En Casa Encantada hacía un frío helador, nuestros amigos no se apartaban de la chimenea porque cualquier intento de salir a divertirse en los alrededores era temerario. En la emisora, Plumillas y Matilda ponían música para entibiar el día, pero ni la mejor canción calentaba los corazones de nuestros amigos.
Bizcocho estaba en la cocina con Blasito y Benito, preparando magdalenas con chocolate que se iban a servir en un momento, justo cuando don Leonardo Peinacanas volviese de la biblioteca. A las cuatro, leería una historia de suspense en torno a las llamas y nada mejor que dulces y chocolate para acompañar la lectura.
El mago Pirú y la seño Yolanda estaban en el laboratorio, no les parecía normal que las temperaturas hubieran descendido de tal manera.
- ¿Has hablado con don Leonardo del tema? - Preguntó la seño recolocándose la bufanda-
- Sí, ambos estamos de acuerdo en una cosa: Las puertas del Peñón.
- ¿Cómo? ¿Es que el Peñón tiene puertas?
- Ya lo creo...Fueron cerradas hace doscientos años, pero algo o alguien ha debido abrirlas. Créeme, mi querida amiga, cosas muy raras están sucediendo en estos tiempos.
La seño se quedó pensativa. ¿Qué guardaban esas puertas? Nunca había oído a nadie hablar de ellas, pero si el mago decía que existían, no lo ponía en duda.
De repente, la música dejó de sonar, pero a través de los micrófonos se coló una discusión. Plumillas y la lagartija Matilda volvían a las andadas.
- No pienso ponerte esa canción - Sentenció Plumillas-
- ¿Y por qué no? Tú has puesto todos esos ruidos espantosos que te gustan y yo no he dicho nada.
- ¿Ruidos? Ni idea tienes.
- ¡Que la pongas!
- He dicho que no.
Matilda se acercó al ratón con un cd en la mano.
- Voy a poner a Sinatra, Matilda.
- Claro, porque como sois de la misma edad... - Dijo la lagartija con sorna-
- ¡Qué graciosa!
Desde el laboratorio, la seño Yolanda y el mago Pirú escuchaban la discusión.
- Esa lagartija es el demonio ¡Mira que decirle al pobre ratón que es de la edad de Sinatra! - Comentó la seño-
Mago y seño se miraron y comenzaron a reír sin poder parar.
- Iré a hablar con ellos -Dijo Pirú-
En el salón, Blasito intentaba convencer a Bizcocho de que no se metiera en las tazas del té porque era de mala educación. Pero al ratón no parecía importarle y daba buena cuenta de su galleta delante de la chimenea.
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A eso de las cuatro, todos se reunían en la estancia principal de Casa Encantada para tratar el tema del frío. Don Leonardo y Pirú tenían algo que contar. El bibliotecario sirvió chocolate para todos y contó una historia que dejó con la boca abierta hasta a Matilda.
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- Bien, queridos amigos, como estáis notando, este año el frío en nuestra casa está siendo más intenso que en años anteriores. Pirú y yo hemos estudiado este fenómeno llegando a la conclusión de que no es natural. Ayer, estuvimos en el Peñón y tal y como sospechábamos desde el principio, las puertas de Gelidalán han sido abiertas de nuevo. No sabemos por qué o por quién, pero nuestro deber es cerrarlas o la primavera no llegará al Guadiato.
Los amigos que escuchaban atentos lo que el ratón contaba, soltaron un grito de asombro.
- Gelidalán....- Dijo la seño- Jamás he oído nada semejante.
- Era un gigante de nieve que vivió aquí hace muchos años. Disfrutaba soplando y soplando convirtiendo todo lo que veis en hielo, hasta que los habitantes, hartos de las fechorías de la criatura, decidieron tenderle una trampa y capturarlo. - Explicó Pirú-
- ¿Vivía en el Peñón? - Preguntó Plumillas-
- Exacto, era su casa. - Aclaró el mago- pero no tenía el aspecto que hoy conocemos. Él vivía bajo la roca, en las cuevas, lo que hoy vemos y llamamos "Peñon" solo es su barba.
