viernes, 8 de julio de 2016

Las aventuras de Pepa Jones y su gato Gambita. Aventura en el Peñón.

"El verano es  la mejor época para disfrutar, relajarse y salir de aventuras" Eso pensaba Pepa Jones la mañana del lunes mientras desayunaba junto a su gato Gambita. 
Como era habitual, había quedado con su  amiga Patricia para ir a la Charca de los Patos a nadar un poco y hacer planes para todas las vacaciones. En realidad, el abuelo de Pepa ya no permitía que nadie se bañara allí, pero ante la insistencia de su nieta, pensó en delimitar una zona para que pudiera disfrutar sin peligro.
Con las bicis preparadas y las mochilas a tope, solo faltaba que Gambita tomara posesión de su cesta y ponerse a pedalear. A eso de las ocho y media de la mañana, cruzaban la puerta de "El Tejar".

- ¡Abuelitooooo, ya estamos aquí! - Gritó Pepa nada más dejar la bici en el suelo-

El abuelo José dejó sus tareas con el ganado para salir a abrazar a la niña. Le encantaba tener El Tejar lleno de críos así que el verano era su época favorita.

- ¡Buenos días,  José! - Dijo Patricia a la vez que daba  un abrazo al feliz anfitrión.
- Bueno chicas, vamos a la casa, os tengo una sorpresa por haber acabado el curso con tan buenas notas.

Las niñas se miraron felices y al entrar en el salón, sus ojos se toparon con unos hermosos carritos de madera repletos de flores. Cada cuál tenía el nombre de su propietaria pintado en blanco y eran del tamaño perfecto para ser enganchados a las bicis o arrastrados directamente con la mano.

- ¡Pero abue! ¿Los has hecho tú? -Preguntó Pepa casi llorando de emoción-
- Claro que sí, pequeña. Espero que los disfrutéis y ¡Que no os metáis en líos!

Felices, dieron las gracias y un buen puñado de besos al simpático abuelo, que tras sacar las flores y enganchar los carritos a las bicis de las niñas, prosiguió con las labores propias del campo. Patricia y Pepa dejaron las mochilas y metieron el desayuno y las toallas en su nuevo y flamante carro. Ni que decir tiene que Gambita se hizo un hueco en tan especial medio de transporte.


- Abuelito, volvemos para la hora de comer - Anunció Pepa-
- Muy  bien pequeña, pero recordad lo que os he dicho, no os metáis en líos y no salgáis del espacio que os he delimitado en la Charca para nadar. ¿De acuerdo?
- ¡De acuerdo! - Respondieron las dos-

Nada más entrar en la Charca de los Patos, se dieron cuenta de que su eucalipto favorito estaba ocupado.

- ¡Qué faena, Pepa! - Murmuró Patricia-
- No pasa nada, Patri, tenemos muchos árboles para poner nuestras cosas. ¿Y si vamos a presentarnos?
- ¡Buena idea! Puede que le guste la aventura y se una a nuestros juegos.

Bajo la sombra del generoso eucalipto, una niña rubia como el sol arrancaba preciosos acordes a una flauta. Tenía el pelo liso y los ojos tan azules que cuando Pepa los vio pensó que el mar podía verse a través de ellos.

- Hola ¿Qué tal? -Preguntó Pepa- Somos Patricia, Pepa y nuestro gato Gambita- Dijo mientras señalaba a sus amigos y a sí misma- ¿Te gustaría nadar con nosotras?
- ¡Hola! -Contestó la niña dejando la flauta y poniéndose en pie- Me llamo Estrella, me encantaría pero no he traído traje de baño-
- Por eso no te preocupes, - Dijo Patricia- Yo siempre traigo más de uno y creo que el de solecitos te sentará muy bien.
- ¡Estupendo! ¡Muchas gracias! - Exclamó Estrella- Acabo de llegar al pueblo y aún no conozco a nadie. Mis padres me trajeron ayer a este lugar y me pareció tan hermoso que he decidido volver. A los pájaros les gusta mi flauta así que por eso tocaba.
- Estás en la Charca de los Patos - Le aclaró Pepa- y eres muy bienvenida. Por cierto, tocas de maravilla pero ahora.., ¿qué tal si nos damos un baño?

Transcurrió la mañana entre risas, chapuzones y confidencias. Estrella venía de Mérida y eso entusiasmó a las niñas porque ellas eran unas enamoradas de la cultura romana. Le contaron la aventura con los ladrones de antigüedades y su nueva amiga aplaudía entusiasmada las hazañas de las chicas. A su vez, la niña les informó de que vivía cerca del Museo de Arte Romano y que le gustaba mucho la Historia y la música; así que no sólo encontraron a una nueva amiga, también una cómplice ideal para el verano guadiateño.
Estaban sentadas a la orilla viendo cómo Gambita correteaba tras una libélula cuando Estrella reparó en el Peñón.

- Chicas ¿Qué es esa enorme piedra que se ve al fondo?
- El Peñón - contestó Patricia - Es el emblema de nuestro pueblo, está en el escudo.
- Y en su interior hay pinturas rupestres del Calcolítico  - Añadió Pepa- 
- ¿En serio? ¡Oh me encantaría verlas! ¿Podemos ir?
- ¡Claro! ¿Qué os parece si mañana quedamos y subimos? - Propuso Pepa-
- ¡Perfe! - Contestaron las chicas.

El día se fue agotando en La Charca de los Patos, el sol se volvió anaranjado y el calor remitió para dar paso a unas horas en las que la gente asaltaba las calles y llenaba las terrazas de los bares. Las niñas permanecieron en El Tejar hasta que el abuelo José terminó algunas tareas y marcharon juntos al pueblo. 
Tras despedirse, las amigas caminaron felices sabiendo que al día siguiente volverían a las aventuras.
A las siete de la mañana en punto, las aventureras gatunas y sus bicis arrancaron camino del Peñón. La subida era dura así que descansaron en una de las piedras favoritas de Pepa.

Al llegar arriba, Estrella quedó maravillada por las vistas. Una extensa panorámica de la comarca se abría a sus pies y el olor a romero asaltaba los sentidos a cada bocanada de aire.

- Chicas..., esto es hermoso - Murmuró entornando los ojos y mirando al cielo mientras Gambita se enroscaba en sus piernas-
- ¡Pues espera a ver todo lo que hay! - Exclamó Patricia-

Dejaron las bicis bajo una encina y siguieron ascendiendo hasta la cruz, una vez allí, decidieron corretear por los alrededores hasta que Gambita se detuvo de golpe y comenzó a aguzar el oído.

- ¿Qué ocurre, Gambichi? ¿Qué has visto? -Preguntó Pepa-

Al filo de la pregunta se escucharon unos golpes.

- Chicas, ¿habéis oído eso? -Preguntó Estrella- Suena como si estuvieran golpeando sobre una piedra.
- Con un martillo, para ser exactos - Aclaró Patricia-

Los golpes se oyeron de nuevo y Gambita salió disparado en dirección a las cuevas.

- ¡Sigámosle! -Gritó Pepa-

El gato se detuvo frente a la verja que cierra el Abrigo de La Virgen, donde se encuentran las pinturas rupestres. La puerta de acceso estaba abierta.

- Chicas, mirad eso. La reja está abierta y en teoría, aún faltan más de dos horas para que llegue la persona del Ayuntamiento que ha de acompañarnos en la visita. Qué raro... - Dijo Pepa-
- ¿ Y si echamos un vistazo? Propuso Estrella.
- ¡Así me gusta! ¡Eres una aventurera en toda regla! ¡Adelante! -Exclamó Patricia-

Los golpes habían cesado desde hacía un rato, pero en el suelo de la cueva alguien se había olvidado una pequeña manta y un cortafrío.

- Estrella, ¿has traído tu linterna? Hay muy poca luz- Habló Pepa-
-Sí, aquí está.

