Serenidad, tarde de pinceles ocres en el sur. La música corta los silencios, invade las estancias reservadas al sol e ilumina con sus notas un cielo que a veces se olvida de mí. Yo no podría olvidarme de él.
Miro a lo lejos y la paz de los caminos estalla en mis ojos, ¿cómo no dejar que el alma se bañe en semejante bálsamo después de las guerras del corazón? Porque el corazón dispara y el alma muere, a menos que, una tarde la primavera llame a tu puerta y te cure las miserias del pasado. Es igual si no hay sol, para la cura siempre es luz, siempre estrellas, siempre esperanza bajo la carne raída.
Pepa Jones es un niña de 11 años apasionada de la Historia, que pasa sus días entre el cole y las aventuras, y sus noches, soñando con más aventuras.
El sábado de buena mañana, paseaba por los alrededores de la Charca de los Patos en compañía de su inseparable gato, Gambita. Hago un alto en el relato para aclarar que el simpático minino en realidad se llama Gándalf, como el mago, pero un malentendido hizo que su nombre acabara transformado en Gamba y de Gamba..., Gambita.
Prosigamos pues. Como os decía, Pepa ocupaba la mañana en observar plantas y pájaros cuando su inseparable compañero reparó en algo."
- ¿Qué has visto, Gambita? - Preguntó Pepa mientras observaba a su gato escarbar profundo y sacar diversos utensilios.
La niña, apartó cuidadosamente a su amigo y descubrió con asombro que el animal estaba extrayendo de un saco pequeños muñecos de plomo de no más de cinco centímetros. La chica, curiosa por naturaleza, entró sus manos en la talega hasta dar con dos lucernas, una pequeña estatuilla que parecía de bronce y un buen puñado de monedas, que a todas luces, eran antiguas y de plata.
- ¡Gambita no sabes lo que has descubierto! Todas estas cosas son de origen romano, yo diría que fueron encontradas no muy lejos de aquí, pero... ¿Qué hacen enterradas en este lugar? ¿O es que están escondidas?
El gato giró su cabecita y meneó la cola de un lado para otro encantado con la atención que le prestaba su amiga. Pepa, tomó una de las monedas en su mano, sacó una lupa de su mochila y la observó con atención.
- ¡Bueno, bueno, buenoooo! -Exclamó Pepa al ver ampliada la figura que aparecía en la moneda. - Gambichi ¡Que son denarios de plata! ¡Este es Trajano, el emperador! ¡Mira!
El gato olió la moneda que su amiga ponía delante de sus narices, tras comprobar que no era comestible, se sentó sobre sus patas traseras.
- Estas monedas están muy bien acuñadas, seguro que tienen valor. ¿Sabías que Trajano era de Sevilla? Bueno, de Itálica, pero ya te contaré eso otro día.
No le dio tiempo a terminar la frase porque Gambita salió corriendo detrás de una libélula, así que nuestra amiga se quedó pensando en qué hacer con aquel hallazgo. Estaba claro que entre las muchas cosas que se podían hacer, no entraba la de quedárselo ¡Había que informar a las autoridades de inmediato!
Sacó la talega de la tierra húmeda y volvió a depositar dentro todo lo que había examinado. Sin duda, la vieja Mellaria era el origen de todo aquello, seguro.
Pepa abrió su mochila e introdujo como pudo el hallazgo ¡Cómo pesaba! Pero había que hacer lo correcto, así que lo mejor era ir a ver a don Luis, un arqueólogo jubilado que vivía en el pueblo con su señora, doña Alfonsina, que hacía las mejores galletas de la comarca.
Volvía por el camino terrizo y lleno de charcos a causa de una abundante noche de lluvia en pleno mes de junio, cuando vio venir un coche algo destartalado. No sabría decir la marca porque pasó a toda velocidad y aunque se apartó inmediatamente, el agua la empapó de arriba a abajo.
- ¡Pero bueno! ¡Haga el favor de mirar por donde vaaaaa! ¡Gamberrooooo!
Gambita tampoco se había librado, el pobre tenía todo el pelo mojado y los bigotes caídos. Pepa, enfadada sacó de la mochila unos pañuelos e intentó secar a su amigo, pero ni con una caja habría sido suficiente. Mientras se afanaba en limpiar al gato, vio como dos hombres descendían del vehículo y se aproximaban justo al lugar donde un rato antes habían desenterrado el tesoro que ahora permanecía en su mochila. Se les veía enfadados, buscaban y se gritaban el uno al otro.
Uno de ellos, el más bajito y de mayor edad, parecía el más indignado. El otro, un chico de unos veinticinco años, señalaba al agujero como justificándose.
- Ay Gambita que me parece que aquí hay gato encerrado.... - Dijo Pepa a su amigo no sin sentirse inquieta- ¡Tenemos que salir pitando ya, pero ya!
Pepa se conocía aquellos parajes mejor que nadie, de hecho, la Charca de los Patos era de su abuelo, así que antes de que los hombres enfadados pudieran reparar en ella, había atravesado los campos y estaba en la entrada del pueblo. No creía que sospecharan de una niña y su gato, pero había que tomar precauciones.
Nada más llegar a casa, puso la mochila a buen recaudo, se cambió de ropa a toda prisa y tomó el móvil de mamá para llamar a su amiga Patricia.
- ¡Hola Patricia! ¿Qué estás haciendo?
- ¡Hola Pepita! Estaba terminando un dibujo para mi hermano. ¿Por qué?
- ¿Podrías venir a casa, por favor? Creo que tengo algo que te va a interesar.
Patricia era una excelente pintora y escultora, nadie sabía más de la Tierra Media y de Tolkien que ella, se conocía todos los personajes de "El Señor de los Anillos" y los nombres de todos los enanos de "El Hobbit". Era una amiga estupenda y una maravillosa compañera de aventuras.
Como vivían cerca, no tardó ni quince minutos en llamar al timbre. Ya en la habitación de Pepa, ésta la puso al corriente de lo sucedido.
- ¿Y qué piensas hacer? - Preguntó Patricia-
- Ir a ver a don Luis, él sabrá cómo proceder con todo esto.
- Pues siento decirte que esta mañana estuvo en casa para despedirse. Se va dos semanas con su hija a Málaga, así que habrá que preparar un plan be.
- ¿Has pensado algo? - Preguntó Pepa curiosa.
- No, pero ya se nos ocurrirá.
El resto de la tarde transcurrió duchando a Gambita y secándolo después, algo que el minino aceptaba resignado pero que no le gustaba en absoluto. Después, las amigas se despidieron hasta el día siguiente en que irían a inspeccionar de nuevo los alrededores de la Charca de los Patos.
Bien temprano, con mochilas y bicis pusieron rumbo a su lugar favorito de aventuras. Gambita viajaba en una cesta que el abuelo de Pepa había acoplado a la bicicleta. Era sin duda un perfecto gato aventurero.
Nada más llegar, Pepa le enseñó a Patricia el lugar donde encontró el tesoro.
- Vaaaya... Pues no estaba muy bien escondido que digamos - Dijo Patricia tocando el hueco-
- ¿Crees que pueden haber escondido más cosas?
- No lo sé Pepa, pero podemos echar un vistazo.
- Miremos los sitios donde haya tierra removida. Iremos sin prisas. - Propuso Pepa-
- ¡Perfecto!
El sol comenzó a subir y a las once y media el calor se dejaba sentir, así que tras la infructuosa búsqueda, decidieron refugiarse bajo los eucaliptos para tomar lo que Patricia denominó "el segundo desayuno hobbit". Jamón y pan, cerezas y unos melocotones formaban el tentempié para las niñas, y una deliciosa bolsita de bocaditos para Gambita.
