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lunes, 19 de septiembre de 2016

Las aventuras de Pepa Jones y su gato Gambita. Capítulo III. Fuego

"El verano es la mejor época del año para los niños" Pensaba Pepa Jones mientras chapoteaba en la Charca de los Patos. El abuelo había tenido la estupenda idea de delimitar una zona para que pudiera bañarse sin peligro, así que no había día que se quedara sin su baño.
Esa  mañana había llegado muy temprano, como era ya costumbre, con su bici y su gato Gambita. Abuelito le había prometido desayunar con ella bajo los eucaliptos, pero había demasiado trabajo en el Tejar. Un continuo ir y venir de personas a por tejas, ladrillos y otros materiales, hacía entender a la niña que el abuelo tardaría en aparecer.

- Oye Gambita ¿A que no te sabes la lista de los emperadores Julio-Claudios?

El gato la miraba sin entender, permanecía en la orilla jugueteando con todo lo que veía alrededor, ya fueran insectos o palos.

- Ya verás, me los sé de carrerilla:  Tiberio, Calígula, Claudio y Nerón, ellos sucedieron al emperador Augusto. ¿Sabes? Calígula era malííííííisimo y nombró Cónsul a su caballo. Yo creo que si un caballo ha tenido ese honor, yo te nombraré a ti "rey gatuno charcopetero". Hala.

Gambita miraba a su dueña entre extrañado y curioso hasta que otro espectáculo llamó más su atención. Dimas, el hombre de confianza de abuelito, venía a dar agua a un toro caprichoso que tenían en el cortijo.

- ¡Hola Dimas! - Saludó Pepa alzando la mano.
- ¡Hola princesa! No estés demasiado tiempo en el agua o te convertirás en rana.
- ¡Qué cosas tienes! - Rio la niña-
- Bueno, tengo que decirte que tu abuelo no podrá venir a desayunar pero te espera para el almuerzo. Y ahora la parte importante de la visita. ¿Quieres dar agua al toro?
- ¡Oh síiiii, sí, sí! - Exclamó saliendo del agua como un rayo.
- Ya sabes que sólo beberá si le echas agua en la espalda, por lo tanto, coge tu cubito y yo te auparé para que alcances.

La niña estaba entusiasmada, ese toro era lo más consentido, abuelito lo mimaba tanto que había acumulado un sin fin de manías. Dimas acercó el animal a la orilla y éste entró sus cuatro gruesas patas en el agua, después cogió a Pepa en brazos que derramó el líquido sobre él. Entonces y solo entonces, el toro bebió.

- ¡Ay Dimas, qué gracioso es este animal! Deja que juegue un poco con él, por fa...
- Muy bien, pero ten cuidado, si te pisa te puede hacer mucho daño. Espera, te subiré.

Y subida a lomos de aquel precioso bovino, Pepa paseó por la orilla de la Charca riendo cada vez que el animal lamía sus pies descalzos.
Así pasó la mañana, acompañada del bueno de Dimas y el toro que parecía estar encantado con su nueva amiga. En cambio Gambita, no quería cuentas con animales tan grandes así que se hizo una bola bajo los eucaliptos y durmió hasta el almuerzo.


El tiempo pasó rápido y cuando quiso darse cuenta el reloj marcaba la una del mediodía.

- ¡Gambita despierta! ¡Vamos con abuelito!

Al llegar al Tejar una sorpresa le aguardaba, su amiga Patricia había llegado y pintaba un precioso caballero medieval para regalarlo al abuelo José, que estaba encantado con la compañía de las niñas.


- ¡Qué bonito Patricia! Exclamó Pepa cuando vio aquella joya.
- ¡Gracias!

Los grados comenzaron a caer sobre el Tejar, la temperatura se hacía pesada a medida que la siesta se adentraba. No se oía ni una mosca, animales y personas dormitaban. Todos menos Patricia y Pepa que hablaban de la aventura que habían vivido en el Peñón y de cómo la educación y sensibilización eran imprescindibles para preservar el patrimonio de todos.

- No sé cómo puede haber gente que destruya yacimientos arqueológicos o robe piezas que a fin de cuentas son de todos - Decía Patricia.
- Yo tampoco, pero haremos que todos los niños sepan que nos corresponde cuidar del legado histórico, y pasarlo a la siguiente generación igual o mejor que lo recibimos.
-  Qué bien hablas, querida - Dijo Patricia bromeando-

Las niñas rieron evitando hacer mucho ruido. De repente, un fuerte olor a quemado inundó la habitación.

- ¿Hueles? Preguntó Patricia.
- ¡Ya lo creo! Algo está ardiendo, vayamos a ver qué sucede.

La niñas salieron a la puerta seguidas del gato, cuando miraron al norte, un pequeño incendio rodeaba el cortijo "El Chaparral de la  Hoyuela", donde el abuelo José tenía sus vacas.

- ¡Oh, Dios mío! ¡Hay que despertar rápido a todo el mundo!

En menos de veinte minutos, todos estaban organizados y sofocando el fuego que peligrosamente cercaba la casa. Por fortuna, el hecho de que las niñas estuvieran despiertas, evitó una catástrofe.

- Gracias pequeñas, de no ser por vosotras no sé qué habría pasado. - Habló el abuelo José-

En ese momento, Dimas vino a informar de que se había visto a un hombre joven por los alrededores , pero no podían confirmar que hubiera sido él el responsable del fuego.

- Bien, habrá que tener cuidado. Id y avisad a los amigos de las fincas colindantes, deben saberlo y estar alerta. - Propuso el abuelo-

El día pasó sin más altercados, pero el jueves amaneció rojo. El papá de Pepa le contó que ese día no podría ir a la Charca de los Patos porque abuelito estaba en una reunión con amigos labradores. Al parecer había ardido el campo de uno de ellos y tenían que ayudar en lo posible para que él y si familia salieran adelante. Lo habían perdido todo.
Pepa se quedó triste, no tanto por no poder ir a jugar con el abuelo, sino por la mala noticia de que un bosque cercano había ardido y con él, el futuro de unas cuantas familias y la vida de muchos animales. Era injusto.
Decidió enviar un WhatsApp a su amigo Julián, era el que mejor se conocía los campos y caminos, seguro que habría visto algo.

