El señor Gamba Holmes y su querido amigo Florito Watson, disfrutaban de unas merecidas vacaciones en el espléndido manor que el primero poseía en la localidad de Bibury, condado de Gloucestershire.
Mientras saboreaban el té, recordaban viejos tiempos en la Universidad Felina de Gambridge, donde ambos habían estudiado y de la que guardaban gratos recuerdos. La conversación se vio interrumpida por la aparición de la señora Baxter que traía recado para Holmes.
- Disculpe señor Holmes, tiene una llamada de teléfono desde España y parece urgente. Se trata de la señorita del Teso.
Al oír el nombre, el gato dio un salto de la silla y se perdió en el interior de la casa.
- Gracias, señora Baxter, puede retirarse- dijo Holmes tapando con su mano el auricular- ¡Querida Lola qué sorpresa!
- ¡Amigo Holmes! ¿Cómo se encuentra? Qué alegría escucharle - se oyó al otro lado del teléfono-
- Estoy bien, gracias, pasando el verano en Bibury, ya sabes que los rigores de Córdoba no me sientan nada bien. Pero dime, ¿cómo estás tú? ¿A que debo esta agradable sorpresa?
- No demasiado bien, querido señor Holmes, no demasiado bien. Le llamo porque necesito su ayuda y la del doctor Florito Watson. Han robado una parte del Tesoro de San Isidoro y estamos muy preocupados. Por fortuna, aún no ha trascendido la noticia a los periódicos, pero no sabemos cuánto tiempo podremos ocultarla.
Al oír la noticia, el señor Holmes enmudeció, pasados unos segundos pudo reaccionar.
- ¿Pero cómo? Tenía entendido que se custodia bajo fuertes medidas de seguridad. ¿Quién ha podido llegar hasta allí?
- No tenemos idea, por eso necesito que vengan. Hemos cerrado la basílica durante unos días con la excusa de realizar trabajos de restauración, de ese modo podremos movernos con tranquilidad.
- Muy bien, querida, tomaremos un tren a Londres e intentaremos estar en León lo antes posible.
- ¡Oh, gracias! Sabía que podía contar con ustedes. Una cosa que creo deberían saber: En el lugar donde se hallaban los tesoros, el ladrón o ladrones han dejado depositada una botella de champagne vacía y dos copas.
- De acuerdo, Lola, gracias por la información, me será de gran ayuda. Cuídate querida, nos vemos en unos días.
El señor Holmes volvió al jardín y puso al corriente a su amigo de todo cuanto había hablado con la señorita del Teso, sin duda, este era un trabajo para ellos, los mejores y más reconocidos detectives del momento.
De camino a España, Gamba contó a Florito que Lola era hija de unos amigos, una gatita lista que había sacado su carrera de Historia con las mejores notas y que, con no poco esfuerzo, había conseguido ser la responsable de la conservación de, nada más y nada menos que el Tesoro de San Isidoro, custodiado en la basílica del mismo nombre en León, España. Allí se encontraba el famoso Cáliz de doña Urraca al que algunos historiadores apuntaban como el verdadero Santo Grial.
- Y dice que han dejado una botella de champagne y dos copas. ¿Tiene alguna idea de lo que significa? - Preguntó Florito Watson.
- Por supuesto, doctor. Es el modus operandis de Erik el Gato, un minino belga gran pintor y restaurador, experto en falsificaciones y el mayor ladrón de obras de arte que pueda imaginar. Fue detenido cuando se disponía a robar en la catedral de El Burgo de Osma.
- Si está en prisión, no es nuestro hombre.
- Se equivoca amigo, no está en prisión, llegó a un acuerdo con las autoridades españolas a cambio de prestar ayuda para la recuperación de las obras de arte sustraídas. Hoy, es un ciudadano respetable que vive en la costa malagueña, sigue colaborando con la ley y exponiendo sus pinturas en galerías.
No obstante, he llamado a mi amigo, el inspector Peláez de la policía de Málaga, y me confirma que en las fechas en las que se produjo el robo en San Isidoro, Erik el Gato se hallaba en la capital exponiendo sus creaciones.
