Yo, conmigo, como antes, como siempre. Yo, con soledad, como antes, como siempre... Al final todo son alucinaciones del alma que a la larga devoran la alegría. ¿Y que queda? Supongo que el desconsuelo enraizado en la memoria, pero mirando de reojo a la esperanza. Ay la esperanza... La esperanza es la condena de los soñadores, la mentira piadosa, la felicidad fantasma. La esperanza es de todos los dolores, el más mortal.
Y yo, pequeña hasta en los sueños, ¿qué puedo esperar de mí? Tal vez, remendar mi corazón antes de que el tiempo expire. Regalarme la belleza del soy capaz, amarme hasta los huesos, acompañarme para no estar sola. Esas cosas que me puedo dar sin preámbulos y que tan caras cuestan ahí afuera.
Soy estrella fugaz en el vacío, un alma de viaje a la incertidumbre. Soy la vieja loca herida de risa, pero cubierta de cenizas. Soy la que no se ve, esa a la que soledad golpea como madera sin que importe a nadie. A nadie, excepto a mí. Yo soy esto y Dios lo sabe, con eso basta.
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