martes, 17 de marzo de 2015

LETRAS DE BAR


El aire venía cargado de olores esa mañana, salía del hospital con los ojos enrojecidos a causa de una noche larga repleta de despertares y ruidos propios del lugar. El frío rebotó en mi cara y lejos de molestarme lo agradecí, tal vez de ese modo distraería mi mente empeñada en arruinarme el ánimo para todo el día. Miré al cielo, estaba emborronado por unas nubes que más que algodón parecían humo de chimenea. Probablemente detrás estuviese el azul pero de momento…, ni rastro.
Me cruzaba con otras gentes, nadie daba los buenos días y los míos se quedaban flotando en el aire, buscando unos labios que quisieran acogerlos y devolverlos con una sonrisa. No tuve suerte.
Ya en el bar, gentes iban y venían cargando sus vidas y sus historias. Eso pensé nada más sentarme en el reducido espacio que había entre mi silla y la del parroquiano de atrás. Entrar mis piernas en el hueco no fue fácil, pero el chico que ocupaba el asiento que obstaculizaba la maniobra, no estaba por la labor de facilitarla. 
Frente a mí, un grupo de médicos y enfermeros desayunaban con gran algarabía. Uno de ellos, relataba una historia que tenía encandilados a los demás, sus gestos histriónicos arrancaban risas y palabras de aprobación a su particular “cla”, totalmente entregada al guapo galeno. Por unos instantes me quedé observándolo, no parecía demasiado alto, sus rasgos y su marcado acento andaluz delataban a las claras su procedencia; era el típico hombre del sur de tez aceitunada y cabello zaíno al que tímidamente se habían tejido algunas hebras plateadas. Tenía los ojos enormes y en uno de sus barridos por el bar se chocaron con los míos que, como de costumbre, corrieron a esconderse. Me sentí como una niña pillada en falta, avergonzada me sumergí en la lectura del libro que traía entre manos a la espera de que llegara mi tostada con el té, algo que no tardó en suceder. La bebida era amarga en extremo, ni todo el azúcar del mundo podía disimular la pésima calidad de aquellas hierbas que al menos, calentaban el espíritu. 
Mientras desayunaba enterré mis ojos entre las letras del libro, aunque intentaba seguir el hilo de la historia, la voz de aquel hombre que unos minutos antes me había resultado tan atractivo, distraía mi empeño por centrarme en el texto. No me atreví a levantar la mirada, así que no sin esfuerzo me propuse seguir enzarzada en las aventuras de los neutrinos y su victoria en la carrera contra la luz. Entre sorbo de té y bocado de tostada desfilaron el gato de Schrödinger, los parabienes de la fusión nuclear y el Bosón de Higgs, sin embargo, por las esquinas de la atómica historia se coló un pensamiento o más bien, una pregunta. 
- ¿Por qué huyes siempre de la belleza? 
Y un nudo (ahora estaría bien decir gordiano), se echó en mi garganta. La tristeza me aplastó con una losa pesada cargada de años y recuerdos. Para colmo de males, aparecía una expresión en el libro, más bien una palabra, que agitó la poza de los sentimientos e hizo que los esfuerzos por concentrarme en lo que leía se diluyeran. Me sentí pequeña, tanto que si levantaba los ojos de las letras no lograría sobresalir por encima de ellas ni un centímetro. Atravesada por el lacerante pensamiento, mi corazón rebosó de amargura ¿Por qué huyo de la belleza? 


Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Número Registro Propiedad Intelectual:  1803146136805

SENTENCIA

Detrás de la lluvia se intuía su figura desdibujada.  Nunca supe si iba o volvía de un pasado que los demás se empeñaban en devolverle.
Yo no actuaba. Figura inmóvil, espectadora de años a la espera de una explicación que se llevó en los labios. Yo, era su pasado, pero no el de carne y hueso, sino el de humo desvaído en sus recuerdos.
Cumplida mi condena, te declaro culpable.

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miércoles, 11 de marzo de 2015

SILENCIO

No hay silencios pequeños, ni siquiera aquellos que ruedan por gargantas enamoradas. ¿Cómo saber qué es? "Sin palabras he de conocer, he de entender.... " Dice el poeta.
Las esperas se cargan de amargura cuando vienen regaladas con silencio. Y entonces me veo de nuevo en este camino ciego y remoto andado tantas veces, tantas..., que ha llenado de costumbres mi alma. Dicen que el alma no es más que vaho, pero yo pienso que es sueño.
La nostalgia alumbra unas letras marginales que se quedan errantes, huérfanas bajo la luna que hicimos sábana en las noches de gloria. No las recibirá, no las leeré, esperaré al recuerdo que en distancia siempre es bello.
Silencio, soledad, desaliento... Camino muerto.
Sin lágrimas.

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sábado, 7 de marzo de 2015

LLUVIA


El cielo se ha cubierto de cenizas, ha tallado una tarde oscura y húmeda que ha parido agua. Ahora mis pensamientos navegan, podrían naufragar pero eso es algo que pertenece al sentimiento. La razón es altiva y flota como el capricho del adolescente, como el oro en manos de un amante que compra amor interesado.
Aparto el pensamiento porque yo soy sentimiento, es decir, náufrago al filo del agua.
Qué lástima no ser poeta para adornar las palabras con versos. Pero sin vuelo, por favor, sin vuelo.

