sábado, 12 de enero de 2019

Las puertas de Gelidalán. Frío en el Guadiato.

En Casa Encantada hacía un frío helador, nuestros amigos no se apartaban de la chimenea porque cualquier intento de salir a divertirse en los alrededores era temerario. En la emisora, Plumillas y Matilda ponían música para entibiar el día, pero ni la mejor canción calentaba los corazones de nuestros amigos.
Bizcocho estaba en la cocina con Blasito y Benito,  preparando magdalenas con chocolate que se iban a servir en un momento, justo cuando don Leonardo Peinacanas volviese de la biblioteca. A las cuatro, leería una historia de suspense en torno a las llamas y nada mejor que dulces y chocolate para acompañar la lectura.
El mago Pirú y la seño Yolanda estaban en el laboratorio, no les parecía normal que las temperaturas hubieran descendido de tal manera.



- ¿Has hablado con don Leonardo del tema? - Preguntó la seño recolocándose la bufanda-
- Sí, ambos estamos de acuerdo en una cosa: Las puertas del Peñón.
- ¿Cómo? ¿Es que el Peñón tiene puertas?
- Ya lo creo...Fueron cerradas hace doscientos años, pero algo o alguien ha debido abrirlas. Créeme, mi querida amiga, cosas muy raras están sucediendo en estos tiempos.

La seño se quedó pensativa. ¿Qué guardaban esas puertas? Nunca había oído a nadie hablar de ellas, pero si el mago decía que existían, no lo ponía en duda.
De repente, la música dejó de sonar, pero a través de los micrófonos se coló una discusión. Plumillas y la lagartija Matilda volvían a las andadas.

- No pienso ponerte esa canción - Sentenció Plumillas-
- ¿Y por qué no? Tú has puesto todos esos ruidos espantosos que te gustan y yo no he dicho nada.
- ¿Ruidos? Ni idea tienes.
- ¡Que la pongas!
- He dicho que no.

Matilda se acercó al ratón con un cd en la mano.


- Voy a poner a Sinatra, Matilda. 
- Claro, porque como sois de la misma edad... - Dijo la lagartija con sorna-
- ¡Qué graciosa!

Desde el laboratorio, la seño Yolanda y el mago Pirú escuchaban la discusión.

- Esa lagartija es el demonio ¡Mira que decirle al pobre ratón que es de la edad de Sinatra! - Comentó la seño-

Mago y seño se miraron y comenzaron a reír sin poder parar.

- Iré a hablar con ellos -Dijo Pirú-

En el salón, Blasito intentaba convencer a Bizcocho de que no se metiera en las tazas del té porque era de mala educación. Pero al ratón no parecía importarle y daba buena cuenta de su galleta delante de la chimenea.

Imagen extraída de Pinterest, si eres su autor, por favor deja un comentario y un modo de contactar contigo.


A eso de las cuatro, todos se reunían en la estancia principal de Casa Encantada para tratar el tema del frío. Don Leonardo y Pirú tenían algo que contar. El bibliotecario sirvió chocolate para todos y contó una historia que dejó con la boca abierta hasta a Matilda.

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- Bien, queridos amigos, como estáis notando, este año el frío en nuestra casa está siendo más intenso que en años anteriores. Pirú y yo hemos estudiado este fenómeno llegando a la conclusión de que no es natural. Ayer, estuvimos en el Peñón y tal y como sospechábamos desde el principio, las puertas de Gelidalán han sido abiertas de nuevo. No sabemos por qué o por quién, pero nuestro deber es cerrarlas o la primavera no llegará al Guadiato.

Los amigos que escuchaban atentos lo que el ratón contaba, soltaron un grito de asombro.

- Gelidalán....- Dijo la seño- Jamás he oído nada semejante.

- Era un gigante de nieve que vivió aquí hace muchos años. Disfrutaba soplando y soplando convirtiendo todo lo que veis en hielo, hasta que los habitantes, hartos de las fechorías de la criatura, decidieron tenderle una trampa y capturarlo. - Explicó Pirú-
- ¿Vivía en el Peñón? - Preguntó Plumillas-
- Exacto, era su casa. - Aclaró el mago- pero no tenía el aspecto que hoy conocemos. Él vivía bajo la roca, en las cuevas, lo que hoy vemos y llamamos "Peñon" solo es su barba.
- ¿Su barba? - Preguntó la seño emocionadísima con el relato-
- Sí, cuando los habitantes lo capturaron, construyeron grandes molinos de viento que hicieron girar y girar hasta que la nieve de la que estaba hecho se congeló convirtiéndose en un enorme trozo de hielo. Luego lo introdujeron en la cueva, pero estaba tan rígido y era tan grande que la barba acabó sobresaliendo. Con el tiempo, se fue cubriendo de polvo y volviéndose negrúzca, tomando el aspecto de una roca, pero nada más lejos de la realidad.  -Continuó contando el mago- Desde hace unos años, las piedras se andan dispersando, si os fijáis, ya no es una roca compacta, sino muchas que desde lejos parecen ser un gran Peñón.
-¿Y la puerta? - Preguntó la seño de nuevo-
- La puerta impide que el gigante salga en caso de que vuelva a la vida. Alguien la ha abierto, de eso estamos seguros -Aclaró don Leonardo-
- Y si el gigante, tal y como creemos don Leonardo y yo, está volviendo a la vida... La comarca corre un grave peligro, pues todo lo que ahora vemos verde y fértil se convertirá en una manta de hielo. No tendremos primavera, ni verano, solo un gélido y permanente invierno.

Los habitantes quedaron desolados al oír aquello, estaba claro que había que hacer algo y todos se prestaron voluntarios.

- Pirú ¿El gigante ha estado vivo todo este tiempo? - Preguntó Matilda-
- Congelado, aletargado..., pero vivo. Si alguien abre las puertas para que el sol derrita el hielo que lo cubre, puede volver a la vida. Curiosamente, el sol ahora puede ser su amigo, pero cuando resucite, irá a por él y no brillará más en estas tierras - Sentenció el mago-
- Pues vamos a cerrar esas puertas - Propuso la lagartija levantándose como un resorte-
- ¡Quieta ahí, jovencita! -La detuvo don Leonardo- ¡Esta empresa es muy peligrosa! Iremos Pirú, la seño Yolanda y yo, vosotros permaneceréis en la casa bien cerca del fuego.
- ¡Ni hablar! ¡Si hay aventuras, yo voy! - Exclamó Matilda-
- ¡Y yo! Alguien tiene que recoger la noticia... - Concluyó Plumillas-
- Eso. Y si va éste, tengo yo que ir porque él se pierde. Es muy torpe - Contestó Matilda señalando al ratón-
- Déjelos, don Leonardo, irá bien. - Medió la seño con tal de no volver a oírlos-

A la mañana siguiente y a primerísima hora, la comitiva ponía rumbo al Peñón que a lo lejos se recortaba gris y brumoso.
. Plumillas, ¿traes tu cuaderno? Es que tengo que estar en todo. - Comentó Matilda mientras ascendían por el camino congelado-
- ¡Matilda, Matilda! - El mago la llamó al orden-

Pararon a descansar en la primera peña, el frío era insoportable y temían que el reptil pudiera sufrir las consecuencias, pero la lagartija saltaba de rama en rama y de piedra en piedra.

