Febrero lluvioso, año 2017, las niñas han crecido pero sus ganas de aventura siguen intactas. Tenemos nuevo gatito, su nombre es Frodo, como el hobbit, pero mamá entendió "Floro" y nos pareció tan divertido que se llama Florito. Bueno..., tenemos otro felino, Gambita, que ya conocéis por otras aventuras pero en éstas, nos acompaña el peque.
Bien, prosigo con mi relato en este día de magia.
Hace rato que no para de llover, el cielo entoldado invita al silencio y lo único que se escucha en el salón es el ronroneo incesante de los mininos. Descorremos las cortinas y miramos las nubes cargadas para toda la tarde.
- Tita pitusa, hace tiempo que no salimos de aventuras en un día de lluvia - Me dice Esther-
- Tienes razón, nos estamos volviendo comodonas -Le contesto-
- ¿Crees que Florito estaría dispuesto a acompañarnos? - Pregunta Marta-
- Pues habrá que averiguarlo. ¡Marta, en marcha!
- ¡A la orden tita!
Conservamos la rosa que el mago Pirú nos regaló, así que consultamos las llamas para contactar con él y visitarlo. Está bien cuidar de los amigos y si encima es mago, pues mejor que mejor.
Nos insta a vernos en Casa Encantada, nos dice que ha descubierto un sendero que cree que nos gustará, aunque no está exento de peligros así que hay que llevar los arcos y el carcaj repleto de flechas. Por suerte, los tenemos preparados.
En unos minutos, estamos en el coche. Floro viaja en la parte de atrás con Marta y Esther que prefieren ir con él en vez de conmigo. En fin..., tener sobrinas para esto.
- ¡Tita, música de aventuras por faaaa! -Propone Esther- ¡De Elfos ehhh!
El tiempo se detiene, regreso a unos años donde eran tan pequeñas que sus pies no llegaban al suelo del coche. Rescatamos la infancia y la magia comienza.
Llueve, voy despacio porque la visión de Casa Encantada bajo la lluvia es hermosa. Sus ladrillos rojos aparecen brillantes y las palmeras agitan las ramas en señal de bienvenida. De nuevo aquí, al lugar donde los sueños tienen residencia fija.
Arrecia, el olor a tierra mojada nos rodea y Florito olfatea el delicioso aroma que desprende la tarde. Nos preguntamos dónde estará Pirú, con un mago nunca se sabe. Decidimos salir y entrar en la casa, antes de que podamos rodearla, una silueta picuda nos saluda. ¡Pirú!
El tiempo pasa pero las formas de saludar a un mago no cambian. Nos ve venir corriendo y su cara de susto crece por momentos.
- ¡Oh santo cielo, si me alcanzan me tiran al suelo! - Murmura para sí Pirú-
Pero es demasiado tarde, las tres le abrazamos y..., ¡al suelo! Mago desparramado.
- ¡Nooo, cosquillas noooo!- Grita entre risas ante el ataque de Marta-
Le ayudamos a ponerse en pie y tras devolverle el sombrero al sitio destinado para él y el báculo a la mano, es él quien nos abraza de nuevo.
- Mis niñas, mis queridas, queridas niñas. ¡Qué alegría veros de nuevo!
- Ay Pirú..., ¡cuánto te queremos!. - Dijo Esther- Aunque con lo que llueve mira cómo te hemos puesto la túnica.
Nos miramos y nos damos cuenta de que todos estamos llenos de manchas de barro, pero con un mago a mano no es problema. Pirú gira el báculo, una nube rosácea aparece y entramos, a los cinco minutos nuestras ropas están como una patena.
- ¡Abajo las lavadoras! - Exclamo entre risas-
- Bueno chicas, ahora que hemos hecho la colada tenemos que ponernos en marcha o acabaremos como una sopa. Tengo una sorpresa para vosotras, al otro lado de la casa existe un sendero que cruza la vía del tren y lleva a un lugar que quiero que conozcáis. -Propone Pirú-
Cargadas con los arcos, flechas, carcaj, chubasqueros ...., el camino se hace un poco pesado, la lluvia no cesa pero el mago que lee en los corazones nos hace ver el lado positivo del momento.
- Chicas, la lluvia es el alimento de la tierra, en primavera se deshará de su manto pardo y entonces aparecerán las flores que ahora permanecen acurrucadas. ¡Alegraos porque los días de lluvia son también días de abundancia! Y..., de aventuras -Dice bajando la voz y sonriéndonos-
Sus palabras nos animan y pensamos que es un privilegio estar al aire y a la lluvia escuchando lo que la Naturaleza nos dice, que siempre es más de lo que creemos. Haciendo caso a Pirú permanecemos en silencio y entonces algo como una música lejana se cuela en nuestros oídos. Es magia, es Casa Encantada.
Giramos a la derecha y dejamos a un lado un gigantesco árbol que no recordamos. El mago nos dice que sólo puede verse si se camina en paz con uno y con todos y que por eso el viejo roble es llamado el Árbol del Amor.
- En nada llegaremos al Paso de Vindio - Dice Pirú-
- ¿El Paso de Vindio? - Preguntamos casi a la vez deteniendo la marcha-
- Sí, se llama así por el viejo rey que habitaba estas tierras, un rey enano cuyo sentido de la justicia era conocido en todo el lugar, incluso otras razas venían de lejos para someterse a sus sentencias sabiendo que serían siempre justas.
- ¿Hubo otras razas habitando el Guadiato? ¿Cuánto hace de eso, Pirú? - Pregunta Esther.