- PEPA: "¡Buenos días, amiguichi! No sé si te has enterado de los incendios...
-JULIÁN: "Hola Pepa. Sí, de hecho estuve ayudando a sofocar el de esta mañana en una finca cercana. No sabes qué pena... Animales, árboles..., todo quemado" Me ha dicho tu abuelo que ayer también tuvieron fuego por allí"
- PEPA: "Sí... Menos mal que Patricia y yo no dormíamos ¿Sospechas de alguien?"
- JULIÁN: "Pues ahora que lo dices, sí. Llevo varios días viendo a un desconocido por los caminos; un tipo feo y larguirucho con una mochila. Le das los buenos días y ni contesta. Un tipo raro"
- PEPA:"¿Y si le seguimos y averiguamos algo más?"
- JULIÁN: "Buena idea, ese hombre me da mala espina"
- PEPA: "Aviso a Patricia y a Estrella"
- JULIÁN:"Perfe, nos vemos esta tarde en el Llano, a las ocho y media. ¡Este es un caso para los cinco!

A Pepa le hizo mucha gracia la referencia a los libros de Enid Blyton, la diferencia es que como bien dice Estrella, su quinto compañero es un gato.
Esa tarde cogieron sus bicis y los amigos mantuvieron su reunión en uno de los bancos del jardín del Llano. Ni por asomo se les ocurría pisar el césped, aunque contemplaban con pena, como muchos niños y mayores lo hacían. Una vez más, la concienciación era necesaria.


Mientras ellos charlaban, Gambita fue a molestar a un pequeño yorkshire que dormitaba junto a su dueño en el banco de al lado. Aprovechando que era mucho más grande que él, se acercó erizando el pelo y enseñándole su impresionante dentadura felina a la vez que emitía ruidos amenazantes. El pobre perrito al ver a aquél enorme gato salió despavorido. El jaleo despertó al señor que sintió un fuerte tirón de la correa a la que estaba atada su mascota y al ver a Gambita con carita de bueno, reprendió a su perro.

- ¡Pero bueno, Sultán! ¡Si sólo es un gato de lo más mimoso!

El minino zalamero acarició las piernas del hombre mientras el perro tironeaba de la correa para alejarse lo más posible. Esta vez Gambi se había superado con sus trastadas.

- Pepa, no sé si has visto lo que ha hecho Gambita- Indicó Patricia sonriendo-
- Últimamente está muy travieso, voy  a tener que reñirle.

Para que no hiciera más "gambadas", lo metió en la cesta de la bicicleta y como el minino era muy listo, se hizo un rosquito y se durmió.

- Bien, prosigamos - dijo Julián- Me han dicho que han visto al tipo ese en los alrededores de Las Picazas. Me parece un poco raro que tras verlo dos o tres días en un mismo lugar, luego ese lugar arda.
- Pues creo que lo tenemos fácil - Dijo Estrella- Deberíamos seguirlo e informar a las autoridades si vemos algo raro.
- Ya, pero dejarlo ir sin un escarmiento.... - Apuntó Patricia-
- ¿Has pensado algo? - Preguntó Estrella.
- Sí, pero os lo diré mañana. Pepa, ¿nos podemos quedar a dormir todos en El  Tejar? Así será más fácil organizarnos, además, estaríamos cerca de nuestro objetivo.
- No hay problema, abuelito es lo más niñero.

Esa noche, los cinco acudieron al Tejar; Julián dijo que se iba a al otro cortijo porque los hombres que trabajaban allí dormirían en la era. Bueno... Y medio pueblo también porque la gente lo pasaba en grande durmiendo al raso en mitad del campo.

- Claro, te quieres ir para aprender cosas picantes. - Dijo Pepa a su amigo-
- ¡Qué mal pensada eres! - Contestó molesto el niño-

Las niñas se rieron de lo lindo, hasta que al final el sueño colocó a cada cuál en su lugar.
A la mañana siguiente, todos se levantaron al amanecer. A las seis en punto ya había un incesante trasiego de animales y hombres en los alrededores;  los niños a esa hora enfilaban  el camino que lleva a La Picazas.

- Chicos, ¿sabéis? Aquí vive un mago, se llama Pirú y para conocerlo hay que seguir el arroyo - Apuntó Pepa-
- Pepita, tú y tus historias - Contestó Estrella sonriendo-
- Vale, no me creáis, pero también sé que hay unos bichos feísimos que se cuelan en nuestro mundo a través de las pesadillas de los niños. Si nos los encontramos y nos miran, se quedarán con nuestros recuerdos bonitos y moriremos.
- Hija, qué cosas más agradables cuentas, de verdad.... - Le reprendió Julian-
- Claro, tú como no has dormido..., no has podido tener pesadillas. Hemos oído las risas desde el Tejar. Tooooooooooda la noche, así que imposible que hayas soñado nada malo - Le dijo Estrella divertida-
- ¡Mujeres! - Exclamó el niño que adelantó a las chicas pedaleando muy fuerte-
- ¡Cuidado no despiertes a Gambichi! - Le gritó Patricia muerta de risa, ya que le tocaba a él llevar al gato.

Siguieron avanzando entre chanzas y nada más ascender por la rampa que lleva a la explanada de la romería, el tipo que Julián les había descrito apareció a lo lejos cargado con la mochila. Se agachaba para recoger pasto que guardaba y luego se ponía a buscar algo que los niños no acertaban a adivinar.

- Chicos, qué poco me gusta ese hombre. Creo que no busca nada, más bien elige una zona donde poder dejar sus mechas encendidas - Aclaró Estrella-
- Necesitaría adelantarme para hacerle unas fotos con el móvil - Propuso Patricia-
- ¿Unas fotos? Preguntó Julián. ¿Qué tramas?
- Ya lo veréis.

Acompañada del niño y del gato, Patricia logró su objetivo.

- Chicos, tengo que volver pero estaré aquí rapidito. - Dijo la cada vez más misteriosa Patricia-
- ¿Volver? ¿Y si mientras vuelves hace algo? - Preguntó Pepa extrañada-
- Confiad en mí y no os mováis. Vuelvo en un tris.

Patricia hizo una llamada, después, se perdió pedaleando a toda prisa entre los matorrales. No  tardó ni cuarenta minutos en volver. Traía una bolsa con diverso material que dejó en el suelo. Eran enormes llamas de cartón que tras desdoblar adquirían la apariencia del fuego más real.

- Chicos, ayudadme a pegar la foto de este energúmeno en ellas.

Todos aplaudieron la ocurrencia y se dispusieron a adherir las imágenes a los cartones.

- Oye ¿Cómo es que has vuelto tan rápido? - Preguntó Pepa-
- Porque envié las fotos a un amigo para que las imprimiese y sin perder tiempo las trajera lo más rápido posible. Nos hemos encontrado a la salida del pueblo.
- ¡Buena idea, Patri! -Aplaudió Estrella-

Una vez terminado el trabajo, había que sorprender a aquél tipo, sin embargo él los sorprendió a ellos. A lo lejos, una figura negra prendía fuego a un montón de pasto colocado bajo una encina.