- Es incombustible - Rio la seño Yolanda-

El mago se encaramó en lo alto del pedrusco y se dio cuenta de que las rocas se habían movido de nuevo, el camino serpenteaba entre jaras y nuevas piedras, se cortaba y un arroyo que antes no estaba les cerraba el paso. Imposible acceder por allí a las puertas de Gelidalán.

- ¿No puedes hacer algo? - Preguntó don Leonardo-
- Por supuesto, pero si utilizo mi magia podemos alertar al gigante. Algo me dice que ya ha despertado. Fijaos... Ha comenzado a nevar.

No acabó la frase y un gran temblor hizo que rodase por el suelo. Una enorme grieta se abrió  tragándose todo a su paso: piedras, animales, vegetales.... Plumillas sintió que la tierra se movía bajo sus pies y perdió el equilibrio. Solo la rapidez de Matilda hizo que no fuera engullido por el abismo que se había abierto.

- ¡Sujétate a mi cola! - Gritó la lagartija-

Rápidamente, Pirú corrió hacia donde estaban sus amigos, pero otra grieta separó al mago de su objetivo.

- ¡Aguantad, chicos!

Giró el báculo y un brillante haz de luz rodeó a lagartija y ratón, luego, tirando de él, el mago pudo ponerlos a salvo.
Alrededor todo era nieve y barro, el Peñón tal y como lo conocían había desaparecido. Rocas dispersas, grandes surcos en la tierra y algunas jaras parduscas daban al lugar un aspecto tenebroso. La tierra tembló de nuevo y todos cayeron al suelo.

- ¿Dónde está la seño Yolanda? - Preguntó Pirú-
- Estaba a mi lado hace un momento - Contestó don Leonardo-

No había ni rastro de la simpática maestra y empezaron a temer lo peor.

- ¡Fijaos en eso.!- Exclamó Plumillas con la cara pálida, apuntando con uno de sus dedos hacia el norte-


Gelidalán había despertado, por si no tuvieran pocos problemas, un grupo de curiosos se había concentrado alrededor del gigante atraídos por un espectáculo que ni el más viejo del lugar recordaba.

- ¡Insustanciales! ¡No saben el peligro que corren cerca de esa criatura!. - Gritó el mago-

En ese instante, Gelidalán cogió un enorme trozo de hielo y lo lanzó contra los humanos que se congregaban en torno a él. Pirú estuvo atento  y con un hechizo paralizó a la criatura. Las personas, asombradas, huyeron como alma que lleva el diablo.

- Estos humanos... ¡No pueden ser más cotillas! - Exclamó con disgusto don Leonardo-
- Tenemos que darnos prisa, el hechizo no durará mucho - Ordenó Pirú-

Decidieron registrar las grietas para dar con la seño Yolanda, pero Plumillas se dio cuenta de que Matilda caminaba con dificultad.

- ¿Qué te ocurre?
- Nada, Plumillas, es solo un poco de frío. Tranquilo, no dejaré que te pierdas.

Pero ni las bromas conseguían apartar del ratón la preocupación por su traviesa amiga. Su color verde brillante se había vuelto grisáceo y los ojos ya no le brillaban. Plumillas se quitó su gorra y su bufanda y se la puso a la lagartija.

- Tengo mucho sueño - Dijo Matilda-
- No puedes dormirte, tienes que seguir caminando.

Pirú se percató de que algo no iba bien y al ver a Matilda pálida y sin fuerzas, no dudó en arrancar un trozo de su túnica de lana, envolver al reptil y guardarlo en un bolsillo para que entrara en calor.

- Tranquilo, amigo. Bicho malo.... - Dijo el mago devolviendo la gorra y la bufanda al ratón- Te harán falta.

Llegaron a la enésima grieta y ni rastro de la seño. Comenzaban a estar muy preocupados y la noche, implacable, se extendía sobre sus cabezas. El frío era insoportable.

- No podemos continuar - Dijo Pirú apesadumbrado- Moriréis si la noche nos cerca en este lugar.

No terminó la frase y un nuevo temblor hizo que todos rodaran por el suelo. Esta vez era el gigante que a grandes zancadas avanzaba hacia el pueblo.

- ¡Hay que detenerlo! -Gritó el mago-

Mientras, a muchos metros de profundidad, la seño Yolanda avanzaba por una galería iluminada. En su caída, había sido vista por una familia de topos que rápido acudió en su ayuda. Ahora, la acompañaban a la salida.

- ¿Estás segura de que quieres salir?
- Sí, doña Melita, mis amigos deben estar muy preocupados - Contestó la seño Yolanda-
- Está bien, pero debes saber que corres mucho peligro. Si te quedas con nosotros podrás salvarte, avanzando por los túneles dejaremos atrás estas tierras y al malvado gigante.
- Y se lo agradezco, pero no puedo abandonar ahora. Muchas gracias por su ayuda, no se retrasen y busquen un lugar más agradable en el que vivir.
- Muchas gracias, pequeña - Contestó don Braulio, el marido de doña Melita- Espero que volvamos a vernos. Mucha suerte. - Se despidió mientras se perdía junto a su familia por los intrincados túneles-

Yolanda salió a la superficie justo a tiempo, pero un viento helador congeló su sonrisa.

- ¡Pirú, estoy aquí! - Alzó la mochila y la agitó en el aire para que el mago pudiera verla.

Una vez reunidos trazaron un plan, el gigante debía volver al interior del Peñón antes de que toda la comarca se convirtiera en un lugar inhabitable, y para eso, tenían que conseguir grandes molinos que generaran viento suficiente como para congelar a la criatura.

- Eso no nos va a funcionar en esta época - Se lamentó don Leonardo- Ya no quedan molinos y el viento que pueda producir la magia de Pirú, no será suficiente.
- Pero sí efectivo - Sonrió la seño-
- ¿Qué has pensado? -Preguntó el mago-
- ¿Qué tal si traemos helicópteros?
- Bueno, no es nada raro que una ratona vaya a hablar con los humanos y pida que le manden unos cuantitos de helicópteros para cargarse a un gigante de nieve. Muy creíble todo, sí señor. - Se escuchó alto y claro a Matilda desde el interior del bolsillo de Pirú-
- Tiene razón, aunque me cueste reconocerlo - Añadió Plumillas-

El grupo se dejaba vencer por el desánimo, la noche avanzaba y el gigante había comenzado a soplar. Matilda volvía a sentirse mal y los ratones se congelaban. El mago decidió entrarlos a todos en su zurrón y esperar a que amaneciera. Había que volver a casa, no quedaba otra solución.

