Hace un día maravilloso, he
salido a dar un paseo para comprobar que el sol no se ha olvidado de nosotros.
Los árboles ya no van desnudos y han hecho asomar sus primeras prendas primaverales en
forma de hojas brillantes, a sus pies, flores amarillas acarician sus troncos
agradecidos de años.
- No puedo estar aquí sin las
niñas y sin Narizotas, no, no me siento feliz al cien por cien entre toda esta
abundancia y sin ellas. - Pienso a medida que recojo florecillas aquí y allá
para llevarme el aroma a casa. Me paro a los pies de una linda mimosa, a mamá
le encantará perfumar el salón con estas flores que tanto le gustan-
- Con permiso- Le digo al
árbol antes de cortar unas ramitas cuajadas del fragante tesoro, después, le
doy las gracias por tan generoso presente.
Ya de vuelta....
- ¡Tita Pituuuusaaaaaaaaaa!
Dos bichillos camuflados de sobrinas corren a mis brazos ¡Ay! Que se me hacen
mayores...
- Tita, ¿de dónde vienes? -
Pregunta Esther tirándome de la manga del jerséis hasta hacer perder dentro de
ella mi mano-
- Vengo del Peñón, de dar una
vuelta para ver como estaba el campo.
- ¡Y te has ido sin nosotras!
¡Eres una mala tita, te vas a enterar!
Tienen mucha fuerza, siempre
acabo patas arriba en el sofá y ellas encima a pellizcos, cosquillas... En
cuanto puedo, pongo orden y les propongo visitar a Pirú en la compañía de
Narizotas que anda saltando por todos sitios, a veces pienso que ese gato es un
híbrido entre rana y felino.
- Tita Pitusa ya tenemos al
minino, pero no encontramos el transportin- Dice Marta que siempre intenta por
todos los medios, evitar que el gato viaje donde debe-
- Andad, coged al peludito y
entradlo en el transportin si no queréis que esos caballeros de verde que
encontramos a veces en la carretera, nos multen por no hacer las cosas bien.
-Vaaaale tita, qué pesada
eres... ¿Podemos llevarnos también a Tomás? - Pregunta Esther.
Tomás últimamente está un
poco golfales, reconozco que es un gato demasiado casero y comprometido con la
familia, tanto que a veces se olvida de sus orígenes felinos para perderse en
dudas existenciales acerca de quien es. Ayer sin ir más lejos, lo pesqué
maullándole a una manga de mi abrigo de piel sintética, uno muy divertido que
parece un peluche, se ve que quería ligar con él pero la prenda, no estaba por
la labor. Y así se pasa la vida, haciendo uso de ese idioma al que las niñas
llaman "balleno", queriendo deslumbrar a lo que a todas luces él debe
considerar una gata gigante.
- Niñas, Tomás nunca ha
venido de aventuras y no creo que le guste subir al coche, una cosa es que cada
día se de un paseito conmigo por la acera y otra es motorizarlo. Mejor que
venga Narizotas, alguien tiene que hacer compañía a la abu en nuestra ausencia,
¿no?
Las niñas asienten y gano la
batalla, sólo me faltaba ir de aventuras con dos gatos...
Botellines de agua,
chocolate, mandarinas, chuches para mininos, botiquín de primeros auxilios y
pañuelos. Reviso cuidadosamente nuestra mochila antes de emprender la aventura.
- Marta, por favor, trae la
rosa que nos regaló Pirú para consultar si el camino está expedito.
- Expe…, ¿qué? - Me pregunta
con sus enormes ojos negros abiertos como balcones-
- Expedito Marta significa
libre, en este caso, libre de Rementeadores. - Contesta la sabihondilla de
Esther-
- Sabihonda- Le digo en tono
de broma-
- Y tú rata barata- Me
contesta-
Colocamos la rosa sobre la
mesa y abrimos sus pétalos con cuidado, rápidamente unas pequeñas llamas
comienzan a arder en su interior.
- Tita ¿puedo espolvorear yo
las llamas?- Pregunta Marta-
- Claro que sí bichito, venga
hazlo.
Al instante, el fuego se
torna azul metalizado y en el centro, la cara risueña de Pirú aparece nítida.
- ¡Mis queridas niñas, os
estaba esperando!- Exclama apoyando las manos sobre su pecho-
- ¡Pirú hola! - le saludo con
una sonrisa- ¿Hay algún problema en visitarte? Las niñas y yo te echamos de
menos.