Una suave brisa comenzó a mecer las ramas de los árboles y niñas y gato se rindieron a la deliciosa sensación del verano en el Guadiato. Sin embargo, un ruido de puertas que se cierran los sacó a todos de la modorra. Dos personas salieron del coche que el día anterior duchó a Gamba y a Pepa. La niña reconoció inmediatamente al hombre bajito, pero esta vez venía acompañado de una mujer que iba de un lado para otro con un aparato que rápido identificaron como un detector de metales.
- ¡Chssst, no hagáis ruido! - Susurró Pepa - No nos han visto y es mejor que no lo hagan.
- ¿Cómo es posible que estén a plena luz del día con un detector? - Preguntó indignada Patricia-
- No sé, amiga, pero esto no me gusta nada.
Gamba por fortuna seguía hecho un rosquito, dormido a la sombra mientras las chicas se tendían en el mantel que habían dispuesto para el desayuno. Las bicis estaban en el suelo así que era una suerte porque no podrían verlas a menos que se dirigieran hacia allí.
Escucharon pitar el aparato al menos en cinco ocasiones. Después, la pareja subió al coche y desapareció por donde había venido.
- ¿Has visto eso? - Preguntó Pepa
- Ya lo creo y además, he memorizado cada lugar donde el detector ha pitado.
- ¡Eres única, Patri!
Se aseguraron de que no hubiera nadie y raudas fueron a los lugares que Patricia fue señalando.
- ¿Y si excavamos? - Se nota que han removido tierra, Pepa.
- De acuerdo. Espera, vamos al Cortijo El Tejar, estoy segura de que mi abuelo ha llegado ya y nos proporcionará cualquier cosa que pueda ayudarnos.
Dicho y hecho, el abuelo José que era un niñero de cuidado, les facilitó unas pequeñas palitas que utilizaba para el huerto, no sin antes darles mil y una recomendaciones para que no se hicieran daño. Por supuesto, declinaron la ayuda que les brindó.
- ¿Qué se traerán entre manos?- Pensó el hombre al ver a las niñas tan nerviosas-
Dieron un puñado de besos al abuelo y montaron de nuevo en sus bicis para retomar la aventura.
- ¡Gracias abuelito! ¡Dile a los papás que nos quedamos a comer contigo, por fa! - Le gritó Pepa mientras se alejaban a toda prisa.
- ¡De acuerdo pero no hagáis trastadas! - No estaba para nada seguro de que le fueran a hacer caso.
Las niñas no se equivocaron, en el primer sitio donde excavaron encontraron una bolsa de loneta igual a la que Pepa guardaba en casa. Dentro, denarios de la república romana que en seguida Pepita reconoció.
- Patricia, ya no me queda duda. Esto es fruto de un expolio, así que tenemos que denunciarlo. No podemos esperar a don Luis.
- ¡No! Espera, tengo un plan.
En todos los lugares que excavaron aparecieron figurillas, monedas e incluso diversos artículos como hebillas y ungüentarios de vidrio que en su día contuvieron cremas, perfumes, etc. También alguna botella con iniciales probablemente del vidriero que las hizo. Pero lo que más llamó su atención fue una gran cabeza de león que no pudieron extraer debido a su tamaño.
¿Cómo habría acabado todo eso allí?
- Pepa, ¿tu abuelo sabrá algo de esto?
- No, de eso estoy segura. Como se entere se va a enfadar muchísimo porque está claro que unos ladrones están escondiendo en su charca todo esto.
A mediodía, fueron a comer con el abuelo José y lo pusieron al corriente de todo. El hombre palideció al oír a su nieta y al ver todo lo que había enterrado en su finca.
- ¡Por Dios bendito! Pequeñas, tenemos que informar a las autoridades.
- ¡Abuelito espera, tenemos un plan! Pero todavía no podemos sacar nada de ahí o los ladrones se darían cuenta.
Al oír eso de su nieta, sabía que se metería en un lío. ¡Y no quería líos!
- Mira abuelito, aquí Patri es una excelente pintora y escultora y hemos pensado darles el cambiazo.
- ¿Cómo que darles el cambiazo? ¡Qué miedo me dais! - Exclamó el abuelo-
- Verá -Aclaró Patricia - Solo necesitaré latas de Coca-Cola vacías, cartón y su ayuda para cortar algunas cosas. Bueno, y que convenza a nuestros padres para que nos dejen pasar el día y dormir aquí mañana.
El abuelo José sopesó la propuesta pero incapaz de negarle nada a su nieta, comenzó las negociaciones con los padres de las chicas. Como el colegio había terminado y estaban de vacaciones, no pusieron pegas.
Al día siguiente, se presentaron en El Tejar con cartulinas, cartones y diverso material de manualidades, además de una buena bolsa llena de latas vacías.
- ¿Pero qué vais a hacer con todo esto? - Preguntó el abuelo señalando los mil cachivaches que habían puesto sobre la mesa-
- ¡Ahora lo verás, abuelito! Por cierto ¿Viste algo raro anoche?
- Pues vinieron dos coches, me acerqué hasta la charca acompañado de Adán, el mastín, y vimos cómo enterraban un par de bultos y desenterraban otro.
- ¡Vaya eso es que se han llevado algo!- Exclamó Patricia.
- Además - Prosiguió el abuelo José- unos hombres muy bien vestidos entregaron un maletín al bajito que decías, Pepa.
- Lo dicho, han vendido parte de lo que han robado. ¡Tenemos que darnos prisa! - Dijo la nieta.
Pasaron toda la mañana trabajando. Gambita se encargó de pisotear y arrugar las cartulinas, el abuelo, de cortar las latas en forma redonda para que simularan monedas. Del resto, se encargó Patricia con sus pinceles y sus mil herramientas mágicas.
A eso de las siete, las réplicas estaban terminadas.
- ¡Vaaaaya, qué buen trabajo, chicas! - Exclamó el bueno de José-
- Pues ahora, sustituiremos todo lo que vimos ayer por estas réplicas. ¡No hay tiempo que perderª - Exclamó Pepa-
- Cuando lo tengamos, llamaremos a la Guardia Civil ¿De acuerdo, pequeñas?
- Vale, abuelito - Acompañó la frase con un beso sonoro en la mejilla de su abuelo.
Gambita venía de jugar un rato con Van Gogh, un gatito que nació con una oreja arrugada y que vivía en el otro cortijo del abuelo. Cuando vio que había aventura, se subió rapidísimo a su cesta.
No sin esfuerzo cambiaron todo y llevaron los objetos de valor a El Tejar. Ahora sólo había que esperar a que hicieran acto de presencia los ladrones y llamar a la Guardia Civil.
- Gamba, necesitamos tu ayuda. - Le dijo Pepa a su gato que la miraba con carita expectante- Te voy a instalar una cámara de visión nocturna en el collar e irás hasta la charca. Así podremos ver qué sucede cuando las imágenes se muestren en nuestro ordenador. Las grabaremos y pillaremos a esos granujas ¡Lo harás de maravilla!
A eso de las once de la noche el abuelo José llevó a Gambita a la Charca de los Patos, no sin antes dejarle chucherías por varios sitios para que no tuviera la tentación de volverse tras él. Si los ladrones no fallaban, en unos minutos estarían allí.
- Bien pequeño, ahora tienes que hacerlo muy bien para que podamos grabar a esos delincuentes. Nos vemos en un ratito. -Acarició la suave cabeza del animal, encantado con todas las chuches que tenía para comer
De vuelta a El Tejar, marcó el número de la Guardia Civil y contó a los agentes lo que sucedía con pelos y señales.