Pepa tomó la linterna y alumbró hacia las pinturas, para sorpresa de todas, alguien estaba intentando arrancarlas de la piedra.


- ¿Pero qué es esto? - Preguntó Patricia alarmada- ¿Otra vez ladrones de patrimonio en el Guadiato? ¿Es que no han escarmentado?

De repente, los objetos que había en el suelo tomaron sentido. No había duda de que una o varias personas habían salido de allí a toda prisa alertados por la presencia de las niñas.

- Bien amigas ¿Cuál es el plan? -Preguntó Estrella-
- Lo primero es salir de aquí y cerrar la verja. Patricia, ¿tienes bridas?
- Sí, ya sabes que siempre llevo. Las he dejado en el carrito que nos regaló tu abuelo, vuelvo en un tris.

Pero no tuvo tiempo de salir, de repente la puerta se cerró y quedaron atrapadas. Una figura alta y vestida de verde ponía una cadena y un candando a la puerta. No pudieron verle la cara porque llevaba un pasamontañas.

- ¡¡Así aprenderéis a no meteros donde no os llaman, pequeñas fisgonas!!- Exclamó el malhumorado personaje-

- ¡¡No nos encierre por favor!! ¡Sáquenos de aquí! -Suplicó Pepa en vano-
- No os preocupéis, he traído mi móvil. -Dijo Estrella- Pero...,¿Dónde está mi mochila? ¿Y las vuestras?

Las niñas no se habían dado cuenta de que mientras observaban las pinturas, el caco sustrajo sus mochilas que distraídamente habían dejado a la puerta de la cueva. En ellas, iban los teléfonos.

- ¡Oh, no! ¡Qué faena! - Exclamó Estrella con fastidio- ¡Estamos atrapadas y no podremos salir hasta dentro de unas horas!
- Y eso no es lo peor- Añadió Patricia- Para entonces, el caco estará bien lejos del alcance de la Guardia Civil.
- No todo está perdido, chicas. Llevo encima mi pequeño cuaderno y tenemos a Gambita. -Dijo Pepa sonriendo-
- Explícate, querida - Le pidió Estrella-

Pepa extrajo de uno de los bolsillos de su camisa, una pequeña libreta de la que colgaba una cuerdecita con un lápiz en el extremo. Era su cuaderno de notas y jamás salía sin él. Tenía la costumbre de llevarlo encima y eso en un momento como aquél, cobraba vital importancia.

- Chicas, mi amigo Julián sube cada mañana al Peñón andando, si no calculo mal debe andar cerca. Voy a trabar una nota al collar de Gambita y después lo sacaremos por la reja. Volverá a casa y en el trayecto se encontrará con mi amigo.
- ¿Y cómo sabrá que es tu gato? - Preguntó Estrella-
- Tranquila, conoce bien a Gamba y le extrañará verlo sin mí. Cuando se acerque, verá la nota.
- ¡Buena idea! ¡Plan "pepil" en marcha! - Dijo divertida Patricia-

Escribieron la nota, la hicieron un canutito y con la cuerda del lápiz la sujetaron al collar del gato. En la nota:

" Querido amigo, soy Pepa Jones.  Mis amigas y yo 
estamos encerradas en el Abrigo de la Virgen, en el Peñón. 
Hemos sorprendido a un ladrón que intentaba 
llevarse las pinturas y nos ha dejado atrapadas. 
Por favor, avisa a la Guardia Civil para que no escape.
Muchas gracias. Un abrazo grande de tu amiga.
Pepa"

- ¡Vamos Gambita, corre! - Le gritó Pepa al animal que salió despavorido camino abajo-

Esa mañana Julián se había tomado su tiempo sacando fotografías de los alrededores, pero como había madrugado mucho, pensaba que aún podría tomar algunas más antes de que el sol le sorprendiese. Estaba en La Poza cuando vio venir a un gatito corriendo como alma que lleva el diablo.

- Pero ese... ¿Ese no es Gambita? ¿Solo? Qué raro... - Pensó-

Le salió al camino y el animal al conocerlo fue a reclamar unas caricias.

- Pero bueno amiguito ¿Cómo es que estás solo? ¿Y Pepa? - Se inclinó para tomarlo en brazos cuando vio la nota. La leyó veloz pero no hizo caso de la orden, por el contrario, salió corriendo camino arriba para ayudar a las chicas-

- ¡Vamos Gambita! ¡No hay minuto que perder!

En tiempo récord, Julián estaba al otro lado de la reja armado con una enorme piedra que utilizó para hacer saltar el candado.

- Pero bueno Pepa, ¿es que no vas a dejar de meterte en líos? - Preguntó Julián a su amiga-
- ¡Mira quien fue a hablar! Me ha dicho mi abuelo, que la semana pasada pusiste tomates pasados con petardos en las habitaciones de los mozos mientras dormían la siesta.

Al oír la trastada, Estrella y Patricia no pudieron contener la risa.

- ¡Uf, tu abuelo me ha prohibido ir a la Charca de los Patos durante un mes! - Aclaró el niño pesaroso-
- Bueno, bueno, dejaos de historietas y vamos al caso que nos ocupa - Interrumpió Estrella- Hay que avisar a la Policía, ese hombre debe andar ya bien lejos.

Pepa, tras disculparse, presentó su amigo a las chicas.

- Bien, llamaremos a la Guardia Civil, pero si queréis podemos dar con ese hombre, me conozco bien estos caminos. - Propuso Julián-
A las niñas les pareció bien y tras el aviso pertinente al cuartel, se introdujeron en la maleza con sumo sigilo, pero con máxima prisa.

- No hagáis ruido, chicas. Si no me equivoco, ha debido huir por este camino pero me sé de una vereda que es más corta y si nos damos prisa, le alcanzaremos. - Dijo Julián-
- Podemos sacarle fotos y enviarlas a los agentes. ¿Qué os parece? - Propuso Patricia-
- Perfecto - Contestaron-

A lo lejos, las jaras se movían como si el viento jugara con ellas. Dos cabezas aparecían y no llevaban pasamontañas.

- ¡Son dos! - Exclamó Patricia-
- Vaya..., si consiguen salir al camino estamos perdidos. Tenemos que hacerles fotos como sea o la Guardia Civil no dará nunca con ellos. - Dijo Pepa-
- Tengo una idea - Propuso Julián- Salgamos de la vereda, no tengáis miedo que no nos perderemos. Si conseguimos pasarlos y escondernos en una piedra que hay más adelante, podremos sacar las fotos.

Su estatura les daba ventaja de movimientos con respecto a los cacos y en poco los pasaron y se pusieron a salvo tras una enorme roca. Julián sacó como diez fotos, en dos de ellas se apreciaba perfectamente la cara de los hombres. Tras hablar de nuevo con la Guardia Civil, enviaron la información.
Tuvieron que permanecer allí sin moverse, esas fueron las órdenes de los agentes. Al cabo de una hora  aproximadamente, escucharon unas motos. Eran miembros del Seprona.

- ¡Aquí. aquí! - Gritaron los niños.

Uno a uno fueron sacados de allí y puestos  a salvo en la Poza, la fuente más famosa del pueblo. El paseo en moto por el bosque fue lo que más gustó a los amigos, que arrancaron la promesa a los agentes de repetir la experiencia.

- Chicos, gracias por ser tan valientes, los cacos están ya camino de los calabozos. - Informó uno de los guardias-
- ¿Tenían algo que ver con los ladrones de la Charca de los Patos? - Preguntó Patricia-
- No, estos ni siquiera estaban fichados - Contestó el agente- Por desgracia, los ataques a los yacimientos arqueológicos son el pan de cada día. Es de vital importancia colaborar con las autoridades para evitar el expolio de nuestro patrimonio, como habéis hecho vosotros. Felicidades, pequeños.
- ¡Gracias, señor! - Contestaron felices los chicos-
- Un momento, no tan a prisa. -Les  detuvo el guardia antes de que marcharan- Nada de salir al monte sin la compañía de un adulto. Nunca más ¿Entendido? -Les dijo apuntando a todos con el dedo, cosa que a Gambita no gustó nada de nada-

Los niños se miraron entre ellos.

