucía.
Hay un chico en el semáforo con el pelo azul, le sonrío y le digo que me encanta, su cara se ilumina y se lee el asombro y la sorpresa. Me da las gracias, pero apesadumbrado me confiesa que a su madre no le gusta. Cuando el semáforo se pone verde, se despide con una sonrisa. Es muy fácil hacer felices a las personas, pero no estamos acostumbrados a regalar amabilidad. ¿Por qué no sonreímos más? ¿Tanto nos cuesta dedicar un pensamiento benevolente, sonreír a un bebé, dar los buenos días, ser amable con el dependiente?
Camino mientras el viento decide darme una tregua. Dos señoras mayores y elegantes como sólo Córdoba sabe serlo se cruzan conmigo y me dedican una fugaz pero efectiva mirada de examen. Me pregunto si he aprobado.
Al llegar a mi destino, una puerta giratoria me enciende la imaginación. La necesito para mis cuentos ¿Cómo sería que mis personajes entraran en una de esas puertas y apareciesen en un mundo mágico distinto? Me dirijo al sofá del lateral donde saco mi pequeña agenda salpicada de flores y anoto la necesidad de escribir un cuento con puertas giratorias; de fondo suena “True” en forma instrumental. Me paro a pensar un segundo y escribo. Una hermosa niña rubia me mira, le sonrío y me ofrece su piruleta, mi corazón se llena de burbujas y le devuelvo una sonrisa con un silencioso: “eres preciosa”. 
Pasan unas horas dulces repletas de palabras a dos y sabores para repetir, solo un tiempo después, la puerta me devuelve a casa. Durante el camino me pregunto si realmente soy feliz o es sólo un convencimiento, un parapeto tras el que esconderme de tantas realidades. Miro al cielo gris lleno de nubes apretadas que se empujan para ser las primeras en descargar su preciado tesoro, cierro los ojos y en mi interior nace una respuesta que atribuyo al alma: “Eres feliz porque lo elegiste cuando no había nada más que eso o la desesperanza" Sonrío para mis adentros, es cierto. No se puede ser feliz cada día, todo el día, los 365 días del año, pero se puede elegir cambiar el pensamiento cuando el que viene te está amordazando el corazón. Ser feliz es una elección, especialmente si el mundo exterior se hunde.
Alma, corazón, pensamiento, agradecimiento…., VIDA. Llenar los días de vida es todo cuanto se necesita, salir a buscar palabras, secar al sol lo que duele, no dejarse erosionar y continuar.
Me duermo, pero antes de eso las palabras de José Hierro vuelven a mi memoria:

He aprendido a no recordar.
Vine con nada apenas: un fósil
(tiene forma de corazón),
unas hojas rojizas de haya (Bucenwald,
disecadas entre las páginas de un libro).
Y paro de contar.
Fragmento de “Cantando en Yiddish”, del libro: “Cuaderno de Nueva York”



Todos los derechos reservados

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miércoles, 17 de enero de 2018

DUENDES

"Vienen pasando los caminos del norte, 
duendes de cabello verde y zamarras de lana. 
Hay una niña a la orilla del río, 
cuenta las hojas que arrastra. 
Sonríe feliz y se mira
en el espejo de las aguas" 

Raquel canta distraída y cuando levanta la mirada se topa con una comitiva de pequeños seres que atraviesa el bosque. ¿Cómo es posible? ¿Habrá sido su canción?

- Todo es posible aquí - Escucha -

Raquel, se dirige al duende que habla, es menudo -como es de esperar en un duende- y tiene un lunar en la nariz.

- Soy Grow, llevo a mi pueblo al otro lado del río, pero no podemos pasar- 
- ¿Puedo ayudaros?
- Claro, ¿ves ese árbol caído? Me pregunto si puedes cruzar por allí con nosotros. Te estaríamos tan agradecidos...