- Por supuesto, queridas, por supuesto. El día anterior a la historia conocida, esta tierra fue testigo de grandes gestas, tratados, alianzas, batallas y épocas de paz. Yo crucé los tiempos con casi todos y guardo buen recuerdo de mi amigo Vindio, así como de Nefër, el rey de los Hombres.
- ¿Nefër? - Pregunto asombrada
-¿Puedes contarnos más, Pirú? - Pregunta Marta con cara de intriga-
- Me temo que no, hemos llegado a la puerta. Dejad los arcos y las flechas en el suelo hasta que nos den permiso para portarlos. Sed respetuosas y no preguntéis demasiado - Nos aconseja el mago-
Hacemos caso a Pirú mientras observamos como se pierde por un enorme hueco abierto en un árbol casi tan grande o más que el Árbol de la Verdad. Florito, como era de esperar, se cuela con él. Estábamos ante el Paso de Vindio.
Esperamos durante diez minutos o menos, en seguida apareció Pirú con cara sonriente invitándonos a pasar con nuestros arcos. Nada más atravesar el gran hueco, apareció ante nuestra vista un maravilloso bosque cuyo suelo se cubría de hierba y plantas que no pudimos identificar. Florito hacía rato que se divertía con ellas, eso era evidente.
Nos recibió un enano joven, ataviado con vestimenta sencilla aunque rara para nosotras. Habría pasado desapercibido si no fuese por el collar que portaba: Era un triángulo de oro en mitad del cuál se suspendían una espada, una corona y un unicornio magníficamente trabajados. El enano percibió nuestra curiosidad y contestó justo a lo que pensábamos.
- Bienvenidas, mi nombre es Tágomas. El collar es el Vindílium, el símbolo de mi pueblo que sólo puede portar el rey. El rey es aquél que vence a la espada y amansa al unicornio, pero ya os lo contaré mientras comemos. ¿Qué os parece? -Propuso de manera afable-
Nos presentamos y le seguimos hasta un árbol tan grande que una secuoya a su lado parecería pequeña. Dentro, un salón amplio decorado con muebles de formas vegetales. Si mirabas hacia arriba encontrabas un complicado y bello enramado a través del cuál podía verse el cielo.
- Cuando llueve, se cierra - Le dijo Tágomas a Marta que ensimismada recorría con su vista cada rama-
- ¡Qué interesante, Majestad!
Tomamos asiento en cómodas sillas con forma de hojas y en seguida acudió el servicio que dispuso la mesa. Casi todo era verdura, cosa que disgustó a Esther, sin embargo, al probarlas se dio cuenta de que su sabor poco o nada tenía que ver con las verduras que había comido antes. Sus sabores eran idénticos a la carne, el pescado e incluso el jamón más rico.
- ¿Cómo lo hacéis? ¿Cómo es que esta berenjena sabe a jamón? - Preguntó Esther extrañada´-
- Porque no es una berenjena, es valuca de invierno, una verdura cuyo sabor se asemeja al mejor de vuestros jamones. Nuestro organismo no está preparado para comer carne, pero a cambio tenemos plantas que tienen su sabor.
- Qué interesante.... - Contestó Esther mientras devoraba su valuca-
- Y no habéis visto todo - Añadió Tágomas siempre en ese tono agradable que relajaba a quien escuchaba-
Al término de la espléndida comida, nosotras salimos a un jardín extraordinario que Malima, la mamá de Tágomas, nos enseñó. Al fondo, una mesa con dulces llamó especialmente nuestra atención.
Pirú se quedó hablando de temas del reino con el enano.
- Querido Tágomas, te conozco y sé que no me has hecho llamar para agasajarme con tu espléndida comida. ¿Qué sucede?
- Bien me conoces, Pirú, viejo mago -Dijo el rey paseando por la estancia con las manos cogidas a la espalda- La espada de mi antepasado Vindio ha desaparecido, sin ella, no puede haber sucesión al trono ni vida en Vindiolandia.
- ¿Cómo ha ocurrido?
- No lo sabemos, una mañana mi escudero me advirtió de su falta, rápidamente se dieron batidas por el reino pero sin resultados. Y eso no es lo más preocupante, los unicornios también nos abandonan, sin la espada piensan que no hay rey y si no hay rey, ellos corren peligro.
- Pero sin los unicornios, esta tierra se sumirá en la penumbra, ya lo dice El Libro de Agasú. Es el triángulo en el que se sustenta el reino: Rey, espada y unicornio- Contestó Pirú preocupado.
- Así es, querido amigo, por eso te he hecho llamar.
El Libro de Agasú era todo para el pueblo enano, a través de los siglos y las épocas, la vida se había regulado por él. No sólo contenía leyes, también tratados antiguos, soluciones para problemas en épocas de paz y otras para épocas de guerra. Lo había escrito el General Agasú, al servicio del rey Vindio en la primera era. En él se advertía de la necesidad de mantener al unicornio en las tierras del reino o la sombra sustituiría al sol y el frío a la tibieza, viniendo entonces el final de Vindiolandia tal y como los enanos lo habían conocido.
- Esto es terrible... ¿No dice el Libro cómo recuperar los unicornios? Si me permites voy a consultarlo -Propone el mago-
Pirú subió los escalones hasta llegar a un atril de oro sobre el que descansaba el Agasú. De él emanaba una luz azulada que iluminaba el rostro del mago cada vez que pasaba una página.
- Aquí dice que si los unicornios desaparecen, las estrellas se apagarán y la edad de la sombra caerá sobre Vindiolandia. Que la espada volverá a la tierra y el enano al interior del Árbol Deshojado hasta que la noche se disipe o aparezca el último descendiente de Nefër. Este habrá de forjar la nueva espada de cuya luz brotará el camino para que los animales mágicos puedan volver.