Al calor de la chimenea, las cosas se veían más claras. Plumillas sacó su cuaderno donde había dibujado un mapa de la zona.

Imagen extraída de Pinterest. 
needlefeltedart.blogspot.com
 
- La puerta debe quedar por aquí - señaló Pirú-
- ¿Esa no es la zona de la cruz? - Preguntó el ratón-
- No, es esta otra - Señaló el mago en el mapa-
- No sé cómo haremos para volver a meter ahí debajo a ese gigante de nieve - Habló don Leonardo muy apesadumbrado-
- Escuchad -Apuntó la seño- Creo que la única solución es hacer que caiga en el pantano, de ese modo la nieve se derretirá-
- El pantano está congelado - Contestó Matilda-
- Sí pero no puede estarlo todo, si hacemos que el gigante vaya hasta allí y pise el agua congelada, esta cederá por el peso y acabará dentro.
- No sé... No lo veo claro. -Dijo don Leonardo-
- Por intentarlo no perdemos nada -Contestó el mago-
- ¡Yo me apunto! - Exclamó Matilda-
- ¡De eso nada! ¡Tú te quedas aquí como Pirú que me llamo! ¡Un reptil no soporta las temperaturas a las que estaremos expuestos y no quiero una carga que suponga poner en peligro la operación!

Matilda bajó la cabeza triste. Quería ayudar, pero si la apartaban, tendría que tomar una decisión y desde luego no era quedarse sentada en la chimenea comiendo galletas con Bizcocho.

El sábado amaneció nevando, si es que se puede llamar "amanecer" a aquella luz grisácea sin sol ni claridad alguna. El mago, seguido de sus amigos, se disponía a poner en marcha el plan de la seño Yolanda. Al salir de la casa, vieron algo que saltaba sobre la nieve.
- ¡Matilda! - Exclamaron.

La lagartija se había metido dentro de una manopla, por nada del mundo se perdería aquella aventura.
- ¡Mira que eres cabezota! -Dijo el mago- Te llevaré en mi bolsillo, pero no saldrás de él a menos que yo te lo pida. ¿Entendido?
- ¡Entendido! Venga, Plumillas, no te despistes que luego te pierdes.

El ratón meneó la cabeza en señal de hartazgo.

Llegaron a los alrededores del Peñón, ni rastro del gigante. Pirú preguntó a un grupo de hombres que se afanaban para evitar que La Poza se helase, y es que las tuberías habían dejado de conducir agua hasta las casas.

- Hemos visto a esa criatura en dirección al río, mucho tememos que es el culpable de que no tengamos agua - Dijo un anciano de barba rala y ojos afilados-
- Entiendo. No se preocupen, pronto volveremos a la normalidad.
- Dios le oiga.- Contestó el mayor-

Antes de poner rumbo al río, el mago hizo saltar una chispa de la tierra y el agua comenzó a brotar en La Poza. Los hombres nunca supieron que aquel extraño ser de túnica larga era un verdadero mago.

- ¡Allí! -Apuntó la seño Yolanda- ¡Está cerca del agua!
- Vaya, nos lo va a poner más fácil de lo que pensábamos. - Aseguró don Leonardo-

El gigante estaba soplando y soplando. Las encinas, los pájaros, el agua... Todo caía congelado a su paso, levantando la indignación de los que presenciaban tal maldad.

- ¡Será desgraciao el Gelidalán! - Gritó Matilda.
- Deja que siga bajando la temperatura, él es de nieve, si comienza a soplar viento lo tendrá difícil - Dijo la seño-
- No creas, es inteligente y sabe manejar las temperaturas para que no le perjudiquen -Aclaró el mago-
- Vamos, que es un perfecto hijo de pu...
- ¡Matildaaaaaaaaaaa! -Gritó la seño- ¡Si dices una picardía más no pisarás la emisora de radio en un año!
- Uy qué penita me da... -Murmuró Plumillas-
- ¿Queréis centraros? - Don Leonardo, molesto por la deriva que tomaban las cosas decidió hacerse con el mando- ¡Vamos a por ese gigante!

Gelidalán se había puesto en cuclillas, estaba soplando sobre las aguas y congelando todo hasta la otra orilla. En ese momento, Pirú generó una nube de burbujas cargadas de agua, su idea era dejarlas caer sobre el gigante y después generar un viento fuerte que lo helara. Sin embargo, las burbujas quedaron congeladas antes de que llegaran a la criatura y rodaron  por la tierra cristalizada.
- ¡Se acabó! - Gritó Matilda saltando del bolsillo del mago y corriendo como loca hasta el pantano. Llevaba sus flechas y su carcaj.-
- ¡Pero criatura! - La llamó don Leonardo-

Dejadla, es lista y sabe lo que hace. Coged vuestros arcos y seguidla. ¡Vamos a por él! -Exclamó Pirú corriendo hacia la lagartija-

Matilda se deslizó por el río helado hasta caer bajo el gigante y comenzó a disparar sus flechas. La criatura se revolvía al sentir los pinchazos y manoteaba arrancando a cada sacudida los árboles congelados que quedaban a cada lado. La seño Yolanda y don Leonardo imitaron a su amiga, hasta que Gelidalán perdió el equilibrio y se derrumbó sobre el pantano congelado. En ese momento, Pirú generó una lengua de fuego que abrió el hielo e hizo que el gigante cayera por la grieta.

- ¡Salid de ahí! - Gritó el mago a sus amigos-

Una vez que todos estuvieron fuera de peligro, Pirú cerró el hielo dejando atrapado a Gelidalán en el interior del pantano.

- ¿Y ahora cómo haremos para llevarlo de nuevo a su gruta? - Preguntó la seño-
- Bueno, no hay nada que se le resista a un mago. Entrad en mi bolsillo, rápido.

El mago sacó una pequeña bola de luz de su zurrón que nada más sentirse libre se quedó suspendida en el aire. Con unas extrañas palabras la llevó hasta donde el gigante permanecía atrapado y una vez encima, su color y su forma cambió. Se convirtió en una luz rojiza que descendió y extrajo un bloque perfecto donde el ser de hielo permanecía atrapado. Después, el bloque desapareció a la vista de todos y un temblor de tierra les hizo girar la vista hacia el lugar donde el Peñón se había elevado siempre. Las rocas comenzaron a moverse mientras la tierra temblaba bajo sus pies y el ruido ensordecedor hacía que se cubrieran los oídos con las manos. Vieron como aquella luz naranja y potente entraba en la tierra y de ella emergía la barba del gigante.
Salió el sol, Plumillas sacudía la cabeza aturdido, no oía nada. Poco a poco la luz asomaba y la temperatura subía. Una vez más, lo habían conseguido.