- Claro, claro... Nunca más. - Fueron contestando sabiendo que en el fondo no le harían ni caso-
- Eso suena a un sí para salir corriendo. Os estaré vigilando, ¡pillastres!. Ya conocemos bien las aventuras de Pepa Jones, su gato Gambita y sus insensatos amigos. ¡A casa inmediatamente!.

El agente quería parecer serio, pero esos chicos y su afán por proteger lo que es de todos, en verdad le agradaban y le divertían. Tras recibir un sincero abrazo, vio como se alejaban riendo y pedaleando a toda prisa hasta su próxima aventura.

- ¡Chicos, me lo he pasado bomba! - Exclamó Estrella- Jamás pensé que tendría un verano así de divertido.
- ¡Vamos al Tejar a contárselo al abuelo! - Propuso Pepa-
- Bueno..., yo si eso ya voy  otro día - Contestó Julián queriendo marcharse-
- ¡De eso nada! Seguro que abuelito te levanta el castigo en cuanto sepa lo que has hecho así que... ¡En marcha! Te toca llevar a Gambi en la cesta.

Y así, terminaba una jornada más en la Charca de los Patos, el lugar favorito de los niños más aventureros del Valle del Guadiato.
Recordad, el patrimonio es de todos, cuidarlo y protegerlo es nuestra responsabilidad. Nunca os llevéis a casa piezas arqueológicas y si veis a alguien que sí lo hace, ponedlo en conocimiento de las autoridades. Porque el pasado y sus tesoros, nos pertenecen.

¡Gracias Julián por las fotos! También gracias a la persona que subió a Facebook  la fotografía de la Charca que hay en el inicio del relato.

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viernes, 3 de junio de 2016

Bienvenidos a Casa Encantada.


Antes y después de Casa Encantada.

Os dejo con el magnífico trabajo de José Manuel Castaño. Nuestra casa está viva porque tiene los mejores habitantes.









TARDE DE CINE Y NUEVO HABITANTE EN CASA ENCANTADA

Hace una temperatura estupenda en Casa Encantada. Desde el último piso puedo ver la cúpula de los árboles y los pájaros revoloteando en ellos. ¡Ahhh, qué tranquilidad!
Esta tarde tenemos visita así que tengo que disponer todo para que la casa esté perfecta. Dónde se habrá metido Matilda, ese demonio de lagartija nunca está cuando se le necesita.
Me asomo a la ventana, el viento hace bailar mi pelo que suelto se mece a merced del caprichoso Eolo. La sensación de paz se cuela hasta los huesos, todo sería perfecto si Matilda apareciese, pero debe andar colgada de algún pasto o persiguiendo hormigas indefensas.

- ¡Matilda! ¿Estás por aquí? - Grito colocando mis manos a ambos lados de la boca.

A lo lejos observo el pasto moverse nervioso, la línea serpentea veloz hasta la escalinata de entrada y...

- ¿Dónde estabas, criatura? Le pregunto al gracioso reptil.
- Pepita, eres lo más impaciente. - Me dice empinándose sobre sus patas traseras- Estaba colocando velas en el camino para cuando lleguen los invitados ¿Has regado el césped?
- Sí, hará una hora. Anda, sube y me ayudas a elegir atuendo.
- ¿Está Gambita? Me pregunta arrugando el entrecejo.
- Jajajaja, no, Gambita no está invitado, es un gato demasiado revoltoso.
- Entonces subo.

En menos de un minuto, la lagartija más lagartijera del Guadiato está colocada en mi hombro.

- Veamos...-Dice apoyando su codo en mi oreja- Esa falda larga de algodón blanca y el top a juego, creo que sería lo indicado para esta noche, además, como te arrastra quedará bonito cuando andes sobre el césped.
- Vale, eres una gran personal shopper, Matilda.

Mientras despliego sobre la cómoda todo el material de artillería pesada (maquillajes), desvelo a Matilda el motivo de la pequeña fiesta.

- Lagartijilla, hoy ingresará un nuevo habitante en casa, quiero que seas educada. Es decir: nada de meterte por la camisa, nada de subirte a su cabeza y menos de hacer la fantasma dentro de un guante.
-  Vale, te lo prometo. - Me dice- ¿Me pintas los labios? Con ese lápiz, el rojo.

Extraigo un pincel muy fino y dibujo unos labios en la boca de Matilda. Está de lo más divertida.



- ¿Cómo se llama el nuevo? - Me pregunta mientras pone morritos en el espejo.
- Josep
- ¿Puedo llamarle Pepe?
- No, no puedes.
- ¿Josete?
- ¡Matildaaaaaa! Se llama Josep ¿Quieres que te llame Mati? - Le digo apuntándole con la brocha de los polvos
- Ni se te ocurra... 
- Pues eso.

Terminado el ritual de belleza lagartijo-humano, bajamos para disponer la pantalla de cine, unas flores sencillas, algunas mantas, hamacas, cojines ... etc.

- Oye Pepita, no me has contado nada de Josep - Me dice Matilda elevándose sobre sus patitas traseras-
- Oh, es verdad- Josep es arquero y un gran escritor.
- ¿Arquero de los buenos? ¿O como tú? - Me pregunta guasona-
- Muy graciosita...
- ¿Se lo has dicho a Pirú, el Mago? Siempre anda necesitando buenos arqueros para combatir Ojáncanos y Rementeadores.
- Pues no..., no he caído. Buena idea Matilda. - Le guiño un ojo en señal de aprobación-
- Entonces ¿Qué peli ponemos? ¿Te parece bien Robin de los bosques?
- Es que la pusieron hace poco en la tele, lagartijilla...
- ¿Y la de Errol Flyn?
- Buena idea... Sí, esa le gustará.
- Para la segunda sesión he pensado en "El reino de los cielos" - Me dice-
- Ay chica, no sé....
- ¡El Señor de los lagartillos! - Pondré esa - Dice entusiasmada-
- Pero qué tonta eres, de verdad...

Matilda se aleja, se dirige al interior de la casa con sus andares a lo Monroe y esa cola que parece una antena wiffi. Es adorable, rabiosa y divertida, no sé qué haría sin ella. Me quedo ultimando detalles, he vaciado unas antiguas bombillas para llenarlas de agua hasta la mitad y ponerles flores, ahora las colgaré en los árboles.

- Qué bonitas han quedado. Ahora dispondré los canapés, dulces, bebidas y demás chucherías idóneas para la fiesta. Por ahí vuelve Matilda.
- Pepita, ya está todo preparado, he avisado también a Nora, por si quieres que demos una sorpresa a Josep- Me dice resuelta-
- Pues sí,  es una excelente idea. Dime ¿Cómo te parece que ha quedado?


- Veo que has elegido ese toque campestre que tanto te gusta ¿Cómo lo llamaría yo? Ummm, déjame pensar - Dice cogiéndose la barbilla con dos de sus dedos- Es algo así como "hortera sofisticado"
- Muy graciosa, ¡hoy estás pero que muy graciosa! - Le digo algo molesta- Bueno, ya está todo en su sitio, ahora a esperar.
La noche va deslizándose dulce y sigilosa sobre nuestras cabezas, pronto, los sonidos típicos de la hora invaden el ambiente. La tranquilidad reina, el viento trae olor a romero y los pulmones se inflan para saborearlo; los invitados llegan. La casa se vuelve a llenar de risas, de luz, de amigos, de  familia..... El humo de los cigarrillos dibuja cortinas en el aire que los insectos atraviesan haciéndose visibles y transformándose en seres de gasa. 
A lo lejos, por el camino de luces danzarinas que Matilda ha dejado, Josep avanza sigiloso y casi invisible, como quien porta un tesoro que no ha de desvelarse. Buen conocedor del bosque, se camufla con total maestría. Trae su arco, su corazón  y mil historias en  su diario. Al llegar hasta nosotros, Matilda ya ha tomado posesión de su hombro.