Pirú se quitó el sombrero y lo dejó sobre un sillón que había cerca del atril. En su cara se reflejaba la preocupación. ¿Cómo harían para recuperar la espada y los animales?
- Las niñas - Dijo Tágomas- Son las herederas de Nefër-
- ¿Cómo? ¿Cómo dices? - Se extrañó el mago-
- Son las últimas descendientes del rey de los Hombres, ellas pueden hacer mucho más que ayudarnos a recuperar la espada y los unicornios - Le dijo tomando del brazo a su amigo-
- ¡Eso que piensas no es posible! - Exclamó Pirú-
- Pero..., ¿Por qué no? Nefër puede ser despertado, permanece en la Gruta del Ángel a la espera de que el último descendiente vierta un poco de su sangre sobre su corazón.
- ¡He dicho que no! Y ni una palabra a las chicas. Eso que dices es muy peligroso, la gruta está custodiada por duendes Huxedae, los ni vivos ni muertos, un hechizo que ha matado a muchas criaturas sobrevuela la zona y alucinaciones de todo tipo han vuelto locos a otros tantos. Es un lugar maldito. No permitiré que pongas en marcha un plan así sólo para eludir tu responsabilidad como rey
Pirú visiblemente enojado cogió su báculo y su sombrero descendiendo las escaleras y saliendo en dirección a la puerta
Pirú visiblemente enojado cogió su báculo y su sombrero descendiendo las escaleras y saliendo en dirección a la puerta
- ¡Un momento! Deja que te enseñe algo - Propuso el rey-
Tras unas cortinas de pesado terciopelo se escondía un gigantesco árbol genealógico que comenzaba con Nefër y llegaba hasta Esther y Marta, sus últimas herederas. Pirú asombrado cruzó las manos a la altura del pecho.
- Santo cielo....¿Cómo no he sido informado de algo así?
- Pensamos que vivirías mejor si no lo sabías - Contestó el rey-
- Está bien. Mi propuesta es esta: Te ayudaremos a recuperar la espada, si hubiera vuelto a la tierra, las niñas forjarán una para que los unicornios regresen, pero no esperes que resuciten a Nefër.
- Te ruego consideres ....
- ¡He dicho que no, Tágomas! - El mago interrumpió la frase muy enfadado- Si despertamos al rey, reclamará su derecho a gobernar sobre el mundo, a ti y a otros como tú os parece bien porque os exime de la máxima responsabilidad sobre vuestros reinos y aunque es cierto que con él la paz devendrá sobre la Tierra, no podemos alterar el orden establecido en el mundo Humano. ¿No lo entiendes? Han pasado eras desde la caída de Nefër, entre los suyos nadie sabe quien es, nadie ha oído hablar de la Era de los Dioses, ni alberga un solo recuerdo de la Tierra Primigenia. Te aseguro que una guerra entre razas comenzaría, con el horror que supondría para la raza Humana conocer a otras que ni sospechan. Los Hombres no están preparados para la Era de la Luz.
- No conoces bien a los Humanos, estoy seguro de que aceptarían de buen grado un orden de paz - Argumentó el rey enano- Tú mismo has dicho que con él la paz llegaría al mundo.
- Así es, pero el camino a esa paz aún no está preparado y el precio por alcanzarla sería alto. No es el momento, Tágomas. Eres un ingenuo si piensas que ahora un medio hombre-medio ángel va a poder gobernar a los Humanos. ¡Ni siquiera saben que existe este lado y las otras razas! Ellos creen que sólo somos fantasía....¿No lo comprendes? Habría una guerra y algunas razas que conocemos despertarían demonios que ya no sabemos cómo combatir. No, no me arriesgaré a que vuelva Nefër. Asume tu responsabilidad y reina, te ha tocado una edad de bonanza, hace años que no hay guerra en tu tierra, mantenla así. En cuanto a la Era de la Luz, deja que los magos sigamos haciendo nuestro trabajo.
Dejó la última frase rebotando en las paredes del árbol-palacio mientras el rey, apesadumbrado, veía como el mago se alejaba hasta salir del lugar. Sus esperanzas de vivir en paz, se habían desvanecido.
Estábamos en el jardín con la encantadora mamá de Tágomas cuando vimos venir a Pirú un tanto nervioso.
- ¿Ocurre algo, amigo? - Pregunté-
- No, no, no ocurre nada es sólo que tenemos una misión que no sé cómo abordar.
- Pues desde el principio, que es lo que siempre nos dices tú - Propuso Esther-
Pirú nos contó que había una espada que había que encontrar para que regresaran los unicornios, de no hacerlo el mundo de los enanos podría desaparecer. También nos habló de la importancia de estar seguros de que la espada hubiera vuelto a la tierra antes de forjar otra.
- ¿Y dices que esa espada la podemos forjar nosotras? - Preguntó Marta-
- Sí, puede hacerlo cualquier humano que no haya pasado la barrera de los dieciocho años y que además pueda ver el Árbol del Amor. -Mintió el mago-
- Bien, nosotras podemos solucionar eso entonces. - Dijo Marta-
- De hecho, en lugar de buscarla, ¿por qué no forjamos una nueva y problema resuelto? -Propuso Esther-
- Porque no puede haber dos Espadas de la Verdad, sólo si una vuelve a la tierra, puede ser forjada la nueva.
- O... - Esther dejó la pregunta en el aire-
- O la sinrazón y la locura se apoderarán de los habitantes del reino.