- ¿Su barba? - Preguntó la seño emocionadísima con el relato-
- Sí, cuando los habitantes lo capturaron, construyeron grandes molinos de viento que hicieron girar y girar hasta que la nieve de la que estaba hecho se congeló convirtiéndose en un enorme trozo de hielo. Luego lo introdujeron en la cueva, pero estaba tan rígido y era tan grande que la barba acabó sobresaliendo. Con el tiempo, se fue cubriendo de polvo y volviéndose negrúzca, tomando el aspecto de una roca, pero nada más lejos de la realidad. -Continuó contando el mago- Desde hace unos años, las piedras se andan dispersando, si os fijáis, ya no es una roca compacta, sino muchas que desde lejos parecen ser un gran Peñón.
-¿Y la puerta? - Preguntó la seño de nuevo-
- La puerta impide que el gigante salga en caso de que vuelva a la vida. Alguien la ha abierto, de eso estamos seguros -Aclaró don Leonardo-
- Y si el gigante, tal y como creemos don Leonardo y yo, está volviendo a la vida... La comarca corre un grave peligro, pues todo lo que ahora vemos verde y fértil se convertirá en una manta de hielo. No tendremos primavera, ni verano, solo un gélido y permanente invierno.
Los habitantes quedaron desolados al oír aquello, estaba claro que había que hacer algo y todos se prestaron voluntarios.
- Pirú ¿El gigante ha estado vivo todo este tiempo? - Preguntó Matilda-
- Congelado, aletargado..., pero vivo. Si alguien abre las puertas para que el sol derrita el hielo que lo cubre, puede volver a la vida. Curiosamente, el sol ahora puede ser su amigo, pero cuando resucite, irá a por él y no brillará más en estas tierras - Sentenció el mago-
- Pues vamos a cerrar esas puertas - Propuso la lagartija levantándose como un resorte-
- ¡Quieta ahí, jovencita! -La detuvo don Leonardo- ¡Esta empresa es muy peligrosa! Iremos Pirú, la seño Yolanda y yo, vosotros permaneceréis en la casa bien cerca del fuego.
- ¡Ni hablar! ¡Si hay aventuras, yo voy! - Exclamó Matilda-
- ¡Y yo! Alguien tiene que recoger la noticia... - Concluyó Plumillas-
- Eso. Y si va éste, tengo yo que ir porque él se pierde. Es muy torpe - Contestó Matilda señalando al ratón-
- Déjelos, don Leonardo, irá bien. - Medió la seño con tal de no volver a oírlos-
A la mañana siguiente y a primerísima hora, la comitiva ponía rumbo al Peñón que a lo lejos se recortaba gris y brumoso.
. Plumillas, ¿traes tu cuaderno? Es que tengo que estar en todo. - Comentó Matilda mientras ascendían por el camino congelado-
- ¡Matilda, Matilda! - El mago la llamó al orden-
Pararon a descansar en la primera peña, el frío era insoportable y temían que el reptil pudiera sufrir las consecuencias, pero la lagartija saltaba de rama en rama y de piedra en piedra.
- Es incombustible - Rio la seño Yolanda-
El mago se encaramó en lo alto del pedrusco y se dio cuenta de que las rocas se habían movido de nuevo, el camino serpenteaba entre jaras y nuevas piedras, se cortaba y un arroyo que antes no estaba les cerraba el paso. Imposible acceder por allí a las puertas de Gelidalán.
- ¿No puedes hacer algo? - Preguntó don Leonardo-
- Por supuesto, pero si utilizo mi magia podemos alertar al gigante. Algo me dice que ya ha despertado. Fijaos... Ha comenzado a nevar.
No acabó la frase y un gran temblor hizo que rodase por el suelo. Una enorme grieta se abrió tragándose todo a su paso: piedras, animales, vegetales.... Plumillas sintió que la tierra se movía bajo sus pies y perdió el equilibrio. Solo la rapidez de Matilda hizo que no fuera engullido por el abismo que se había abierto.
- ¡Sujétate a mi cola! - Gritó la lagartija-
Rápidamente, Pirú corrió hacia donde estaban sus amigos, pero otra grieta separó al mago de su objetivo.
- ¡Aguantad, chicos!
Giró el báculo y un brillante haz de luz rodeó a lagartija y ratón, luego, tirando de él, el mago pudo ponerlos a salvo.
Alrededor todo era nieve y barro, el Peñón tal y como lo conocían había desaparecido. Rocas dispersas, grandes surcos en la tierra y algunas jaras parduscas daban al lugar un aspecto tenebroso. La tierra tembló de nuevo y todos cayeron al suelo.- ¿Dónde está la seño Yolanda? - Preguntó Pirú-
- Estaba a mi lado hace un momento - Contestó don Leonardo-
No había ni rastro de la simpática maestra y empezaron a temer lo peor.