- Pirú, ¿el gigante está muerto? - Preguntó la seño-
- No. solo está congelado y ahora, tenemos que darnos prisa para volver a cerrar las puertas antes de que pueda despertar.
- Vamos allá. ¡Operación Walt Disney! -Gritó Matilda-

Llegados al Peñón, sellaron de nuevo las puertas de Gelidalán no solo con llave, también con un hechizo. La próxima vez, aquel malvado no lo tendría tan fácil.

- ¿Quién abriría la puerta? - Preguntó Plumillas-
- Ni idea, pero lo averiguaremos - Contestó el mago invitando a sus amigos a volver a su bolsillo para regresar a Casa.

La nieve no se había derretido, pero la temperatura era maravillosa. El Peñón volvía a ser como lo recordaban y el frío poco a poco, remitía. Eso sí..., era invierno y como tal, la chimenea y los abrigos no podían faltar.


Ya en Casa Encantada, la música volvía a inundar sus rincones, el fuego a crepitar en la chimenea, el chocolate a bañar las tazas y Matilda a bailar meneando su colita de un lado a otro como una posesa al ritmo de "Despacito". La seño Yolanda, había vuelto a cultivar sus preciosas flores en el invernadero y no se resistía a poner algunas en el salón, mientras don Leonardo contaba a los más pequeños, cómo habían vencido al gigante de nieve que quiso destruir el Guadiato.
Imagen extraída de Pinterest, propiedad de  Kristine Veldon

Y esta es la verdadera historia de las rocas del Peñón, ahora que lo sabéis, tened cuidado al pisar su barba y si sentís frío, id y contadle a todos lo peligroso que puede llegar a ser despertar a Gelidalán.


Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales, prohibida su copia o reproducción total o parcial sin permiso por escrito de la autora. Código de registro: 1905240986376

martes, 20 de noviembre de 2018

BELLEZA

Dicen que la belleza es perezosa, pero quien no la ve en la palabra no puede valorar el prodigio. Y el susurro que vive en la mañana, exacto al canto secreto de los dioses, es maravilla que resucita la existencia. Es belleza, mas no perezosa. 

El abrazo que salva del abandono pone calma a la vida y entre los huesos del silencio recompone figura nueva. El viento que resiste a los gritos, el cielo al que se aferran los vivos, el fruto que se arranca a la tierra. No es tan solo hermosura, es perfección. 

El corazón que sale de los escombros busca bondad, caminos lo llevan a ningún sitio y cuando al fin aterriza en el suelo, solo le queda tiempo y tierra. Hay quien dirá que no es bello, como si el tiempo no fuera éxito contra el desaliento, como si todos los fracasos no quedaran muertos. Qué sabrán ellos de lo que salva la lindeza. 

Yo comprendo estas cosas aunque a veces las olvide por minutos y los días distintos a este se llenen de fatiga densa y derrota. Es como besar llorando, la boca escucha palabra por palabra y luego calla. Y cuando el estrépito de la carcajada pinta un aro iris sobre el vacío, entonces, belleza gana. 

Definitivamente, el mal que arde a tiempo da lugar al sueño, a la exquisitez, al amor sin gusanos, al fin de todo lo que duele…. Pero es sabido que si descubres todo esto, ya no podrás vivir como si nada. A mí, desde luego me basta.



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domingo, 18 de noviembre de 2018

EXIT 17

Casi no queda espacio entre sus piernas y la puerta, a eso hay que añadir maletas, bolso, libro y un abrigo que dificulta extraordinariamente sus movimientos. Marina no odia, a Marina le fastidian los cuartos de baño de las estaciones de tren porque todos son estrechos, todos están llenos de señoras anónimas malhumoradas y todos funcionan a medias.
Cuando al fin consigue recomponer sus ropas, mira a la parte superior de la puerta y  hacia el centro lee: "EXIT 17" . Se queda pensativa, con la mano apoyada en el picaporte y la mente en escapada. EXIT 17, ¿qué querrá decir? Alguien protesta en el exterior y sale de su ensoñación, camina distraída buscando algún asiento cerca de los paneles informativos de salida y llegada de trenes mientras gentes desconocidas la sobrepasan.
EXIT 17, todavía retumba en su cabeza y no puede dejar de darle vueltas al grabado de la puerta. Marina regresa de su hogar, un hogar hecho de brazos alrededor de su cuerpo, de noches bajo la protección cálida de una sonrisa. Ahora, de pie frente al panel de luces amarillas se pregunta si va o viene de casa.
El megáfono anuncia la salida del tren para Madrid, Marina no odia, a Marina no le gusta Madrid. Odiar es para siempre, pero lo que no te gusta hoy lo puedes amar mañana. Es como el fastidio, siempre es pasajero, el odio sin embargo..., es eterno.  No, Marina nunca dice: "odio esto o aquello", no, Marina no odia. Allí está, de pie, con sus pantalones de Charlot y su abrigo ligero que dificulta las cosas simples, pensando en la salida 17, como si la vida solo tuviera un número exacto de salidas.
Se lleva una mano al cuello, aún quedan besos colgando de la piel e instintivamente se roza los labios. Besos de su hogar particular que la hacen sentir menos sola. 
La salida del tren destino a su ciudad es inminente, no es la vía 17, pero Marina suma sus números y el resultado es 8, la vía en la que aguarda su tren. ¿Cómo se puede salir cuando se viene de llegar?
El día avanza,  el tren avanza, la vida avanza y solo sus pensamientos emprenden viaje al pasado.  ¿Qué ocurre con los amores que pasan? Ocurre que no fueron, y ahora, ese espectáculo de piruetas imposibles que laceraban el alma, ya no existe. Nunca existió.
Marina fija la vista en un paisaje que cambia con el parpadeo, es vertiginoso, como los ágiles labios  que explotan en la piel y despiertan la sangre.  Cierra los ojos y el corazón reclama los abrazos que libran del desamparo, los que saturan de caricias los resquicios del alma, los que le hacen recinto sagrado donde nada malo pasa. Marina duerme, duerme sin miedo, sin ira, con el hallazgo aún caliente del sentimiento que salva la vida.
EXIT 17, con destino a la ilusión.

martes, 25 de septiembre de 2018

FRENTE A MÍ

Hay sonidos, palabras, música que dispara a los goznes del corazón impidiendo que te des la espalda a ti misma, que rompe en pedazos los pocos retazos de cielo oscuro que te quedan. 