-¡Maldito sea! - Gritó Julián- ¡Está incendiando el bosque!
- ¡Vamos chicos! Sólo puede salir por este camino, pongamos las llamas de cartón y cortémosle el paso. - Dijo Patricia-

Así lo hicieron. Mientras, Estrella llamaba a las Fuerzas de Seguridad y a los bomberos que no tardaron nada en llegar. El tipo se vio sorprendido por aquellas enormes llamas de cartón que tenían prendida su cara en el centro. No supo qué hacer, pero tampoco tuvo tiempo porque antes de que intentase escapar, dos Guardias le atraparon.
Julián no pudo contenerse y justo cuando pasaba a su lado le dijo muy enfadado.

- ¡Ojalá te pases muchos años a la sombra! ¡Gamberro! ¡Mala persona!

Todo había terminado bien, como siempre, fueron felicitados por los Guardias que ya conocían a los cinco más que de sobra. En cuanto al pirómano, esperaban que en muchos años no saliera de la cárcel.
De vuelta al Tejar, abuelito ya había sido informado de la aventura de su nieta y sus amigos y aunque le preocupaba que fueran unos temerarios, también se sentía muy orgulloso de ellos. Para celebrar que todo había salido bien les preparó una estupenda comida y de postre...¡Helados!
Dimas había traído al toro caprichoso y dejó que los niños lo llevaran hasta la Charca, al final, acabaron metidos en el agua y ni os cuento cómo dejaron al pobre hombre,  empapado por seguir las bromas de los pequeños. Por supuesto Gambita se quedó con el abuelo ¡Ni en broma se expondría a ser mojado por aquellos energúmenos!

- Bueno Pepita ¿Qué haremos mañana? - Preguntó Patricia-
- Pues..., desayuno en la Charca y si queréis preparamos algo especial para cuando se cumpla el aniversario del nacimiento del emperador Trajano. ¿Qué os parece?
- ¡Fantástica idea! - Dijeron los niños.
- Estrella, por favor, ¿nos tocas algo ? - Propuso Julián-

La niña cogió su flauta y una bellísima melodía se mezcló con el canto de los pájaros. La paz, se extendió por el lugar y hasta el toro caprichoso buscó una sombra para cerrar los ojos y soñar. Fue Dimas quien rompió el silencio para decir:

- "Chicos, hay que cuidar el bosque, nunca dejéis residuos de ningún tipo y mucho menos cristales que en verano hacen efecto lupa y provocan incendios. Convenced a vuestros amiguitos de que sin bosque, no hay vida".

Y tras este maravilloso consejo, volvieron al Tejar para disfrutar del resto de la jornada. A la vuelta, el abuelito les tenía una sorpresa ¡Había fabricado billardas para jugar! Veremos quien la lanza más lejos, pero eso..., será en otra de las aventuras de Pepa Jones y su gato Gambita.

Nota: Vaya este cuento como homenaje a la memoria del bueno de Dimas que estará en el cielo con papá, el abuelito y el toro caprichoso.



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viernes, 8 de julio de 2016

Las aventuras de Pepa Jones y su gato Gambita. Aventura en el Peñón.

"El verano es  la mejor época para disfrutar, relajarse y salir de aventuras" Eso pensaba Pepa Jones la mañana del lunes mientras desayunaba junto a su gato Gambita. 
Como era habitual, había quedado con su  amiga Patricia para ir a la Charca de los Patos a nadar un poco y hacer planes para todas las vacaciones. En realidad, el abuelo de Pepa ya no permitía que nadie se bañara allí, pero ante la insistencia de su nieta, pensó en delimitar una zona para que pudiera disfrutar sin peligro.
Con las bicis preparadas y las mochilas a tope, solo faltaba que Gambita tomara posesión de su cesta y ponerse a pedalear. A eso de las ocho y media de la mañana, cruzaban la puerta de "El Tejar".

- ¡Abuelitooooo, ya estamos aquí! - Gritó Pepa nada más dejar la bici en el suelo-

El abuelo José dejó sus tareas con el ganado para salir a abrazar a la niña. Le encantaba tener El Tejar lleno de críos así que el verano era su época favorita.

- ¡Buenos días,  José! - Dijo Patricia a la vez que daba  un abrazo al feliz anfitrión.
- Bueno chicas, vamos a la casa, os tengo una sorpresa por haber acabado el curso con tan buenas notas.

Las niñas se miraron felices y al entrar en el salón, sus ojos se toparon con unos hermosos carritos de madera repletos de flores. Cada cuál tenía el nombre de su propietaria pintado en blanco y eran del tamaño perfecto para ser enganchados a las bicis o arrastrados directamente con la mano.

- ¡Pero abue! ¿Los has hecho tú? -Preguntó Pepa casi llorando de emoción-
- Claro que sí, pequeña. Espero que los disfrutéis y ¡Que no os metáis en líos!

Felices, dieron las gracias y un buen puñado de besos al simpático abuelo, que tras sacar las flores y enganchar los carritos a las bicis de las niñas, prosiguió con las labores propias del campo. Patricia y Pepa dejaron las mochilas y metieron el desayuno y las toallas en su nuevo y flamante carro. Ni que decir tiene que Gambita se hizo un hueco en tan especial medio de transporte.


- Abuelito, volvemos para la hora de comer - Anunció Pepa-
- Muy  bien pequeña, pero recordad lo que os he dicho, no os metáis en líos y no salgáis del espacio que os he delimitado en la Charca para nadar. ¿De acuerdo?
- ¡De acuerdo! - Respondieron las dos-

Nada más entrar en la Charca de los Patos, se dieron cuenta de que su eucalipto favorito estaba ocupado.

- ¡Qué faena, Pepa! - Murmuró Patricia-
- No pasa nada, Patri, tenemos muchos árboles para poner nuestras cosas. ¿Y si vamos a presentarnos?
- ¡Buena idea! Puede que le guste la aventura y se una a nuestros juegos.

Bajo la sombra del generoso eucalipto, una niña rubia como el sol arrancaba preciosos acordes a una flauta. Tenía el pelo liso y los ojos tan azules que cuando Pepa los vio pensó que el mar podía verse a través de ellos.

