De nuevo lluvia sobre Casa Encantada. una fuerte tormenta mantenía a sus habitantes en torno a la chimenea, contando viejas historias de siglos no conocidos por el Hombre. Aunque en realidad, era el mago Pirú el que hablaba y los demás escuchaban boquiabiertos.
El único que estaba en la biblioteca trabajando era don Leonardo, el ratón que había llegado para dar clases a los más pequeños. Estaba pensando que si encontraba a alguien que se hiciera cargo de ellos, él podría dedicarse a investigar, así que decidió llamar a una de sus antiguas alumnas para proponerle el trabajo.
La mañana transcurrió entre tazas de chocolate caliente y olor a tierra mojada, ese aroma inconfundible que llena de paz el corazón. Andaba el mago contando su aventura con el príncipe Nefér y el dragón Valcabra cuando sonó el timbre. Nadie se movió.
- ¿Es que nadie va a abrir la puerta? - Preguntó sabiendo que al final le tocaría a él- De acuerdo, de acuerdo ¡No os canséis!
Bajó las escaleras a toda prisa, pero al abrir no vio a nadie. Iba a cerrarla justo cuando una voz le alertó para que no lo hiciese.
-¡Espere, espere! ¡No cierre!
Una preciosa ratoncita aguardaba en el umbral, era la segunda vez que ocurría algo así en Casa Encantada.
- ¡Oh, perdona! -Exclamó el mago- No te había visto ¡Pero no te quedes en la puerta! Pasa, pasa.
- Tú debes ser Pirú, si me permites el tuteo. Yo soy Yolanda Parvulitos, la nueva maestra. Don Leonardo me ha llamado esta mañana para ofrecerme el trabajo con los pequeños. Aprovechando que estoy pasando unos días en casa de mi tía Nieves, he pasado a saludar y a conocer a mis alumnos.
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Pirú no tenía conocimiento de la nueva maestra, pero le pareció una idea excelente. Era educada y simpática y los niños estarían encantados con ella.
- No sabía nada, pero me parece una excelente idea. Por favor, vamos a la biblioteca, allí está don Leonardo y podréis poneros de acuerdo en cuanto a vuestros quehaceres. Si eres tan amable de subir a mi mano, llegaremos en un pis pas.
En ese momento apareció Benito Mondanueces acompañado de su amigo Blas, que como buenos anfitriones quisieron saludar a la recién llegada.
Imagen extraída de https://www.livemaster.ru/topolino. Los ratoncitos son propiedad de Оksana Caccioppoli. https://www.livemaster.ru/topolino
- ¡Buenas tardes a la hora de comer! Yo soy Benito Mondanueces y este es mi amigo Blasito Comebellotas. Bienvenida a Casa Encantada, señorita....
- ¡Yolanda! Yolanda Parvulitos, soy la nueva maestra. Encantada de conoceros.
Blas se sonrojó de tal forma que su amigo no pudo evitar reírse.
- ¡Es guapísima! -Le susurró a Benito por lo bajo-
- Yo la vi primero, relájate Blasito.
El mago terminó inmediatamente con los planes de los dos romeos.
- Bueno señores, nosotros tenemos mucho que hacer. Nos vemos en media hora en el salón para comer juntos y dar la bienvenida a Yolanda como merece.
En la biblioteca, don Leonardo se afanaba con la clasificación de libros, esperaba poder dedicar mucho más tiempo a esto ahora que Yolanda había llegado.
- ¡Mi querida Yolanda! - Exclamó al ver a su amiga-
Profesor y alumna se fundieron en un cariñoso abrazo y seguidamente, expuso los pormenores de su nuevo trabajo en Casa Encantada.
- Los peques de este lugar son buenos en general y luego está la lagartija Matilda, de la que no podrás librarte ni a sol ni a sombra. Te acompañará allá donde vayas con su arco, sus flechas y su carcaj. Se meterá en un guante para asustarte, estás advertida.
A Yolanda le pareció divertidísimo todo lo que don Leonardo le contaba. ¡Este trabajo era lo que llevaba esperando toda su vida!