Mi corazón era flor atrapada en un libro, ahora tiene la cara amarilla de las margaritas asomadas a un tiempo acumulado, a sentimientos fermentados que cierran heridas y abren miedos. El miedo…, el miedo es la falta de belleza que petrifica el alma, es algo remoto que palpita en lo profundo del ser transformándose en silencio. Aún cuando la sangre grita henchida de gloria, las palabras se coagulan y parapetan tras el miedo. 

Imposible escapar del bullicio del amor, lo recuerdo perfectamente y también la sombra y la fiebre que roba la vida cuando pierdes la memoria. Pero qué hacer cuando el amor arde en la boca, cuando el alma es más alma y la luz orbita en la cresta de tus días. Qué hacer… ¿Volver a ser piedra? 

Solo estoy viva, puede que todo sea irreal y me esté viendo reflejada en un sueño que no es mío, o puede que me queme de locura y rompa las bridas del corazón. 

Suena la música como un huracán y cuando termina, siento ganas de llorar.

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito del titular del copyright. Código de registro: 1908281789692

lunes, 17 de septiembre de 2018

OTOÑO EN EL GUADIATO.

Cosas maravillosas, cosas de eternidad que rompen el pacto con el verano para renacer en otoño. Rosados los días salpicados de gente contenta que gasta los ojos mirando a las nubes. No se cansan de mirar el raudal de luz viva que apagará la sed de la tierra y las pardas encinas. La brisa madrugadora pone la piel de pie y bendice las praderas y las magnas besanas preparadas para la fecundación. Hay hombres en el campo, fatigados rostros sobre la tierra consagrada que espera un año más el milagro del pan y los animales. 

Y sonarán los arroyos que pondrán el verde loco y el rojo reventón mientras el sol abre la cola de pavo real. Otoño en el Guadiato, delirio de colores en los cielos de santa Bárbara donde el minero olvidó su lámpara y ahora es fantasma desamparado que se mece entre las ruinas. Este cielo se vacía sobre tejas agrietadas y chimeneas ásperas que sueñan con volver a ser niñas, pero alrededor, todo es pasto envejecido. 

Este valle sigue siendo nuestro y también el agua que cae de los sollozos del cielo, aquí la sierra no se llena de polvo, sus frutos bendicen gargantas que duermen hijitos y llenan de dulzura la esperanza a golpe de verdades piadosas. 

Estos cielos, ladrones de miradas, tienen pupilas color del universo y cada noche, rondan castillos en vigilia desde siglos. Cada aurora pura y santa lleva prodigio sobre estas tierras de amor inmenso y plenitud. Otoño en tierras cordobesas llenas de deseos invencibles y corazones echados a los caminos, esos que el rocío trémulo despierta del divino sueño de la tarde. 

Mirad arriba y poneos los collares de nubes, son de terciopelo y vuelven arco iris los relámpagos. Sentaos aquí, en este lugar que podría ser otro y lo es para quien abandona, sentaos bajo la fiesta del crepúsculo que derrama el otoño entre los árboles y los nonatos del Guadiato.

Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Código de registro:  1809178393339

viernes, 14 de septiembre de 2018

Un encuentro con los Ojáncanos.

En Casa Encantada todo era un ir y venir de habitantes que tras las vacaciones retomaban su rutina. El mago Pirú ensayaba nuevos hechizos, don Leonardo Peinacanas ordenaba la biblioteca y la seño Yolanda había comenzado sus clases. Todo estaría bien si no fuera porque dos de sus alumnos aún no habían aparecido. Al principio y tratándose de la lagartija Matilda, la seño pensó que sería una más de sus trastadas, pero le sorprendió que tampoco hubiera aparecido Plumillas,  el chico encargado de las noticias de Casa Encantada, un ratón espabiladísimo que que quería ser periodista y se pasaba la vida entre periódicos, reportajes y salidas al campo para sacar las mejores fotografías.
Al ver que habían pasado tres días y los chicos no aparecían, Yolanda pensó que lo mejor era hablar con Pirú, así que se dirigió al sótano dónde el mago tenía su laboratorio de genialidades.
- ¡Buenos días, Pirú!
- ¡Buenos días, pequeña! ¿Qué te trae por aquí?
- Verás, como bien sabes, las clases comenzaron el lunes y todo iba bien hasta que me di cuenta de que me faltaban dos alumnos.
- ¿Y bien?- Dijo el mago dejando sobre la encimera un tubo lleno de nubes azules-
Plumillas y Matilda vinieron a principios de semana, pero no han vuelto. Hoy, es viernes y estoy preocupada.

Pirú se mesó la barba, todo lo que tuviera que ver con la lagartija era un problema porque era extremadamente aventurera y desobediente.

- ¿Has hablado con don Leonardo Peinacanas? Plumillas le deja los periódicos a diario en la biblioteca. -Preguntó Pirú-
- Sí, pero no sabe de él desde el lunes a mediodía que estuvieron comiendo juntos. Al parecer tenía en mente un reportaje especial para publicar en Navidad, pero no sabe nada más.
- No te preocupes, Yolanda, saldremos y encontraremos a ese par de golfillos.

La seño sonrió, sabía que al mago no se le escapaba nada y que daría con los alumnos. Yolanda pasó toda la mañana enredada con las clases y preparando cartas para los padres donde informaba de las actividades previstas para el curso.
Lejos de allí, Matilda y Plumillas, ajenos a la preocupación de sus amigos, estaban inmersos en su propia aventura.

- Tengo que comprar el periódico, Matilda, un segundo por favor. - Dijo el ratón a su amiga-
- ¡Venga ya! ¿Ahora te vas a parar  a eso?
- Tenemos que estar informados de lo que pasa en nuestro mundo ¿O quieres ser una lagartija ignorante?
- Vale, pero no tardes, si quieres fotografiar Ojáncanos no podemos quedarnos mucho tiempo aquí.

Plumillas se dirigió a una caseta de madera que había en el bosque y al poco regresó con varios periódicos.

- Les echaré un vistazo rápido, quiero saber cómo va la bolsa. -Dijo-
- ¡La bolsa! Mejor preocúpate de la de cacahuetes que le robamos a Benito y Blasito de la despensa, si nos quedamos sin provisiones tendremos que volver y enfrentarnos a su genio. - Exclamó la lagartija fastidiada-

Imagen extraída de https://needlefeltedart.blogspot.com/2012/02/frankie-newspaper-boy.html, si deseas adquirir este ratón, puedes hacerlo accediendo al enlace. 

- ¿Pero qué te pasa? Llevamos varios días andando y ni rastro de los Ojáncanos ¡Menuda guía! ¿Y ahora te enfadas porque quiera leer un poco? - Contestó el ratón-
- Está anocheciendo, no podemos quedarnos cerca del camino, listillo.
- ¡Pues vigila! Y si viene uno me avisas... - Le espetó el ratón molesto-
- Vale, pero te advierto que aquí hay muchos peligros y tenemos que estar en la cabaña de don Martín Roedor antes de las nueve o nos meteremos en un lío.