- Hola ¿Qué tal? -Preguntó Pepa- Somos Patricia, Pepa y nuestro gato Gambita- Dijo mientras señalaba a sus amigos y a sí misma- ¿Te gustaría nadar con nosotras?
- ¡Hola! -Contestó la niña dejando la flauta y poniéndose en pie- Me llamo Estrella, me encantaría pero no he traído traje de baño-
- Por eso no te preocupes, - Dijo Patricia- Yo siempre traigo más de uno y creo que el de solecitos te sentará muy bien.
- ¡Estupendo! ¡Muchas gracias! - Exclamó Estrella- Acabo de llegar al pueblo y aún no conozco a nadie. Mis padres me trajeron ayer a este lugar y me pareció tan hermoso que he decidido volver. A los pájaros les gusta mi flauta así que por eso tocaba.
- Estás en la Charca de los Patos - Le aclaró Pepa- y eres muy bienvenida. Por cierto, tocas de maravilla pero ahora.., ¿qué tal si nos damos un baño?

Transcurrió la mañana entre risas, chapuzones y confidencias. Estrella venía de Mérida y eso entusiasmó a las niñas porque ellas eran unas enamoradas de la cultura romana. Le contaron la aventura con los ladrones de antigüedades y su nueva amiga aplaudía entusiasmada las hazañas de las chicas. A su vez, la niña les informó de que vivía cerca del Museo de Arte Romano y que le gustaba mucho la Historia y la música; así que no sólo encontraron a una nueva amiga, también una cómplice ideal para el verano guadiateño.
Estaban sentadas a la orilla viendo cómo Gambita correteaba tras una libélula cuando Estrella reparó en el Peñón.

- Chicas ¿Qué es esa enorme piedra que se ve al fondo?
- El Peñón - contestó Patricia - Es el emblema de nuestro pueblo, está en el escudo.
- Y en su interior hay pinturas rupestres del Calcolítico  - Añadió Pepa- 
- ¿En serio? ¡Oh me encantaría verlas! ¿Podemos ir?
- ¡Claro! ¿Qué os parece si mañana quedamos y subimos? - Propuso Pepa-
- ¡Perfe! - Contestaron las chicas.

El día se fue agotando en La Charca de los Patos, el sol se volvió anaranjado y el calor remitió para dar paso a unas horas en las que la gente asaltaba las calles y llenaba las terrazas de los bares. Las niñas permanecieron en El Tejar hasta que el abuelo José terminó algunas tareas y marcharon juntos al pueblo. 
Tras despedirse, las amigas caminaron felices sabiendo que al día siguiente volverían a las aventuras.
A las siete de la mañana en punto, las aventureras gatunas y sus bicis arrancaron camino del Peñón. La subida era dura así que descansaron en una de las piedras favoritas de Pepa.

Al llegar arriba, Estrella quedó maravillada por las vistas. Una extensa panorámica de la comarca se abría a sus pies y el olor a romero asaltaba los sentidos a cada bocanada de aire.

- Chicas..., esto es hermoso - Murmuró entornando los ojos y mirando al cielo mientras Gambita se enroscaba en sus piernas-
- ¡Pues espera a ver todo lo que hay! - Exclamó Patricia-

Dejaron las bicis bajo una encina y siguieron ascendiendo hasta la cruz, una vez allí, decidieron corretear por los alrededores hasta que Gambita se detuvo de golpe y comenzó a aguzar el oído.

- ¿Qué ocurre, Gambichi? ¿Qué has visto? -Preguntó Pepa-

Al filo de la pregunta se escucharon unos golpes.

- Chicas, ¿habéis oído eso? -Preguntó Estrella- Suena como si estuvieran golpeando sobre una piedra.
- Con un martillo, para ser exactos - Aclaró Patricia-

Los golpes se oyeron de nuevo y Gambita salió disparado en dirección a las cuevas.

- ¡Sigámosle! -Gritó Pepa-

El gato se detuvo frente a la verja que cierra el Abrigo de La Virgen, donde se encuentran las pinturas rupestres. La puerta de acceso estaba abierta.

- Chicas, mirad eso. La reja está abierta y en teoría, aún faltan más de dos horas para que llegue la persona del Ayuntamiento que ha de acompañarnos en la visita. Qué raro... - Dijo Pepa-
- ¿ Y si echamos un vistazo? Propuso Estrella.
- ¡Así me gusta! ¡Eres una aventurera en toda regla! ¡Adelante! -Exclamó Patricia-

Los golpes habían cesado desde hacía un rato, pero en el suelo de la cueva alguien se había olvidado una pequeña manta y un cortafrío.

- Estrella, ¿has traído tu linterna? Hay muy poca luz- Habló Pepa-
-Sí, aquí está.

Pepa tomó la linterna y alumbró hacia las pinturas, para sorpresa de todas, alguien estaba intentando arrancarlas de la piedra.


- ¿Pero qué es esto? - Preguntó Patricia alarmada- ¿Otra vez ladrones de patrimonio en el Guadiato? ¿Es que no han escarmentado?

De repente, los objetos que había en el suelo tomaron sentido. No había duda de que una o varias personas habían salido de allí a toda prisa alertados por la presencia de las niñas.

- Bien amigas ¿Cuál es el plan? -Preguntó Estrella-
- Lo primero es salir de aquí y cerrar la verja. Patricia, ¿tienes bridas?
- Sí, ya sabes que siempre llevo. Las he dejado en el carrito que nos regaló tu abuelo, vuelvo en un tris.

Pero no tuvo tiempo de salir, de repente la puerta se cerró y quedaron atrapadas. Una figura alta y vestida de verde ponía una cadena y un candando a la puerta. No pudieron verle la cara porque llevaba un pasamontañas.

- ¡¡Así aprenderéis a no meteros donde no os llaman, pequeñas fisgonas!!- Exclamó el malhumorado personaje-

- ¡¡No nos encierre por favor!! ¡Sáquenos de aquí! -Suplicó Pepa en vano-
- No os preocupéis, he traído mi móvil. -Dijo Estrella- Pero...,¿Dónde está mi mochila? ¿Y las vuestras?

Las niñas no se habían dado cuenta de que mientras observaban las pinturas, el caco sustrajo sus mochilas que distraídamente habían dejado a la puerta de la cueva. En ellas, iban los teléfonos.

- ¡Oh, no! ¡Qué faena! - Exclamó Estrella con fastidio- ¡Estamos atrapadas y no podremos salir hasta dentro de unas horas!
- Y eso no es lo peor- Añadió Patricia- Para entonces, el caco estará bien lejos del alcance de la Guardia Civil.
- No todo está perdido, chicas. Llevo encima mi pequeño cuaderno y tenemos a Gambita. -Dijo Pepa sonriendo-
- Explícate, querida - Le pidió Estrella-

Pepa extrajo de uno de los bolsillos de su camisa, una pequeña libreta de la que colgaba una cuerdecita con un lápiz en el extremo. Era su cuaderno de notas y jamás salía sin él. Tenía la costumbre de llevarlo encima y eso en un momento como aquél, cobraba vital importancia.