Raquel se levanta, se ata las trenzas arriba de la cabeza para que no le molesten y luego, toma a varios duendes que entra en sus bolsillos. Algunos son muy pequeños, duendes bebés que están asustados ante la niña gigante, pero ella no tiene intención de hacerles daño.
Cruza una, dos, tres veces y el pueblo de Grow se despide de ella feliz por la ayuda recibida.

- Esto es para ti - Le dice el duende a Raquel- Para que nunca estés triste.

Le entrega una piedra violeta que la niña recoge en sus manos y guarda emocionada. Observa cómo los pequeños duendes se alejan, a su paso la hierba tiembla y ella sabe exactamente el camino que han tomado, hasta que de nuevo, se encuentra sola frente al río y unas nubes comienzan a esponjar el cielo.

- Vaya faena que llueva ahora -Piensa-

Y el tambor de las gotas comienza a sonar, corre a resguardarse bajo un árbol que la acoge ahuecando sus ramas porque hoy..., todo es magia. Desde su refugio observa al bosque vestirse de un verde brillante, como si la lluvia hubiera dado una nueva vida a lo que ya rebosaba de vitalidad. El viento trae olor a tierra mojada y hace bailar a las hojas a ritmo de vals. Eso piensa la niña que se ha quedado dormida sobre la manta brillante que hace nada estaba bajos sus pies.

- ¡Raquel despierta o llegarás tarde al colegio!-

Mamá Pepi despierta a la niña que regresa de un mundo secreto donde ella y solo ella sabe que la verdad, se viste de verde y tiene carita de duende despistado.

Para Pepi y Raquel, dos amigas entrañables que encontré un día entre ropas y ahora conservo entre algodones. ¡Os quiero, chicas!

Mi amiga Raquel me envía esta foto desde Galicia, un lugar donde la magia sigue dando vida a lo imposible.

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martes, 9 de enero de 2018

Capa de armiño para Casa Encantada.

Se ha apagado el cielo, bajo el plomo de las nubes la nieve se extiende llegando hasta los pies de Casa Encantada. Como la reina es coqueta, se ha cubierto los hombros con algunos copos y simula capa de armiño sobre los huesos desnudos. La vejez de sus ladrillos no le ha traspasado el alma y por eso juega con lo que el tiempo le ofrece: nieve, agua, siembras de verdes lujuriosos, flashes de curiosos, miradas conocidas... Quien sabe cuánto futuro le espera.
Hoy, ha cogido el silencio por los picos y lo ha depositado en el aire, se ha aislado de los pájaros y las voces para disfrutar de un frío que le ha regalado manto de reina. No tirita, el viento le trae perlas que prende a sus ventanas, esperando unas manos que vuelvan a cerrar sus postigos. 
Me alejo, la dejo soñar mientras el agua comienza a caer y la desposee de unas joyas tan efímeras como sus deseos. Sonrío y me doy cuenta de que nada podemos llevarnos de aquí que no sea el amor, es la única moneda que acepta el barquero de la eternidad.
Buenas tardes Casa Encantada, mis letras serán tu esqueleto, el que soporte los inviernos y los olvidos cuando por fin decidas volver a la tierra que te alumbró.
Pepa Gómez.

Foto de mi amigo Manolo Rubio.


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martes, 30 de mayo de 2017

RESURRECCIÓN.


Vender el alma no purifica las heridas, pero igual nos convierte en recién nacidos desconocedores del amor que lleva tanta muerte.
No he venido aquí a regalar mis veintiún gramos, los perdí en una de tus sonrisas y ahora, habiendo partido de la estación de la vida, nuestras almas no volverán a cruzarse. No he venido a atesorar recuerdos, porque ya tengo aquellos besos abisales que serán memoria y testigo de existencia. Tú en cambio te llevaste el tiempo que mide las caricias, me pregunto para qué lo quieres si sólo sirve para una piel.
Tampoco he venido a desandar caminos para tropezar de nuevo en el mismo corazón. Yo vengo aquí a morir de te quieros y a resucitar en silencio.

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Camino a las emociones.