Se escucharon los coches apenas unos segundos después de colgar el teléfono. ¡Eran los expoliadores! Gambita de momento solo enviaba imágenes de pastos y de agua porque estaba bebiendo, pero al sentir ruidos, enfocó claramente a los ladrones.
- ¡Ahí los tenemos, abuelillo! - Exclamó Pepa-
Vieron cómo excavaban, Gambita estaba agazapado en algún lugar, probablemente ocultándose de los malhechores pero con tan buena fortuna que no los perdía de vista y eso hacía que en El Tejar, no perdieran detalle de los afanados expoliadores. ¡Menuda sorpresa se llevaron!
Los gritos de los burlados saqueadores asustaron al gatito que volvió corriendo con su dueña. En ese momento, también llegaban las autoridades que rodearon el lugar y no permitieron que escaparan aquellos energúmenos. Uno a uno, fueron detenidos y esposados. Allí estaba el señor bajito, el joven y la chica acompañados de otros dos hombres que probablemente fueran los compradores.
- ¡Ufff, menudo jaleo se ha montado! Exclamó Pepa al ver el despliegue de Fuerzas de Seguridad.
- ¿A quien hay que felicitar? - Preguntó un Guardia Civil tan grande que las niñas pensaban que no pasaría por la puerta del cortijo.
- A esas dos bellezas y a su gato - Contestó el abuelo José todo orgulloso-
- No sabéis el tiempo que llevábamos detrás de estos granujas - Dijo el Guardia agachándose para ponerse a la altura de las pequeñas - Lo que no podíamos imaginar es que escondieran los objetos robados aquí.
- ¿Son muy importantes? - Preguntó Patricia.
- ¡Ya lo creo, chicas! Algunas piezas han sido sustraídas de la mismísima Mérida, otras de lugares de nuestra comarca e incluso había objetos robados de museos. Lo habéis hecho muy bien. ¿Este es vuestro gatito? - Preguntó acariciando a Gamba que no paraba de rozarse con las rodillas del agente-
- Así es. Él descubrió la primera bolsa llena de objetos y también ha sido él quien ha grabado las imágenes de los ladrones extrayendo los supuestos tesoros - Contestó Pepa-
- Una pregunta ¿Por qué tomaros tantas molestias en hacer réplicas? Preguntó el Guardia.
- Fácil. Para demostrarle a esos señores, que con un poco de imaginación todos podemos tener en casa objetos de la vieja Roma sin necesidad de expoliar ningún yacimiento. - Aclaró Pepa-
- ¡Muy buena idea! - Exclamó el agente sonriente.
Habían sido unos días excitantes. Como recompensa, don Luis movió hilos para que las niñas pudieran visitar algunos yacimientos arqueológicos donde se trabajaba activamente. También acudieron a Mérida, invitadas por el Consorcio Ciudad Monumental, recorrieron la ciudad y asistieron a una lucha de gladiadores en el anfiteatro. ¡Eso sí que fue divertidísimo! Y en todos esos lugares, Gambita fue uno más, pues en estas aventuras él es sin duda la mascota que anima a Pepa a investigar y a descubrir.
Muy pronto, nuevas aventuras de Pepa Jones y su gato Gambita.
Nota: El dibujo de la niña que inicia este cuento, no es mío, si alguien considera que vulnero sus derechos, que me lo haga saber y la retiraré de inmediato. La pintura de El Hobbit es obra de Patricia Martín, una excelente pintora cuyas obras se exhiben en museos de reconocido prestigio. Y lo mejor, una maravillosa persona.
Patricia, te debía un regalo así que este relato es para ti. Gracias por inventar el personaje de Pepa Jones, porque es justo decir que fuiste tú quien me lo sugirió. Lo tenía escrito desde hace tiempo, pero no acababa de salir a mi gusto, espero que ahora que lo he publicado te haga muuucha ilusión y sea de tu agrado. Habrá más. ¡Gracias por tus pinturas!
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Luz versus tinieblas. La vida es un tiempo alquilado que nos regala sensaciones como el amor, ese que perseguimos por egoísmo implícito de esperar idéntico obsequio. ¿Lo recibimos?
El odio, la risa, la esperanza, la ira..., todo tiene cara humana, excepto el amor que tiene cara de bala disparada a traición.
La noche baja por las laderas y los valles se cubren de estrellas mientras la luz cabalga al ocaso.
Nítidos, temblorosos los luceros guardan con celo juramentos y promesas olvidadas, la era del honor ha terminado. Nadie sabe ya leer las flores que crecen en las viejas laderas, ni el galope del caballo, ni el agua que embravecida muerde los arroyos. No, nadie sabe.
Desfallecen las horas abandonadas al ritmo perezoso de la lluvia. Los viejos demonios despiertan y se sientan a mi lado en la silla llena de vida y olvido. Pasad, la tarde es vuestra porque es ilusión.
Recorro la casa, está oscura. Prodigiosa luz sin luz, es decir, oscuridad en el estío que acecha. Un demonio me llama, es inútil porque es imposible que encuentre ya mi alma vieja, aunque tú, salido de las plutonías de la memoria quieras hacerme hablar. No lo haré, no quiero morir todos los días.
Os vais, el sol os ha roto en la cara mientras miro impasible vuestra marcha. No me asustáis porque mi corazón es ya festín de risas y vosotros, alba muerta antes de la mañana.
Hay hogueras en el firmamento, las nubes son un látigo de fuego y humo que se riza en el horizonte. Otoño en ciernes.
Ayer el verano estaba vivo, como un sueño, hoy en su huida incendia el aire, quema el cielo y herido de tiempo enseña sus entrañas escarlata.
Es como una guerra, la luz gris delimita poco a poco los contornos conocidos, cerca al estío y finalmente lo derrota a golpe de hielo. La batalla, ha comenzado.
Tarde de tormenta, relax en
casa. Los gatos permanecen acurrucados sobre las piernas de mi sobrina Esther y
desde la cocina nos llega olor a dulces hechos con amor. Ummm, la abu está
entre sus cremas, pucheros, bizcochos... Es como una alquimista de la cocina,
guardiana celosa de los grandes secretos, no permite intrusiones en su especial
zona de magia, sólo Marta es bienvenida en ese lugar.
Truenos. Esther me mira y yo
eludo su mirada directa porque sé a fondo lo que quiere. Tomás estira sus manos
blancas y bosteza, saca unas uñas largas, curvadas como navajas y vuelve a
hacerse una bolita sobre Esther, esta vez del costado contrario. Veo como la
mano de la niña acaricia la cabecita de ambos, Narizotas no despierta y se
agradece. Se ilumina la sala, Esther cuenta.
- Uno, dos, tres, cuatro....
El trueno rechina como un
látigo sobre el cielo plomizo.
- Tita pitusa, la tormenta
está a cuatro kilómetros.- Me dice al tiempo que tira suavemente de una oreja
de Tomás que profundamente dormido no se percata de la cariñosa caricia.
- Sí, parece que la cosa va
en serio...
- Aún no llueve, tita.
- Sí, pero no tardará en
hacerlo.
Me levanto y dirijo mis pasos
a la gran ventana del salón, desde allí puedo ver el cielo enlutado. Se alza un
viento furioso que doblega las hojas de las macetas e incluso las hace rodar
por el suelo. Los goterones de agua comienzan a salpicar el cemento aquí y allá
hasta que el ritmo se acelera y el torrente anega el patio.