- Chicas, mi amigo Julián sube cada mañana al Peñón andando, si no calculo mal debe andar cerca. Voy a trabar una nota al collar de Gambita y después lo sacaremos por la reja. Volverá a casa y en el trayecto se encontrará con mi amigo.
- ¿Y cómo sabrá que es tu gato? - Preguntó Estrella-
- Tranquila, conoce bien a Gamba y le extrañará verlo sin mí. Cuando se acerque, verá la nota.
- ¡Buena idea! ¡Plan "pepil" en marcha! - Dijo divertida Patricia-

Escribieron la nota, la hicieron un canutito y con la cuerda del lápiz la sujetaron al collar del gato. En la nota:

" Querido amigo, soy Pepa Jones.  Mis amigas y yo 
estamos encerradas en el Abrigo de la Virgen, en el Peñón. 
Hemos sorprendido a un ladrón que intentaba 
llevarse las pinturas y nos ha dejado atrapadas. 
Por favor, avisa a la Guardia Civil para que no escape.
Muchas gracias. Un abrazo grande de tu amiga.
Pepa"

- ¡Vamos Gambita, corre! - Le gritó Pepa al animal que salió despavorido camino abajo-

Esa mañana Julián se había tomado su tiempo sacando fotografías de los alrededores, pero como había madrugado mucho, pensaba que aún podría tomar algunas más antes de que el sol le sorprendiese. Estaba en La Poza cuando vio venir a un gatito corriendo como alma que lleva el diablo.

- Pero ese... ¿Ese no es Gambita? ¿Solo? Qué raro... - Pensó-

Le salió al camino y el animal al conocerlo fue a reclamar unas caricias.

- Pero bueno amiguito ¿Cómo es que estás solo? ¿Y Pepa? - Se inclinó para tomarlo en brazos cuando vio la nota. La leyó veloz pero no hizo caso de la orden, por el contrario, salió corriendo camino arriba para ayudar a las chicas-

- ¡Vamos Gambita! ¡No hay minuto que perder!

En tiempo récord, Julián estaba al otro lado de la reja armado con una enorme piedra que utilizó para hacer saltar el candado.

- Pero bueno Pepa, ¿es que no vas a dejar de meterte en líos? - Preguntó Julián a su amiga-
- ¡Mira quien fue a hablar! Me ha dicho mi abuelo, que la semana pasada pusiste tomates pasados con petardos en las habitaciones de los mozos mientras dormían la siesta.

Al oír la trastada, Estrella y Patricia no pudieron contener la risa.

- ¡Uf, tu abuelo me ha prohibido ir a la Charca de los Patos durante un mes! - Aclaró el niño pesaroso-
- Bueno, bueno, dejaos de historietas y vamos al caso que nos ocupa - Interrumpió Estrella- Hay que avisar a la Policía, ese hombre debe andar ya bien lejos.

Pepa, tras disculparse, presentó su amigo a las chicas.

- Bien, llamaremos a la Guardia Civil, pero si queréis podemos dar con ese hombre, me conozco bien estos caminos. - Propuso Julián-
A las niñas les pareció bien y tras el aviso pertinente al cuartel, se introdujeron en la maleza con sumo sigilo, pero con máxima prisa.

- No hagáis ruido, chicas. Si no me equivoco, ha debido huir por este camino pero me sé de una vereda que es más corta y si nos damos prisa, le alcanzaremos. - Dijo Julián-
- Podemos sacarle fotos y enviarlas a los agentes. ¿Qué os parece? - Propuso Patricia-
- Perfecto - Contestaron-

A lo lejos, las jaras se movían como si el viento jugara con ellas. Dos cabezas aparecían y no llevaban pasamontañas.

- ¡Son dos! - Exclamó Patricia-
- Vaya..., si consiguen salir al camino estamos perdidos. Tenemos que hacerles fotos como sea o la Guardia Civil no dará nunca con ellos. - Dijo Pepa-
- Tengo una idea - Propuso Julián- Salgamos de la vereda, no tengáis miedo que no nos perderemos. Si conseguimos pasarlos y escondernos en una piedra que hay más adelante, podremos sacar las fotos.

Su estatura les daba ventaja de movimientos con respecto a los cacos y en poco los pasaron y se pusieron a salvo tras una enorme roca. Julián sacó como diez fotos, en dos de ellas se apreciaba perfectamente la cara de los hombres. Tras hablar de nuevo con la Guardia Civil, enviaron la información.
Tuvieron que permanecer allí sin moverse, esas fueron las órdenes de los agentes. Al cabo de una hora  aproximadamente, escucharon unas motos. Eran miembros del Seprona.

- ¡Aquí. aquí! - Gritaron los niños.

Uno a uno fueron sacados de allí y puestos  a salvo en la Poza, la fuente más famosa del pueblo. El paseo en moto por el bosque fue lo que más gustó a los amigos, que arrancaron la promesa a los agentes de repetir la experiencia.

- Chicos, gracias por ser tan valientes, los cacos están ya camino de los calabozos. - Informó uno de los guardias-
- ¿Tenían algo que ver con los ladrones de la Charca de los Patos? - Preguntó Patricia-
- No, estos ni siquiera estaban fichados - Contestó el agente- Por desgracia, los ataques a los yacimientos arqueológicos son el pan de cada día. Es de vital importancia colaborar con las autoridades para evitar el expolio de nuestro patrimonio, como habéis hecho vosotros. Felicidades, pequeños.
- ¡Gracias, señor! - Contestaron felices los chicos-
- Un momento, no tan a prisa. -Les  detuvo el guardia antes de que marcharan- Nada de salir al monte sin la compañía de un adulto. Nunca más ¿Entendido? -Les dijo apuntando a todos con el dedo, cosa que a Gambita no gustó nada de nada-

Los niños se miraron entre ellos.

- Claro, claro... Nunca más. - Fueron contestando sabiendo que en el fondo no le harían ni caso-
- Eso suena a un sí para salir corriendo. Os estaré vigilando, ¡pillastres!. Ya conocemos bien las aventuras de Pepa Jones, su gato Gambita y sus insensatos amigos. ¡A casa inmediatamente!.

El agente quería parecer serio, pero esos chicos y su afán por proteger lo que es de todos, en verdad le agradaban y le divertían. Tras recibir un sincero abrazo, vio como se alejaban riendo y pedaleando a toda prisa hasta su próxima aventura.