Hay caminos en las nubes que llevan al verano. A veces, me siento en la hierba a recorrer esos senderos con la mente, a buscar el sol detrás de los algodones y a traer historias de niña con coletas  a las siete de la tarde.
Las nubes son los guarda-historias de los niños, cuando eres mayor puedes entrar la memoria y rescatar tus vestidos con bullones, la pelota brillante y los amigos de nombres olvidados. A veces, muchas veces, hay que hacer introspección para no perder de vista quiénes somos y saber cómo éramos antes de olvidarnos de nosotros.
Ese camino lleno de recreos con rodillas tintadas de mercromina nos devuelve la pureza de las emociones. Ahora las emociones se venden, se garantizan y para eso se bien pagan. Otras veces se mal venden al primer hacedor de pinzas de estómago, pero esas no son emociones, son desconsuelos. ¿Acaso el desconsuelo no es una emoción? Me preguntarán los que leen, pero no, el desconsuelo es en todo caso una emoción enquistada, por lo tanto, un sentimiento.

Y sigo caminando entre las nubes, encontrando bicicletas con patines y sueños de muñecos. Hay olores a celindas y rosas de té que traigo de vuelta para la niña nueva, así los guardo para vivir, - que no resucitar-, a la niña antigua que vive entre la carne del presente.


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martes, 24 de mayo de 2016

Al paisano que no está


He encontrado en el campo una carpeta con algunas cosas escritas por mí hace mucho tiempo, esta en concreto es de 30 de julio de 1994. Recuerdo que este texto lo escribí en el reverso de una foto del Peñón y lo envié a un amigo que en ese momento estaba muy lejos. He respetado la redacción de entonces, probablemente hoy lo habría escrito con otras palabras, quien sabe.

"Tal vez a estas horas sobre tu ciudad caiga un sol de justicia, aquí está lloviendo. Es uno de esos días en los que el alma se vuelve melancólica, un día en el que te asomas a una ventana y el espíritu vuela con el ansia perdurable de lo infinito. Días que en lugar de ver un trozo de tierra húmeda por la lluvia, miras y descubres una tierra de vida intensa y profunda, un Peñón severo que se proyecta hasta el cielo azul y perenne. 
Cierra los ojos e imagina que vuelves de esos campos con la memoria llena de tierra fértil y arroyos frescos. Deja vagar tu alma en nuestra naturaleza, lentamente irá en procesión entre los inacabables matorrales acariciados por la espaciada y uniforme lluvia. Ahora, nuestro pueblo no descansa al sol, sino al inusitado frescor de una tormenta en blanco y negro. Es un paisaje de campo infinito, de pueblo, de tierra absoluta..., de Dios. Esta inmensidad no es producto de visiones de dramática emoción, es la inhóspita personalidad de nuestro Peñón. Paisaje de pardas encinas, de rocas bajo la húmeda penumbra de esta lluvia de verano. 
En mis pupilas alucinadas por la tormenta se graba un campo elevado sobre los hombres que pasan, un campo que sueña con un secreto reposo tras el combate con las aguas. 
Inmensa quietud la de nuestro paisaje en esta tarde dulce, serena y delicada, en esta tarde en la que el corazón se convierte en los ojos contemplativos de la muda tierra y los delgados árboles. 
El silencio que planea se infiltra y expande entre el pueblo. El horizonte negruzco, el viento que ruge..., todo parece advertir la llegada del otoño, un otoño que te traerá a ti de su mano. 
Cierra los ojos, así el recuerdo del Peñón adquirirá vida, imagínate una gran mancha grisácea jaspeada de vetas verduscas, imagina las redondas rocas adelgazadas por la distancia, imagina su oscura gravedad bajo un cielo rojizo. Cierra los ojos y... Vuelve

La foto es de mi amigo Julián Moyano.


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miércoles, 4 de mayo de 2016

Serenidad sin horas.