- Excelente, señor Holmes.
A la llegada a la plaza de San Isidoro, la basílica les recibía con su imponente románico, los dos amigos quedaron boquiabiertos ante la belleza que se desplegaba frente a sus ojos.
- Realmente maravilloso - Dijo el señor Watson-
Por la Puerta del Cordero apareció el responsable de seguridad de la basílica, el señor Pablo de la Vega. Holmes y Watson quedaron admirados una vez más por la belleza del conjunto arquitectónico que tendían delante.
Foto: Solbaken.
- Bienvenidos, señores - Dijo el señor de la Vega extendiendo la mano primero a Watson y luego a Holmes- ¿Se han alojado ya?
- Oh, sí, estamos en el hotel contiguo a la basílica. Gracias. -Contestó Holmes-
- Bien, pues síganme por favor, la señorita del Teso les está esperando.
Lola aguardaba en la biblioteca junto al responsable de la misma, el señor Benito Acosta y un chico joven que era su ayudante. El grupo se hallaba enfrascado en una conversación que parecía ser interesante.
- ¡Queridos amigos!, al fin llegaron. Exclamó la gatita al verlos.
Tras los saludos y presentaciones, fueron directamente al grano.
- Como ya les adelanté -Habló la señorita del Teso- Parte del tesoro ha sido sustraído del museo sin que hasta la fecha tengamos pista alguna sobre los ladrones. En concreto se han llevado el Cáliz de doña Urraca y la Arqueta de San Isidoro.
- ¿Podríamos inspeccionar el museo? Confío en que nadie haya entrado en ese lugar desde el robo. -Dijo el señor Holmes-
- En absoluto, la puerta permanece cerrada desde entonces y vigilada las veinticuatro horas por uno de mis hombres. -Contestó el señor de la Vega-
- Bien, vayamos entonces. -Propuso Holmes-
De camino a la Torre del Gallo, donde se guardaba el cáliz, la señorita del Teso fue exponiendo algunos detalles del lugar que visitaban.
- El cáliz no se custodia en la Capilla de los Quiñones, como el resto del tesoro, sino que está en el primer nivel de la Torre del Gallo. Tras los recientes descubrimientos que lo señalan como el Grial, decidimos ubicarlo allí para que los visitantes pudieran admirarlo mejor.
- ¿Y eso no lo hace más vulnerable? - Preguntó el doctor Watson-
- Bueno, pensábamos que no -contestó el señor Acosta- pero ya ve que los ladrones no encuentran freno en sus fechorías.
Torre del Gallo.
Al llegar, se toparon con un guardia que custodiaba la entrada. El señor de la Vega aprovechó para hacerles una advertencia.
- Señores, anden con cuidado, las cerraduras de la puerta fueron engrasadas el mismo día del robo y todavía pueden manchar.
El responsable de la seguridad se acercó a la enorme reja y abrió los cerrojos que impedían la entrada. Utilizó hasta tres llaves diferentes hasta que al fin cedió y tuvieron acceso a la sala.
- Dígame, señor de la Vega, ¿alguien más además de usted tiene acceso a estas llaves y a las de la capilla? - Preguntó Holmes.
- Nadie más, señor. Existe una copia de estas y del resto de puertas que están depositadas en el Banco Felino-Leonés.
- ¿Y qué hace cuando regresa a casa? ¿Las deja en la basílica?
- No, las llaves me acompañan siempre. Mi padre fue el responsable de seguridad de San Isidoro y también lo fue mi abuelo y el padre de este. Las llaves han ido pasando de generación en generación. Si un día no puedo cerrar yo, se encarga mi hijo.
- ¿Y cómo está tan seguro de que en algún momento no se hicieron copias? - Preguntó el señor Holmes.
La señorita del Teso observó la creciente indignación en el rostro de don Pablo y se apresuró a intervenir.