- Pepita, Josep me ha prometido un carjaj y un arco para cazar hormigas - Se adelanta la lagartija-
- Es buena chica, Pepa, no sabes la de historias interesantes que me ha contado por el camino, creo que una cazadora de insectos como ella merece un buen arco - Dice sonriendo-
- Vaya..., creo que ya conoces a Matilda - Digo mirando al bichejo-
- ¡Vamos Josep! ¡Ahí está Pirú! ¡Oh amigo mío, tienes que conocerlo! - Exclama la lagartija llena de júbilo-

Ambos se adentran en el jardín, saludan, reparten besos y finalmente se detienen frente al hombre del sombrero puntiagudo. Sí, creo que Josep y Pirú formarán un buen equipo. Matilda está entusiasmada con su nuevo amigo, tengo la seguridad de que no la voy a ver en toda la noche.

- ¡Pepitaaaaa, enchufa el cine! - Me grita desde lejos-
- Qué fina es, pero qué fina... Murmuro divertida mientras pongo la primera de las pelis que veremos esta noche. Chssssst, que empieza.


Al término de la peli, le regalamos a Josep una estupenda sorpresa, es nuestra manera de decirte.. ¡BIENVENIDO A CASA ENCANTADA! Nora, cuando quieras.

sábado, 28 de mayo de 2016

DESPEDIDA

Se bebió las nubes esperando, sin hacer ruido abrazó la ausencia y la gloria, sin pedir cuentas y sin entenderlo.
La memoria leprosa le impedía comprender que no había un conmigo, y de boca en boca le fueron robando los besos, convirtiéndolos en pecado del mundo. De haber sabido quién era Dios, habría rogado por él.

Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Número Registro Propiedad Intelectual:  1803146136805

martes, 24 de mayo de 2016

Los planos de Casa Encantada

Nuestro amigo José Manuel Castaño, ha realizado los planos de las fachadas de Casa Encantada. Os copio de manera literal la publicación que subió a su perfil de Facebook. ¡Espero que os guste!
Si deseáis adquirir los planos, podéis poneros en contacto con él pinchando en su nombre, os llevará a su perfil en la mencionada red social.
"Plano de las fachadas de “La casa del sol poniente” o “La casa encantada” como a mí me gusta llamar. Edificio que data de los primeros años del siglo XX. Antigua residencia veraniega de la familia Rodrigáñez, propietarios de la mina La Calera, aunque también tuvieron en explotación el conjunto de la mina denominada “La mosca”, alquilada esta concesión a la S.M.M.P. (Sociedad Minero Metalúrgica de Peñarroya). Con posterioridad, y ante cada vez menos las estancias de la familia en esta singular construcción, también se utilizó este edificio como oficinas y botiquín de dichas explotaciones mineras. Finalizadas las actividades mineras, el tiempo, la dejadez y el expolio hicieron el resto…"








Al paisano que no está


He encontrado en el campo una carpeta con algunas cosas escritas por mí hace mucho tiempo, esta en concreto es de 30 de julio de 1994. Recuerdo que este texto lo escribí en el reverso de una foto del Peñón y lo envié a un amigo que en ese momento estaba muy lejos. He respetado la redacción de entonces, probablemente hoy lo habría escrito con otras palabras, quien sabe.

"Tal vez a estas horas sobre tu ciudad caiga un sol de justicia, aquí está lloviendo. Es uno de esos días en los que el alma se vuelve melancólica, un día en el que te asomas a una ventana y el espíritu vuela con el ansia perdurable de lo infinito. Días que en lugar de ver un trozo de tierra húmeda por la lluvia, miras y descubres una tierra de vida intensa y profunda, un Peñón severo que se proyecta hasta el cielo azul y perenne. 
Cierra los ojos e imagina que vuelves de esos campos con la memoria llena de tierra fértil y arroyos frescos. Deja vagar tu alma en nuestra naturaleza, lentamente irá en procesión entre los inacabables matorrales acariciados por la espaciada y uniforme lluvia. Ahora, nuestro pueblo no descansa al sol, sino al inusitado frescor de una tormenta en blanco y negro. Es un paisaje de campo infinito, de pueblo, de tierra absoluta..., de Dios. Esta inmensidad no es producto de visiones de dramática emoción, es la inhóspita personalidad de nuestro Peñón. Paisaje de pardas encinas, de rocas bajo la húmeda penumbra de esta lluvia de verano. 
En mis pupilas alucinadas por la tormenta se graba un campo elevado sobre los hombres que pasan, un campo que sueña con un secreto reposo tras el combate con las aguas. 
Inmensa quietud la de nuestro paisaje en esta tarde dulce, serena y delicada, en esta tarde en la que el corazón se convierte en los ojos contemplativos de la muda tierra y los delgados árboles. 
El silencio que planea se infiltra y expande entre el pueblo. El horizonte negruzco, el viento que ruge..., todo parece advertir la llegada del otoño, un otoño que te traerá a ti de su mano. 
Cierra los ojos, así el recuerdo del Peñón adquirirá vida, imagínate una gran mancha grisácea jaspeada de vetas verduscas, imagina las redondas rocas adelgazadas por la distancia, imagina su oscura gravedad bajo un cielo rojizo. Cierra los ojos y... Vuelve

La foto es de mi amigo Julián Moyano.


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jueves, 5 de mayo de 2016

Pinturas Patricia Martín.

Mi querida amiga Patricia, hace cosas tan bellas como esta. Creo que Casa Encantada es el lugar perfecto para dibujos así de bonitos. Enhorabuena, Patricia.☺


miércoles, 4 de mayo de 2016

Serenidad sin horas.

En la serenidad del campo donde las horas no importan.
Es esta casa el molde de mi alma, sus silencios mis recuerdos y su luz el que me falta. Aquí los problemas pierden su enormidad porque la tranquilidad hace que cambies la perspectiva, nunca es imposible aquí.
Las palabras hacen cola para tomar mi inventiva mientras los pájaros cantan, entran y salen por la enorme chimenea del salón. Sin miedo, sin vergüenza, conquistan cada una de las estancias con sus locos bailes aéreos mientras mi corazón percusiona al ritmo de sus alas. A veces les sigo al exterior donde se prenden a la sábana celeste como preciosos bordados. Los pájaros dibujan música mientras vuelan, por eso me gustan.
Escribir en este lugar es un privilegio, es fácil, tal vez por ello carece de mérito cualquier cosa que aquí se construya con palabras. Dejarlas caer para empezar de nuevo me divierte, me convierte en resucitadora de historias.
En esta casa el tiempo ha perdido la batalla, no existen prisas, no hay que ir, ni debería, ni tengo que. Cronos no cuenta, no quema, no pasa, no importa. El pragmatismo también dejó sus razones en la puerta, porque aquí no hay que ser útil, aquí, sólo se puede ser feliz.


Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Número Registro Propiedad Intelectual:  1803146136805

Lluvia de primavera.


Hay algo en la lluvia que me atrae, supongo que es esa invitación a la tranquilidad y a la introspección. 
Difícil encarcelar el pensamiento en días como el de hoy en los que apetece salir a enfrentar tu cara con el agua, a piel descubierta. Cerrar los ojos mientras las gotas acarician mi rostro dibujando caminos torcidos que hacen cosquillas. 
Entonces el espíritu toma el mando y envía la mente a lugares donde la realidad es líquida y tangible, está en mi cara, en mis manos..., en el cielo de novela negra, como las que escriben mis amigos. Pero mi cielo es azul, solo que hoy ha echado la cortina para que las flores se bañen sin que el sol las vea.