En la serenidad del campo donde las horas no importan.
Es esta casa el molde de mi alma, sus silencios mis recuerdos y su luz el que me falta. Aquí los problemas pierden su enormidad porque la tranquilidad hace que cambies la perspectiva, nunca es imposible aquí.
Las palabras hacen cola para tomar mi inventiva mientras los pájaros cantan, entran y salen por la enorme chimenea del salón. Sin miedo, sin vergüenza, conquistan cada una de las estancias con sus locos bailes aéreos mientras mi corazón percusiona al ritmo de sus alas. A veces les sigo al exterior donde se prenden a la sábana celeste como preciosos bordados. Los pájaros dibujan música mientras vuelan, por eso me gustan.
Escribir en este lugar es un privilegio, es fácil, tal vez por ello carece de mérito cualquier cosa que aquí se construya con palabras. Dejarlas caer para empezar de nuevo me divierte, me convierte en resucitadora de historias.
En esta casa el tiempo ha perdido la batalla, no existen prisas, no hay que ir, ni debería, ni tengo que. Cronos no cuenta, no quema, no pasa, no importa. El pragmatismo también dejó sus razones en la puerta, porque aquí no hay que ser útil, aquí, sólo se puede ser feliz.


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Lluvia de primavera.


Hay algo en la lluvia que me atrae, supongo que es esa invitación a la tranquilidad y a la introspección. 
Difícil encarcelar el pensamiento en días como el de hoy en los que apetece salir a enfrentar tu cara con el agua, a piel descubierta. Cerrar los ojos mientras las gotas acarician mi rostro dibujando caminos torcidos que hacen cosquillas. 
Entonces el espíritu toma el mando y envía la mente a lugares donde la realidad es líquida y tangible, está en mi cara, en mis manos..., en el cielo de novela negra, como las que escriben mis amigos. Pero mi cielo es azul, solo que hoy ha echado la cortina para que las flores se bañen sin que el sol las vea.


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lunes, 4 de abril de 2016

EL VALOR DE LOS SILENCIOS.

ALMERÍA TIENE el paisaje que imaginaba de pequeña cuando leía la Biblia. Llegué allí buscando una tranquilidad que no encontré y volví con un viaje al pasado.
Con los planes descabalados recalé en un chiringuito de playa al que no me apetecía ir, pero que acepté visitar para no contrariar a dos señoras que esa mañana me acompañaron en el desayuno. En realidad, las acababa de conocer, pero hay personas que no comprenden o no aceptan que otras busquemos aislamiento. Era mi día, pero se quedó sin el posesivo.
La caña de cerveza estaba fría, tanto que la sensación al probarla fue como si me golpearan el pecho, ya maltrecho por el constipado. Aislada de la conversación de dietas y vestidos que tanto me hastían, apuré mi bebida y decidí salir mientras ellas mantenían sus vasos intactos. Excusa perfecta, las esperaría fuera haciendo unas fotos. Entonces, me encaminé hacia esas palmeras solitarias en mitad de la arena. El viento furibundo traía gotas de agua de un mar plomizo, fiel reflejo del techo al que miraba y de repente..., me sentí como las naves de Felipe II. 
Miré el mar tintado de gris, víctima de un sol que se escondía entre las nubes. Seguí a las gaviotas, que parecían bordadas al paño rizado y oscuro del agua, y escuché el sonido dulce de las olas llegando y marchándose sin cesar. Aquel momento lejos del tedioso sonido del móvil y del bullicio de un chiringuito sumido en la sombra, me proporcionó serenidad. Pero nada en nuestra sociedad es tan efímero como el silencio. 
Me gusta el mar en invierno, cuando la vista puede perderse en el horizonte sin chocar con nada ni con nadie, cuando la única voz es la suya y el viento te hace llorar sin ganas.
Pero el día no era mío y había que volver, no sabía en ese momento, que la noche me traería años y los años, recuerdos. 
Y volví al ruido de compañías no buscadas para finalmente abandonarme al perecedero sosiego de mi habitación, donde cerré los ojos y pensé en una sociedad que no acepta el silencio. Decidí dejar sin sonido el teléfono, pues nadie respetó mi deseo de tranquilidad. Me sentí víctima de un tiempo con mucha tecnología y poca cultura, víctima de los que no desean soledad y por ello..., invaden la de los demás. 
Al menos, la noche aguardaba tras las horas cargada de emociones. Otra vez será, mar.