- Tita qué aburrimiento...-
Me dice Esther con cara pícara y sonriente-
De repente, algo se ilumina
en la chimenea, los destellos rebotan en las paredes blancas del salón y llenan
de luces brillantes la cara de Esther. La rosa que nos regaló Pirú ha
desplegado sus hojas, el mago nos llama.
De un salto, la niña coge el
mágico artilugio y lo pone sobre la mesa. En el centro, entre temblorosas
llamas azuladas aparece la cara de nuestro amigo.
- ¡Hola niñas! - El rostro
del mago luce una brillantísima sonrisa y su saludo habitual con los brazos
abiertos de par en par, nos alegra el corazón en esta tarde lluviosa y gris.-
-¡Hola Pirú! - Exclamamos a
la vez.
- No veo a Marta, ¿no está
con vosotras? - Dice poniéndose la mano en la frente oteando el espacio que se
advierte detrás de nosotras.
- No Pirú, está en la cocina
con la abu.- Se apresura a contestar Esther-
- ¿Sucede algo? - Le
pregunto.
- ¡Oh no queridas niñas! Es
sólo que un día como éste llama a contar historias en torno a unos dulces en el
salón de casa. Me pregunto si querríais venir.
- ¡Síiii, por favor tita,
dile que siiii! - Me dice Esther juntando las manos a modo de súplica-
- Pues claro que sí, mona.
Venga, avisa a Marta y vamos preparando todo para el viaje.
No hizo falta llamar a la
pequeña, al oír las súplicas de Esther apareció por la puerta preguntando si
era Pirú el que llamaba. Ya sólo quedaba preparar la mochila y algún presente
para nuestro amigo.
- ¡Maaaaaaaartaaaaaa trae el trasportín
para el gato! - Grita Esther viendo que su hermana vuelve a entrarse en la
cocina-
- Pero Ester.... ¿Por qué no
dejamos aquí a Narizotas? No sé…, para hacerle compañía a tío Tomás. -Le digo
intentando convencerla-
- ¡Que no tita pitusa! ¡No
seas pesada, sin Narizotas no hay aventura!
Me rindo, en ese instante
Marta aparece con el trasportín en la mano, nada más dejarlo en el suelo
Narizotas toma posesión de él. Sabe que va a salir...
- Increíble lo de este
bicho.... –Murmuro-
- ¡Tita, mira, la abu me ha
dado estos bizcochos para Pirú! - Me dice Marta sonriente-
- Pues estupendo, preparemos
la mochila y vayamos a por el coche.
En apenas unos minutos
estamos listas.
- Tita...-Me dice Marta- No
tenemos chubasqueros...Los del año pasado nos quedan pequeños.
- Está bien... Id a la tienda
y en el perchero dorado está ya la ropa de temporada. Hay unos chubasqueros
verdes con pequeños topos en rosa, son de vuestra talla. Cuidado no los
confundáis con los que están forrados, esos son de invierno.
Al cabo de unos minutos
aparecen ataviadas con los ligeros plásticos. Se transparentan y les parece muy
divertido verse los brazos verdes salpicados de lunares.
Yo ya estoy preparada y tengo
los arcos en sus fundas listos para entrar en el coche. La tormenta continúa y
la tarde se oscurece aún más. Cuando salimos a la puerta...
- ¡Hola Tulaaaaaaa! ¿Adónde
vais con este tiempo, so locaaas?-
¡Es mi prima Irene! Como una
diosa romana emerge del coche. Dorada por el sol, subida a unas esparteñas
interminables en su altura y con un minivestido que deja al descubierto sus
preciosas piernas, parece una imagen salida de esas revistas de moda que hacen
furor entre las féminas.
Desde que era chiquita me
llamaba Tula y así quiero que me siga llamando toda la vida. Yo soy “su Tula”.
- ¡Primiiiiii, qué alegría! -
Nos abrazamos con ese cariño tan especial que desde pequeña me ha unido a ella-
- ¿Dónde vais si puede
saberse?- Nos pregunta con ese acento cordobés tan pronunciado que hace que las
e, acaben terminando en una a muy abierta.
Las niñas me miran, yo las
miro... ¿Qué le digo?
- Tía Irene, yo creo que lo
mejor es que nos acompañes y lo averigües por ti misma.- Dice Esther
resueltamente-
- ¡Eso es estupendo! Vente
con nosotras Irene, no te vas a arrepentir- Le digo animándola a unirse al trío
aventurero-
Mi prima saca el móvil y hace
unas llamadas, después, se une a nosotros. Sin embargo, algo nos impide
incluirla en el grupo.
- Tita Irene.... No puedes
entrarte así en el campo... - Le dice Marta-
- ¡Ah! ¿Pero vamos al campo?
- Pregunta sorprendida-
- Pues..., sí, es que es una
historia un poco larga, te la contaremos por el camino. -Digo yo invitándola a
entrar en casa para proporcionarle otras vestimentas-
- De acuerdo, yo hago lo que
me digáis vosotras.
En la tienda, la ataviamos
con unos pantalones chinos color verdoso y una camisa a juego, completamos el
atuendo con un chubasquero como el de las niñas y el mío. Cambiamos las
esparteñas por calcetines de hilo y botas de agua que le suministro de mi
propio zapatero.
- Bien, ya estoy lista Tula.
Desde luego..., estamos como un rebaño de cabras ¡Mira que salir al campo con
este tiempo! -Dice Irene sonriente-
- Uy tía Irene, ¡no te
imaginas lo bien que lo vamos a pasar! - Le dice Marta-
- ¿Y eso que lleváis ahí qué
es? - Pregunta señalando los arcos enfundados-
- ¿Esto? - Dice Esther
levantando el suyo- Son arcos, tía. ¿Tú no sabes tirar?
- Pues..., no. Como no coja
una escopeta de feria....
- ¡Anda prima! Le digo
riéndome- Aquí el grupito es de arqueras, ya te enseñaremos a tirar y venga
¡Tooooooooooooodo el mundo al coche!
Felices, entramos en el
pequeño Ibiza. La lluvia moja nuestra alegría acariciando unos corazones ávidos
de aventura, es la fiel testigo de una tarde que promete estar cuajada de
sensaciones.
- ¡Madre mía pero si os
lleváis al gato! - Dice Irene al ver a Marta con el trasportín - Jajajajaja,
desde luego me parece que no voy a aburrirme.
Enfilamos la carretera, en el
cristal los relámpagos dibujan multitud de líneas temblorosas, tras la
luminaria el trueno estalla en el aire. Arrecia, los parabrisas apenas pueden
apartar la cantidad de agua que cae y noto como Irene se mueve inquieta en el
asiento.
- Tranquila prima - le digo-
Esto forma parta de la aventura. Niñas, por favor, contadle por encima qué es
lo que va a encontrarse.
Las peques se atropellan en
su relato queriendo tomar el protagonismo de la palabra, al final tengo que
poner orden y ser yo quien le cuente quien es Pirú, qué es un Ojáncano, un
Rementeador... Irene se asusta.
- Ostras primi, yo no sé si
estoy preparada para enfrentarme a esas cosas, ¿eh?- Me estáis asustando por no
decir que estoy totalmente acoj...
Las niñas se ríen y cortan la
picardía que iba a decir. La tranquilizan contándole que nada ni nadie le hará
daño en compañía de Pirú.
