martes, 9 de enero de 2018

Capa de armiño para Casa Encantada.

Se ha apagado el cielo, bajo el plomo de las nubes la nieve se extiende llegando hasta los pies de Casa Encantada. Como la reina es coqueta, se ha cubierto los hombros con algunos copos y simula capa de armiño sobre los huesos desnudos. La vejez de sus ladrillos no le ha traspasado el alma y por eso juega con lo que el tiempo le ofrece: nieve, agua, siembras de verdes lujuriosos, flashes de curiosos, miradas conocidas... Quien sabe cuánto futuro le espera.
Hoy, ha cogido el silencio por los picos y lo ha depositado en el aire, se ha aislado de los pájaros y las voces para disfrutar de un frío que le ha regalado manto de reina. No tirita, el viento le trae perlas que prende a sus ventanas, esperando unas manos que vuelvan a cerrar sus postigos. 
Me alejo, la dejo soñar mientras el agua comienza a caer y la desposee de unas joyas tan efímeras como sus deseos. Sonrío y me doy cuenta de que nada podemos llevarnos de aquí que no sea el amor, es la única moneda que acepta el barquero de la eternidad.
Buenas tardes Casa Encantada, mis letras serán tu esqueleto, el que soporte los inviernos y los olvidos cuando por fin decidas volver a la tierra que te alumbró.
Pepa Gómez.

Foto de mi amigo Manolo Rubio.


Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Número Registro Propiedad Intelectual:  1803146136805

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