jueves, 23 de julio de 2020

TORMENTA DE VERANO.

Sobre los árboles el cielo se arrastra enlutado, abre la cremallera que deja pasar la lluvia y los besos suspendidos en el aire. Caen aquí y allá, en los ojos, en el cuello, en la vida..., sin parar un instante. Instalados bajo el tejado de nubes, los amantes se escurren entre te quieros que guardaban en la maleta de meses. Abierta ahora, ella trae manzanas en la cara, él la tierra que tiembla a cada sonrisa. 
El blanco y negro pone frescor al verano, la sierra desprende olores que envuelven abrazos al mediodía, cuando los estómagos se ocupan de mariposas. Se respira, la tierra oxidada se sonroja ante la ternura y entonces los corazones pedalean hasta la cima del amor. Ya llegan, dice Dios que ha visto todo desde su balcón, que ha regalado este firmamento para sus criaturas que como pequeñas luces brillan en el campo.
Nubes entrelazadas, miradas que flotan en el silencio de un día de tormenta. Es verano y una catarata de caricias despierta de nuevo al sol, cuando las almas han sido cerradas por dentro para que la pena no se instale en las esquinas. 
Es verano, tambores en lo alto, tambores en el pecho que crecen cada vez que se aprietan las manos. Quietud inmancillable y en los labios, felicidad aleteando al son de su universo. Silencio, truena.

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