- ¡Oh no queridas, ninguno!
Los Faunos mantienen a raya a los Rementeadores y he pensado que podía daros
una pequeña lección de tiro con arco que no olvidaréis ¿Os apuntáis?
- ¡Siiiii! - Contestaron las
niñas al unísono contentísimas con la propuesta-
- Muy bien, cerrad la rosa y
os espero, hoy almorzaréis aquí y será un día maravilloso- Nos dice Pirú
mientras se despide sacudiendo su mano en señal de adiós-
Entre risas y emoción nos
dirigimos a nuestra pequeña carroza plateada, que no es otra cosa que un
pequeño Seat Ibiza. Me percato de que la puerta del transportin que alberga a
Narizotas va entreabierta, lo cual significa que en un femtosegundo el gato
estará fuera y trotando libremente por el coche.
- Tita Pitusa, por favor,
ponnos música bien bonita, una de esas que nos gusta a nosotras, que suene y
huela a aventura- Me dice Esther a quien veo por el retrovisor con el gato al
hombro-
- Vale, pero el gato poca
vergüenza a su sitio que salimos a carretera.
- De acueeeerdo... Qué
aburrida eres, tita - Me dice Esther-
El sol brilla bien alto, acariciando
las conciencias adormecidas y vistiendo de luz un invierno agonizante. La
música nos envuelve y soñamos con castillos cátaros, unicornios, misterios,
leyendas y trovadores que amenizan una fiesta en la vieja Francia.
Cogemos rumbo a la sierra,
está preciosa, con el sol como corona nos devuelve a la vista todo su esplendor
y belleza. La dehesa se llena de aves que nos regalan el concierto más especial
de todos, el de la Primavera. Aprovechando que circulamos por un camino
terrizo, las niñas han vuelto a sacar al gato, decido quitar el cd y abrir la
ventana para que entre el sonido de la Naturaleza. Narizotas asoma su cabecita
y percibe el viento en el rostro peludo, las niñas lo celebran y yo rezo para
que no se le ocurra hacer nada raro.
Llegados al punto donde
dejamos el coche la otra vez, aparco bajo la generosa sombra de una encina,
cargada de años y de frutos decide darnos maternal acogida entre sus brazos de
fresca penumbra.
- Ay tita Pitusa, qué diferencia
con la otra vez, ¿eh? ¡Cómo nevaba! Y hoy hace hasta calor - Dice Marta bajando
del coche entusiasmada-
Nos ponemos en camino, el
gato haciendo piruetas imposibles y saltando sobre las flores amarillas que el
viento mece a su antojo. De repente, una silueta enfundada en una preciosa
túnica celeste agita un báculo en el aire en señal de saludo.
- ¡Pirú! Las niñas echan a
correr y son acogidas en un abrazo envolvente, el mago revuelve sus cabellos y
las abraza con cariño una y otra vez. Reconozco que no las imité por aquello de
que una no tiene diez años, pero mi corazón deseaba hacer lo mismo que las
niñas habían hecho desde el impulso de la infancia más maravillosa. Al llegar a
su altura, es Pirú quien me regala un abrazo tan fantástico que casi se me
saltan las lágrimas.
- ¡Tita Pitusa, los abrazos
de Pirú son los mejores del mundo! - Dice Marta encantada con el
descubrimiento-
- Os tengo preparada una
sorpresa, ya veréis ya. - Nos dice Pirú con las niñas literalmente incrustadas
en sus costados- Tita Pitusa, coge de la mano a Marta, vamos a hacer un viaje
maravilloso hacia un lugar que os va a gustar.
Obedezco y al punto, Pirú
dibuja un gran círculo en el aire con ayuda de su báculo. Una cascada brillante
nos envuelve, millones de partículas esplendentes nos rodean y sentimos que el
suelo deja de existir, estamos suspendidas en el aire y seguimos elevándonos.
Risas emocionadas en el interior de aquella inmensa luz, en tan sólo unos
segundos, volvemos a tocar tierra.
Poco a poco, la cortina reluciente
se desvanece, tenemos que hacer un esfuerzo para acostumbrar los ojos a la
natural luz diurna. Estamos en un lugar maravilloso, rodeados de árboles
frutales, palmeras, flores, un sitio de esos a los que tienes la seguridad de
querer volver sólo con verlo unos segundos. Otra sorpresa nos aguarda.