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martes, 17 de marzo de 2015

LETRAS DE BAR


El aire venía cargado de olores esa mañana, salía del hospital con los ojos enrojecidos a causa de una noche larga repleta de despertares y ruidos propios del lugar. El frío rebotó en mi cara y lejos de molestarme lo agradecí, tal vez de ese modo distraería mi mente empeñada en arruinarme el ánimo para todo el día. Miré al cielo, estaba emborronado por unas nubes que más que algodón parecían humo de chimenea. Probablemente detrás estuviese el azul pero de momento…, ni rastro.
Me cruzaba con otras gentes, nadie daba los buenos días y los míos se quedaban flotando en el aire, buscando unos labios que quisieran acogerlos y devolverlos con una sonrisa. No tuve suerte.
Ya en el bar, gentes iban y venían cargando sus vidas y sus historias. Eso pensé nada más sentarme en el reducido espacio que había entre mi silla y la del parroquiano de atrás. Entrar mis piernas en el hueco no fue fácil, pero el chico que ocupaba el asiento que obstaculizaba la maniobra, no estaba por la labor de facilitarla. 
Frente a mí, un grupo de médicos y enfermeros desayunaban con gran algarabía. Uno de ellos, relataba una historia que tenía encandilados a los demás, sus gestos histriónicos arrancaban risas y palabras de aprobación a su particular “cla”, totalmente entregada al guapo galeno. Por unos instantes me quedé observándolo, no parecía demasiado alto, sus rasgos y su marcado acento andaluz delataban a las claras su procedencia; era el típico hombre del sur de tez aceitunada y cabello zaíno al que tímidamente se habían tejido algunas hebras plateadas. Tenía los ojos enormes y en uno de sus barridos por el bar se chocaron con los míos que, como de costumbre, corrieron a esconderse. Me sentí como una niña pillada en falta, avergonzada me sumergí en la lectura del libro que traía entre manos a la espera de que llegara mi tostada con el té, algo que no tardó en suceder. La bebida era amarga en extremo, ni todo el azúcar del mundo podía disimular la pésima calidad de aquellas hierbas que al menos, calentaban el espíritu. 
Mientras desayunaba enterré mis ojos entre las letras del libro, aunque intentaba seguir el hilo de la historia, la voz de aquel hombre que unos minutos antes me había resultado tan atractivo, distraía mi empeño por centrarme en el texto. No me atreví a levantar la mirada, así que no sin esfuerzo me propuse seguir enzarzada en las aventuras de los neutrinos y su victoria en la carrera contra la luz. Entre sorbo de té y bocado de tostada desfilaron el gato de Schrödinger, los parabienes de la fusión nuclear y el Bosón de Higgs, sin embargo, por las esquinas de la atómica historia se coló un pensamiento o más bien, una pregunta. 
- ¿Por qué huyes siempre de la belleza? 
Y un nudo (ahora estaría bien decir gordiano), se echó en mi garganta. La tristeza me aplastó con una losa pesada cargada de años y recuerdos. Para colmo de males, aparecía una expresión en el libro, más bien una palabra, que agitó la poza de los sentimientos e hizo que los esfuerzos por concentrarme en lo que leía se diluyeran. Me sentí pequeña, tanto que si levantaba los ojos de las letras no lograría sobresalir por encima de ellas ni un centímetro. Atravesada por el lacerante pensamiento, mi corazón rebosó de amargura ¿Por qué huyo de la belleza? 