- Bueno... Ya que sea lo que
Dios quiera - Dice dibujando una sonrisa que denota a partes iguales miedo y
curiosidad-
Nos adentramos en el camino,
hay grandes charcos que sorteo como puedo, el barro comienza a formarse y me
preocupa. Hay un silencio expectante invadiendo el coche. Irene mira por la
ventana pensativa y las niñas juegan con el gato que -como no- va fuera del
trasportín. Hay viento, azota los cristales y dibuja líneas curvas en el agua
que lucha por permanecer pegada a ellos. Son como lágrimas -Pienso-
A lo lejos diviso la encina
donde solemos dejar el vehículo, tenemos una complicada subida hasta alcanzarla
y el agua baja por el camino abriendo brechas en la piel de la tierra,
profundas y anaranjadas venas que expulsan agua desangrando a la sierra. Meto
primera y comenzamos a subir la empinada rampa, noto que las ruedas patinan
hacia la derecha y todo el mundo se agarra instintivamente a las puertas.
Despacio, tan lento como me permiten mis nervios vamos alcanzando al fin la
cima mientras el agua se divide en dos al chocar con las ruedas intrusas. Un
suspiro de alivio recorre el habitáculo, una no es precisamente Fernando Alonso
y el personal lo sabe.
Ya debajo de la enorme
encina, Irene pregunta si bajaremos con semejante temporal pero antes de que
termine la frase, Marta y Esther ya están fuera con Narizotas que salta y
retoza animado entre el pasto. Se lo va a llevar el aire - Pienso mirando al
gato danzarín-
- Bien, en marcha - les digo-
Esther, por favor, contacta con Pirú y ve si el camino está libre de peligros.
- Ya lo he hecho tita, me ha
dicho que avancemos sin problemas y si algo nos retiene, él está vigilante y no
debemos preocuparnos.
- Pues entonces coged los
arcos, vamos a montarlos antes de iniciar la marcha. - Les digo-
Irene se queda sorprendida
cuando ve la destreza con la que las niñas prueban sus armas contra una encina
que hace de parapeto. Sonriente le prometo que pronto ella también será capaz
de hacer algo semejante pero antes.... Tiene muchas otras cosas que aprender.
La vereda que nos conduce
hasta la casa-cueva de Pirú está embarrada así que caminamos bordeándola,
sintiendo el pasto mullido hundirse bajo nuestros pies. El agua lo vuelve como
oro líquido y su rigidez cede ante la humedad que lo conquista. Bordeamos unos
roquedos donde a pesar de la insistente lluvia, paramos para fotografiar a
nuestra compañera de aventuras con el gato en brazos. Reanudada la marcha,
vemos con desánimo como el arroyo ha crecido de tal manera que nos impide pasar
al otro lado.
- ¿Y ahora qué hacemos, Tula?
- Pregunta mi prima-
- Por lo pronto ajustarnos
bien las capuchas, no dejéis que se os moje el pelo u os constiparéis. Y
después... Subiremos algo más bordeando la vereda para ver si más arriba el
cauce se estrecha.
Iniciamos el lento subir, la
temperatura desciende y el plástico de los chubasqueros se enfría, aprieto el
paso para que no tengan tiempo de sentir la desagradable sensación térmica.
- ¡Mira tita! ¡Ahí el arroyo
se estrecha! - Grita Marta corriendo tras Narizotas que es quien de un salto se
ha colocado en un pequeño montículo de tierra desde donde se avista el otro
lado-
- Efectivamente, pero hay un
buen salto desde aquí hasta la otra orilla.
Las cuatro nos paramos sobre
la elevación, del otro lado nos separan casi dos metros de altura y una anchura
de poco más de uno. Dudo.
- ¡Jo tita! Venga ¡Pasemos de
una vez! - Me dice Marta-
Las miro, sopeso las
posibilidades... Es cierto que mientras más subamos más tendremos que
retroceder para tomar el camino que lleva a Pirú, pero tengo miedo de que
puedan hacerse daño al saltar. En esas cavilaciones andaba cuando vemos a
Narizotas precipitarse al otro lado y perderse corriendo entre la maleza.
- Ya estamos- Les digo- Este
bicho siempre igual de loco.
No terminé la frase cuando lo
vimos volver con algo sobre su cuello....Un pequeño ser agitaba sus manos
aferrado al collar de Narizotas ¡Era Bartolín! ¡El duende!
Las niñas casi se vuelven
locas de alegría así que sin pensárselo dos veces se colocaron a su lado de un
gran salto dejándonos a Irene y a mí sorprendidas.
- Tula... ¿Ese es el duende? ¡No
me lo puedo creer! - Me pregunta mi prima alucinada-
- Venga, quiero presentártelo
- Le digo cogiéndola del brazo y animándola a saltar-
Una vez reunidas, invité al
fantástico ser a subir a mi mano y de ella, lo deposité en la de Irene que
sonriente le puso la otra a modo de paraguas para que no se mojara.
- ¡Mmmm, me gusta mucho
vuestra prima! - Dijo acomodándose entre sus dedos-
- ¡Vaya, duende traidor! - Le
dicen las niñas riéndose.
Envueltas en chanzas y risas
estábamos cuando vimos descender una hermosa barquichuela. Era blanca, muy
luminosa y no rozaba las aguas sino que flotaba sobre ellas suspendida en el
aire...Instintivamente retrocedimos un paso, otro más y luego otro. A bordo de
la misma, una bella mujer muy alta, de cabellos verdes que descendían hasta su cintura, estática pero sonriente nos saludaba con una mano. Tenía
prendido al pelo nenúfares y otras flores de agua que se mecían con el viento.
La cara y toda su piel parecía de nieve, sus ojos extremadamente cristalinos
podían contener el color y la profundidad de los océanos.
- Es una Náyade - Susurra
Esther-
- ¿Una qué? - Pregunta Irene
maravillada por la visión de la mujer-
- Tita Irene, una Náyade, un
hada de las aguas. Le dice con voz apenas audible.
De repente, una melodía nos
envuelve, es un cantar suave y lejano que nos despierta en el alma la sensación
de haber oído antes esas notas antiguas, perdidas ya en las dobleces del
tiempo. En nuestra cabeza escuchamos su voz cantarina.
- Bienvenidas a mis dominios,
soy Kore. Subid, Pirú os espera al otro lado de las brumas.
Extendió ambos brazos y al
hacerlo, las gasas que los cubrían dejaron al descubierto unas extremidades
níveas, tan finas que parecían frágiles como los juncos de los arroyos. Las
niñas se adelantaron encantadas pero ya las retuve.
- ¡No! Esperad. Pirú no nos
ha hablado jamás de ella y miles de peligros acechan este bosque. Quiero
consultar la rosa antes de subir.
Las niñas me miraron con cara
de fastidio pero Irene me apoyó. Extraje la rosa de la mochila, la deposité en
el suelo y a continuación la salpiqué con aquellos polvos azulados que abrían
mágicamente la comunicación con el mago. Mi prima estaba desbordada de
emociones ante tantas experiencias. Al abrirla, Pirú apareció con su sonrisa de
siempre, sin darme tregua preguntó.
- Amigas, ¿qué hacéis todavía
ahí? ¿Es que no ha llegado Kore aún?
- Pirú, es por eso que quería
verte - le digo un tanto avergonzada- Kore está aquí pero como no sabíamos
nada...
- Entiendo amiga mía,
entiendo. Has hecho bien, pero podéis subir tranquilas a la barca del hada que
os envío, es de toda confianza querida tita pitusa. - Dice sin perder su
habitual sonrisa - ¡Oh! ¡Irene, es un placer conocerte, espero que pases una
tarde inolvidable con nosotros!
- ¡Gracias Pirú! -Contesta
exultante de alegría- La verdad es que todo está siendo muy emocionante.
- Pues entonces no perdáis
más tiempo, os estáis poniendo perdidas de agua así que subid a la barca sin
más demora. Disfrutad del paisaje, chicas.