- ¡Chicos, me lo he pasado bomba! - Exclamó Estrella- Jamás pensé que tendría un verano así de divertido.
- ¡Vamos al Tejar a contárselo al abuelo! - Propuso Pepa-
- Bueno..., yo si eso ya voy  otro día - Contestó Julián queriendo marcharse-
- ¡De eso nada! Seguro que abuelito te levanta el castigo en cuanto sepa lo que has hecho así que... ¡En marcha! Te toca llevar a Gambi en la cesta.

Y así, terminaba una jornada más en la Charca de los Patos, el lugar favorito de los niños más aventureros del Valle del Guadiato.
Recordad, el patrimonio es de todos, cuidarlo y protegerlo es nuestra responsabilidad. Nunca os llevéis a casa piezas arqueológicas y si veis a alguien que sí lo hace, ponedlo en conocimiento de las autoridades. Porque el pasado y sus tesoros, nos pertenecen.

¡Gracias Julián por las fotos! También gracias a la persona que subió a Facebook  la fotografía de la Charca que hay en el inicio del relato.

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domingo, 31 de enero de 2016

Las aventuras de Pepa Jones y su gato Gambita. Capitulo 1

Pepa Jones es un niña de 11 años apasionada de la Historia, que pasa sus días entre el cole y las aventuras, y sus noches, soñando con más aventuras.
El sábado de buena mañana, paseaba por los alrededores de la Charca de los Patos en compañía de su inseparable gato, Gambita. Hago un alto en el relato para aclarar que el simpático minino en realidad se llama Gándalf, como el mago, pero un malentendido hizo que su nombre acabara transformado en Gamba y de Gamba..., Gambita.
Prosigamos pues. Como os decía, Pepa ocupaba la mañana en observar plantas y pájaros cuando su inseparable compañero reparó en algo."

- ¿Qué has visto, Gambita? - Preguntó Pepa mientras observaba a su gato escarbar profundo y sacar diversos utensilios.

La niña, apartó cuidadosamente a su amigo y descubrió con asombro que el animal estaba extrayendo de un saco pequeños muñecos de plomo de no más de cinco centímetros. La chica, curiosa por naturaleza, entró sus manos en la talega hasta dar con dos lucernas, una pequeña estatuilla que parecía de bronce y un buen puñado de monedas, que a todas luces, eran antiguas y de plata.

- ¡Gambita no sabes lo que has descubierto! Todas estas cosas son de origen romano, yo diría que fueron encontradas no muy lejos de aquí, pero... ¿Qué hacen enterradas en este lugar? ¿O es que están escondidas?

El gato giró su cabecita y meneó la cola de un lado para otro encantado con la atención que le prestaba su amiga. Pepa, tomó una de las monedas en su mano, sacó una lupa de su mochila y la observó con atención.

- ¡Bueno, bueno, buenoooo! -Exclamó Pepa al ver ampliada la figura que aparecía en la moneda. - Gambichi ¡Que son denarios de plata! ¡Este es Trajano, el emperador! ¡Mira!

El gato olió la moneda  que su amiga ponía delante de sus narices,  tras comprobar que no era comestible, se sentó sobre sus patas traseras.

- Estas monedas están muy bien acuñadas, seguro que tienen valor. ¿Sabías que Trajano era de Sevilla? Bueno, de Itálica, pero ya te contaré eso otro día.

No le dio tiempo a terminar la frase porque Gambita salió corriendo detrás de una libélula, así que nuestra amiga se quedó pensando en qué hacer con aquel hallazgo. Estaba claro que entre las muchas cosas que se podían hacer, no entraba la de quedárselo ¡Había que informar a las autoridades de inmediato!

Sacó la talega de la tierra húmeda  y volvió  a depositar dentro todo lo que había examinado. Sin duda, la vieja Mellaria era el origen de todo aquello, seguro.

Pepa abrió su mochila e introdujo como pudo el hallazgo ¡Cómo pesaba! Pero había que hacer lo correcto, así que lo mejor era ir a ver a don Luis, un arqueólogo jubilado que vivía en el pueblo con su señora, doña Alfonsina, que hacía las mejores galletas de la comarca.
Volvía por el camino terrizo y lleno de charcos a causa de una abundante noche de lluvia en pleno mes de junio, cuando vio venir un coche algo destartalado. No sabría decir la marca porque pasó a toda velocidad y aunque se apartó inmediatamente, el agua la empapó de arriba a abajo.



- ¡Pero bueno! ¡Haga el favor de mirar por donde vaaaaa! ¡Gamberrooooo!

Gambita tampoco se había librado, el pobre tenía todo el pelo mojado y los bigotes caídos. Pepa, enfadada sacó de la mochila unos pañuelos e intentó secar a su amigo, pero ni con una caja habría sido suficiente. Mientras se afanaba en limpiar al gato, vio como dos hombres descendían del vehículo y se aproximaban justo al lugar donde un rato antes habían desenterrado el tesoro que ahora permanecía en su mochila. Se les veía enfadados, buscaban y se gritaban el uno al otro.
Uno de ellos, el más bajito y de mayor edad, parecía el más indignado. El otro, un chico de unos veinticinco años, señalaba al agujero como justificándose.

- Ay Gambita que me parece que aquí hay gato encerrado.... - Dijo Pepa a su amigo no sin sentirse inquieta- ¡Tenemos que salir pitando ya, pero ya!

Pepa se conocía aquellos parajes mejor que nadie, de hecho, la Charca de los Patos era de su abuelo, así que antes de que los hombres enfadados pudieran reparar en ella, había atravesado los campos y estaba en la entrada del pueblo. No creía que sospecharan de una niña y su gato, pero había que tomar precauciones.
Nada más llegar a casa, puso la mochila a buen recaudo, se cambió de ropa a toda prisa y tomó el móvil de mamá para llamar a su amiga Patricia.

- ¡Hola Patricia! ¿Qué estás haciendo?
- ¡Hola Pepita! Estaba terminando un dibujo para mi hermano. ¿Por qué?
- ¿Podrías venir a casa, por favor? Creo que tengo algo que te va a interesar.

Patricia era una excelente pintora y escultora, nadie sabía más de la Tierra Media y de Tolkien que ella, se conocía todos los personajes de "El Señor de los Anillos" y los nombres de todos los enanos de "El Hobbit". Era una amiga estupenda y una maravillosa compañera de aventuras.


Como vivían cerca, no tardó ni quince minutos en llamar al timbre. Ya en la habitación de Pepa, ésta la puso al corriente de lo sucedido.