- Señor Holmes, le aseguro que la familia de la Vega es de nuestra entera confianza, algunos de sus miembros han defendido el tesoro de este lugar con su vida y cuando le digo esto, se lo digo de manera literal.
- Mis disculpas, don Pablo. - Añadió Holmes-
El gato de la Vega, alto y grueso, se atusó los bigotes y respiró profundamente para disimular su monumental enfado.
- Está bien, está bien, comprendo que mi trabajo me pone en una situación un tanto delicada. - Añadió-
Detrás de él, el doctor Watson le susurró al oído.
- No se lo tome en cuenta, señor. Holmes adolece de excesivo celo en todo lo que hace.
- Ya, comprendo. - Contestó molesto aún-
Dentro de la torre, en el lugar donde debía estar el cáliz aparecía la botella de champagne vacía y las dos copas.
- Esto es un insulto a la inteligencia de Erik el Gato - Susurró Holmes-
- ¿Tiene alguna idea de lo que significa? - Preguntó el bibliotecario-
- ¡Por supuesto!, pero créame que no tiene sentido. El señor que utilizaba esta broma estaba muy lejos de aquí cuando se produjo el robo - Contestó Holmes-
- Se refiere al famoso ladrón de arte, ¿verdad? - Preguntó el gato joven que hasta ahora no había abierto la boca-
- Efectivamente, muchacho.
- ¿Lo sabías? -Preguntó la señorita del Teso un tanto molesta- ¿Sabías que hay un ladrón que deja botellas de champagne y no me informaste? Luis, estoy decepcionada.
- Verás, Lola, hice mi tesis de final de carrera sobre él y sé que era del todo imposible que hubiera estado involucrado en el robo.
- Luis, deberías haberme informado - Habló el señor de la Vega -
- Papá..., yo
- ¿Papá? -¿Es usted hijo de don Pablo? ¿Por qué no se me ha dicho antes? Cuando don Pablo le ha mencionado pensé que sería alguno de los vigilantes- Dijo Holmes enfadado-
La gatita se giró molesta dedicando una mirada furibunda al joven.
- Bien, creo que aquí no hay nada más que ver, si me acompañan iremos a la capilla y el resto se lo explicaré a usted y al doctor Watson esta noche. Cenaremos en compañía del señor de la Vega y de su hijo, entonces les aclararemos todo.
- Aquí hay algo raro - susurró Watson a su amigo-
Se desplazaron hasta la capilla, allí de nuevo se siguió el ritual de los cerrojos, pero esta vez en una imponente puerta de madera. Cuatro maravillosas tallas románicas flanqueaban la entrada, dos correspondían a Santa Ana y las otras dos a vírgenes con niño. Su belleza era indiscutible.
Capilla Quiñones
- Señorita del Teso - Habló el doctor Watson para rebajar la tensión que se había instalado entre los presentes- He observado que el templo está repleto de animales enigmáticos y extrañas criaturas. ¿Qué significan?
- Muy observador, doctor -sonrió sorprendida- San Isidoro alberga una colección única de animales maravillosos, puedo decir que no hay otra igual. Es posible que <<al no conocer sus creadores su naturaleza>>, muchas de las criaturas sean inventadas, por eso hay elefantes con la trompa en la cabeza.
- ¿Y esas otras extrañas criaturas con cuerpo humano y cabeza de animal? Me recuerda la iconografía egipcia, pero ¿qué hacen en un templo cristiano miles de años después y tan lejos de Egipto?
- Doctor Watson, bienvenido a los misterios de San Isidoro, está usted ante el templo con más enigmas y secretos del territorio español. -Sonrió la bella Lola disipando los malos momentos anteriores-
Al entrar en la capilla, la misma imagen de la botella y las copas sustituía a la Arqueta de las Reliquias de San Isidoro.
Finalizó así una mañana llena de preguntas y enigmas, la noche se presentó lluviosa y los detectives decidieron tomar un coche de caballos para cubrir el trayecto que separaba su hotel del restaurante en el que habían quedado con los señores de la Vega y la señorita del Teso. Al llegar, les recibió el joven Luis.