El día se agotó y la lluvia dio paso a un cielo limpio cuajado de estrellas. Parecía un lienzo pintado, de tan maravilloso y brillante como lucía. Nuestra amiga se fue a la cama pensando que si el próximo día llegaba con sol, la primera clase sería al aire libre. De este modo, además de aprender, aprovecharía para conocer mejor a sus alumnos en un largo y provechoso paseo por los alrededores.
Y ocurrió, el sol quiso salir a recibir a la nueva habitante de Casa Encantada, como también lo hicieron los más pequeños acompañados ..., ¿Por un fantasma? De repente, un guante negro empezó a andar hacia la seño Yolanda, pero enseguida recordó las palabras don Leonardo: "La lagartija Matilda se meterá en un guante para asustarte".
- ¡Vaaaaya, vaya, vaya! ¡Así que tú eres Matilda! -Exclamó la seño acercándose al guante-
- ¡Así no hay quien asuste a nadie! ¡Sois todos unos chivatos! - Y la lagartija salió del guante muy enfadada-
Los niños y Yolanda se rieron de lo lindo a costa del enfado de la lagartija que finalmente se acabó presentando como es debido.
- Bien chicos, ya basta de trastadas. Ahora iremos dando un paseo por el bosque y os hablaré de las plantas. A ver, quien sabe de qué cereal obtenemos harina.
- ¡Yo, seño, yo! -Dijo la pequeña Belita, una bonita ternera que vivía en El Tejar- ¡Del trigo!
- ¡Muy bien, muy bien!. Ahora os voy a contar que hace muuuuuchos años, ejércitos romanos pasaron por estas tierras. ¿Sabéis quiénes eran los romanos?
- ¡Siiiii! - Contestaron todos-
- Debéis saber que muy cerquita de aquí pasa la calzada por donde transitaban nuestros antepasados y que esta zona que veis se llamó Mellaria.
- ¡Cuánto sabe, seño! - Le dijo Jara, la perrita de doña Sinforosa-
- ¿Queréis que hagamos coronas de laurel como si fuéramos generales victoriosos entrando en Roma? - Propuso Yolanda-
- ¡Siiiiiiii!
- Pero seño... -advirtió Matilda- Aquí no hay laurel.
- Chicos, como no tenemos laurel las haremos con flores, con juncos o toda aquella hierba que os guste. ¿Qué os parece?
Los pequeños se volvieron locos con sus coronas, algunos hasta se fabricaron ingeniosos "gladius" con juncos y simulaban guerrear contra árboles que hacían de pasivos enemigos.
Raquel, la hija de doña Pepita, la ardilla de la vía del tren, se alejó demasiado y de repente....
-
- ¡Señoooo! ¡Señoooo! ¡Hay algo raro en mitad del bosque!
Todos corrieron hacia el lugar en el que se encontraba Raquel. Ante sus ojos alucinados, varios árboles formaban un enramado en forma de puerta circular, sin duda, algo muy extraño para ser natural.
- De acuerdo chicos, nos acercaremos despacio y echaremos un vistazo. Esto es algo muuuy raro. No os separéis de mí.
- Tranqui, seño, estando yo aquí no habrá ni un problema. -Dijo la lagartija Matilda montando una flecha en su arco-
El grupo avanzó hacia los árboles idénticos que crecían en paralelo, cruzaron y se adentraron entre las ramas que formaban la puerta. De repente, estas empezaron a girar a un ritmo endiablado atrapando en su interior a los incautos exploradores.
- ¡Señooooo que se pare estooo! - Gritaban los pequeños asustados-
La puerta no paraba de girar, si abrían los ojos solo podían ver una luz brillante y el verde de las ramas que al moverse tan rápido, parecía que estuvieran atrapados en un embudo. De fondo un susurro se metía en los oídos de los cautivos, como un silbido lleno de letras que no podían descifrar.
Cuando al fin la puerta se detuvo....
- ¡Atrááááás! .- Gritó la seño-
Algo parecido a una iguana gigante les cerraba el paso. Tenía tantos dientes que podría devorar un caballo en un minuto, o eso creyeron los chicos que estaban paralizados de miedo.