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jueves, 7 de abril de 2016

LA DUDA.

Cuando tomar distancia es el único camino a la serenidad, mejor es tomar la pluma. Son las letras el puente entre el amor y el olvido, o más bien entre el olvido y el recuerdo. Dicen. No, no lo dicen, lo he dicho yo.
Letras construyen imágenes, sonidos, viajes de ida y vuelta en el tren de los sentimientos. Hasta que un día, una tarde, unas horas..., decides no volver y te quedas varada en la orilla de la duda. Más la duda es mejor que el regreso. 
Adiós le dije, me dijo, no me acuerdo si lo dijimos. Adiós. Después, todos los holas que envió quedaron sin respuesta, flotando en el aire a la espera de que mi corazón los recogiera. 
Y así, el silencio se hizo transeúnte en el camino que antes ocuparon las palabras. He tomado la pluma hoy, pero no sé en qué punto del camino estoy. 
¡Hola!

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lunes, 4 de abril de 2016

EL MAQUINISTA DE CASA ENCANTADA.


En septiembre de 2013 escribía:
Algunos dicen que el verano toca a su fin, no lo creo, el sol no riñe con Andalucía así  como así. Aún no.
Casa Encantada ha estado solitaria durante todo este 2013, demasiadas emociones burbujeando en mi alma como para sentarme frente a la reina.
Ahora, los sentimientos se relajan y el deseo por contar cosas, por vivir aventuras, se despierta en mi corazón.
Hay nubes de tormenta en torno a la casa, calva de toda techumbre y solitaria en mitad de las escorias de minas. Sólo unos cuantos eucaliptos la escoltan, agotados ya sus días de guardianes de la sombra. Antes, cuando las gentes transitaban estos lugares en busca de sus pueblos, de sus trabajos, de sus horas en esta morada, los eucaliptos ofrecían presumidos sus brazos a todos cuantos querían reposar bajo ellos. Era su sombra un tesoro en la canícula y ellos, sabedores de su don, competían entre sí por la enramada más delicada. De este modo, entrelazaban sus hojas hasta formar cúpulas de filigrana; ayudados por el hombre, crecieron altivos y brillantes. 
Hoy su esplendor no decae, pero sus ramas crecen en desorden. Estos árboles saben cosas que a pocos cuentan, diría que a casi nadie pues pocos son ya los que prestan oídos a estos seres. 
En mitad del cielo entoldado, un haz de luz rompe las nubes y suavemente proyecta su luminaria sobre la casa. Así, tocada de luces, parece salida de una ensoñación.
Un trueno, dos... Y mis sobrinas no están aquí, con lo que gustan de salir cuando Thor golpea con su martillo. ¡Insensatas, locas!, dirían muchos, pero nuestras aventuras no tendrían lugar si estos días no los atravesáramos como sólo nosotras sabemos.
Oigo el pitido de un tren. No puede ser....Hace mucho tiempo que trenes de ese tipo no transitan por aquí. Giro la cabeza a derecha e izquierda, a lo lejos, una nube grisácea se dibuja en el aire, es alargada y esconde bajo ella algo metálico, negro y brillante. No puede ser, no...
Doy media vuelta y corro a meterme en el coche pero ya es demasiado tarde. Aparcado junto a las vías, queda empequeñecido por una locomotora de vapor a la que siguen numerosos vagones. Me froto los ojos hasta enrojecerlos. Un fuerte pitido termina con mis elucubraciones, sí, ahí está, no es producto de un sueño ni de mi activa imaginación. Es una de las máquinas que en su día transportó tantas y tantas veces a nuestros abuelos y que ahora está frente a mí, lanzando fumarolas al viento, silbando altanera frente a los campos que un día le pertenecieron. 
Un señor con camisa de cuello tirilla y gorra de plato me invita a subir. Tiene un bigote enorme, rizadas las puntas hacia arriba le dan un toque decimonónico. 

- ¿Va usted al Terrible? - Me pregunta con voz hueca y extrañamente familiar-
- Pues..., verá, no sabría decirle -Casi no me salen las palabras- Estaba aquí en ....
- Pues perdone que le diga, señorita, no debería estar usted aquí sola y con esta tormenta- Me interrumpe- Ande, suba que le llevo hasta la estación del Terrible, no queda mucho.

Asustada acepto la invitación, con su ayuda recorro varios vagones hasta llegar a uno donde una veintena de personas charla y ríe de manera animada. Todos me miran asombrados y el silencio cae a plomo.

- Mira qué extraños pantalones... - Murmura una señora de edad incierta al ver mis tejanos-
- ¿Y esos zapatos? - Dice otra refiriéndose a mis deportivas.

Otra de las señoras llama a su hijo y lo toma en brazos, temerosa de que la forastera pueda resultar un peligro. Los hombres fuman y hablan de flamenco y de tajos, de vino, de fútbol... No reparan en mí hasta que alguien me señala con el dedo.

- Vamos, vamos, dice el maquinista, dejen que la señorita tome asiento. Sean caballeros señores, esta chica anda perdida.

De repente las palabras vuelven a invadir el viento, los hombres se levantan y las mujeres quieren darme de comer todo tipo de viandas.

- Niña ¿Tú de quien eres? - Me pregunta una señora que cubre su cabeza con una pañoleta negra-
- Pués verá... No sé si por aquí conocerán a mi familia -Dudo si decir la verdad y observar la reacción de los parroquianos-
- Habla hija, si no nos dices quien eres, difícilmente podemos ayudarte -Me dice un amable anciano desdentado-
- Igual conocieron a mi abuelo -Me atrevo por fin a hablar- Se llamaba Hilario, sus padres eran Juan y Antonia, tenía un comercio en La Parrilla, un pueblo que había aquí al lado... -Justo iba a señalar con el dedo, unas risas detienen mi relato-
- Pero chiquilla...- Me dice el maquinista- Yo soy Juan, Hilario es uno de mis nenes, te aseguro que no tiene edad para andar teniendo comercios, es demasiado pequeño. Y no sé por qué dices que había un pueblo que se llamaba La Parrilla, justo acabamos de pasar por allí. Niña ¿Seguro que estás bien? ¿Quién te ha contado esa historia?

Los ojos de Juan eran verdes, familiares...Y reconocí a mi bisabuelo. Tuve pánico y quise bajar pero no me lo permitieron.

- Lo mejor será que te llevemos al Terrible, alguien habrá allí que pueda ayudarte- Añadió el maquinista-

El tren se puso en marcha con su lento traqueteo, decidí vivir mi sueño y relajarme. Observé por las ventanas un paisaje bien distinto, un pueblo dinámico y entregado a la industria. 
A la llegada a la estación quise despedirme del maquinista.

- Juan usted nunca ha llevado un tren con pasajeros, estoy en lo cierto, ¿no es así? - Le pregunto a quemarropa-
- Jamás, hoy es el primero y también el último día que lo haré. - Me dijo sonriente-
- ¿Por qué? - Pregunté intrigada.
- Porque tenía que recoger a una viajera muy especial para un recorrido mágico. - Me sonrió y me dijo que tenía que bajar, que aún no podía subir a ese tren- Comprendí.

Antes de que partiera volví a subir un escalón de la locomotora.

- Papá Juan, ¿están todos bien? 
- Claro... Todos, incluso los que llegaron hace poco. Les hablaré de ti cuando vuelva.
- ¿Por qué tú? Pregunté con el corazón bulliendo.
- Haces demasiadas preguntas al cielo, alguien tenía que venir. Escucha - me dijo poniendo sus manos en mis hombros- Debes seguir adelante, tienes todo un mundo por descubrir ahí afuera, nuevas experiencias, nuevos retos.... No te pares a medio camino, no estás sola, muchos caminan a tu lado y te escuchan cuando piensas que el silencio es todo lo que hay. Continúa, tienes mucho que aportar a tu vida, tienes tanto que contar.... Prométeme que harás realidad tus sueños.
- Te lo prometo ¿Les darás besos a todos? Pregunté emocionada.
- ¿Y tú? -Me contestó-
- Claro -Le dije sonriendo- Vas a tener otros dos tataranietos, los primeros besos serán por ti.