- Por favor, acompáñenme, mi padre y Lola aguardan su llegada.
- ¿Lola? - Pensó Watson- ¡Cuánta insolencia en estos jóvenes!
Tomaron asiento y rápido pasaron a la cena, momento que la gatita aprovechó para aclarar algunas cuestiones.
- Señor Holmes, Luis es mi prometido, por eso nos tratamos con tanta familiaridad, pensaba habérselo comunicado hace unas semanas, pero sucedió lo del robo. Queremos casarnos en la catedral el próximo invierno y si le he hecho venir a cenar es porque deseo pedirle que sea mi padrino. Usted y mi padre eran como hermanos, al faltar él, no veo mejor sustituto que usted.
El detective se llenó de orgullo ante tan especial propuesta.
- ¡Oh, mi querida Lola! Por supuesto que acepto ser tu padrino, mi más sincera enhorabuena, chicos. En cuanto a ti -dijo mirando al menor de los de la Vega- espero que la hagas feliz o encontraré la manera de hacerte entrar en la cárcel y que no vuelvas a salir nunca más -
Los presentes rieron la ocurrencia del señor Holmes, aunque Luis <<bastante inquieto con el personaje>>, no dejó de pensar que sus palabras lejos de ser una broma, constituían una sincera advertencia.
La noche transcurría amena, con constantes cambios de conversación para volver siempre al robo.
- ¿Qué me dice de sus ayudantes, señor de la Vega? ¿Confía usted en ellos? - Preguntó el doctor Watson.
- Bueno, los he investigado y aunque no puedo asegurarle al cien por cien que sean inocentes, no parece que ninguno esté involucrado. He comprobado las coartadas de los que en ese momento tenían turno de día y son seguras. En cuanto a los que se hallaban en el edificio, dicen no haber oído ni visto nada. Las puertas no estaban forzadas.
- Lo cuál nos dice que la persona o personas que sustrajeron las piezas, tenían una copia de las llaves - Aclaró Holmes-
Don Pablo se removió inquieto en su asiento.
- Yo también he llegado a esa conclusión, si las puertas no estaban forzadas es porque alguien tenía acceso, eso nos pone a mi hijo y a mí en una situación un tanto delicada.
- Cierto - Asintió Holmes con ese aire que tanto molestaba a los de la Vega- ¿Qué tal es el señor Acosta? ¿Lleva mucho tiempo como bibliotecario?
- Lleva veinte años en el puesto, pero aún le queda para jubilarse - Contestó Luis- Es un señor muy culto, totalmente dedicado a su trabajo y amante de la historia. Cuida de los documentos como si fueran sus hijos y me está enseñando todo sobre su conservación para el día que le sustituya, aunque como ya le digo, eso queda aún lejano.
- Señor Holmes - Habló Lola- La noche del robo, tanto don Pablo como su hijo estaban en mi casa en compañía de doña Elvira, mi futura suegra; habían venido a pedir mi mano.
- Bien, supongo que eso les excluye como sospechosos - Dijo Holmes mirando a padre e hijo-
Un camarero se acercó al detective y le entregó una nota manuscrita.
- La han dejado para usted, señor Holmes -dijo el muchacho con voz aflautada-
- ¿Ha visto quien era?
- Ha sido un niño, señor.
En la nota amenazaban a los detectives, animándoles a dejar la ciudad en menos de veinticuatro horas si no querían ver peligrar sus vidas. Holmes pasó la nota a Watson que la observó con detenimiento.
- Está escrita por un zurdo.
- ¿Cómo sabe eso? - Preguntó don Pablo-
- Observe - dijo Watson enseñándole la nota- las vocales o y a están escritas al revés, es decir, el trazo comienza de derecha a izquierda, mientras que los diestros las hacen al contrario. Yo, soy zurdo.