- ¡Fijaos en eso.!- Exclamó Plumillas con la cara pálida, apuntando con uno de sus dedos hacia el norte-
Gelidalán había despertado, por si no tuvieran pocos problemas, un grupo de curiosos se había concentrado alrededor del gigante atraídos por un espectáculo que ni el más viejo del lugar recordaba.
- ¡Insustanciales! ¡No saben el peligro que corren cerca de esa criatura!. - Gritó el mago-
En ese instante, Gelidalán cogió un enorme trozo de hielo y lo lanzó contra los humanos que se congregaban en torno a él. Pirú estuvo atento y con un hechizo paralizó a la criatura. Las personas, asombradas, huyeron como alma que lleva el diablo.
- Estos humanos... ¡No pueden ser más cotillas! - Exclamó con disgusto don Leonardo-
- Tenemos que darnos prisa, el hechizo no durará mucho - Ordenó Pirú-
Decidieron registrar las grietas para dar con la seño Yolanda, pero Plumillas se dio cuenta de que Matilda caminaba con dificultad.
- ¿Qué te ocurre?
- Nada, Plumillas, es solo un poco de frío. Tranquilo, no dejaré que te pierdas.
Pero ni las bromas conseguían apartar del ratón la preocupación por su traviesa amiga. Su color verde brillante se había vuelto grisáceo y los ojos ya no le brillaban. Plumillas se quitó su gorra y su bufanda y se la puso a la lagartija.
- Tengo mucho sueño - Dijo Matilda-
- No puedes dormirte, tienes que seguir caminando.
Pirú se percató de que algo no iba bien y al ver a Matilda pálida y sin fuerzas, no dudó en arrancar un trozo de su túnica de lana, envolver al reptil y guardarlo en un bolsillo para que entrara en calor.
- Tranquilo, amigo. Bicho malo.... - Dijo el mago devolviendo la gorra y la bufanda al ratón- Te harán falta.
Llegaron a la enésima grieta y ni rastro de la seño. Comenzaban a estar muy preocupados y la noche, implacable, se extendía sobre sus cabezas. El frío era insoportable.
- No podemos continuar - Dijo Pirú apesadumbrado- Moriréis si la noche nos cerca en este lugar.
No terminó la frase y un nuevo temblor hizo que todos rodaran por el suelo. Esta vez era el gigante que a grandes zancadas avanzaba hacia el pueblo.
- ¡Hay que detenerlo! -Gritó el mago-
Mientras, a muchos metros de profundidad, la seño Yolanda avanzaba por una galería iluminada. En su caída, había sido vista por una familia de topos que rápido acudió en su ayuda. Ahora, la acompañaban a la salida.
- ¿Estás segura de que quieres salir?
- Sí, doña Melita, mis amigos deben estar muy preocupados - Contestó la seño Yolanda-
- Está bien, pero debes saber que corres mucho peligro. Si te quedas con nosotros podrás salvarte, avanzando por los túneles dejaremos atrás estas tierras y al malvado gigante.
- Y se lo agradezco, pero no puedo abandonar ahora. Muchas gracias por su ayuda, no se retrasen y busquen un lugar más agradable en el que vivir.
- Muchas gracias, pequeña - Contestó don Braulio, el marido de doña Melita- Espero que volvamos a vernos. Mucha suerte. - Se despidió mientras se perdía junto a su familia por los intrincados túneles-
Yolanda salió a la superficie justo a tiempo, pero un viento helador congeló su sonrisa.
- ¡Pirú, estoy aquí! - Alzó la mochila y la agitó en el aire para que el mago pudiera verla.
Una vez reunidos trazaron un plan, el gigante debía volver al interior del Peñón antes de que toda la comarca se convirtiera en un lugar inhabitable, y para eso, tenían que conseguir grandes molinos que generaran viento suficiente como para congelar a la criatura.
- Eso no nos va a funcionar en esta época - Se lamentó don Leonardo- Ya no quedan molinos y el viento que pueda producir la magia de Pirú, no será suficiente.
- Pero sí efectivo - Sonrió la seño-
- ¿Qué has pensado? -Preguntó el mago-
- ¿Qué tal si traemos helicópteros?