- ¡Dios mío! ¿Pero dónde estamos? - Preguntó la maestra-
- No lo sé, no sé cómo hemos llegado aquí ni cómo hay estos animales- Contestó Matilda-
- Bueno, este es de tu familia, ¿No? -Preguntó Pedrito, el pato de la charca de don Clemente-
- ¡Qué graciosito es el niño! - Pues no, no es de mi familia.
- Yo diría que es un Matildosaurio y si te pones a hablar con él, alguna solución encontraremos. - Añadió la seño echando mano de un humor que en ese momento venía a relajar un poco los ánimos-
El animal no paraba de amenazarlos, intentaron volver a entrar en la puerta pero... ¡Había desaparecido!
- ¡Corred! - Gritó Belita al ver que aquel extraño animal avanzaba hacia ellos-
Maestra y alumnos se escondieron tras unos roquedos. La vegetación exuberante había ayudado a despistar al animal, pero cuando comenzaban a respirar, otro igual al que los perseguía hizo acto de presencia, solo que éste era muchísimo más alto y gordo.
- ¡Dios mío, estamos perdidos! - Gritó Raquel, la pequeña ardilla-
- Pues no sé qué deciros- Fijaos- Comentó Pedrito.
El animal más grande parecía regañar al pequeño y pasados unos interminables minutos, ambos se adentraron en el bosque dejando en paz a nuestros amigos.
- ¡Era su madre! - Exclamó Matilda- Ostras, seguro que Minimatilda ha hecho alguna trastada y su madre le ha reñido. ¡Me encanta Mamamatilda! - Dijo riendo-
A esa misma hora, en Casa Encantada...
- Don Leonardo, me preocupan Yolanda y los pequeños, hace un buen rato que tendrían que haber regresado. ¿Le dijeron adónde irían? - Preguntó Pirú-
- Me dijo que los llevaría al bosque para dar allí la clase de ciencias y de historia. Ahora que lo pienso, tienes razón, ya tendrían que estar aquí ¿Qué habrá sucedido?
- Vayamos a averiguarlo.
Mago y ratón se adentraron en el bosque de Casa Encantada, comenzaba a oscurecer y peligros conocidos por todos acechaban. Para colmo, de nuevo la tormenta hacía acto de presencia.
Pirú avanzaba con el bueno de don Leonardo en un bolsillo de su túnica, que asomado no perdía detalle de todo cuanto acontecía.
- Pirú, fíjate en eso - Dijo el ratón señalando al fondo del bosque-
La puerta por la que los chicos habían entrado, aparecía de nuevo ante el mago y su amigo-.
- ¡Una puerta giratoria! Don Leonardo, ¿está pensando lo mismo que yo?
- Por supuesto, Pirú. Conociendo a Yolanda que es una aventurera de cuidado, es probable que hayan cruzado la puerta.
- ¿Ella tiene conocimiento de la magia que aquí sucede? - Preguntó el mago preocupado mientras comprobaba su báculo-
- Pues me temo que no, amigo.
- ¿Hay algún modo de saber adónde han ido? Si fuera un corro de hadas, no tendría dudas, pero esto...
- Hay una, pero es peligrosa. -Dijo el ratón que de un salto se había colocado en el suelo y una vez allí, subido a la mano de Pirú-
- Peligro es mi segundo apellido.
- Bien amigo, escúchame con atención. Antes de venir a Casa Encantada preparé un estudio sobre estas puertas. Ciertamente no debería estar aquí, o al menos no deberíamos estar viéndola porque no es san Juan, ni la primera luna llena del año, ni la segunda del verano. Eso quiere decir que extraños fenómenos están sucediendo en Casa Encantada, fenómenos que escapan a este humilde ratón, pero que sí puedo asegurar que existen. Anoche, mientras terminaba de clasificar los libros de biología, una luz verdosa como cargada de gas, se detuvo en la ventana de la biblioteca. No le di importancia, pero cuando me iba a mi habitación, allí estaba de nuevo aquella luz, delante de mí impidiéndome entrar.
- Un momento, un momento -Interrumpió Pirú muy preocupado- ¿Por qué no me avisó? Y dígame ¿Esa luz tenía alguna forma?
- No quise alertar a nadie, pensaba contártelo hoy, pero con tantas emociones lo he olvidado. No tenía ninguna forma en particular, era como una nube de gas brillante.
