El cielo se había llenado de nubes panzonas. Algún ángel de mofletes hinchados coloreaba con su pincel el cielo, y tanto empeño ponía que a no mucho tardar, las nubes cederían a las cosquillas y toda el agua contenida en sus bocas se esparciría por Casa Encantada.
Consuelo y Mencía estaban aburridísimas, aunque era primavera, el tiempo no daba tregua y la lluvia visitaba aquellos parajes día sí y día no.
Tenían un perrito que obedecía al nombre de Tito, eso había provocado confusiones muy divertidas en la familia. Hoy Tito estaba impaciente por salir, pero la mamá de las niñas no tenía la más mínima intención de consentirlo.
- Oye Mencía, ¿y si nos salimos sin que mamá se entere? Podemos ir a buscar a Lola y Paquito para hacer una excursión al sótano de la casa grande. ¿Hace? - Pregunta Consuelo deseosa de salir de aquella monótona tarde-
- ¿Al sótano? -Contesta Mencía con los ojos de par en par- ¿Estás loca? Mamá dice que allí vive el fantasma de Mariana.
- ¡Cobardica! - Le espeta girándose para buscar a Tito y marcharse-
- ¡Espera, espera! Está bien iré contigo, pero cuando mamá se vaya a su siesta.
Doña Martina, la mamá de las niñas, no tardó en recoger la casa e irse un ratito a descansar, momento que los intrépidos aventureros aprovecharon para salir a toda prisa en busca de sus amigos. Ya en los alrededores de Casa Encantada....
- ¿Estáis seguros de que queréis bajar al sótano? - Preguntó Lola- Ya sabéis lo que se cuenta...
- ¡Oh, vamos! ¡Eso son enredos de nuestras madres para tenernos asustados! - Contestó Paquito-
El primero en dirigirse a la casa fue precisamente Paquito, seguido de Tito que saltaba y retozaba entre las hierbas. El chico era muy alto para su edad, tenía 11 años y el pelo negro como el carbón de los alrededores. Era el mejor cazando ranas y nadie le superaba en aventuras arriesgadas.
- ¿Qué hacemos si sale el fantasma? - Preguntó Consuelo-
- Traigo el mechero de mi padre, seguro que cuando vea las chispas sale corriendo - Contestó el niño mostrando una larga mecha que acababa amarrada al artilugio en cuestión-
En la casa había trajín de gentes arriba y abajo, hacía tiempo que ya no albergaba las oficinas de las minas, pero estaba habitada por una familia del pueblo que alquilaba algunas habitaciones para hacerla rentable. La silueta de una mujer se intuyó tras la cortina del último piso y Mencía dio un respingo.
- ¡Es doña Marta!
- ¡Deja de hacer aspavientos! - Exclamó Consuelo agarrando del brazo a su hermana!
- ¡Deja de hacer aspavientos! - Exclamó Consuelo agarrando del brazo a su hermana!
Lola estaba muy callada, en realidad aquella aventura no le hacía mucha gracia. Había oído que el fantasma de Mariana llamaba a los niños y que éstos, como hipnotizados acudían a la llamada y jamás volvía a saberse de ellos. Si su madre se enteraba de lo que andaban tramando..., estarían castigados hasta verano.
Con mucho sigilo se colaron en el sótano, fue Paquito quien descubrió la trampilla y una tras otra, su hermana y sus amigas de correrías fueran pasando. Un viento cálido les rebotó en la cara y el olor a humedad se hizo intenso y pesado. Tito reculó temeroso hasta esconderse tras las piernas de Mencía, el joven labrador no se sentía para nada tranquilo en aquel lugar-
- Huele como a muebles antiguos - Dijo Lola-
- Son papeles - Aclaró Consuelo- Debieron dejarlos aquí cuando se marcharon los ingenieros. ¿Echamos un vistazo?
Los cuatro avanzaron por el enorme sótano lleno de enseres de todo tipo. Además de sillas apiladas, cajas de diverso tamaño, muebles y los consabidos papeles, había una zona con viandas destinadas a las cocinas de la casa.
El ambiente se volvía denso, el aire estaba caliente y costaba respirar pero los niños no habían bajado allí para nada. Al fondo, unos baúles medianos tenían toda la pinta de guardar secretos, así que sin pensarlo mucho, rebuscaron algo para hacer palanca y abrieron uno. En su interior aparecieron ropas de una niña más o menos de su edad, pero eran antiguas, como de otra época.