- Madre mía qué amigos más complicados tienes, Pirú - Dije un poco hastiada-
- ¿Cómo sabremos que la espada no ha vuelto a la tierra? - Preguntó Marta-
- Porque sigue habiendo luz sobre Vindiolandia, mientras haya luz, la espada permanece en algún sitio. Tenemos que recuperarla antes de que fuera de su lugar, decida volver a la tierra y cubrir de sombras el reino.
- ¿Cuánto tiempo tenemos para forjar la espada nueva una vez suceda eso?- Preguntó Esther-
- Dos días como mucho - Contestó Pirú-
- Bueno, hay tiempo - Dije yo intentando aparentar tranquilidad-
- No lo creas. La oscuridad cuando no hay espada ni unicornios es total, hasta el punto de que cien antorchas no bastan para iluminar un camino. Es una sombra densa y asfixiante que no sólo te ciega, también merma las fuerzas. -Aclaró el mago-
- Qué bien me lo estás pintando - Contesté asustada-
- Es peor, pero esperemos no llegar a eso. Centrémonos en la espada y regresemos a casa.
- Pirú, ¿tú sabías que veníamos a esto? - Preguntó Marta- Por eso nos hiciste traer los arcos.
- No Marta, os traje para que conocierais Vindiolandia, antes sólo llamada Tierra de Enanos. Los arcos siempre son necesarios porque hay Rementeadores por aquí. - Contestó Pirú-
- Muy bien, basta de charla - Cortó Esther- ¿Cuál es el plan?
- Bajaremos a las Tierras Secas, allí habitan las trunacas, algo me dice que esas criaturas tienen la espada.
- ¿Tru..., qué? . Preguntó Marta con los ojos muy abiertos-
- Son unos seres mitad pájaro, mitad trolls, No son muy listos como podéis imaginar, pero sirven al rey de los basures, siempre estuvo interesado en estas tierras y en sus rirquezas. Son ladrones, gente nada recomendable.
- Si no son muy listas esas trunacas, ¿cómo se han hecho con la espada? - Pregunté-
- No creo que hayan sido ellas, ellas sólo la guardan. Algún basur ha debido robarla. - Dijo Pirú-
La tarde languidecía en los jardines del árbol-palacio de Tágomas, Pirú se traía algo entre manos con el rey, algo que no nos querían contar, pero nosotras prometimos no hacer más preguntas de las necesarias. Sólo cabía esperar al nuevo día para salir hacia las Tierras Secas.
- Tita pitusa, es mono el rey. ¿no? - Me pregunta Marta-
- Sí, sí que lo es - Contesto-
- Pero tú eres una patilarga y él un paticorto, tita, no te hagas ilusiones - Dice Esther socarrona-
- ¡No seas tonta! ¡Ni lo había pensado! - Exclamo fingiendo enfadarme-
- ¡No, anda que no! Si tuviera tu altura.... - Dice Marta riéndose-
- ¡Bueno basta ya, so celestinas! Es el rey de los enanos, ni siquiera es Humano.
- ¡Racista! - Exclama Marta muerta de risa, risa que contagia a su hermana-
- Tita, te buscaremos un príncipe azul marino de tu estatura. - Propone Esther elevándose sobre los dedos de los pies y riendo sin parar-
- Encima azul marino.... Les digo- ¿Y por qué no azul a secas?
- ¡Pues porque a vuestras edades, el azul celeste ya se le habrá puesto marino al pobre! - Contesta Esther con un volumen de voz suficiente como para que se enteren los terrestres y los extraterrestres. Su comentario produjo la risa de todos los enanos que pululaban por allí-
Tras correr detrás de mis sobrinas y reírnos de lo lindo, Florito aparece con el rey.
- ¡Floripondio! ¿Donde te habías metido? ¡Nos tenías preocupadas! - Le digo al minino que me mira con cara de absoluta felicidad-
- ¿No irás a reñirle?, sólo estaba dando una vuelta por las cocinas y allí había verduritas que le han gustado, así que decidió quedarse con Belámiz, mi cocinero.-Dijo Tágomass-
- ¡Ahhh, pillo! - Exclama Marta cogiendo en brazos al gatito-
- Chicas, quería comentaros algo pero es importante que no habléis de esto con Pirú. Al menos de momento. - Nos dice el rey bajando la voz y despertando nuestra innata curiosidad-
- Claro, descuide. - Le digo-
Las niñas me miran con claro gesto de desaprobación, a fin de cuentas el rey es un extraño y Pirú nuestro amigo.
- ¿Y por qué no quiere que Pirú conozca lo que tiene que contarnos? - Pregunta Esther elevando el tono de nuevo-
- Por favor..., te ruego bajes la voz - Pide el rey en tono de súplica- Se trata de un antepasado vuestro, el mago no quiere que conozcáis la historia porque cree que os puede perjudicar, pero yo pienso todo lo contrario. Si supieseis .....
- Siento decirle que la conversación ha terminado - Interrumpió Marta con aspecto serio- Por ahí viene Pirú.
El rey apretó los labios y cerró los ojos en clara señal de fastidio.
- ¿Qué hay niñas?- Pirú nos abraza a las tres pero mira con desaprobación al rey- Tágomas, nos retiramos a descansar, mañana nos espera un día largo.
- Claro, claro, amigo. Faltaría más. Hasta mañana a todos - Se despidió el rey alejándose entre surtidores de agua y plantas aromáticas-
- Pirú, ¿quien es ese antepasado del que quiere hablarnos Tágomas? - Marta abordó el asunto sin perder un minuto-
El mago se enfadó, jamás habíamos visto así a Pirú y por primera vez tuvimos miedo.