- Es Óminor... El mago negro otra vez - Susurró Pirú apesadumbrado- ¿Cómo ha podido escapar de su encierro?
- ¿Estamos en problemas?
- Lo sabremos cuando crucemos esa puerta. Rece para que aparezcamos donde están los chicos, amigo Leonardo.
Se adentraron en la puerta mientras don Leonardo recitaba una extraña letanía. Pirú había creado un círculo protector en el que había anclado el presente, de modo que si algo fallaba, siempre podían regresar. La puerta se movió y en ese momento, el ratón sacó su mano mientras gritaba al mago que lo sujetara fuerte. Todo paró de golpe y alrededor de los amigos, flotaron toda clase de enseres y animales.
- ¿Qué está ocurriendo, don Leonardo?
- Estoy parando el tiempo diez segundos, puedo ver si ellos están en este periodo diciendo los nombres de todos y cada uno de ellos, pero si consumo el tiempo, nos perderemos para siempre.
Don Leonardo paró la puerta hasta en cinco ocasiones, cada vez estaban más debilitados por el esfuerzo y el escudo del mago se empezaba a difuminar. A la sexta vez...
- ¡Ahí están! -Salgamos ahora! - Gritó el mago.
Los chicos al verlos corrieron hasta sus amigos, no podían dar crédito a lo que estaba pasando.
- ¡Don Leonardo! Hemos visto una iguana gigante, diría que es un dinosaurio, pero me va a tomar por loca - Informó la seño Yolanda muy nerviosa-
El ratón se movió por los alrededores observando la vegetación y luego añadió -Estamos en la era Mesozoica, pequeños, y a juzgar por estas flores, me atrevo a decir que en el Cretácico porque es entonces cuando aparecen. Además, vuestra maestra ha dicho que el animal que vieron era grande.
- Y si no me equivoco... Justo en el Cretácico es cuando se extinguen los dinosaurios -Añadió Yolanda-
- Pues estamos en peligro -Dijo el mago- Hay que salir de aquí cuanto antes.
- A ver chicos, antes de que esto acabe, por favor atendedme un segundo -La seño Yolanda no podía dejar pasar esa oportunidad para dar una miniclase de ciencias a los niños- El profesor don Leonardo nos ha dicho que estamos en la era Mesozoica, época en la que aparecen los dinosaurios; esta era se divide en: Triásico, Jurásico y Cretácico. El animal que hemos visto pertenece al último periodo por todo lo que él ha explicado. ¡Recordad esto, caerá en el examen!
- ¿Jurásico? -Preguntó Matilda- ¡Estoy con mis abuelos! Pero... ¿Y si la lían parda como en las pelis? ¡Ay Pirúúúúúú, sácanos de aquí! - Y como una loca corrió a esconderse en el bolsillo del mago.
Tuvieron un segundo para las risas hasta que en el cielo vieron una enorme bola de fuego que se perdió en la lejanía. Seguido, escucharon un ruido ensordecedor.
- ¡Son meteoritos! ¡Hay que salir de aquí! - Gritó don Leonardo-
- Dios mío... La extinción de estos animales ha comenzado - Miraba Yolanda a su alrededor mientras caminaba como hipnotizada hacia la puerta que Pirú había conseguido anclar-
- ¡Tenemos que hacer algo, Pirú! -Gritaba Matilda fuera de sí- ¡No podemos dejar que mueran, por favor, ese dinosaurio que vimos era pequeño y tenía a su madre!. ¡Por favor, Pirú haz algo!
El mago trató de tranquilizar a la nerviosa lagartija que hizo que todos los pequeños comenzaran a llorar.
- Escucha Matilda, no podemos interferir en la Historia. Yo también lo siento, pero tenemos que salir de aquí o moriremos con ellos.
Una lágrima brillante y sincera se escurrió por la bonita cara de la lagartija, no quería que sus antepasados murieran, pero sabía que el mago tenía razón.
- Venga arquera, volvamos a casa - Pirú volvió a entrar a su amiga en el bolsillo mientras otra enorme bola de fuego venía derecha hacia ellos-
- ¡A la puerta! ¡Ya! -Gritó el ratón que nada más entrar comenzó a murmurar unas frases que los llevó de vuelta a Casa Encantada.