La rosa se cerró, Kore miraba
sin perder su sonrisa y volvió a hacernos el gesto de invitación para embarcar.
Esta vez sí, no tuvimos dudas. Nada más poner el pie en la barquita, nos dimos
cuenta de que allí, ¡no llovía! Era increíble el poder de la magia, veíamos la
lluvia caer fuera de lo que ocupaba aquel nuevo modo de transporte pero nuestro
espacio estaba seco.
La barca se elevó por encima
de las aguas y más allá. Las brumas se hicieron espesas y la visión se
dificultaba pero en realidad estábamos tan absortas en los cantos de Kore que
nada nos distraía de ellos. El gato se había acomodado a los pies del hada que
encantada con el animal lo recogió para acunarlo entre sus brazos. Deliciosa
tarde mientras la lluvia densa caía fuera de aquel mágico espacio que recogía
nuestras ilusiones, condensadas y almacenadas en cuatro corazones emocionados
por vivir aquel momento.
Aquella especie de canoa era
blanca y alargada y estaba decorada con motivos vegetales dorados muy suaves,
apenas perceptibles. Cuando nos bajamos nos pareció como si esos motivos se
transformaran llevándose entre luz aurífera a nuestra guardiana de aquella
tarde, tal vez sólo sean imaginaciones mías, o tal vez sea éste el modo en que
quiero recordarlo. No sé...
La mujer hada se marchó y nos
dejó en un frondoso bosque donde el aroma a tierra mojada y hierba verde era
penetrante. Vi como las niñas tomaban aire profundamente y cerraban los ojos
saboreando ese contacto íntimo con la Naturaleza. A no mucho tardar nuestro
amigo aparecería.
- ¿Oye y tú a qué te
dedicas?- Le preguntó el duende a Irene - ¿Eres maga?
- Jajajaja, que va Bartolín.
Trabajo en un banco. - Le contestó-
- ¿En un banco? ¿Y te pasas
el día sentada en él? Pues no sé qué clase de trabajo se puede hacer en un
banco, la verdad. Pirú tiene algunos a la entrada de su casa y a veces se
sienta en ellos a leer pero no se qué otra cosa podrías hacer.
- ¡Bartolín, en un banco de
los del dinero! - Le dijo Esther entre risas-
- ¿Qué es eso? ¿Es que la
gente no mágica utiliza los bancos para algo más que sentarse? - Preguntó el
duende aún más confundido-
- Bartolín, en nuestro mundo
no existe la magia, hay que trabajar para poder comprar cosas y así vivir. Hay
unos lugares donde guardar el dinero que ganamos trabajando - Le digo-
- Desde luego.... Sois una
gente muy rara... -Contesta el duende extrañado-
Intentábamos explicarle a
nuestro pequeño amigo qué era un banco justo cuando Pirú apareció frente a
nosotros. Túnica color musgo ceñida con un cinturón de cuero y su habitual
báculo, hoy además traía un sombrero picudo que hizo las delicias de todos.
Pirú sí que era un mago en toda regla y no esos que salían en televisión
engañando a todos con sus trucos.
- ¡A mis brazos pequeñas! -
Exclamó elevando las manos
Esta vez no solo no me
contuve sino que además arrastré a Irene que permanecía inmóvil e impresionada
ante la presencia de aquel ser tan maravilloso. Todas nos unimos en un fuerte
abrazo rodeando al mago con tal ímpetu que al final rodamos por el suelo. Las
risas explotaron inundando el lugar con su prodigioso sonido, risas que
aumentaron cuando Narizotas se posó sobre el pobre mago yacente en el suelo y
comenzó a jugar con su larga barba. La visión era tan divertida que respirar se
hacía una tortura.
- ¡Bien niñas, ayudad a este
pobre aprendiz de brujo a poner en pie su apostura antes de que todas las
criaturas del bosque vengan a reírse de su persona!
Le ayudamos a recomponerse y
una vez devuelto el sombrero al lugar destinado para él, le pedimos que nos
guiara hasta su bella cueva dorada. Volvimos a aquella estancia preciosa,
decorada con sillas talladas en formas florales y la mesa central asemejando
una rosa donde el pasado invierno ardía una fogata que caldeaba
extraordinariamente el lugar. Irene se quedó atónita, me miraba y luego me
preguntaba si todo aquello era real ¡Como la vida misma! Le contesté en todas
las ocasiones.
- Sentaos niñas, sentaos, he
dispuesto una deliciosa merienda para vosotras-
Tomamos posesión de una
espesa manta de colores que estaba situada junto a la chimenea encendida. Había
que caldear el lugar algo frío debido a las lluvias. Cerca de la manta y
rodeándola por tres de sus cuatro costados había dispuestas unas mesitas bajas
con gran variedad de frutos secos, dulces de colores y bebidas calentitas como
chocolate, té y café. Irene fue la primera en servirse un chocolate y degustar
los apetitosos dulces.
Al minuto apareció el
Trastolillo dispuesto a hacer de las suyas a los visitantes.
- ¿Otro duendeee? - Preguntó
Irene sorprendida-
- Tita Irene, es un duende
doméstico muy travieso así que ándate con ojo - Le dijo Esther-
- Pero bueno mona ¿Y tú como
sabes tanto de estas cosas?
- Es..., una larga historia
tita. Ya te la contaré- Contestó Esther haciéndose la interesante-
Pirú nos agradeció con su
innata cortesía aquellos dulces que le llevábamos y mientras daba buena cuenta
de ellos, contó una historia preciosa sobre la dama de los árboles a la que
nadie ha visto desde hace milenios. También nos dijo que Kore era una reina
justa y que nunca había hecho mal entre los de su raza, sin embargo, estas
hadas tenían un enemigo en los bosques que eran unos enanos feos y mal
encarados que secaban las fuentes para hacer daño a las criaturas.
Nos habló más tarde de los
duendes del viento y de cómo le habían salvado una vez de las garras de un
Remeanteador. Todas sus historias eran maravillosas y la tarde caía
plácidamente en el exterior de la casa. De nuevo, las nubes hicieron acto de
presencia amenazando con sus panzas cargadas de agua.
- Chicas, creo que deberíamos
volver ya, ¿no os parece? Tiene pinta de volver a llover - Dije con muy pocas
ganas pues mi corazón quería quedarse a toda costa-
- ¡Jooooooooooooooooo tita
pitusaaaa no seas aguafiestas! - Dijo Marta.
En ese instante, un fuerte
golpe nos hizo caer al suelo violentamente provocando que Pirú y los duendes
rodaran literalmente por la estancia. Otro golpe, otro más...
- ¿Qué es eso Pirú? ¿Qué está
pasando? - Preguntó Irene asustada-
Un nuevo golpe impidió que el
mago contestase.
- ¡No os levantéis,
permaneced tumbadas queridas niñas! - Nos gritó en medio de aquellos bastonazos
que se hacían cada vez más intensos y profundos.
Narizotas haciendo honor a su
inquieta naturaleza, saltó por la ventana para ver qué sucedía y Esther quiso
salir corriendo tras él. Suerte que estaba cerca y la sujeté por la camiseta
tironeando de ella hasta ponerla a mi lado.
- ¿Pero tú estás loca?
¿Adónde te crees que vas? - Le dije enfadada-
- Tita el gato.....
- El gato se sabe cuidar solo
¿No has oído a Pirú?
Al instante el minino volvía
muerto de miedo y se metía entre los brazos de Esther buscando su protección.
Dios mío... ¿Y si era un Rementeador lo que había fuera?
