La vida, la música, todo tiene el mismo origen, hasta el amor que no termina, todo nace de la sombra. Como esos corazones que no saben qué palabra elegir para llorar y se echan en brazos de la literatura barata.
Enséñame, dime cómo despoblar mi alma de tu ser, cuál es la forma exacta para irme de ti, pues estas cosas que escribo no son más que poesía soberbia, palabras sin valor que causan desdoro. Tú, quieres silencio.
No puedo no verte si te muestras al mundo revelando a todos tu hermosa sonrisa infantil, ergo ella es la sombra. Me miras esa belleza que trapasa el corazón y aún pretendes que no te vea. Dime, amor, cómo hacer para despoblarme de ti, inolvidable y esencial más allá del espíritu.
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NOTA: La fotografía no es de mi propiedad está extraída de la red, como tantas otras. Recuerdo que si alguien cree que vulnero sus derechos, puede hacérmelo saber y será retirada inmediatamente.
Los poemas son de mi autoría por lo tanto, están registrados como tal.
Hay silencios barrocos, que repiten la hondura de su porqué.
Después de tanto tiempo, en definitiva, el silencio es nada. Los recuerdos pueden ser nada si se cubren de silencio. De silencio..., y de adioses corteses.
Qué pensará el mes de junio cuando cruce tu vida y la mía un año más. ¿Qué pensará? De nuevo las calles largas, los naranjos, la noche, tu pelo dorado... Porque sigue siendo rubio, ondulado, hendido de nubes, coloreado de sol.
No pensará porque llegará mañana y ayer será pasado de silencio que no puede despojarse de su historia.
Hoy, como tantos hoy, tu recuerdo me dispara balas..., de silencio. Son grises, como tus ojos.
Llueve, Casa Encantada aparece atrapada entre el verde y el gris plomo de un cielo que se vacía por los desagües nubosos . Silencio, solo agua y viento leve.
Alzo los ojos a la última planta, de una ventana escapa una luz amarilla, como de viejo farol que proyecta destellos danzarines al exterior. Debe ser Matilda que anda enredando en los armarios, buscando guantes en los que entrar y asustar a todos. Esta lagartija no tiene remedio.
Miro al frente y la sierra se presenta tocada por una corona de gas blanquecino, son nubes que riegan el duro suelo de nuestros campos para que en primavera permitan la abundancia. Ahora, el agua da voz a los arroyos y color a la tierra, imprime ritmo a un bosque que ha permanecido excesivamente adormilado por las cigarras agosteñas.
Me dirijo a la casa porque la lluvia arrecia y el día se va agotando. Allí permanece el sonido del tren, incrustado en las paredes de la reina, circulando a modo de torrente sanguíneo entre sus amoratados ladrillos. Cualquiera puede oírlo si viene con magia en el corazón porque en Casa Encantada, todo es posible.
Nada más entrar me encuentro al fantasma, apenas hemos empezado la temporada de lluvias y ya tiene problemas para secar sus sábanas. No es que quiera a estas alturas cambiar de espectro, pero queridos amigos..., así no hay quien asuste a nadie. Me saluda y de los bajos de su túnica cuelgan manchurrones de diversas tonalidades, sin duda ha debido tener un día intenso de sustos en mitad del barbecho porque no se explica tamaña porquería. Le saludo y subo las escaleras, de arriba bajan risas y conversaciones alegres así que la casa está siendo vivida, leída, escuchada... Es nuestro secreto para su inmortalidad.
El angosto pasillo llega a su fin y me encuentro la puerta abierta de par en par. En la habitación hay un mago y varios niños adornando la chimenea que caldea el lugar, los críos lo miran asombrados mientras hace que las guirnaldas se eleven y caigan suavemente en el lugar que ellos eligen. Nada mejor que un buen mago para la decoración, creedme. Por cierto, el nuestro se llama Pirú.
En el otro extremo está Josep con Matilda, han traído un árbol precioso y lo están adornando de una manera un tanto peculiar. Josep ata la bola a una cuerdecita que la lagartija engancha a su flecha, luego la pone en el arco y..., ¡zas!, directa a la rama que su amigo ha señalado. Vayas dos..., todo el día inventando diabluras.