Enzarzados en la discusión no escucharon el crujir de ramas a su espalda.

- ¡Que sí, pesada! 
- Ni te muevas - Susurró la lagartija- No te muevas si no quieres acabar en el estómago de un Roblón.

Un peligroso árbol Roblón desplegaba sus ramas amenazadoras, dispuesto a dar caza a los despistados visitantes. Suerte que la lagartija lo vio a tiempo de salir huyendo. 

- Pero... ¿Qué es eso? -Preguntaba el ratón mientras corría como alma que lleva el diablo-
- ¿No querías ver Ojáncanos? ¡Pues este es su primo! Y esos ojos terribles que ves son los de una doncella que se tragó hace mucho tiempo y que está atrapada en su interior. ¡Corre si no quieres ser el próximo!

Lejos de allí, la seño Yolanda decidió visitar a Benito Mondanueces y Blasito Comebellotas, eran amigos de Plumillas y tenían un grupo musical llamado Ratons Stone con el que deleitaban a los habitantes de Casa Encantada y sus alrededores. Tal vez ellos podrían darle información valiosa sobre el paradero del ratón y la lagartija.

                      Imagen extraída de https://www.livemaster.ru/topolino. Los ratoncitos son propiedad de Оksana Caccioppoli.  https://www.livemaster.ru/topolino

- ¡Hola chicos! Quería haceros una pregunta, ¿podéis atenderme?

Benito estaba enamoradísimo de la seño Yolanda así que nada más verla se puso colorado como un tomate.

- ¡Oh! Pasa, pasa, estábamos organizando unas cosas.... -Habló Benito mientras se quitaba velozmente un delantal-
- Somos todo orejas - Añadió Blasito ofreciendo asiento a la seño-
- Veréis..., hace días que no vemos a Matilda por aquí, tampoco a vuestro amigo. ¿Sabéis algo que yo no sepa?

Los ratones se miraron nerviosos y eso puso en guardia a Yolanda.

- Chicos, no sabemos nada de ellos desde el lunes, por favor, estamos muy preocupados. 
- Verás... -Farfulló uno de los ratones- Plumillas quería hacer un reportaje sobre Ojáncanos y convenció a Matilda para que fuera con él.

Al oír aquello, Yolanda se puso en pie alarmada.

- Blas, ¿estás seguro? Eso es muy peligroso y Pirú no tiene constancia de ese viaje.
- Completamente. Nos hizo prometer que no diríamos nada, pero también estamos preocupados después de tantos días. Teníamos pensado hablar con Pirú.
- ¿Tenías pensado hablar con el mago? ¿Cuándo? Hoy, mañana... ¡Tendríais que haber hablado el mismo día que os comunicó tamaña locura! - Gritó la seño muy enfadada.
- Lo sentimos mucho...-Susurró Blasito-
- ¡No tenéis ni idea del peligro que conlleva visitar esas tierras!

En ese instante, algo rojo y redondo cayó de una mesa que estaba detrás de los ratones y rodó hasta los pies de Yolanda que sorprendida lo recogió.

- Esto... ¿Esto es un tomate? - Preguntó confusa-
- Sí, son los que nos tiraron en nuestra última actuación, en la Cuesta los Gatos. -Habló Blasito totalmente avergonzado-

A Yolanda le hizo tanta gracia el comentario que comenzó a reír sin parar, olvidando el enfado que hacía unos minutos la había consumido.

- ¡Pues tienen una pinta estupenda! Creo que me llevaré varios para la ensalada de esta noche.

Esa propuesta hizo que todos rieran y olvidaran la tensa conversación de hacía unos minutos. 
La ratoncita salió y fue rápidamente a hablar con Pirú para contarle lo sucedido, pero a medio camino se encontró con el mago.

- ¡Yolanda, tengo algo importante que contarte! - Dijo nervioso mientras enarbolaba una bola de cristal en la mano derecha-
- ¡Y yo!
- Bien querida, tú primero.
- He hablado con Blasito y Benito y me han dicho que Plumillas y Matilda han ido a ver Ojáncanos para hacer un reportaje.
- Eso quería comentarte, he consultado mi bola de cristal y he podido ver a ese par de insensatos en las tierras bajas. Mis sospechas sobre cómo habían llegado hasta allí se confirmaron cuando doña Pepita, la ardilla de la caseta de la vía, me dijo que los vio el lunes por la noche tomar un tren. 
- Pues nos llevan mucha ventaja... -Comentó la seño apesadumbrada-
- No te preocupes, no hay nada que un mago no pueda solucionar. Nos vemos mañana a  las siete y media en la puerta de Casa Encantada. Llevaré todo lo necesario así que no cargues con nada que después pueda ser un estorbo.

A muchos kilómetros de Casa Encantada, Plumillas y Matilda entraban en casa de don Martín Roedor, un amigo de la lagartija y de Pirú.

- Así que vais a ver Ojáncanos. ¿Y se puede saber para qué? - Preguntó don Martín ajustándose las lentes-
- Quiero hacer un reportaje sobre esos monstruos, no creo que sean tan fieros. ¿Sabe? - Contestó el ratón por lo bajo- Pienso que todo eso que cuentan es un poco exagerado y quiero desmentirlo.

Matilda, que había luchado contra ellos, se puso las manos en la cabeza.

- ¡Por todos los dinosaurios! ¿Que no son fieros? ¿Está usted escuchando, don Martín?
- Si, sí, amiga... Mira chico, esos seres son más que fieros, si te atrapan no te dejarán hueso sano. Eso si no te comen.... Así que no te conviene acercarte demasiado a ellos.

Al oír aquello, el ratón se estremeció. 

- Bueno, bueno, me bastará con un par de buenas fotos. - Aclaró - y los testimonios de quienes se han enfrentado a ellos.
- Una cosa más -Habló don Martín señalando con un dedo a sus invitados- ¿Esto lo sabe Pirú y os deja venir solos?

Matilda iba a contestar, pero Plumillas se adelantó.

- ¡Oh, sí! ¡Ya lo creo! Como Matilda está acostumbrada a tratar con esos monstruos, no puso ninguna pega.
- Ya... -Contestó el viejo ratón sin demasiado convencimiento-

Antes de ir a la cama, lagartija y ratón reponían viandas en la cocina y ultimaban detalles de su plan.

- Le has mentido a don Martín - Susurró Matilda- Cuando Pirú se entere de todo esto nos va caer la bronca del siglo. ¿Sabes? ¡Serías un político estupendo!
- Tú tampoco le has dicho la verdad, así que estamos en paz.
- ¡Ah, no! ¡No me líes! ¿Sabes que los políticos están los segundos en los escalones del infierno?
- Pues no, graciosita  ¿Y quienes son los primeros?
- ¡Los periodistas! - Exclamó Matilda fastidiada.
- ¡Y las lagartijas son sus guías! 
- ¡Serás zurupeto!
- ¡Uy lo que me ha dicho! ¡No pienso volver a llevarte al cine!
- ¡No me importa! ¡Me cuelo por las ventanas!- Matilda terminó la frase sacándole la lengua--

En ese momento la luz de la cocina se encendió.