- ¡Iván! - Las niñas
descubren con alegría que nuestro joven amiguito aparece entre los árboles en
compañía del Trenti, el duende travieso que encontramos en el bosque la última
vez.
- ¿Habéis visto qué sorpresa?
- Dice Iván - Pirú vino a buscarme hace unas horas y aquí estoy, esperando a
que llegarais.
Tras los saludos, Pirú nos
enseña un lugar acondicionado como galería de tiro. En el fondo, una diana con
la silueta de un Rementeador aguarda a ser agujereada por tan intrépidos
arqueros. A un lado, cinco estupendos arcos "longbow" profusamente
decorados, envidia de cualquier tirador que se precie.
- Bien chicas, empezáis
vosotras- Dijo Pirú- Ahí tenéis dos arcos zurdos y
uno diestro, quiero diez
flechas en el centro de la diana en dos minutos.
- ¿Cómooooooooooooo? -Dijimos
todas sorprendidas- ¡Pero eso es imposible!
- No, no lo es, esa destreza
se le exigía a cualquier arquero digno de llamarse así en la Edad Media. Os
contaré un cuento antiguo que me contaba mi padre y a él el suyo, reflexionad y
después, comenzaremos.
Pirú hizo que nos sentásemos
en el suelo, muy atentas, escuchamos sus palabras.
- "Después de ganar
varios concursos de arquería, el joven y jactancioso campeón retó a un maestro
Zen que era reconocido por su destreza como arquero. El joven demostró una
notable técnica cuando le dió al ojo de un lejano toro en el primer intento, y
luego partió esa flecha con el segundo tiro. "Ahí está", le dijo el
viejo, "¡a ver si puedes igualar eso!". Inmutable, el maestro no
desenfundo su arco, pero invitó al joven arquero a que lo siguiera hacia la
montaña. Curioso sobre las intenciones del viejo, el campeón lo siguió hacia lo
alto de la montaña hasta que llegaron a un profundo abismo atravesado por un
frágil y tembloroso tronco. Parado con calma en el medio del inestable y
ciertamente peligroso puente, el viejo eligió como blanco un lejano árbol,
desenfundó su arco, y disparó un tiro limpio y directo. "Ahora es tu
turno", dijo mientras se paraba graciosamente en tierra firme.
Contemplando con terror el abismo aparentemente sin fondo, el joven no pudo
obligarse a subir al tronco, y menos a hacer el tiro. "Tienes mucha
habilidad con el arco", dijo el maestro, "pero tienes poca habilidad
con la mente que te hace errar el tiro".
Demasiado rápida va muestra
mente cuando dice que no a algo tan sencillo - Prosiguió Pirú- Quiero que
meditéis unos segundos aquí sentadas sobre la hierba y que imaginéis claramente
cómo vuestras flechas se clavan en el blanco de la diana, que no es más que un
dibujo que la vista utiliza para limitar el tiro. Quiero que os veáis
disparando sobre un lienzo blanco que las flechas atraviesan por su centro.
Tras unos minutos, las niñas
y yo abrimos los ojos, tomamos los arcos y una tras otra comenzamos a disparar.
Marta se hizo un Robin, que es entrar una flecha dentro de la otra y el resto
se juntaron en apenas el tamaño de una moneda, justo en la zona vital del Rementeador.
Sí señor, sabia lección.
Iván había ido a dar un paseo
con el Trenti y con Narizotas, llevaba toda la mañana tirando y al parecer
había batido su marca en varias ocasiones, al regresar, nosotras aún andábamos
entusiasmadas con nuestros tiros, así que seguíamos lanzando flechas y
disfrutando de la excelente puntería.
La voz de nuestro amigo algo agitada nos sobresaltó.
- ¡Pirú, hemos visto unos
pájaros horribles que vienen a toda prisa hacia aquí! ¡Son muy feos y vienen en
bandadas de miles, ocultando el sol!
- Vaya...- Dijo Pirú tornando
su gesto habitualmente tranquilo- Son Térades del norte, mitad reptil, mitad
cuervo. Aves espías al servicio del Mago Negro, su labor es buscar víctimas
para los Rementeadores y por lo tanto para su amo.
Nos quedamos perplejos...
Menuda fauna abundaba en los alrededores sin que nada supiésemos.
- ¿Son chivatos, Pirú?
-Preguntó Iván.
- Eso es, pequeño, -Dijo el
mago sonriendo- Son aves muy cotillas, aunque no siempre fue así, un extraño
sortilegio las convirtió en lo que ahora son, al parecer por su hedonismo.