Los golpes cesaron pero unas
sombras inquietantes invadieron la estancia. Unos jirones de brumas negras y
espesas comenzaron a rodearnos al tiempo que Pirú nos gritaba que nos
levantáramos rápidamente y nos colocásemos muy cerca de él. Obedecimos al punto
y entonces giró su báculo alrededor hasta trazar un círculo de luz dorada donde
las nieblas no pudieron entrar.
- Esto es cosa de ese maldito
mago negro. Óminor ha reclutado a un ejército de Roblones que se dedica a
destruir todo cuanto supone belleza y lozanía. Les ha prometido esta parte del
bosque y con ésta son tres veces las que me han atacado ¡Pero esto no va a
quedar así!
- ¿Roblones? – Pirú ¿Qué es
eso? – Pregunta Marta asustada.
En un momento de calma donde
pareció que los golpes disminuían, el mago nos explicó qué era un Roblón.
- Un Roblón es un ser incluso
más grande que el Ojáncano, los grandes magos y ancianos del lugar cuentan una
historia repetida de padres a hijos. Antes, era un roble normal y corriente,
muy viejo y con un gran hueco en su tronco. Una tarde, se desató una gran
tormenta en el bosque y una joven y bella muchacha buscó cobijo en él. Estaba
muerta de frío así que se apretó fuertemente contra las paredes del árbol y
éste, sintiendo la tibieza y lozanía de la chica, su frescura y bella sonrisa…
La atrapó en un abrazo mortal y la absorbió.
Irene dio un respingo al oír
la leyenda.
- Jo prima, menudos artistas
habitan este bosque… Ahora no voy a estar tranquila cada vez que mi padre
salga, de verdad, Tula. – Me dice en tono de creciente preocupación-
Le sonrío para tranquilizarla,
justo eso que había dicho es lo que yo he pensado tantas veces. Pirú continuó
con el relato.
- Entonces, al absorber todo
el cuerpo de la joven, el árbol tomó savia nueva y comenzó a crecer
desmesuradamente, sus raíces se extendieron de tal manera que terminaron
robando a los árboles y arbustos más cercanos no sólo el agua, sino también su
savia.
- Pirú…, entonces ¿Qué
aspecto tienen ahora esos Roblones? – Preguntó Esther-
- Pues…, desde luego un
aspecto más bien extraño. Presenta una larga cabellera de hierba medio seca que
se descuelga en grandes mechones desde sus ramas más altas. Dispone de una cara
rugosa compuesta de ramas de diferentes árboles, de este modo, su nariz es de
encina, la frente ancha y arrugada, de haya, las barbas de brezo y los brazos
son dos troncos de abedul ramificados hacia el final haciendo de dedos. Tiene
piernas robustas de fresnos en todos los tamaños, son nervudas y ágiles y puede
andar kilómetros y kilómetros sin sentirse cansado.
- Pirú ¿Qué queda entonces del
antiguo roble que fue? – Preguntó Irene muy intrigada-
- Querida niña, tan sólo el
corazón y las mandíbulas.
- ¿Y hay algo de la chica que
….? – Preguntó Marta muy asustada-
- De aquella hermosa joven
tiene los ojos, que abrasados de dolor están envueltos en espinos que arden
permanentemente, de este modo, por la noche son mucho más fáciles de ver.
El Roblón se ha convertido en
el azote de la montaña. Los golpes que oís no son más que sus pisadas que hacen
temblar al bosque, su respiración asusta a los otros árboles y su sombra es una
nube negra y espesa… Destroza todo lo que haya a su paso, sea lo que sea:
cabañas, setas, flores y especialmente fuentes, donde mete sus raíces y pies
para absorber el agua y dejarlas secas. Ahora, se han multiplicado y con ellos…
El peligro.
- ¿Y qué hacemos? – Pregunté
preocupada-
- No salgáis del círculo
–Contesta Pirú- Estas brumas son sus sombras. Han venido alertados por Óminor,
estoy seguro de que debió sentir vuestro corazón joven y por eso justo en este
momento están ahí afuera. No sólo me quieren a mí, también a vosotras….
- ¡Pero si es sólo un árbol!-
Exclama Irene-
- Querida niña, no sólo es un
roble. Acércate despacio a la ventana. – La tomó del brazo y con mucho sigilo
la llevó hasta el ventanuco pequeño de al lado de la biblioteca. Irene no pudo
reprimir un grito de espanto ante la visión.
- ¡Pero es monstruoso!-
Gritó-
- Lo es ciertamente…. – Le
dijo Pirú volviendo al círculo protector-
- Bien – dije sin demasiado
convencimiento- Mantengamos la calma y podremos salir de aquí sin problema.
- Escuchad chicas – Nos habló
el mago- Los Roblones son fuertes y malvados, pero no dejan de ser árboles.
Prepararemos unas flechas incendiarias que dispararemos a sus barbas o a la
cabellera y de ese modo, podremos quitárnoslos de encima.
- Pero Pirú – Pregunta Esther
– Esos seres llevan el fuego en sus entrañas, ¿les hará efecto el que nosotras
les disparemos?
- Sí Esther, una cosa es el
fuego de los ojos y otra bien distinta el fuego provocado por una llama
externa. Afinad el disparo y pronto desaparecerán.
Eché un vistazo afuera desde
la pequeña ventana, los Roblones se habían sentado en la puerta de la cueva y
permanecían atentos a cualquier movimiento que se detectase en su interior. Las
sombras que proyectaban nos llenaban de brumas espesas, negras, provocando
desasosiego en nuestros corazones, así que Pirú nos volvió a encerrar en aquel
círculo dorado que dejaba en el exterior cualquier efecto de la maligna
neblina. Al cabo de un rato volvió con un haz de flechas, telas y un ungüento
que resultó ser brea. Pronto, nos pusimos a envolver las puntas de las saetas
con aquel líquido pastoso, cuando reunimos un buen número, solo quedó esperar
las órdenes del mago.
- Bien, mis valientes chicas,
ahora prenderemos las flechas con el fuego de la chimenea. Irene, no tengo
demasiado tiempo para explicarte cómo funciona un arco pero te hago dos
recomendaciones rápidas: tensa la cuerda hasta llevarla a tu mejilla y luego
suelta, hazlo lo mejor que puedas sin preocuparte, tienes una buena diana. No sueltes la cuerda en vacío, puedes
provocarte graves heridas ¿Entendido? Ahora, coge el arco, así…Separa los pies,
tensa la cuerda y lleva este pequeño botón hasta tu boca… ¡Estupendo!
El mago puso en manos de mi
prima el arma dándole unas ligeras instrucciones, colgó a su espalda un bello
carcaj de cuero repujado en colores totalmente repleto de flechas envueltas en
brea. Nosotras ya estábamos dispuestas.
- Irene, tú estarás con tu
prima en la ventana junto al sillón dorado, esperaréis mis órdenes para
disparar. Esther y Marta, a la ventana junto a la biblioteca, es más pequeña y tenéis menos posibilidades de
salir heridas.
- ¿Y tú dónde te pondrás,
Pirú? – Le pregunté.
- Yo… Abriré la puerta.
Acto seguido, tomó unos pequeños
braseros que llenó con ascuas ardientes, los colocó junto a nosotras; uno por
arquera.
- Marta, si las llamas se
apagan, corre junto a la chimenea y llena las estufillas lo más rápido que
puedas.
- Entendido Pirú.
A continuación, el mago se
deshizo de su sombrero y de una vez encendió todas las flechas que colocó en un
carcaj de cintura. Pensábamos que se quemaría pero…. Un mago es un mago.