Sonrió orgulloso y me dio un beso en la mejilla antes de perderse en el interior de su tren. Me disponía a bajar cuando escuché de nuevo su voz.

- Entre los besos que tengo que dar, no entrará en el reparto ese gato golfo que da conversación a todos ¿verdad? Hablaba de Tomás...., mi querido minino. Le puse ojitos de súplica.
- Vaaaale, pero que sepas que allí es como aquí, un golfo y un parlanchín- Me dijo guiñándome un ojo- No faltes a tu promesa, te estaré vigilando de cerca, viajera.... -Repitió de nuevo-

Le despedí agitando la mano mientras él caminaba hacia el interior de la máquina, tarareando magistralmente una de esas arias que tanto le gustaban y que aprendió del gran Carusso. Cada vez lo escuchaba más y más lejos... Al bajar en la estación, el tren desapareció en la nada y una lágrima serpenteó por mi mejilla hasta caer al suelo. 

- Adiós papá Juan -Murmuré-  No faltaré a mi palabra.

Sé que es verdad porque tuve que desandar el camino de la estación al silo. Allí, el coche aguardaba mi regreso envuelto en el aire acuoso que dejaba tras de sí la tormenta.




EL VALOR DE LOS SILENCIOS.

ALMERÍA TIENE el paisaje que imaginaba de pequeña cuando leía la Biblia. Llegué allí buscando una tranquilidad que no encontré y volví con un viaje al pasado.
Con los planes descabalados recalé en un chiringuito de playa al que no me apetecía ir, pero que acepté visitar para no contrariar a dos señoras que esa mañana me acompañaron en el desayuno. En realidad, las acababa de conocer, pero hay personas que no comprenden o no aceptan que otras busquemos aislamiento. Era mi día, pero se quedó sin el posesivo.
La caña de cerveza estaba fría, tanto que la sensación al probarla fue como si me golpearan el pecho, ya maltrecho por el constipado. Aislada de la conversación de dietas y vestidos que tanto me hastían, apuré mi bebida y decidí salir mientras ellas mantenían sus vasos intactos. Excusa perfecta, las esperaría fuera haciendo unas fotos. Entonces, me encaminé hacia esas palmeras solitarias en mitad de la arena. El viento furibundo traía gotas de agua de un mar plomizo, fiel reflejo del techo al que miraba y de repente..., me sentí como las naves de Felipe II. 
Miré el mar tintado de gris, víctima de un sol que se escondía entre las nubes. Seguí a las gaviotas, que parecían bordadas al paño rizado y oscuro del agua, y escuché el sonido dulce de las olas llegando y marchándose sin cesar. Aquel momento lejos del tedioso sonido del móvil y del bullicio de un chiringuito sumido en la sombra, me proporcionó serenidad. Pero nada en nuestra sociedad es tan efímero como el silencio. 
Me gusta el mar en invierno, cuando la vista puede perderse en el horizonte sin chocar con nada ni con nadie, cuando la única voz es la suya y el viento te hace llorar sin ganas.
Pero el día no era mío y había que volver, no sabía en ese momento, que la noche me traería años y los años, recuerdos. 
Y volví al ruido de compañías no buscadas para finalmente abandonarme al perecedero sosiego de mi habitación, donde cerré los ojos y pensé en una sociedad que no acepta el silencio. Decidí dejar sin sonido el teléfono, pues nadie respetó mi deseo de tranquilidad. Me sentí víctima de un tiempo con mucha tecnología y poca cultura, víctima de los que no desean soledad y por ello..., invaden la de los demás. 
Al menos, la noche aguardaba tras las horas cargada de emociones. Otra vez será, mar.








Esta obra está protegida por las leyes de copyright y tratados internacionales. Número Registro Propiedad Intelectual:  1803146136805

jueves, 31 de marzo de 2016

GUERRA Y LUZ.


Serenidad, tarde de pinceles ocres en el sur. La música corta los silencios, invade las estancias reservadas al sol e ilumina con sus notas un cielo que a veces se olvida de mí. Yo no podría olvidarme de él.
Miro a lo lejos y la paz de los caminos estalla en mis ojos, ¿cómo no dejar que el alma se bañe en semejante bálsamo después de las guerras del corazón? Porque el corazón dispara y el alma muere, a menos que, una tarde la primavera llame a tu puerta y te cure las miserias del pasado. Es igual si no hay sol, para la cura siempre es luz, siempre estrellas, siempre esperanza bajo la carne raída.

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domingo, 31 de enero de 2016

Las aventuras de Pepa Jones y su gato Gambita. Capitulo 1

Pepa Jones es un niña de 11 años apasionada de la Historia, que pasa sus días entre el cole y las aventuras, y sus noches, soñando con más aventuras.
El sábado de buena mañana, paseaba por los alrededores de la Charca de los Patos en compañía de su inseparable gato, Gambita. Hago un alto en el relato para aclarar que el simpático minino en realidad se llama Gándalf, como el mago, pero un malentendido hizo que su nombre acabara transformado en Gamba y de Gamba..., Gambita.
Prosigamos pues. Como os decía, Pepa ocupaba la mañana en observar plantas y pájaros cuando su inseparable compañero reparó en algo."

- ¿Qué has visto, Gambita? - Preguntó Pepa mientras observaba a su gato escarbar profundo y sacar diversos utensilios.

La niña, apartó cuidadosamente a su amigo y descubrió con asombro que el animal estaba extrayendo de un saco pequeños muñecos de plomo de no más de cinco centímetros. La chica, curiosa por naturaleza, entró sus manos en la talega hasta dar con dos lucernas, una pequeña estatuilla que parecía de bronce y un buen puñado de monedas, que a todas luces, eran antiguas y de plata.

- ¡Gambita no sabes lo que has descubierto! Todas estas cosas son de origen romano, yo diría que fueron encontradas no muy lejos de aquí, pero... ¿Qué hacen enterradas en este lugar? ¿O es que están escondidas?

El gato giró su cabecita y meneó la cola de un lado para otro encantado con la atención que le prestaba su amiga. Pepa, tomó una de las monedas en su mano, sacó una lupa de su mochila y la observó con atención.

- ¡Bueno, bueno, buenoooo! -Exclamó Pepa al ver ampliada la figura que aparecía en la moneda. - Gambichi ¡Que son denarios de plata! ¡Este es Trajano, el emperador! ¡Mira!

El gato olió la moneda  que su amiga ponía delante de sus narices,  tras comprobar que no era comestible, se sentó sobre sus patas traseras.

- Estas monedas están muy bien acuñadas, seguro que tienen valor. ¿Sabías que Trajano era de Sevilla? Bueno, de Itálica, pero ya te contaré eso otro día.

No le dio tiempo a terminar la frase porque Gambita salió corriendo detrás de una libélula, así que nuestra amiga se quedó pensando en qué hacer con aquel hallazgo. Estaba claro que entre las muchas cosas que se podían hacer, no entraba la de quedárselo ¡Había que informar a las autoridades de inmediato!

Sacó la talega de la tierra húmeda  y volvió  a depositar dentro todo lo que había examinado. Sin duda, la vieja Mellaria era el origen de todo aquello, seguro.

