Hay caminos en las nubes que llevan al verano. A veces, me
siento en la hierba a recorrer esos senderos con la mente, a buscar el sol
detrás de los algodones y a traer historias de niña con coletas a las siete de la tarde.
Las nubes son los guarda-historias de los niños, cuando eres
mayor puedes entrar la memoria y rescatar tus vestidos con bullones, la pelota
brillante y los amigos de nombres olvidados. A veces, muchas veces, hay que
hacer introspección para no perder de vista quiénes somos y saber cómo éramos antes
de olvidarnos de nosotros.
Ese camino lleno de recreos con rodillas tintadas de mercromina
nos devuelve la pureza de las emociones. Ahora las emociones se venden, se
garantizan y para eso se bien pagan. Otras veces se mal venden al primer
hacedor de pinzas de estómago, pero esas no son emociones, son desconsuelos. ¿Acaso
el desconsuelo no es una emoción? Me preguntarán los que leen, pero no, el
desconsuelo es en todo caso una emoción enquistada, por lo tanto, un
sentimiento.
Y sigo caminando entre las nubes, encontrando bicicletas con
patines y sueños de muñecos. Hay olores a celindas y rosas de té que traigo de
vuelta para la niña nueva, así los guardo para vivir, - que no resucitar-, a la
niña antigua que vive entre la carne del presente.

Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Número Registro Propiedad Intelectual: 1803146136805
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