- Perdonad, perdonad..., no es mi intención asustaros. Escuchadme, no creáis nada de lo que el rey os cuente, sólo deseo protegeros así que no quiero que os quedéis a solas con él.
- Pero..., ¿es peligroso? - El miedo esta vez se hizo más intenso temiendo por mis sobrinas-
- No, no, tranquilas, no le temáis, es sólo que tiene ideas un tanto alocadas sobre el futuro de estas tierras y necesita a alguien para poder llevarlas a cabo. Es un plan peligroso, no lo voy a permitir. - Aclaró Pirú-
- Vale pero eso..., eso del antepasado es cierto, de lo contrario no te habrías enfadado - Señaló Esther-
- Olvidaos del asunto, por favor. No hay ningún antepasado -Sentenció el mago volviendo a colgar en su rostro un severo rictus de disgusto-
- De acuerdo. Pirú, no volveremos a importunarte con preguntas de este tipo. Seguiremos tu consejo. - Le dije-
Nos fuimos a dormir, estaba claro que pasaba algo y que Pirú nos lo ocultaba. Habíamos aprendido a confiar en él y esta no iba a ser una excepción, pero no podíamos olvidar las palabras del rey sobre ese misterioso antepasado. Finalmente, el sueño nos rindió.
A la mañana siguiente, Malima vino a despertarnos personalmente. Quería que viéramos la flor de Limis, un ejemplar que florece en el mes de febrero cada mañana al alba y se cierra cuando el sol alcanza su cenit. Era realmente hermosa, de diversos colores y una textura similar a la seda; sobre los pétalos en forma de llama aparecía un polvillo brillante que refulgía como si fuera algo precioso.
- Es polvo de diamante - Aclaró Malima- cuando la flor se seca lo recogemos y con él, entre otras cosas, fabricamos joyas que después vendemos a otros pueblos. Se diferencian del resto de joyas en su olor, pues permanece para siempre.
- Son maravillosas..., -Dijo Marta asombrada por la belleza de las flores-
- Lo son, a vuestro regreso tendré guardada una para cada una. Es mi modo de agradeceros vuestra ayuda- Nos dijo la reina madre-
Felices salimos del fantástico y escondido jardín para reunirnos con Pirú. El mago y el rey aguardaban nuestra llegada, pues nadie más debía saber de aquella misión. Ni siquiera Florito pudo acompañarnos y se quedó con su amigo Belámiz degustando verduras con sabor a salmón.
- ¿Preparadas? - Preguntó Pirú.
Y a una señal, nos pusimos en marcha andando por unos campos regados de flores y nubes.
Caminamos durante horas, al mediodía, a una señal del rey descansamos y pudimos comer algo, no fue hasta media tarde que alcanzamos las Tierras Secas.
De repente, la visión dulce de las flores y la tierra verde había cambiado y nos encontramos en un paraje inhóspito. Unos cuantos alambres oxidados nos cerraban el paso, nada que no pudiéramos solventar. El calor comenzó a caer sobre nuestros cuerpos cansados y hubimos de deshacernos de la ropa de invierno guardando abrigos y guantes para dejar nuestros brazos al descubierto. Pirú se acercó y nos entregó unas túnicas que parecían de lino.
- Colocaos estas camisas sobres vuestras ropas, son resistentes a las flechas - Nos dijo-
Obedecimos sin preguntar, los recursos de un mago son inagotables.
- Están revestidas por el polvo de diamante de esas flores que tanto os han gustado - Dijo guiñando un ojo- Todos llevaremos una.
Las túnicas cubrían brazos y torso, bajando justamente hasta una cuarta por encima de las rodillas. Esa prenda era codiciada por muchas razas, pero estaba terminante prohibido comerciar con ellas o sacarlas del reino de Vindiolandia. Nosotras, tras su uso, también debíamos entregar la nuestra para que fuera custodiada junto a las demás en las dependencias del palacio destinadas a los tesoros. Gracias a estas camisas especiales, los vilandeses habían ganado numerosas batallas, haciendo casi cien años que no había sido necesario volver a utilizarlas. Hasta hoy.
- Proteged las zonas que quedan al descubierto, el enemigo es hábil y ha perfeccionado sus artes durante años, dispararán al cuello y a las piernas - Aclaró el rey- Las camisas no os protegerán de las trunacas, ellas no necesitan flechas ni lanzas, su fuerza y estatura les basta para desmembraros en un minuto así que estad atentas.
- Qué encantador todo - Susurré-
- Sí tita, un amor de situación - Contestó Marta-
Montamos las flechas en los arcos y avanzamos despacio, no había rastro de los seres malévolos a los que el rey había aludido, sin embargo, apareció un fenómeno con el que no contábamos. El cielo comenzó a oscurecerse de manera inhabitual.
- ¡El sol! ¡Tágomas, el sol se está apagando! - Gritó Pirú-
- La espada está volviendo a la tierra..., no tenemos mucho tiempo, hay que avanzar hasta las cuevas antes de que se desintegre. - Propuso el rey-
Sin embargo, no contamos con que las trunacas nos estaban esperando. Tres seres de unos tres metros de altura aparecieron ante nuestros ojos. Tenían cabeza de pájaro, cuerpo de trolls y la espalda cubierta de plumas. Las manos terminaban en garras afiladas capaz de partir en dos a cualquiera que se pusiera por delante.
- Oh, oh, aparecieron las compañeras de baile - Dijo Marta-
- ¡Pues bailemos! -Gritó el rey desenvainando su espada y corriendo hacia los seres.
