lunes, 14 de septiembre de 2020

PERSEIDAS.

El cielo se ha cubierto de un negro feroz, muchedumbre de estrellas que se suicida a cada poco en una noche lenta, llena de nombres y ropas extraviadas bajo la catedral oscura. Hay silencio, es hermoso y repetitivo, corre por entre las encinas como si flotara contemplando la noche agosteña. Al borde de la sierra alguien tiene besos en los bolsillos, besos que desenvuelve y vuelan a la piel de quien espera; no es nada prodigioso, saben el camino. 

Es verano, el calor cuelga de un cielo que entre los árboles tupidos deja ver sus diamantes. Si no hubiera nadie, ¿quién diría que esto existe? Cualquier corazón puede dormir aquí, pero no estará solo, la luz que choca contra el suelo pone brillo a la piel, como si la luna invisible devorara la soledad con sus brazos de plata. No, no se puede estar solo en un lugar donde la belleza es gratuita y se pavonea sin pudor. 

La oscuridad teje oraciones en este rincón profundo, palabras cortas que ponen sortijas al alma mientras crecen los aromas del amor y en lo alto, Nut despliega su manto para acoger el sueño como ayer, como hoy, como eterno.