- ¿Pero se puede saber qué son esos gritos? - Preguntó don Martín- 
- Mil perdones, don Martín, Matilda y yo discutíamos sobre el plan de mañana - Se adelantó Plumillas-
- ¡Pues discutidlo en voz baja porque son las doce de la noche!
- Descuide, no haremos más ruido - Le aseguró el ratón-

Y por fin, en la cabaña se hizo la paz y el silencio.... De momento.

A la mañana siguiente, en Casa Encantada, Yolanda y Pirú se encontraban en la escalinata de acceso. El mago entregó a la seño un arco y un carcaj cargado de flechas.

- Pero, Pirú ¡Solo he tirado dos veces!
- Bien, pues tendrás oportunidad de tirar una tercera. ¡Y hasta una cuarta! Tu arco tiene 36 libras, será suficiente. ¡En marcha!

Salieron de la casa y cuando estaban en mitad del bosque, el mago giró el báculo y una nube espesa y brillante los envolvió haciéndolos girar a una velocidad vertiginosa. Cuando todo paró, se hallaban a las puertas de una cabaña.
- Esta es la cabaña de Martín Roedor, pude ver en mi bola de cristal cómo entraban aquí.
La puerta se abrió y un sorprendido ratón les dio la bienvenida.

- ¡Pirú! ¡No te esperaba! - Exclamó mientras miraba asombrado a su amigo-
-  Martín, venimos buscando a Matilda y a un joven ratón que la acompaña, se llama...
- Sí, sí - Interrumpió Roedor- Acaban de marcharse, pero... Me dijeron que tú sabías que estaban aquí.

Pirú y la seño Yolanda se miraron asombrados.

- Ese par de pillastres te han engañado, Martín, ninguno sabíamos las intenciones que tenían - Contestó Pirú-

Tras hacer las presentaciones e intercambiar algunas palabras, Pirú y Yolanda siguieron el camino que su amigo les había señalado. Iban derechos a la cueva de Tierrascura, donde vivía uno de los Ojáncanos más temidos de las tierras bajas.

- Están locos si piensan que pueden ver a ese ser y salir de allí por las buenas. ¡Matilda me va a oír! - Dijo el mago enfadado-

A tan solo tres kilómetros de esta conversación, Plumillas y Matilda llegaban a un claro, al fondo, una cueva poco iluminada de la que salía un olor nauseabundo. El ratón se adelantó cámara en mano dispuesto a sacar la mejor instantánea cuando la lagartija le detuvo.

- ¡Para! ¡No entres, puede estar dentro la Ojáncana y es casi más peligrosa que su compañero! Daremos un grito y nos esconderemos detrás de aquellos arbustos para que puedas sacar tus fotos.

Cuando se disponían a poner en marcha el plan, un enorme ser rojizo tan alto como un árbol, con colmillos temibles y afilados y un solo ojo en la frente apareció ante la vista de los amigos. Sujetaba una enorme piedra  y estaba encaramado sobre el montículo de la cueva. Tenía diez dedos en cada pie y su barba era poblada, sucia y muy descuidada. En medio se entreveía un pelo más grueso en color blanco.
El Ojáncanao es una criatura malvada que vive en cuevas junto a la Ojáncana. Son maléficos y su presa favorita son los niños que se pierden en el monte, solo pueden ser neutralizados si se les arranca el pelo cano de la barba, pero antes, hay que cegarlos.
Imagen extraída de Internet, si eres su autor, por favor deja un comentario y un modo de contactar conntigo.


- ¡Ay por todos los dinosaurios, Plumillas no te muevas! - Susurró por lo bajo Matilda-
- ¡Qué ser más espectacular, Matilda! ¡Voy a hacerle una foto!

Cuando saltó el flash, el Ojáncano se puso como loco y arrojó la piedra sobre los intrusos. Solo la rapidez de reflejos evitó que alguno saliera herido.

- ¡Estás loco! ¡Has enfadado a este bicho y ahora no parará hasta darnos caza! - Exclamó Matilda histérica-

La lagartija montó su arco y comenzó a disparar sus pequeñas agujas contra el monstruo sin que ninguna hiciera mella en su espesa piel. Aquello enfureció mucho más al Ojáncano que de un salto se colocó delante de los asustados aventureros. En un movimiento rápido y certero, atrapó al ratón por la cola.

- ¡Matilda, ayúdame! ¡Ayudaaaa! - Gritaba mientras observaba en primer plano las temibles fauces de la criatura-
- ¡Ay madre que se lo come!

La lagartija, desesperada, sacó de su mochila la flor azul con la que se podía comunicar con Pirú, su salvación dependía de la rapidez con la que pudiera llegar el mensaje, aunque el panorama no pintaba nada bien.
Yolanda y el mago caminaban rápido cuando escucharon gritos.

- ¡Es Plumillas! - Dijo la seño llevándose las manos a la boca-
- ¡Por aquí! - Señaló Pirú-

Al llegar al claro se encontraron con la dantesca imagen.

- ¡Pirú! ¡Gracias a Dios que has venido! - Dijo la lagartija aliviada al ver a su amigo-
- Ya hablaremos tú y yo tranquilamente, jovencita. Ahora hay que salvar a Plumillas de ese monstruo.

El Ojáncano había abierto la boca y el ratón estaba desapareciendo dentro, la situación se había torcido bien.

- ¡Yolanda, disparemos a las manos! ¡Rápido! - Ordenó Pirú-

Una lluvia de flechas cayó sobre el extraño ser, una de ellas se clavó en la mano que sujetaba al ratón y en una sacudida fortísima lo soltó y fue a parar al suelo desde una altura considerable. El monstruo, enfadadísimo, se quitó las flechas y se giró dispuesto a destrozar a sus atacantes, pero el mago alzó el báculo y lo inmovilizó.

- ¡Corred! ¡El hechizo solo durará unos minutos, este Ojáncano es demasiado fuerte! -Gritó Pirú-
Pero Plumillas seguía en el suelo.

- ¡Vamos, levanta tenemos que irnos! - Le gritó Matilda-
- ¡Me duele mucho el brazo! - Contestó con un gesto de dolor-

El mago se agachó, recogió a ambos y los entró en uno de sus bolsillos mientras salían corriendo para alejarse todo lo posible. Cuando pensaron que ya estaban a salvo,  se detuvo y depositó en el suelo a los aventureros.