- ¡No disparéis a la espalda! ¡Son inmunes! - Gritó Pirú-
Intentamos derribarlas pero no era posible porque cuando veían venir las flechas se volvían hábilmente. Las teníamos encima y el rey acosaba a una de ellas que le cerraba el paso a las cuevas.
- Chicas, ¡vamos a cubrir a Tágomas! - Propuso Esther-
Pirú agitó el báculo y una luz cegadora confundió a los monstruosos seres que corrieron a cubrirse los ojos, momento que aprovechamos para disparar. Aturdidas, se retiraron pero cuando pensamos que nos habíamos librado del peligro aparecieron los basures rodeándonos por completo. Conté más de cincuenta hombres cubiertos por armaduras de cuero. Llevaban el pelo largo, eran muy morenos de piel y de ojos extraordinariamente claros. Se habían pintado la cara con listas rojas, su aspecto era salvaje y sus armas amenazadoras.
- Ahora sí que la hemos liado - Un montón de bailarines y sólo tres damas - Ironizó Marta-
Uno de los hombres se acercó, llevaba trenzadas al pelo unas cadenas muy finas que le daban un aspecto fiero. Se dirigió al rey pero no entendimos ni una palabra.
- Dice que la oscuridad se ha desatado y nada tenemos que hacer aquí, las tierras de Vindiolandia serán reclamadas por el pueblo basur y una nueva era comenzará. El pueblo enano ha de retirarse al Árbol Deshojado - Nos tradujo Pirú-
- Ufff, qué malamente suena eso - Dijo Esther-
- Si no nos marchamos ahora, moriremos -Añadió el mago-
- Por qué será que eso lo he entiendo perfectamente - Dije-
- ¿A ellos no les afecta la oscuridad? - Preguntó Marta-
- No, tienen infravisión, de hecho, la luz del día les perjudica.
- Ea, el kit completo, estos no necesitan óptica -Bromeó Esther-
Tágomas no soltaba la espada, el basur que tenía frente a él le doblaba en altura y sin embargo el rey no se arredraba. Observé cómo entre él y el mago se hablaban sólo con la mirada y advertí a las niñas para que estuvieran atentas a Pirú. Un basur se sintió molesto cuando vio que susurraba algo a mis sobrinas y se acercó poniéndome una espada en el cuello.
- ¡Tú!, ¡deja de hablar con las jovencitas!
Las niñas hicieron ademán de sacar una flecha del carcaj y al momento ellas también tuvieron cerca las espadas.
- Vale,vale, tranquilidad - Dije- ¿Hablas mi idioma?
- Sí - Contestó secamente el basur-
- Bien, pues dile a tu jefe que no vamos a ser un problema, que venimos para proponer un trato - Se me ocurrió para darle tiempo a lo que sea que se trajeran entre manos Pirú y Tágomas-
- Dadnos las camisas ¡ Ahora! - Gritó el basur sin atender mis palabras-
Tágomas nos hizo una señal de asentimiento con la cabeza. Debíamos obedecer.
- Maaaarranos, ¡encima querrán que les hagamos un striptease! -Bromeó Esther-
Miré a mi sobrina con cara de desaprobación, aquél no era momento para bromas. Nos deshicimos de las camisas volviendo a quedarnos solo con mallas y camiseta y por lo tanto, desprovistas de nuestro seguro de vida.
Era la primera vez que el pueblo basur tenía entre sus manos la ansiada camisa vilandesa así que se produjo un momento de distracción entre el grupo que cometió un grave error: no quitarnos las armas. Tágomas levantó su espada y asestó un golpe mortal al basur que hasta hace unos segundos le apuntaba con la suya. La emoción de conseguir aquellas camisas le hizo girar la cabeza hacia el lugar donde se producía la entrega de las nuestras y el rey no dudó en atacarle.
Pirú por su parte, movió el báculo y brotó una luz tan fuerte que aquellos hombres tuvieron que taparse los ojos.
- ¡Corred, chicas, corred! - Nos gritó mientras nos alejábamos para resguardarnos tras unas rocas-
El rey, que no había perdido su ligera armadura, dio muerte al menos a once basures, hasta que una flecha se clavó en su pie.
- ¡Han herido al rey! - Gritó Marta-
Pirú que también conservaba su camisa, salió al encuentro. La luz de su báculo disminuía pero le cubrimos con nuestras flechas y pudo rescatar a Tágomas.
- ¿Se encuentra bien, Majestad? - Preguntó Esther-
- ¡Por todos los dioses¡, ¡dejad de llamarme Majestad o se me olvidará mi nombre! ¡Me llamo Tágomas!
- Vale, vale, tranqui. Te llamaremos Tagui. - Volvió a bromear mi sobrina -
El rey se rió con ganas a pesar del dolor que atenazaba su pie.
- La herida no parece importante, pero tenemos un problema -Susurró el mago- Las flechas de los basures <a menos que sean clavadas en zonas mortales>, no están impregnadas de veneno, pero sí de una sustancia que va inoculando en el cuerpo un dolor tan intenso que vuelve locos a los heridos. Su efecto tarda días en desaparecer-
- ¿Puedes hacer algo? - Pregunté preocupada -
- Sí, puedo intentar ralentizar el efecto de la sustancia, pero no garantizo que pueda ser por mucho tiempo. Tendría que buscar algunas hierbas y por aquí no las encontraremos a menos que volvamos.
- Creo que yo sí puedo hacer algo - Habló Marta- He traído mi Flor de Sändae, la liberaré para que el pueblo elfo venga a socorrernos.