- ¿Hedo…, qué?- Preguntó
Marta
- Pequeña, estas aves fueron
en su día las más bonitas del mundo, eran extremadamente presumidas y
soberbias, tanto, que llegaron a encerrarse en un palacio construido con las
flores más bellas del jardín de la Tierra, para que nadie pudiera igualarlas en
hermosura. Se volvieron intolerantes y caprichosas, impidiendo que el resto de
criaturas compitiera con ellas en belleza, por lo tanto, comenzaron a
secuestrar doncellas, gatitos, caballos
y todo aquello que pudiera hacerles sombra. El Gran Mago se enfadó con las aves
y las castigó a vivir atrapadas en un cuerpo que cada mañana al despertar, les
recordase que el exterior de las criaturas no era lo que les daba valor como
tal. Lo importante, el verdadero tesoro, se encontraba más adentro. El hechizo
se rompería si aceptaban su nueva imagen con humildad de corazón, pero lejos de
eso, se aliaron con Óminor, que les prometió vengarse de todo aquello que
ofendiese su enorme ego. Cada día que pasa su aspecto es más terrorífico porque
su interior, se ha convertido en un pozo de rencor y amargura.
Los niños se asustaron, el
duende de un salto se coló en uno de los bolsillos de la túnica de Pirú y
Narizotas se refugió en los brazos de Marta. Aquella historia era triste y a la
vez temible. Un sonido lejano, como un grito ahogado y ronco se enroscó en el
viento, el sol pareció encogerse.
- ¡Chicos, corred,
resguardaos bajo los árboles! ¡Vamos, rápido! -Gritó el Mago-
Cogimos nuestros arcos y
flechas y nos dirigimos a la arboleda, Pirú levantó el báculo y pronunció un
hechizo.
- ¡Arbóreus ramificalis totam
agooora!
Al instante, los árboles
comenzaron a entrelazar sus ramas, se juntaron en estrecho abrazo hasta
constituir una bóveda verde y opaca por la que no pasaba ni una gota de luz.
Nos cobijamos bajo ella entre sorprendidos y asustados. Pirú nos invitó al silencio llevándose su dedo índice a los
labios. En unos segundos el sol se ocultó, el ruido se hizo ensordecedor y las
ramas comenzaron a temblar.
- No temáis amigos -susurró
Pirú a los árboles - No permitiré que esas criaturas malignas os hagan daño-
Nos miramos sorprendidos, los
ojos de Esther brillaban con la fuerza del carbón encendido, sus manos se
cerraban alrededor del arco, tensas y dispuestas a entrar en combate. Pasaron
unos minutos eternos hasta que por fin la luz volvió a hacerse presente.
- Queridas niñas, querido
Iván, vamos a recoger nuestras cosas y a emprender la vuelta hasta mi cueva. No
estoy seguro de que estas aves vinieran a espiarnos, mi intuición me dice que
huyen de algo, si vinieran a cotillear, hubieran sido extremadamente
sigilosas...
- ¿Rementeadores tal vez?
-Preguntó Iván-
- No, esos son de los
suyos... Algún otro peligro de los que acechan estos bosques desde que el Mago
Óminor recobró poder- Contestó Pirú-
Los árboles deshicieron su
abrazo y la bóveda celeste volvió a hacer acto de presencia. El astro rey,
acarició nuestro rostro y vi como Esther lo elevaba hacia él en señal de
agradecimiento. Pirú nos planteó volver a pie, todo parecía estar tranquilo
pero no quería correr riesgos, de modo que tomamos un estrecho sendero que se
empinaba serpenteante a través de los matorrales. Llegamos hasta un arroyuelo
cantarín que nos cerraba el paso, Narizotas saltó sobre las piedras que puestas
hábilmente por alguien, hacían de pasadizo a la otra orilla. Primero pasó el
gato, después Pirú con el Trenti para ayudarnos desde el otro lado, luego Iván,
las niñas y finalmente la que escribe. Sin embargo... La mala fortuna hizo que
pisase una piedra por el borde y ésta se moviese, causando el desplome de mis
cientos setenta y ocho centímetros sobre el agua para regocijo, risas y
cachondeito variado del personal menudo. Allí estaba yo, en mitad del agua
helada con el pompis incrustado en la arena, y por si fuera poco, Narizotas
vino saltando hasta colocarse sobre mí para hacerme cucamonas y carantoñas
gatunas.