Nadie se percata de mi presencia con el trajín así que aprovecho para asomarme a la ventana y ver las luces del pueblo a lo lejos. Parece una larga serpiente dorada que duerme a los pies de nuestra casa. De repente, unos brazos cubiertos de un paño verde bastante particular me envuelven, es Pirú. Respondo a su abrazo y al de todos, uno a uno y luego el mago me cuenta que este año el frío se retrasa pero que siempre que quiera puede crear nieve con su báculo. Me guardo el ofrecimiento, no estaría mal un poco de nieve por Navidad.
Después de los saludos, me uno a la tarea de adornar Casa Encantada, hemos empezado por la habitación de los libros porque es el rincón más mágico, desde allí viajamos a lugares que no puedes ni imaginar. Si quieres puedes venir, hay un sitio para ti en nuestro hogar, ¿a qué esperas? Mientras lo piensas, ponemos algo de música y seguimos con la decoración navideña. ¡No tardes!.
Recuperamos ya la etiqueta "Pasajes de la Historia", en su día tuvo una media de 400 visitas por publicación así que me he propuesto activar de nuevo esta "habitación" de Casa Encantada. Se admiten sugerencias para enriquecer lo máximo posible las entradas sobre el tema.
Para los que deseen ver los documentales que colgué hace unos años, comentar que ya están disponibles todos excepto el de Alarico, que procuraré subirlo en breve.
Bien, retomo esta etiqueta con Leonor Plantegenet, la reina de Castilla. Era hija de Leonor de Aquitania y por lo tanto, hermana de Ricardo Corazón de León y se casó - a mi humilde parecer- con uno de los reyes más importantes de nuestra historia: Alfonso VIII de Castilla, uno de los reyes de las Navas de Tolosa. Otro día, hablaremos de él.
Os dejo con el documental, espero os guste.
Nota: Recordad que solo soy una aficionada a la historia y por tanto mi opinión no tiene más validez que eso, la de una aficionada. Los vídeos o libros que propongo, son solo un consejo personal.
Y por último, rogaros que no juzguéis con la moral del siglo XXI, los hechos ocurridos siglos atrás.
Despertar de la memoria como quien despierta de la fiebre. Estoy viva y entre la vida que doblo y guardo en el cajón de la mesita estás tú, hecho de gris vibrante, no triste ni agónico gris de caída de sol, gris vivo de luz transparente que deja ver mi silueta. Eres gris y blanco, con tu piel derramándose en mis manos e hiriéndome en lo más profundo.
Nadie me prohibió pensar, por eso vivo de limosnas, porque no se me olvida nada. Lo importante de este amor es la nostalgia, lo que tuve y viví sin esperanza. Me pregunto cómo fue posible. Tal vez me responda el gris en el que me miré y no vuelva a ver con estos ojos de hoy, ojos sin nosotros, condenados a ver la vida de otros. Me siento prisionera de todo lo que fue y no fue, pero qué más da.
Palabras con sentido en esta tarde de cielo metálico, en esta tarde piadosa de lágrimas celestiales. Palabras que caen sobre corazones convalecientes porque alguien dejó su nombre cincelado.
Me dijiste, te dije..., labios en la frontera del adiós que nunca llega porque esto no es más que un sueño. Me pregunto si voy a despertar.
Sangra el cielo en esta tarde de nubes primitivas que recuerdan el otro lado de los años, los que cantaban esperanzas de amor sin mendigos.
Que alguien me despierte, por favor, quiero soñar otro destino.
Hay silencios barrocos que repiten la hondura de su porqué. Después de tanto tiempo, en definitiva, el silencio es nada. Los recuerdos pueden ser nada si se cubren de silencio. De siliencio..., y de adioses corteses.
Qué pensará el mes de junio cuando cruce tu vida y la mía un año más. ¿Qué pensará? De nuevo las calles largas, los naranjos, la noche, tu pelo dorado... Porque sigue siendo rubio, ondulado, hendido de nubes, coloreado de sol.
No pensará porque llegará mañana y ayer será pasado de silencio que no puede despojarse de su historia,
Hoy, como tantos hoy, tu recuerdo me dispara balas..., de silencio. Son grises, como tus ojos.