Un suspiro de alivio salió de nuestros corazones. Aquella flor era la salvación, aunque había que tener mucho cuidado al liberarla ya que un pinchazo con sus agudas espinas, supondría que el alma de quien la libera volara con ella.
Entre tanto, los basures se habían reorganizado y comenzaron a acosarnos de nuevo, por si fuera poco, las trunacas salieron de las cuevas.
- ¡Esto se pone feo, chicas! - Exclamó Pirú-
Mientras disparábamos manteniendo alejados a los enemigos, Marta buscó en su pequeña bandolera y extrajo la campana de cristal con la flor. En ese momento miré al rey que apretaba la mandíbula y cerraba los ojos. Pirú me miró con gesto de preocupación.
- ¡Marta libera de una vez la flooooor! ¡Gritó Esther!
Una flecha voló rozando a Marta justo cuando la flor salía. Sus manos temblaron y la campana que la contenía se volcó, las espinas rozaron su piel propinándole varios arañazos. Solté mi arco horrorizada.
-¡Marta, Marta! ¡Noooo! - Grité-
Esther saltó literalmente por encima del mago para intentar socorrer a su hermana pero poco podíamos hacer.
-¡Volved a vuestros puestos! ¡Yo me encargo! -Gritó Pirú-
Tágomas se hizo cargo del arco y el carcaj de Marta, comenzando a derribar basures con cada certera flecha. Esther y yo hicimos lo mismo a pesar de la preocupación-
- ¡Salva a la niña, Pirú! ¡Yo puedo aguantar! - Dijo el rey-
- Está bien, voy a amarrar su alma a la mía, eso debería bastar hasta que lleguen los elfos.
Cuando pensábamos que todo se solucionaba, más basures llegaron acompañados de trunacas. El rey salió y abatió una con su espada, no lo pensó dos veces mientras Esther derribaba a un basur que intentaba atacarle por la espalda. Mientras, Pirú recitaba una y otra vez unas palabras que no entendíamos. Miré a Marta y vi con horror cómo a través de su cuerpo comenzaba a verse el suelo. Nos estaba dejando.
La situación era límite cuando la noche cayó definitivamente. Una noche espesa y asfixiante, una oscuridad cargada del silencio más aterrador. Todo se detuvo.
- ¡Rendíos! - Gritó el basur que hablaba nuestro idioma- La espada ha vuelto a la tierra, ya no tenéis nada que hacer aquí.
Intenté levantarme pero la sensación era como si cargara un saco de cien kilos, mis piernas apenas me sostenían.
-¡Tita, no puedo moverme! - Gritó Esther-
- ¡Mantened la calma, chicas! -Sugirió Pirú- Los elfos no tardarán.
Temíamos por nuestra vida, no podíamos ver nada mientras los basures estaban dotados de visión nocturna. Escuchábamos el silbido de una hoja de acero cortando el viento, sin duda era Tágomas manteniendo lejos a sus enemigos, pero no tardaría en rendirse al dolor, la espesa oscuridad y a la fatiga que la acompañaba.
De repente, en medio de la desesperación un canto llegó hasta el lugar, era melódico y dulce, las voces inundaron nuestras mentes y el corazón se liberó de miedos. Se divisó una potente luz brillante en forma de nube dentro de la cuál venían nuestros salvadores.
- ¡Titaaa son elfos! - Gritó Esther invadida por la alegría-
Avanzaban agrupados a lomos de hermosos corceles, prestos iniciaron un ataque contra aquellas criaturas infernales y sus aliados que uno a uno fueron rindiendo sus vidas. Pirú se ocupaba de Marta que a la luz de los elfos pudimos ver cómo se hacía cada vez más invisible.
Un ser altísimo y estilizado con tez muy blanca se acercó hasta nosotros. La presencia del elfo regaba todo de luz y sus vestimentas exquisitas despertaron nuestra admiración. Llevaba una malla en color musgo y una camisa ajustada al cuerpo primorosamente bordada con motivos vegetales, abierta y sujeta con un cíngulo de plata. La frente la adornaba con una hermosa presea realizada con flores de Sandäe, aquella a quienes los elfos llamaban Oilima, última. Calzaba unas botas muy ligeras y su estilizada figura recordaba a los bellos bosques del norte, cuajados de árboles de majestuoso porte, afilados como agujas que arañan el cielo con su filo. Finalizaba el conjunto con un manto blanco liviano.
- Pirú, largo tiempo ha pasado desde nuestro último encuentro- Habló con voz queda, las palabras quedaron flotando en el aire acompañadas de una leve sonrisa-
- Querido amigo - Dijo Pirú fundiéndose en un largo abrazo con aquel maravilloso ser. Los demás permanecíamos expectantes a todo cuanto pasaba-
Tras despojarse del abrazo del mago, abrazó a Tágomas y se dirigió a Marta, clavó en ella una mirada cálida, mágica y le sonrió.
- No temas, voy a curarte. - Dijo sonriendo- Pirú ya ha hecho parte del trabajo.
Murmuró unas palabras en élfico. Fueron unos segundos y la magia de aquel ser hizo que Marta volviera a materializarse ante nuestros asombrados ojos. Esther no pudo amarrar su curiosidad y se dirigió hacia aquel elfo que tanto la fascinaba. Poniendo su mano en el largo antebrazo le habló.
- ¿Quien eres? ¿Eres un elfo o un ángel? - Preguntó intrigada mientras a su memoria acudían flashes que no podía entender, imágenes de otro tiempo donde el ser que tenía delante era conocido y familiar-
- No Esther, sólo soy un elfo... Mi nombre es Isilme y soy por herencia de mi estirpe, el actual Señor de los Altos Elfos.