Pepa abrió su mochila e introdujo como pudo el hallazgo ¡Cómo pesaba! Pero había que hacer lo correcto, así que lo mejor era ir a ver a don Luis, un arqueólogo jubilado que vivía en el pueblo con su señora, doña Alfonsina, que hacía las mejores galletas de la comarca.
Volvía por el camino terrizo y lleno de charcos a causa de una abundante noche de lluvia en pleno mes de junio, cuando vio venir un coche algo destartalado. No sabría decir la marca porque pasó a toda velocidad y aunque se apartó inmediatamente, el agua la empapó de arriba a abajo.



- ¡Pero bueno! ¡Haga el favor de mirar por donde vaaaaa! ¡Gamberrooooo!

Gambita tampoco se había librado, el pobre tenía todo el pelo mojado y los bigotes caídos. Pepa, enfadada sacó de la mochila unos pañuelos e intentó secar a su amigo, pero ni con una caja habría sido suficiente. Mientras se afanaba en limpiar al gato, vio como dos hombres descendían del vehículo y se aproximaban justo al lugar donde un rato antes habían desenterrado el tesoro que ahora permanecía en su mochila. Se les veía enfadados, buscaban y se gritaban el uno al otro.
Uno de ellos, el más bajito y de mayor edad, parecía el más indignado. El otro, un chico de unos veinticinco años, señalaba al agujero como justificándose.

- Ay Gambita que me parece que aquí hay gato encerrado.... - Dijo Pepa a su amigo no sin sentirse inquieta- ¡Tenemos que salir pitando ya, pero ya!

Pepa se conocía aquellos parajes mejor que nadie, de hecho, la Charca de los Patos era de su abuelo, así que antes de que los hombres enfadados pudieran reparar en ella, había atravesado los campos y estaba en la entrada del pueblo. No creía que sospecharan de una niña y su gato, pero había que tomar precauciones.
Nada más llegar a casa, puso la mochila a buen recaudo, se cambió de ropa a toda prisa y tomó el móvil de mamá para llamar a su amiga Patricia.

- ¡Hola Patricia! ¿Qué estás haciendo?
- ¡Hola Pepita! Estaba terminando un dibujo para mi hermano. ¿Por qué?
- ¿Podrías venir a casa, por favor? Creo que tengo algo que te va a interesar.

Patricia era una excelente pintora y escultora, nadie sabía más de la Tierra Media y de Tolkien que ella, se conocía todos los personajes de "El Señor de los Anillos" y los nombres de todos los enanos de "El Hobbit". Era una amiga estupenda y una maravillosa compañera de aventuras.


Como vivían cerca, no tardó ni quince minutos en llamar al timbre. Ya en la habitación de Pepa, ésta la puso al corriente de lo sucedido.

- ¿Y qué piensas hacer? - Preguntó Patricia-
-  Ir a ver a don Luis, él sabrá cómo proceder con todo esto.
- Pues siento decirte que esta mañana estuvo en casa para despedirse. Se va dos semanas con su hija a Málaga, así que habrá que preparar un plan be.
- ¿Has pensado algo? - Preguntó Pepa curiosa.
- No, pero ya se nos ocurrirá.

El resto de la tarde transcurrió duchando a Gambita y secándolo después, algo que el minino aceptaba resignado pero que no le gustaba en absoluto. Después, las amigas se despidieron hasta el día siguiente en que irían a inspeccionar de nuevo los alrededores de la Charca de los Patos.
Bien temprano, con mochilas y bicis pusieron rumbo a su lugar favorito de aventuras. Gambita viajaba en una cesta que el abuelo de Pepa había acoplado a la bicicleta. Era sin duda un perfecto gato aventurero.
Nada más llegar, Pepa le enseñó a Patricia el lugar donde encontró el tesoro.

- Vaaaya... Pues no estaba muy bien escondido que digamos - Dijo Patricia tocando el hueco-
- ¿Crees que pueden haber escondido más cosas?
-  No lo sé Pepa, pero podemos echar un vistazo.
- Miremos los sitios donde haya tierra removida. Iremos sin prisas. - Propuso Pepa-
- ¡Perfecto!

El sol comenzó a subir y a las once y media el calor se dejaba sentir, así que tras la infructuosa búsqueda, decidieron refugiarse bajo los eucaliptos para tomar lo que Patricia denominó "el segundo desayuno hobbit". Jamón y pan, cerezas y unos melocotones formaban el tentempié para las niñas, y una deliciosa bolsita de bocaditos para Gambita.
Una suave brisa comenzó a mecer las ramas de los árboles y niñas y gato se rindieron a la deliciosa sensación del verano en el Guadiato. Sin embargo, un ruido de puertas que se cierran los sacó a todos de la modorra. Dos personas salieron del coche que el día anterior duchó a Gamba y a Pepa. La niña reconoció inmediatamente al hombre bajito, pero esta vez venía acompañado de una mujer que iba de un lado para otro con un aparato que rápido identificaron como un detector de metales.

- ¡Chssst, no hagáis ruido! - Susurró Pepa - No nos han visto y es mejor que no lo hagan.
- ¿Cómo es posible que estén a plena luz del día con un detector? - Preguntó indignada Patricia-
- No sé, amiga, pero esto no me gusta nada.

Gamba por fortuna seguía hecho un rosquito, dormido a la sombra mientras las chicas se tendían en el mantel que habían dispuesto para el desayuno. Las bicis estaban en el suelo así que era una suerte porque no podrían verlas a menos que se dirigieran hacia allí.
Escucharon pitar el aparato al menos en cinco ocasiones. Después, la pareja subió al coche y desapareció por donde había venido.

- ¿Has visto eso? - Preguntó Pepa
- Ya lo creo y además, he memorizado cada lugar donde el detector ha pitado.
- ¡Eres única, Patri!

Se aseguraron de que no hubiera nadie y raudas fueron a los lugares que Patricia fue señalando.

- ¿Y si excavamos? - Se nota que han removido tierra, Pepa.
- De acuerdo. Espera, vamos al Cortijo El Tejar, estoy segura de que mi abuelo ha llegado ya y nos proporcionará cualquier cosa que pueda ayudarnos.

Dicho y hecho, el abuelo José que era un niñero de cuidado, les facilitó unas pequeñas palitas que utilizaba para el huerto, no sin antes darles mil y una recomendaciones para que no se hicieran daño. Por supuesto, declinaron la ayuda que les brindó.

- ¿Qué se traerán entre manos?- Pensó el hombre al ver a las niñas tan nerviosas-

Dieron un puñado de besos al abuelo  y montaron de nuevo en sus bicis para retomar la aventura.

- ¡Gracias abuelito! ¡Dile a los papás que nos quedamos a comer contigo, por fa! - Le gritó Pepa  mientras se alejaban a toda prisa.
- ¡De acuerdo pero no hagáis trastadas! - No estaba para nada seguro de que le fueran a hacer caso.

Las niñas no se equivocaron, en el primer sitio donde excavaron encontraron una bolsa de loneta igual a la que Pepa guardaba en casa. Dentro, denarios de la república romana que en seguida Pepita reconoció.

- Patricia, ya no me queda duda. Esto es fruto de un expolio, así que tenemos que denunciarlo. No podemos esperar a don Luis.
- ¡No! Espera, tengo un plan.

En todos los lugares que excavaron aparecieron figurillas, monedas e incluso diversos artículos como hebillas y ungüentarios de vidrio que en su día contuvieron cremas, perfumes, etc. También alguna botella con iniciales probablemente del vidriero que las hizo. Pero lo que más llamó su atención fue una gran cabeza de león que no pudieron extraer debido a su tamaño.
¿Cómo habría acabado todo eso allí?

- Pepa, ¿tu abuelo sabrá algo de esto?
- No, de eso estoy segura. Como se entere se va a enfadar muchísimo porque está claro que unos ladrones están escondiendo en su charca todo esto.

A mediodía, fueron a comer con el abuelo José y lo pusieron al corriente de todo. El hombre palideció al oír a su nieta y al ver todo lo que había enterrado en su finca.