- ¡Hemos vuelto, bieeeeen! -Reía y bailaba Belita con Pedrito y Raquel, todos estaban contentos, todos menos Matilda que no podía olvidar a sus efímeros amigos.-
- ¡Casa Encantada puerta cerrada! - Gritó Pirú y la puerta giratoria desapareció a la vista de todos-
- Menuda aventura, Pirú - Dijo Yolanda-
- Desde luego que sí, querida, has entrado en Casa Encantada por la puerta grande, no puede decirse que no merezcas quedarte.
Esa noche, no hubo muchas celebraciones, el mago andaba nervioso y llamó a Matilda a la biblioteca para darle unas órdenes muy precisas.
- Pequeña, escúchame, tengo una misión muy importante para ti, pero tienes que prometerme que volverás a sonreír o no contaré contigo-
- Lo prometo, amigo -Dijo Matilda elevando sus preciosos ojos hacia el mago. Parecía sincera-
- No pierdas de vista a la seño Yolanda, tengo sospechas de que el mago negro Óminor ha escapado de la Torre de los Siete Picos.
Al oír aquél nombre, la lagartija se estremeció.
- ¿Estás seguro?
- Lo suficiente. Don Leonardo ha visto la nube de gas y es cuestión de tiempo que aparezcan los rementeadores.
- ¿Qué son rementeadores? -Yolanda había escuchado todo, volvía de su habitación que estaba justo al lado de la biblioteca cuando les oyó hablar- ¿Hay que preocuparse?
- Son unos seres maléficos, se cuelan en nuestro mundo a través de las pesadillas de los niños y si te miran, te roban todos tus recuerdos bellos y mueres. El mago negro se alimenta de esos recuerdos. El rementeador es una mezcla gigante entre mantis religiosa y araña - Explicó la lagartija-
La seño se llevó las manos a la boca reprimiendo un grito.
- Pero... ¡Eso es horrible!
- No te preocupes, querida, Matilda no permitirá que te ocurra nada malo. Ocúpate de los más pequeños, que de la seguridad de todos nos encargamos nosotros. -El mago guiñó un ojo a la ratoncita que se tranquilizó- ¡Y ahora vamos a dormir! ¡Mañana prepararemos una gran fiesta de bienvenida! ¿Qué le parece, señorita Yolanda?
- ¡Pues me parece maravilloso! -Exclamó nuestra seño olvidando la conversación que la había hecho entrar en la biblioteca-
- Matilda, aguarda un minuto -Pidió el mago cuando volvieron a quedar solos- Don Leonardo quiere que te quedes con esto.
El mago se dirigió a una estantería y extrajo un libro donde podía leerse: "La era de los dinosaurios".
- ¿Para mí?
- Sí, amiga, para ti. Así podrás saber todo cuánto pasó y también cómo cambió nuestro planeta para que nosotros pudiéramos existir.
Matilda se emocionó, después de que el mago dejara en la habitación de la lagartija el libro, esta agradeció sinceramente el regalo.
- Gracias, Pirú, este regalo es muy importante para mí.
El mago acarició al gracioso reptil y después salió cerrando la puerta tras de sí. Esa noche no todos durmieron, pues en la habitación de Pirú las luces permanecieron encendidas hasta el amanecer.
Al día siguiente hubo examen sobre el Jurásico y luego fiesta, aunque la fiesta la empezó Matilda que se colocó una dentadura hecha con palillos mondadientes y escenificó la carrera de un Velociraptor a las mil maravillas.
Todo iba bien hasta que una sombra oscura y espesa se acercó a la gran ventana del salón principal de Casa Encantada. El mago se giró nervioso y entonces, aquella bruma se desvaneció en la oscuridad mientras la fiesta de bienvenida continuaba.
¿Serán capaces nuestros amigos de devolver al mago malo a su torre? ¿Algún pequeño tendrá pesadillas? Tendrás que quedarte en Casa Encantada para averiguarlo.
Este cuento va dedicado a mi prima Yolanda que nos está dando a todos una lección de valentía, fe, simpatía y fortaleza. Todo lo mejor para ti ahora y siempre, querida. ¡Ah! ¡Y bienvenida a Casa Encantada, ratona!