- ¿Y cómo debo tratar a alguien con ese título? - Preguntó de nuevo-
- Como haces con tus amigos, igual, querida niña - Respondió el elfo depositando ambas manos en los hombros de Esther que seguía como hipnotizada por aquel ser.
- Está recordando - Susurró Tágomas a Pirú- Esther está empezando a saber quien es y de dónde viene.
Pirú le miró en silencio.
- ¡El rey está herido de flecha basur! - Exclamó el mago- Isilme por favor, líbrale del dolor.
Con los elfos allí, el lugar había recobrado luz y se había desvanecido el silencio. Isilme no dio tiempo para el descanso.
- Montad en los caballos, tenéis que volver a Vindiolandia para que Marta y Esther forjen la nueva espada antes de que sea demasiado tarde -Ordenó el elfo-
De vuelta a tierras de los enanos, las gentes salieron de sus casas al ver cómo una luz se acercaba y a su paso era empujada la oscuridad. Suspiraron aliviados cuando vieron que el rey estaba a salvo.
Sin tiempo que perder si dirigieron a la Gruta Sagrada, dentro había un yunque que a pesar de estar envuelto en telas de arañas y polvo, refulgía como la plata. Todo el lugar parecía llevar años sumido en un sueño del que no tenía pensado despertar.
Los elfos encendieron la fragua y los enanos depositaron polvo de Flor de Limis. Después, Marta y Esther fueron dando forma sobre el yunque a aquella extraña espada que brillaba como el diamante. Antes de terminar, Isilme volvió a calentar el arma y con un punzón grabó unas hermosas letras élficas. Finalmente, Esther colocó la empuñadura.
Salieron de la gruta, las dos niñas alzaron la espada y de ella salió una explosión de luz que subió hasta el cielo y luego descendió apartando la oscuridad de todo el reino de Vindiolandia. A lo lejos..., unicornios volvían a su hogar.
Cuando todo hubo terminado, al fin pudimos descansar. Permanecimos en Vindiolandia unos días hasta que recobramos fuerzas, aunque entre festejos y despedida de elfos, no fue mucho el tiempo que tuvimos de reposo. En cambio Florito, no sólo había reposado, sino que había engordado en compañía de su inseparable Belámiz. ¡Gatos!
Antes de marcharnos, Malima nos regaló una Flor de Limis a cada una y Tágomas, como agradecimiento a nuestra ayuda, nos hizo entrega de un hermoso libro, era una copia exacta del Agasú. Pirú, lo confiscó y no pudimos hacernos cargo de él hasta que el mago lo hubo revisado hoja a hoja . ¿Qué es lo que nos ocultaba?
El rey nos acompañó en el camino de vuelta hasta el puente sobre el Luna-Plata, allí se despidió esperando volver a vernos muy pronto.
Llegando ya al Paso de Vindio, volvimos a preguntar a Pirú sobre esos antepasados de los que hablaba el rey, pero el mago, se limitó a extraer una carta de la bandolera de Marta.
- Aún no, todo a su tiempo.
Continuará....
- Está recordando - Susurró Tágomas a Pirú- Esther está empezando a saber quien es y de dónde viene.
Pirú le miró en silencio.
- ¡El rey está herido de flecha basur! - Exclamó el mago- Isilme por favor, líbrale del dolor.
Con los elfos allí, el lugar había recobrado luz y se había desvanecido el silencio. Isilme no dio tiempo para el descanso.
- Montad en los caballos, tenéis que volver a Vindiolandia para que Marta y Esther forjen la nueva espada antes de que sea demasiado tarde -Ordenó el elfo-
De vuelta a tierras de los enanos, las gentes salieron de sus casas al ver cómo una luz se acercaba y a su paso era empujada la oscuridad. Suspiraron aliviados cuando vieron que el rey estaba a salvo.
Sin tiempo que perder si dirigieron a la Gruta Sagrada, dentro había un yunque que a pesar de estar envuelto en telas de arañas y polvo, refulgía como la plata. Todo el lugar parecía llevar años sumido en un sueño del que no tenía pensado despertar.
Los elfos encendieron la fragua y los enanos depositaron polvo de Flor de Limis. Después, Marta y Esther fueron dando forma sobre el yunque a aquella extraña espada que brillaba como el diamante. Antes de terminar, Isilme volvió a calentar el arma y con un punzón grabó unas hermosas letras élficas. Finalmente, Esther colocó la empuñadura.
Salieron de la gruta, las dos niñas alzaron la espada y de ella salió una explosión de luz que subió hasta el cielo y luego descendió apartando la oscuridad de todo el reino de Vindiolandia. A lo lejos..., unicornios volvían a su hogar.
Antes de marcharnos, Malima nos regaló una Flor de Limis a cada una y Tágomas, como agradecimiento a nuestra ayuda, nos hizo entrega de un hermoso libro, era una copia exacta del Agasú. Pirú, lo confiscó y no pudimos hacernos cargo de él hasta que el mago lo hubo revisado hoja a hoja . ¿Qué es lo que nos ocultaba?
El rey nos acompañó en el camino de vuelta hasta el puente sobre el Luna-Plata, allí se despidió esperando volver a vernos muy pronto.
Llegando ya al Paso de Vindio, volvimos a preguntar a Pirú sobre esos antepasados de los que hablaba el rey, pero el mago, se limitó a extraer una carta de la bandolera de Marta.
- Aún no, todo a su tiempo.
Continuará....
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