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LUNA EN LA SIERRA.



Se desgajó el día al borde de la sierra y la noche rodó hasta mis pies. Aquella luz de plata, ¿qué es? -Pensé- 
Es la luna de mi vida, la encontré tras pensarla perdida y ahora estás aquí, al filo de mi mano. 
Un racimo de luz se enreda en los árboles, toca un instrumento que no conozco y que suena como si no hubiera final ni comienzo. Porque la luz es también sonido, compás de tiempo, es música eterna que vibra alrededor de las horas y los lugares. 
Me siento niña y la luna es mi pelota, se la tragó un dragón cuando las palabras no eran más que silencio en efervescencia. Ahora, se le ha escurrido de la boca y ha venido a devolverme cosas que ella y yo sabemos, sentimientos que en otro tiempo maduraron en memorias que ya no conozco, que ya..., no recuerdo.

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miércoles, 4 de marzo de 2015

AUSENCIAS EN TU NOCHE Y EN LA MÍA.


Desvaríos del alma en la noche sin horas. Cabalgan los sueños a lomos de un susurro para no despertar el mañana, para no ver la desgarrada realidad de distancias y despedidas. 
Ahora son caricias, mañana..., mañana no me importa si no hay palabras. Un brillo de estrellas anuncia que la noche es larga, viene con el parpadeo del invierno y pienso que no debería abrir los ojos si tras la oscuridad, me espera el frío, la escarcha, su ausencia....
Tal vez si cuento cuántos besos mide su cara, se olvide de volar y despertemos sobre la paz de los campos, bajo el torbellino de su ojos de mar, de cielo, de años echados en corazón roto.
Vete ya, deja tu adiós en el camino hasta que el poeta valore la palabra, entonces sabremos si hemos acertado.


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martes, 3 de marzo de 2015

LAS ZAPATILLAS DE CAMILLE

Baila Camille por la estancia, de puntillas, etérea, cubierta de tules y gasas de sueño. Camille, baila...
En su descanso estas zapatillas la esperan, las tiene Reyes pero ella no lo sabe ¿Cuánto reposo acumulan estas chinelas? ¿Cuántos sueños?
Camille baja del escenario y se enfunda una bata de raso azul cielo, no celeste que es algo tan nuevo, es el azul del cielo de París en una tarde de primavera. Su cuello es acariciado por el suave marabú que remata la prenda y Camille cierra los ojos, le duele todo después de una noche agotadora sobre el escenario.
Llaman a la puerta, es tan tarde...

- Señorita, la espera el señor Degas.
- ¡Oh Edgar! Por favor monsieur Chavanel, dígale que salgo ahora mismo.
Camille se empolva la cara y cambia sus prendas de descanso por un vestido ligero en salmón y una capa de visón blanco. Enfunda su mano en un magnífico anillo de brillantes que un admirador le ha hecho llegar con motivo de su cumpleaños, y echa una última mirada coqueta al espejo antes de cerrar la puerta tras de sí.
- ¡Camille, querida mía! ¿Cómo estás?
- ¡Oh Edgar!, es siempre tan agradable verte... ¿Cuál es el motivo de tu visita a esta humilde bailarina?

Degas se recompone el lazo de la corbata y mirando los destellos que provienen de la mano de Camille añade:

-No tan humilde querida, no tan humilde...

Ambos ríen y se halagan mutuamente; Degas hace pasar a unos mozos que portan un enorme lienzo.

- Mon chérie, esto es para ti. Gracias por ser mi musa en los momentos álgidos de creatividad y mi sostén en los de espesas cortinas negras. Ven a casa, te lo suplico, y te enseñaré los demás.
- Querido, estoy tan cansada....Mañana salgo para Nanterre y he de descansar pero te prometo que a mi vuelta haré una visita a tu estudio. Oh Edgar, es tan hermoso... - Dijo la bailarina admirando el maravilloso cuadro que había aparecido tras rasgar las protecciones-



- Estoy tan emocionada que no sé qué decir....
- Pues no digas nada Camille, pero no me niegues una copa de champagne, será aquí mismo. - Propuso mientras señalaba la calle con su mano izquierda.
- Edgar, eres incorregible, pero cómo negar a alguien que hace ésto con sus manos, unos minutos de conversación y burbujas. De acuerdo, pero sólo una copa. - La mujer le señala con su dedo índice a modo de advertencia, aunque de sobra sabe que por su amigo haría cualquier cosa-

Ambos habían vivido buenos y malos momentos y él siempre supo permanecer a su lado, una copa de champagne es lo más que le había pedido en todos estos años. Sería justo ahogar ahora en ella lo peor de sus vidas.
La bailarina se perdió en la noche brillante del brazo de Degas, un suave viento se enroscaba en las esquinas y Camille caminaba iluminada bajo las luces nocturnas de una ciudad, que despertaba a los placeres escondidos entro los velos de la noche. Transeúntes que van y vienen, borrachos, chicas de vida alegre, viudas, parejas, hombres solitarios. Todo tiene cabida en el París nocturno de finales de siglo XIX.
El pintor y la bailarina, espectros perdidos en el tiempo, a veces resucitados entre las páginas de un libro, en la mirada atenta a un cuadro, en un assemblé o..., en la página de una Casa Encantada en algún lugar del norte de Córdoba.

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