- Qué interesante... - Susurró Lola-
- Señor Holmes, hay varios trabajadores zurdos, entre ellos el señor Acosta - Apuntó Luis-
- Pero Acosta no pudo ser porque esa noche me acompañó hasta casa junto al párroco de la basílica . Se dirigían al encuentro del señor obispo, con quien habían quedado para discutir un asunto sobre unos legajos de la biblioteca. - Aclaró el señor de la Vega-
- Bien, pues eso podría descartarlo, al menos hasta que comprobemos la hora en que se separó del obispo y el sacerdote - Afirmó Holmes- En cualquier caso, dudo mucho que el ladrón sea quien sea actuara solo, alguien tuvo que ayudarle desde dentro.
A la mañana siguiente, el señor Watson se dirigió a la habitación de su compañero pero este se hallaba levantado desde muy temprano y había salido. Dejó una nota donde le pedía que se reuniera con él en un café de la calle Colón.
Al bajar del carruaje, Florito distinguió la figura de Holmes a través de la enorme cristalera del establecimiento.
- Querido Watson, tengo una información que le va a interesar.
- Soy todo oídos.
- He visitado el banco donde se encuentran depositadas -entre otras- las copias de las llaves de la capilla y la torre.
- ¿Algo a destacar?
- Me ha atendido un joven balbuceante, algo nervioso que me ha hecho sospechar. Sin que yo preguntara, me ha dicho que en ningún momento han salido las llaves de allí, con lo cuál no han podido utilizarse para ninguno de los robos.
- ¿Y cómo sabía que ha habido un robo? ¿O ha habido más de uno? Por lo que sabemos, aún no ha transcendido noticia alguna.
- Elemental, querido Floro. Hemos pillado al cómplice y creo que hoy pillaremos al ladrón.
De vuelta a la basílica, la señorita del Teso les recibe muy alterada.
- Señor Holmes, ¿dónde estaban?, llevo toda la mañana intentando localizarles. ¡Ha sucedido algo terrible!. - Dice nerviosa-
- ¿Y bien? Me tienes en ascuas, querida - Dice Holmes-
- Se ha producido otro robo, ha desaparecido de la capilla el Arca de los Marfiles.
Los detectives se miraron. Todo encajaba.
- ¿Han vuelto a dejar la botella de champagne y las copas?
- No, esta vez no había nada.
- Bien, entremos a echar un vistazo. Doctor Watson, me gustaría que volviera al hotel y trajera mi maletín, lo he olvidado.
- Pero Holmes... - Watson sabía que no había ningún maletín, así que cerró la boca e hizo lo que le habían pedido-
Los demás se dirigieron a la biblioteca donde el señor Holmes deseaba interrogar a los trabajadores. En medio de una conversación con uno de los ayudantes de seguridad, el detective no vio una estantería, tropezó y cayó aparatosamente sobre su mano derecha.
- ¡Señor Holmes! ¿Se encuentra bien? - El joven de la Vega se apresuró a ayudar.
- ¡Vaya fastidio! ¡Creo que me he fracturado algún hueso! - Exclamó con un rictus de dolor-
- No se preocupe -le llevaremos de inmediato al hospital- Propuso el joven.
- Necesito enviar una nota al doctor Watson, él sabrá qué hacer. Señor Acosta por favor, si es tan amable.
El bibliotecario corrió a coger papel y pluma y se sentó a escribir lo que el señor Holmes dictó.
- Bien amigo, si ha terminado, ¿podría enseñarme la nota? - Preguntó el detective al bibliotecario-
- Claro, faltaría más.
Holmes se incorporó y extrajo de su chaqueta la nota que habían recibido él y Watson la noche anterior en el restaurante, la letra coincidía y el papel amarillento también.
- ¿No decía que se había fracturado la mano? - Preguntó Lola extrañada.
- Ya ves, querida, creo que la sorpresa me la ha arreglado. Señor Acosta, ¿podría quitarse la chaqueta?
- ¿Y por qué habría de hacerlo? - El bibliotecario se puso a la defensiva-
- Es mejor que haga lo que dice - Le ordenó don Pablo-
El señor Holmes tomó la chaqueta y mostró una pequeña mancha que había en el bajo de uno de los delanteros.