- ¿Y qué piensas hacer? - Preguntó Patricia-
-  Ir a ver a don Luis, él sabrá cómo proceder con todo esto.
- Pues siento decirte que esta mañana estuvo en casa para despedirse. Se va dos semanas con su hija a Málaga, así que habrá que preparar un plan be.
- ¿Has pensado algo? - Preguntó Pepa curiosa.
- No, pero ya se nos ocurrirá.

El resto de la tarde transcurrió duchando a Gambita y secándolo después, algo que el minino aceptaba resignado pero que no le gustaba en absoluto. Después, las amigas se despidieron hasta el día siguiente en que irían a inspeccionar de nuevo los alrededores de la Charca de los Patos.
Bien temprano, con mochilas y bicis pusieron rumbo a su lugar favorito de aventuras. Gambita viajaba en una cesta que el abuelo de Pepa había acoplado a la bicicleta. Era sin duda un perfecto gato aventurero.
Nada más llegar, Pepa le enseñó a Patricia el lugar donde encontró el tesoro.

- Vaaaya... Pues no estaba muy bien escondido que digamos - Dijo Patricia tocando el hueco-
- ¿Crees que pueden haber escondido más cosas?
-  No lo sé Pepa, pero podemos echar un vistazo.
- Miremos los sitios donde haya tierra removida. Iremos sin prisas. - Propuso Pepa-
- ¡Perfecto!

El sol comenzó a subir y a las once y media el calor se dejaba sentir, así que tras la infructuosa búsqueda, decidieron refugiarse bajo los eucaliptos para tomar lo que Patricia denominó "el segundo desayuno hobbit". Jamón y pan, cerezas y unos melocotones formaban el tentempié para las niñas, y una deliciosa bolsita de bocaditos para Gambita.
Una suave brisa comenzó a mecer las ramas de los árboles y niñas y gato se rindieron a la deliciosa sensación del verano en el Guadiato. Sin embargo, un ruido de puertas que se cierran los sacó a todos de la modorra. Dos personas salieron del coche que el día anterior duchó a Gamba y a Pepa. La niña reconoció inmediatamente al hombre bajito, pero esta vez venía acompañado de una mujer que iba de un lado para otro con un aparato que rápido identificaron como un detector de metales.

- ¡Chssst, no hagáis ruido! - Susurró Pepa - No nos han visto y es mejor que no lo hagan.
- ¿Cómo es posible que estén a plena luz del día con un detector? - Preguntó indignada Patricia-
- No sé, amiga, pero esto no me gusta nada.

Gamba por fortuna seguía hecho un rosquito, dormido a la sombra mientras las chicas se tendían en el mantel que habían dispuesto para el desayuno. Las bicis estaban en el suelo así que era una suerte porque no podrían verlas a menos que se dirigieran hacia allí.
Escucharon pitar el aparato al menos en cinco ocasiones. Después, la pareja subió al coche y desapareció por donde había venido.

- ¿Has visto eso? - Preguntó Pepa
- Ya lo creo y además, he memorizado cada lugar donde el detector ha pitado.
- ¡Eres única, Patri!

Se aseguraron de que no hubiera nadie y raudas fueron a los lugares que Patricia fue señalando.

- ¿Y si excavamos? - Se nota que han removido tierra, Pepa.
- De acuerdo. Espera, vamos al Cortijo El Tejar, estoy segura de que mi abuelo ha llegado ya y nos proporcionará cualquier cosa que pueda ayudarnos.

Dicho y hecho, el abuelo José que era un niñero de cuidado, les facilitó unas pequeñas palitas que utilizaba para el huerto, no sin antes darles mil y una recomendaciones para que no se hicieran daño. Por supuesto, declinaron la ayuda que les brindó.

- ¿Qué se traerán entre manos?- Pensó el hombre al ver a las niñas tan nerviosas-

Dieron un puñado de besos al abuelo  y montaron de nuevo en sus bicis para retomar la aventura.

- ¡Gracias abuelito! ¡Dile a los papás que nos quedamos a comer contigo, por fa! - Le gritó Pepa  mientras se alejaban a toda prisa.
- ¡De acuerdo pero no hagáis trastadas! - No estaba para nada seguro de que le fueran a hacer caso.

Las niñas no se equivocaron, en el primer sitio donde excavaron encontraron una bolsa de loneta igual a la que Pepa guardaba en casa. Dentro, denarios de la república romana que en seguida Pepita reconoció.

- Patricia, ya no me queda duda. Esto es fruto de un expolio, así que tenemos que denunciarlo. No podemos esperar a don Luis.
- ¡No! Espera, tengo un plan.

En todos los lugares que excavaron aparecieron figurillas, monedas e incluso diversos artículos como hebillas y ungüentarios de vidrio que en su día contuvieron cremas, perfumes, etc. También alguna botella con iniciales probablemente del vidriero que las hizo. Pero lo que más llamó su atención fue una gran cabeza de león que no pudieron extraer debido a su tamaño.
¿Cómo habría acabado todo eso allí?

- Pepa, ¿tu abuelo sabrá algo de esto?
- No, de eso estoy segura. Como se entere se va a enfadar muchísimo porque está claro que unos ladrones están escondiendo en su charca todo esto.

A mediodía, fueron a comer con el abuelo José y lo pusieron al corriente de todo. El hombre palideció al oír a su nieta y al ver todo lo que había enterrado en su finca.

- ¡Por Dios bendito! Pequeñas, tenemos que informar a las autoridades.
- ¡Abuelito espera, tenemos un plan! Pero todavía no podemos sacar nada de ahí o los ladrones se darían cuenta.

Al oír eso de su nieta, sabía que se metería en un lío. ¡Y no quería líos!

- Mira abuelito, aquí Patri es una excelente pintora y escultora y hemos pensado darles el cambiazo.
- ¿Cómo que darles el cambiazo? ¡Qué miedo me dais! - Exclamó el abuelo-
- Verá -Aclaró Patricia - Solo necesitaré latas de Coca-Cola vacías, cartón y su ayuda para cortar algunas cosas. Bueno, y que convenza a nuestros padres para que nos dejen pasar el día y dormir aquí mañana.

El abuelo José sopesó la propuesta pero incapaz de negarle nada a su nieta, comenzó las negociaciones con los padres de las chicas. Como el colegio había terminado y estaban de vacaciones, no pusieron pegas.
Al día siguiente, se presentaron en El Tejar con cartulinas, cartones y diverso material de manualidades, además de una buena bolsa llena de latas vacías.