- Pirú me parece muy
arriesgado que abras la puerta tú solo. – Le dije-
- Tranquila tita pitusa,
vosotras haced lo que os digo y todo saldrá bien.
La puerta se abrió y un
sonido de ramas secas invadió nuestros oídos, allí estaban esos monstruosos
seres levantando sus brazos hacia el mago que rápido como el rayo empezó a
disparar a diestro y siniestro.
- ¡Ahora niñas! ¡A la
cabellera! – Dijo mientras disparaba a uno de los árboles que se le venía
encima-
Irene demostró tener mejor
puntería de lo que pensaba e hizo pleno en dos de las seis criaturas que nos
acechaban. Raudas salimos de la cueva para auxiliar a Pirú, las ramas
incendiadas se nos venían encima.
- ¡Tita detrás de ti! - Gritó
Esther- Por suerte pude esquivar al más grande de todos que venía hacia mí con
cara de muy pocos amigos. Flecha certera en todo lo alto.
La refriega continuaba a
pesar de lo dañados que se encontraban aquellos seres. De repente y ante un
despiste de Irene que al tomar una de las flechas se había quemado ligeramente
las manos, un Roblón la atrapó por la cintura y la elevó a muchos metros del
suelo. Asustada, dejó caer el arco y lo peor es que a la espalda llevaba varias
flechas en llamas…
- ¡Suéltame bicho feo, que
pareces una patata con pelooos! – Pataleaba intentando escapar de las
sarmentosas manos de su captor, pero todos los esfuerzos eran baldíos ante la
poderosa fuerza del árbol-
- ¡Ireneee! – Grité asustada-
- ¡Tulaaaa, bájame de
aquiiiiii! – Manoteaba al aire con creciente nerviosismo-
El carcaj con las flechas
encendidas cayó al suelo, de repente, el Roblón impresionado por la belleza de
Irene se la acercó al rostro que era ya una llama de enormes dimensiones, Marta
le había acertado de lleno en las barbas y su cabeza se había prendido. Mi
prima pudo ver aquellas enormes cuencas repletas de espinas ardientes y sintió
un miedo galopante. Nada de lo que había vivido hasta ahora era comparable con
el terror que le provocaba aquella visión. Entre llamaradas naranjas se hacían
presente unas brasas rojas que transmitían el odio del mismísimo infierno. El
árbol la elevó aún más y rugió con la fuerza de un titán. Nos tapamos los oídos
de forma instintiva y Pirú nos alertó.
- ¡Nooo! ¡No os cubráis los
oídos! –Seguid luchando, no os paréis o acabarán con nosotros!-
-En ese momento, del arco de
Esther salió una flecha que voló hasta la mano del Roblón que sujetaba a mi
prima, inmediatamente se incendió. Me asusté ¿Qué pasaría si no la soltaba?
Pero el árbol, viendo que ardía por varios costados abrió la mano
instintivamente y dejó caer a su presa desde varios metros.
- ¿Estás bien Irene? – Corrió
el mago a su auxilio-
- ¡Si Pirú, dame mi arco y
continuaré! – Gritó con gran valentía-
Pero no fue necesario,
pronto, las llamas comenzaron a hacer mella en los enormes Roblones que
asustados salieron corriendo como alma que lleva el diablo. Les vimos
encaminarse hacia los arroyos cercanos, pero Pirú conmovido en su gran corazón
lanzó un hechizo para convocar a las nubes. Entró en la casa y salió con su
inseparable báculo y su sombrero, alzó los brazos al cielo y dijo:
- ¡Nuberus que habitáis entre
la bruma del cielo, traed el agua de las nubes hasta los suelos! ¡Aquam
agoraaaa!
Ante nuestros ojos, unos
geniecillos diminutos aparecieron cabalgando sobre una legión de nubes negras
que nos cercaron en menos de un minuto. La tormenta estalló y de aquella
esponjosidad grisácea salieron granizos y agua en cantidad suficiente como para
apagar el fuego de un bosque entero. A lo lejos, vimos el humo que salía de los
árboles al caer sobre ellos el líquido elemento salvándolos de una muerte
segura. Pirú sonrío satisfecho.
- Niñas, nunca hay que causar
daño innecesario. – Nos dijo guiñándonos un ojo-
- Oye Pirú- preguntó Marta-
¿Y esos duendes que salieron de entre las nubes?
-Son Nuberos, geniecillos no
muy buenos pero sabiéndolos controlar pueden actuar en beneficio de quien los
convoca. Hoy, han servido para apagar el fuego de los Roblones y evitar que
murieran.
- Bueno… Y evitar que secaran
los arroyos -Apuntó Irene-
- Claro querida niña, también
para eso.
Volvimos a la cueva donde
todo era paz y tranquilidad. Nos miramos para darnos cuenta de que nuestras
caras estaban llenas de tiznotes negros; el rostro con más manchas por
milímetro era sin duda el de Irene. Al observarnos no tuvimos por más que reír
a carcajadas ante la visión divertida de nuestro aspecto. Nos aseamos y a
continuación dimos buena cuenta de la merienda porque, ahora sí, teníamos un
apetito voraz. La tarde se perdía entre las montañas dando la bienvenida a la
anaranjada noche, inevitablemente había que regresar.
- Pirú, no sé si tendremos
aventuras tranquilas alguna vez pero aunque no fuese así, siempre merece la
pena verte. Siempre, no lo olvides – Le dije abrazándole-
- Mis queridas, queridas
niñas….
Le rodeamos abrazándole tan
fuerte que casi le dejamos sin respiración.
- ¡Bueno, bueno! Dejad
respirar a este pobre anciano que quiere vivir para invitaros a una merienda la
próxima semana.
- De acuerdo Pirú, pero por
favor, si no tienes leña para la candela, utiliza carbón – Dijo Esther a modo
de sorna provocando las risas de todos-
- Irene, espero contar
contigo más veces – Le dijo a mi prima cogiéndole cariñosamente las manos-
- ¡Cuenta conmigo! ¡Yo me
apunto a un bombardeo!
- ¡Noooo, bombas no! –
Exclamó Pirú riéndose. De nuevo las risas tomando posesión de nuestros
corazones.
- Bueno chicas, emprendamos
el camino de vuelta pero…. ¿Dónde está el gato?- Dije mirando a uno y otro
lado-
Hasta ahora no habíamos caído
en la cuenta de que Narizotas había desaparecido en medio de la refriega, la
última vez que le vimos iba corriendo detrás del Roblón que había capturado a
Irene.
- Mirad, por ahí viene – Dijo
Pirú-
Venía acompañado de los dos
duendes y con la cola chamuscada. Feliz de haber salido con vida de aquel
infierno y dispuesto como no, a volver cuanto antes.
- Bueno chicas, hasta la
próxima, os dejo con Kore que os llevará hasta vuestro coche. –Sonrió Pirú
señalando detrás de nosotros-
Allí estaba de nuevo la reina
Kore que amablemente volvió a acogernos en su barca. La noche caía y aquella
preciosa canoa se elevó alejándose del bosque hasta que el mago no fue más que
un punto perdido en el horizonte. Al llegar al coche, las despedidas de rigor y
el corazón inflamado de sensaciones.
- Tita –dijo Marta- Pon
música para relajarnos.
- A la orden – Contesté-
- ¿Sabes prima? - Dijo Irene-
Cuando tenga mis gemelos, si uno es niña le pongo de nombre ¡Candela!
as risas invadieron el
pequeño Ibiza y poco a poco, consumimos la carretera que nos devolvió hasta
casa. Esta aventura había terminado.
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