- Señores, es grasa. Cuando entramos en la Torre del Gallo, usted, señor de la Vega, nos advirtió de que andásemos con cuidado pues las cerraduras habían sido engrasadas. Antes de abandonar el edificio me fijé en la mancha de la chaqueta del señor Acosta, si la puerta había sido engrasada el día del robo, sólo pudo mancharse entonces pues después ya nadie más tuvo acceso a la torre. Sin embargo, tras las aclaraciones que usted me dio de la noche que le acompañaron a casa, descarté su participación.
- ¿Y que le lleva a pensar que he sido yo el ladrón? - Preguntó muy ofendido el bibliotecario-
- ¿Le suena de algo el nombre de Pedro Martín? - Preguntó a su vez el detective.
- Es el interventor del banco Felino-Leonés - Contestó don Pablo- Siempre me acompaña en mi habitual comprobación de las llaves, suelo ir dos veces al mes para saber que está todo en orden.
- Efectivamente. Esta mañana le he visitado, me ha sorprendido que supiera del robo cuando la información aún no ha trascendido, por si esto fuera poco, ha hablado de robos, en plural, cuando aún yo no tenía conocimiento de la desaparición del Arca de los marfiles. Para finalizar, el señor Acosta ha cometido un grave error con no dejar de nuevo la botella y las copas, al descubrir que todos sabíamos que Erik quedaba excluido, vio innecesario seguir con el teatro, con lo cuál se delató. Después, sólo he tenido que avisar al inspector Peña.
En ese momento, el señor Acosta intentó huir pero la policía entró en la biblioteca y lo detuvo. El inspector les informó de que el bancario era en realidad un sobrino de Acosta y ambos habían planeado el robo para después vender las piezas a un coleccionista alemán. Pertenecían a una banda criminal perfectamente organizada y camuflada, así que las advertencias en la nota a los detectives, no había que tomarlas a broma. Afortunadamente, todos habían sido detenidos.
- Señor Holmes, permítame que le felicite, ha estado brillante - Dijo el inspector-
- Así que él mismo sustrajo las piezas... - susurró la señorita del Teso-
- Así es, nadie mejor que él conoce los recovecos de San Isidoro, así que su socio le proporcionó las llaves y él hizo el resto. Acosta se despidió del obispo y el párroco a la una de la madrugada, a partir de ahí, no tenía coartada.
De nuevo la lluvia hacía presencia en la mañana leonesa, el señor Gamba Holmes y el doctor Florito Watson, tras solucionar el día anterior el caso, se disponían a partir de vuelta a Bibury para continuar sus vacaciones.
- Señor Holmes, muchas gracias por su trabajo, jamás hubiéramos creído que don Benito era el autor de los robos. Créame que aún me cuesta aceptar que ese hombre esté detrás de todo. - Confesó apesadumbrado el pequeño de los de la Vega-
- Muchacho, nunca hay que bajar la guardia ante nadie por conocido que sea, recuérdalo. - Contestó el detective-
- ¿Sabe? Luis ha conseguido el puesto de bibliotecario, así que estamos muy contentos - Informó la señorita del Teso-
- Vaya, ¡que sea enhorabuena!- Exclamó Watson-
- Muchas gracias a los dos, señores - Habló don Pablo - Ha sido un placer contar con su presencia aquí. Ahora, tengan buen viaje. Nos veremos en la boda.
El carruaje se perdió rumbo a la estación de tren, una vez más los intrépidos Holmes y Watson habían resuelto un caso complicado y evitado así el expolio de nuestro patrimonio. En próximas aventuras, descubriremos el increíble don de los felinos para resolver los enigmas más enrevesados. ¡No te las pierdas!
Cáliz de doña Urraca.
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¡La señorita Lola del Teso! Muchas gracias a su dueña, Rocío, por dejarla participar en la aventura. Jeje
NOTA: Ignoro si la Torre del Gallo y la Capilla Quiñones tienen puertas de acceso, me he tomado esa licencia para poder montar la trama.
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