-¡Tita Pitusa! Jajajajajajaja
¡Si es que eres una patilarga! -Gritaba Esther muerta de la risa, risa que en
unos segundos se extendió como la pólvora. Todos, pero todos, reían a
carcajadas a costa de una servidora que tras observar el panorama, fue
contagiada también por el carcajeo del público.
Me ayudaron a salir y al
verme de esa guisa, de nuevo nadie pudo contener las carcajadas, así seguimos
caminando como pudimos, yo hecha unos zorros y ellos con flato por reírse de
servidora. Castiguito del Niño Jesús.
Pirú pensó que no era bueno
que continuase con la ropa mojada así que una vez más hizo uso de la magia. Con
el báculo "construyó" una especie de nube violeta en la que entré y
al instante sentí un agradable calorcito que secó mis prendas. La verdad, no sé
para qué quiere la gente las secadoras, donde se ponga un buen mago....
Continuamos camino, Narizotas
había atrapado un saltamontes y vino corriendo a ofrecérnoslo, a mí que me dan
pánico, me faltó tiempo para echar a correr y alejarme lo más posible del
guarrísimo minino. De nuevo, las risas.
-¡La tita Pitusa es una
cagona! -Gritaba Marta! –
Vaya, parece ser que los
elementos confabulaban contra mí aquella mañana.
Corría alejándome de ellos cuando
me topé de bruces con un enorme ser rojizo tan alto como un árbol, con
colmillos temibles y afilados y un sólo ojo en la frente. Bajé la vista y
observé que tenía diez dedos en cada pie. Su barba era poblada, sucia y muy
descuidada. En medio se entreveía un pelo más grueso en color blanco, si mis
conocimientos de mitología no me fallaban, o estaba soñando o me encontraba
ante el temible Ojáncano. Una criatura malvada que vive en cuevas junto con la
Ojáncana. Son maléficos y su presa favorita son los niños que se pierden en el
monte, sólo pueden ser neutralizados si se les arranca el pelo cano de la
barba, pero antes, hay que cegarlos.
- ¡Atrás tita Pitusa! -Gritó
Pirú- ¡Es un Ojáncano!
-Estaba paralizada de miedo,
era enorme y sus fauces daban escalofríos. Rápido monté mi arco y le amenacé,
despacio retrocedí caminando hacia atrás, intuía que mis acompañantes apuntaban
al monstruo con sus armas. Al fin me puse a su altura.
-Estamos en peligro- Dijo
Pirú- No es normal que esta criatura salga de su cueva antes de la caída del
sol, debe estar hambriento. No dejéis de apuntarle y no mostréis temor.
El Ojáncano levantó las manos
y emitió un sonido terrorífico, al instante, varios seres iguales al que
teníamos a la vista, aparecieron rodeándonos.
- Esto no me gusta nada- Dijo
Esther que no dejaba de apuntar al primero de los seres- Pirú, ¿no puedes hacer
algo para sacarnos de aquí? - Susurró- Como antes, cuando nos trajiste en esa
nube brillante-
- Pequeña, si lo hago es
posible que una de estas criaturas entre en el círculo brillante por error y lo
transportemos hasta la cueva. Un fallo en el cálculo y nos jugamos la vida,
prefiero no arriesgarme.
- ¿Y qué podemos hacer? -
Preguntó Iván-
- Están hambrientos, tenemos
que mostrarnos seguros o saltarán sobre nosotros. Hay otro modo de
neutralizaros sin tener que matarlos, Esther, ¿sabes tocar la flauta?
- Sí Pirú, me han enseñado en
el colegio.
- Estupendo, mira dentro de
mi zurrón y coge la que tiene el color azulado, toca la melodía más bella que
sepas.
Esther obedeció pero de
repente, Narizotas sin saber por qué saltó sobre el Ojáncano que se acercaba
por la derecha y se enredó en su barba.
- ¡Narizotas! ¡Narizotas
vuelve aquí inmediatamente! -Gritamos todos, pero el gato, no hizo caso-
Los gigantes se abalanzaron
sobre nosotros y cogieron a Pirú, viendo con asombro los demás, como el báculo
se escurría de entre sus manos y lo hacía suyo una de las criaturas.
- ¡Oh no! ¡Se llevan a Pirú!
- Gritaron asustados los niños-
- No os preocupéis- les dije
armándome de valor- ¡Chicos, apuntad al ojo, tenemos que recuperar el báculo y
el zurrón para que Esther pueda tocar!