- Bueno, no es nada raro que una ratona vaya a hablar con los humanos y pida que le manden unos cuantitos de helicópteros para cargarse a un gigante de nieve. Muy creíble todo, sí señor. - Se escuchó alto y claro a Matilda desde el interior del bolsillo de Pirú-
- Tiene razón, aunque me cueste reconocerlo - Añadió Plumillas-
El grupo se dejaba vencer por el desánimo, la noche avanzaba y el gigante había comenzado a soplar. Matilda volvía a sentirse mal y los ratones se congelaban. El mago decidió entrarlos a todos en su zurrón y esperar a que amaneciera. Había que volver a casa, no quedaba otra solución.
Al calor de la chimenea, las cosas se veían más claras. Plumillas sacó su cuaderno donde había dibujado un mapa de la zona.
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- La puerta debe quedar por aquí - señaló Pirú-
- ¿Esa no es la zona de la cruz? - Preguntó el ratón-
- No, es esta otra - Señaló el mago en el mapa-
- No sé cómo haremos para volver a meter ahí debajo a ese gigante de nieve - Habló don Leonardo muy apesadumbrado-
- Escuchad -Apuntó la seño- Creo que la única solución es hacer que caiga en el pantano, de ese modo la nieve se derretirá-
- El pantano está congelado - Contestó Matilda-
- Sí pero no puede estarlo todo, si hacemos que el gigante vaya hasta allí y pise el agua congelada, esta cederá por el peso y acabará dentro.
- No sé... No lo veo claro. -Dijo don Leonardo-
- Por intentarlo no perdemos nada -Contestó el mago-
- ¡Yo me apunto! - Exclamó Matilda-
- ¡De eso nada! ¡Tú te quedas aquí como Pirú que me llamo! ¡Un reptil no soporta las temperaturas a las que estaremos expuestos y no quiero una carga que suponga poner en peligro la operación!
Matilda bajó la cabeza triste. Quería ayudar, pero si la apartaban, tendría que tomar una decisión y desde luego no era quedarse sentada en la chimenea comiendo galletas con Bizcocho.
El sábado amaneció nevando, si es que se puede llamar "amanecer" a aquella luz grisácea sin sol ni claridad alguna. El mago, seguido de sus amigos, se disponía a poner en marcha el plan de la seño Yolanda. Al salir de la casa, vieron algo que saltaba sobre la nieve.
- ¡Matilda! - Exclamaron.
La lagartija se había metido dentro de una manopla, por nada del mundo se perdería aquella aventura.
- ¡Mira que eres cabezota! -Dijo el mago- Te llevaré en mi bolsillo, pero no saldrás de él a menos que yo te lo pida. ¿Entendido?
- ¡Entendido! Venga, Plumillas, no te despistes que luego te pierdes.
El ratón meneó la cabeza en señal de hartazgo.
Llegaron a los alrededores del Peñón, ni rastro del gigante. Pirú preguntó a un grupo de hombres que se afanaban para evitar que La Poza se helase, y es que las tuberías habían dejado de conducir agua hasta las casas.
- Hemos visto a esa criatura en dirección al río, mucho tememos que es el culpable de que no tengamos agua - Dijo un anciano de barba rala y ojos afilados-
- Entiendo. No se preocupen, pronto volveremos a la normalidad.
- Dios le oiga.- Contestó el mayor-
Antes de poner rumbo al río, el mago hizo saltar una chispa de la tierra y el agua comenzó a brotar en La Poza. Los hombres nunca supieron que aquel extraño ser de túnica larga era un verdadero mago.
- ¡Allí! -Apuntó la seño Yolanda- ¡Está cerca del agua!
- Vaya, nos lo va a poner más fácil de lo que pensábamos. - Aseguró don Leonardo-
El gigante estaba soplando y soplando. Las encinas, los pájaros, el agua... Todo caía congelado a su paso, levantando la indignación de los que presenciaban tal maldad.
- ¡Será desgraciao el Gelidalán! - Gritó Matilda.
- Deja que siga bajando la temperatura, él es de nieve, si comienza a soplar viento lo tendrá difícil - Dijo la seño-
- No creas, es inteligente y sabe manejar las temperaturas para que no le perjudiquen -Aclaró el mago-
- Vamos, que es un perfecto hijo de pu...
- ¡Matildaaaaaaaaaaa! -Gritó la seño- ¡Si dices una picardía más no pisarás la emisora de radio en un año!
