Las ambiciones, los viajes, el valor, las esperanzas... naufragan en el pasado, acosados por la vida que huele a jaculatoria.
Y todo esto es un consuelo, una garantía de paz para el alma. Y en las noches de silencio y piadosa soledad, la pluma se desangra en el papel letra a letra, como el acero se hunde en la carne del enemigo. Deja un reguero de serenidad que encontrarán los ojos con ansias de lectura.
Mustia la juventud, el corazón descansa, expia sus antojos mientras las alas del tiempo cierran puertas y ventanas. Y queda la tinta en estas manos débiles, acostumbradas ya a que la inspiración huya entre los dedos. Rendidas, mudas, pero tranquilas.
No hay más, la locura ha trascendido, mi espíritu está libre de sueños y dentro del alma, el reposo levanta torres donde anida la paz.