- ¡Pirú ha dicho que no
matemos a ninguno!- Gritó Marta-
- Si no conseguimos quitar
del medio al que se lleva a Pirú, estamos perdidos ¿No os dais cuenta de que no
hay otro modo de liberarle? - Les grité mientras disparaba al Ojáncano que se
me venía de frente. Erré el tiro y la flecha le rozó la cabeza, lo cual lo
enfureció aún más.
- ¡Dita sea! - Exclamé-
¡Vamos, hay que seguir al que se lleva al mago!
Corrimos a través del monte,
disparando a todos lados pero los nervios no nos dejaban centrar la flecha, al
menos, los manteníamos a raya. Narizotas había vuelto loco al Ojáncano que
había atacado, tironeaba de las barbas, le arañaba, le corría por el cuerpo de
tal manera que el gigante huía despavorido intentando deshacerse del minino.
- ¡Bien por Narizotas! -
Gritó Iván.
Veíamos a Pirú intentado
deshacerse del zurrón sin éxito, para dejarlo caer y que Esther pudiese
recuperar la flauta, el Ojáncano lo rodeaba fuerte con uno de sus robustos
brazos y con la nada despreciable mano le tapaba la cara para evitar que
pudiera lanzarle algún hechizo. Amordazado, nuestro amigo poco podía hacer por
nosotros. No contó sin embargo el gigante con el Trenti, que sigiloso se
deslizó desde el bolsillo hasta la hebilla del zurrón, hábilmente lo desató y
la talega cayó al suelo sin que se percatara el captor. Esther corrió hacia
ella mientras Iván la cubría, una flecha fue a parar justo a la mitad de la
frente del Ojáncano que casi atrapa a la niña, pero el chico estuvo rápido y
tras saltar sobre el gigante, arrancó la barba cana y éste se desplomó sin
vida.
- ¡Bien Iván, buen trabajo! -
Gritó Marta.
Esther, rápida cogió la
flauta mientras nosotros la cubríamos en medio de un mar de flechas y unos
gigantes hábiles para esquivarlas. De repente el sonido mágico de aquel
instrumento invadió el lugar.
Los Ojáncanos detuvieron su
feroz acometida, la música penetró en sus sentidos y el carácter agresivo de aquellos
seres se desvaneció. Esther seguía tocando mientras los gigantes se sentaban
embobados con el sonido que salía de la flauta. Pirú regresó a nuestro lado
acompañado de Narizotas y el duende, poco a poco nos fuimos alejando del
peligro.
Esther no dejaba de tocar y así
continuó hasta que los perdimos de vista. Se quedaron allí, sentados en la
verde pradera, mansos como gatitos, hipnotizados por la música que salía del
sencillo instrumento. Ya a salvo...
- Pirú, creo que esto es tuyo
-Dijo Iván entregándole el báculo al mago-
- Gracias Iván...Chicos, os
debo la vida -Dijo Pirú abrazándonos a todos - Hoy hemos aprendido una lección
que no olvidaremos y es que hasta el más temible de los caracteres puede ser
domado con dulzura, no lo olvidéis.
- No lo haremos Pirú - Dijo
Esther- Yo añadiría que: ¡La música amansa a las fieras!
Todos reímos de buena gana.
El resto del día lo pasamos en las cercanías de la cueva de Pirú, al llegar,
una mesa llena de delicias gastronómicas nos esperaba, dimos buena cuenta de
ellas pues las emociones nos abrieron el apetito, ¡y en qué modo! Al caer la
tarde nos despedimos de Pirú y del Trenti, al que los niños habían decidido
llamar Bartolín, nombre con el que el duende parecía estar encantado.
- Pirú, ¿tendremos algún día
una aventura tranquila? - Pregunté al Mago cuando me despedía de él-
- ¡Seguro que sí tita Pitusa!
, prometo que la próxima será una excursión hacia el Lago de las Ondinas.
- ¡Ay siiiiiii! ¿Cuándo,
cuándo, cuándo, cuándo? - Repitieron los niños excitadísimos con la noticia.
- Estad atentos a la rosa... - Nos dijo a medida que nos envolvía de nuevo en
la nube brillante y nos devolvía sanos y salvos al coche-
- Chicos, abrochaos el
cinturón, salimos a carretera.
- Vale tita, ponnos música
tranquila, por favor.
Y vosotros... Ya sabéis, si
os encontráis con un Ojáncano y no tenéis a mano una flauta, silbad una bella
melodía.
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