- ¡No toquéis eso! - Gritó Lola ¿Y si son del fantasma?
- ¿Estás tonta? ¡Los fantasmas no existen! - Contestó su hermano que poco sorprendido con el hallazgo estaba indagando en los archivos que contenían informes de las minas-
- Mira éste Mencía..., es precioso - Dijo Consuelo acercándose uno de los vestidos-
Era celeste y tenía un encaje beige por encima. Encontraron un bolsito a juego con una M bordada. Se miraron y de repente todos pensaron lo mismo.
- No será eme de.... - Lola dejó la pregunta flotando en el aire viscoso-
En ese momento, el perro que había permanecido pegado a sus dueñas, salió corriendo y en el camino tiró varias cacerolas que hicieron un ruido ensordecedor. Los chicos gritaron asustados.
- ¡Tito!, ¡Tito vuelve! - Llamó Consuelo-, pero el can, ya estaba muy lejos de aquél sótano lleno de misterios.
De repente, una sombra cruzó la estancia y los niños contuvieron la respiración.
- ¿Qué es eso? - Preguntó Lola asustada-
- Es sólo una sombra - Contestó Paquito queriéndose hacer el valiente sin conseguirlo-
La sombra se proyectaba en la pared, tenía una falda larga y en la mano algo así como un hacha. Sin duda..., era Mariana que molesta por la visita de los intrusos, había regresado del más allá para castigarlos.
- ¡Por favor, no te enfades! - Habló Consuelo a la sombra- No tocaré más tu vestido, lo dejaré en el baúl y nos marcharemos, pero no nos lleves por favor-
Los sollozos inundaron el sótano, los niños estaban realmente aterrados y aquello no había hecho nada más que empezar. Al cerrar el baúl, varias cajas se vinieron al suelo como si alguien desde la nada las hubiese empujado. Un grito infernal se escuchó y muchas más cosas cayeron sin sentido. Los niños comenzaron a gritar y la sombra se hizo aún más y más grande...
- ¡Nooo, no por favor, no nos hagas daño! - Suplicó Paquito mientras intentaba encender el mechero para asustar al fantasma de Mariana-
- ¿Pero se puede saber qué hacéis aquí abajo? - Se escuchó una voz conocida-
- ¡Don Ramón! - Exclamaron los niños a la vez.
Don Ramón era el jardinero de Casa Encantada, al escuchar ruidos en el sótano se había acercado para ver qué sucedía. La sombra que los niños habían visto proyectada en la pared era la suya y el vestido largo, el mandil que utilizaba para sus menesteres. El hacha, la azada de trabajar las flores.
- ¿Qué le habéis hecho al gato de don Leonardo? Ha salido de aquí como alma que lleva el Diablo y mirad la que ha formado - Dijo don Ramón disgustado-
- ¿Era un gato? - Preguntó Mencía comenzando a comprender.
- ¡Pues claro! ¿Es que no habéis oído su maullido? El animal viene aquí a estar tranquilo, que en los alrededores hay muchos perros y no lo dejan en paz. Bueno.., y algún que otro niño revoltoso... - Dijo revolviendo el pelo de Paquito-
Los chicos suspiraron aliviados, sin embargo..., había una pregunta más.
- Don Ramón ¿Y el fantasma de Mariana? Hemos encontrado su ropa y un bolso con una M bordada en ese baúl. - Señaló Consuelo en dirección al arcón-
- ¿Esos baúles? Son de doña Marta, la dueña de la casa. En ellos guarda las ropas de cuando era niña y en los otros la de sus hijos. ¿Pero qué tenéis vosotros que enredar ahí?
- Es que..., pensábamos... -Paquito dejó la frase en el aire-
- ¡Andad, tirad de aquí si no queréis que informe de ésto a vuestras madres!. Y no volváis a entrar sin permiso ¿Entendido? - Les regañó don Ramón-
- Entendido - Asintieron a la vez-
-¡Pues marchando!, y dejaos de historias de fantasmas, los fantasmas no existen si no es en vuestra imaginación.
Los niños abandonaron el sótano un tanto decepcionados, afuera les esperaba Tito así que con toda la tarde por delante, aún podían pensar en una nueva aventura.
La puerta del sótano se cerró y al fondo, una luz tenue se encendió en una vieja lámpara. Un cuento se abrió y pasó las páginas.
- Algún día, les daré un buen susto a estos mortales.
DEJEMOS QUE LOS NIÑOS CONSERVEN SU MÁS PRECIADO TESORO: LA FANTASÍA.