El cielo vestido de purísima y las ramas ya doradas anuncian que ha llegado el otoño. Luz que dejará de ser verdad para ser duelo, para disfrazarse de tiempo aletargado y lluvia en las almenas.
Sin embargo, hoy el día se derrama en cantos de pájaros que incendian el aire. La tregua hasta la oscuridad es apacible y permite vestir las cercas de cabelleras de yedras, latiendo en las piedras mientras el sol no sea devorado por la jauría de nubes que se vislumbra en el horizonte.
Paisajes de España vividos por siglos, despiadados con el hombre que se rompe la espalda tras el arado, gentiles con los ojos que buscan libertad. Esta tierra de reyes y colores extremos huele a pueblos deshabitados y amaneceres perdidos en la memoria, huidos de una muerte que la Historia llora.
Vamos a sentarnos, admiremos la tarde serena y la hierba tierna que tiembla sobre el suelo. Sentémonos, inocentes a esperar los versos que traerá el invierno.
Fotografía de mi querido amigo Manolo Rubio.