- ¿Pero qué vais a hacer con todo esto? - Preguntó el abuelo señalando los mil cachivaches que habían puesto sobre la mesa-
- ¡Ahora lo verás, abuelito! Por cierto ¿Viste algo raro anoche?
- Pues vinieron dos coches, me acerqué hasta la charca acompañado de Adán, el mastín, y vimos cómo enterraban un par de bultos y desenterraban otro.
- ¡Vaya eso es que se han llevado algo!- Exclamó Patricia.
- Además - Prosiguió el abuelo José- unos hombres muy bien vestidos entregaron un maletín al bajito que decías, Pepa.
- Lo dicho, han vendido parte de lo que han robado. ¡Tenemos que darnos prisa! - Dijo la nieta.

Pasaron toda la mañana trabajando. Gambita se encargó de pisotear y arrugar las cartulinas, el abuelo, de cortar las latas en forma redonda para que simularan monedas. Del resto, se encargó Patricia con sus pinceles y sus mil herramientas mágicas.
A eso de las siete, las réplicas estaban terminadas.

- ¡Vaaaaya, qué buen trabajo, chicas! - Exclamó el bueno de José-
- Pues ahora, sustituiremos todo lo que vimos ayer por estas réplicas. ¡No hay tiempo que perderª - Exclamó Pepa-
- Cuando lo tengamos, llamaremos a la Guardia Civil ¿De acuerdo, pequeñas?
- Vale, abuelito - Acompañó la frase con un beso sonoro en la mejilla de su abuelo.

Gambita venía de jugar un rato con Van Gogh, un gatito que nació con una oreja arrugada y que vivía en el otro cortijo del abuelo. Cuando vio que había aventura, se subió rapidísimo a su cesta.
No sin esfuerzo cambiaron todo y llevaron los objetos de valor a El Tejar. Ahora sólo había que esperar a que hicieran acto de presencia los ladrones y llamar a la Guardia Civil.

- Gamba, necesitamos tu ayuda. - Le dijo Pepa a su gato que la miraba con carita expectante- Te voy a instalar una cámara de visión nocturna en el collar e irás hasta la charca. Así podremos ver qué sucede cuando las imágenes se muestren en nuestro ordenador. Las grabaremos y pillaremos a esos granujas ¡Lo harás de maravilla!

A eso de las once de la noche el abuelo José llevó a Gambita a la Charca de los Patos, no sin antes dejarle chucherías por varios sitios para que no tuviera la tentación de volverse tras él. Si los ladrones no fallaban, en unos minutos estarían allí.

- Bien pequeño, ahora tienes que hacerlo muy bien para que podamos grabar a esos delincuentes. Nos vemos en un ratito. -Acarició la suave cabeza del animal, encantado con todas las chuches que tenía para comer

De vuelta a El Tejar, marcó el número de la Guardia Civil y contó a los agentes lo que sucedía con pelos y señales.
Se escucharon los coches apenas unos segundos después de colgar el teléfono. ¡Eran los expoliadores! Gambita de momento solo enviaba imágenes de pastos y de agua porque estaba bebiendo, pero al sentir ruidos, enfocó claramente a los ladrones.


- ¡Ahí los tenemos, abuelillo! - Exclamó Pepa-

Vieron cómo excavaban, Gambita estaba agazapado en algún lugar, probablemente ocultándose de los malhechores pero con tan buena fortuna que no los perdía de vista y eso hacía que en El Tejar, no perdieran detalle de los afanados expoliadores. ¡Menuda sorpresa se llevaron!

Los gritos de los burlados saqueadores asustaron al gatito que volvió corriendo con su dueña. En ese momento, también llegaban las autoridades que rodearon el lugar y no permitieron que escaparan aquellos energúmenos. Uno a uno, fueron detenidos y esposados. Allí estaba el señor bajito, el joven y la chica acompañados de otros dos hombres que probablemente fueran los compradores.

- ¡Ufff, menudo jaleo se ha montado! Exclamó Pepa al ver el despliegue de Fuerzas de Seguridad.
- ¿A quien hay que felicitar? - Preguntó un Guardia Civil tan grande que las niñas pensaban que no pasaría por la puerta del cortijo.
- A esas dos bellezas y a su gato - Contestó el abuelo José todo orgulloso-
- No sabéis el tiempo que llevábamos detrás de estos granujas - Dijo el Guardia agachándose para ponerse a la altura de las pequeñas - Lo que no podíamos imaginar es que escondieran los objetos robados aquí.
- ¿Son muy importantes? - Preguntó Patricia.
- ¡Ya lo creo, chicas! Algunas piezas han sido sustraídas de la mismísima Mérida, otras de lugares de nuestra comarca e incluso había objetos robados de museos. Lo habéis hecho muy bien. ¿Este es vuestro gatito? - Preguntó acariciando a Gamba que no paraba de rozarse con las rodillas del agente-
- Así es. Él descubrió la primera bolsa llena de objetos y también ha sido él quien ha grabado las imágenes de los ladrones extrayendo los supuestos tesoros - Contestó Pepa-
- Una pregunta ¿Por qué tomaros tantas molestias en hacer réplicas? Preguntó el Guardia.
- Fácil. Para demostrarle a esos señores, que con un poco de imaginación todos podemos tener en casa objetos de la vieja Roma sin necesidad de expoliar ningún yacimiento. - Aclaró Pepa-
- ¡Muy buena idea! - Exclamó el agente sonriente.

Habían sido unos días excitantes. Como recompensa, don Luis movió hilos para que las niñas pudieran visitar algunos yacimientos arqueológicos donde se trabajaba activamente. También acudieron a Mérida, invitadas por el Consorcio Ciudad Monumental,  recorrieron la ciudad y asistieron a una lucha de gladiadores en el anfiteatro. ¡Eso sí que fue divertidísimo! Y en todos esos lugares, Gambita fue uno más, pues en estas aventuras él es sin duda la mascota que anima a Pepa a investigar y a descubrir.
Muy pronto, nuevas aventuras de Pepa Jones y su gato Gambita.



Nota: El dibujo de la niña que inicia este cuento, no es mío, si alguien considera que vulnero sus derechos, que me lo haga saber y la retiraré de inmediato. La pintura de El Hobbit es obra de Patricia Martín, una excelente pintora cuyas obras se exhiben en museos de reconocido prestigio. Y lo mejor, una maravillosa persona.
Patricia, te debía un regalo  así que este relato es para ti. Gracias por inventar el personaje de Pepa Jones, porque es justo decir que fuiste tú quien me lo sugirió. Lo tenía escrito desde hace tiempo, pero no acababa de salir a mi gusto, espero que ahora que lo he publicado te haga muuucha ilusión y sea de tu agrado. Habrá más. ¡Gracias por tus pinturas!

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