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domingo, 15 de marzo de 2015

NIEBLA


La noche me saluda, lleva la muerte dentro porque durará las horas suficientes para que salgan los fantasmas.-Silencio- Todos guardamos silencio, no hay sonido, solo el gas congelado de la niebla que nos devora al pisar la calle. La niebla es como lágrima noble, como estelas de ceniza, como memoria encerrada en su recinto de terciopelo gris.
Atrás quedan las palabras liberadas de prisión, misteriosas y a veces despiadadas con los corazones en los que remansan. Sonrisas, chanzas, preguntas que se esconden tras la implacable espuma donde la noche se suicida acorralada por las horas.
Entonces le dije: "La historia que mejor termina, es aquella que jamás comienza" Pero las palabras resonaron perversas como la lluvia sobre la tumba reciente. Y me marché recogiendo los harapos de mis recuerdos bajo la neblina gris, gris como aquellos ojos que un día dejé al borde de un porqué, de un te quiero...
Tenías que ser tú - hablé a mi corazón- quien pusiera ese puñal en mi lengua. 

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CONVERSACIÓN


—Yo sé quien soy, a veces cursi rezagada de otro siglo que lee poesía mala del XIX —susurró la mujer entornando los ojos.
—¿Qué entiendes por poesía mala? —preguntó su acompañante.
—No lo sé, porque entender de poesía es no saber nada. Se escribe para decir lo que no se sabe expresar en otro modo.
El hombre encendió un cigarrillo con la parsimonia de un condenado a muerte; la silueta femenina tembló tras la cortina de humo.
—Di, te amo — le rogó. Y ella... lo besó.


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lunes, 2 de marzo de 2015

TRANSMUTACIÓN

Hoy el sol parece una margarita, está lleno de síes y mofletes salpicados de pecas.
La primavera está cercando a las personas y la vela de la luz se iza para tapar velos invernales. Sí, llega color al mundo en blanco y negro y los sonidos se transforman por el vuelo de las abejas. Fin a la versión gris que empaña corazones, el mundo despierta y los ruiseñores leen mi nombre mientras paseo bajo el cielo esmerilado.

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AXEL VERBOORDT


Nace como todo lo sencillo, como la luz que incansable hila los días y descose las noches. Supongo que la alegría es eso, una aguja que borda el tapiz de nuestras vidas. No obstante, sale cuando quiere, a veces solo es un instante de emoción y vuelve a ocultarse bajo las telas de la existencia.
Ha de ser irreemplazable la alegría en el lugar en el que esté, jamás buscarse sinónimos porque pueden significar lo mismo, pero carecer de valor y recordar a otras felicidades que ya pasaron.

Estas letras han sido inspiradas tras observar la genialidad de Axel Verboordt. Calidez, elegancia, alegría, paz....
‪#‎SafeCreative‬







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sábado, 28 de febrero de 2015

VERSO LIBRE


- No busco comprensión en la queja y en la pena, más bien soy una exaltada vitalista que proclama la necesidad de la risa - Y se levantó dejando atrás a aquellas mujeres y su padecimiento existencial.

Su piel no tenía el color del arroz, ni cubría los brazos en señal de recato porque ella, a diferencia de las demás, no estaba sujeta a la temporalidad. No le gustaba compartir sus vicisitudes personales con aquellas cotorras que jamás captarían la emoción velada que se esconde en una sonrisa, así que se refugió en el humeante café que la induciría a uno de sus diarios análisis introspectivos.

- En su belleza solo cabe oportunidad - Se escuchó en el salón- Pero ella sonrió y se sumergió en el delicioso placer de saberse verso libre..., y anónimo.


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sábado, 10 de enero de 2015

SOL DE INVIERNO

Casa Encantada permanece bajo el velo del invierno, imitando a la vida cuando el sol tímido acaricia su carne húmeda. Éste sol no tiene tiempo, ni sustituye a oscuras hogueras que ya nadie recuerda. Es un sol débil, un sol que se sonroja cuando ve a la dama. Es posible que el astro dore sus sienes descarnadas, les dará color hojas de otoño para que parezca diferente, como si quisiera así devolverle vida. El cielo tiene barras rojas, es un mar de pétalos llevados por pájaros, apoyados en en el viento. Bajo él, la casa enseña a los Hombres, cómo no morir.

Foto cedida por mi amigo Julián Moyano.


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