- ¡Por Dios bendito! Pequeñas, tenemos que informar a las autoridades.
- ¡Abuelito espera, tenemos un plan! Pero todavía no podemos sacar nada de ahí o los ladrones se darían cuenta.

Al oír eso de su nieta, sabía que se metería en un lío. ¡Y no quería líos!

- Mira abuelito, aquí Patri es una excelente pintora y escultora y hemos pensado darles el cambiazo.
- ¿Cómo que darles el cambiazo? ¡Qué miedo me dais! - Exclamó el abuelo-
- Verá -Aclaró Patricia - Solo necesitaré latas de Coca-Cola vacías, cartón y su ayuda para cortar algunas cosas. Bueno, y que convenza a nuestros padres para que nos dejen pasar el día y dormir aquí mañana.

El abuelo José sopesó la propuesta pero incapaz de negarle nada a su nieta, comenzó las negociaciones con los padres de las chicas. Como el colegio había terminado y estaban de vacaciones, no pusieron pegas.
Al día siguiente, se presentaron en El Tejar con cartulinas, cartones y diverso material de manualidades, además de una buena bolsa llena de latas vacías.

- ¿Pero qué vais a hacer con todo esto? - Preguntó el abuelo señalando los mil cachivaches que habían puesto sobre la mesa-
- ¡Ahora lo verás, abuelito! Por cierto ¿Viste algo raro anoche?
- Pues vinieron dos coches, me acerqué hasta la charca acompañado de Adán, el mastín, y vimos cómo enterraban un par de bultos y desenterraban otro.
- ¡Vaya eso es que se han llevado algo!- Exclamó Patricia.
- Además - Prosiguió el abuelo José- unos hombres muy bien vestidos entregaron un maletín al bajito que decías, Pepa.
- Lo dicho, han vendido parte de lo que han robado. ¡Tenemos que darnos prisa! - Dijo la nieta.

Pasaron toda la mañana trabajando. Gambita se encargó de pisotear y arrugar las cartulinas, el abuelo, de cortar las latas en forma redonda para que simularan monedas. Del resto, se encargó Patricia con sus pinceles y sus mil herramientas mágicas.
A eso de las siete, las réplicas estaban terminadas.

- ¡Vaaaaya, qué buen trabajo, chicas! - Exclamó el bueno de José-
- Pues ahora, sustituiremos todo lo que vimos ayer por estas réplicas. ¡No hay tiempo que perderª - Exclamó Pepa-
- Cuando lo tengamos, llamaremos a la Guardia Civil ¿De acuerdo, pequeñas?
- Vale, abuelito - Acompañó la frase con un beso sonoro en la mejilla de su abuelo.

Gambita venía de jugar un rato con Van Gogh, un gatito que nació con una oreja arrugada y que vivía en el otro cortijo del abuelo. Cuando vio que había aventura, se subió rapidísimo a su cesta.
No sin esfuerzo cambiaron todo y llevaron los objetos de valor a El Tejar. Ahora sólo había que esperar a que hicieran acto de presencia los ladrones y llamar a la Guardia Civil.

- Gamba, necesitamos tu ayuda. - Le dijo Pepa a su gato que la miraba con carita expectante- Te voy a instalar una cámara de visión nocturna en el collar e irás hasta la charca. Así podremos ver qué sucede cuando las imágenes se muestren en nuestro ordenador. Las grabaremos y pillaremos a esos granujas ¡Lo harás de maravilla!

A eso de las once de la noche el abuelo José llevó a Gambita a la Charca de los Patos, no sin antes dejarle chucherías por varios sitios para que no tuviera la tentación de volverse tras él. Si los ladrones no fallaban, en unos minutos estarían allí.

- Bien pequeño, ahora tienes que hacerlo muy bien para que podamos grabar a esos delincuentes. Nos vemos en un ratito. -Acarició la suave cabeza del animal, encantado con todas las chuches que tenía para comer

De vuelta a El Tejar, marcó el número de la Guardia Civil y contó a los agentes lo que sucedía con pelos y señales.
Se escucharon los coches apenas unos segundos después de colgar el teléfono. ¡Eran los expoliadores! Gambita de momento solo enviaba imágenes de pastos y de agua porque estaba bebiendo, pero al sentir ruidos, enfocó claramente a los ladrones.


- ¡Ahí los tenemos, abuelillo! - Exclamó Pepa-

Vieron cómo excavaban, Gambita estaba agazapado en algún lugar, probablemente ocultándose de los malhechores pero con tan buena fortuna que no los perdía de vista y eso hacía que en El Tejar, no perdieran detalle de los afanados expoliadores. ¡Menuda sorpresa se llevaron!

Los gritos de los burlados saqueadores asustaron al gatito que volvió corriendo con su dueña. En ese momento, también llegaban las autoridades que rodearon el lugar y no permitieron que escaparan aquellos energúmenos. Uno a uno, fueron detenidos y esposados. Allí estaba el señor bajito, el joven y la chica acompañados de otros dos hombres que probablemente fueran los compradores.

- ¡Ufff, menudo jaleo se ha montado! Exclamó Pepa al ver el despliegue de Fuerzas de Seguridad.
- ¿A quien hay que felicitar? - Preguntó un Guardia Civil tan grande que las niñas pensaban que no pasaría por la puerta del cortijo.
- A esas dos bellezas y a su gato - Contestó el abuelo José todo orgulloso-
- No sabéis el tiempo que llevábamos detrás de estos granujas - Dijo el Guardia agachándose para ponerse a la altura de las pequeñas - Lo que no podíamos imaginar es que escondieran los objetos robados aquí.
- ¿Son muy importantes? - Preguntó Patricia.
- ¡Ya lo creo, chicas! Algunas piezas han sido sustraídas de la mismísima Mérida, otras de lugares de nuestra comarca e incluso había objetos robados de museos. Lo habéis hecho muy bien. ¿Este es vuestro gatito? - Preguntó acariciando a Gamba que no paraba de rozarse con las rodillas del agente-
- Así es. Él descubrió la primera bolsa llena de objetos y también ha sido él quien ha grabado las imágenes de los ladrones extrayendo los supuestos tesoros - Contestó Pepa-
- Una pregunta ¿Por qué tomaros tantas molestias en hacer réplicas? Preguntó el Guardia.
- Fácil. Para demostrarle a esos señores, que con un poco de imaginación todos podemos tener en casa objetos de la vieja Roma sin necesidad de expoliar ningún yacimiento. - Aclaró Pepa-
- ¡Muy buena idea! - Exclamó el agente sonriente.

Habían sido unos días excitantes. Como recompensa, don Luis movió hilos para que las niñas pudieran visitar algunos yacimientos arqueológicos donde se trabajaba activamente. También acudieron a Mérida, invitadas por el Consorcio Ciudad Monumental,  recorrieron la ciudad y asistieron a una lucha de gladiadores en el anfiteatro. ¡Eso sí que fue divertidísimo! Y en todos esos lugares, Gambita fue uno más, pues en estas aventuras él es sin duda la mascota que anima a Pepa a investigar y a descubrir.
Muy pronto, nuevas aventuras de Pepa Jones y su gato Gambita.



Nota: El dibujo de la niña que inicia este cuento, no es mío, si alguien considera que vulnero sus derechos, que me lo haga saber y la retiraré de inmediato. La pintura de El Hobbit es obra de Patricia Martín, una excelente pintora cuyas obras se exhiben en museos de reconocido prestigio. Y lo mejor, una maravillosa persona.
Patricia, te debía un regalo  así que este relato es para ti. Gracias por inventar el personaje de Pepa Jones, porque es justo decir que fuiste tú quien me lo sugirió. Lo tenía escrito desde hace tiempo, pero no acababa de salir a mi gusto, espero que ahora que lo he publicado te haga muuucha ilusión y sea de tu agrado. Habrá más. ¡Gracias por tus pinturas!

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