- Uy qué penita me da... -Murmuró Plumillas-
- ¿Queréis centraros? - Don Leonardo, molesto por la deriva que tomaban las cosas decidió hacerse con el mando- ¡Vamos a por ese gigante!
Gelidalán se había puesto en cuclillas, estaba soplando sobre las aguas y congelando todo hasta la otra orilla. En ese momento, Pirú generó una nube de burbujas cargadas de agua, su idea era dejarlas caer sobre el gigante y después generar un viento fuerte que lo helara. Sin embargo, las burbujas quedaron congeladas antes de que llegaran a la criatura y rodaron por la tierra cristalizada.
- ¡Se acabó! - Gritó Matilda saltando del bolsillo del mago y corriendo como loca hasta el pantano. Llevaba sus flechas y su carcaj.-
- ¡Pero criatura! - La llamó don Leonardo-
Dejadla, es lista y sabe lo que hace. Coged vuestros arcos y seguidla. ¡Vamos a por él! -Exclamó Pirú corriendo hacia la lagartija-
Matilda se deslizó por el río helado hasta caer bajo el gigante y comenzó a disparar sus flechas. La criatura se revolvía al sentir los pinchazos y manoteaba arrancando a cada sacudida los árboles congelados que quedaban a cada lado. La seño Yolanda y don Leonardo imitaron a su amiga, hasta que Gelidalán perdió el equilibrio y se derrumbó sobre el pantano congelado. En ese momento, Pirú generó una lengua de fuego que abrió el hielo e hizo que el gigante cayera por la grieta.
- ¡Salid de ahí! - Gritó el mago a sus amigos-
Una vez que todos estuvieron fuera de peligro, Pirú cerró el hielo dejando atrapado a Gelidalán en el interior del pantano.
- ¿Y ahora cómo haremos para llevarlo de nuevo a su gruta? - Preguntó la seño-
- Bueno, no hay nada que se le resista a un mago. Entrad en mi bolsillo, rápido.
El mago sacó una pequeña bola de luz de su zurrón que nada más sentirse libre se quedó suspendida en el aire. Con unas extrañas palabras la llevó hasta donde el gigante permanecía atrapado y una vez encima, su color y su forma cambió. Se convirtió en una luz rojiza que descendió y extrajo un bloque perfecto donde el ser de hielo permanecía atrapado. Después, el bloque desapareció a la vista de todos y un temblor de tierra les hizo girar la vista hacia el lugar donde el Peñón se había elevado siempre. Las rocas comenzaron a moverse mientras la tierra temblaba bajo sus pies y el ruido ensordecedor hacía que se cubrieran los oídos con las manos. Vieron como aquella luz naranja y potente entraba en la tierra y de ella emergía la barba del gigante.
Salió el sol, Plumillas sacudía la cabeza aturdido, no oía nada. Poco a poco la luz asomaba y la temperatura subía. Una vez más, lo habían conseguido.
- Pirú, ¿el gigante está muerto? - Preguntó la seño-
- No. solo está congelado y ahora, tenemos que darnos prisa para volver a cerrar las puertas antes de que pueda despertar.
- Vamos allá. ¡Operación Walt Disney! -Gritó Matilda-
Llegados al Peñón, sellaron de nuevo las puertas de Gelidalán no solo con llave, también con un hechizo. La próxima vez, aquel malvado no lo tendría tan fácil.
- ¿Quién abriría la puerta? - Preguntó Plumillas-
- Ni idea, pero lo averiguaremos - Contestó el mago invitando a sus amigos a volver a su bolsillo para regresar a Casa.
La nieve no se había derretido, pero la temperatura era maravillosa. El Peñón volvía a ser como lo recordaban y el frío poco a poco, remitía. Eso sí..., era invierno y como tal, la chimenea y los abrigos no podían faltar.
Ya en Casa Encantada, la música volvía a inundar sus rincones, el fuego a crepitar en la chimenea, el chocolate a bañar las tazas y Matilda a bailar meneando su colita de un lado a otro como una posesa al ritmo de "Despacito". La seño Yolanda, había vuelto a cultivar sus preciosas flores en el invernadero y no se resistía a poner algunas en el salón, mientras don Leonardo contaba a los más pequeños, cómo habían vencido al gigante de nieve que quiso destruir el Guadiato.
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Y esta es la verdadera historia de las rocas del Peñón, ahora que lo sabéis, tened cuidado al pisar su barba y si sentís frío, id y contadle a todos lo peligroso que puede llegar a ser despertar a Gelidalán.
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