- ¡Os reñiré luego! Ahora veamos ese brazo, pequeño.

Inspeccionó al ratón detenidamente para finalmente comprobar que en la caída se lo había roto.

- No te muevas, te lo arreglaré.
- ¿Me va a doler? ¡Ay, ay, ay!
- ¡Pero si no te he tocado todavía, diantres! - Exclamó el mago sorprendido-

Cogió el báculo y lo acercó hasta el brazo del ratón, una luz rosada brilló en su extremo y con ella envolvió la extremidad. El mago había cerrado los ojos y murmuraba unas palabras inaudibles.
Yolanda y Matilda observaban en silencio y a cierta distancia el trabajo de magia. En unos minutos, Plumillas pudo volver a moverse con normalidad.

- ¡Es fantástico! ¡Gracias Pirú! - Exclamó feliz-
- Bien, ahora sigamos camino, ya tendremos tiempo de hablar. - Contestó muy serio el mago-

La vuelta a Casa Encantada no fue muy divertida, Pirú no quiso emplear su magia e hizo que todos caminaran hasta el tren. Y había un buen trecho... El tenso silencio solo se rompió cuando al fin llegaron a su hogar.

- Bien, os quiero a todos en mi despacho en media hora - Ordenó el mago-
- Pero Pirú, tenemos hambre y no hemos descansado apenas, por favor.... - Suplicó Matilda-
- En media hora, he dicho.

Era la primera vez que veían a su amigo tan enfadado, la gamberrada había ido más allá de lo que estaba permitido en Casa Encantada. Ya en el despacho:

- Habéis puesto en peligro vuestra vida, la de mi amigo Martín y la de la seño Yolanda. Como comprenderéis no podemos dejar pasar por alto una gamberrada de este calibre.

La seño Yolanda permanecía de pie en la mano del mago, asintiendo a cada palabra.

- Los Ojáncanos, Roblones, Culebres, etc.., son seres muy peligrosos y solo un experto puede provocarlos y salir con vida de ese encuentro. Habéis tenido suerte de que vuestra profesora se preocupe tanto de vosotros porque de lo contrario, ahora mismo no estarías aquí para contarlo.

El ratón y la lagartija escuchaban avergonzados.

- Y dadle las gracias también a vuestros amigos Blas y Benito, si no nos hubieran contado vuestras intenciones, no habríamos dado con vosotros. - Añadió Yolanda-
- ¿No vais a decir nada? - Preguntó Pirú.

Matilda dio un codazo al ratón que la miró sorprendido.

- ¿Se te ha comido la lengua el gato? Para querer ser periodista te quedaste sin palabras, listillo. - Susurró maliciosamente la lagartija-
- Pues tú dejas mucho que desear como arquera ¡So petarda!
- ¡Me ha dicho, petarda! ¡Pirú!

Tanto el mago como la seño asistieron atónitos a la discusión de los traviesos amigos. No querían reírse, pero la situación era cada vez más cómica.

- ¡De no haber sido por mí, no habrías visto a los Ojáncanos y no habrías hecho las fotos! - Aclaró  Matilda-
- ¡Y tú no te habrías apuntado otra aventura! Además, el monstruo me cogió a mí y no a ti.
- Ooooh ¡Qué pena que no te haya comido! ¡Orejotas!
- ¡Vale ya! - Gritó el mago haciendo que callaran al instante- Como castigo, Plumillas tendrá que escribir el mejor artículo de su vida sobre Ojáncanos y otros seres peligrosos del bosque. Y tú, Matilda, tendrás que ayudarle a maquetar y sacar un buen periódico para esta semana. Quiero las mejores noticias. Después, contaréis a vuestros compañeros lo que no debéis hacer jamás con esos monstruos. ¿Entendido?

- ¡No quiero trabajar con él! - Gritó Matilda.

La seño, cansada de tanta protesta, bajó de la mano de su amigo  y se dirigió a los desobedientes alumnos. Cogió de la oreja a Plumillas y de la cola a la lagartija.

- ¡Y ahora os vais a dar un abrazo de verdad o los dos estaréis fuera de esta casa en menos que se dice miau!

Aquella amenaza fue lo peor de todo ¿Qué harían ellos sin sus amigos? Así que finalmente se miraron, se abrazaron y rieron recordando todas las trastadas que habían hecho desde que salieron un lunes de su hogar y hasta que regresaron para... ¿No volver a hacer ninguna más? Eso... Ya lo veremos.

A la semana siguiente, Plumillas repartió los periódicos y como habían prometido a Pirú, él y Matilda explicaron a sus compañeros los peligros que había en el bosque. La seño hizo muchas preguntas que casi todas fueron contestadas por la simpática lagartija mientras el ratón presumía de lo lindo de sus fotos y sus "heridas de guerra". Al fin, la normalidad volvía a Casa Encantada.

La ratoncita de fieltro es propiedad de Johana Molina, puedes visitar y adquirir sus diseños aquí: 
https://www.etsy.com/people/feltingdreams

Obra registrada, queda prohibida su copia parcial o total y su reproducción sin permiso expreso y por escrito de la autora. Código de Registro número: 1905240986376


miércoles, 29 de agosto de 2018

MIEDOS

“Aquí paz y después gloria”, dice la razón a los miedos, pero los miedos nacen en la sombra, cuando el alma aletargada deja pasar el milagro de la luz. El miedo vela lo que no pasa, es inútil en su esencia, pero venenoso para los sentidos porque vive en un futuro que no llega, oprimiendo la esperanza y la vida. Sensaciones indefinibles y rumores del corazón son envueltos por un miedo sofocado que se cuela por los resquicios del alma en ebullición. Es un saqueo de felicidad, torpe y doloroso para el que no hay alivio posible. 

Permíteme, miedo, que no haga costumbre de ti, que el silencio seguro sea arrancado de mi boca, resucitando la palabra y la vida. No hagas daño, no eres figura de cuerpo y beso aferrándote a otro cuerpo que no te pertenece, solo eres un naufrago enganchado al aliento de los muertos. Eres el fruto del fracaso que se defiende con adioses. 

Áspero miedo de memoria sucia, lo que perdí ya no volverá a mi mano, pero tranquilo…, solo es pasado y el pasado es olvido. Ahora, hay que poner la vida al fuego y avanzar con tu aliento en la nuca, como si a Dios le bastara el esfuerzo para deshacerse de ti. 

Desnudos e inocentes, corazones caen en las garras del miedo, lívidos guardan besos tras los labios a la espera de ser devorados por la esperanza, esa revolución que llena de olas las calles, frágil pero caliente, capaz de provocar las repentinas ganas de llorar. 

Vete, miedo, busca tu inmortalidad en las palabras ya muertas, aquellas que no harán mensaje ni huella en la carne. Vete y no vuelvas.

Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Código de registro:  1808208084537