Desfallecen las horas abandonadas al ritmo perezoso de la lluvia. Los viejos demonios despiertan y se sientan a mi lado en la silla llena de vida y olvido. Pasad, la tarde es vuestra porque es ilusión.
Recorro la casa, está oscura. Prodigiosa luz sin luz, es decir, oscuridad en el estío que acecha. Un demonio me llama, es inútil porque es imposible que encuentre ya mi alma vieja, aunque tú, salido de las plutonías de la memoria quieras hacerme hablar. No lo haré, no quiero morir todos los días.
Os vais, el sol os ha roto en la cara mientras miro impasible vuestra marcha. No me asustáis porque mi corazón es ya festín de risas y vosotros, alba muerta antes de la mañana.
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